Mujer y otras drogas

Volví acá, a mi reciento de oro y plata, a la carne que me escucha, recostado de las nubes en las cuales sueño contigo, quisiera invitarte a casa esta noche, pero «casa» solo es un lugar oscuro con silencio y tranquilidad, no sé dónde quede eso en el mundo terrenal, pero encuentro un poco en tus brazos tibios, camino a la orilla de tus pupilas, en el mar pintoresco de tu iris, a sabiendas que ya conoces mi destino, tus labios. Carnosos y flamantes, en llamamiento de esta muestra de humanidad que represento, anhelando los dedos con huellas que saben qué hacer, estás lejos, muy lejos, en esta hora que no termina, en este día que no tiene fin, no miento cuando digo que me haces falta, pero esta falla de San Andrés no le queda mucho tiempo, pronto se sacudirá borrando tu existencia de la luna y las estrellas, si crees que no tienes sentido, espera que las ganas corrompan la vulnerabilidad y la inocencia, entenderás de qué hablo cuando se estrelle cual meteoro en tu ropa mi olor, mi sabor en tus fauces, tu falsedad en mi persona, sólo espera.

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