Único

Pedido de onluvsjude

Las luces de Gran Vía parpadeaban en la distancia mientras Pablo caminaba lentamente, con las manos en los bolsillos de su chaqueta.

Hacía frío, pero no era nada comparado con el peso en su pech, Madrid estaba llena de vida, como siempre, pero él no podía evitar sentirse solo.

Las risas de la gente a su alrededor parecían un eco lejano, como si él fuera un extraño en su propia ciudad.

El verano pasado había sido diferente. Jude y él lo habían compartido todo; las noches cálidas en los tejados, los paseos por Malasaña, las promesas susurradas en la oscuridad.

Pero como todas las cosas hermosas, también había terminado, dejando tras de sí un vacío que Pablo no sabía cómo llenar.

Su teléfono vibró en el bolsillo. Sacándolo con desgana, leyó el mensaje que apareció en la pantalla.

¿Podemos hablar? Estoy en Madrid. Estoy en nuestro lugar.

Pablo detuvo sus pasos, sintiendo cómo su corazón se aceleraba.

Nuestro lugar.

No había vuelto a ese café desde que Jude se fue, había prometido no regresar, no dejar que los recuerdos lo consumieran, pero ahí estaba.

Después de unos minutos de debate interno, Pablo suspiró y comenzó a caminar en dirección al café.

Tal vez era hora de enfrentarlo, de poner fin a lo que fuera que aún quedaba entre ellos.

El café seguía igual, acogedor y cálido, con el aroma familiar a café recién hecho y canela flotando en el aire.

Jude estaba sentado en la mesa del rincón, la misma en la que solían sentarse, al verlo, el Alfa se levantó, con la mirada llena de incertidumbre.

—Gracias por venir.—Dijo Jude mientras Pablo tomaba asiento frente a él.

El Omega no respondió, solo lo miró, esperando que él rompiera el hielo.

Había tantas cosas que quería decir, pero las palabras parecían atrapadas en su garganta.

—Sé que no merezco que estés aquí.—Comenzó Jude, con voz baja.

—Sé que fui un cobarde, te dejé sin explicación, y cada día desde entonces me he arrepentido.

Pablo cruzó los brazos, intentando mantener la compostura.

—¿Y por qué ahora? —Preguntó, su tono más frío de lo que pretendía.

Jude se pasó una mano por el cabello, visiblemente nervioso.

—Porque no puedo seguir huyendo, cada vez que cierro los ojos, pienso en ti, en lo que dejamos atrás.

—Madrid me recuerda a ti en cada esquina, en cada lugar al que voy.

El silencio cayó sobre ellos, solo roto por el suave murmullo de las conversaciones a su alrededor.

Finalmente, Pablo dejó escapar un suspiro.

—Me dolió, Jude, me dolió más de lo que puedo explicar.

El Alfa extendió una mano, pero Pablo no la tomó.

—Lo sé, y no espero que me perdones de inmediato, solo… sol3o quiero que me des una oportunidad para arreglarlo.

Pablo lo miró, sus ojos brillando con dolor y una fina esperanza.

—No va a ser fácil.—Dijo finalmente.

—No espero que lo sea.—Respondió Jude, con voz firme.

—Pero estoy dispuesto a intentarlo, si tú lo estás.

Caminaron juntos por las calles de Madrid después de dejar el café.

Jude hablaba, contándole sobre los meses que había pasado lejos, sobre cómo había pensado en él en cada ciudad, en cada estadio.

Pablo escuchaba en silencio, sin comprometerse, pero tampoco alejándose.

Cuando llegaron al parque donde solían sentarse en las noches de verano, Pablo se detuvo.

—¿Por qué volviste realmente, Jude?—Preguntó, mirándolo directamente a los ojos.

Jude dio un paso hacia él, acortando la distancia entre ellos.

—Porque tú eres mi hogar, Pablo, no importa dónde esté, siempre será contigo.

Pablo sintió que las lágrimas amenazaban con salir, pero esta vez no las detuvo.

Las luces de Madrid brillaban a su alrededor, pero en ese momento, solo existían ellos dos.

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