Capítulo 3:
Empezaba a terminarse Septiembre y ya era difícil salir de casa sin chaqueta. A pesar de ello, fui capaz de olvidarla y tener que volver a por ella perdiendo estrepitosamente el bus. Como no podía ser de otra forma, llegué tarde a clase. Iba por el pasillo cuando me topé al director acompañado por un hombre elegante y Alexander.
- Señorita Barnes, llega tarde - me informó.
- Lo siento. He tenido un problema con el bus - me excusé.
- Como delegada debería tener más cuidado y dar ejemplo.
- Sí, no volverá a pasar - mentí.
Aún quedaba mucho curso por delante y muchos despistes y desgracias que me harían llegar tarde.
- Señor Evans, supongo que ya conoce a la señorita Barnes. Si algún día va a ausentarse por favor avísela para que se lo comunique a los profesores - dijo el director.
Crucé mi mirada con la de Alexander pero de inmediato la aparté. De reojo me pareció verle sonreír victorioso.
- Yo me tengo que ir ya. Muchas gracias por su comprensión señor Grayman - dijo el hombre elegante.
Detecté varios de sus rasgos y di por sentado que sería el padre. Parecía tener un buen trabajo por lo que seguramente también bastante dinero. Aún así, Alexander iba vestido con una ropa completamente normal y para nada llamativa o de apariencia cara. El que debía ser su padre se despidió de él y se marchó mientras el director nos acompañaba a clase. El trayecto no fue muy largo y noté como Alexander no apartaba la mirada de mí, por lo que decidí devolvérsela. Esta vez no la aparté. No quería volver a dejarle ganar. Eso pareció divertirle más y a mí me puso de los nervios. Una vez en clase, me senté en mi sitio de siempre y él en el suyo. Helena y Noah se dieron la vuelta y en un susurro empezaron a preguntarme.
- ¿Que hacías con el director y el nuevo?
- ¿Por eso has llegado tarde?
Les mandé callar y les hice un gesto para que se dieran la vuelta. Si llamaban mucho la atención la profesora nos regañaría. Saqué el móvil y les envié un mensaje por el grupo que teníamos los tres. Helena contestó con una carita triste diciendo que esperaba algo más emocionante y Noah se burló de mi despiste.
- Quiero que para antes de los exámenes de Diciembre me entregéis un trabajo de investigación sobre una de las obras propuestas. No habrá que exponerlo pero quiero que lo trabajéis bien así que lo haréis por parejas. Este año ya no somos impares así que nada de grupos de tres.
Miré a mis amigos y me hundí en la silla. Ellos siempre trabajaban juntos y yo acababa con otra persona o con ellos si conseguíamos ser la excepción. Miré hacia Amelia pero Henry ya hablaba con ella. Busqué a Jane, una chica callada que trabajaba muy bien pero se había puesto a hablar con Victoria. Suspiré desesperada cuando alguien se sentó a mi lado.
- Podemos hacerlo juntos. ¿Qué te parece en mi casa?
Levanté la vista y me topé con Jake.
- No, gracias. Ya tengo pareja.
Sin añadir nada más me levanté y me dirigí a la primera fila. Apreté con fuerza el bolso mientras me sentaba al lado de Alexander. Noté que iba a hacer un comentario pero le mandé callar con un gesto.
- Ni una palabra - dije entre dientes.
- ¿Tanto te gusta hacer de heroína? - me preguntó molesto.
Harta de sus comentarios le miré enfadada.
- Por raro que parezca el mundo no gira a tu alrededor.
- Pero parece que tú sí. No necesito tu compasión.
- Eres imbécil. Solo intentaba ser amable. Creemé que no quiero hacer este trabajo contigo. Eres un capullo y un desagradecido. Simplemente pensaba que sería mejor hacerlo contigo que con Jake. Pero claramente me equivocaba.
Busqué a Jake pero ya había encontrado pareja. Mierda. La gracia me iba a costar cara.
- Yo seré un capullo pero al menos no voy fingiendo ser amable. Tú en cambio eres tan capulla como yo pero finges ser un angelito para que todos te adoren.
- No te atrevas a creer conocerme. Eres tú quien me saca de mis casillas.
- Lo único que hago es obligarte a ser tu misma pero parece que no te gusta. Deberías hacértelo mirar.
- ¿Y me lo dices tú? Eres el típico imbécil que lo tiene todo y aún así va de rebelde sin causa para llamar la atención.
- ¿Todo bien chicos? - preguntó la profesora de inglés acercándose a nosotros.
- Sí - respondimos al unísono.
- Aquí teneis la lista. Poned vuestros nombres y seleccionar la obra que queráis.
Cogí el papel y apunté nuestros nombres. Leí los libros de la lista y miré a mi compañero. Iba a ser un trabajo complicado.
- ¿Quieres alguno en concreto? - le pregunté aún enfadada.
- ¿Vas a volver a tu molesta amabilidad?
Apreté los puños con fuerza. Que ganas de estamparle uno en la cara.
- ¿Podrías dejar de ser imbécil por un momento y pensar en el trabajo?
- Alguno de Oscar Wilde. No soporto a Shakespeare y Charles Dickens lo tengo muy visto - respondió sin mirarme.
- ¿El retrato de Dorian Gray te parece bien? Da mucho que analizar.
- ¿Como las apariencis engañan dices?
- ¿Qué te he hecho para que seas así de capullo?
- No te creas que eres especial, guapa. Simplemente tú eres más insistente que el resto - dijo señalando a toda la clase.
Gruñí molesta y marqué la obra. Cuando la profesora pasó, le entregué la hoja. Pasó el resto de la clase explicando que esperaba del trabajo y yo tomé nota de ello en mi ordenador. En cuanto sonó el timbre me levanté de golpe y volví a mi sitio furiosa. Helena y Noah me miraron preocupados pero no me preguntaron. Sabían que en este estado era mejor que me tranquilizara antes. A la hora del descanso les conté la discusión y aunque ambos me apoyaron diciendo que era un capullo también me dijeron que tal vez yo tampoco había sido especialmente agradable.
- He sido amable desde el minuto uno. Hoy simplemente ya he perdido los estribos. Es su culpa.
- Intenta ignorarle lo máximo posible - me dijo Helena.
- Hacen un trabajo juntos.
Helena le dio un codazo a Noah que se quejó en silencio. El resto del día transcurrió de manera normal. Estaba en la última hora cuando me llegó un mensaje de Sam. Podía pasar a recogerme y no rechacé la oferta. En cuanto terminaron las clases recogí mis cosas y miré en dirección a Alexander pero ya no estaba. Tendría que pedirle su número para poder hacer el trabajo. Me fijé entonces en como Jake hacía señas a sus dos gorilas y salían de clase sin llevarse sus cosas. Conocía a Jake y posiblemente iba a aterrorizar a algún pobre estudiante de menor curso. En varias ocasiones le había pillado metiéndose con chicos menores o incluso con alguno mayor. Le seguí en silencio hasta el baño de chicos. Mierda. Eso era territorio prohibido. Habíamos salido unos minutos antes de clase por lo que aún los pasillos estaban vacíos. Miré a mi alrededor y abrí la puerta solo una rendijita. Lo justo para oír si era necesario intervenir o si solo había sido una corazonada equivocada.
- Vaya, vaya. Pero si es mi amigo Alex - dijo con un tono despectivo.
¿Alex? ¿Acaso estaba intentando intimidar al nuevo?
- Si vuelve a haber grupos por parejas no te pongas con Alice - le dijo con tono amenazante.
Oficialmente estaba hablando con él. Pensé en irme. Era un capullo y no me importaba. Pero por otro lado, era la delegada y mi deber era impedir estas situaciones en la medida de lo posible.
- Ha sido ella quien me lo ha pedido. Si no quiere ir contigo es tu problema - contestó mordaz.
- Claro que es mi problema. Por eso te digo que te alejes de ella.
Menudo imbécil.
- No tengo tiempo para tus gilipolleces - contestó Alexander.
- Pues lo vas a tener. No pareces muy listo. Seguro que por eso has repetido curso.
¿Era repetidor? Aún estaba sorprendida por la noticia cuando oí un golpe fuerte. Entré de golpe y me topé con Jake sujetando a Alexander por el cuello de la chaqueta. El golpe había sido al empujarle contra la pared. Los dos gorilas de Jake le cortaban el paso evitando que pudiera irse.
- Te has equivocado de baño, guapa - me dijo Rick, uno de los gorilas.
- Tú te estás equivocando de día para tocarme las narices - contesté apartándole de mi camino.
No tenía fuerza para moverle pero el solito se apartó.
- Si no quieres que informe al director te recomiendo que te vayas - le amenacé a Jake.
- Venga, guapa. Solo charlábamos - dijo intentando colocarme un mechón de pelo detrás de la oreja.
Aparté su mano de un manotazo.
- Largo - le ordené.
Sonrió inocentemente y levantó las manos en señal de rendición. Seguido de cerca por sus secuaces salió del baño.
- No necesito tu ayuda así que deja de meterte en mis asuntos - contestó Alexander apartándome de un empujón.
- De nada, capullo - le grité.
- ¿Tengo que darte las gracias por ser molesta o por creerte una heroína?
- Solo te he ayudado. Lo mínimo que podrías hacer es darme las gracias.
- Insisto en que no quiero tu ayuda ni tu amabilidad. Así que haz el favor de dejarme en paz. No me apetece soportar tu falsa actitud de buena samaritana.
Cansada de sus comentarios le solté una bofetada apenas audible por el sonido del timbre. Pensé en disculparme pero tenía miedo de su reacción así que salí por la puerta a toda velocidad y me dirigí a la salida. Allí me esperaba Sam mientras hablaba con un chico.
- Como siempre la última - se quejó.
- ¡Pero si acaba de sonar el timbre! - respondí.
- Me he encontrado con Helena y Noah. Habéis salido antes.
- ¿Y qué? Estaba en el baño. ¿Quieres acompañarme la próxima vez? - me mofé.
Su amigo se rió. No me sonaba haberle visto nunca y en general conocía a los amigos de Sam.
- Este es Ian. Está en primero.
- Encantada - dije con una sonrisa.
- Tu hermano me ha dicho que estás en último curso. Tienes que conocer entonces a un amigo mío. Alex.
Ante ese nombre se me cayó el alma a los pies.
- ¿Eres amigo suyo?
- Sí de hecho he venido a por él. Me ha traído Sam.
- Dale las gracias porque así te llevo a casa.
- Pues gracias Ian. Ya decía yo que tú nunca me habrías llevado a casa de buena voluntad.
Ambos se rieron. Fue entonces cuando Ian llamó a su amigo y yo quise que la tierra me tragara.
- ¿Qué haces tú aquí? - le preguntó Alexander con una sonrisa.
¿Una sonrisa? ¿Cómo era eso posible?
- Este es Sam. Esta en tercero. Y esta es Alice, su hermana. Vais juntos a clase - nos presentó.
Incapaz de mirarle me fijé en una fila de hormigas que caminaba por el patio.
- Lo sé. Estamos juntos en un trabajo - respondió en tono tranquilo.
Levanté la vista y me topé con una mirada de enfado absoluto. Mala idea. La piel se me puso de gallina y miré a Ian.
- Bueno, encantada de conocerte Alice. Y gracias por traerme, tío - dijo chocando su puño con el de Sam.
Me despedí de ambos y cuando se dieron la vuelta suspiré como si me hubiese quitado un peso de encima.
- ¿Ahora que has hecho? - me preguntó mi hermano.
- No quiero hablar de ello.
Comenzamo a caminar hacia el coche y entonces recordé su oferta.
- Oye. ¿Puedes averiguar un par de cosas sobre Alexander? He oído que ha repetido. ¿Puedes preguntarle a Ian sin que sea muy cantoso?
- A cambio quiero que me cuentes porque te miraba como si quisiera matarte - se rio.
- Hecho.
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