Capítulo 29.
ADVERTENCIA: este capítulo contiene la mención de sangre y pensamientos sádicos.
—Lamento mucho toda esta situación— dije, siendo incapaz de ver a mi compañero a los ojos.
—Vuelve a disculparte y te haré la ley del hielo— respondió Sam, con voz cansada.
— ¿No crees que somos demasiado grandes para eso? — cuestioné, con una risita.
—Por lo visto, tú no eres demasiado grande para entender que no debes pedir perdón por cosas que no son tu culpa, y mucho menos que tu causaste— regañó Sam, sin apartar la vista del camino.
—Pero si lo he causado. Itachi nos atacó por mi culpa— expliqué, tratando de hacerle entender.
—Quiero que el tema muera aquí, y no volveremos a mencionar el nombre del demonio de la locura— sentenció él, con seriedad.
—Cuida el tono, Sam— amenacé, mirándole de reojo.
—Hey, no vamos a descargar nuestra frustración con el otro. Ninguno de los dos somos sacos de boxeo, y creo que lo que sucedió hace un rato ha sido lo suficientemente estresante como para tener canas mañana— dijo mi compañero, desviando la vista un milisegundo del camino, para fijarse en mí.
—Tienes razón. Lo siento— respondí, sin darle mucha importancia al asunto.
Sam gruñó, maldijo por lo bajo y se acomodó en el asiento. Lo miré sin entender muy bien el por qué de su reacción; hasta que repetí la escena en mi cabeza y me di cuenta de que me había disculpado otra vez.
—Sam— llamé.
— ¿Hmmm?
—Perdón— dije, sintiendo como mis labios formaban una sonrisa.
Sam ni siquiera se molestó en mirarme, simplemente hizo como que yo no existía. Al menos lo intentó hasta que tuvimos que detenernos a echar combustible, y me preguntó si necesitaba algo, pues había una pequeña tienda en la estación. Le dije que trajera cualquier cosa para comer.
Mientras él hacía eso, yo me bajé de la camioneta para poder limpiar al menos una parte de todos los cristales esparcidos por el vehículo, con cuidado de no hacerme daño, claro está.
No pude evitar pensar nuevamente en lo que había sucedido. ¿Itachi estaba dispuesto a matarme? ¿Simplemente por marcarme? ¡Está loco! No puede mantenerme atada a él, no después de lo que pasó en el hotel, y muchísimo menos, luego de tratar de fusilarlos.
Para cuando me vine a dar cuenta, ya estábamos de camino nuevamente y yo tenía la boca llena de doritos y los dedos manchados.
—Estas cosas tienen demasiado colorante— comenté, después de dignarme a tragar.
—Ya me estaba preocupando— dijo Sam —, ya es la tercera que te comes— añadió.
Abrí los ojos sorprendida y miré mi regazo en el cual, efectivamente, reposaban otras dos bolsas completamente vacías.
—Oh. . .
—Me dí cuenta de que no estabas aquí en la tierra. . . y creo que tampoco en la Vía Láctea— bromeó Sam.
—Si bueno, estaba en Lalaland— dije recogiendo la basura y limpiando mis dedos con unas servilletas que encontré.
— ¿Lo dices por la película? — cuestionó mi compañero.
— ¿Lalaland tiene un filme? — pregunté, nuevamente sorprendida.
— Uno ¿No lo sabías?; Digo, claro que no, me acabas de preguntar si tenía una— dijo él, con una risilla —. Y dos, ¿Qué es eso de "filme" ? Es demasiado. . . sofisticado— concluyó.
—Bueno, yo soy una mujer sofisticada— respondí.
— ¿Ah sí? Permíteme recordarte cuando. . .
— ¡No me recuerdes nada! — exclamé, causando que él soltara una risita.
Luego, gradualmente, su rostro se tornó cada vez más serio y su mandíbula se tensó.
—Sam ¿Qué sucede? — cuestioné, al notar aquel cambio.
Él no dijo nada, y yo me limité a ver por la ventana. Un escalofrío me recorrió al ver la calle y sus alrededores. Mi boca se abrió levemente y mi corazón latió con fuerza. Era la misma que conducía al apartamento de mi padre. Sentí el miedo recorrerme.
El vehículo se detuvo justo a tiempo para que las puertas del parqueo al edificio se abrieran para nosotros. El portero saludó a Sam con una sonrisa y le indicó que pasara.
Conocía muy bien la estricta seguridad que había en el apartamento donde vivía mi padre. Ver cómo le abrían la puerta amablemente a Sam, fue la gota que colmó el vaso.
— ¿Quién eres, Sam? — cuestioné, mirándole directamente a los ojos.
— ¿Confías en mí? — fue su respuesta.
Sus dos orbes me miraban con algo de miedo, pero al mismo tiempo seguridad. ¿Pero seguridad en qué? Sam no me había lastimado en ninguna forma, pero. . . ¿Cómo podía confiar en él?
¿Cómo podía hacerlo, después de que me trajo al apartamento de mi padre sin yo haberle dicho la dirección en ningún momento?
— ¿Confías en mí? — repitió.
Yo ya no lo miraba a él, miraba a sus espaldas. Mi padre se acercaba con rapidez a nosotros.
Sasuke Uchiha, su hermano menor, retrocedió unos pasos. Su nariz sangraba y el rostro del pelinegro estaba adornado por el dolor. Se lo merecía, nadie debe meterse en los asuntos de otras personas.
—Eso te enseñará a no meter la nariz donde no te conviene— habló, caminando en dirección al azabache. Era más alto que él, lo que le permitió agarrarle con fuerza del pelo, para obligarlo a que lo mirara —, la próxima vez no será la naríz, hermanito— sentenció, soltando con fuerza su cabeza y caminando en dirección a la puerta.
Esta se abrió y Naruto hizo acto de presencia, jadeó al ver el estado en el cual estaba su pareja, al mismo tiempo que palidecía.
Eso les dejaría una lección a los dos. Y una muy merecida.
—Ya verás cuando le diga esto a Mikoto— amenazó Naruto.
Sasuke ahora estaba en sus brazos, parecía que estaba teniendo alguna que otra dificultad para respirar.
—Oh. . . ¿Lo harás? — cuestionó sonriendo de lado.
Naruto no respondió, y tampoco es que debía hacerlo. Los zorros pueden ser muy escurridizos, pero saben bien cuándo es la hora de escapar.
Cerró la puerta y caminó hasta su habitación. En su mente desfilaban una y otra vez las escenas en la pantalla, ella había escapado con ese hombre y él no sabía a dónde diablos se habían marchado. Pero, ¿Eso importaba?
No demasiado. La encontraría, claro que lo haría. Y luego los dos tendrían una. . . charla. Si, eso. Una charla.
Una vez en su cuarto, caminó al baño y se limpió las manos. La sangre de su hermano había ensuciado su anillo y eso no le había hecho gracia. Tal vez debería volver a verlo y obligarlo a que lo limpiara él mismo.
Pero eso ya quedaría para otra ocasión. Sasuke tendría que trabajar ahora en su nariz, estaría ocupado con eso. Quedaban dos personas que tendría que amansar. Shisui y Naruto.
Aunque el rubio ya tendría una leve idea gracias a lo que vio, igual necesitaba una pequeña visita. Nadie se quedaría impune ante la rabia que consumía su locura. Pero. . . ¿Quién iría primero?
No pudo evitar sonreír por segunda vez. El primero que se atravesara en su camino sería el afortunado en probar su puño. . . no. El puño era algo demasiado suave, por eso lo usó con su querido hermanito. Una tortura mental sería una mejor opción, ¿Quizá el juego con cuchillos?
Ya tendría tiempo para decidirlo. Por lo pronto, se concentraría en limpiar su anillo. El espejo le devolvió la imagen de un hombre fuera de sí.
Quizá a ella le gustaría verlo así. . .
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top