Capítulo 22.


—Buenos días— ahogué un grito, mientras me giraba a ver la persona que se encontraba a mi lado. 

—Sam, por amor a todo lo que respira, no vuelvas a hacer eso— él se limitó a sonreír —, no, hablo enserio, no lo repitas si quieres que siga viviendo— me di la vuelta, para poder caminar en dirección al buffet. 

— ¿A dónde quieres ir? — me detuve un momento para apreciarlo. 

Su cabello le llegaba a los hombros, y lo mantenía en un recogido abundante de color negro, que combinaba a la perfección con su traje. El chico desgraciadamente era un palo de luz, mi cabeza apenas podía llegarle un poco más abajo del pecho, obligándome a tener que mirar hacia arriba, para poder verle los ojos, los cuales eran de un precioso color miel.

Sam era toda una obra de arte bien hecha. Si no fuera porque ya yo tenía sentimientos por aquel endemoniado Uchiha. . . 

—Al buffet para poder desayunar— respondí.

—Estás en el camino equivocado— dijo, con una sonrisa burlona en su rostro —. ¿Sabes qué he notado? Tienes muy mal sentido de orientación— el pelinegro agarró mi mano con delicadeza, y me hizo dar media vuelta. 

—No tienes ni dos días que me conoces y ya me estás criticando, ya me dejaste de caer bien— no pude evitar sonreír también, las vibras de este chico son maravillosas. 

— ¿Pero qué dices? Se que te caigo de maravilla— Sam me miró de reojo —, no vuelvas a decir eso, que me ofendes el corazoncito— negué repetidas veces, las mejillas ya me comenzaban a doler por sonreír tanto. 

—Bueno, ya estamos. Procura comer hasta que estalles— su mano soltó la mía, fingí estar triste.

— ¿Y no te puedo invitar a un café? — parpadeé varias veces, tratando de imitar a las mujeres en las películas, la mayor parte de las veces les funcionaba el truco.

—Odiaría decirte que sí, así que me honra decirte que no— Sam me guiñó un ojo y después se marchó. ¿Y ahora cómo me haría para no perderme en medio de este hotel?

Suspiré entrando al lugar, el aroma a comida inmediatamente hizo que me olvidara del mundo entero. Agarré un plato y comencé a dar vueltas por todo lo que tenían para ofrecerme. Desde panqueques hasta algo que no estoy segura de qué podría ser, pero tenía muy buena pinta.

—Es una lástima que Sam no pueda desayunar junto a mí— murmuré, mientras me sentaba en la mesa que había escogido —. Resultaría muy agradable tener algo de tiempo en compañía con alguien— añadí.

Observé a todos en el lugar, tenían sonrisas dibujadas en sus rostros y disfrutaban de la comida con tal fidelidad que me resultaba cómico. Ni siquiera observaban sus celulares o hacían fotos, simplemente, comían.

Y eso resultaba refrescante.

Llevé un panqueque a mi boca, y me costó toda la fuerza de voluntad que tenía no gemir por lo delicioso que se encontraba. Comenzaba a entender un poco la razón por la cual todos no levantaban la vista del plato. ¿Y era de esperarse? Claro que sí, este era un hotel de alto prestigio.

—Agua para la dama, viendo como devora nuestros platillos temo que se nos ahogue— sentí mis mejillas arder, sin embargo, cuando levanté la vista para ver al mesero, me llevé la grata sorpresa de que era Sam.

— ¡Sam! ¡Esto está riquísimo! — exclamé, luego de tragar lo más rápido posible la comida. Resultando en una tos los siguientes 10 segundos.

—Lo sé, ahora bebe agua, que te me ahogarás— sonreí y asentí —. ¿Desea algo más, hermosa señorita? — deje reposando el vaso a mi lado, y coloqué un mechón de cabello tras mi oreja.

— ¿Señorita? Estoy segura de que soy mayor que tú— afirmé, con picardía.

—Oh, no lo sé. . . ¿Lo eres? — su mano se colocó en mi mentón, levantándolo. Sus ojos brillaban con un destello pícaro.

—Creo que tendremos que confirmarlo— Sam asintió, y luego depositó un beso en mi coronilla.

—Lo tendré pendiente para nuestro próximo encuentro, te veo después de que termines de desayunar, parecía pornográfica la manera en la cual mirabas esos panqueques— mordí mi labio inferior, algo avergonzada de que me viera de esa manera. A lo mejor pensaba que era una muerta de hambre.

¿Pero cuál muerta de hambre se costea un hotel de esta magnitud?

Sinceramente, esta muerta de hambre no. 

—Esta noche habrá una función importante en honor a la familia que es dueña de este hotel. ¿Crees que te veré allí? — levanté mis gafas para poder verlo mejor, una sonrisa adornaba su rostro bañado por el glorioso sol.

—No lo sé. . . ¿Quieres verme allí Sam? — sonreí igual, mi compañero se echó a reír.

—Vaya, al parecer eres pésima captando las indirectas— el pelinegro llevó una mano a su frente, como si no se lo creyera.

—O tal vez si la capté, y la estoy ignorando— me encogí de hombros ante su mirada sorprendida —. Aprende a jugar estos juegos Sam— volví a colocar las gafas de sol en su lugar y centré la vista en el camino.

La música nos recibió, al igual que la deliciosa sensación de la arena caliente contra mi piel. Había conseguido arrastrar a mi nuevo amigo a la playa junto a mí. Estoy segura de que él también merecía un descanso, y un respiro.

Nos ubicamos y de inmediato me deshice de mi bata, para presumir de mi traje de baño negro.

—Ulala, ¿segura que estás soltera? — Sam esparcía el protector solar por sus brazos, no se me escapó el tatuaje que se retorcía cada vez que él flexionaba los bíceps.

—Lo estoy, ¿y tu tatuaje, lo está? — Sam parpadeó varias veces, antes de observar el enorme dibujo.

—Ah, la mayor parte del tiempo me olvido de que tengo esta cosa— admitió, un leve sonrojo en sus mejillas.

—La verdad, me gustaría hacerme uno— me acerqué más a él, apreciando el diseño de. . . ¿Un lobo? —. ¿Te molestaría que me haga el mismo tatuaje? Me parece muy lindo— él rápidamente negó.

—Al contrario hermosa pelinegra, me encantaría tener un tatuaje a juego contigo— desvié la mirada a la arena, tratando de disimular un poco los nervios que me provocaba este chico —. ¿Y bien? ¿Ya nos vamos a sumergir? — Sam extendió su mano en mi dirección y yo asentí, agarrándola con todo el gusto del mundo.

Me sentía en una montaña rusa de emociones, el agua salada mojando mi piel, la música embriagando mis oídos y hablándole a mi alma, mis caderas siguiendo la melodía y. . . Sam.

Algo brillaba en esos ojos, algo que me parecía hermoso. Y su sonrisa, estoy segura de que podría conquistar a medio mundo femenino, si así se lo propusiera.

Dos horas después el sol estaba en su punto y yo estaba hambrienta, empapada hasta el último cabello al igual que Sam, y con la piel enrojecida. Sin embargo me sentía más viva que nunca, y estoy segura que los bailarines exóticos a mi alrededor lo notaban.

Un pequeño grupo de chicos, aparentemente bailarines contratados por el hotel, le hacían juego a mi coreografía inventada, con una melodía que parecía estar en francés. Mi compañero, por su parte, me grababa.

— ¿Por qué no sueltas eso y vienes a divertirte? — cuestioné, meneando las caderas —. ¡Vamos! ¡Mueve ese cuerpo para mí! — pedí.

— ¡Lo siento hermosa, pero el baile ciertamente no es para mí! — exclamó —. Se me da fatal— rápidamente negué, sonriente.

Iba a decir algo, cuando uno de los bailarines me tomó de la mano y me hizo dar una vuelta. Mis mejillas ardían producto seguro de la quemada que me estaba dando, o ya eran mis pómulos cansados de tanto sonreír por este maravilloso rato. Estoy segura de que con los chicos hubiera gozado mucho más.

La música fue disminuyendo su ritmo, y yo les aplaudí a los bailarines, los cuales me devolvieron el gesto, hice una reverencia burlona.

—Bueno, casi confundo tus caderas con las olas del mar— enarqué una ceja, otorgándole un trago largo a mi botella de agua —. Es decir, tu si que te sabes mover, belleza— y dicho esto, me guiñó un ojo.

Por poco me atraganto.

—Te diré gracias, para no hacerte pasar pena y vergüenza— sus manos viajaron a mi cintura, abrí los ojos, sorprendida.

—Prometo que haré pagar a todo aquel que arruine esa hermosa sonrisa, o que amenace apagar tus bellos ojos— abrí la boca y la cerré varias veces, sin saber muy bien qué responder a eso —. Te veré esta noche. Y muchas gracias por este maravilloso rato— lo siguiente que vi, fue su espalda blanca, llena de lunares.

Sentí mi corazón latir con fuerza. Esto era malo.

El resto del día la pasé en mi habitación, luego de comer algo claro está. Me estaba preparando para la noche que se avecinaba. No me escondería más de Naruto y los demás, estaría tan deslumbrante como pudiera, para sorprenderlos. Y no solo a ellos, también a Sam.

Suspiré frente al espejo de la habitación, el cual me devolvía el reflejo de una mujer hermosa. Y sin embargo mi ser me pedía a gritos que no cometiera la locura de ir. 


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