Capítulo 20.
Cuando mi padre abrió la puerta de su nuevo apartamento y me vió, sus ojos se cristalizaron, rodeándome fuertemente con sus brazos. Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas, mientras correspondía, extrañaba de todo corazón a mi padre.
—Estoy tan feliz de que estés aquí— sus manos subieron a mis mejillas, mientras me alejaba del calor que emanaba su cuerpo. Sus pulgares secaron las pequeñas gotas saladas que salían de mis ojos —, no llores pequeña— papá besó mi frente, simplemente sonreí.
— ¿Te quedaste sin modales? Invítame a pasar pa— su rostro se iluminó con una carcajada, mientras se hacía a un lado, para dejarme entrar en el piso.
Me detuve un momento, observando todo a mi alrededor. Habían fotografías de distintos tamaños por toda la sala, de nosotros. Desde que era niña, hasta ahora.
—Es hermoso— el asintió, caminando hasta el sofá.
— ¿Ya te vienes a vivir conmigo? — cuestionó, mientras se sentaba, parpadeé varias veces, tratando de digerir su pregunta.
— ¿A qué te refieres? — me acerqué al mueble en el cual se encontraba sentado, colocándome a su lado.
—Bueno, tu madre y su esposo son los que tienen que pagar la deuda ahora, estás libre de volver a mí, aquí puedes estar tranquila— su mano acarició mi espalda, bajé la vista a mis manos.
—Estoy bien donde estoy, padre— murmuré, sin siquiera tener la valentía de mirarlo a los ojos —, sé que quizá pueda parecer que no, digo, estoy en un ambiente donde hay drogas, mafiosos, y en cualquier momento un ataque puede ocurrir— reí mientras pronunciaba esas palabras, recordando el mal rato que pasé con la inteligencia artificial —. Pero puedo asegurarte de que nada me falta— afirmé.
—Hija. . . me alegra escuchar que te sientas bien, pero como padre es mi deber decirte que ese no es un buen lugar, mira como ya te estás acostumbrando— suspiró, abrazándome —. Temo que un día vengas y me digas que te estás drogando, y que luego saques una bolsa y me la ofrezcas— correspondí a su abrazo, con cierta fuerza.
—Qué va, eso no va a pasar nunca, no tengo tendencias de eso, además nunca he sido obligada a consumir esas sustancias ilícitas— cerré los ojos, pensando en Naruto y Sasuke.
Esos dos me hacían mucha falta, sueño con ir los tres de viaje algún día, creo que Sasuke nunca se animaría, después de todas las locuras que haríamos Naruto y yo en la calle, ya lo veo claro.
—Bueno, ¿ya sabes que estudiarás en la universidad? — la verdad es que, luego de dar tantas vueltas al asunto, me gustaría estudiar algo en específico.
—Creo que me irían bien las leyes— mi padre, el cual estaba dándole un sorbo a su café, se atragantó fuertemente, comenzando a toser.
— ¿Piensas quedarte con ellos, pero estás estudiando para ser abogada? — reí ante su expresión, mientras asentía.
—Bueno, al menos eso quiero, nadie sabe cómo terminarán las cosas— padre asintió, deslizando una mano por su cabello, cada vez más blanco.
—Hay. . . hay algo de lo que me gustaría hablarte— murmuré, recostando mi espalda contra el cómodo sofá, mis dedos se entrelazaron de distintas formas, dejando ver claramente lo nerviosa que me encontraba.
—Bueno, al menos que me digas que estás embarazada, pues no veo razón por la cual deberías estar nerviosa— lo miré a los ojos, preocupada. Su rostro se arrugó en una mueca y tragó duro —, ¿es-estás embarazada hija? — me apresuré a negar.
— ¡No! Por amor a- bueno, el tema es que. . . he estado teniendo juegos con cierta persona, apostamos que terminaríamos juntos, ya sabes, esas ridículas apuestas de coqueteo, para ver cuál de los dos se enamora primero— el rostro de mi progenitor se suavizó, mientras una pequeña sonrisa se asomaba por sus labios —, hemos tenido momentos picantes, sin llegar al coito, y de pronto él llega con una chica y se deja acariciar en la fiesta de noche de brujas, y luego no me habla ni me invita para ir al hotel y- — de repente las palabras dejaron de salir, mientras mis ojos picaban y un extraño sentimiento me abrumada.
No entiendo nada de esto que estoy sintiendo.
Toda mi vida había mostrado cariño únicamente a mi padre, porque así crecí, así ya eran las cosas con él, y me sentía completamente segura y confiada, al hacerlo. Pero un amor romántico hacia un hombre, que de verdad Itachi esté empezando a gustarme. . .
—Es Itachi ¿no? — lenta, muy lentamente me giré a verlo, mi padre sonreía sin mostrar los dientes —, quién iba decir que llegaría el día en que me confesaras que te gusta alguien— sollocé levemente.
—No quiero que él me guste, no quiero que me guste nadie— confesé.
— ¿Y eso por qué? — cuestionó, ladeando la cabeza.
—No quiero salir lastimada— solté, sintiendo que un fuerte peso se iba de mis hombros —, siempre he tenido miedo de amar a alguien que no seas tú, papá. Disney puede tener historias de amor muy lindas, donde sí existen los príncipes azules y las princesas en peligro, pero yo voy más con personajes como Elsa o Mérida, esas cosas no me van, soy independiente— moví la mano, como apartando un mal pensamiento —, en la vida real las cosas son peores, mis compañeras en el trabajo pasaban malos ratos por sus parejas, incluso. . . — cerré la boca a conciencia, no quise mencionar lo siguiente.
—Incluso yo— tardé un momento, pero asentí.
La historia del intenso amor que le profesaba mi padre a mi madre, terminó siendo su peor pesadilla. Y al mismo tiempo, le hirió profundamente, aunque él no me lo diga, y prefiera mantener su dolor para sí mismo. Sé que a veces se cuestiona si debió luchar más por ella.
—Pequeña, mírame a los ojos— obedecí, mientras él sostenía mis manos entre las suyas —, tú no debes seguir mis pasos, o tener el mismo destino que tuve yo. Mis decisiones fueron mías, y lamento, de verdad lamento, que tengas que pagar las consecuencias de algunas de ellas. Pero por favor, como tu padre te pido que te liberes de esas cadenas, y vivas la vida que quieres vivir, ¡no te cohibas! — una de sus manos se deslizó por mi mejilla, acariciándola.
Con su pulgar limpió la pequeña lágrima que se me escapó.
—No tengas miedo de amar, si es correcto y perfecto para ti, entonces olvídate, que sin importar todos los problemas, estarán juntos. Ahora cuéntame qué ha pasado con Itachi— recosté mi cabeza en su hombro, sin saber muy bien por dónde comenzar.
Pero lo hice, le abrí mi corazón a mi padre con respecto a lo que sea que fuera este sentimiento, que iba creciendo cada vez más.
Algunas veces las palabras no salían, otras las pronunciaba tan rápido que mi padre terminaba pidiendo que las repitiera. Al final, terminé con el corazón en el puño, y un montón de ganas de gritarle a todo ese tornado de emociones, que se fuera al lado más oscuro de mi ser y no volviera jamás.
—No sabes si vale la pena hasta que lo intentas— me dijo papá, mientras se levantaba levemente, para luego entregarme una tarjeta —, creo que tiene el dinero suficiente para que vayas al hotel y le plantes cara a Itachi, ¿Qué puede pasar, al fin y al cabo? — miré el pequeño trozo de plástico, negando.
—No puedo papá, no puedo. . . tú la necesitas más que yo— retrocedí, pero él colocó la tarjeta en mis manos.
—Me sentiré fracasado si no ayudo a mi propia hija a ser feliz así que vamos, haz la reservación y vete a ver a tu amado— sonreí.
—Muchísimas gracias pa, te debo una grande— afirmé, mientras me levantaba y caminaba en dirección a la puerta.
— ¿Después de todo lo que hiciste por mi? Solo te estoy devolviendo el favor— abrí la puerta, cuando él se aclaró la garganta —, hija, sabes que las puertas de este apartamento están abiertas para ti, siempre. Si las cosas salen mal, solo debes venir y quedarte aquí— asentí, lanzándole un beso y luego emprendí camino de vuelta a la casa.
Al llegar, mi celular comenzó a vibrar como loco, lo levanté y miré la pantalla, para ver la videollamada entrante de Naruto, lancé el celular a mi cama, ya tendría tiempo de hablar con él.
Encendí el portátil, mientras cometía lo que resultó ser la mayor locura de mi vida.
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