Capítulo 17.
—Nunca pensé que terminaríamos en una situación como esta— la tienda se mostraba imponente frente a mí, Naruto a mi lado se veía emocionado, cosa que no me sorprendía. Con razón Sasuke se había negado rotundamente a salir del auto, cuando nos trajo al centro.
Su amado rubio me había mareado toda la mañana, para que le acompañara a comprar algunas cosas. Las primeras dos horas fueron para conseguir sus caros productos faciales, mi tarjeta sangrante y destrozada me permitió derrochar mis últimos ahorros propios en una nueva crema, en la presentación más pequeña que tenían.
Pero estar frente a una tienda de juguetes y accesorios sexuales, era la cosa más loca que me había tocado hacer en mi vida, y hay que ver cuánta confianza me tiene Naruto, para invitarme a ver cuáles juguetes compra para divertirse con su pareja.
—Vamos, no te pongas tímida ahora, ya estamos aquí y no permitiré que tu también salgas corriendo— el Uzumaki agarró mi mano, y prácticamente me arrastró hasta la tienda.
— ¿Yo también? ¿Te has vuelto loco? ¡No debes traer personas contigo a estas cosas! — sus ojos azules brillaron, aparentemente el hijo de su Uzumaki madre, se estaba divirtiendo con toda esta situación.
—Tranquila, solo he tratado de venir con Sasuke, y al ver en donde lo había metido, se puso más rojo que sus amados tomates y agarró su orgullo tres veces mayor que el tamaño de sus bíceps y tríceps, junto con su dignidad, y me dejó aquí plantado. . . pero bien que en la noche me pidió que le mostrara todo lo que compré, o mejo dicho, lo encontré revisando las bolsas— no pude evitar reír.
Para después atragantarme con el tamaño de esas. . . cosas.
—Maldición Naruto, ¿Qué tan destrozado lo tienes? — su risa sinceramente me encantó. Este tipo definitivamente estaba loco.
—Puedo seguir haciendo mis necesidades sin problemas, si eso es lo que te preocupa— basta con decir, que nos andamos toda la tienda, viendo los juguetes con sus distintos colores, versiones y tamaños, los que tenía controles, los que no. . .
Y pensar que más tarde en la noche ellos dos estarían utilizando el juguete que yo le ayude a comprar. . . cosas de tener a Naruto por mejor amigo.
—Bueno, elije el que te guste, es mi regalo para ti, por ayudarme— observé todas las cajas en sus manos, y no pude evitar negar, sonriendo levemente.
—Honestamente, no necesito nada de eso, con mis dedos me basta, puedes estar tranquilo— admití.
— ¿Solo te conformas con eso? es muy triste, la diversidad ayuda mucho chica— sus ojos se pasearon nuevamente por las estanterías, como si estuviera buscando algo en específico —. ¿Te gustan los juegos intensos? — enarqué una ceja, antes de levarme el dedo índice al mentón.
—No me molestarían, siempre y cuando no sean demasiado intensos, ni sádicos— el rubio desapareció detrás de una estantería, solo para volver con una caja más —, te he dicho que no me compres nada— gruñí.
—Y no lo haré, puedes esta tranquila, yo respeto tu decisión— asentí, aliviada, y le acompañé hasta la caja, para pagar por todo.
Solo me queda decir que la cara de la chica que estaba atendiendo era épica, la picardía se notaba a leguas.
—Que bueno ver a parejas como ustedes, que compran sus juguetes juntos— Naruto y yo nos miramos, antes de soltar una carcajada, que dejó aparentemente desconcertada a la chica.
—No somos pareja, estos juguetes son para mi amigo y su novio, yo solo he venido para hacerle compañía— aclaré, la chica dejó caer al suelo una de las cajas, por la sorpresa.
— ¡Mi juguete! — exclamó mi rubio amigo, en agonía, ante la idea de que su nuevo aparato probablemente terminaría averiado.
—Yo. . . disculpen, ha sido la sorpresa— Naruto hizo un movimiento con la mano, indicándole que se despreocupara, después de todo, probablemente él solo estaría haciendo de sus babosadas, para asustar a la pobre —. De verdad pensé que eran pareja, me he equivocado. ¿Pagará con tarjeta? — el Uzumaki asintió y le tendió el pequeño pedazo rectangular de plástico, que seguro contenía más dinero del que yo ganaría en toda mi vida.
Al lado de ella, mi propia tarjeta parecía temblar en mi bolsillo. Debería moverla de ahí, para que tiemble tranquila, pero en mi monedero, escondiendo su vergüenza en conjunto con la mía.
Luego de unos minutos, Naruto desfilaba cual modelo en los pasillos del centro, de vuelta al ascensor que nos llevaría a los estacionamientos internos, donde se encontraba Sasuke esperando por nosotros.
Tenía tantas bolsas, que bien parecía una hermosa porrista rubia con pompones, solo que en este caso, era hombre.
—Nada me hace más feliz que una buena tarde de compras, y eres una exquisita compañía, quiero de ahora en más que salgamos juntos para estas cosas— sonreí.
—No puedo estar más segura de ello, zorrito— Naruto rió a carcajadas, y las puertas del elevador se cerraron, ocultando el eco de esta.
—Lo mejor de todo, es que mi noche aparenta ser igual de buena— al darse cuenta de mi mirada curiosa, prosiguió —, Sasuke prometió que nos llevaría a cenar en un buen restaurante, ya sabes, carne asada, vino y la luz de la luna, si tenemos suerte de que la mesa nos toque al aire libre. Luego. . . — le interrumpí.
—Luego una buena noche de sexo, acompañados de sus nuevos juguetes, oye a veces te tengo envidia, yo de seguro me la pasaré encerrada en mi habitación— lamenté, observando la pequeña bolsa en mi mano derecha, la cual contenía mi extravagante crema.
—Es lo mismo de siempre contigo, en serio, Itachi debe de ponerse las pilas contigo— el lujoso auto rojo de Sasuke sobresalía de entre los demás. A mi en lo personal no me molestaría llorar dentro de una de esas bellezas —. Creo que yo mismo le haré escarmentar— molesta, le solté un codazo en el costado, causando que gruñera una maldición.
—Que boca más sucia, ¿con ella besas a tu novio? — cuestioné, abriendo la puerta del auto y entrando en éste.
—Y hasta le practico felaciones mejor que cualquier mujer, Q-U-E-R-I-D-A— me estaba colocando el cinturón de seguridad, mientras veía a los tortolos besarse, a modo de saludo.
—Lamento las molestias, ya sabes cómo es Naruto— negué levemente, restándole importancia al asunto, y me costó todo mi autocontrol no reírme, al ver cómo el menor de los hermanos Uchiha, estiraba el cuello para poder ver qué había comprado su novio.
Me encontré a mi misma pensando en cuándo había sido la última vez que me había permitido tener una relación. . . Debido a mi antiguo trabajo, no quería mantener algo estable con nadie, ya que sería un poco complicado. Muchos de mis clientes, incluyendo unos especialmente adinerados, me planteaban tener algo serio, y dejar mi trabajo para casarme.
Pero yo deseaba pagar la deuda bajo mi propio esfuerzo, y no debido a que a alguien al cual le gustó la manera en la que me manejo en la cama, tuviera que intervenir para poder salir de toda esa mierda, y para ser honesta, estoy demasiado joven para atarme un anillo al dedo.
Después de ver el mundo y pasar algunas noches en Dubái, a lo mejor me lo pienso.
Pero por ahora, soy total y completamente libre de hacer lo que quiera, cuando quiera y con quien quiera, sin tener que rendirle cuentas a nadie.
Hablando de hacer cosas, cuánto me encantaría ir de campamento a la playa, pasar algunas noches en un hotel, o también ir de viaje a Venecia, ahora todo eso había dejado de ser un mero sueño lejano.
Puedo pedirle un préstamo a Itachi y. . .
No, nada de préstamos, ya es tiempo de que vaya a la universidad y me busque un empleo.
Al llegar a nuestro hogar, me despedí de los chicos agradeciendo la buena tarde, y caminé hasta la cocina. Solo para encontrarme a Shisui atragantado con una caja de donas.
—Esas pequeñas se ven muy deliciosas— el pelinegro se giró de inmediato para verme, mientras me lavaba las manos —, espero que no te moleste que te robe unas cuantas. Tengo hambre y esas pequeñas han captado totalmente mi atención— y antes de que pudiera decir algo, le arrebaté la caja de las manos —, provecho, y límpiate la cara, el azúcar puede pasar por otra cosa— ¿pero y eso qué importaba? él trataba con drogas todos los días.
Un buen baño después, me encontraba en mi cama con la media docena de donas y una botella de vino, envuelta en mi bata de baño, lista para ver películas de Disney en mi nueva portátil, cortesía de Sasuke.
El muy Uchiha se había reído de mi, en mi cara, al ver mi antigua computadora. Es verdad que no era último modelo, pero me la había regalado mi padre y yo eso lo apreciaba más que nada, pero a la hora de la verdad, la pobre estaba en sus últimas.
Todavía la conservaba en mi armario, nunca me desharía de ella, o por lo menos ahora no tenía planeado hacerlo.
Me serví mi bebida en una copa, y empecé a reproducir La Cenicienta III. Me sentía tan tranquila, mientras el azúcar de las donas amenazaba con ponerme imperativa, pero yo estaba disfrutando de mi vino y la película infantil, la cual me arrancaba ciertas carcajadas.
Parecía irreal que había pasado de noches oscuras a tiempo para mi misma.
—No sabía que eras fan de la cenicienta, a lo mejor termino ordenando que te hagan zapatillas de cristal— no me había dado cuenta de cuándo Itachi irrumpió en mi espacio personal.
—Quizá la veo por el príncipe hechizado con complejos suicidas, ¿la has visto completa? El muy loco se tira por la ventana— el pelinegro rió, acercándose a mi cama.
Pero luego se detuvo.
— ¿Qué es eso? ¿Es tu cumpleaños y no lo sabía? — alcé una ceja, desconcertada, y observé hacia donde estaba apuntando.
Había una caja pequeña, envuelta en papel de regalo de color negro, con un lazo rojo. ¿Desde cuándo había estado eso ahí?
—No, no es mi cumpleaños. ¿Serías tan amable de abrirlo por mi? Es que quiero seguir viendo mi película— pedí, a lo que mi compañero asintió.
Observé al príncipe bailar con Anastasia, mientras escuchaba a Itachi abrir el obsequio mágico, que se había aparecido de la nada.
Y luego silencio, para que después mis oídos se derritieran con una risa tan sensual, que bien pudo haber provenido de un dios griego.
—Vaya vaya, que. . . delicia. No sabía que te gustaban los juegos de este estilo, pequeña— su tono de voz tan sugestivo, me obligó a mirarlo nuevamente.
En sus manos, estaba la caja del vibrador que había elegido Naruto al final, justo cuando me había dicho que me regalaría uno.
Ese maldito rubio. . .
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