22- Nea & Liber

Nealie aparcó en la primera plaza libre que encontró. Apenas había apagado el motor cuando el teléfono móvil comenzó a sonar. Al reconocer el nombre iluminado en la pantalla su primer instinto fue colgar al instante, pero no lo hizo. Sabía que si lo ignoraba luego sería mucho peor, ese chico era capaz de presentarse en su casa.

―¿Cómo tengo que decirte que no me llames, Oskar? ―espetó, todavía sentada en el asiento del conductor.

―¿Están mi hermana o la pelirroja contigo? ―La voz del primogénito de los Gorrovich sonó al otro lado de la línea.

―No, Kayley y Lottie han venido antes por el periódico y la banda... ―comenzó a responder Nea, para luego morderse la lengua con rabia, ¿por qué narices le estaba dando explicaciones a ese idiota?

―Bien, no quiero que te escuchen hablar conmigo ―contestó Oskar―. Necesito verte, no hemos estado juntos desde hace semanas.

―Eso es porque yo no quiero verte. ―Nealie se colocó el móvil entre el hombro y la oreja y comenzó a guardar sus cosas en el bolso de deportes depositado en el asiento del copiloto.

―Está bien, haré como que te creo, así que te lo pondré fácil. Sé que tu padre va a exponer su última colección de cuadros en la nueva Galería de San Francisco, galería que, casualmente, mi abuelo acaba de comprarme como regalo de cumpleaños. Si no quieres que se cancele la exposición y todo el esfuerzo y trabajo de tu padre se vayan a la mierda, ven a verme mañana al hotel Four Seasons.

Nealie casi pudo percibir como se formaba una sonrisa ladina en el rostro de su interlocutor. Por primera vez en su vida lamentó ser una muggle; ojalá pudiera aparecerse en ese instante en dónde quiera que estuviese ese imbécil y asestarle un buen puñetazo en las narices.

―Eres un cerdo ―siseó―. Esto es chantaje, ¿de verdad eres capaz de caer tan bajo?

―Llámalo como quieras ―respondió Oskar en tono despreocupado―, pero sabes que al final siempre disfrutas tanto como yo ―sentenció antes de colgar.

Nea no pudo replicar, se quedó con la palabra en la boca y unas ganas tremendas de arrojar el teléfono contra el parabrisas y romper el cristal en mil pedazos. Sin embargo, no hizo nada, lo último que quería era montar un numerito delante de todos los alumnos que pululaban por la zona de aparcamiento.

Respiró hondo, cogió su bolsa con el equipamiento de vóley, y salió del coche. Al cerrar la puerta, el dobladillo de la falda del uniforme se le quedó pillado y, entonces ya no pudo más, dejó escapar un grito de rabia mientras volvía a abrir y cerrar la puerta con un golpe seco.

―¡Y tú qué miras! ―le espetó a una chica de su mismo curso que se había quedado mirándola anonadada.

La chica se alejó, asustada como un cervatillo, casi llegando a chocar contra Dominique y Lysander, que se acercaron al reconocer el auto de Nealie.

―Nea, ¿estás bien? ―Dominique le posó una mano en el hombro―. ¿Ha pasado algo?

La aludida negó y agitó una mano, restándole importancia.

―Tranquila, mala mañana. Odio los lunes.

―Te entiendo. ―Una sonrisa se formó en los labios de la semiveela―. Tengo mucho que contarte, ayer fui a casa de Killiam ―comenzó a decir, casi dando saltitos de emoción.

―¿Killiam? ―Nea enarcó una ceja,

―El auror de Blanchard's Security que estuvo en su cumpleaños ―aclaró Lysander, habituado a hacer de intérprete entre Dominique y el resto de la humanidad. En ocasiones su mejor amiga olvidaba que no todo el mundo estaba acostumbrado a seguir el desbocado hilo de sus pensamientos.

Dominique realizó un gesto afirmativo con la cabeza.

―Tengo que irme, tengo Astronomía a primera hora y ya llego tarde ―explicó la rubia―. Te lo cuento todo antes del entrenamiento. ―Les lanzó un beso a ambos y salió corriendo en dirección al observatorio.

Lysander y Nea fueron en dirección contraria, hacia la clase de Biología.

―Que sepas que no ha colado. Te pasa algo ―dijo el chico―. Normalmente también Dom se habría dado cuenta, pero hoy está demasiado emocionada con lo de ese Killiam.

―No es nada ―cortó Nealie. No se sentía cómoda compartiendo sus problemas con los demás, y aún más le desagradaría tener que reconocer en voz alta lo mucho que la afectaba toda la situación con Oskar.

―Como digas. ―Lysander se encogió de hombros―. Si en algún momento quieres hablar de ese "nada", dicen por ahí que soy el mejor dando consejos. Aunque mis amigos no tiendan a seguirlos ―añadió con una mueca divertida.

Y Nea lo creyó, tal vez por el tono completamente asertivo con el que lo dijo, o por la sonrisa sincera que adornaba el rostro del chico. En cualquier caso, no tuvo ninguna duda, Lysander era de esa clase de personas que de verdad sabían escuchar.

―Oye, Sander, ¿tienes pareja para el baile? ―preguntó.

―Me lo ha pedido una horda de chicas hace un rato, pero decliné la oferta ―contestó, socarrón―. Creo que esperaba la de cierta morena con tendencia pegar gritos en público sin razón aparente. ―Le guiñó un ojo y Nea respondió con una sonrisa divertida.

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A la hora de la comida tanto el interior de la cafetería como las mesas de los jardines del campus se veían invadidos de alumnos ansiosos por obtener sus dosis diarias de azúcar e hidratos.

Liber entró sola, todavía con el pelo húmedo por la ducha. Había vuelto a retrasar la salida de los vestuarios tras el entrenamiento con las animadoras, pues prefería pasar el menor tiempo posible en la cafetería. Tomó una bandeja vacía de la repisa ubicada junto a la cola de los postres, donde se encontró a Louis conversando con Marlene Dawson. Ambos le dirigieron un afectuoso saludo que Liber devolvió con una sonrisa.

Luego, sin detenerse en la barra del buffet, fue directamente hasta la nevera. Tras un vistazo rápido se decantó por una botella de agua y un yogur desnatado.

―¿Me pasas uno de soja? ―La voz de Taylor Van Der Veek sonó a sus espaldas.

Liber cogió lo que se le había pedido y se lo tendió a la rubia.

―Gracias ―Taylor colocó el yogur en su bandeja, junto a un plato de hamburguesa de arroz y menestra de verduras, mientras le agradecía con una sonrisa deslumbrante, de esas que ponían a los hombres a sus pies. Vestía el uniforme del equipo de vóley, una camiseta de sisas negra con bandas rojas y blancas y un pantalón corto a juego. Las prendas de licra se le pegaban al cuerpo y marcaban sus curvas de infarto.

Liber le devolvió la sonrisa, ocultando así una punzada de envidia, Taylor era perfecta, escandalosamente perfecta.

―¿Queen se ha vuelto a poner histérica con las dietas? ―La rubia clavó una mirada de desaprobación en la triste bandeja de Liber, quien respondió moviendo la cabeza en un gesto negativo.

―Hoy no tengo mucho apetito ―dijo esta, encogiéndose de hombros.

―Coge al menos una ensalada. Recuerdo los entrenamientos con el equipo de animadoras, en intensidad no tenían nada que envidiarle a los de Nea. Tienes que alimentarte bien si quieres seguir el ritmo. ―Sin dejar lugar a posibles réplicas, Taylor tomó un bol de ensalada y lo dejó sobre la bandeja de la castaña―. Por cierto, me lo pasé muy bien el domingo haciendo surf con vosotros, no sabía que eras tan buena. Tenemos que repetirlo ―Le guiñó un ojo a modo de despedida y se alejó en dirección a la mesa ocupada por Robb, Edward, Roxanne y Lorcan.

Liber esperó a que Taylor le diera la espalda para volver a dejar el bol de ensalada en la barra del buffet.

Ni siquiera había llegado hasta la mesa donde la esperaban las chicas cuando James la abrazó por detrás, sobresaltándola.

―Adivina quién va a ser titular en el primer partido de la temporada ―dijo el chico, ilusionado.

―¡Enhorabuena, James! ―Liber se dio la vuelta para mirar a su amigo―. ¿Y los demás?

―Lysander también ―respondió―. A Lorcan todavía no se lo han confirmado, pero creo que es por algo personal con Farleck.

―Ya, he oído algunos rumores sobre eso. ―Ella asintió. Había escuchado que Ryan Farleck, el afamado capitán del equipo de fútbol, tenía ciertas reticencias hacia sus últimos fichajes, en especial hacia Lorcan.

―Y, hablando de rumores ―siguió James, al tiempo que tomaba a la chica de la mano para llevarla hasta una esquina menos concurrida―, me han dicho que Nick Gallaher te ha pedido que fueras su pareja en el baile, pero todavía no le has dado una respuesta. ―añadió, examinándola con una mirada inquisitiva.

―James... ―Liber exhaló un suspiro, pero él no la dejó terminar.

―Lib, sé que no te gusta hablar de esto, y a mí no me gusta presionarte, pero no puedes esperar eternamente a que él dé el paso. ―Le posó una mano en el hombro en un gesto de cariño―. Mi hermano será muy inteligente y maduro y todo lo que quieras para algunas cosas..., pero, en cuanto a chicas, está más miope que mi padre.

Ella se mordió el labio inferior, incómoda, no quería seguir hablando de eso.

Siempre había sido buena ocultando sus sentimientos, pero, aun así, James la había descubierto el curso pasado, solo porque, al igual que ella, él también era experto en mostrar de cara al resto del mundo una versión maquillada de sí mismo.

Por razones muy distintas, ambos habían desarrollado la costumbre de actuar frente a los demás. Para James ser el primogénito del gran Harry Potter no había sido fácil, no podía igualar las proezas de su padre, pero al menos podía satisfacer las expectativas de sus compañeros reviviendo las aventuras y travesuras de su abuelo y su padrino; se había forjado una reputación de bromista, problemático y mujeriego que sin duda enorgullecería a los Cornamenta y Canuto originales... Con el tiempo se había acomodado en ese rol, en ocasiones llegando a permitir que el papel autoimpuesto eclipsara al auténtico James Sirius Potter, ese que solo quería disfrutar de sus amigos más cercanos, jugar al quidditch y estar con la chica a la que amaba... Sin complicaciones, sin muchedumbres y sin admiradoras.

La costumbre de mentir y actuar en Liber había empezado mucho más tarde, exactamente durante el verano de cuarto curso. Ella también era buena en su papel, nadie sospechaba que detrás de su eterna sonrisa pudieran ocultarse las emociones tan nocivas a las que cada día se enfrentaba. Fue capaz de engañar a todo el mundo, menos a James; él enseguida supo que algo no estaba bien, que esa Liber ya no era la chica alegre y optimista a la que todos estaban acostumbrados.

Ella intentó disuadirlo de sus sospechas, pero James la quería como a una hermana y no estaba dispuesto a hacer la vista gorda. Finalmente, para evitar que él llegase a descubrir su otro problema, Lib había optado por confesarle al mayor de los Potter cierto asunto que también guardaba para sí misma, sus incipientes sentimientos hacia Albus. De ese modo, James se había quedado satisfecho, pues creía que ese amor no correspondido era la causa del cambio repentino en su amiga.

La mirada de ambos se detuvo en la mesa que en ese momento Albus compartía con Scorpius, Cassidy Travers y Safary Rushell. Los cuatro encajaban de maravilla, vigilados a escasos metros por Beverly Matthews y Jasper Hansen.

―¿Va a ir con ella, verdad? ―Liber apartó la mirada de la pelirroja, que en ese momento acariciaba el brazo del mediano de los Potter, embelesada con lo que fuera que él le estuviera contando.

―No me ha dicho nada, pero supongo que sí ―admitió James―. Escucha, no tienes que ir con Gallaher si no te agrada, yo puedo ser tu pareja ―dijo de repente―. Seguro que a Emma no le molesta, aún está a tiempo de encontrar a otro.

―Eso ni en broma, James Sirius Potter ―negó Liber, enternecida con la proposición―. Conozco bien a Emma Matthews y no te dará otra oportunidad si la dejas plantada a tres días del baile ―explicó. No pensaba permitir que James echara a perder su cita por su culpa. Al igual que él era el único que sabía lo que ella sentía por Albus, ella era la única que conocía el auténtico motivo por el cual James había besado a Naomi Finnigan el curso pasado cuando estaba con Agatha. Tenía que reconocer que, con demasiada frecuencia, sentía la tentación de intervenir entre ambos para que arreglaran las cosas, no obstante, le había dado su palabra a James. No podía traicionarlo.

No le correspondía a ella meterse. Si Agatha y James debían estar juntos, terminaría sucediendo, no le cabía duda, ambos se querían demasiado. Todo el mundo sabía que Agatha había quedado destrozada, pero muy pocos eran conscientes de lo mal que lo había pasado James también. Por eso Liber se alegraba de que en Malibú él hubiera encontrado a Emma, una gran chica que, no era Agatha, pero al menos había conseguido que James volviera a ilusionarse.

―No pasa nada, Lib, la compensaré de otro modo ―dijo él―. Se supone que soy irresistible, ¿no? ―Se encogió de hombros―. Seguro que conmigo hace una excepción.

―De verdad, no te preocupes. ―Liber agitó la mano―. Nick me agrada y es bueno conmigo, iré con él... si todavía quiere ―añadió mordiéndose el labio, presa de la duda.

James asintió despacio.

―De acuerdo, pero si sucede cualquier cosa, mi oferta sigue en pie.

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Esa tarde Safary tenía toda la mansión para ella sola. Derek entrenaba hasta la noche, mientras que su padre y Sigrid, la madre de Derek, acababan de salir para disfrutar de una cena romántica en el Four Seasons.

Estaba sentada en el enorme sofá del salón, el iphone casi le quemaba entre las manos. Había terminado de escribir un mensaje para Albus, pero todavía no se decidía a pulsar la tecla de enviar, ¿y si sonaba demasiado desesperada?, ¿o si empezaba a agobiarlo?... Las cosas les habían ido de maravilla a lo largo de toda la semana, cada vez estaba más convencida de que el chico le gustaba de verdad, no quería estropearlo. No quería que Albus decidiera olvidarse de ella como había hecho Luke.

La puerta principal se abrió de golpe, provocando que, sin querer, desplazara el dedo hasta la flecha de enviar. Se llevó una mano a la boca, arrepentida al instante, pero no pudo regodearse mucho más en su desgracia, pues Derek Peterson penetró en el salón hecho una auténtica furia a juzgar por su expresión.

―¿Qué haces aquí?, ¿no se suponía que hoy entrenabas hasta tarde? ―inquirió la pelirroja.

El chico dejó caer su bolsa de deportes en el sofá, casi encima de su hermanastra.

―Limpieza en el campo, nos han obligado a marcharnos ―masculló, yendo hacia la cocina para prepararse un batido proteico.

―¿Y te vas a quedar aquí? ―insistió ella.

Derek se volvió hacia la pelirroja mientras abría la nevera.

―Sí, voy a seguir entrenando en el jardín ―respondió, vehemente, arrancándole un resoplido a la chica.

―¿No puedes dejar de entrenar por un día al menos y salir con tus amigos? ―señaló en tono disgustado―, ¡o queda con una chica!, Kendall estará encantada si vas a hacerle una visita.

El aludido respiró hondo antes de decidirse a responder. Aunque en el fondo le tenía cariño, nunca se había llevado demasiado bien con su hermanastra; ella no lo entendía, en realidad casi nadie lo entendía. Ni Ryan, ni Peter, ni las chicas sabían lo que era tener un sueño como el suyo, convertirse en titular de los New York Jets, el mismo equipo en el que había jugado su padre antes de fallecer.

Para llegar hasta ahí el camino más fiable pasaba por ser fichado por los Clemson Tigers, el equipo de la Universidad de South Carolina, y para ello necesitaba que los ojeadores se fijaran en él, no solo por su juego, sino también por sus notas, sus puntos extraescolares y sus actividades sociales... De todo eso, solo tenía cubierto el primer punto. No podía permitirse flaquear en su única vía de acceso.

―No puedo ―contestó, ya más calmado, al tiempo que dejaba todos los ingredientes para el batido sobre la encimera de la cocina―. Tengo que entrenar ―sentenció.

Safary volvió a resoplar.

―A veces pienso que en lugar de cabeza naciste con una pelota de fútbol sobre el cuello ―masculló entre dientes.

―Se llama balón, no pelota ―respondió Derek, disimulando una sonrisa.

―Lo que tú digas. ―Safary ni siquiera lo miró mientras volvía a escribir otro mensaje, este cancelando la invitación que sin querer había enviado. Ahora Albus la tomaría por una veleta una niñata que no sabía lo que quería. Igual que había hecho Luke.

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El rostro de Kendall Dawson apareció ante los ojos de Louis Weasley cuando este cerró la puerta de su taquilla en los vestuarios del equipo de waterpolo.

―Disculpa si te he asustado ―La mayor de las Dawson casi ronroneaba al hablar.

―No, tranquila, solo me has pillado por sorpresa. ―El chico le restó importancia mientras se colgaba la mochila al hombro―. ¿Puedo ayudarte en algo?, Kendall, ¿no? ―añadió con curiosidad. Sabía quién era esa chica, la hermana mayor de Marlene, pero nunca antes había hablado con ella.

―Sí puedes. ―Ella se acercó un poco más, hasta prácticamente acorralarlo contra las taquillas―. Quiero que seas mi pareja en el baile ―susurró, pasando una mano por el brazo del chico.

Louis tragó saliva, incómodo.

―¿Yo?, pero, no me conoces, y no sé si...

―¿No dejarás plantada a una pobre chica, verdad? ―Kendall lo interrumpió con una expresión de cachorrito. No estaba dispuesta a aceptar cualquier tipo de negativa.

―No, pero...

―¡Genial! ―La chica sonrió ampliamente, satisfecha―. Creo que ya sabes donde vivo, mi... hermana te lo habrá dicho ―comentó con cierto asco―. Ven a buscarme a las ocho.

Antes de que Louis pudiera decir nada más, la muchacha ya había desaparecido por la puerta de los vestuarios.

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Do bemol, re, fa sostenido, sol, acorde de la...

Lottie observó los dedos de Fred Weasley desplazarse hábilmente entre las cuerdas y trastes de la guitarra clásica. El chico era bueno, muy bueno, tenía que reconocerlo. Por sí solo hacía magia; pero juntos no encajaban. No conseguían llegar a una armonía.

―Eso no está en la partitura ―señaló ella en voz baja, desde su asiento frente al piano.

Él dejó de tocar para alzar la mirada hacia la pelirroja. Estaban solos en una de las salas del edificio de música. Ya era muy tarde, no quedarían muchos más alumnos en el campus, sobre todo teniendo en cuenta que al día siguiente se celebraría el ansiado baile.

―¿Perdona? ―Fred arrugó la frente―. No te he escuchado.

―Decía que eso no estaba en la partitura ―repitió Charlotte, esta vez un poco más alto, pero sin alzar el tono demasiado.

Sin duda eso había sido mala idea, cada vez se sentía más incómoda, le costaba horrores mantener la compostura al lado de Fred. Él la ponía nerviosa, todo el rato con esa sonrisa traviesa, las bromas fuera de lugar, los piropos repentinos y, sobre todo, la dichosa tendencia a improvisar en lugar de seguir la partitura.

―Lo sé, pensé que podríamos mejorar un poco la canción, hacerla más animada ―Él sonrió ampliamente, provocando que la pelirroja frunciera los labios en un gesto automático de cansancio.

―Da igual ―murmuró ella, poniéndose en pie―, de todos modos, esto no va a funcionar ―señaló resignada, al tiempo que hacía el amago de ir a por su bolso.

―Ey, ey, Charlie, ¿por qué dices eso? ―Fred dejó la guitarra a un lado y se acercó a ella, cercándole el paso a medio camino y tomándola de las manos en un gesto cariñoso―. Yo creo que sonamos bien, solo tienes que soltarte.

Esa era otra... ¿Charlie? Nadie la llamaba así, ¿cuándo le había dado la confianza suficiente para que se tomara la libertad de apodarla? Un estremecimiento la recorrió de arriba abajo ante el contacto del chico, no obstante, hizo su mayor esfuerzo por disimularlo.

―¿Soltarme? ―preguntó.

―Tu música es maravillosa, te he escuchado antes de los ensayos, cuando crees que estás sola ―reconoció él―. Eres increíble, no tienes porque reprimirte cuando estoy yo.

Charlotte sintió como la sangre se le subía a las mejillas. Rápidamente se apartó de él con suavidad, el contacto ya había durado más de lo que estipulaba adecuado.

―No es tan fácil ―contestó―. Tú estás acostumbrado a actuar en público. Yo solo toco para mis amigas, o rodeada de toda la orquesta como mucho.

―Lo entiendo ―Fred asintió―. No me conoces, no confías en mí, es natural que no encajemos todavía ―admitió, poniendo énfasis en el todavía―. La solución es simple, tenemos que conocernos. ―Caminó hasta el ordenador ubicado en una mesa en una de las esquinas de la sala y, a su vez, conectado a un par de excelentes altavoces. Seleccionó una canción de la lista de reproducción y le dio al play. Charlotte la reconoció nada más escuchar el primer acorde, Every breath you take―. ¿Te gusta The Police? ―preguntó Fred, volviéndose hacia ella.

Lottie asintió, todavía terriblemente confusa. ¿Qué pretendía?

Él solo sonrió en respuesta. Mientras se acercaba de nuevo a ella, la voz de Sting entonando las primeras frases se abrió paso entre los acordes de guitarra.

Every breath you take

Every move you make

Every bond you break, every step you take

I'll be watching you

Fred movía los labios al mismo tiempo, haciendo playback y dejando que su rostro se deformara en expresiones graciosas y emotivas acordes a la música. Casi sin darse cuenta, Charlotte se encontró a sí misma esbozando una sonrisa escéptica pero divertida.

Cuando estuvo a la altura de la chica, Fred volvió a tomarla de las manos, animándola a balancearse al ritmo de la melodía.

―¿Qué se supone que estamos haciendo? ―pregunto ella, incómoda, pero sin llegar a soltarse.

―Bailar ―Fred respondió a la vez que extendía el brazo provocando que la pelirroja diera una vuelta sobre sí misma. Volvió a recogerla con suavidad cuando estuvieron cara a cara―. No se te da mal. ―Le sonrió.

Charlotte desvió la mirada. Demasiada cercanía para ella. Fred no dejaba de sacarla de su zona de confort... No obstante, no se resistió más, por algún motivo que ni ella misma alcanzaba a comprender, se dejó guiar por el británico a lo largo de toda la canción. No tardó mucho en olvidarse de lo incómodo de la situación para simplemente pasar a disfrutar de la música, su auténtico elemento.

Cuando la melodía llegó a su fin, ambos estaban muy juntos, todavía balanceándose ahora amparados por el silencio.

―Ves, te dije que nos compenetrábamos bien ―murmuró Fred. Ante el silencio de ella, volvió a tomar la palabra: ― ¿qué te parecería que nos siguiéramos conociendo en el baile?

La pelirroja alzó la mirada.

―No pensaba ir, la verdad ―admitió.

―Vamos, por fines musicales, por supuesto. Te prometo que después me esforzaré el doble. Si quieres hasta seguiré lo que dicen tus partituras ―insistió él, sin dejar de sonreír en ningún momento.

―Hay una cosa que no entiendo. ―Charlotte frunció el ceño de repente―. El baile es mañana, me parece sumamente extraño que no tengas otra pareja ya...

―No quiero otra pareja. ―La interrumpió él―. Desde el principio pensaba invitarte a ti. He esperado hasta el último momento para que no puedas inventarte una excusa ―admitió divertido.

Charlotte tragó saliva, más nerviosa de lo normal.

―¿Por qué a mí? ―preguntó. Llevaba toda la semana compartiendo tardes enteras con el británico, pero en todo ese tiempo apenas habían hablado sobre nada que no tuviera que ver con arreglos musicales... Los chicos como Fred Weasley no se fijaban en chicas como ella, ellos preferían a las guapas y populares a las Zoey Queen, Emma Matthews o Taylor Van Der Veek...

―¿Por qué no? ―Sonrió él―. Eres guapa, inteligente e increíblemente talentosa. Que tú no quieras apreciarlo no significa que los demás no lo hagan ―explicó―. ¿Y bien?, Charlotte Graham, ¿serás mi pareja en el baile de bienvenida

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―No me puedo creer que me hayáis convencido para hacer esto ―susurró Emma, tras asomar la cabeza por una esquina del corredor―. Como nos descubran, os juro que os mato.

―Todo despejado ―señaló Ryan, haciéndoles un gesto a Peter y a la chica para que lo siguieran―. Vamos.

Era noche cerrada, el campus del ECA había quedado completamente vacío horas atrás... A excepción de ellos tres.

―No finjas, Em. ―Ryan la abrazó por los hombros―. Estás aquí por lo mismo que nosotros, si tanto miedo tuvieras de las consecuencias podías habernos dado las claves y dejarnos solos.

―Si hubiera hecho eso, os habrían descubierto seguro ―siseó ella.

Realizaron el resto del recorrido hasta la puerta del despacho de la directora en absoluto silencio. No era cuestión de tentar a la suerte.

―¿Y ahora qué? ―preguntó Peter, tras ver cómo Emma fracasaba al intentar abrir con un Alohomora.

Ryan esbozó una sonrisa ladeada al tiempo que se sacaba una llave curvada del bolsillo trasero del pantalón.

―Ser el hijo de la directora tiene ciertas ventajas ―Introdujo la llave en la cerradura y esta se abrió con facilidad―. Llaves encantadas ―explicó.

Los tres penetraron en el interior del despacho y fueron directos hasta el ordenador que ocupaba gran parte del escritorio principal. Emma tomó asiento en la silla de la directora y lo encendió a toda prisa.

Como presidenta del consejo estudiantil tenía acceso a las claves de los archivos y programas relacionados con los eventos sociales y extraescolares. No tardó ni un minuto en introducirse en la aplicación que habían creado para llevar las votaciones del rey y reina del baile de bienvenida.

―Ya estoy dentro―avisó.

Ryan se acercó a ella, mientras Peter se quedó atrás, vigilando en la puerta.

―Sabía que lo conseguirías. ―Se inclinó sobre la pantalla para observar a la chica trabajar.

―Todavía faltan muchos alumnos por votar, pero hasta ahora vas ganando. ―La rubia señaló los gráficos―. Derek está de quinto, detrás de James Potter, Robert McClain y Peter.

―Borra mi candidatura ―propuso Peter desde la entrada.

―Eso sería muy sospechoso y todavía tendríamos que librarnos de los otros dos ―respondió Emma.

―¿Puedes hacer que todos mis votos se vayan por defecto a la cuenta de Derek? ―propuso Ryan.

Emma no respondió, simplemente esbozó una sonrisa orgullosa y empezó a teclear.

―Hecho ―canturreó. Se puso en pie y se acercó a los chicos. Los tres intercambiaron un choque de puños.

―Misión cumplida. ―Peter sonrió―. Vámonos de aquí antes de que algún segurata nos descubra.

De nuevo, en completo silencio abandonaron el edificio. No les hizo falta decir nada para pactar absoluta confidencialidad con respecto a lo que acababan de hacer. A Derek no le gustaría saber que habían manipulado las votaciones por él, era demasiado orgulloso.

Sin embargo, los tres sabían que el título de Rey del Baile de Bienvenida sería una excelente aportación en el expediente de su amigo. Aportación que, sin duda, lo acercaría un poco más a cumplir su sueño.

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Y este es definitivamente el último capítulo antes del baile (que se está haciendo de rogar) jajaja.

Hasta ahora las parejas confirmadas para el baile serían:

Rose-Luke, Cassidy-Scorpius, Safary-Albus, Emma-James, Roxanne-Robert, Taylor-Edward, Agatha-Peter, Zoey-Ryan (son obvios xD), Beverly-Jasper (más obvios), Nea-Lysander, Lottie-Fred, Liber-Nick, Kendall-Louis.

Y creo que no me olvido ninguna... ¿qué os parecen?, ¿cuál os gusta más, cuál odiáis? ^_^

Así de importantes solo faltan Arlette, Dominique y Marlene ¿alguien se aventura a decir quiénes serán los afortunados? doy premios a quién adivine... xD bueno, dedicaciones, más no puedo :P

Muchos besos y mil gracias por leer :)

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