20- Double birthday

Albus posó la coctelera recién agitada sobre la barra, echó el hielo en la copa y, a continuación, vertió el líquido color rojo hasta la mitad, esparció azúcar por los bordes y, para finalizar el Daikiri de fresa, colocó una sombrillita hawaiana en la copa.

―Aquí tienes ―Le tendió la bebida a la chica pelirroja que aguardaba sin dejarle de sonreír embelesada.

―Gracias ―Safary Rushell miró con curiosidad su cóctel―. Entonces, explícame cómo has acabado de barman en tu propia fiesta.

Albus se apoyó sobre la barra hacia delante para poder hablar en un tono normal, sin tener que alzar demasiado la voz por encima de la música.

―Al encargado de esta barra se le cayó una bolsa de hielo encima. Cuando su ayudante fue a echarle una mano, resbaló y se esguinzó un tobillo ―contestó en tono divertido, recordando la escena―. A los dos los están atendiendo ahora. Con la magia adecuada estarán bien en menos de una hora, pero mientras, me ha tocado pringar a mí.

―¿No podía cualquier otro?

Albus chasqueó la lengua.

―Íbamos a echarlo a suertes, pero a mi querido hermano le pareció gracioso decirles a todos que, con lo bueno que soy en Pociones, debería de saber hacer cócteles con los ojos cerrados... Acepté solo por no amargarle la fiesta a Agatha con una discusión.

Safary soltó una carcajada antes de darle un sorbo de su Daikiri.

―Pues siento decírtelo, pero tu hermano no estaba del todo equivocado. Esto está buenísimo ―dijo, sacándole a Albus una sonrisilla orgullosa―. Y no te preocupes, entiendo lo que es tener hermanos mayores toca narices ―añadió posando la mirada brevemente sobre Derek que, en esos momentos, junto con Peter, lanzaba a Emma a la piscina.

Safary resopló, ¿por qué siempre tenía que comportarse como un crío?

―¿Derek Peterson? ―Albus arqueó una ceja―. Pero, ¿tú no te apellidas Rushell?

―Sí, bueno, es mi hermanastro ―explicó ella―. Su madre se casó con mi padre ―Se encogió de hombros.

―¿Y tu madre? ―preguntó él a la vez que abría otra bolsa de fresas congeladas.

―Murió cuando yo tenía diez años ―contestó la pelirroja―. Fue hace mucho, ya está superado ―Se apresuró a añadir con una sonrisa desinteresada, intentando hacer desaparecer la mirada compasiva del rostro de Albus―. Además, Sigrid es genial, no es la típica madrastra. Es casi como una amiga.

Albus dejó la copa que estaba preparando sobre la barra.

―Te propongo algo: termino estas dos copas y luego vamos a jugar una partida de dardos. Podemos imaginar que la diana es la cara de nuestros hermanos ―dijo divertido.

―Entonces creo que voy a romper el record de puntos ―Safary soltó una carcajada mientras cogía su Daikiri―. Te esperaré ahí con las chicas ―Señaló a su grupo de amigas y le sonrió una última vez antes de separase de la barra para volver con ellas.

Berverly, Cassidy y Kendall estaban sentadas en unos sillones de jardín, cerca de la mesa de beer pong donde Jasper y Louis competían contra Edward y Robert, quienes parecían dominar la partida hasta el momento. Beverly fue la primera en dedicarle una sonrisa orgullosa y hacerle un hueco a su lado.

―Lo tienes en el bote, Saf ―dijo la menor de las Matthews, alzando su Cosmopolitan para brindar con Safary.

Ella frunció los labios después de beber.

―Creo que me está empezando a gustar.

La rubia rodó los ojos y Kendall soltó una risita.

―¿Qué pasa? ―inquirió Safary mirándolas con reproche―. Ni que fuera tan raro que me pueda gustar. Es muy guapo, interesante y divertido...

―No es eso, cariño ―Beverly le posó una mano en el hombro, condescendiente―. El pequeño Potter está más que bueno, sinceramente, es de los tíos más atractivos que he visto ―añadió pensativa para, a continuación, agitar la mano con desinterés―. Pero es que siempre haces lo mismo.

―¿A qué te refieres? ―preguntó la pelirroja.

―Que te vuelves loca por el primer chico que te hace un poco de caso ―contestó Beverly, pragmáticamente.

―¡No me vuelvo loca por el primer chico que me hace caso! ―se defendió Safary.

―Quiere decir que te enamoras muy fácilmente ―intervino Cassidy para suavizar la afirmación de su amiga―. Y eso no es bueno para ti, porque siempre terminas sufriendo.

―Deberías hacer como yo ―dijo Kendall―. Tírate a todos los que te apetezca, pero no te ates a ninguno, y mucho menos te enamores. Así no te volverá a pasar como con Luke.

Cassidy frunció los labios:

―Bueno, tampoco tienes que llegar a ese extremo ―Le dio una palmada de ánimo a la pelirroja, cuyo semblante se había entristecido en cuanto se pronunció la mención a su ex novio―. Si te gusta, ve a por él, pero asegúrate primero.

―Por cierto, ¿cómo te va a ti con Scorpius, Cass? ―intervino Beverly a la vez que cogía una golosina del plato que había en la mesilla de jardín junto a ella.

Jasper se acercó a su novia por detrás, le robó la chuchería y se la llevó a la boca antes de que la rubia pudiese reaccionar.

―Eso era mío ―protestó Beverly.

El chico respondió con una sonrisa divertida. Luego se sentó junto a ella, le pasó un brazo por la cintura y le dio un largo beso en los labios.

―Estás de buen humor ―Beverly le sonrió encantada en cuanto se separaron, olvidando la pregunta que le había hecho a Cassidy para centrar toda su atención en el guapísimo chico que la abrazaba por la cintura.

―Ganar me pone de buen humor ―contestó él, cogiendo otra golosina―. Louis y yo acabamos de destronar a McClain y a Hastings en el beer pong.

―¿Y Louis? ―preguntó Cassidy.

―Ha ido a por algo de beber ―Jasper señaló hacia la zona de bar más cercana.

―Kendall, ¿esa es tu hermana? ―Safary frunció el ceño al ver al rubio Weasley conversando con la menor de las Dawson―. Y, ¿se está riendo? ―añadió sorprendida, acostumbrada a ver a Marlene siempre callada y triste.

Kendall apretó la mandíbula y cerró los puños antes de apartar la mirada con auténtico desagrado:

―Voy a buscar a Nick, o a Derek. Os veo dentro de un rato ―Se puso en pie, no sin antes clavar una última mirada de odio en su sonriente hermana.

---

James vio a Lily tambalearse encima de la tarima donde bailaba Can't stop the feeling con Susan Mendler y otras chicas de su curso. Enseguida le dio su copa a Robert, y corrió para agarrar a su hermana, justo antes de que ella se cayera al suelo.

―¡Pero qué haces, Lilu! ―La reprendió, todavía sin soltarla―. ¡Desde cuándo bebes así!

―He tropezado, ¡no estoy borracha! ―se defendió ella, zafándose del agarre de su hermano.

James frunció el ceño y cogió el vaso de la pelirroja, comprobando que solo era un mojito... sin alcohol. Acto seguido esbozó una sonrisa de disculpa, devolviéndole a su hermana la bebida.

―Perdona, es que te vi perder el equilibrio, y...

―No pasa nada, lo entiendo. Estás acostumbrado a cuidar de Rose, Dom, Rox y Liber ―Lily se encogió de hombros con naturalidad―. Pero yo no soy ellas, sabes que no bebo.

―Y no sabes lo orgulloso que estoy de ti ―James le acarició la mejilla―. Pero, de todos modos, no me gusta que bailes tan... así ―añadió adoptando de nuevo la actitud de hermano sobreprotector―. Aquí hay un montón de chicos y...

―Ya vale, Jamie, afloja un poco el cable ―Lily se rio, interrumpiéndolo por segunda vez―. Si sigues así voy a llegar virgen al matrimonio.

Una expresión de auténtico pavor cruzó el rostro del mayor de los Potter. Definitivamente no estaba preparado para tratar ese tema con su hermanita, ni con ninguna de "sus chicas" exceptuando a Dominique, quizás. Sin embargo, las demás, en lo que a él respetaba, serían vírgenes por toda la eternidad.

»Por cierto ―Lily volvió a hablar, impidiendo así que su hermano pudiera soltarle un discursito sobre mantenerla encerrada si no se alejaba de los hombres―. Gracias por no dejar que me caiga.

James suspiró. La pequeña Potter tenía ese súper poder, siempre conseguía ablandarlo.

―Nunca voy a dejar que te caigas ―Le guiñó un ojo, dejándola que volviese con sus amigas.

Cuando Lily se alejó un poco, James escuchó un aplauso solitario a sus espaldas. Al girarse se encontró con Emma Matthews, que se acercó a él en cuanto se percató de que la estaba mirando.

―No suelo meterme en los asuntos de los demás, pero no he podido evitar escuchar eso. Y sinceramente, ha sido bonito ―dijo la rubia, enternecida―. Y revelador ―añadió con una sonrisa traviesa―. ¿Quién diría que al promiscuo James Sirius Potter le da pánico hablar de sexo?

―Yo no soy promiscuo ―James no pudo contener una mueca divertida―. Y tampoco me da pánico hablar de sexo. Simplemente prefiero pensar que mi hermana, mis primas y mis amigas no lo practican.

―O sea, que prefieres vivir en la ignorancia antes que enfrentarte a la realidad ―Emma arqueó una ceja, desafiante.

―¿Siempre eres tan profunda? ―James se acercó un poco más a ella, devolviéndole la mirada provocadora―. O es solo conmigo ―añadió burlón.

―Para el carro, vaquero ―Emma le posó una mano en el pecho, impidiendo que se pudiera acercar más, causando así una mueca entre divertida y sorprendida en el chico.

―¡Venga ya! ―Sonrió él―. No me creo que yo sea el único de los dos que está sintiendo esta química ―dijo, saboreando la última palabra.

La rubia también sonrió, al tiempo que negaba con la cabeza.

―Da igual la química ―dijo burlona―. Yo no me vendo tan barata, Potter. Si quieres premio, tendrás que ganarlo.

James se metió las manos en los bolsillos del bañador y le clavó una mirada que rebosaba interés. No estaba acostumbrado a que las chicas se lo pusieran difícil, normalmente caían con el primer guiño. Sin embargo, Emma Matthews parecía una mujer de armas tomar, y eso solo conseguía que le gustase más. Hasta el momento, solo una chica se lo había puesto difícil antes que ella, y todavía no había conseguido sacársela de la cabeza.

―Está bien, dime qué quieres y lo haré ―dijo el chico, sin borrar en ningún momento la sonrisa socarrona que tanto lo caracterizaba.

―Tienes que currártelo ―dijo Emma con simpleza.

―¿Currármelo? ―James enarcó una ceja―. Quieres decir, que tengo que preparar una cita, ¿o algo así?

―Algo así ―Asintió la rubia divertida. Estaba a punto de darse la vuelta para volver con sus amigos, pero James la retuvo, posándole una mano en el hombro.

―Emma Matthews ―el chico pronunció su nombre con auténtica convicción―. ¿Querrías ser mi pareja en el baile de Bienvenida?

La animadora abrió mucho los ojos. Eso sí que no se lo esperaba.

―¿Vas en serio? ―preguntó con desconfianza.

James aguantó una mueca triunfal, acababa de dejarla shockeada. Punto para él. Asintió convencido, sin dejar de mirarla:

―Va a ser el mejor baile de tu vida, te voy a preparar una cita alucinante, y cuando termine la noche vas a estar tan loca por mí que tendré que pedir una orden alejamiento al padre de Liber para impedir que me acoses ―contestó, como si estuviera leyendo la lista de la compra―. Créeme, Emma Matthews, no te vas a arrepentir.

―Merlín ―Emma sonrió divertida―. Eres un caso, James Potter.

Él se encogió de hombros.

―Qué puedo decir. Entonces, ¿aceptas?

―De acuerdo, iré contigo ―dijo ella finalmente―. Pero más te vale venir a buscarme a casa, quiero ir en limusina, y que me traigas un ramillete a conjunto con mi vestido. ¡Ah!, y bombones, de esos que están rellenos de frutas exóticas ―señaló.

―Tomo nota ―James asintió, sin perder detalle, pero sin poder aguantar una mueca pícara.

---

El short vaquero se deslizó por el suelo impulsado por la patada de Rose que, ya libre de cualquier prenda que no fuera su biquini blanco, se lanzó a la piscina de cabeza, inconscientemente sumergiéndose acompasada con el estribillo de Drag me down que sonaba por todo el jardín y en gran parte del interior de la casa.

Nadó un par de brazadas, sintiendo enseguida como el agua fresca por todo su cuerpo reducía los efectos del alcohol, devolviéndole casi toda su acostumbrada lucidez. Luego flotó, haciéndose la muerta, olvidando por un segundo que estaba en una fiesta en pleno apogeo de la noche. La calma le duró un minuto escaso, el tiempo justo que tardó Lorcan en ir tras ella y hundirla de nuevo, jugando con ella a las aguadillas, como hacían en el lago cercano a la Madriguera cuando eran más pequeños.

―Eres un tramposo ―Rio Rose al sacar la cabeza a la superficie―. Atacar por la espalda no vale.

―Vamos Rosie, sabes que si no te pillo por sorpresa, no te pillo nunca, eres demasiado rápida ―dijo con simpleza.

Ella le dio un manotazo al agua, salpicándosela a la cara al chico, y él se la devolvió, sacándole la lengua. Los dos echaron a reír y volvieron hacia el bordillo, donde se sentaron, todavía con los pies metidos en el agua que brillaba con un cálido tono rosado como consecuencia de las luces acuáticas.

―Un segundo ―Lorcan se levantó un momento, fue hasta la mesa más cercana y volvió con una bolsa de gominolas de ositos.

―¡Te amo! ―dijo Rose al verlas, cogiendo al instante un puñado de ellas.

―Lo sé, lloraste durante toda una semana después de que te dejara ―se burló él.

Rose le lanzó una gominola a la cara. Él la atrapó con la mano y se la llevó a la boca.

―Tú no me dejaste, listillo ―contestó ella divertida―. Ni siquiera éramos pareja. Solo amigos...

―Con derecho a roce ―completó él, sabiéndose de memoria el discurso―. ¿Me vas a contar ahora el motivo de tu dramático salto a la piscina? ―añadió con curiosidad.

―Necesitaba despejarme, bajar el alcohol...

―Y no ver a Malfoy pasándoselo de miedo con Cassidy Travers, ¿no? ―intervino Lorcan.

Inconscientemente, Rose posó la mirada en la zona del jardín donde había instalada una Diana profesional de dardos y en donde, en ese momento Albus, Safary, Scorpius y Cassidy jugaban una partida. O al menos fingían que lo hacían, porque desde luego, el rubio pasaba más tiempo colocado detrás de la animadora morena, agarrándola por la cintura y susurrándole al oído la mejor manera de lanzar, que jugando.

―Me importa una mierda lo que haga Malfoy ―contestó Rose, volviendo de nuevo los ojos hacia las gominolas y tragándose un puñado de golpe.

―¡Esa boca, Weasley! Cómo te escuche Hermione, me caerán las culpas.

―Siempre fuiste la mala influencia ―Rio ella.

Lorcan se encogió de hombros.

―Fuera coñas. Estás coladita por Malfoy, y él por ti ―dijo con simpleza―. Lo sabe todo el mundo menos vosotros. En el fondo me dan pena las pobres almas a las que utilizáis para poneros celosos entre vosotros. No es una actitud muy altruista, que lo sepas ―añadió reprendiéndola, pero sin dejar atrás el tono amigable.

Su amistad era así, se decían las cosas a la cara, no con reproche, con sinceridad. Ambos habían visto lo mejor y lo peor de cada uno, y eso solo los había unido más.

―Casi tan altruista como acostarse con una chica con novio, o algo así ―contestó Rose.

―¿Cómo lo sabes? ―Lorcan arqueó las cejas. Planeaba contárselo, pero todavía no lo había hecho.

―Os vi juntos en la fiesta de las Matthews, y conozco tu cara de ligar ―Se burló―. Luego no volviste a dormir, así que lo supuse.

Él asintió. En el fondo no estaba tan sorprendido, Rose siempre había sido la lista, la Ravenclaw, la que sabía calar a los demás con una mirada. A ella no se le podía engañar.

―No se lo he contado a nadie, ni siquiera a las chicas ―volvió a hablar ella―. Estaba esperando a que me dieras permiso, o lo contaras tú.

―Siempre fuiste buena escondiendo mis trapos sucios ―Lorcan sonrió de medio lado.

Rose lo golpeó suavemente en el hombro.

―¿Y te gusta?, ¿o solo fue algo de una noche? ―preguntó, comiendo otra gominola de cereza.

Lorcan frunció los labios, y entrecerró los ojos en una expresión indecisa.

―No me lo he planteado ―Se encogió de hombros―. Zoey Queen no es la chica más simpática del mundo. Casi me echó a patadas de la habitación ―soltó una risilla al recordar el momento―. Pero tiene algo... único. No sabría explicarlo.

Rose suspiró y apoyó la cabeza en el hombro de su amigo.

―Creo que te entiendo ―dijo, conteniéndose para no volver a mirar hacia Scorpius y Cassidy―. Solo te pido que vayas con cuidado. No quiero que te hagan daño.

Lorcan sonrió enternecido.

―Ooh, Rosie-Posey se preocupa por mí, creo que voy a llorar ―dijo con voz cantarina.

Rose levantó la cabeza con los ojos entrecerrados en una expresión asesina.

―Si vuelves a llamarme así, te mato ―lo advirtió.

Lorcan alzó los brazos en señal de paz.

―Vamos a divertirnos, venga ―Se puso en pie y la ayudó a ella a levantarse―. Si seguimos poniéndonos profundos creo que me voy a avergonzar de mí mismo ―bromeó.

―Cierto, no vaya a ser que te vuelvas interesante de repente ―Se burló ella sacándole la lengua.

Luke Anderson se acercó a ellos con su vaso de cerveza en una mano, su bañador de Calvin Klein y los abdominales perfectamente trabajados al descubierto.

―Weasley, te he visto saltar antes. Yo que tú dejaba el equipo de vóley y me metía en el de waterpolo ―dijo sonriendo.

―Prefiero los deportes en tierra firme ―contestó ella―. O en el aire ―añadió con cierta nostalgia.

Lorcan soltó una tosecilla:

―Yo me voy por ahí, no me eches de menos ―dijo mirando a Rose.

―Échale un vistazo a Dom ―pidió la chica―. Llevaba unas cuantas copas de más cuando me separé de ellos.

El gemelo asintió y despareció entre la multitud, en busca de la semiveela.

―Sois muy protectores entre vosotros ―dijo Luke, sin acritud, solo con interés.

―Somos familia ―contestó Rose sonriendo y encogiendo los hombros. Le caía bien el chico. Se habían enrollado en la última fiesta, pero no le había insistido para que se volviesen a liar después de eso. Aunque era cierto que sí había surgido algún que otro beso entre clase y clase―. ¡Oh Dios! Me encanta esta canción ―exclamó cuando empezó a sonar Die Young de Kesha ―Agarró a Luke de la mano y lo arrastró con ella hasta la base del escenario, donde empezaron a bailar.

Casi al instante Rose vio a Arlette bailando también, a la vez que se quitaba de encima a un par de chicos bastante pegajosos. La rubia sonrió al verla, y se acercó a ella sin dejar de moverse al son de la música

―¿Qué pasa con los hombres en este Estado? ―se quejó con un deje entre divertido y agotado―. Te libras de un pulpo y aparecen otros dos.

―Qué pena me das, tiene que ser horrible eso de no poder quitarse a los chicos de encima ―contestó Rose riendo.

―La chica sin pelos en la lengua ―intervino Luke al reconocer a Arlette.

Rose los miró con expresión interrogante.

―Tenías que haber visto como le contestó a Beverly hace un par de días, la dejó sin palabras ―explicó él con una mueca divertida―. Creo que eres la primera en conseguirlo ―añadió con un guiño.

Arlette se encogió de hombros:

―Siento que sea tu amiga, pero esa chica tiene un serio problema de personalidad ―dijo con total sinceridad―. No iba a dejar que se burlara de mí o de mis amigos, así sin más.

―Arlette es la nueva presidenta del Escuadrón Anti Beverly ―dijo Rose. Ambas intercambiaron una mirada y chocaron los cinco antes de echarse a reír.

Luke frunció el ceño:

―Tenéis que tener cuidado con ella, no la subestiméis ―las avisó. Las dos chicas le caían muy bien y, aunque parecían capaces de defenderse solitas, Ever jugaba a otro nivel. No le haría gracia verlas destrozadas por la princesa rubia, como les había sucedido a algunas de sus compañeras que habían tenido la mala suerte de cruzarse en su camino―. Beverly es más lista de lo pretende hacer creer. No se anda con tonterías.

―Nosotras tampoco ―contestó Arlette convencida―. No soy partidaria de enfrentarme con nadie, pero si cruza la raya no pienso quedarme de brazos cruzados.

Luke no la conocía mucho, pero la intensidad en sus ojos hizo que no dudara un segundo de sus palabras. Y una parte de él, tampoco pudo evitar quedarse admirada con la pasión que parecía emanar por cada poro de su cuerpo.

―Con esta canción de fondo queda todo muy dramático, ¿no? ―comentó Rose, sacándole una carcajada a sus dos compañeros.

---

Esta vez me la has jugado, Thony ―masculló Killiam Marshall mientras bajaba las escaleras de la mansión Blanchard, tras echar a otra pareja de adolescentes que se había colado en el dormitorio de su amigo.

Desde luego, cuando había aceptado echarle un ojo a la familia de su jefe, no esperaba acabar haciendo de carabina en una fiesta descontrolada con el único apoyo de Chris y Mackena que, por otro lado, apenas habían dejado de ser adolescentes un par de años atrás.

Ahí estaba, un reputado auror, subjefe de una de las empresas de seguridad más importantes de América, cuidando de críos pasados de copas y evitando que ingiriesen cosas más fuertes que alcohol.

Salió al jardín, donde la intensidad de la fiesta era incluso más evidente. A pesar de la multitud no tardó en localizar a Liberty y Christopher: ambos estaban cerca de la piscina, con varios amigos, tratando de disuadir a Dominique Weasley para que se bajara del muro de cierre, al que se acababa de subir, y desde el que podría protagonizar una caída más que importante si no se andaba con cuidado. Y, definitivamente, la preciosa rubia no estaba teniendo nada de cuidado.

Killiam se abrió paso sin dificultad hasta los chicos.

―Christopher ―Le posó una mano en el hombro―, ¿qué está pasando?

―No quiere bajar ―contestó él con un gesto de preocupación―. Creo que ha bebido demasiado, tengo miedo de hacer que se caiga si subo a por ella.

―¡Mi regalo de cumpleaños! ―exclamó una entusiasmada Dominique al ver al auror―. ¡Eres la mejor Liber, sabía que me lo traerías!

La aludida se llevó una mano a la frente y se mordió el labio, nerviosa.

―¿Por qué no bajas, Dom? ―pidió con voz suave. A su lado, Nick le apretó la mano, tratando de infundirle algo de apoyo.

―Vamos, Dom, hazle caso a Liber ―agregó Agatha, reprendiéndose a sí misma interiormente por haber permitido a su amiga beber tanto.

―No, no, no, no ―La rubia negó con el dedo índice a la vez que soltaba una risita―. Que venga él a por mí ―añadió con voz pícara.

―Tranquila ―Killiam le dio una palmada en el hombro a Liber―. Yo me ocupo.

Bajo la mirada expectante de los amigos de la semiveela, el auror subió ágilmente al muro y caminó por el borde manteniendo el equilibrio.

―Muy bien, Dominique, ¿verdad? ―dijo en tono calmado.

―Sabe quién soy ―rio ella, mirando a sus amigas en el suelo.

Killiam sonrió de medio lado, pero enseguida volvió a adoptar su habitual expresión sosegada e impasible.

―¿Qué te parece si me das la mano y bajamos juntos? ―dijo, extendiendo su brazo hacia la chica, que no dudó en aceptar. El auror la ayudó a sentarse sobre el muro, y le hizo un gesto a Chris y James para que le echaran una mano. Entre los tres la bajaron sin problema. Killiam la siguió.

Una vez en el suelo, Liber, Agatha, Nealie y Lysander rodearon a la semiveela.

―¿Habéis visto cómo ha venido a por mí? ―Sonrió ella.

Agatha se mordió la lengua para no soltarle una bronca por hacer semejante locura. Por muchas ganas que tuviera, no tenía sentido reñirla en ese momento.

―¿Estás bien? ―preguntó.

―Estoy genial, creo que podría ganar la liga de quidditch ahora mismo ―contestó la rubia entusiasmada.

―Claro que sí ―Lysander sonrió divertido. Así era Dominique, cuando bebía de más se volvía aún más temeraria que de costumbre, incluso traspasando la línea de lo peligroso, para luego entrar en fase de adormecimiento total.

―Deberíamos llevarla a descansar, ¿no? ―intervino Nealie―. Y darle algo para que se le baje la borrachera.

Liber asintió. Entre ella, Nealie y Lysander la llevaron dentro, mientras Killiam iba a la cocina un momento. El auror apareció en la habitación de la rubia un par de minutos después con una poción de la despensa en la mano.

―Dale esto ―le dijo a Liber―. Dormirá unos minutos y los efectos del alcohol desaparecerán por completo. Podrá volver a la fiesta antes de media hora.

―Gracias, Killiam ―Liber sonrió.

―Lo hago porque es su cumpleaños, pero que no sirva de precedente ―señaló―. Y mucho menos se lo cuentes a tu padre. No le haría ninguna gracia que os enteréis de que guarda pociones que eliminan los efectos del alcohol en minutos.

―No me extraña ―comentó Lysander divertido―. Imaginad a James o Lorcan con algo así.

En ese momento Dominique levantó la cabeza. Había entrado en la fase de bajón en cuanto la habían dejado en la cama.

―Lib, dile que se quede él conmigo ―pidió con voz infantil, señalando a Killiam con un dedo.

La animadora no pudo evitar que una sonrisa dulce asomara a su rostro. Era tan raro ver a la siempre entusiasta y temperamental Dominique suplicando como una niña pequeña... Miró a Killiam, que tras unos segundos suspiró resignado.

―Está bien, volved a la fiesta. Yo me ocupo de ella hasta que se quede dormida ―Asintió.

Liber, Nea y Lysander se pusieron en pie.

―Pórtate bien ―dijo Liber―. Y ven a buscarme en cuanto despiertes ―le pidió antes de darle un beso en la frente y salir de la habitación con los otros dos.

Bajó a la cocina mientras Lysander y Nea volvían al jardín. La planta principal de la casa también estaba llena de gente, pero no había tanta como fuera. Vio a Beverly apoyada en el mesado de la cocina, charlando con Kendall, Cassidy y Scorpius mientras comían mini sándwiches de una bandeja que habían cogido en los bufets exteriores.

―¡Lib! ―Scorpius la llamó al verla.

Liber suspiró, su plan de pasar de largo y esquivar los comentarios de Beverly se había esfumado.

―¿Cómo está Dom? ―preguntó el rubio una vez que la tuvo delante―. Mi hermana me lo acaba de contar.

―Está bien ―contestó ella―. Parecía más de lo que era, en un rato bajará otra vez.

Scorpius asintió más tranquilo, a la vez que Beverly dejaba escapar una risa burlona.

―Desde luego, algunas no saben beber ―dijo condescendientemente. Liber frunció el ceño provocando que Beverly sonriera más ampliamente. La rubia cogió un sándwich de la bandeja y le dio un mordisco―. ¿Quieres? ―Le ofreció, extendiendo el plato hacia la anfitriona.

―No, gracias ―contestó Liber. Quiso dar la conversación por terminada y marcharse ya, sin embargo, antes de que pudiera decir "Hasta luego", Beverly volvió a insistir.

―¿Seguro? Están buenísimos. Tienes cara de necesitar algo dulce ―Sonrió de medio lado―. Aunque claro, luego hay que bajarlo, y no todo el mundo tiene la suerte de haber nacido con un metabolismo como el mío, ¿verdad? A algunos les cuesta más no engordar.

―Ever... ―Cassidy le dirigió una mirada nerviosa a su amiga, a la vez que Scorpius arrugaba la frente en un gesto de confusión.

―No me apetece, gracias ―concluyó Liber.

―Tú verás, pero es importante comer algo cuando se va a beber, si no acabas como tu amiga ―volvió a hablar Beverly con falsa preocupación.

―Hay que tener poca clase para ponerse así de pedo en tu propia fiesta ―asintió Kendall en tono jocoso.

―Dominique tiene muchísima más clase de la que tendrás tú nunca ―soltó Liber, ya harta. No lo había pensado, si lo hubiese hecho probablemente no habría sido capaz de contestar así a nadie. Casi al instante se sintió mal, pero con un agradable cosquilleo de satisfacción al mismo tiempo.

Scorpius sonrió lleno de orgullo, mientras en el rostro de Kendall se dibujaba una mueca de pura indignación.

―¡Pero quién te has creído! ―contestó hecha una furia, preparada para saltar sobre la castaña en cualquier momento.

―Tranquila, Kendall ―Beverly suspiró con hastío. No le interesaba un enfrentamiento directo con Liber en su casa. Además, tampoco había dicho nada que no fuese verdad―. Guárdate la excitación para otras cosas ―ordenó.

La aludida echaba chispas por los ojos, pero se mantuvo en su sitio y no dijo nada. Sabía que no le convenía ir en contra de las órdenes de Beverly.

―Ey, ¿todo bien? ―Nicholas se acercó al grupo desde las puertas acristaladas que comunicaban con el jardín―. Parecéis un poco... tensos ―añadió curioso.

Al ver al chico, Kendall esbozó una mueca de alivio y satisfacción. Lo había estado buscando antes, pero no lo había encontrado y, en ese momento, necesitaba algo que él sabía darle muy bien. Se le acercó con su mejor sonrisa seductora pintada en los labios.

―A lo mejor tú puedes ayudarme a relajarme ―dijo tomándolo del brazo y empezando a acariciarlo.

Nick se zafó de las manos de la chica con educación, pero sin molestarse en disimular una mueca de desagrado.

―En realidad venía a buscar a Liber ―Ignoró olímpicamente la mueca indignada de Kendall y miró a la menor de los Blanchard―. Albus ha dicho que ya van a encender el Vesubio, ¿vienes? ―preguntó con una sonrisa.

Liber habría ido volando si se hubiera dejado llevar.

―Claro ―contestó, aliviada por tener una excusa para alejarse de ahí. Tomó la mano que Nick le ofrecía y salió con él al jardín.

Scorpius y Cassidy no tardaron en seguirlos, al igual que Beverly, Kendall y casi todos los que estaban dentro de la casa. La puesta en marcha del Vesubio era el momento estrella de la noche. Nadie quería perdérselo.

―En serio, ¿estás bien? ―le dijo Nick al oído, para que la escuchara a pesar del barullo y la música.

Liber asintió sonriendo y lo arrastró hasta la base del escenario, donde estaban casi todos sus amigos.

Ladies and Gentleman ha llegado el momento que todos esperabais ―Se escuchó la voz de Fred por los altavoces―. Pero primero, un hurra para nuestras guapísimas cumpleañeras, Agatha y Dominique, que nos han dado una excusa perfecta para hacer una fiesta sin que los adultos puedan negarse.

Un sonoro aplauso acompañado de silbidos y gritos repetidos de "Hurra" siguió a las palabras de Fred.

―¡Lib! ―Dominique apareció junto a ellos, abriéndose paso entre la multitud y provocando que todos sonrieran al verla.

―¿Cómo te encuentras? ―preguntó Liber, que fue la primera en tenerla cerca.

―Avergonzada, pero bien ―contestó la rubia sonriendo ampliamente, aunque algo sonrojada―. He hecho el ridículo delante de Marshall, ¿verdad?

Liber soltó una carcajada.

―Mejor te lo cuento mañana ―dijo―. Ahora diviértete, es tu cumpleaños ―Le guiñó un ojo―. Y no te preocupes, Killiam está acostumbrado a tratar con cosas peores que una chica preciosa un poco ebria.

¡Y aquí viene! ―Fred paró la música, de manera que el rugido del volcán artificial se escuchó en todo el terreno. '

El Vesubio empezó a temblar, ante las miradas expectantes de todos los invitados. Y, de repente, se produjo la erupción: un líquido dorado ascendió a la superficie y comenzó a llover por todas partes.

―¡Es hidromiel! ―exclamó Agatha, reconociendo enseguida su bebida favorita.

Fred volvió a poner la música, pero ni así se eclipsaron los gritos de euforia de los invitados. En apenas unos segundos, todo el ECA estaba bailando bajo una lluvia de hidromiel.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top