19- Mack & Kayley

Chris esquivó por los pelos al camarero que empujaba un carrito cargado hasta los topes con cajas de champán para enfriar.

―Lo siento ―se disculpó el hombre, al percatarse de la identidad de su casi víctima.

―Ha sido culpa mía ―contestó Chris amablemente.

El camarero asintió y desapareció dentro de la mansión. Sin embargo, el jardín y la piscina seguían bullendo actividad. Mirara a dónde mirase, un empleado de la casa o algún ayudante contratado para la ocasión se afanaba en preparar la zona para la fiesta que tendría lugar pocas horas más tarde. Incluso su hermana y sus amigos se habían puesto a trabajar nada más volver del instituto.

―¡Chris!, ¡ven a probar el Vesubio! ―lo llamó James desde una de las esquinas, donde un volcán artificial de unos tres metros había sido colocado.

―Ni se te ocurra encenderlo, James ―lo reprendió Liber mientras ella y Fred revisaban el equipo de música.

―¿Qué echa? ―preguntó con curiosidad Rose, llevando hasta la barra la tercera caja con vasos de plástico rojos.

―Espuma, cerveza, nieve... Nunca lo sabes hasta que está en marcha ―Chris sonrió con nostalgia―. Cuando celebramos la victoria del campeonato de waterpolo, alguien se las apañó para llenarlo de amortentia. Estuvo lloviendo poción rosa durante veinte minutos. Aquella fiesta fue una locura.

A veces, extrañaba su época de adolescente. Luego vio a los hermanos Malfoy junto a la piscina, colocando luces mágicas y discutiendo en susurros sobre un tema indudablemente de índole amorosa, y desechó el pensamiento... Las fiestas estaban bien, pero a esas alturas de su vida no cambiaría la tranquilidad de su relación estable con Lennon por todos los affaires que había vivido con sus compañeras de curso cuando tenía diecisiete años.

―Alucinante ―dijo Lorcan mirando el volcán artificial con un brillo travieso en los ojos.

―Voy un momento a casa de Mack ―Chris se acercó a Liber y le dio un beso en la mejilla―. ¿Podrás encargarte de todo durante veinte minutos?

―Nosotros la ayudamos ―dijo Fred, saliendo de detrás de uno de los altavoces.

―Eso es lo que me preocupa ―respondió Chris divertido.

Liber sonrió y empujó suavemente a su hermano hasta la salida:

―Vete tranquilo, y convence a Mack para que venga.

―Qué fácil es decirlo ―contestó él con un suspiro resignado.

―Si alguien puede, ese eres tú ―Liber alzó el pulgar para darle ánimos, antes de girarse y volver junto a sus afanados amigos.

Chris solo tenía que cruzar la calle para llegar hasta la verja de la mansión Hansen. Como de costumbre, ni el coche de Barbara ni el de Craig Hansen estaban aparcados en la entrada. Él seguiría en Hollywood, ultimando los detalles para producir una nueva película, y ella era la miembro del Consejo que más tiempo pasaba en la sede.

En el salón principal de la casa, que conocía casi tan bien como la suya, había una mesa de billar reglamentaria con las bolas esparcidas en una partida a medio jugar. Chris supo enseguida que Jasper debía de estar cerca, ya que Mackena nunca dejaba nada a medias.

―¡Mack! ―gritó desde la base de las escaleras, a medida que subía hacia el segundo piso―. Más vale que estés vestida, porque voy a entrar en tu habitación ―avisó.

―Como si eso te hubiera detenido alguna vez ―Mackena abrió la puerta justo antes de que su amigo llegase al último escalón. Llevaba el pelo rubio recogido en un moño improvisado, las gafas de pasta que usaba para andar por casa, y vestía tan solo una camiseta enorme de los Rolling Stones. Chris sonrió al verla, él tenía una igual, se las habían comprado juntos en un concierto cinco años atrás.

―Qué guapa estás ―dijo él burlón, pasando a la habitación de su mejor amiga.

―Bueno, no tengo el estilo de pasarela de Lennon, pero me las arreglo ―contestó irónicamente a la vez que volvía a tirarse en la cama, donde había dejado su portátil abierto―. Si has venido para intentar persuadirme de que vaya a la fiesta, olvídalo. Es mi primer fin de semana libre desde las vacaciones. He pagado la mensualidad de Netflix y quiero ponerme al día con Juego de Tronos.

El chico se sentó en la cama, al lado de la rubia:

―Por favor, Mack ―suplicó―. Teddy está en LA con mi padre, Harry y Ron; mi madre lleva toda la semana en Milán y Lennon se ha llevado a Victoire a San Francisco, a una gala benéfica por la conservación del lince boreal... O algo así ―añadió con gesto pensativo―. No puedo vigilar yo solo a casi doscientos adolescentes.

―O sea, que soy tu última opción ―Mackena se cruzó de brazos―. Mira que tienes morro, Blanchard.

―Por favor, Mack. Piensa en los pobres críos, ahí solos, rodeados de alcohol y habitaciones vacías, sin supervisión de ningún adulto...

Mackena no pudo evitar una carcajada. Hasta Chris se echó a reír al escucharse a sí mismo. ¿A quién pretendían engañar? Por mucho que lo intentasen, sabían que no podrían controlar ni siquiera a sus hermanos.

»En serio, me apetece que vengas ―dijo él finalmente, cuando pudo parar de reír―. Tengo que estar en la fiesta, si no, no me quedo tranquilo. Pero se me hará mucho más llevadero si estás conmigo.

La chica suspiró. Nunca había sabido decirle que no a Chris.

―De acuerdo ―resopló―. Pero no pienso ponerme un biquini ―Lo señaló con el dedo índice, pero tuvo que apartarse cuando vio la sonrisa traviesa apoderarse del rostro de su mejor amigo. Eso solo significaba una cosa: ataque de cosquillas.

―¡Puedes correr, pero no esconderte! ―exclamó Chris divertido, mientras perseguía a la rubia por la habitación.

Mackena le lanzó un cojín, luego la almohada, y hasta un par de osos de peluche que conservaba desde su infancia y se había negado a tirar... De poco le valió la resistencia, en menos de un minuto ya estaba tirada en la alfombra, con Chris encima, haciéndola morir de risa.

―Vale, vale, me rindo ―rogó entre carcajadas.

Chris se apartó al fin, dejándola respirar

―Me encanta ganar ―dijo con sorna. Se dirigió al armario de la rubia, y rebuscó en el fondo, hasta dar con una caja de Tommy Hilfiger todavía sin abrir, uno de los muchos vestidos que su madre le había obsequiado a Mackena, y que ella apenas usaba, no por desprecio, sino porque no iba demasiado con su estilo. No es que Mack no fuera muy femenina, sí usaba faldas y vestidos a diario, pero nunca nada excesivamente sexy. Chris dejó la caja encima de la cama y se volvió hacia su amiga―. Ponte esto, y déjate el pelo suelto. Hoy ligas seguro ―dijo guiñándole un ojo―. Te espero en el salón.

―¡Eres un dictador! ―le gritó ella justo antes de verlo desaparecer por la puerta―. ¿Y con quién se supone que voy a ligar?, ¿con un amigo de mi hermano? ―se dijo irónicamente, mirando la prenda de ropa extendida sobre la cama―. Muy bien, Mackena, ya estás hablando sola otra vez ―resopló.

Quince minutos más tarde, Chris se encontraba conteniendo una exclamación de admiración al ver a Mackena bajar las escaleras enfundada en un sexy vestido playero azul marino, estampado con una raya blanca y otra roja a la altura de la cintura.

―Cierra la boca, no es la primera vez que me pongo vestido ―se burló ella, llevándose una mano a la cabeza, para hacer notar la trenza que se había hecho―. ¿Qué? No eres mi estilista ―dijo antes de que él pudiera reclamarle que no le hubiera hecho caso con el pelo.

Chris le devolvió una sonrisa divertida.

―¡Mira eso! ―Jasper bajó la escalera seguido de Luke―. ¡Pero si mi hermana tiene culo! Estás guapa Mackie ―dijo sonriendo.

―¿Dónde lo escondías, Mack? ―añadió Luke, que consideraba a la rubia parte de su familia―. Si sales así tendré que plantarme en tu puerta a espantar a los chicos que se acerquen.

―Sois conscientes de que tengo seis años más que vosotros, ¿no? ―dijo ella frunciendo el ceño.

―Es verdad, no podéis mantenerla alejada de los hombres siempre ―intervino Chris con una expresión jovial―. Para eso ya estoy yo.

Mackena alzó los ojos al cielo.

―Menuda panda de machitos.

Los tres soltaron una carcajada.

―¿Os vais ya a la fiesta? ―preguntó Jasper, yendo hacia la nevera de la cocina, comunicada con el salón, para servirse un vaso de refresco.

―Sí, solo quedan un par de horas para que anochezca, la gente ya estará empezando a llegar ―contestó Chris―. Y todavía hay que ultimar algún detalle.

―¿Entonces seréis vosotros las carabinas? ―inquirió Luke con curiosidad.

Mackena asintió:

―¿Venís?

―Iremos en media hora. Hemos quedado en esperar aquí a Bervely y Cass ―respondió Jasper.

―Beverly no quiere llegar sola a casa de Liber ―Luke sonrió de medio lado.

La chica intercambió una rápida mirada de complicidad con Chris. Ninguno de los dos sabía qué había sucedido exactamente entre Liber, Jasper y Beverly. Ambos habían intentado que sus hermanos les contasen lo ocurrido, no por morbo, o curiosidad, sino por preocupación. Desde luego, no era normal que dos personas que siempre habían sido inseparables cortasen su relación de un día para otro... Pero ni Jasper ni Liber habían querido hablar del asunto.

De todos modos, tanto Mack como Chris tenían su teoría, no resultaba difícil imaginar qué había sucedido, y esto había propiciado que el mayor de los Blanchard también enfriase su relación, casi de hermanos, con Jasper.

Pese al silencio de su hermano, Mackena sí sabía una cosa. Estaba arrepentido, y no sabía cómo conseguir el perdón de los Blanchard. Le gustaría que Jasper fuera más sincero con ella para poder aconsejarlo, pero de momento ese no era el caso. No le quedaba otra que esperar a que llegase el día en el que él decidiera abrirse.

―Entonces os vemos en un rato ―Chris posó una mano en la espalda de su amiga y la guio hasta la salida―. Hasta luego.

---

―Esto no es una fiesta. Es una declaración de guerra ―Zoey frunció los labios indignada en cuanto penetró en el terreno de los Blanchard.

Emma, Ryan, Peter y Derek no se aguantaron la risa al ver la irritación reflejada en la expresión de su mejor amiga. La fiesta era sencillamente alucinante, y eso que todavía no había anochecido. En la piscina flotaban colchonetas hinchables de tamaño enorme, y aún sobraba espacio más que suficiente para improvisar partidos de waterpolo; el equipo de música era impresionante, al igual que el escenario; había al menos tres barras de bar repartidas por todo el terreno, comida caribeña, varias tarimas para bailar, mesas de beer pong, futbolines, billares, dianas de dardos, el famoso Vesubio... Y gente, mucha gente. Los chicos vestidos solo con su bañador y la mayoría de las chicas con biquinis, mini shorts, o veraniegos vestidos y pareos.

»¡Seguro que es ilegal! Emma, no debería estar permitido organizar macrofiestas a menos de una semana para el baile ―volvió a protestar Zoey―. Es evidente que están comprando a los votantes ―añadió alzando los brazos―. Tenemos que revisar el reglamento de la nominación, seguro que pone algo al respecto.

Ryan le acarició la melena dorada intentando calmarla un poco.

―Están de cumpleaños, Zy. No se le puede prohibir a nadie que celebre su cumpleaños ―dijo con una sonrisa tranquilizadora, aunque sin ser capaz de ocultar cierto deje divertido.

―Pues debería estar prohibido cumplir años en estas fechas ―La capitana de las animadoras se cruzó de brazos, pero los volvió a abrir en un gesto de estupefacción cuando su mirada se posó sobre un atractivo hombre de mediana edad―. ¡¿Ese es Adam Levine?! ―gritó―. ¡Venga ya! ¡se han traído al cantante de Maroon 5! ¡Y qué más!

Emma y Peter hicieron el amago de ir hacia el músico, pero Zoey los retuvo a los dos, agarrándolos por los brazos.

―Ni lo soñéis ―les advirtió.

―Pero quiero una foto con Adam Levine ―contestó Emma.

―Va a cantar un par de canciones, pero después tendrá tiempo para todas las fotos necesarias ―Taylor se acercó, acompañada de Roxanne. Las dos vestían traje de baño, Taylor con un pareo y la melena suelta, adornada con una corona de flores, mientras que Roxanne llevaba un mono blanco corto por encima, y una pamela a conjunto para protegerse del sol.

Roxanne les tendió a Emma y Zoey dos vasos llenos de bebida:

―Invita la casa ―dijo sonriente.

La capitana de las animadoras enarcó una ceja cuando vio el lema "Vota por Taylor" grabado en su vaso, sin embargo, enseguida adoptó una expresión imperturbable. Delante de sus amigos podía quejarse, pero no le daría a esas dos la satisfacción de verla cabreada.

―Bonitos vasos ―dijo Emma dando un profundo trago a su caipiriña.

―Hay más, de Agatha, Dominique y Rox ―explicó Taylor―. Este año tienes competencia, Queen.

―Ya veremos ―Zoey alzó su vaso en señal de brindis antes de beber.

---

Nealie agarró a Kayley y Lottie de las manos y, juntas, entraron al enorme jardín donde tenía lugar la mayor parte de la fiesta. El primer impulso de Kayley fue soltar algún comentario sobre el derroche innecesario de recursos y dinero en una sola noche, pero se abstuvo al sentir la mirada de advertencia por parte de Lottie.

―¡Habéis venido! ―Dominique las recibió con una sonrisa radiante, acompañada de Liber y Agatha.

Charlotte sintió una fugaz punzada de envidia al verlas a las tres tan guapas y seguras en sus biquinis, mini vestidos o shorts hiper cortos. Ella no encajaba ahí, esas chicas parecían supermodelos a punto de rodar el especial de baño de Victoria Secret, mientras que ella apenas se había atrevido con un short y una blusa de tiras.

―Ya era hora de me dejaras conocer mejor a tus amigas, Nea ―continuó la semiveela sin dejar de sonreír.

―Son dos genios, me cuesta hacer que se mezclen con la gente normal como nosotros ―contestó Nealie divertida.

Kayley le dio un leve codazo a su mejor amiga y Lottie sonrió tímidamente antes de mirar a las dos rubias cumpleañeras y felicitarlas por su día.

―Esto es para vosotras ―Liber les colocó a las tres recién llegadas unos collares de flores al cuello. Luego miró a Charlotte―. Fred nos ha contado que vas a trabajar con él en un proyecto del programa de música ―dijo sonriendo.

Charlotte sintió inmediatamente las miradas inquisitivas de sus dos amigas. Por algún motivo que ni ella misma se explicaba, no les había contado su reunión de esa mañana con la directora. Se acarició nerviosamente el precioso collar que Liber le acababa de obsequiar y asintió en respuesta.

―Mi primo es un auténtico desastre casi todo el tiempo ―dijo Dominique, interpretando la repentina incomodidad de Lottie como nerviosismo por trabajar con Fred―. Pero no tienes que preocuparte. En lo relativo a la música, es totalmente maduro ―añadió en un intento por animarla.

―Es muy bueno en eso. Se lo tomará en serio ―afirmó también Agatha.

―Gracias ―Lottie solo pudo sonreír enternecida ante el intento de esas chicas, que no le debían nada, por tratar de animarla―. Lo tendré en cuenta.

Los primeros acordes de Sugar comenzaron a llegar desde el escenario y Dominique saltó emocionada.

―¡Al fin! ―exclamó con un brillo en los ojos.

En ese momento Lysander y Scorpius llegaron hasta ellas.

―¡A qué esperáis! No hemos traído al cantante favorito de Dom para que os quedéis de charla junto a la verja ―se burló Scorpius, agarrando a su hermana de una mano y a Liber de la otra, para arrastrarlas con él hasta la base del escenario.

―Venga, vamos a bailar ―Lysander le sonrió divertido a Dominique y le guiñó un ojo a Nea antes de llevárselas también a las dos y hacerle un gesto a Kayley y Charlotte para que los siguieran.

―Lottie ―Kayley alzó la voz para hacerse oír por encima de la música mientras iban tras las cumpleañeras―. ¿Por qué no nos lo contaste? ―preguntó con preocupación.

―Es solo, que aún no estoy cómoda con la idea. Todavía estaba pensando en echarme atrás. Pero creo que ya no ―contestó ella en tono de disculpa―. Siento no haberos pedido consejo.

Kayley negó con la cabeza:

―No pasa nada ―dijo sonriendo―. Lo entiendo.

Lottie le sonrió en respuesta y ambas se abrieron paso hasta Nea y los demás. Sin embargo, Kayley no pudo quitarse de encima el presentimiento de que algo pasaba con sus amigas. Parecía una locura, pero últimamente tenía la sensación de que le ocultaban secretos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top