15- Lennon & Agatha

Apretó los párpados y se llevó los dedos a las sienes, masajeándolas suavemente en un desesperado intento de librarse de ese dichoso dolor de cabeza.

―¿Muchas horas delante del ordenador? ―Willian Aldridge apoyó las manos sobre el escritorio de la mayor de los Weasley.

Victoire alzó la mirada, encontrándose con la divertida sonrisa del fotógrafo.

―Tengo que terminar este artículo, pero estoy en blanco ―contestó con un resoplido de frustración―. Sé lo que quiero decir, pero no me salen las palabras.

El chico se movió hasta colocarse al mismo lado de la mesa que la pelirroja, y luego se sentó en una esquina del escritorio.

―Bloqueo del escritor ―Asintió―. Puede que no lo creas, pero los fotógrafos también sufrimos un síndrome parecido.

―¿Cómo te puedes bloquear para sacar una foto? ―Victoire alzó las cejas genuinamente interesada.

Will se encogió de hombros:

―Depende de muchos factores, la luz, el encuadre, la modelo... ―Sacudió la cabeza―. Eso es lo peor, si no tienes feeling con la modelo o no es profesional, es casi imposible lograr un buen trabajo.

―Por eso Will siempre me escoge para sus sesiones.

Los dos se volvieron hacia Lennon Rode, que se acercaba a ellos con su elegante forma de caminar. La modelo se colocó al lado de su fotógrafo y clavó la mirada en la pantalla del ordenador de Victoire:

»Un bloqueo, ¿eh? Es normal, has escrito seis, ¿siete? artículos en una semana ―dijo Lennon―. Todo el mundo tiene un límite.

La pelirroja suspiró, ya resignada a pasar la noche en las oficinas de la redacción. Ella había aceptado esa noticia a pesar de que la propia Hilarie la había advertido de que se estaba sobrecargando.

―Si vas a casa, dile a Teddy que no me espere despierto, por favor ―pidió.

―Te propongo otro plan ―Will ignoró el tono cansado de la chica―. Si te ayudamos a terminarlo en menos de una hora, te vienes con nosotros a tomar una copa.

Victoire arqueó las cejas y luego sonrió conforme:

―Si terminamos en menos de una hora, invito yo ―dijo―. Pero dudo mucho que lo logremos.

―Oh, cariño ―Lennon ladeó la cabeza y esbozó una sonrisa torcida―. Te sorprendería saber lo que somos capaces de hacer por conseguir lo que nos proponemos.

―Y hoy nos hemos propuesto sacarte de fiesta ―se apresuró a decir Will―. Así que, manos a la obra.

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―¿Se rompió el brazo? ―El rostro de Dominique adquirió un gesto de dolor al imaginar la escena que Agatha le estaba describiendo.

La mayor de los Malfoy asintió antes de pasarse la camiseta del pijama por la cabeza. Su amiga la miraba desde su cama, tumbada de lado y con la cabeza apoyada en una mano, esperando que continuase con la historia.

―La enfermera dijo que no podrá seguir en el equipo este año ―Agatha se dejó caer en su colchón, en frente del de la semiveela―. No sabía que ser animadora podía ser peligroso ―añadió con el ceño fruncido.

―Al menos ahora podrá comer chocolate sin miedo a que Queen la eche ―Dominique se encogió de hombros. Hasta caerse de una pirámide humana tenía su lado bueno―. ¿Quién va a ocupar su puesto?

―Arlette ―contestó Agatha con una sonrisa―. Estaba en las gradas viendo el entrenamiento, y cuando Lea se lesionó, se ofreció a sustituirla para que pudiéramos seguir ensayando la formación. Es buena, la verdad. Cuando terminó el entrenamiento Zoey no le dio opción a rechazar el puesto, ni siquiera le preguntó, le dio el uniforme y le dijo que a partir de mañana era la nueva poste.

Dominique se echó a reír.

»Tenías que ver la cara de Beverly ―continuó Agatha―. Empezó a gritar y a discutir con su hermana.

―Esa chica está loca ―dijo Dominique adoptando un gesto de asco.

―No quería "a más amigas de Blanchard en el equipo" ―Agatha puso los ojos en blanco y se levantó de la cama―. Voy a bajar a la cocina un momento, ¿quieres algo?

Dominique negó con la cabeza.

―Voy a dormir ya ―contestó―. Estoy muerta, Nealie me cae muy bien, pero dentro de la cancha es una dictadora, creo que mañana voy a tener agujetas en todo el cuerpo.

Agatha sonrió y apagó la luz antes de salir de la habitación. Caminó descalza por los silenciosos corredores de la mansión. Los demás debían de llevar ya un par de horas dormidos teniendo en cuenta lo tarde que era.

Al llegar a la cocina, abrió la nevera y sacó una botella de agua fría. Cogió un vaso y lo llenó hasta arriba, vaciándolo casi de un trago, se moría de sed.

―Yo también quiero ―La voz de James le provocó un pequeño sobresalto a la chica―. ¿Me echas?

―Sírvete tú solito ―contestó ella con desdén, dándole la espalda para salir de la cocina, pero él la sujetó por la muñeca.

―¿Por qué eres tan borde conmigo? ―inquirió―. Solo te he pedido un poco de agua.

Agatha apretó la mandíbula y se zafó del agarre del chico.

―Me parece penoso que tengas la caradura de preguntar eso.

Quiso volver a su habitación, dando por finiquitada la conversación, sin embargo, James volvió a impedírselo, esta vez poniéndose delante de ella.

―No te entiendo Agatha, dijiste que habías pasado página ―habló en un tono suave. No quería discutir―. Se suponía que acordamos dejar todo esto atrás, por los demás, ¿no te acuerdas de lo incómodo que fue para Liber y Dom?

―Ahora te importan los demás... ―Una risa cínica escapó de los labios de la rubia―. Déjame irme a dormir, Potter, no estoy de humor.

―Ya nunca estás de humor ―contestó James automáticamente―. Antes no eras así ―dejó escapar un suspiro―. Yo no quiero seguir así, Agatha, quiero que nos llevemos bien. Te he pedido perdón cientos de veces, ya no sé qué quieres que haga para que podamos ser amigos.

La chica tuvo que respirar hondo un par de segundos, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no ceder ante esos cálidos ojos castaños con los que tantas veces había soñado. Pero eso estaba en el pasado.

―No tienes que hacer nada ―contestó impasible―. No hay nada que arreglar, tú y yo nunca hemos sido amigos, ni nada, ni lo seremos ―Volvió a hacer el intento de marcharse. Esta vez nadie se lo impidió.

―Tú fuiste la que no quiso darnos una oportunidad ―La voz de James sonó fría a sus espaldas, provocando que Agatha se detuviera por su propia cuenta.

―¿Y por qué lo hice, James? ―replicó ella intentando sin éxito que las lágrimas no asomaran a sus ojos―. No me digas ahora que no lo sabes. Arruinaste mi reputación, me traicionaste, ¡y por tu culpa perdí a alguien que sí me quería...! ―gritó, ya totalmente fuera de control. Él siempre había sido el único capaz de sacarla quicio, de descontrolar sus emociones.

El chico le devolvió una mirada destrozada. Intentó decir algo, pero ella negó con la cabeza, silenciosamente, rogándole que no le hiciera más daño.

»Escucha, Potter ―volvió a hablar Agatha―. Delante de los demás puedo fingir que estoy bien, pero si de verdad te he importado en algún momento de tu vida, no vuelvas a buscarme a solas ―pidió casi en un susurro―. Porque contigo no puedo fingir.

Subió las escaleras a toda prisa, ansiosa por poner entre ella y James toda la distancia que la mansión permitiese.

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Atravesó el empedrado pavimento que llevaba a lo más profundo del Parque Central de Los Ángeles. Se suponía que el frío no debería llegar hasta bien entrado enero, pero él ya sentía escalofríos. Casi pegó un salto cuando vio la figura apoyada contra la pequeña farola.

―Yo he cumplido con mi parte ―se apresuró a decir el ahora ex piloto del jet de los Blanchard―. Te toca, quiero el dinero ―demandó.

Escuchó una breve y cínica risa, acompañada de un gesto que le heló la sangre: la persona que lo había citado se llevó la mano al cinturón, sacando una fina y elegante varita que lo apuntó al pecho.

El miedo provocó que el piloto se mordiera la lengua hasta sentir un sabor óxido. Debería haber sabido que se estaba metiendo en terreno pantanoso. Nunca debió inmiscuirse en esa guerra.

Avada Kedavra.

Un haz de luz verde le cegó la vista, y luego ya no sintió nada.

―¿De verdad era necesario? ―Un hombre salió de entre las sombras, colocándose a la altura de quien acababa de lanzar el maleficio.

―Era un cabo suelto, había que eliminarlo.

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