1- Chris & Mack

A partir de aquí, cada capítulo será titulado con el nombre de los dos personajes más importantes en el mismo (como en Skins).

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Mackena Hansen odiaba los aeropuertos, los consideraba caóticos, anárquicos y carentes de las medidas de seguridad adecuadas. En más de una ocasión había tenido que intervenir desde su oficina en la sede de Blanchar's Security para evitar que un avión se desviara de su rumbo.

Para alguien como ella, que necesitaba tener siempre todo bajo control, dejar su vida en manos de un piloto y unos cuantos técnicos no era tarea sencilla. Por muchas vueltas que le diera, nunca entendería como todavía podían quedar habitantes en Emerald que prefiriesen los aviones, con sus evidentes riesgos de seguridad, a los rápidos y eficaces trasladores mágicos.

Naturalmente, la maravillosa Lennon Rode tenía que entrar en ese selecto grupo de peculiares individuos que se negaban a aprovechar las ventajas de vivir en la primera comunidad muggle-mágica del mundo.

Con lo fácil que sería llegar directamente al centro de Malibú... pues no, por culpa de la modelo había tenido que conducir cuarenta kilómetros hasta el aeropuerto de Los Ángeles.

Mackena se echó un poco hacia atrás, recostándose contra el respaldo de la silla de plástico... ¡Si es que ni siquiera tenían asientos cómodos!

—Caramel macchiato con doble de caramelo —Christopher Blanchard se acercó a ella portando una bandeja con dos vasos extra grandes de Starbucks y un apetitoso muffin de chocolate.

—¿Te ayudo? —La rubia se mordió el labio inferior, temiendo que su ansiado café no llegase sano y salvo a sus manos.

Mackena y Chris tenían muchas cosas en común; por desgracia, una de ellas era su exagerada torpeza para las cosas más básicas y simples, como llevar una bandeja con bebidas sin derramar todo el contenido por el suelo. Sin embargo, Chris compensaba esa torpeza con una habilidad nata para el waterpolo, una inteligencia asombrosa, un talento fuera de lo normal en lo relativo a la magia, y una sonrisa demasiado encantadora para ser real.

El chico logró llegar hasta la fila de sillas donde ella se había afincado, y le tendió la bebida mostrando una expresión triunfal en el rostro.

—Dije extra de leche, no de caramelo —señaló la rubia con el ceño fruncido.

La expresión triunfal de su amigo cambió a una de desconcierto.

—Iré a por otro —respondió con resignación.

—Es broma Blanchard —Sonrió Mackena.

El aludido enarcó una ceja divertido antes de dejarse caer junto a su amiga.

—¿Desde cuándo eres una bromista, Mack? —Partió su muffin en dos partes y le pasó la mitad a ella.

—Desde que me haces perder mi última tarde de vacaciones para venir a recoger a tu novia al aeropuerto —contestó—. No he podido terminar mi lista de libros para leer antes de septiembre, y eso afecta severamente a mi ingenioso humor sarcástico —Remató la frase dándole un gran mordisco al dulce.

—Lo siento, Mack, sabes que no te lo habría pedido si mi coche no estuviese en el taller —se disculpó el castaño entornando los ojos para adoptar su mejor expresión de cachorrito.

—No me pongas esa cara Christopher —lo advirtió Mackena divertida—. Lo que no entiendo es por qué Lennon se empeña en viajar en el jet de tu familia en vez de usar un traslador.

Chris se encogió de hombros

—No le gustan los trasladores, dice que el cambio de horario tan repentino hace que le salgan ojeras.

—¡Oh! Pobrecita, qué sería del mundo si Lennon Rode apareciese con ojeras —respondió Mackena sarcásticamente, consiguiendo arrancarle una carcajada a Chris.

—Vamos, Mack, ya llevo dos años saliendo con ella, creía que ya empezaba a caerte bien...

—De maravilla —La rubia alzó el dedo pulgar mientras le daba un sorbo a su bebida.

Chris suspiró y enseguida cambió de tema. Nada le gustaría más que, que las dos mujeres más importantes de su vida (exceptuando a su madre y a su hermana, por supuesto), fuesen amigas entre sí, sin embargo, estaba claro que Mack no tragaba a Lennon.

Pese a todo, Chris era consciente del gran esfuerzo que Mackena hacía por mostrarse amable y cordial con Lennon cuando ella estaba presente. Además, ¿quién perdería su última tarde de vacaciones para ir a recoger al aeropuerto a alguien que te cae mal...? La respuesta era sencilla, solo una amiga de verdad.

Posó su vaso en la silla que tenía al lado, junto al enorme ramo de rosas amarillas que había comprado para recibir a su novia. Le pasó un brazo por los hombros a Mackena y le revolvió el pelo, tal y como solía hacer cuando tenían diez años.

—Tengo dos entradas para la conferencia de Stephen Hawking en San Francisco —le comentó al oído—. ¿No conocerás a alguien que quiera venir conmigo? —añadió sonriendo.

Los ojos de Mackena brillaron con emoción, se abalanzó sobre su amigo y lo estrujó en un fuerte abrazo.

La espera no se les hizo larga, el tiempo siempre se les pasaba volando cuando estaban juntos, se conocían de toda la vida y tenían demasiados gustos en común como para poder agotar algún día los temas de conversación.

Sin embargo, cuando el guardia de seguridad del aeropuerto de L.A. llegó hasta ellos, el ambiente animado y alegre enseguida se esfumó. Algo no iba bien.

—¿Es usted Christopher Blanchard? —preguntó el hombre.

—Sí, soy yo —respondió el aludido.

—Debería acompañarme. Ha ocurrido algo con el jet de su familia.

Chris sintió un repentino vacío en el estómago, pero su expresión se mantuvo firme, sabía perfectamente cómo debía comportarse ante este tipo de situaciones, no en vano se había graduado con honores en la Academia de Aurores de New York.

Asintió vehemente y se puso en pie, seguido de Mackena.

—Es un asunto familiar —El guardia clavó una mirada cortante en la rubia—. No se me permite informar a nadie que no lleve el apellido Blanchard.

—Ella es de la familia —se limitó a contestar Chris, dando por finiquitado ese asunto.

El hombre frunció el ceño, pero no se detuvo más, echó a andar por las diferentes salas del aeropuerto, seguro de que ambos jóvenes iban tras él.

No tardaron en llegar a la pista de aterrizaje que los Blanchard compartían con los Hansen y los McClain. La visión que hallaron ante ellos logró echar abajo la actitud firme y comedida de Chris.

La parte delantera del jet estaba totalmente destrozada, y daños graves se extendían por todo el avión. Era imposible que alguien pudiese haber sobrevivido a semejante accidente.

Otros dos miembros de la seguridad del aeropuerto acompañaban a un par de técnicos que examinaban el destrozo.

—¿Qué ha pasado? —Chris se giró hacia el guardia, con la tensión tiñéndole la voz—. ¿Dónde está Lennon? —Agarró al hombre por los hombros totalmente desesperado. Eso no podía estar sucediendo.

—¡Estoy aquí! —Una joven y despampanante morena envuelta en una manta alzó la voz desde la parte trasera de una ambulancia que hasta el momento había pasado desapercibida para Chris y Mackena.

El joven Blanchard corrió hacia ella y la estrechó en sus brazos. Se apartó tras un instante para observar el estado en el que se encontraba su novia. Tenía los ojos enrojecidos de llorar y temblaba ligeramente, fruto de los nervios, pero no parecía haber sufrido ningún daño físico.

—Tranquila, ya ha pasado —Chris volvió a abrazarla, acunando la cabeza de la modelo contra su pecho.

—Ha sido horrible —sollozó la morena.

—¿Qué ha ocurrido, Lennon? —Mackena usó el tono más suave y dulce que fue capaz de articular. Una cosa era que la modelo no le agradara, pero eso no implicaba que le deseara algo así, ni mucho menos—. Es increíble que hayas logrado sobrevivir a semejante accidente.

—Se desapareció —Un joven castaño de penetrantes ojos azules y barba incipiente salió desde la parte delantera de la ambulancia, donde había estado hablando con el medimago y el médico que habían atendido a Lennon.

—Will, ¿qué haces aquí? —preguntó Chris, sorprendido.

—Yo pedí que lo llamaran —contestó la modelo alzando la cabeza hacia su novio—. Estaba nerviosa, no sabía qué hacer... Chris, ha sido horrible —volvió a sollozar.

—Está bien —la calmó Chris, al tiempo que le acariciaba el pelo. Le dolía que tras un accidente como ese, la primera persona en la que su novia había pensado hubiera sido William Aldridge, y no él. Pero eso era lo de menos en ese momento.

—Voy a ver qué han averiguado los técnicos —intervino Mackena, sintiendo que sobraba en ese momento. Le dedicó una sonrisa de consuelo a Lennon, y se alejó de William y la pareja.

Chris vio como su amiga sacaba el ipad del bolso, preparada para cuestionar y superar cualquier conclusión a la que los técnicos hubiesen llegado. Mack no era inteligente, era brillante, no existía ni un solo campo relacionado con la tecnología y la ciencia que se escapara a su comprensión.

—Entonces, ¿te apareciste? —preguntó Chris, volviendo a bajar la mirada hacia su novia. Sabía que Lennon, a pesar de ser bruja, apenas hacía uso de la magia. Prácticamente había renunciado a esta para centrarse en su carrera de modelo.

Ella asintió brevemente:

—No hubo ningún problema en todo el viaje, ya habíamos comenzado el descenso para aterrizar, pero de repente sentí que caíamos mucho más rápido de lo normal —explicó—. Cuando saltaron las alarmas y las mascarillas de oxígeno, yo ya estaba muerta de miedo. Intenté llegar hasta la cabina del piloto, pero estaba completamente cerrada, y sabes que casi nunca llevo mi varita conmigo... —La voz le temblaba ligeramente.

—No tienes que contar nada si no quieres, Lenn —Will se sentó al otro lado de la morena.

—Pero sí que quiero, se lo debo a Chris, era el avión de su familia —respondió ella.

—¡Por Merlín, Lennon! Eso ahora no importa —dijo Christopher.

Ella le devolvió la mirada con una expresión de agradecimiento, no obstante, estaba decidida a terminar de contar lo sucedido.

—Traté de abrir la puerta, de verdad que lo intenté, pero fue imposible, cuando me quise dar cuenta ya estábamos a punto de estrellarnos —continuó explicando—. No me quedaba otra opción que desaparecerme, ni siquiera fui consciente de pensar en un destino. Aparecí muy cerca de aquí, justo a tiempo. Apenas me materialicé, vi como el avión se estrellaba a pocos metros de distancia.

Chris volvió a abrazarla. Entendía perfectamente que su novia se encontrase en ese estado, no solo acababa de pasar por una experiencia traumática, sino que además después de años ignorando su parte de bruja, se había visto obligada a realizar un tipo de magia bastante avanzado y, por si fuera poco, sin varita. Eso dejaría extenuado a cualquiera.

—Has hecho lo qué debías, Lennon. Estoy orgulloso de ti.

—No pude hacer nada por el piloto —gimoteó ella con la cabeza apoyada en el hombro de su novio.

Sin dejar de abrazarla, el chico alzó ligeramente los ojos para mirar a William en busca de una explicación.

—Ha desaparecido, los técnicos dicen que su asiento fue eyectado antes de que el avión se estrellara, así que cabe la posibilidad de que haya sobrevivido, pero todavía no lo han encontrado —explicó.

Christopher asintió y volvió a dirigir el rostro hacia su novia:

—Vamos, Lenn, te llevaré a casa —dijo tras varios segundos en silencio.

—Es mejor que la lleve yo —intervino Will—. Tú deberías quedarte para informarte de lo qué ha pasado.

Chris sabía que debía encargarse de eso, pero cuidar de Lennon era más importante en ese momento. Estaba a punto de replicar, cuando la morena intervino:

—Está bien, iré con Will —aceptó.

—¿Estás segura? Puedo llamar a alguien de la empresa para que venga.

—Nadie puede hacerlo mejor que tú, Chris —Lennon se puso en pie y depositó un rápido beso en los labios de su novio—. Te esperaré en casa.

—Iré lo antes posible —respondió el joven Blanchard.

Con estas palabras, Lennon Rode y William Aldridge se alejaron de él, camino al parking del aeropuerto.

Chris trató de ignorar el nudo que se le había formado en el estómago y se acercó al destrozado avión, junto al cual se encontraban Mackena Hansen y los dos técnicos forenses de guardia.

—¿Dónde está tu novia? —preguntó Mack en cuanto Chris estuvo lo bastante cerca.

—Se ha ido con William —respondió él. La rubia le dedicó una significativa mirada, pero no dijo nada al respecto—. ¿Ya sabéis a qué se ha debido el accidente?, ¿algún fallo en el motor? —preguntó Chris.

Mackena se mordió el labio, y agarró a su amigo del brazo, arrastrándolo hasta una pequeña mesa portable donde habían depositado una especie de maletín naranja.

—¿Sabes qué es esto? —le dijo.

Chris asintió.

—Es la caja negra, todos los aviones tienen una.

—Exacto —respondió Mack—. Guardan el registro de toda la actividad sucedida durante el viaje. Son la parte más segura de los aviones, y prácticamente indestructibles.

—¿Y?

—Está vacía —contestó Mackena—. Completamente en blanco, no hay nada.

—¿Cómo?, ¿la han hackeado? —El chico enarcó una ceja sorprendido.

—¡Por favor Chris, no me ofendas!, si la hubieran hackeado ya la habría desencriptado.

El joven contuvo una sonrisa.

—Insinúas que...

—Que la han hechizado —completó la rubia completamente segura—. ¿Podrías hacer algo para averiguar cuál fue el último hechizo que recibió la caja?

—¡Por favor Mack, no me ofendas! —respondió él, divertido—. Deja trabajar a los profesionales

La rubia puso los ojos en blanco al tiempo que su amigo sacaba la varita del bolsillo trasero de los pantalones y se colocaba ante la caja negra.

Prior incantato —pronunció. Una especie de luz azulada rodeó al maletín, para desaparecer tras apenas un segundo.

—¿Y bien? —preguntó Mackena clavando una mirada ansiosa en el rostro de su amigo.

—No puede ser —murmuró él.

—¿Qué pasa? —insistió la rubia, ya sin poder resistir la curiosidad.

Chris bajó la mirada hacia la chica.

—Le han hecho un fidelio —dijo—. Es un tipo de magia muy complejo, ni siquiera yo sé hacerlo, sirve para ocultar cualquier tipo de información. Parece que alguien tiene mucho interés en que no descubramos qué ha pasado con el jet.

Mackena suspiró.

—Entonces no ha sido un accidente.

Chris asintió, todavía sin apartar la mirada de la caja negra.

—Lo que me pregunto ahora...—susurró, más como si estuviese hablando consigo mismo que con su amiga—... es si ese alguien sabía que era Lennon quien viajaba en el jet, o si lo que querían era hacerle daño a mi familia.

Un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Ambas opciones le resultaban aterradoras.

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Tras varias vueltas en la cama, y contar hasta más de quinientas ovejitas, Liberty Blanchard ya había asumido que esa noche tardaría más de lo normal en conciliar el sueño. No era para menos, a la mañana siguiente regresaría al Emerald Coast Academy después de cuatro años en el extranjero...

Siendo realistas, no había vivido los cuatro años completos en Inglaterra. Cierto que había cursado segundo, tercero, cuarto y quinto en Hogwarts, pero todos los veranos había regresado a Malibú, y la mayor parte de estos los había pasado en los cursos de verano del ECA, durante los cuales había podido continuar en el equipo de animadoras, y seguir viendo a muchos de sus amigos. Sin embargo, ese verano (exceptuando los tres últimos días) se había quedado con los Weasley en La Madriguera, lo que significaba que había transcurrido más de un año desde la última vez que había pisado el instituto.

Liber era consciente de que, durante ese periodo de tiempo, las cosas en el Emerald Coast Academy probablemente habrían cambiado. No sabía qué era lo que se encontraría, y eso conseguía ponerla nerviosa. Temía que sus amigos ya no fueran los mismos que había dejado atrás.

Decididamente, seguir dando vueltas no iba a solucionar nada. Se puso en pie y, con cuidado de no despertar a Rose, salió de la que antes era su habitación, pero que ahora ambas compartían.

Atravesó esos pasillos que conocía como la palma de su mano rumbo a la cocina principal de la mansión. Al llegar a las escaleras de servicio, el sonido de las voces de sus padres hablando en susurros con alguien más, provocó que se detuviera por un instante.

Enseguida identificó a los interlocutores de sus padres, nada menos que su hermano, Harry Potter, Ron Weasley, y Teddy Lupin. Sin embargo, el tono comedido de la conversación no le permitió entender demasiado. En cualquier caso, no estaba interesada en escuchar a escondidas, no era su estilo, y además su familia no era de las que guardaban oscuros secretos que descubriría si se quedaba espiando, así que simplemente bajó las escaleras.

—Con el de Lennon ya van tres ataques en menos de un mes...—Chris interrumpió su discurso en cuanto vio a su hermana—. ¡Liber qué haces despierta! —exclamó esbozando su mejor sonrisa.

—Venía a por un vaso de agua —Ella frunció el ceño—. ¿Han atacado a Lennon? —preguntó entre sorprendida e intrigada—. ¿Está bien? —La novia de su hermano era de las pocas personas que no terminaban de agradar a Liber, sin embargo, sabía que Chris la quería, así que hacía lo posible porque ella se sintiera integrada en la familia. Además, tampoco la conocía lo suficiente como para juzgarla.

—No, no la han atacado —se apresuró a decir Chris.

—El jet ha tenido un accidente y Lennon iba dentro, pero no ha pasado nada grave. Ella está bien, de hecho, está durmiendo en su habitación, como deberías estar haciendo tú —explicó Anthony Blanchard en un tono entre divertido y exhortativo.

—Aquí tienes tu vaso de agua, cielo —Su madre se lo había servido mientras los hombres hablaban.

Liber los miró a todos extrañada. Desde luego esa actitud tan calmada no era normal... En serio ¡hablaban de un accidente de avión!

—¿Me estoy perdiendo algo? —preguntó.

—No seas paranoica Liber —Chris se levantó y le dio un beso en la frente—. Ve a dormir, mañana os espera un día ajetreado.

...Y en eso tenía razón.

La joven Blanchard se despidió de Harry, Ron, Teddy, y su familia con una sonrisa.

Al día siguiente ella y sus amigos ingleses empezarían un nuevo curso en el ECA, el primer instituto muggle-mágico del mundo.

Estaba segura de que su llegada no dejaría a nadie indiferente.

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Hasta aquí el primer capítulo, ¿qué os ha parecido?, ¿alguna opinión sobre Chris, Mackena y Lennon? jejeje. 

En el próximo empezaréis a conocer a otros personajes, espero que os esté gustando, y cualquier comentario es muuuuy bienvenido.

Besos :)

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