29. La verdad

ADVERTENCIA: Capítulo fuerte.

El cuerpo de Analeigh era rígido, cual roca, no parecía nerviosa, pero si pensativa, la mujer golpeteaba sus largas uñas de color rojo sobre el vidrio templado del auto, Liam supuso que aunque estuviera quieta y sin hacer mucho su mente en realidad estaba trabajando cual locomotora sin frenos.

La mujer observó disimuladamente al chico frente a él, senderos de lágrimas adornaban sus mejillas, el esclavo apretaba sus manos contra su pecho, conteniendo las ganas de seguir llorando. No entendía porqué estaba tan afligido, su hija seguía siendo perfectamente virgen y tenía la certeza de que Jonathan nunca la tocaría, ni siquiera con un palo. Una pizca de rabia recorrió el cuerpo de Analeigh, ese esclavo era estúpido, condenadamente estúpido, tenía el poder de acabar con Edgar, pero al ser criado para ser irremediablemente sumiso no se atrevía a luchar por su libertad, ¿qué le costaba seducir a Edgar y mientras estaban en el acto arrancarle el pene de un mordisco, y apuñalarlo con un cuchillo previamente escondido debajo de la almohada? Puede que físicamente fueran similares, pero mentalmente no, ni siquiera en la forma de sus cerebros. Su situación fue distinta, ella tuvo que reducir a un pueblo a las cenizas sin ser ella quien encendiera la mechera, cuando conoció a Liam creyó que, a lo mejor, esperaba a convertirse en esposo legal de su padre para al matarlo él pudiera quedarse con todo, pero tras ver las insanas palizas que le daba, los golpes y las salvajes violaciones supo que frente a ella tenía a una víctima sin deseos sinceros de dejar de serlo.

 — Escucha, Liam — Analeigh apartó la vista de la ventana, cruzando sus largas y atractivas piernas una sobre la otra, con un gesto curioso en su lindo rostro —, quizás no debería decírtelo, pero es mejor así, la razón por la cual Edgar permitió que vieras a tu hija fue para sacarte de la casa durante unas horas, horas en las cuales sus invitados llegaron.

Liam asintió, entendía a que se refería, su padre tenía planeado alguna muestra de dominio sobre él.

— ¿Pensaste en lo que te dije?

Todo el mundo sabe que alguna vez, sea pronto o no, va a morir, Liam no era la excepción, lo sabía y estaba en paz con eso, entendía que lo más probable es que su muerte fuera brutal, una muerte horrible, una muerte no por causas naturales, lo más probable es que muriera a manos de su amo y padre o de alguno de los miembros de UML, pero lo que lo atormentaba era entender que, sin importar que hiciera, en el momento en que muriera habría tenido una vida miserable, llena de dolor, miseria y sufrimiento. Muchas personas no hacen nada especial durante su vida, son casi como un personaje de relleno en una novela, están de fondo, en la oscuridad, como los extras en la televisión, esos que nunca hablan o siquiera tienen voz, Liam no quería eso, no es que esperará convertirse en un médico renombrado o un atleta brillante, solo quería hacer algo con...significado, al menos para él. Conocer el mar, plantar su flor de narciso en la naturaleza, viajar por el mundo, lo que fuera, le daba igual, Liam solo quería salir de esa jaula de oro.

— Sí, lo pensé...— si su vida no tenía significado al menos su muerte si lo tendría.

—  Quizás debas enfrentar a la muerte más temprano que tarde esta vez, pero espero que comprendas que ese es un sacrificio razonable que ofrecer — una vida a cambio cinco (Ariam, Lala, Heaven, Ally y el otro Liam), un precio razonable.

— Lo entiendo.

No esperaba que edificaran una estatua en su honor o algo (aunque si lo hicieron con los violadores y asesinos que masacraron América durante la conquista, ¿por qué no hacerlo para él? Un chico que solo deseaba vivir) solo quería que, al cerrar sus ojos para siempre, tuviera la certeza de que su familia estaría a salvo y lejos de allí.

Sorpresivamente Analeigh se sentó en el borde de su asiento, sus largas uñas tocaron la piel de las mejillas de Liam, las uñas de Analeigh sobre la piel de Liam provocaban una sensación similar a las patas de una araña envolviendo en su telaraña a una mosca, Analeigh se preguntaba si Liam sería un aliado o un bocadillo que devorar. 

— Esos ojos, esos ojos solo demuestran lo especial que eres — Analeigh retrocedió, llevándose las manos al pecho — , mi sangre corre por tus venas, eso es lo que te hace tan especial, somos especiales, Liam, fuertes, valientes, nosotros nacimos con un don: ser escuchados, una sola de nuestras palabras puede dictar una sentencia de vida o...—  ella se encogió de hombros con una sonrisa de picardía adornando sus rojos labios — de muerte; tu belleza es un don que debes apreciar, con tu belleza podrías controlar hasta el hombre más fuerte, eso lo he hecho yo,  algún día, cuando abraces por completo tu belleza y naturaleza podrás hacer que el mundo entero se incline ante ti. Una sola palabra y destruirás a tus enemigos, los mataras sin siquiera empuñar un arma porque alguien más lo hará por ti.

— Yo...yo no puedo matar a nadie — dijo Liam, con una sensación incomoda en el pecho, no podría vivir sabiendo que una persona murió por su culpa.

— Por ahora —  Analeigh se enderezó en su lugar, mirando hacía la ventana —. Alguna vez fui como tú, tenía una familia, una hermosa familia con un hambre voraz, hambre que únicamente podía ser saciada con la carne de los monstruos que habitan esta tierra, por esos demonios disfrazados de ángeles, tenía hermanas y un hermano, era feliz, pero más temprano que tarde tuve que aprender que para dejar de sobrevivir y comenzar a vivir tenía que acabar con aquellos que me deseaban el mal. Tu también lo entenderás, es agotador sobrevivir, es mil veces mejor vivir — el auto se detuvo y con deshaucio el esclavo sexual contempló las hileras de vehículos aparcados en los alrededores de su jaula a la que llamaba hogar, a lo mejor y era una visita rápida y por eso no estaba ningún sirviente llevando los autos al garaje, el chico se dispuso a bajar del auto, completamente desolado por lo que estaba pasando, solo quería tener a sus bebés de vuelta, solo quería ser tratado como un ser humano, con sentimientos y emociones, ¿acaso era mucho pedir? Al parecer sí —. Recuerda, Liam, a partir de ahora las cosas serán diferentes —  Analeigh detuvo al muchacho y lo tomó de las manos —, en el momento en que escapaste perdiste el favor de tu amo, las cosas serán muy distintas, nunca volverán a ser igual pero depende de ti que eso se convierta en algo bueno — la mujer atrajo la cabeza de Liam hacía ella y depósito un beso en su frente, saboreando la suavidad de la piel que quizás podría comer.

Saco con cuidado un pañuelo y se limpio el labial de los labios, regresándolos a ese tono naturalmente rosa rojizo.

Liam se sonrojó ante tal cercanía, sobre todo porque los pechos de Analeigh estaban frente a sus ojos, lógicamente Analeigh estaba muchísimo más desarrollada que Ariam, su cuerpo era atractivo, lleno de curvas, con una piel tersa y brillante, por primera vez en mucho tiempo Liam deseo ser tocado, no sabía que era lo que tenía Analeigh que lo hacía desear complacerla y obedecerla en todos los sentidos. A lo mejor de eso era lo que hablaba, "ese poder".
Ambos bajaron del auto y casi al instante Edgar salió de la mansión, luciendo un traje con corbata muy elegante, Liam retrocedió por instinto, a pocos centímetros detrás de Analeigh cuando notó la fusta en la mano derecha de su padre.

— ¡Hasta que por fin te dignas a llegar! ¿Y bien? ¿Qué los retrasó tanto?

— Tu hijo —  respondió Analeigh, apartándose de Liam, dejándolo totalmente desprotegido y a merced de su déspota amo — , tienes un esclavo muy rebelde, no sabe acatar órdenes. Le dije que solo mirará a la nueva esposa de Jonathan, ¿pero adivina qué? A penas la vio corrió a tomarla en brazos.

Edgar apretó la fusta con rabia, caminando lentamente hacía Liam, sin saber qué más hacer el chico solo retrocedió.

— Parece que aún no has entendido tú situación, Liam —  la espalda de muchacho choco contra la parte delantera del auto, dejando así que Edgar lo acorralara — , si yo te dio una orden tú solo sonríes y obedeces — Edgar levantó la fusta y la azoto contra la espalda de Liam, haciéndolo caer — ¿¡Entendiste!? — otro golpe más hizo a Liam escupir unas cuantas gotas de sangre, el rojo carmesí pinto sus labios y con horror Edgar presencio la similitud entre Analeigh, y su hijo. Liam era una versión masculina, más bajita y delgada de la propia Analeigh, tan similares ¿y qué haría él si no solo lo eran en apariencia?  Le arrancaría las alas para que no pudiera volar, destrozaría su espíritu y martirizaría su alma para que nunca lo pudiera dejar — ¿Por qué no puedes ser simplemente obediente? — otro golpe y Liam se hizo ovillo en el suelo — ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿¡Por qué no puedes ser obediente!? — el quinto golpe fue tan fuerte que Liam pensó que sus ojos saldrían disparados de sus cuencas, al sexto golpe Liam no pudo más y del miedo comenzó a implorar piedad.

— Edgar, basta —  ordenó Analeigh, al instante Edgar se detuvo —, no querrás que tus invitados jueguen con un juguete dañado, ¿o sí? 

— Tienes razón, no puedo arruinar la atracción principal de esta noche — Edgar extendió su mano y enrosco sus dedos alrededor del brazo de Liam, poniéndolo de pie de un tirón — ¿Qué es eso Liam? — las manos de Edgar apartaron el cabello del chico de su frente, revelando una marca de labial rojo, la presión en el brazo de Liam aumento, Edgar tiro con fuerza del chico, levantandolo del suelo — ¡Habla ahora, pequeña puta! ¿¡Quién te beso!? — los ojos de Liam viajaron a Analeigh detrás de su padre, él le imploro por ayuda, ella solo sonrió haciendo un gesto de silencio con su dedo índice sobre sus carnosos labios sin rastro de labial — ¡Responde, zorra! — grito Edgar dándole una bofetada que lo hizo caer al suelo, Edgar se colocó sobre él, comenzó a darle puñetazos en el estómago, con sus piernas aplastaba a las de Liam, lleno de rabia aprisiono los brazos de Liam sobre su estomago, ejerciendo tal presión que el niño sintió a sus órganos contraerse bajo la presión aplastante de sus costillas — ¡RESPONDE PERRA! — Edgar se puso de pie y enterró sus dedos en el cuero cabelludo de Liam, arrastrándolo por el cabello sobre la fría nieve — ¡Leigh! ¿Sabes quién hizo esto? — Edgar lanzó al niño frente a los pies de Analeigh, lo levanto del cabello y descubrió su frente, donde la marca de labial seguía vigente.

— No sé —  Analeigh se encogió de hombros — , intentó escapar en una gasolinera — la mujer sonrió, mirando a los ojos del maltratado chico — , ¿Quién sabe si tenía a un amante esperándolo? Gracias a los dioses lo pudimos detener a tiempo.

En respuesta Edgar encerto una patada en el estómago de Liam.
El chico se retorció en el suelo, apretó sus manos contra su estómago, pero Edgar clavó su pie sobre el brazo izquierdo de Liam, enterrando su filosa suela en su carne.

— Te lo preguntaré una vez más, maldita ramera, ¿quién te dio ese beso? — Liam se negó a responder, pese al gran dolor que sentía, entendía que todo era parte del plan para que Edgar lo matará —. Bien, tomaste tu decisión — a Liam se le helo la sangre cuando frente a él yacía la punta de un arma, misma que Edgar acababa de desenfundar de la funda colgada en su chaqueta —, abre la boca — temblando Liam lo hizo y Edgar introdujo la punta dura e irregular de la pistola en la boca del chico —, más — Liam la abrió más y la pistola se introdujo con gran tenacidad en su garganta —, abre más — ordenó Edgar —, más — repitió —, puedes hacer algo mejor que eso, abre más — Liam abrió tanto su boca que pensó que su mandíbula se trabaría, la punta de la pistola descendió hasta su garganta profunda, provocando una leve arcada que rápidamente fue suprimida por el propio chico, varias lagrimas saladas se filtraron en su boca, ¿eso era todo? ¿Así iba a morir? Que patetico —. Lamela — ordenó, temblando la lengua de Liam se paseo por todo la punta del arma, sin dejar de mirar a su padre a los ojos, en una suplica silenciosa que no pudo suprimir por sus deseos de vivir —. Cierra los ojos — una ultima mirada aterrada fue lo que le dedico el hijo a su padre, una venganza silenciosa, que esa mirada destrozada siguiera a Edgar hasta el fin de sus días. El esclavo cerró los ojos, aceptando su destino. Liam chilló al escuchar el sonido de un disparo, pero el dolor jamás llegó —. Ponte pie — Liam abrió los ojos notando que su padre ya había sacado la pistola de su boca, con temor regreso la vista detrás de él, al lugar donde su progenitor apuntaba, allí yacían sin vida los cuerpos de los dos hombres que lo habían llevado a ver a Ally —. Malditos buenos para nada, tenían un solo trabajo y no pudieron cumplirlo, ¡Que te pongas pie! — gritó tirando del cabello de Liam levantándolo, los ojos de Edgar bajaron hasta debajo de la cintura de Liam y no contuvo una risa de burla —. Eres un miedoso, una auténtica basura, ¿tanto miedo me tienes? — Edgar envolvió su brazo alrededor de la cintura de Liam y lo atrajo hacía su pecho, al tenerlo tan cerca colocó la punta del arma sobre la intimidad de Liam —. Esto es tan vergonzoso, no pudiste contenerte, ¿verdad? — Liam cerro los ojos sintiendo la presión del arma sobre su intimidad —, ni siquiera yo logró que te corras tan rápido, supongo que esto es lo que te gusta, ¿verdad? Que te traten mal, a puesto a que deseabas ser tocado de forma brusca — Edgar guardo su arma y con violencia froto sus dedos sobre la frente de Liam, quitándole la marca de labial de la piel —. Ve a cambiarte, ponte el traje que deje en tu habitación y baja enseguida — Edgar lo tiro del brazo entrándolo a la mansión por una puerta trasera y lanzandolo hacía las escaleras, el hombre miro con asco las gotas que Liam había dejado en la alfombra tras miccionar del susto —. Llamaré a la sirvienta para que limpie este desastre — apenas lo dijo una esclava doméstica llego y con un balde, y una esponja comenzó a limpiar — ¡No hagas eso idiota! — grito Edgar haciendo a la mujer encogerse en el suelo — ¡Esa alfombra vale más que tu vida! Limpialo con la lengua — la mujer obedeció sin dudar, limpiando las gotas con su propia lengua. Edgar regresó la vista a Liam que subía las escaleras rápidamente, pero una chispa de rabia lo lleno al ver que iba en la dirección incorrecta — ¡Imbécil! ¡Dije que fueras a tu habitación! ¡No al ático!

— Pero...ahí es donde tú me ordenaste dormir, en esa habitación en el ático —  Edgar comprendió la confusión y con sus manos en sus sienes le dio una pequeña sorpresa.

—  Puedes regresar a tú habitación principal.

Una pequeña luz de alegría en la vida tan sombría de Liam. Regresar a su amada habitación, a su lugar favorito en su jaula de oro y marfil. Liam entró en el lugar notando con tranquilidad que todo estaba tal y como él lo había dejado, en su cama descansaba un crop top negro traslúcido de malla con velos, con el pecho abierto en su mayoría pero estratégicamente cubierto para no dejar ver sus botones rosas y una más que diminuta ropa interior que no cubría casi nada, dejando poco a la imaginación, en su cintura iba una cadena dorada de la cual descendían varias cadenas plateadas con velos transparentes de color rojo que se enganchaba a dos puños de oro en sus tobillos, también habían unas pulseras y otros adornos, el traje le recordó a las imágenes de las doncellas en los harenes de algún rey, puede que ellas estuvieran felices de ser violadas y darle hijos a su captor, pero Liam no, él nunca quiso darle un solo bebé a su padre, pero estaba ahí, obligado a obedecer. El chico miró desconsolado la cantidad insana de cadenas y lo poco de la tela, sin duda alguna lo iban a violar. Sin más alternativa se dio un baño rápido y se colcho aquél incomodó traje, al ponerselo casi lloro, una vida así no era vida, solo deseaba que Edgar lo matará sin tanto dolor. Se colocó una bata de seda y bajo lentamente las escaleras, encontrando a su padre al final de ellas, con un nuevo traje, a lo mejor y lo había untado un poco con su orina.

— Vaya, eso fue rápido — Edgar lo atrajo al final de las escaleras y contempló con codicia el cuerpo de su hijo —, que bueno que no te quedaron marcas de nuestra pequeña pelea, necesito que seas obediente, lo que paso hoy no se puede repetir.

— Pero...¡Es mi hija! — Liam tomó el brazo de Edgar, lo miró de forma suplicante y dijo las palabras que sabía que Edgar deseaba oír — ¡Nuestra hija! Ally es nuestra hijita, padre, ¿Cómo puedes dañarla así? Por favor, permíteme cuidar de ella — pero para su desconcierto en vez de caer bajo dulces palabras Edgar solo apartó su brazo con violencia, Analeigh tenía razón, ahora las cosas nunca serían como antes, ahora le sería imposible volver a ganarse el favor de su padre.

— Eres demasiado blando, Edgar — comentó Analeigh, llegando al lado del hombre y el muchacho —, un esclavo no debe ni siquiera tutear a su amo. ¿No crees que necesita un castigo ejemplar? ¿Qué pensarán los otros esclavos cuando se enteren que el gran Edgar Al Bhatt no puede dominar a su juguete? Si esto sigue así los esclavos comenzaran a despreciar a sus amos, los Villanelle y los Zaragoza confían plenamente en ti, ¿Acaso crees que las dos familias más poderosas de Un Mundo Libre permitirán que alguien que no es capaz de dominar a su esclavo sea un señor de alto rango?

— Analeigh tiene razón, necesitas una lección, Liam, una lección que jamás olvidarás — Edgar aprisiono el rostro de Liam en sus manos y le dio un beso viscoso, un beso forzado —. Vendré a buscarte en unos minutos — Edgar extendió su mano a Analeigh — ¿Vienes, Leigh? — la mujer negó.

— Deje a mi esclavo con un castigo en casa, tengo que regresar.

— No sé cómo haces para que te obedezca en todo — Analeigh se cruzó de brazos presumida.

— No es tan dificil, solo tienes que hacerle entender que tu eres el amo y él es el esclavo, yo se lo deje en claro a la primera — Analeigh se dirigió a la puerta, mientras Edgar caminaba hacía la sala —. Recuerda, provocalo — susurro al pasar al lado de Liam.

Provocarlo era fácil, desde que tenía memoria Edgar siempre tenía una excusa para violarlo, a veces hacía gimnasias mentales solo para poder abusar de él con una justificación. 

— Liam — el chico contempló a Marianne, llegando de la sala, la mujer lo miró con pesar y le extendió la mano para que él la tomará —. Vamos, tu padre te espera.

Liam se negó a tomar la mano de Marianne, acción que sorprendió a la mujer.

— ¿Qué sucede, pequeño? — cuestino intrigada por tal comportamiento impropio del muchacho.

— ¿Por qué no me protegiste? — le preguntó Liam a Marianne — ¡Eres mi madre! Debería importarte, aunque sea un poco, ¿por qué no me cuidaste?

La mujer le dedico una mirada de dolor y lo guío hasta la sala en completo silencio. Liam se mordió los labios al ver que la sala estaba repleta de personas, llena de almohadas y muebles, todos vestidos de manera elegante mientras devoraban los aperitivos que los esclavos domésticos entregaban por todo el enorme lugar.
A penas Liam llegó Edgar lo tomó de la mano y lo hizo caminar a su lado, frente a la gran multitud.

— ¡Atención! ¡Atención! Lo que prometo, lo cumplo, ¡He aquí Liam, la belleza hecha hombre! — una oleada de comentarios morbosos fue lo que escucho Liam, se sentía tan diminuto e indefenso, con sus manos intentó cubrir su cuerpo, pero al hacerlo Edgar lo tomó con brusquedad y le quitó la bata de seda, dejando aún más al descubierto, intentó abrazarse asi mismo, pero un pellizco le hizo bajar las manos, colocándolas a sus costados, Liam bajó la mirada y apretó los puños mortificado, odiaba sentirse como un animal en descomposición con buitres hambrientos rondando a su alrededor — ¡Denle la bienvenida a mi esclavo, el hermoso Liam! — aullidos de felicidad y lujuria hicieron temblar las ventanas, Liam miró a su alrededor, por donde sea que mirara habían personas, la sala tenía 10 metros de largo y 20 de ancho, pero estaba hasta el techo de personas —. Estoy seguro de que les darás mucho placer — susurro Edgar.

— Vaya, Edgar, creí que exagerabas, pero es cierto, es un muchacho encantador.

— ¿Encantador? ¡Su belleza opaca al mismísimo sol!

— ¡Que gran amigo eres, Edgar! ¿Enserio nos vas a prestar a semejante belleza para entretenernos esta noche? Que los dioses te llenen de paz.

Murmuraban las personas con sus ojos vistos en el indefenso chico.

Liam miró a su alrededor alterado, por donde mirara habían hombres y mujeres, devorandolo con la mirada, con sus dedos temblando de impaciencia por tocar su cremosa piel, el pánico de Liam aumento al notar que él era el único esclavo presente, dándose cuenta de lo que estaba por pasar.

— ¿Y los otros sumisos? ¿Dónde están los otros esclavos, padre? — Edgar le dio una fuerte bofetada, misma que lo hizo tambalear y provocó una erección en más de uno.

— "Amo", maldito bastardo, ya no soy tu padre, a partir de hoy soy solo tu amo y tu mi esclavo.

— ¿Dónde están los otros esclavos...— Liam hizo una pausa, jamás pensó odiar tanto una palabra, pero sabía que a partir de ese día sería parte de su vocabulario, de forma permanente — amo?

— No hay más esclavos, Liam, hoy no. ¡Les prometí a mis amigos que se podrían deleitar con tu belleza! ¡Que podrían hacer lo que quisieran contigo! Ningún esclavo es capaz de compararse con tu hermosura, así que ¿para qué traer más? —  Edgar tomó el mentón de Liam con suavidad, el aliento caliente de Edgar envolvió el rostro de su esclavo, "Por favor, no hagas esto" leyó Edgar en los ojos de distinto color que poseía su hijo, por un momento quiso tomarlo de la cintura y cargarlo sobre su hombro, llevándolo lejos, muy lejos, donde nadie más pudiera si quiera mirarlo, llevarlo a una isla desierta y encerrarlo en una jaula donde ni siquiera el sol pudiera presenciar su belleza, pero al contemplar los ojos lujuriosos de sus amigos y amigas el hombre entendió que faltar a su palabra podría traer grandes consecuencias, pese a que su amor por Liam era grande, más grande era su amor al poder y no lo pensaba perder, incluso si eso significaba destrozar a la persona que más amaba en el mundo — Contigo es más que suficiente — Edgar extendió su mano y Liam, sin saber cómo podría sobrevivir, la tomó, el hombre dio unos pasos al frente, con Liam temblando a su lado y la mirada clavada en el suelo —. Es un hermoso esclavo, ¿no creen? — una afirmación unísona hizo eco por la habitación —. Bien, pues él me confesó que le haría muy feliz complacerlos y servirlos durante toda la velada.

Las lágrimas picaron los ojos de Liam, iba a morir, sin duda alguna iba a morir, las orgías en donde lo habían forzado a participar en solitario, como el principal juguete era de cuatro, máximo seis personas, en esa gran habitación habían más de 21, también había participado en orgías de tal magnitud, pero nunca en solitario, siempre habían más esclavos y esclavas que pudieran usar, pero al parecer ese día solo lo iban a usar a él.

Edgar llevó a Liam al centro de la habitación e intentó retroceder para irse pero Liam lo detuvo.

— ¡Por favor, amo! — suplico Liam aferrándose a la mano de Edgar — ¡Mi cuerpo no soportara a tantas personas! ¡Usted sabe que mis heridas no han sanado aún! — contemplar tanta desesperación casi hace a Edgar llorar, pero como todo un señor de alto rango se contuvo y apartó de un manotazo a Liam.

— Es tu deber, naciste para esto Liam, para complacer y satisfacer. 

Edgar se alejó, dejando a Liam en medio de los buitres, sentándose en un mueble a pocos metros de la multitud, observando todo con Marianne de pie a su lado.

— ¡Provecho! — dijo Edgar, dando su permiso para que hicieran lo que quisieran con su hijo y esclavo.

Poco a poco cual bestias se acercaron, con sus mentes trabajando a mil por hora, preguntándose qué parte tocar primero.

— ¡Será una noche inolvidable! — grito uno de los hombres, con su aliento lleno de la embriaguez del vino.

Temeroso Liam intentó irse, pero fue detenido por Willa, quien volvió a colocarle en medio de las lujuriosas personas.

— Escuche que eres un gran bailarín, ¿por qué no nos muestras tu talento con la danza? — no era una pregunta, era una orden.

La mujer alzó las cejas con malicia, ordenandole que comenzará.

— ¡Baila! 

— ¡Vamos, mueve esas caderas! 

— ¡Baila! 

— ¡Danza para nosotros!

Gritaron algunos cuantos, sin más opción el muchacho muy ligero de ropa alzó lentamente sus brazos, moviéndolos con delicadeza, sus caderas se movían de un lado a otro con ligereza y sus muñecas imitaban el movimiento de las olas del mar, siguiendo la melodía de la música.

— ¡Que bello es Liam!

Pero aunque todos reían y hablaban animadamente Liam lloraba, dejando que numerosas lágrimas adornaran su angustiado rostro, pero incluso así era hermoso. Desesperado por tocarle uno de los hombres tiro de uno de los velos en su cintura, pronto un mar de dedos y manos desgarraron lo poca ropa que lo cubría, comenzando a pellizcar, lamer y apretar, sin previo aviso distintos objetos (no sabía si eran penes o dedos) entraron en su interior, diversas lenguas invadieron su garganta, diversas manos tocaban y pellizcaban sus botones rosados, dientes se clavaban en todo su cuerpo y los hombres se pelaban por ser el primero al que le hiciera un oral.

Edgar presenciaba todo a la lejanía, escuchando los gemidos de sus amigos y los gritos ahogados de Liam, tenían listos los kit de adrenalina para traerlo de regreso si se desmayaba. Una mujer y dos hombres se divertían con Liam, mientras otros dos hombres forzaban al chico a masturbarlos con sus manos. Así los minutos fueron pasando, con personas entrando y saliendo del cuerpo del chico, el par de ojos abastados de lágrimas de distinto color miraban hacía Edgar con suplicá, pero él no se movió. 
Permaneció allí, quieto, observando como destrozaban a su hijo, el chico ni siquiera podía gritar, su boca siempre estaba ocupada con la intimidad de alguien. ¿Cómo terminó así? Cuando Edgar sostuvo a Liam por primera vez supo que había encontrado al amor de su vida, quería protegerlo, hacerlo suyo, ser la causa de sus risas pero nunca de sus llantos, deseaba tocarlo y que él rogara ser tocado, quería amarlo y ser amado, pero eso nunca fue para ellos, aún recordaba la mirada de aquél pequeño niño, la forma como lo miraba mientras se negaba a quitarse la ropa y le preguntaba <<Lo que me haces no es normal, ¿verdad?>>, ahí inició la pesadilla, nunca supo quién lo arruino todo, lo único que sabía es que alguien le había contado a su hijo que lo que hacían juntos no era normal y Liam comenzó a rechazarlo, a decir <<NO>>, a negarse a estar con él, a besarlo en la boca y dormir juntos sin ropa. Liam siempre fue muy cariñoso, le encantaban los abrazos y siempre obedecía sin pensar, pero desde ese día lo rechazó, algo en su niño cambio, alguien lo cambio, lo hizo despertar de su burbuja de perfección y lo trajo a una horrible realidad: una realidad de abusos. Nunca quiso comenzar a forzarlo, pero Liam tenía que entender que su lugar estaba a su lado, debía obedecerlo, siempre, siempre.

Sin una pizca de cuidado clavaron la tercera jeringa de adrenalina pura en el brazo del chico, descargando su contenido en su interior, volviendo a despertarlo de un golpe, para seguir siendo abusado y maltratado. Eso nunca debió pasar, Marianne no debería estar a su lado, debía ser Liam, debía ser Liam quien estuviera sobre Edgar, saltando en su intimidad, ignorando por completo la orgía detrás de ellos, concentrándose en su esposo, en su amor y en su placer, en Edgar, pero no, Liam no estaba sobre él, besándolo o gimiendo en su oído, estaba a varios metros, saltando sobre otros cuerpos, gimiendo, de dolor, pero gimiendo para otros. No podía seguir así, eso no era vida, esa no era la vida que Edgar quería, algo, debía haber algo que pudiera hacer para poder a comenzar otra vez.

— ¡ES SUFICIENTE! — gritó Edgar, haciendo que las lujuriosas manos de sus invitados dejaran el cuerpo del chico inconsciente, lleno de semen y otros fluidos corporales en el suelo —. No querrán desgastar por completo a mi esclavo ¿Verdad? Pero no pongan esos rostros de decepción, regresen a sus lugares y debajo de cada uno de sus asientos encontrarán una carta con un número, ese número corresponde a una habitación, allí esclavos y esclavas, los estarán esperando para complacerlos en todos los sentidos, los sumisos y sumisas más bellos de nuestra casa de placer, Nugas, aguardan a ser reclamados por ustedes ¡Gosenlo! — animados los amigos de Edgar corrieron a sus sillas buscando sus cartas, yendo en busca de sus nuevos esclavos.

Willa, quien no participó en la orgía se acercó a Edgar, con una sonrisa lastimera.

— No pudiste soportar que alguien más lo tuviera, ¿Verdad?

Pero Edgar la ignoró, la mujer se retiró, sin interés alguno de ir a su habitación. Edgar avanzó lentamente hasta que su sombra cubrió el cuerpo desnudo de su hijo, la piel de Liam brillaba por las gotas de sudor y estaba cubierto hasta el cabello por fluidos humanos, un pequeño río de sangre descendía desde el interior de su glúteos, en su intimidad trasera, hasta el suelo, sus dedos estaban doblados y claramente rotos, para su sorpresa su hijo seguía consiente, lloraba con la vista fija en el suelo.

— Liam...— Edgar se quitó el saco de su traje elegante y cubrió la desnudez de su hijo, y al hacerlo por fin cayó en la inconsciencia.

El hombre abrazó a su hijo y lo alzó en brazos escuchando el traqueó de sus huesos rotos, estaba lleno de mordidas y moretones, cada centímetro de su lastimada piel estaba llena de heridas.

— Mi pequeño, ¿Por qué fueron tan duros contigo, esposo mío? — se preguntó Edgar llevando a Liam a su habitación, misma que deseaba convertir pronto en una suite nupcial para Liam y para él.

Edgar ignoro los gemidos y extraños sonidos que salían de las habitaciones, sus ojos estaban fijos en el chico inconsciente en sus brazos. Lo llevo a su habitación y lo dejó en la tina, llenándola con agua tibia, lo limpio con cuidado y justo cuando estaba limpiando la sangre de su zona íntima Liam despertó.

— ¡Ah...! ¡Duele! — exclamó, intentando apretar con sus dedos los extremos de la bañera, pero para su sorpresa sus manos estaban atadas con un par de esposas a los lados del borde de la tina — ¿Eh?

— No te preocupes — comentó Edgar, con sus ojos fijos en la destruida intimidad trasera de su hijo —, tienes algunos dedos rotos, no quiero que te lastimes más, ahora, abre bien las piernas.

— No puedo — murmuró Liam agotado —, no siento mi cuerpo, duele demasiado.

Edgar asintió y con sus manos separó las piernas de su hijo, provocando un horrible traqueo de su cadera, Liam sollozo y Edgar deposito un beso en la pierna, tratando de calmarlo, el hombre envolvió sus dedos índice y corazón en dos gasas.

— Esto te dolerá un poco, pero debo limpiar la sangre — Edgar introdujo los dedos en el interior del muchacho, moviéndolos de forma circular dentro de él.

— ¡Ah...! No...umm...no...— murmuraba Liam incapaz de procesar todo el dolor que sentía.

— Ya casi termino.

Pocos segundos después Edgar saco los dedos, termino de lavar a Liam y dejó el cuerpo húmedo, y desnudo del muchacho sobre la cama. Liam respiraba agotado, con los ojos fijos en el techo, nuevamente al borde de la inconsciencia.

— Voy a llamar al doctor Horowitz, ¿Lo recuerdas?

— ¿Cómo olvidarlo? — murmuró Liam cerrando los ojos —, siempre que me violas hasta casi matarme es él quien cura mis heridas.

Edgar suspiro con pesadez levantando el teléfono.

— No digas esa palabra, "violación", que feo suena eso — Edgar comenzó a marcar los números, con cada nuevo número marcado Liam se entregaba más a la nada.

<< Liam... necesito que Edgar te deje medio muerto en el suelo, con fracturas, contusiones, moretones o... directamente muerto>>  la voz de Analeigh resonó en su mente, aún no había acabado, aún no.

— ¿Por qué?

Edgar lo miró extrañado y colgó el teléfono.

— ¿Qué dices, amor?

— ¿Por qué me hiciste esto? ¿Por qué me odias tanto? ¿Hice algo mal? — pregunto Liam en voz suave.

Edgar subió a la cama y se colocó sobre él, frotando los rosados labios del muchacho con las yemas de sus dedos, incluso en tan mal estado seguía siendo lindo.

— Te amo.

— No, no me amas — respondió Liam.

— ¡Claro que te amo! — Edgar intentó tomar las manos de Liam pero al hacerlo recordó sus dedos rotos, por eso sus dedos se posaron en las mejillas del chico —. Te amo, Liam, eres mi esposo, te amo tanto — Edgar se inclinó y junto sus labios con los de Liam, fue un beso suave, tierno, delicado y lleno de sentimiento, un beso que Liam jamás había probado —. Dame tu amor Liam, entrégate a mí y yo cumpliré todos tus deseos.

Liam abrió los ojos lentamente, pero no miraba a Edgar, en su lugar observaba al techo, esperando a la muerte.

— Nunca — dijo, provocando en Edgar un espasmo de sorpresa —, nunca seré tuyo, nunca me entregaré a ti.

Las manos de Edgar bajaron hasta el cuello del chico, apretándolo un poco.

— Por favor, sé que me equivoque, sé que hice algunas cosas malas, sé que te hice daño pero también sé que te puedo hacer feliz — Liam miró con desprecio a su padre, por fin podía decirle sus verdades a la cara.

— ¿Feliz? ¡Tú nunca me has hecho feliz!

— Por favor Liam, no digas eso.

— Pero es la verdad.

— No, no es cierto, yo puedo hacerte feliz.

— ¿Cómo podrías hacerlo? Eres quien me hace triste.

— ¡Mentira! ¡Yo te puedo hacer muy feliz!

— Ni aunque perdiera la memoria volvería a quererte, en realidad nunca te quise.

— Mientes.

— Es verdad, siempre te tuve miedo.

— Cállate.

— Siempre hice lo que quisiste, pero fue por miedo, no por amor.

— Silencio, Liam.

— Nunca te quise, ni como padre, ni como esposo.

— No sigas Liam — suplicó Edgar tapándose los oídos.

— Siempre soñé con irme lejos, muy lejos, lo más lejos posible de ti, ese es mi único deseo, irme lejos y conocer a alguien a puesto, alguien a quien amar, que me haga sentir bien, alguien a quien entregarle mi corazón. Ese alguien jamás serás tú, Edgar.

— ¡Cállate! — gritó Edgar lanzándose sobre el indefenso chico, dándole puñetazos.

Golpe tras golpe Liam fue sonriendo, todo estaba yendo a la perfección.

— Quiero encontrar a alguien que me ame.

— Yo te amo — dijo Edgar dándole otro puñetazo.

— Alguien que me haga sentir amado.

— Yo te hago sentir amado.

Los golpes dolían, pero Liam sabía que su padre se contenía, necesitaba que fuera peor.

— Alguien que me haga el amor como debe ser.

Y Liam apretó el botón de Edgar, prefería verlo muerto antes de estar con alguien más y el diluvio de puñetazos casi mandan a Liam al más allá.

Edgar respiro agotado contemplando sus dedos ensangrentados, cansado se dejó caer sobre el pecho de Liam, sollozando.

— Entrégate a mí, dame todo tu ser, prometo amarte, venerarte, te adoraré por siempre, por favor, se mi esposo, entregame tú corazón, Liam.

— No tengo nada más que darte, nada más, ya tomaste mi cuerpo, mi mente, tomaste todo lo que soy y lo destruiste.

Su cuerpo estaba lleno de heridas y por primera vez en toda su vida también su rostro, lleno de moretones y un ojo morado

— Dame tu amor, Liam, sólo eso te pido.

— Jamás — susurró Liam.

Completamente desquiciado Edgar apretó sus dedos sobre el collar de esclavo de su hijo, apretando con fuerza ahorcandolo.

— ¡Ámame! ¡Maldición! ¡ÁMAME! ¡TIENES QUE AMARME! ¡TÚ DEBES AMARME! ¡TIENES QUE HACERLO! ¡TE AMO! ¡ÁMAME! ¡ÁMAME! ¡ÁMAME! ¡Yo te haré muy feliz! ¡Nadie nunca te amara como yo lo hago! ¡Solo yo puedo darte la vida que quieres! ¡La vida que mereces! ¡Nunca nadie te amara tanto como yo! ¡Sólo puedes ser feliz conmigo! ¡Ámame! ¡Eres mío! ¡Nunca te compartiré! ¡ÁMAME, MALDITA SEA, ÁMAME! — agotado y con el corazón roto Edgar se dejó caer sobre Liam, sollozando, dejando que sus lágrimas cayeran sobre el húmedo cuerpo del chico —. Por favor, te lo imploro, ámame, Liam, ámame — murmuró Edgar sobre los labios de Liam pero él no respondió, el hombre dejó escapar un grito de dolor ante el rotundo rechazo del muchacho — ¿Qué tengo que hacer para hacerte feliz? ¡Dímelo y te prometo que lo cumpliré! — gritó Edgar tirando de Liam, pero vaya fue su sorpresa al notar que Liam no estaba consciente y cuánto más no fue su horror al percatarse de que al ahorcalo terminó ejerciendo tanta presión sobre el cuello y el collar que provoco que el collar se clavara dentro de la piel del cuello de Liam, provocando una gran cortada, con la mitad del collar dentro de su cuello —. No...no...no...¡No! ¡NO! ¡DESPIERTA, LIAM! ¡DESPIERTA! ¡POR FAVOR, ESPOSO MÍO, DESPIERTA! ¡CARIÑO, DESPIERTA! ¡LIAM DESPIERTA, TE LO SUPLICO, DESPIERTA! — rogó Edgar abrazando el cuerpo de Liam, pero por más que gritó y suplicó el muchacho no despertó, ni siquiera cuando llegó el doctor.

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