24. Otro Grimore más del montón

ADVERTENCIA.

ESTE CAPÍTULO CONTIENE ESCENAS FUERTES.

Allí arriba, en las montañas alrededor de Newfane, existe un lugar al cual nadie puede acceder con facilidad, aquél lugar es constantemente atormentado por el sonido metálico de lo que alguna vez fue la maquinaria con la que se edificó el pueblo. Aquel lugar es Grimore. Las abandonadas instalaciones de construcción que alguna vez trajeron dinero a Newfane ahora se veían olvidadas y abandonadas por el mismo pueblo que alguna vez con tanto esmeró riquezas ofreció, ahora el tiempo consumía aquél lugar.

O eso es lo que todos en Newfane se esmeran en creer. Habían muchas otras instalaciones de construcción en distintas ciudades, en los bosques y montañas, lugares de difícil acceso e imposible escape, ésos son Grimore, ocultos bajo las hojas de los grandes arboles, son pocos los que saben que están ahí y mucho más pocos aquellos que saben su verdadera función, pero ahí están, entre las montañas de cualquier pueblo o ciudad, ahí están esperando a que nuevas victimas sean llevadas al lugar.

Liam se subió los tirantes de arnes erotico tratando de cubrirse los hombros y revisó su reflejo por enésima vez, asegurándose de verse...hermoso, solamente hermoso y provocativo. Jamás pensó que desearía verse provocador algún día, pero ahí estaba, tratando de que su boca se viera apetecible para besos, su cuerpo para caricias y su intimidad para ser destruida con una artillería de penetraciones dolorosas, y confusas. Él no se consideraba una persona especialmente vanidosa, pero los dos últimos días se la había pasado esmerandose en verse mejor que nunca, necesitaba ser el mejor esclavo posible, no importa cuantas veces tuviera que gemir o cuantos penes tuviera que chupar, cuanto tuviera de bailar o dejarse violar, lo haría todo, todo por su bebé. Liam lo intentó todo, romper la puerta, romper el piso, lo que fuera, pero al igual que asquerosos collar en su cuello solo había una persona que pudiera abrir el armario y el dueño de esas llaves era su padre. El muchacho ajustó las pantimedias en sus muslos y terminó de abrochar los botones de la camisa de su padre, a él le encantaba verlo con su ropa, otra forma de decir que Liam era suyo.

Durante dos días el chico se negó a dormir y cumplió cada petición de su progenitor sin importar lo asquerosa, denigrante o dolorosa que fuera, Edgar tenía la creencia de que la obediencia es el máximo acto de amor y Liam amaba a su padre, también se adelantaba a sus caprichos y lo complacía incluso antes de pedirlo, así de bien lo conocía, era su forma de decir que estaba rendido y que nunca más lo desobediencia, era suyo, punto final, ahora, devuélveme a mi bebé.

Podía escuchar a su padre gritando por teléfono desde la sala, algo sobre un psiquiátrico y un paciente en especial, pero Liam no le prestó mucha atención, si no conseguía que su padre tuviera al menos un orgasmo en el día podría perder a su bebé. Sabía que Heaven seguía vivo, lo escuchaba moverse, también escuchaba uno que otro quejido débil, debía apresurarse o Heaven moriría.
Con la seducción emanando de su cuerpo bajo las escaleras pensando en qué hacer para complacerlo, lo haría todo, sin importar lo denigrante o humillante que fuera, no le importaba si su padre le ordenaba arrancarse los dedos al ritmo en el que era penetrado, lo que fuera por su hijo.

— Padre — Liam asomó tímidamente su cabeza por una puerta pero dejando ver una de sus piernas con las medias que a su progenitor le gustaba, Edgar siempre decía que Liam lo provocaba, ahora sí lo provocaría, sería exactamente la zorra sucia que su padre dijo que era, el chico temía que su pregunta pudiera hacer enojar a Edgar, pero era tarde, ya estaba enojado, rogaba que ponerse las mallas con encaje que a su padre tanto le gustaban lo ablandara un poco —, ¿Qué sucede?

El semblante de Edgar se suavizó, sus ojos marrones examinaron a su hijo de pies a cabeza, un padre normal le habría ordenado a su hijo que se cambiara mientras se esta teniendo un ataque de rabia, un buen padre le daría una charla explicándole que esta bien que sea así, halagando sus gustos de vestimenta y como lo aceptaba sin importar lo que quisiera ser, pero Edgar no era un padre normal, tampoco uno bueno. Edgar se mordió el labio y le extendió cariñosamente la mano a su hijo, Liam la tomó tímidamente y Edgar lo atrajo hasta sí, abrazándolo por la cintura.

— Nada, solo charlas tontas con empleados idiotas, pero hay algo importante que debo decirte —  Edgar contempló al muchacho con el deseo carcomiendo su piel, quería tomarlo ahí mismo, desgarrarlo y rasguñarlo, morderlo, golpearlo, escupirle, tirarle del cabello, patearlo y pellizcarlo sabiendo que Liam no haría nada para detenerlo, su hijo estaba total y absolutamente a su disposición, no importaba si sangraba o lo golpeaba hasta provocarle un enorme moretón, Liam nunca se quejaba, tampoco suplicaba, incluso cuando le dejo los pezones a carne viva ni una sola objeción zurco aquellos labios perfectos. Dicen que el traficante nunca prueba su propia mercancía,Edgar cometió el error de probar algo que solo sería "uno más" en su interminable lista de llenar su vacío interior, Liam no solo lo lleno, también lo reboso y se sentía tan bien estar completo, y sentir amor que Edgar se volvió adicto —.  Hoy verás el negocio principal de papá, ¿Te parece? Vas a aprender de las cosas que hace tú padre por el bien de todos — Edgar besó la mejilla de Liam —, en especial el tuyo.

Liam sólo obedeció. No dijo nada cuando Edgar le ordenó cambiarse o lo subió al auto, tampoco dijo nada cuando condujo hasta aquella zona de la montaña tan difícil de acceder, mucho menos cuando vio a las hileras humanas de cadáveres siendo sacados del interior de la montaña por camiones de la basura. Pero si quiso decir algo cuando Edgar lo llevó a las profundidades de dichas instalaciones y descubrió la horripilante verdad tras las ciudades como Newfane, y su papá. Los dos caminaron en silencio por un corto túnel de concreto, similar a esos que se encuentran en las carreteras, Edgar tomó la mano de Liam y a la apretó con una sonrisa que solo hizo a Liam temblar, después del túnel venía una especie de oficina, allí una mujer saludo con una sonrisa a Edgar, al igual que cuatro guardias armados en la puerta, después vino una especie de hospital: por las grandes ventanas Liam pudo ver a distintas mujeres, algunas demasiado jóvenes dando a luz, jamás las había visto pero gritaban demasiado y al verlo empezaron a rogar por ayuda. Pero Edgar solo tomó la cabeza de Liam y la ocultó en su pecho, todavía con esa sonrisa en su rostro. El corazón de Liam dió un vuelco, ese no era el mismo Grimore que había visto, ese era más pequeño y menos moderno, este Grimore...era tan grande como una fábrica, una auténtica fábrica de horror.
Después del hospital venía una parte menos cuidada de lo que parecía ser un edificio, era algo anticuado; con las paredes desnudas y consumidas por la humedad, y con algunos hoyos en el techo.

— Mirá hijo, esta será tú herencia.

Edgar le señaló una zona y Liam miró hacía la ventana frente a él, revelando una habitación. En la habitación, en una cama estrecha, yacía una chica: una gasa ensangrentada le cubría el abdomen, tenía el pelo enmarañado y los brazos atados con correas de cuero.

Junto a ella había otra chica, cuyo abultadísimo vientre sobresalía casi un metro mientras que venas de color morado surcaban su piel, extraordinariamente fina. La muchacha abrió los ojos de color verde oscuro y le miró un instante; luego los cerró.
El chico retrocedió asustado pero los fuertes brazos de Edgar lo detuvieron, jalando su cuerpo con fuerza para forzarlo a entrar en la habitación.

— Vamos hijo, no seas miedoso — se burló Edgar con crueldad.

Habían filas de catres donde reposaban otras jóvenes a las que, en su mayoría, se les notaba un vientre inmenso bajo las blancas sábanas. Varias de ellas tenían la cintura vendada, y a una chica se le detectaban cicatrices — hinchadas y rosáceas — que le serpenteaban en un costado. Al fondo de la sala, una muchacha empezó a chillar de dolor al ver a Liam mientras pugnaba por soltarse las muñecas; abría la boca y gritaba:

— ¡Por favor! ¡Ayúdame! ¡Sácame de aquí!

En ese momento entraron unas enfermeras, no sin antes saludar cortésmente a Edgar, otra enfermera entró por la puertas que se alineaban a lo largo de la sala, semejante a una fábrica. Tras ellas se presentó también una clase de doctor, cuyo hirsuto pelo canoso resultaba repulsivo más aún cuando empezó a reír mientras tocaba a unas chicas de forma inapropiada.

— Así que...¿Esa belleza es tú hijo? Ya veo porque no lo trajiste, yo tampoco lo compartiría si fuera mío.

La asquerosa carcajada del hombre hizo a Liam temblar, Edgar le acarició los hombros en un intento de calmarlo.

— ¿Ya viste a la nueva chica?

— ¿Cuál? — Edgar hizo un gesto que daba a entender que era algo muy obvio — ¡Vamos! Dame otra pista, Ed ¡Aquí llegan chicas nuevas casi todos los meses? — el hombre pensó unos segundos, meditando la pregunta — ¿La de ojos grises? — Edgar negó — ¿La rubia? — Edgar volvió a negar — ¿La de senos grandes? Eso es toda una anomalía hoy en día — el hombre extendió la mano dándole una palmada al muslo de la chica que manoseaba, chica que no tendría más de 14 años — hoy en día son tan planas que no hay mucho que tocar.

— Piénsalo bien, amigo mío, alguien en particular, alguien...roja.

— ¡Ah! ¿Hablas de la chica encontramos lejos de las otras? Sí, ¿Por qué? ¿Es tú hija? — Edgar negó —. Algo plana para mí gusto, pero es bonita, ¿Qué quieres con ella? — Edgar le dio unas palmadas a Liam en los hombros, como un padre orgulloso.

— Necesito que la traigas para enseñársela a mi hijo. La necesito ahora, antes de que empiece a producir.

— De acuerdo, luego me la llevo yo, me gusta mucho como es, bastante linda.

— Deja de hacerte ilusiones — ordenó Edgar poniéndose serio de repente —. Ella es una de mis chicas, ¿Oíste? ¡MÍA! Y nadie toca lo que es mío — Edgar sacudió a Liam juguetonamente provocando en Liam un escalofrío de terror — ¿Verdad, Liam?

— Sí, padre.

Liam observó aterrorizado a Edgar, era eso lo que le había hecho a Ariam años atrás, la había llevado a aquél lugar con tan solo trece años, eso explicaba la enorme cicatriz en la parte baja del vientre que poseía la chica. El muchacho se preguntó cómo su hermana no se quitó la vida después de vivir todo ese infierno, él lo habría hecho si hubiera vivido todo aquello.

— Vale, no es por ser grosero pero le quitas lo divertido al negocio, ¡Ya casi no tengo chicas! — se quejó el hombre —. Sí me dieras a algún muchacho quizás no tendría tantas quejas, pero...

— Eso lo discutimos luego, ahora, hazte cargo de ella — Edgar señaló a una de las chicas, esa de 14 que no dejaba de gritar —, los gritos me darán jaqueca.

El doctor asintió, mirando a la chica que seguía gritando de forma inhumana.

La chica movió la cabeza de un lado a otro cuando el hombre se le acercó y le puso una mano sobre la frente. Como seguía gritando, varias chicas dormidas se despertaron e intentaron soltarse de las correas, llorando y formando un patético coro apenas audible. De pronto, realizando un rápido movimiento, la doctora clavó una aguja en el brazo de la joven, que se quedó horriblemente quieta; luego se la mostró a las demás — una amenaza — y los gritos cesaron. Liam observó perturbado el resto de la habitación. Habían otras sin ataduras o cosa alguna, con la mirada perdida y la falta de vida en sus ojos, ¿por qué no escapaban? <<¿Por qué no escapas tú?>> preguntó una voz en su cabeza, "Porque ya lo intente y no funciono" <<Exacto>> respondió la voz. Era la voz de él, de su otra mitad, volver a escucharlo hizo a Liam estremecerse, no de miedo, no de alegría, era una sensación rara, como querer llorar, reír y vomitar, todo al mismo tiempo, "Creí que había olvidado su voz" pensó Liam ignorando las atrocidades frente a él, fue incapaz de seguir ignorándolo todo cuando su padre lo llevó a otra habitación.

También habían muchachos.

Jóvenes chicos que habían desaparecido hacía un tiempo, Liam los reconoció por su hermosa apariencia, eran chicos guapos de estructura física considerable. Dos de esos chicos estaban atados a cadenas al techo, semidesnudos y con una que otra cicatriz en el cuerpo, también habían otros cinco en unas camas, sentados o acostados, pero todos con un collar en el cuello que se unía a una cadena a la pared.

— No sabes las veces que estuve tentado a traerte aquí, Liam — Edgar abrazo a Liam por detrás, mientras besaba el collar en su cuello, inhalando su aroma, un aroma que adoraba —, pero me contuve por tú bien, porque te amo, hijo — Edgar se separó de Liam y lo tomó con fuerza de la mano —, si te traía aquí lógicamente tendrías un trato especial, una habitación propia y grandes comodidades, pero me imagino que prefieres la mansión, ¿No? — Liam sólo miró al suelo, temiendo acabar como aquellos chicos, Edgar lo tomó fuertemente de la barbilla —. Mírame cuando te hablo, Liam — Edgar giró con brusquedad la cabeza de Liam, haciéndolo mirar a los pobres infelices —, mirá a esos chicos, si no quieres acabar aquí espero total obediencia y sumisión por tu parte — Edgar volvió a sujetar con fuerza la mandíbula de su asustadizo hijo, que solo tembló mientras las lágrimas fluían de sus ojos, Edgar observó con codicia los labios de su hijo —, ¿Lo entiendes, cariño? — Edgar le dio un fugaz beso en los labios a Liam, que solo se limitó a asentir asustado —. Bien, así me gusta.

Edgar llevó a Liam hasta lo que parecía una sala de operaciones. Allí, en una cama estaba una chica con las manos atadas y las piernas separadas, dejando ver claramente su intimidad, Liam apartó la mirada, pero Edgar lo sujetó con fuerza, haciéndolo ver:

— No querrás perderte de esto, hijo.

La perversidad en la voz de Edgar era repudiable. Una mujer apareció y con un tubo lleno de un líquido blanco se acercó a la chica.

— El primero es del productor 3, ¿Está de acuerdo? — pregunto la mujer vestida de enfermera.

— ¡Ah! ¿Es ese chico tierno pelirrojo? — la mujer asintió —. Sí, claro, estoy muy de acuerdo, llora un poco pero eso lo hace interesante.

La enfermera asintió y tomó el tubo, introduciéndolo en la vagina de la productora, dejando todo el líquido blanco en su interior. Liam quiso dejar de ver, pero Edgar lo forzó a seguir mirando.

— Vamos hijo, sé que esto te perturba pero tarde o temprano todo esto será tuyo — Edgar lamió con lujuria la mejilla de su hijo —. Tienes sangre de reyes, por eso seguirás con el negocio familiar, las armas no venden tanto como antes, no después de que un idiota llegará al mercado, por eso desde ahora me voy a centrar en lo que verdaderamente vende: los bebés y el sexo — Edgar miró algo detrás de Liam y su sonrisa se ensanchó —. Y como tú primer acto oficial como mi heredero tendrás el deber de...— Edgar tomó a Liam de la cintura y lo hizo girarse a la vez que un par de enfermeras traían a una chica atada a una silla de ruedas — darme otro bebé.

Liam empezó a llorar sin poder evitarlo. Edgar solo se carcajeó mientras simulaba investir a su hijo.

—  ¡No llores, Liam! — Edgar sujeto con fuerza el cabello de Liam — ¡No lo hagas! Los hombres no lloran - una sonrisa inocente apareció en la boca de Edgar — . Pero tú ya no eres un hombre, ¿O sí? Yo ya te hice mío, ¡MÍO! — gritó Edgar en el oído de Liam — . ¡Ja! Sin duda solo sirves como un juguete sexual, pero no te preocupes, Liam se quedará con todo, él también quiere follarte, ¿Sabes? Algún día tú también lo vas a disfrutar, pero ahora — Edgar ordenó que ataran a la otra chica a una cama y le separarán las piernas — harás feliz a papá, tranquilo, esto te encantara —  prometió Edgar, tirando a su hijo encima de la chica, rápidamente Liam se intentó levantar sin causarle daño, tampoco quería mirarla, sería incapaz de hacerlo sabiendo que no podría salvarla, pero mientras intentaba enderezarse noto cierto cabello naranja que él conocía muy bien.

— Lorie...— exclamó sorprendido incapaz de contener las lágrimas. 

El cabello naranja de Lorie era delgado al igual que su cuerpo, si antes era delgada ahora estaba en los huesos, había perdido demasiado peso y su piel tenía un tono amarillento enfermizo, sus mejillas estaban hundidas y sus labios agrietados de forma dolorosa, dos enormes orbes negros rodeaban sus ojos hundidos y vacíos. Todo en ella era tan quebradizo que Liam temío haberla roto. Lorie se negó a mirarlo, apretó los labios y contuvo la respiración asustada. El muchacho colocó sus manos alrededor de las mejillas demacradas de Lorie, e penas él la tocó Lorie cerro los ojos, ella tenía esa mirada, la mirada cuando la muerte deja de ser un temor y se vuelve un anhelo porque la muerte resulta mucho más gratificante que seguir viviendo. La misma mirada que él tenía, solo esa mirada vasto para hacerle saber todo lo que le habían hecho.

— Lorie — repitió Liam en un tono de voz más audible, como desearía que todo fuera una pesadilla, que Lorie estuviera a mil kilómetros lejos de él, pero no era así, ella hasta ahí, justo debajo de él.

 Edgar abrazo a Liam de cintura e introdujo sus manos en los pantalones del muchacho, liberando el miembro del chico y empujándolo para que entrara en el interior de Lorie, pero por primera vez desde que regresó Liam se negó.

— ¡No, padre! ¡Por favor! ¡Es mi amiga! — al oír con claridad la quebradiza voz de Liam, la cabeza de Lorie giro como un resorte y sus ojos hundidos se abrieron con sorpresa, y alegría de verlo.

— ¡Liam! ¡Estás aquí! — pero su alegría desapareció al ver como Edgar empujaba el chico, intentando introducirlo al interior de ella — ¡No, Liam! ¡Por favor, no lo hagas! ¡Tú no! ¡Tú no puedes hacerme esto! ¡Tú no! — grito la chica moviendo sus atrofiadas extremidades queriendo liberarse.

— ¡PADRE, TE LO RUEGO, NO LO HAGAS! ¡Ella es mi amiga! ¡No a Lorie, por favor, no a ella! — suplicó a todo pulmón el chico.

Edgar aflojo su agarre de Liam y el muchacho se liberó, corriendo a una esquina de la habitación, volviendo a guardar su intimidad en el interior de su pantalón, Edgar no lo miró, sólo extendió su mano para que se acercara otra vez.

— Dime, ¿prefieres esto a qué Heaven muera de hambre?

—  ¿Qué...? —  Edgar se giró hacía Liam y con la misma expresión de alguien que está a punto de ver a una manada de orcas asesinas devorar a un león marino se paro frente a su hijo.

— Si haces esto, Heaven volverá a ser tuyo, salvarás a nuestro bebé, sino —  Edgar se encogió de hombros, como si discutiera la cosa más aburrida del mundo — tendrás que enterrarlo.

Liam observó a Lorie en la cama, se cubrió la boca asqueado, la chica seguía retorciéndose y gritando, temblando y llorando.

— Padre, no...

— Tú decides Liam, la vida de Heaven esta en tus manos, pero algo te lo aseguro, si el bebé muere, será su sangre la que este en tus manos, cada minuto que pierdes es un minuto en el cual Heaven podría haberse salvado. Tu decides, es tu absoluta decisión.

— ¡Liam! ¡Tú no puedes hacerme esto! ¡Tú no, por favor, tú no!

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