22. Aquí estoy

La primera vez fue con pastillas, la segunda lanzándose desde el tercer piso de la mansión, la tercera con una soga atada en la viga del sótano — la blanca y abollada con forma de <<U>>, ni muy cerca, ni muy lejos del suelo, el cuerpo quedaba perfectamente colgado en la mitad, justo en medio del cielo y el infierno —, volvió a intentar con somníferos en su cuarto desesperado intento, en el quinto intento se lanzó sobre la carretera a la vez que un camión de carga se aproximaba, un par de centímetros fueron la diferencia entre la vida y una posible demanda por asesinato involuntario, fue la distancia en la que se detuvo el camión (por suerte Liam realmente estaba asustado y pudo convencer a su padre que todo fue un accidente), el sexto intento buscó una forma más discreta: dejarse morir; durante tres días ni una gota de agua o miga de pan surco sus labios eternamente sonrosados, pero en el día cuarto Edgar (cual adivino) entendió las intenciones del muchacho y lo obligo a comer hasta que vomito, y luego lo hizo comerse su propio vomito, en su séptimo intento se cortó las venas y hundió su cuerpo en la cálida agua con olor a lavanda y narciso, sus esencias favoritas. Fue Ally quien lo encontró en esa ocasión. La niña fue en busca de su padre, tenía problemas para atar el listón azul de nuevo en el cuello del señor Miño y sabía que su joven, y piadoso padre la ayudaría, al principio la pequeña rubia pensó que su papá estaba tomando un baño, pero le pareció extraño que lo hiciera con ropa, luego noto la nube roja grumosa que salía del cuerpo de su papá y flotaba cual vapor danzarín sobre el agua, tiñiendolo todo de rojo, rojo con olor a lavanda y narciso. Por alguna extraña razón su cerebro infantil no solo comprendió que su papá podría morir, también entendió que fue su propio padre quien quería morir, después de eso Ally se volvió la guardaespaldas de Liam, la niña lo acompañaba hasta para ir al baño, se quedaba en la entrada del baño y tiraba un juguete al interior, y entraba con la excusa de recuperar el juguete, de forma conveniente Ally tenía que contarle todo su día en el preescolar a su padre, incluso cuando se bañaba Ally estaba al lado de la tina, fingiendo leer cuando tenía el libro al revés, Liam sabía que Ally inventaba muchas cosas, pero la niña lo hacia solo como tapadera para seguir a su papá cual halcón. Fue difícil quitarle esa costumbre a la pequeña niña, pero después de un par de meses lo consiguió, aún así Ally de vez en cuando volvía a su vieja profesión de guardaespaldas.
Eso sin duda lo heredó de su madre, ese instinto protector, Ariam y Ally eran dos gotas de agua, solo que una era castaña y la otra rubia.
 A Liam se le rompió el corazón ver a su hijita intentando meterle la sangre devuelta a las venas a la vez que gritaba a todo pulmón, <<¡Papá! ¡No me dejes, papá!>>, se prometió no volver a hacerlo, al menos no de forma tan evidente y no teniendo criaturas pequeñas que cuidar, esperaría a que crecieran (algo que Edgar jamás hizo) y luego, cuando ya no dependieran de él iría al mar, a su adorada masa de agua cuya inmensidad abarca el 70% de la vastedad terrestre y cuando el agua salada llenara sus pulmones pensaría en las pocas cosas buenas que pudo sentir durante su mísera y agónica existencia, su corta, agónica y mísera existencia. Después de eso solo dejaría de respirar y con ello de existir. Fueron siete sus intentos de suicidio, se podría pensar que ni para eso era bueno, eso era lo que él pensaba, pero teniendo un control tan estricto era una proeza que siquiera hubiera logrado cortarse las venas. Siete años estuvo Ariam en Grimore, siete fueron sus intentos de quitarse la vida, la partida de su hermana lo dejaba desamparado, sin Ariam no había nadie que lo cuidará, era lógico deprimirse cuando estás tan solo como lo estaba Liam. 

De cierta forma era ridículo que Liam extrañara a Ariam, en aquél entonces ella era su verdugo, su torturadora, el demonio en ese infierno cuyo trabajo era hacer sufrir a Liam, él nunca comprendió porque Ariam lo odiaba tanto, de igual manera escapaba de su entendimiento el motivo por el cual ahora aparentemente lo quería, no se quejaba pero si era extraño, el joven no pensaba tentar a la suerte, no preguntaría nada y rogaría a cualquier divinidad que las cosas no cambiarán. No podría subsistir sin tener a alguien que lo hiciera sentir amado, que le hiciera sentir humano. La forma en la que Ariam lo miraba, lo besaba o le hablaba era la forma como una persona le habla a otra, en esos momentos que estaba con ella dejaba de ser un esclavo sexual y se convertía en un chico más, en una persona.

El sexto y el séptimo intento fue lo más cercano que Liam estuvo de morir, estaba decidido en acabar con su vida. En aquellas otras ocasiones terminó acobardándose, pasó toda la tarde mirando la soga atada a la viga, nunca se lanzó del tercer piso, lo pensó, pero no lo hizo, no consumió la cantidad necesaria de pastillas para morir (en parte por el desconocimiento, en parte por el miedo) y el camión, bueno, en realidad Liam sí se tropezó, pero cuando las farolas amarillas de aquella bestia mecánica iluminaron su cuerpo contra el pavimento Liam cerró los ojos y pensó <<por fin>>. El suicidio es incomprendido y su complejidad aumenta cuando en realidad sí se quiere vivir. Liam pensaba que todas esas personas que murieron por mano propia lo habían hecho porque no tuvieron a nadie que los detuviera, ellos no tenían una Ally que gritara todo pulmón para que no la dejaran, pensaba que si ellos tuvieran a alguien que aunque sea les dijera que todo iba a estar bien no lo harían. En realidad nadie quiere morir, pero a veces la vida es tan...no hay forma de describir lo que algunas personas sufren por el mero hecho de vivir, es tan horrible como para querer seguir respirando.

Desconocía con exactitud cuando su padre dejó de verlo como un niño y comenzó a verlo como...¿esclavo? ¿Pareja? Ojalá Liam pudiera saber lo que su progenitor/dueño/secuestrador/carcelero/padre/pareja pensaba sobre él, que quería de él, si tan solo Liam lo supiera se lo daría sin dudar y las cosas quizás fueran para mejor. Sabía que era muy pequeño cuando todo inicio, a lo mejor y más pequeño que Ally, esperaba que las cosas no hubieran comenzado cuando era igual de pequeño que Heaven, eso sería aterrador, la peor pesadilla de Liam era darse cuenta de que su padre sería capaz de lastimar a su bebé, su dulce bebé con paradero desconocido. Tendría la edad de Ally (un poco más pero no un poco menos) cuando sus dos únicos amigos, Prim y Jonathan, le confesaron la verdad de la relación que mantenía con su padre, no, no era normal esa clase de caricias, no, tampoco era normal esa clase de besos, no, no era normal que él tocara esas partes tan indebidas. A decir verdad lo unico que entendio Liam de esa charla era que SÍ podía negarse, eso fue todo lo que entendió. Poco después de eso Prim desapareció, Liam no supo porqué, lo más probable es que hubiera sido vendido a otra casa, el pequeño niño un par de años mayor que Liam era un esclavo doméstico y a juzgar por el hecho de que los esclavos domésticos no tenían cara, y a penas detalles en los muñecos de madera y vinilo Liam sospechaba que ellos eran fácilmente reemplazables.

Eso era lo gracioso de Un Mundo Libre, todos eran reemplazables, sólo pequeñas piezas en un juego mucho más importante de lo que la mente limitada de Liam podía comprender, sabía que su padre era de las pocas piezas que no podían reemplazarse, al menos no con facilidad y le resultaba asombrosamente aterrador como una persona que saludo un día al otro ya no existía. Temía que ese fuera el caso de Heaven. <<Siempre se puede tener otro bebé>> eso fue lo que dijo su padre con los restos de la pequeña y primera Allyra dentro de una bolsa de basura, bolsa a la cual Liam se aferraba mientras lloraba. Edgar consideraba que los bebés no eran humanos hasta que comenzaban a hablar, porque sólo entonces dejaban de ser iguales a los demás animales de la tierra, Ally estaba a salvo, ya sabía hablar, demasiado, era humana a los ojos de su padre y sabía que la cuidaría, al menos la niña le importaba un poco, pero ¿Y el bebé? ¿Qué pasaba con el bebé? No sabía hablar, menos caminar, para Edgar Heaven era un animal glorificado.

Liam se ajustó las medias justo sobre los muslos. Si tenía que ser el esclavo más obediente, sumiso y caliente del mundo para recuperar a su bebé lo haría y eso incluía usar tan odiosa lenceria, si algún día Liam conocía al creador de esos trajes sexuales le daría la paliza de su vida, ¿por qué tantos malditos agujeros? ¿Por qué tenían que ser diseños tan complicados? En varias ocasiones había metido la cabeza por el agujero que no era, además de poseer todas esas incómodas correas y arneses sexuales, las medias de mallas que le picaban, los collares que apenas si lo dejaban respirar y las pinzas que tanto maltrataban sus pequeños botones rosados que a su padre tanto le gustaba pellizcar y chupar. Después de Hitler, el creador de los trajes sexuales era la peor persona de la humanidad.

Con cuidado de no manchar la lencería Liam dejó diversos platillos sobre la mesa, fantaseaba con que aquél polvo blanco era veneno que mataría a su padre, pero lastimosamente solo era ajo con semillas de sésamo, lastimosamente. 

— Hace mucho que no cocinabas — Edgar estiró su mano y pellizco con fuerza los glúteos redondos y sonrosados de su hijo, Liam fingió reirse, como lo hacían las chicas de las películas que su padre lo obligaba a ver desde que tenía 7 años, desnudo en el sofá, con su padre masturbandose a su lado —. Extrañaba tu comida.

Liam sonrió, dejando al lado de su padre un plato de dátiles con miel, a Liam también le gustaban los dátiles pero como esos tenían miel debía ser cuidadoso en no dejar que ese líquido viscoso y dulce le tocará la piel, una sola gota en su sistema era capaz de causarle ronchas, problemas para respirar y una inflamación horrible, claro que eso a Edgar no le importaba, cualquier cosa dulce que pudiera ser usado como lubricante estuvo en el interior o sobre Liam. Con cuidado se arrodilló como un cachorro a los pies de su amo y recostó su cabeza sobre las piernas de su dueño, haciendo esa sonrisa, la clase de sonrisa que solo alguien que finge muy bien sabe hacer. Liam sintió un bulto crecer debajo de su mejilla, pero no hizo nada, solo espero a que su padre le ordenara colocarse en cuatro sobre la mesa, como casi siempre hacía, Edgar cortó un trozo de conejo y lo extendió a la boca del muchacho, que con lentitud aceptó el bocado, la textura lo hizo querer vomitar.

Para Liam era incomprensible como Ariam podía comer carne humana con tanta facilidad. Se enteró del nuevo alimento predilecto de su hermana gracias a su padre, quien no paraba de gritar <<¡Puta caníbal! ¡Vuelve a comerte con jodido bebé y te mató, perra!>> a la vez que le daba puñetazos, esos que son capaces de dejar inconsciente a cualquiera, pero no a Ariam, ella no era cualquiera, crecer a base de golpes la hizo prácticamente indestructible, un tanque soviético atrapado en el cuerpo de una niña de 19 años. Ese día comieron conejo para la cena (como ese día), Liam fue incapaz de consumir bocado, miraba la carne e imaginaba a cualquier persona, lo imaginaba rogando por su vida o pensaba en esas partes tan desagradables del cuerpo y era incapaz de pasar saliva siquiera. Sinceramente él nunca podría comerse a una persona, no sólo por ser incapaz de matar, sino también por ser incapaz de no pensar esas partes tan vergonzosas y asquerosas que el ser humano podía poseer. Además de la infinidad de enfermedades que a los humanos tanto les encanta coleccionar en sus cuerpos.

Pese a todo sentía gran curiosidad, veía a Ariam prácticamente brillar por el sabor y (como Lala los llamaba) tener orgasmos vocales con cada bocado. Debía admitir que Ariam lo hacía ver delicioso y deseable, pero lo que más le impresionaba a Liam y lo hacía considerar probar tan singular platillo era la apariencia de su hermana: Ariam siempre fue delgada, alta, como un fideo; Lala solía llamarla Slenderbitch, diciendo que era tan alta, tan blanca y delgada como Slenderman; para Liam la Ariam antes de los 19 parecía un mapache zombie, cortesía de sus prominentes ojeras y su mirada muerta (misma cuyo significado ya sabía y deseaba no saber); pero desde que comenzó a comer humanos la notaba más linda, el cabello más brillante, las mejillas más rosadas, con mejor peso y más curvas, en general...preciosa. La lactancia tambièn jugo un papel decisivo en la nueva Ariam, aquella que era toda una mujercita, aunque en realidad Edgar jamás la dejó ser una niña. Su hermana mayor siempre tuvo un cuerpo delgado, pequeñas curvas apenas perceptibles, pero gracias a Heaven ahora sus pechos eran redondos, y grandes. Perfectos para distraer a cualquiera a la vez que ella les arrancaba la garganta de un mordisco. 

Liam se dio cuenta que en realidad seguía pensando en Ariam como esa niña de 10 años que le lanzaba cuters a la cara y lo hacía comer su propio vomito. Literalmente no la vio crecer, cada vez que volvía del internado lo hacía más grande, más hermosa. No entendìa porque no podía dejar de pensar en ella como aquella chiquilla problemática hija de lucifer anticrista demoniaca caníbal, a veces Liam se repetía que ella ya no era esa niña que tanto lo atormento, ahora era la madre de sus hijos y su compañera en el infierno que llamaban vida. Aún asi le parecía inaudito lo rapido que cambiaban las chicas, en especial Ariam y Lala cuya belleza era indescriptible, preciosas y tan distintas a la vez, Ariam con solo una mirada podía poner a Liam de rodillas, Lala era mas tierna pero al final del día también era un poco cruel como Ariam, era injusto que ellas si hubieran crecido mientras él seguía condenado a esa cara de bebé, esa carita tan tierna que su padre tantas veces había llenado con fluidos viscosos.

Mientras Edgar azotaba a Liam contra la mesa y hacia lo que mejor sabia hacer, Liam se propuso a poner en práctica lo que esas películas con personas desnudas le habían enseñado. No solo el porno no le excitaba en los más mínimo, tampoco le parecía entretenido, para Liam la pornografía era similar a ver un documental de dos horas sobre cálculo integral y de la misma forma que el cálculo integral la pornografía le enseñó mucho a Liam, le enseño como mover sus caderas de la mejor manera para que su padre llegará al éxtasis lo antes posible y lo dejará en paz, le enseño como sonaban los gemidos de placer, como arquear la espalda de forma correcta, como hacer el sexo oral del sueño y demás, puede que Liam no supiera que era el cálculo integral, pero sí sabía que si hacía sentir bien a su padre él podía llegar a ser bueno con él, realmente bueno y generoso, pero ahora solo aspiraba a que lo tratará como a un humano y no a un objeto que poseer. En esos momentos Liam estaba tan concentrado en moverse de forma correcta que se sentía como un titere, su cuerpo no era suyo, alguien más lo controlaba solo para llenar de placer a otra persona, pero no cualquier persona, a su propio padre.

Edgar termino dentro de Liam como siempre lo hacía, lo recostó contra la desordenada mesa, apartando la comida de un manotazo para dejarlo encima, claro que eso no evitó que el cabello de Liam se llenará de algo blanco, que sorprendentemente no era esperma sino mayonesa, las papas hervidas con mayonesa eran realmente deliciosas.

— ¡Ah! ¡Demonios! Realmente te extrañe — rugió Edgar dejándose caer en la silla, todavía con su pene peludo y grande fuera de sus pantalones.

Liam permaneció un rato más sobre la mesa, respirando de forma exagerada, fingiendo que al menos había sentido algo, un gramo mísero de placer, pero en realidad Edgar no le hizo ni cosquillas, él solo quería que todo terminara lo más rápido posible.

Edgar envolvió sus manos alrededor del tobillo de su hijo y lo tiró hacia él, haciéndolo sentarse de piernas abiertas. El hombre rozó su miembro contra la entrada de su hijo, quería más. Eso era lo malo de ser tan bueno en algo, siempre quieren más.

— Quiero más — susurro con su voz ronca contra el oído del pequeño, Liam se separó de su padre y mirándolo a los ojos le dijo:

— Tómame, soy tuyo. 

El musculoso y fuerte hombre lanzó al pequeño muchacho contra la cama en su habitación — cuando Edgar queria violarlo ni flash era tan rapido — su cuerpo reboto sobre el suave colchón y sábanas blancas, por instinto Liam apretó las piernas, realmente no quería abrirlas pero solo basto un poco de fuerza para que se abrieran cual mar rojo bajo las ordenes de Moises. Edgar era un hombre realmente fuerte y atractivo, la clase de macho dominante toxicó que las chicas sin autoestima desean, estaba alrededor de los cuarenta y algunas canas adornaban su cabello oscuro, pero seguía siendo increíblemente atractivo como una dios griego en la tierra. Liam no comprendía porqué lo escogió a él, literalmente Edgar podía tener a cualquier mujer u hombre que deseara, ¿pero por qué él? ¿Por qué su propio hijo? Liam no era del todo inocente, sabia lo que podía provocar en su padre y en varias ocasiones lo usó a su favor, para conseguir regalos o cosas similares, logró que Ally fuera a la guardería después de una sesión intensiva de sexo oral, consiguió sus tan amados catálogos después de dejarse violar en la cocina y obtuvo su flor de narciso mientras era sodomizado en la alfombra suave, y blanca al lado de la cuna de Heaven. gracias a Dios el niño era un recién nacido que logró confundir los gemidos de su abuelo con los sonidos de ballenas del disco de sonidos de la naturaleza que le había puesto Liam. Los hombres como Edgar aman sentirse poderosos pero también amados y Liam entendió como podía usar esas cosas a su favor. Lastima que sus deseos de libertad le habían quitado el poco poder que tenía sobre su agresor.

Edgar eyaculo dentro de Liam, otra vez.

— ¡Ah! Enserio...enserio te amo — Liam hizo de tripas corazón y acepto el beso que su padre le ofrecía, a veces se preguntaba como Edgar no lo partía en dos, era un hombre grande, demasiado grande para tan pequeño muchacho, le había roto la cadera un par de veces, pero nada más, Liam fantaseaba con eso, se imaginaba siendo destruido por el pene de su padre y cuando él eyaculara Liam moriría, le gustaba imaginarse a su padre llorando y sintiéndose culpable por haberlo matado, ojala despues de eso se cortara el pene en un acto de culpa pura, pero eso ya era fantasear demasiado —. Realmente te amo — por fin se bajó de encima de Liam y cual actor digno de un premio el chico se recostó sobre el pecho de su abusador, fingiendo que no quería darse un baño de ácido sulfúrico para dejar de sentirse tan sucio como se sentía.

El joven dejó que Edgar lo besara y abrazará, no pudo contener una pequeña risa al pensar en eso, "dejar", si bien parecían una clásica pareja gay que acababa de cumplir sus deseos hormonales con consentimiento nada de eso era cierto, Liam no "dejaba" que su padre hiciera cosas, él no tenía el control de nada, incluso si suplicaba a gritos hasta quedarse sin voz Edgar siempre hacía lo que quería con él, pero eso no importaba, solo importaba saber donde estaba su hijo. Liam esperaba con toda su alma que dos orgasmos hubieran ablandado un poco el corazón de su padre.

— ¿Dónde está mi bebé? — pudo sentir a Edgar tensionarse ante el nombramiento de la criatura, pero intentó contener el pánico que esa acción le generaba.

— ¿Para qué?

— Quiero verlo — Liam se enderezó y miró a los ojos a su abusador, pero lo hizo de manera suplicante, tragándose el odio que sentía —. Padre, se lo ruego, Heaven es un bebé, necesita de mí.

— Otros pueden cuidar de él — Edgar se levantó apartando a Liam de un empujón de su pecho, tomó sus pantalones y se comenzó a vestir como si nada, Liam deseo que el miembro de su padre se enredara con el cierre.

El muchacho se levantó e ignorando el dolor agonizante de su cuerpo y un posible desgarro se arrodillo frente a su dueño, dejando que algunas lágrimas abandonaran sus ojos.

— Por favor, lo necesito, necesito de nuestro bebé — si algo había aprendido de criar tres hijos con su abusador es que a él le encantaba que usara el "nuestro" cuando hablaba de los niños, aunque Liam pensará fielmente que sus hijos eran solo suyos.

— Esta bien.

Edgar lo tomó de la mano y lo hizo ponerse de pie, le ordenó que se pusiera su camisa —otro acto de dominio sobre el chico, un recuerdo que lo acababa de violar— la cual le quedaba como una pijama, llegando hasta más abajo de sus muslos y teniendo que arremangar las mangas para poder sacar las manos. Edgar llevó a Liam de la mano hasta su habitación, Liam se confundió mucho pero también se alegró de ver aquellas coloridas paredes, sus catálogos de viaje, sus juguetes y su flor de narciso que ya estaba algo marchita, se notaba que nadie había tenido la decencia de regarla por todos esos días.
Edgar dejó a Liam en medio de la habitación y se sentó tranquilamente en la cama, el chico miraba a todas partes buscando a su hijo.

— ¿Dónde...? ¿Dónde está nuestro bebé? — Edgar se levantó y lo tomo de los hombros, con una actitud de repente muy optimista.

— Escucha con atención.

Al principio no escucho nada más que el sonido de los sirvientes trabajando por la mansión, pero luego lo escucho, un pequeño sonido amortiguado que provenía justo detrás de él. Liam cruzó su habitación y llegó a su armario, su armario tenía una distribución extraña. Como a Liam le fascinaba esconderse de su violador Edgar tuvo que ser más inteligente que él y sellar todos los típicos escondites del niño, uno de ellos era el armario, al ser tan pequeño Liam fácilmente podía camuflarse entre la ropa y los frondosos abrigos, por eso construyó una especie de sub-armario detrás de la puerta, ese armario permanece cerrado y Liam solo puede acceder a su ropa cuando Edgar lo permite, el espacio de 40 centímetros alrededor del armario y detrás de la puerta era incapaz de cerrarse por completo. A penas Liam abrió la puerta escuchó el inconfundible llanto de hambre de su hijo. Liam se tiró de rodillas y dio breves palmaditas a la madera de la puerta, haciéndole saber al bebé que estaba allí.

— ¡Aquí estoy, bebé! ¡Aquí estoy! — Heaven era la clase de bebé que lloraba más fuerte cuando notaba que recibía atención, pero Liam sabía que su bebé lloraba de manera tan desgarradora no por la atención, sino por algo mucho peor. Liam regreso hasta el frente de su padre gateando por el suelo y todavía de rodillas le suplicó — ¡Abra, por favor! ¡Se lo ruego, padre! ¡Dejé ir a mi bebé! ¡Déjeme sacarlo y alimentarlo! — Edgar levanto a Liam del suelo y le dio un beso en la frente, Liam espero a que abriera la puerta para liberar y consentir a su hijo.

— Creí haberte dicho que a partir de ahora te ganarías las cosas.

Y se fue, sin más, dejando a Liam con el llanto de su bebé resonando en sus oídos y corazón. 

Liam regreso al armario e intento cantarle al bebé una canción, pero la voz no salía nada melodiosa, las lágrimas y la angustia lo hacían incapaz de cantar, quería a su bebé, solo eso, imaginaba a su bebé con hambre, con su pañal sucio y maltratado, de solo escucharlo llorar Liam se quería suicidar, esta vez de verdad.

— ¡Aquí estoy, bebé! ¡Aquí estoy! — decía intentando calmar al niño, pero Liam no sabía cuanto tiempo Heaven había estado dentro del armario — ¡Papá está aquí! ¡Papá esta aquí, bebé! ¡Papá esta aquí! — incapaz de proteger o calmar el llanto de su bebé Liam se dejó caer contra la puerta del armario, llorando de ser insuficiente de proteger a su inocente bebé, prefería mil veces ser él quien estuviera encerrado en ese armario, solo quería a su hijito de vuelta, sano y salvo —. Aquí estoy...bebé...aquí estoy...papá esta aquí bebé, estoy aquí. 



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