21. Sin oportunidad
En toda familia existe una oveja negra, una paria, a quien solo tienen a su alrededor por portar el mismo apellido pero de quien se van a deshacer a penas tengan la oportunidad. Lala siempre fue la hija más querida, la niña consentida, lo que ella quería lo tenía, Ally era por decirlo menos era la reina de la casa y gobernaba con puño de hierro su minúsculo reino cuyo territorio abarcaba desde el jardín hasta la entrada principal, si bien en varias ocasiones había sido lastimada para nadie era un secreto que con una sonrisa la niña por lo general conseguía lo que quería, Heaven era demasiado pequeño para saberse aún que rol ocuparía en la familia, pero ya daba indicios de ser muy parecido a su hermana mayor, Liam era Liam, sólo eso bastaba y Ariam era la invisible. Un fantasma al que nadie nunca le prestaba atención, de pequeña dicho descuido fue un factor decisivo en su actitud hacía Liam; todos lo veían, las personas lo observaban, no importaba si era con envidia o deseo, a él si lo notaban, no como Ariam quien siempre era un espacio vacío en la foto. Liam era el sol en pleno invierno, tan hermoso, tan misterioso y singular como para ignorarlo. De haber sabido desde el principio el motivo de tanta atención se habría regocijado en su absoluta soledad.
Ariam siempre pensó que tan flagrante favoritismo era producto de la extraña apariencia de Liam, pocos podían presumir de tener heterocromia, menos de una combinación tan peculiar: azul y verde; los dos colores de ojos más hermosos; pero incluso si Liam tuviera los ojos color mierda como el 90% de la humanidad seguiría siendo exquisito; piel cremosa, mejillas sonrosadas, cabello negro ondulado y una voz que era siempre un susurro dulce; un Adonis de la vida real; Lala también era hermosa, pero lo que sin duda más llamaba la atención eran sus ojos verdes aguamarina y su flequillo que ni un huracán movía, lástima que no se podía decir lo mismo de su actitud la cual no era nada bonita; todas las madres piensan que sus hijos son hermosos, incluso los más hermosos del mundo pero Ariam sabía que ella ganaba porque Ally y Heaven eran realmente preciosos; nunca pensó que ese par de ratas sin pelo y arrugadas resultarían siendo dos criaturas tan perfectas como lo eran y ambos compartían la mirada de distintos colores de Liam. Preciosos. Ariam no se consideraba fea pero tampoco hermosa, se consideraba de belleza abstracta, como esos cuadros que nadie entiende pero fingen que sí para parecer más cultos; tenía un rostro bonito pero el cuello muy largo y la cabeza pequeña; sus labios eran también peculiares; gruesos en el labio superior pero delgados y finos en el labio inferior.
Liam le decía constantemente que era bonita, así que ella lo empezó a creer, pero años de ser ignorada y recibir burlas por parte de sus padres no se podían borrar de la noche a la mañana.
Su primer embarazo fue por decirlo menos caótico. Tenía mucho miedo. Muchísimo. Le explicaron lo que iba a pasar y como durante los siguientes diez años tendría que dar a luz a diez bebés para Un Mundo Libre, a no ser que tuviera embarazos múltiples, lo cual reduciría sus años de servicio a la comunidad.
Era aterrador. Ariam veía los rostros demacrados de las otras productores, chicas jóvenes como ella, algunas incluso más pequeñas que ella, pero a diferencia de Ariam no saldrían de Grimore después de dar a luz a diez bebés, ellas nunca saldrían de allí. Lo mismo se aplicaba a los varones, los productores, aquellos pobres jóvenes cuya semilla era arrancada de su interior para producir a más bebés. Lo que si saldría de Grimore serían sus bebés y órganos, a veces su carne, pero nunca ellas, ellos tampoco. De vez en cuando un Señor se encariñaban con una productora o productor, les dan algunos privilegios a cambio de favores, a ellos los mataban sin dolor. Un golpe certero en la cabeza, por lo general.
En Grimore no había mucho qué hacer. Ariam era privilegiada, tenía su propia habitación, una cama limpia, una mesita de noche con una lámpara y una serie de películas sobre la maternidad, y el deber de una mujer de engendrar hijos, propaganda para hacerle sentir menos miserable. Quizás incluso que aceptará su nueva labor. También tenía algunos libros, pero era incapaz de leerlos, todos trataban de lo mismo: chica se enamora de chico, se casan y tienen hijos, solo se siente realizada cuando es una ama de casa dedicada al 100% de los niños y marido; en algunos casos solo eran libros sobre el amor de una madre y las maravillas de la maternidad; Ariam termino rompiendo los libros durante su primera semana en Grimore.
Lo que nadie le dijo fue lo doloroso que sería cuando su cuerpo a penas desarrollado se deformara por la criatura en su interior, que sus senos se llenarán de leche, se hincharan y a veces sangraran, tampoco le dijeron lo escandalosamente doloroso que sería parir. Se abre el coxis, la vagina se desgarra, una cabeza seguido de un cuerpo de tres kilos se desliza de su interior y por lo general, duele, demasiado.
Ariam quedó inconsciente dos veces durante su primer parto. El segundo fue una cesaría, el bebé era demasiado grande para su pequeño cuerpo nada preparado para dar a luz. Algunas mujeres víctimas de violación llegan a amar a sus hijos, algo llamado "instinto maternal" despierta en ellas, en Ariam nunca fue así, ella los odiaba profundamente, ¿enserio la gente cometía tantas atrocidades por esas arrugadas y chillonas criaturas? No lo entendía, a los ojos de Ariam los bebés no valían la pena. Por eso los mató. Uno por uno, niño por niño, ni siquiera los miraba, solo los acababa.
Fue durante su parto con los gemelos que por primera vez sintió algo más allá que odió y repugnancia. Eran gemelos, como él. Eso la emocionó un poco, eran gemelos, dos bebés en un año, un año menos de esclavitud, pero también la hizo pensar, algo que se había vuelto poco usual en su situación, Ariam se forzaba asi misma a dejar de pensar, porque si lo hacía inevitablemente la sensación de rabia y fastidio por su situación la invadía. No es fácil aceptar que las personas que te debían cuidar fueron los primeros en lanzarte a la guarida del león, tampoco es fácil saber que el único motivo de tu existencia es dar bebés, sólo eso, no importas, eres una pequeña e insignificante pieza en un plan mayor, algo reemplazable.
Ella nunca los vio, nunca veía a los bebés que daba a luz, nunca, siempre a penas notaban los síntomas del parto las enfermeras y enfermeros la tomaban, en cuanto el bebé coronaba introducían sus manos dentro de ella para sacar al bebé, ella ni siquiera supo si era un varón o una mujer. Quizás por eso le resultó tan fácil matarlo.
Con los gemelos fue distinto: los miró, los tocó e incluso encontró que ambos tenían un lunar en la rodilla izquierda, tal y como ella. Fueron varones, los dos. En su vida Ariam tuvo que hacer cosas difíciles, una de ellas fue acabar con ambos bebés; les dio de comer y los arrullo contra su pecho, esperando a que los enfermeros llegarán por ellos, de todo corazón esperaba que llegarán y se los quitarán, pero no lo hicieron, todo cortesía de una tonelada de nieve que cayó sobre Grimore. Ariam realmente quería que aparecieran los enfermeros, que se llevarán a los bebés, pero cuando no lo hicieron y su estómago comenzó a gruñir supo que tendría que tomar una desición. Una decisión difícil pero necesaria. Los arrullo hasta que se quedaron dormidos y los colocó sobre una sábana en el suelo, los miró un rato, debatiéndose qué hacer, luego los volvió a tocar, queriendo grabar en su mente aquél tacto tan suave, piel de bebé, era como acariciar una nube.
Redondos y rosados. Gordos, ambos bebés eran muy gordos y el estómago de Ariam no dejaba de rugir. La chica escuchaba los lamentos de los demás esclavos congelandose por el frío, muriendo poco a poco, ella no quería morir, no de una forma tan lamentará, no iba a ser una esclava más del montón. Tomó la almohada de su cama y la colocó sobre la cabeza del primer bebé y ejerció presión. Él se movía, agitando sus manitas y diminutos pies, retorciendo su barriguita, su llanto era amortiguado con la presión de la almohada y Ariam tuvo que llorar en silencio al ver que poco a poco dejaba de moverse. Hizo lo mismo con el otro bebé y cuando ninguno de los dos se movía más se dejó caer sobre la almohada, y ambos diminutos cuerpos inmóviles.
Como el suicidio era algo muy común en Grimore no les permitían tener objetos filosos, ni siquiera una cuchara, así que Ariam usó sus dientes para romper la carne rosada y suave de la criatura.
Desprendió un trozo del suave estómago del niño, era redondo y abultado, fue como morder una dona, el líquido rojo todavía estaba caliente, tibio en su boca fue cual jalea de fresa para su muy hambriento estómago. Ariam no dejó de llorar mientras se lo comía. Alcanzo a quitarle los dedos de ambas manos, una oreja y gran parte del estómago cuando fue recuperada por los miembros de UML. Ariam no supo quiénes estaban más horrorizados por lo sucedido, si ella o el personal de Grimore.
Mató a ambos, un acto de piedad porque de haber dejado a ambos niños vivir lo más posible es que alguna vez terminarán en Grimore, siendo juguetes sexuales de algún depravado o peor, siendo Testigos. Fue piadoso matarlos.
Desde entonces Ariam se empeñó en acabar con cada bebé gestante en su vientre, no volvió a mirarlos, tampoco a tocarlos, no busco algún lunar o peca que compartiera con ellos, solo los mató. Pero todo cambio cuando fue forzada a violar a Liam por primera vez. Ariam mentiría si dijera que no lo disfruto ni un poco, no era nada romántico como ella lo hubiera deseado, pero al menos Liam estaba dentro de ella, no por voluntad propia, pero estaba adentro y una prueba de embarazo después, y ella fue la chica más feliz sobre la tierra.
Sabía que era de Liam, nadie más la había violado en cinco meses desde la muerte del último bebé. Estaba en el cielo de sólo saber que estaba a punto de darle un hijo al chico que amaba.
Su embarazo fue como un sueño, sabía que Liam estaba deprimido, un bebé significaba una violación y eso a nadie le gusta, pero él se dedicó por completo a ella. Ariam fantaseaba con él, con que estaban casados. En su mente eran una pareja de recién casados que acababan de mudarse a su primera casa después de haber sido repudiados por sus padres al quedarse embarazada y ahora debían enfrentar el mundo como un par de padres adolescentes. Solos, pero rebosantes de amor.
Durante su embarazo Ariam hizo lo que quiso, nadie podía tocarla, estaba embarazada, ni siquiera Edgar se atrevió a molestarla, ese bebé fue su amuleto a la felicidad.
Liam nunca le negó nada.
Si ella quería un abrazo, tendría un abrazo, si quería un beso tendría un beso (aunque no fuera en los labios como ella quería), si tenía un antojo sin importar la hora Liam se despertaba e iba a la cocina a prepararselo. Fueron cientos de ocasiones en las que Ariam usó su embarazo como excusa para acurrucarse al lado de su hermano, cuando estaban así, debajo de las sábanas, abrazados, sintiéndose el uno al otro nada más importaba, nada existía, solo eran ellos dos y el bebé en el mundo. En esos momentos Ariam olvidaba que no eran realmente pareja porque todo estaba bien, todo era perfecto, al menos hasta que el pequeño feto se enteró en la clase de familia disfuncional en la que nacería y decidió desquitarse por vivir con su madre.
Ningún otro bebé se había movido tanto como lo hizo Heaven, a veces Ariam pensaba que el niño estaba en una licuadora porque no dejaba de moverse y lanzar patadas cual futbolista profesional.
Y luego llegó su hora de nacer, por primera vez en su vida Ariam disfruto de ese dolor, fue un parto inducido, Edgar no podía soportar que alguien más tuviera la atención de Liam por más tiempo, Heaven fue prematuro igual que Ally y desde el momento en que esa cosita salió aullando, y gritando de su interior Ariam lo amo. Tenía los ojitos de su padre. Pequeño, arrugado y con la apariencia de un anciano de 90 años, así fue Heaven al nacer. Parecía enojado por vivir, igual que Ally y adoraba mantener a sus padres despiertos toda la noche con su incansable lloriqueo. Ally volvió a respirar cuando supo que no era niña, ella no quería dejar de ser la reina de la casa.
Cuando se embarazó Ariam sentó a su pequeña hija en sus piernas y junto a Liam le explicaron que pronto tendría un hermano o hermana menor, fue como si el diablo mirará a la cruz, ambos jóvenes sabían que para Ally (unigenita desde siempre) le resultaría difícil volverse hermana mayor, pero no esperaban semejante reacción: ella lloró, gritó y pataleo, rompió sus juguetes y en general fue una pesadilla en miniatura; se negó a comer por dos días hasta que se deshicieran de esa "cosa", pero solo basto una palabra severa de Liam para que se calmará o eso pensaron hasta que encontraron un plan detallado escrito con crayones de cómo mandar al bebé a Uganda a penas naciera, no sería un plan muy efectivo (<<Paso 1: encuentrar a una cigüeña dispuesta a llevarse al bebé. Paso 2: Sustituir al bebé por el señor Miño para que no noten la diferencia. Paso 3: Saber dónde queda Uganda y sobornar al jefe de Uganda para que no devuelva al bebé>>) pero a ambos padres adolescentes les sorprendió lo dispuesta que estaba la niña de deshacerse del nuevo bebé.
El post parto fue muy agradable aunque a penas pudo dormir porque Heaven era el nuevo dueño de sus senos, pero en general resultó agradable tener nuevamente un bebé que cuidar.
Ariam nunca quiso una vida así, sin embargo logró encontrar la felicidad en su adorado tormento de ojos distintos color y en sus pequeños dictadores.
Ariam quería hacer tantas cosas cuando era niña, tantas cosas, si tan solo le hubieran dado la oportunidad de una vida normal no sería el horrible monstruo que únicamente puede comer carne humana debido a que le recuerda el momento en el que estuvo a punto de morir y ahora asocia inevitablemente el sabor de esa carne con la salvación, y no puede dejar de comerla. Si le hubieran dado esa oportunidad a Ariam habría dedicado su vida a ella misma, en estudiar e ir a la universidad, convertirse en fotógrafa de guerra e ir los lugares más peligrosos del mundo, no porqué le gustará el peligro, sino para poder mostrar la verdadera y monstruosa naturaleza humana. Quiso ser fotógrafa desde que vio un cortometraje sobre una fotógrafa de guerra que en vez de salvar a una niña a punto de morir se dedicó a tomar la foto y ganó un premio con ello. Era tan deshumanizante ganar reconocimiento con algo tan horrible. Ariam se prometió que ella no sólo tomaría fotografías, intentaría ayudar si podía. De niña Ariam jamás imagino que ella misma podría salir en una de esas fotografías: imagino su cuerpo en una fosa común, llena de otros esclavos cuyos cuerpos fueron usados para gestar y producir seres no deseados, todo bajo un título amarillista o que invite a la reflexión; "El precio de un bebé" se llamaría la foto, un título apropiado, que invita al espectador a pensar "¿Qué tiene que ver ese montón de cuerpos con un bebé?" y así, si presta especial atención, y nota las barrigas deformadas entre el océano de cadáveres, las marcas de torturas y los senos flácidos la persona se haría una idea, pero por el bien de su salud mental no pensaría mucho en ello. Cuando comenzó a crecer y llego a la adolescencia perdió por completo el interés en la fotografía, su nueva pasión era la medicina forense, soñaba con abrir los cuerpos, sacar balas de la piel, unir cuerpos mutilados y colocar los cerebros en los estómagos de las personas, aunque el principal atractivo de la medicina forense era su gran y jugoso salario, además de trabajando de esa forma tendría un ingreso fijo de alimentos.
Ella quería ganar mucho dinero, suficiente como para comprar la libertad de Liam (o en su defecto volverse su nueva ama, su dueña), su padre nunca vendería a su esclavo favorito, pero podía usar los vacíos legales en las leyes de UML para obligarlo a aceptar el dinero y darle al muchacho.
Ella no sería una ama cruel, no lo trataría como a un objeto, le daría la sensación de libertad, le daría cariño y algunos regalos, lo trataría como a una persona, luego, cuando Liam ya estuviera interesado en ella, en agradecerle por su bondad (por ser tratado como un humano por primera vez en su vida) Ariam le ofrecería la opción de ser libre, esperaba que él no lo aceptará y decidiera quedarse a su lado, en el caso en el que aceptará la libertad se la daría a cambio de 7 años de servidumbre. No lo pensaba forzar, un toqueteo por allá y unas miradas traviesas de vez en cuando, y él propio Liam aceptaría unirse a ella en su lecho, y cumplir todos sus deseos. Y cuando fueran viejos simplemente se mirarian a los ojos, no sería necesario hablar para saber lo que pensaban, <<Sobrevivimos>> pensarían ambos, tomándose de las manos, sabiendo que al final de todo si pudieron vivir. Era un buen desenlace para ambos.
Ariam abrió pesadamente los ojos, pero al instante los volvió a cerrar. Su rostro estaba empapado en sudor, al igual que todo su cuerpo, su cabello se pegaba pesadamente en parches sobre su frente y mejillas, tenía la garganta seca y sus labios estaban agrietados. No sabía con exactitud cuanto tiempo llevaba encerrada, pero sí que moriría pronto, a no ser que encontrará la forma de salir del baúl. No podía mover sus piernas que estaban cubiertas por una costra de fluidos secos, tampoco tenía fuerza para moverse, incluso abrir la boca le resultaba una tarea imposible. Escuchaba los autos pasar a sus cercanías, pensó en gritar y pedir ayuda, lo hizo durante una media hora, pero nadie acudió a su rescate, la garganta le ardía de tanto gritar.
Estaba cansada.
Sedienta.
Con muchísima hambre y el calor la estaba asfixiando.
Supuso que su padre siempre quiso que muriera así, por algo no le había dejado llave, solo un montón de dinero que lo servía para nada, rompió varios billetes y los enrolló en trozos más pequeños e intento comerlos, pero le fue incapaz de tragar, aún tenía unos cuantos trozos de papel pegados al interior de sus mejillas y lengua. Ariam quería tantas cosas pero a la vez nada, quería salir y comerse a la primera persona que encontrara, pero también solo desaparecer, no obstante las imágenes difusas de la sonrisa sarcástica de Lala, la mueca de rabia de su padre, la mirada aterrada de su madre, la tristeza de Liam...y los inocentes niños que había dejado atrás no la dejaban respirar.
— Perdonenme, niños, mamá está cansada, mamá no puede más... perdón Liam, no podré protegerlos como te prometí, tampoco te pude cuidar a ti — Ariam estiró las manos, como si pudiera tocar el rostro de sus hijos — les fallé, no pude cuidarlos — no pudo mantener los brazos arriba por más tiempo y los dejó caer pesadamente a sus costados. Ariam exhaló fuerte y humedeció sus labios con saliva, giro su cabeza hacía un lado y cerró los ojos otra vez, deseando que fuera para siempre.
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