2. Las Manos
Las manos.
Las manos de Liam están llenas de cicatrices, pero no es eso lo que le molesta, no le molesta las marcas que rodean sus muñecas, lo que le molesta a Liam es que nunca ha podido usarlas para defenderse, una vez lo intentó, una vez sus manos lo defendieron, tomaron vida propia y antes de que él mismo pudiera anticiparlo ya habían atacado a su amo, pero aunque allí estaba la oportunidad no pudo hacerlo, pensó en rodear el cuello de su amo, apretar sus pálidos dedos contra la piel del dueño de su vida y sufrimiento. La idea estaba allí, ¿La voluntad? De eso era lo que Liam carecía, ¿Cómo podría matar a alguien? En su mente ya lo había hecho, claro, hasta aquel entonces era su lugar seguro, allí podría imaginar lo que quisiera y nadie lo sabría, pero una cosa muy distinta era imaginarlo y otra devastadoramente diferente era hacerlo.
En su mente ya lo había asfixiado con una almohada, en otras lo ahorcaba con sus manos hasta que el cuello de su amo se rompía. Se imaginaba así mismo, con sus manos alrededor del cuello de su dueño, azotando la cabeza de su señor contra el suelo, hasta que la rompía.
En su mente sus manos ya estaban manchadas de sangre y no solo de su amo, también del resto de su familia. Había imaginado ahogar con sus propias manos a Heaven cuando lo bañaba o encerrar a Allyra en el establo cerca de algún caballo no domesticado para que una sola patada la matara.
Pero en la vida real no era así, en la vida real las manos de Liam no estaban llenas de sangre, solo llenas de cicatrices y compasión no correspondida. Ni siquiera en aquella ocasión golpeó a su amo, ¿Por qué? Porque las manos de Liam siempre están atadas, sea en cadenas, en cuerdas, en alambre o por las propias manos de su amo, manos muchísimo más grandes y destructivas que las suyas.
Las manos de Liam siempre estaban atadas.
Las manos de Liam siempre están atadas, tanto que el joven a veces olvida siquiera que las posee, no las siente, no puede tocar, no las puede mover. Hace mucho tiempo que las manos de Liam estaban atadas.
— ¿Se divirtieron?
El padre de Liam los esperaba a las afueras de la mansión, estaba vestido de caza y rodeado por sus amigos que presumían felices de los animales a los que cruelmente les habían disparado, y desollado vivos. Lo curioso es que ellos mismos habían criado dichos animales con el objetivo de una vez liberados matarlos, aquellos animales habían sido criados con los mejores cuidados para que estuvieran sanos y pudieran vivir por mucho tiempo, ellos mismos habían sanado sus heridas cuando los zorros invadían los establos y eran ellos mismos quienes terminaban por herirlos de muerte. Era...casi justo. Los crían, los alimentan y luego los asesinan.
A veces Liam pensaba que eso era justo lo que sucedía o lo que sucedería. Pensaba en sí mismo como uno de esos conejos sin piel que todavía respiraban, ¿Para eso lo estarían criando? ¿Para matarlo? Ciertamente no sería una sorpresa — al menos no una desagradable — que así fuera.
— ¡Muy bien! — Lauren saltó del auto con sus manos llenas de bolsas de distintas y carísimas marcas —. Me compre unas sandalias de plataforma bellísimas.
El padre de Liam asintió, dándole los conejos desollados y las desafortunadas golondrinas que fueron liberadas en la ferocidad del frío para ser instantáneamente asesinadas a Marianne, posiblemente para que las cocinara, Liam supo en ese instante que no cenaría nada.
— ¿Y ustedes que compraron?
— Nada — Ariam ignoró a los distinguidos caballeros del pueblo y sacó los patines del auto —. Lauren no dejó de molestarnos mientras patinábamos, por eso pasamos casi tres horas siguiéndola de un lado a otro mientras compraba sus boberías y sus cosas de marca.
— Debieron comprar algo para ustedes también — insistió el padre de Liam.
— Cualquier cosa que compráramos pasaría por una inspección exhaustiva por parte de Lauren y luego vendrían las críticas insoportables — Ariam entró a la casa, no sin antes hundir su dedo en la carne sin piel de un conejo que ya había perecido.
La facilidad de Ariam al mentir le parecía tan común a Liam que hasta cierto punto no le sorprendía nada de lo que salía de la boca de su hermana mayor, al chico le fascinaba como Ariam mezclaba la realidad con la ficción para que, en sí, no tuviera que mentir.
El padre de Liam, Edgar, volvió a mirar a sus amigos cuyos criados recogían sus presas y los envolvían en recipientes de aluminio para que sus insípidas esposas o las calientes criadas de sus esposas los cocinarán más tarde.
— Me gustaría poder invitarlos a cenar, pero debemos prepararnos para el baile de navidad.
El baile de navidad de los Al Bhatt era esa época en el año cuando todos jugaban a ser la familia perfecta, luciendo preciosos atuendos y costosas joyas. El padre de Liam tenía la costumbre de darle a Liam algún regalo especial, siempre lo hacía en su oficina, cuando era de noche, cuando todos dormían, cuando nadie los veía.
— Claro, Edgar, no hay ningún problema — uno de los amigos de su padre le devolvió la mirada feroz de un cazador, Liam miró al suelo y fingió prestarle atención a la ropa que había comprado su hermana —. Quizás la próxima vez puedas llevar a Liam.
— ¡Sí! ¡Como hace tres años! — los distinguidos caballeros y élite masculina del pueblo sonrieron, y miraron con aprobación al muchacho, aunque más que aprobación era...¿Deseo? Liam no lo sabía, pero podía sentir la mirada de los distinguidos caballeros en su cuerpo, nunca en él, solo en su cuerpo, no les importaba sus sentimientos, alegrías o pesares, solo su cuerpo.
El padre de Liam le dio su arma a un empleado para que la limpiara y negó con la cabeza quitándose los guantes de lana llenos de sangre.
— No, amigos, lo siento pero no. Liam no disfruta del arte de la caza.
— Vamos, Edgar, solo llévalo para que sostenga nuestras — el hombre hizo una pausa, sonrojándose, aunque su sonrojo podía ser fácilmente atribuido al frío — "pistolas".
Todos los distinguidos caballeros se rieron ante tal chiste, pero Liam no, Edgar tampoco.
— Dije que no y es el fin de la discusión — la voz del padre de Liam fue firme, no tenían ninguna otra opción más que obedecer.
— Niños — Marianne, que aún sostenía a los animales masacrados les indico con una mirada preocupada que entraran a la casa —. Vayan y prepárense, la cena estará lista en una hora.
Liam camino tranquilamente hacia la casa cuando Lauren terminó deslizándose por el hielo, haciendo que sus bolsas llenas de ropa volaran por los aires. Liam quiso ayudarla, pero cuando Lauren empezó a llorar su padre salió corriendo hacía ella, ordenándole a los sirvientes que recogieran todo lo que su hija había comprado, el padre de Liam se puso de pie con su hija sollozando en sus brazos. El chico pronto se dio cuenta que más que dolor por la caída lo que Lauren sentía era vergüenza por tener tanto público como testigo de su torpeza.
Liam no pudo evitar sentir una sensación de vacío en su pecho cuando vio a Lauren en los brazos de su padre. Liam conocía esa sensación de seguridad que solo los grandes y fuertes de Edgar Al Bhatt podían provocarle: seguridad, deseo y amor; todo eso era lo que el toque de Edgar Al Bhatt podía provocar. Marianne tomó a Liam de la mano y lo llevó al interior de blanca e inmaculada mansión.
— Ve a prepararte — le ordenó su madre.
Liam subió las escaleras con los sollozos de Lauren de fondo, "¿Qué pretendes hacer, hermanita?" se preguntaba Liam. Lauren, a parte de una amante de la moda y las compras era una auténtica bomba de tiempo, algo impensable, tan explosiva como impredecible, en un segundo podía estar bailando tranquilamente en el pasillo y al otro podía intentar saltar por la ventana. Nada de lo que ella hacía tenía alguna clase de significado claro o al menos algún propósito. Lauren solo era una bomba, en cuenta regresiva para explotar.
Liam se sentó frente al espejo y con sus manos llenas de cicatrices acarició su estómago, la tela áspera del suéter lo hizo apartar los dedos y buscar el borde del suéter, para poder tocar su cálida piel, ¿Enserió había perdido peso? Seguía sintiéndose tan inflamado como siempre, tan gordo según sus propias palabras. Su amo le había dicho que así era mejor, siempre lo había adulado por su apariencia y a Liam le causaba angustia pensar que los ojos negros de su señor se posaran en alguien más, que su señor posara la vista en alguien más. Liam apretó sus uñas en su estómago. No quería que nadie más sintiera lo que él sentía, el placer de consumir la autodestrucción con regularidad era lo poco que a Liam mantenía cuerdo. Era un ciclo interminable, un ciclo de autodestrucción que Liam añoraba repetir, porque si era él cuyas manos permanecían atadas y era él quien fingía ser un cadáver nadie más tendría que hacerlo. Con el tiempo te acostumbras, no por completo, pero empiezas a abrazar la perversidad del asunto, empieza a...ser soportable y en algunas ocasiones placentero. Era gozoso como el dolor lo podía llevar a dejar de pensar pero no a dejar de sentir, sentirlo todo y no pensar era algo que Liam había aprendido a desear.
— ¡La cena está lista! — la cabeza de Liam giro como un resorte al escuchar las palabras de Marianne.
Liam bajó su vista y se encontró con la sorpresa de que estaba sangrando, sus uñas se habían clavado en su piel, levantando la carne debajo de la capa de queratina que se partía y enterraba en su piel. El muchacho tomo una toalla de papel de su tocador y limpio rápidamente su estómago, no sin hacerse daño al apretar demasiado fuerte la toalla de papel en su herida, no le importaba, al contrario, el dolor le provocó una sensación de alivio, de desahogo. En muchas ocasiones...en aquellas ocasiones nocturnas donde el insomnio se niega a irse y por el contrario, se instala como un fiel espectador los pensamientos suelen ser muy salvajes y mientras el insomnio se sentaba a compartir una taza de té con la paranoia la idea de que su amo estaba buscando reemplazarlo se instaló como un virus en su mente, una idea en forma de semilla que germinó de forma grotesca en sus pensamientos. Quizás si perdía un poco de peso su señor no lo dejaría.
Liam se limpió los dedos con la misma toalla de papel y con ayuda de su boca sacó los trozos de piel de debajo de sus uñas, su saliva aflojo lo suficiente la sangre para que fuera más fácil de limpiar. Bajo con cuidado las escaleras hacía la cocina y con asco pero sin sorpresa observó a su familia consumiendo al pobre, y regordete conejo criado para morir. Por un momento Liam pudo ver el reflejo de sus ojos en las ciruelas que ahora reemplazaban los globos oculares en las cuencas del animal.
— Vamos, mamá, tengo hambre — Ariam agito sus manos con codicia cuando un trozo de carne jugoso y nada cocido fue colocado en su plato.
El término medio no era suficiente para Ariam.
Liam tomó un tenedor y pico con las puntas filosas de plata el trozo de carne cocinado en su plato, el tenedor se dirigió a la ensalada de verduras al lado de la carne y comenzó a apuñalar todos los guisantes que encontraba. Por el rabillo del ojo vio a Marianne verter un líquido rojo en la carne de Ariam, haciendo que la chica soltará un suspiro de satisfacción.
— Me alegra que estés comiendo — Ariam sonrío echándose un gran trozo de carne a la boca, no había ensalada en su plato, solo carne roja y jugosa, el padre de Liam, sentado en la cabeza de la mesa le dio una breve nalgada a Marianne como "gratitud" por la cena.
Sus hermanas soltaron una carcajada, Liam miró con disgusto a Allyra intentando partir su trozo de carne, una pierna de conejo, Marianne llegó casi al instante para ayudarla, con su delantal color crema chispado con las ciruelas frescas que habían perecido ante su preparación, pero eso no calmó el disgusto de Liam, volvió a mirar hacía el conejo con los ojos de ciruela frente a él y no se sorprendió cuando vio su propio rostro rostizado en lugar del rostro conejo, se imagino asi mismo en el centro de la mesa, rostizado, con ciruelas en vez de ojos y recostado en una cama de lechuga, tomate, zanahoria y salsa de arándanos, con toda su familia consumiendo trozo por trozo de su cuerpo, incluso imagino al conejo vivo y sentado en la mesa, con sus peludas y tiernas patitas cortando trozos de la mano de Liam.
Liam se puso de pie de un salto.
— No me siento bien.
Liam no dejó a nadie responder, ni siquiera preguntar por sus síntomas, solo corrió escaleras arriba hasta su habitación. A medida que caminaba por el largo pasillo Liam sentía que el aire era demasiado frío para respirarlo, el chico se tambaleó contra la pared y golpeó su pecho en un intento de respirar, sin poder aguantar Liam entró en su habitación y corrió al baño, sus dedos se clavaron en el interior de su boca, hasta llegar a su garganta, los jugos gástricos subieron saltando y danzando como violetas en primavera por la garganta de Liam, la espesa saliva y el jugo de naranja que había tomado el día anterior fue lo único que la taza del inodoro recibió, Liam escupió un poco más e intentó provocarse más arcadas, pero por más que introdujo sus dedos en su garganta, contrajo su garganta, se golpeo el estomago y escupió nada más salió de su estómago. Liam se jalo del cabello y cayó al suelo de baldosas blancas, y negras llorando. Quería vomitar hasta desmayarse, quería que sus jugos gástricos corrompieran sus amígdalas y quemara su garganta, quería sentir el ardor y el nauseabundo sabor de la comida mezclada con saliva, deseaba con todo su ser sentir el ardor en su pecho que horas de vomitó le provocaban. Pero para vomitar necesitaba comer.
Liam espero a que todos se durmieran y bajó las escaleras saltando de dos en dos, sus piernas se movían con elegancia y suavidad por el suelo, casi como si flotara. Marianne, su madre, tenía la insana costumbre de preparar mucho más de lo que se podía llegar a consumir, por eso poseían una enorme habitación especialmente climatizada para guardar todas esas delicias culinarias para cuando llegará la hora de consumirla. Liam entró en la habitación y lo primero que tomó fueron unas cerezas caramelizadas, luego mordisqueó un poco un pequeño buñuelo, pero se detuvo al ver al conejo rostizado en una de los estantes, con rabia Liam dejó caer el buñuelo y tomó el plato con el conejo rostizado, abrió la ventana de la cocina y lo lanzó al exterior, con el conejo y las verduras cayendo en la inmaculada nieve, Liam golpeó sus manos contra el fregadero y se mordió los labios, ahora más que nunca quería vomitar, pero ahora más que nunca quería comer, tenía hambre, odiaba esa sensación de vacío en su estómago, al menos en ese momento lo odiaba.
Liam volvió a la habitación, ignorando por completo el buñuelo a medio comer y tomo un trozo de queso el cual devoró ignorante de que alguien lo observaba con interés.
— ¿Aún sigues con hambre? — Liam dio un salto y dejó caer el trozo de queso al suelo.
Ariam se recostó contra la fría pared y se mordió el labio, mirando a Liam lucir como un inocente conejo a punto de ser cazado, y a ella le gustaba comerse a sus presas, y esa presa en específico le fascinaba.
Liam intentó ocultar el trozo de queso tras sus medias de lana gruesa y empujarlo debajo de los estantes, pero la mirada graciosa de su hermana le hizo saber que lo habían atrapado con las manos en la masa...o en el queso.
— No — Liam pasó el trozo de queso a medio masticar, provocándole un breve dolor en la espalda mientras el grueso trozo de queso bajaba por su garganta. Liam tosió un poco, tratando de menguar el dolor —. No...yo...yo solo...
Ariam levantó su mano en señal de silencio, Liam apretó sus dedos y bajó los ojos apenado, mirando sus medias de lana gruesa.
— Yo antes era como tú — Ariam inspeccionó el lugar, con sus ojos azules vagando entre pastel y pastel —. Venía en las madrugadas buscando algo que comer, a veces el hielo no es suficiente para aguantar el hambre, ¿Sabes? — Liam pasó rápidamente el trozo de queso que aún le quedaba en la boca, esta vez si lo mastico un poco más, pero aún asi el dolor en su espalda no se hizo esperar.
— Lo siento yo...— Liam no quería hablar del tema, de seguro Ariam pensaba que era un glotón asqueroso — ¿Por qué dejaste de hacerlo?
Ariam levanto y bajo los hombros, luego se mordió su dedo anular.
— No lo sé...creo...creo que la comida perdió su sabor y ya no me gusto — Ariam entró en la habitación, con sus manos tocando la comida, pero sin llevarse ninguna a la boca — ¿Qué te hizo el pobre conejo para que lo lanzaras por la ventana? — Ariam se detuvo frente a él, pero Liam no se atrevió a mirarla.
Liam se lamió los labios, intentando buscar alguna respuesta, porque ni él mismo la sabía.
— Me siento como el conejo — confesó —, siento que soy yo quien está siendo criado para morir, siento que soy yo al que le quitan los ojos para reemplazarlos por ciruelas, me quitan mis extremidades, una a una y ellos se las comen, sin importarles cómo reacciono o si estoy vivo todavía o no — los ojos de Liam se llenaron de lágrimas, pero era por el clima frío de la habitación, sí, era por eso o al menos de eso Liam se intentaba convencer —. Pero a diferencia de Allyra no puedo ofrecer mi cabeza con gracia e inocencia a los cazadores que quieren comerme.
Ariam dejó de respirar, Liam supo al instante que había cometido un error.
— Lo siento, yo no quise hablar de Ally, yo...yo siento que ella debió haberse llamado Naomi — Liam sonrió —, siempre me gusto ese nombre para ella. Lo siento — Liam tomó aire, cerrando los ojos —, no estoy hablando con claridad, lo lamento...
— ¿Quiénes quieren comerte, Liam?
"Tú, mi padre...y la mitad de este maldito pueblo" pero en realidad ni una de esas palabras salió de su boca.
— Lo siento, no estoy hablando con claridad.
Ariam lo tomó de las manos, atrayéndolo a su cuerpo, Liam levantó los ojos no queriendo ver más allá del profundo escote de su hermana.
— ¿Desde hace cuanto te sientes así? — Liam soltó un suspiro cuando Ariam beso su frente — ¿Desde hace cuanto sientes que todos quieren comerte? — el aliento cálido de Ariam abrazo sus mejillas, provocando en el joven el deseo de permanecer así un buen tiempo.
— Desde siempre, creo...— Liam se alarmó cuando la mano de Ariam empezó a descender por su pecho —. Creo que...creo que...— Liam empujo a Ariam, separándose de ella, mirando nuevamente al inmaculado suelo blanco — creo que quiero estar solo, por favor.
Ariam parecía decepcionada, Liam lo supo por sus movimientos corporales, pero nunca la miro a los ojos, ni siquiera cuando ella lo atrajo y beso su mejilla.
— Dulces sueños, mi príncipe.
Ariam se fue, pero Liam seguía sintiéndose angustiado y amenazado. Liam camino en círculos en la habitación, sus manos se posaron en su cintura y miró al techo desesperado, tal angustia no era normal, ¿Desde hace cuánto se sentía así? — desde el nacimiento de Heaven — pero Liam no lo sabía o al menos fingía no saberlo. Todavía frustrado tomó un trozo de un pastel de nata, crema y fresas, y después de tres mordiscos apresurados lo dejó caer a sobre un postre de chocolate blanco, justo al lado de la sopa de espinacas. Ahora sin Ariam podía relajarse un poco, Liam empezó a llorar, cayó al suelo en la habitación, abrazo sus piernas y oculto su rostro en ellas, llorando, simplemente llorando.
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