18. Más fuerte, más fuerte, más fuerte.
Siempre pensó que sería feliz estando muerta, pero no fue así, si bien estaba a salvo de seguir sufriendo no valía la pena morir si él no venía con ella. A lo mejor y era egoísta querer tener a alguien a quien supuestamente amas atrapado en el mismo infierno que tú.
Sí, era egoísta, solo que ella pensó que el infierno no sería tan solitario, tampoco que mediría menos de un metro y olería a polvo, frituras viejas y gasolina. Pensó que el fin de su sufrimiento le traería paz, pero jamás se detuvo a pensar en qué haría después, cómo viviría después, su idea del <<después>> era demasiado fantasiosa como para ser remotamente considerara real, ni siquiera posible, era la clase de cosas que se ven en las revistas de maternidad que leía mientras estaba embarazada de Heaven, algo...ideal e irreal.
Era uno de esos días olorosos y exageradamente soleados cuando Ariam despertó, dentro de la cajuela de un auto, con el sudor empapando su rostro cual participante de un maratón en un cálido día de verano. La boca seca, la nariz silbante con cada nuevo respiro y con las piernas cubiertas por vendas que desprendían secreciones entre rosadas y blancas, al menos no eran verdes y no estaba en peligro de perder las piernas. Por ahora.
Le tomó unos minutos recordar qué pasaba, era como si todo estuviera en un burbuja de calor y humedad, le sorprendió encontrándose así misma mirando el tapizado techo negro de peluche del baúl sin comprender cómo terminó allí adentro, se sorprendió no tanto por el hecho de estar dentro del baúl, más bien le asombraba hacer algo que hacía en libertad, ni siquiera en Grimore cuando se despertaba necesitaba un recordatorio de dónde estaba, lo sabía incluso antes de abrir los ojos. Sin duda el tiempo con mamá Binta y papá Casimiro fue demasiado liberador, tanto que le había hecho olvidar cómo era el cautiverio.
Ahora, atrapada entre la felpa tapizada del baúl, una mochila grande que la hacía flexionar dolorosamente las piernas, entre el polvo y la mugre se dió el lujo de no pensar más, no sabía si era el calor o el dolor de sus piernas, simplemente no quería pensar, quería volver a dormir y no saber nada de nadie, ni siquiera de ella misma. Con cuidado de no golpear sus piernas se giró hacia la salida del baúl e intento empujarlo, se estaba asfixiando del calor, pero por más que empujó la puerta no se abrió, aún como atontada Ariam miró a su alrededor y busco alguna clase de llave, lo que fuera que podría usar para abrir la puerta e ir hacia su libertad: vio la maleta y usando sus heridas, largas y flacuchas piernas la acerco a ella; el baúl era diminuto en el mejor de los casos, claramente no estaba hecho para chicas que medían sus casi 1.75, un poco más pero no menos, eso lo sabía bien, Liam media 1.70 y le llegaba a la punta de la nariz.
Liam...
Ariam dejó de arrastrar el bolso hacia sus brazos cuando notó la ausencia del jovencito. Como si una descarga de adrenalina la golpeara miró a todas partes buscando al muchacho, comenzó a golpear las paredes del baúl como si ellas ocultaran una salida secreta que pudiera albergar a su amado. Nada, no encontró nada.
El escenario debía ser diferente, debería ser sano, una tontada de adolescente, un problema estúpido, total y absolutamente diferente: Ariam debería estar sentada con un pijama rosa sobre la cama, con cientos de frituras y dulces mientras un bocadillo goteando sobre su cabeza exclamaba un enorme "¿POR QUÉ A MÍ?" Sonaba prepotente y un tanto egoísta, pero realmente Ariam no entendía por qué a ella, ¿Por qué Edgar la escogió como su hija? ¿Por qué la hizo vivir así? ¿Por qué la vendió a Grimore? Tantas preguntas y ni una sola respuesta, porque Ariam sabía que nunca podría a volver a tener a su padre en la misma habitación sin correr hacia él para morderle la yugular, jamás podría volver a verlo sin matarlo.
O morir en el intento. Lo que pasará primero. Realmente añoraba la normalidad que las revistas de maternidad le enseñaron, Liam tenía sus catálogos de viajes, Ariam sus revistas de maternidad, algo tan cercano y a la vez tan lejano como las vidas de ensueño que reflejaban aquellos papeles de colores.
Dichas revistas habían sido un sopló de aire fresco a su vida, durante esos casi nueve meses Ariam pudo ser muy feliz: acariciaba su abultada barriga con una mano y con la otra sostenía la revista, Liam le masajeaba los pies con aceite de coco y le frotaba el vientre con una mezcla de infusiones de hierbas medicinales que le dejaban la piel suave, y tersa, Ally se sentaba en sus piernas y le hablaba a su hermanito por nacer, diciéndole que si era niña siempre sería la segunda porque ella era la princesa de la casa y nadie podía cambiarlo, ni siquiera un nuevo bebé.
Era feliz con su esposo e hija, era feliz con su pequeña familia.
La joven debía ser sincera y reconocer que si por ella fuera su embarazo duraría toda la vida, amaba tener a Liam cuidándola y ser inmune a los maltratos de su padre, pero también quería conocer a su pateador profesional: fueron muchas las noches en las que se despertó con cierto humano revolcándose entre sus intestinos, podía sentir como Heaven sacaba su rabito entre sus riñones; Ariam pasaba esas noches acariciando su vientre, con tres almohadas en el cuello, dos a cada lado y una en las piernas; "Quédate quieto, hijito, por favor, mamá quiere dormir" decía mientras frotaba su estómago, pero eso era una invitación para que su pequeño pateador profesional se moviera más, a veces Ariam pensaba que una noche iba a despertar con el niño saliendo de su vientre como en la película Alien. En esas noches de inquietud el único capaz de calmar a la indomable criatura era su papá, Liam pasaba horas hablándole al niño, contándole historias y acariciando el estómago de su hermana, siempre Heaven se quedaba quieto a penas escuchaba la voz de su papá, era como si lo invocará con el movimiento y esperará su presencia, cuando eso pasaba Ariam se quedaba dormida en los brazos de su hermano y él la acurrucaba sin dejar de frotar su estómago, el niño se quedaba quieto y todos podían dormir tranquilos.
Como añoraba tener a sus hijos de vuelta, a su pequeña dictadora y su minúsculo pateador profesional, pero sabía que volver a verlos sería algo difícil de conseguir.
Ariam abrió la boca mientras estiraba nuevamente su pierna, uso el dedo gordo del pie para tirar del bolso, cada movimiento debajo de su cadera era sumamente extraño, ¿doloroso?, un poco, ¿Incómodo? Demasiado, sus piernas tráqueaban, rechinaban como ramas de otoño siendo quebradas, como hojas naranjas y quebradizas siendo pisadas. Gotas de una secreción rosa se deslizaron de sus muslos por sus rodillas. Dejó de respirar cuando enredó su tobillo en la correa del bolso y doblo sus piernas, provocando que sintiera como se abrían las costras que cubrían sus heridas, mismas provocadas por su padre, por su amado padre. Ariam se imaginó a las plaquetas y a la sangre maldiciendola, gritando con voces muy agudas y chillonas que se quedará quieta para poder sanar, pero es que era imposible no flexionar las piernas en tan escaso lugar. Definitivamente no estaba hecho para las chicas altas como ella.
Finalmente cuando la maleta estuvo cerca de sus caderas y la punta de sus dedos palparon la tela desenredo su tobillo de la correa, le dio un último empujón y la tomó con las manos. Había un papel blanco semi arrugado pegado en la parte de arriba, cuidadosamente doblado. Ariam reconoció que era de su padre, él siempre usaba ese papel color crema con pequeños grabados en 3D de flores o círculos, sus bordes siempre eran dorados. Lala solía bromear con que era papel para invitaciones de boda, no para escribir cualquier cosa en ella.
Hola querida hija:
¡Espero de todo corazón que tus heridas no te duela demasiado! Sé que estarás enojada, seguramente en este momento estén rechinando tus dientes de la rabia
— Y de las ganas de arrancarte la garganta — pronunció la chica, rechinando sus dientes.
Seguramente estés pensando en alguna venganza, ¡Una forma de poder matarme! Eres brillante, sé que pensaras en algo. Pero no he escrito esta carta para ayudarte a matarme, solo para recordarte que esto sucedió por tu propio deseó, tú misma te metiste en esta situación, ¡Sólo diez bebés, Ariam! ¡Sólo te pedí diez bebés! Eres brillante, pero también muy ingenua, ¡Ay, hija! ¡Hijita mía! ¡Mi hija tonta de boca de rosa! Sabes que si te hubieras apegado al plan ahora muy posiblemente ya estarías cerca de la libertad, pero eres testaruda y dejaste que Liam envenenara tu mente. No te voy juzgar por eso. Yo tambien me he visto en más de una ocasión atrapado entre sus dulces palabras y sus delicadas caricias.
Como sé perfectamente lo que se siente ser cautivado por una sirena manipuladora como lo es Liam he decidido liberarte...
El corazón de Ariam dió un vuelvo y dejó de leer al instante, su estómago era un nido de anguilas eléctricas que subían lentamente por su garganta, ¿Libertad? Ariam volvió a leer la frase, una por una, letra por letra, H E D E C I D I D O D A R T E L A L I B E R T A D. Verdaderamente Ariam quiso creer en las palabras de su padre, de alma quería hacerlo, tomando en cuenta que estaba literalmente dentro de un baúl en medio de quién sabe dónde podía ser cierto, también tomando en cuenta la visión distorsionada de algunas palabras que Edgar tiene (Un ejemplo <<amor>>, otro ejemplo <<paternidad>>) no quiso dejarse inundar por las esperanzas, en cambio con la cabeza fría siguió leyendo, está vez sin rechinar sus dientes.
Posiblemente no me creas ¡No te juzgo! Ni yo mismo me creería si te intercambiamos roles en esta obra de teatro que es la vida, pero esta vez debes confiar, está vez es verdad, ya no puedo más y si tengo que escoger entre mis hijos o mi futuro marido
Ese <<mi futuro marido>> le causó un mal sabor de boca a la chica.
Siempre lo escogeré a él. Por eso toma la maleta, en su interior encontrarás lo que necesitas para sobrevivir en este mundo. Aunque te pese demasiado debes admitir que somos más parecidos de lo crees, ambos somos alfas (en tu caso beta por lo que eres hembra), ambos tomamos lo que queremos, ambos somos fuertes, líderes. La sangre de reyes corre por nuestras venas. Somos superiores. Por eso entiendo cómo piensas. Sé que intentarás volver, sé que intentarás tenerlo, no lo hagas, ese es mi único consejo, porque no tendré piedad, no está vez, si te vuelvo a ver cerca de él te mataré.
Aunque lo niegues nada cambiará lo obvio: somos iguales; eres mi hija. Dicen que siempre la hija mayor es la versión femenina de su padre, yo puedo atestiguar que es verdad.
Espero que seas inteligente y uses las armas que te voy a entregar, esas armas son capaces de convertir al hombre más puro y fiel en un simplón obediente, usalas con sabidurías, el arma que te entregué mueve montañas, destruye y construye. Úsala bien. No me decepciones.
Y no vuelvas o Liam pagará las consecuencias.
P.D: ¿Sabias que babeas mientras duermes?
P.D2: No te preocupes, yo me encargaré de cuidar a Ally y Heaven.
— No soy como tú — mascullo furiosa, apretando la carta en sus manos —, no soy un monstruo. Jamás dañaría a Liam.
Hizo la nota una bola arrugada y la lanzó hacia el frente, la bola de papel rebotó sobre la cubierta de felpa, regresando y dándole un pequeño golpe en la mejilla. Incluso así Edgar le hacía daño. Con curiosidad de saber cuál era esa supuesta arma tan poderosa Ariam enredo sus dedos pulgar e índice alrededor de la correa y tiro de ella, la colocó sobre su pecho y la abrió para descubrir cuál era el arma más poderosa del mundo: eran rollos perfectamente doblados de billetes, uno tras otro y otro, llenando la enorme maleta de color beige, eran billetes nuevos, curvos con las puntas tenuemente dobladas. Ariam sacó uno, era un sol, con la imagen del emperador grabado en dorado, sacó otro, una luna, con la emperatriz en medio de estrellas plateadas.
— Así que el arma más poderosa del mundo es el dinero, ¿Eh? Tiene sentido.
Claro que tenía sentido, literalmente el dinero era sinónimo de poder y su padre amaba el poder, por algo la había vendido a Grimore. Ariam recordaba muy bien ese día, no tanto por el trauma sino por la vergüenza de sus acciones: años enteros de su infancia desperdiciados en intentar ganar algo de atención de ese hombre que con un helado rojo sabor a chicle la drogo y la llevo a ese lugar entre las montañas; años de maltratar a Liam; ¿Y para qué? ¿Para ser usada como incubadora? También recordaba bien ese día porque fue tan solo una semana después de su menstruación, al principio la joven Ariam pensó que se había hecho en los pantalones, no sabía que la sangre pudiera ser de un tono tan oscuro, por eso corrió como loca con sus ensangrentados pantalones y calzones hasta el baño, y se encerró en el por casi una hora, uso todo tipo de jabón que encontró pero la mancha no salía finalmente fue a buscar cloro para blanquear ambas prendas, tal vez fue el rastro de espuma lo que la delató, pero al regresar estaba Edgar en el baño, Ariam recordaba vividamente dejar caer el tambo de detergente al suelo al verse descubierta, también recordaba a Edgar hundiendo su rostro entre sus manchadas bragas, olfateando la mancha y luego acariciando aquella roja cosa, lo hacía con cariño, con amor.
Marianne le explicó qué era. Esa noche le hicieron una cena en su honor. Ariam pensó que había hecho algo bueno, no sabía que esa era una cena de despedida. Incluso en la actualidad aquellas bragas manchadas permanecían exhibidas en un marco de cristal en la oficina de su padre, un breve recordatorio de los peligros de crecer. Era como el remate de una broma, la vida literalmente le estaba diciendo "¡Felicidades! ¡Ya eres una mujer! Ahora muere" Ojalá pudiera decir que los primeros días en Grimore fueron una pesadilla, pero no era cierto, ella no entendía lo que pasaba, solo entendía que los hombres le metían algo, algo viscoso y duró, algo que dolía. Luego lo supo y el asco por si misma, y su situación la arrolló con la pasión de una camioneta de carga.
Liam la debió haber pasado peor, mucho peor.
Sí, ser violada por hombres tanto libres como esclavos para parir bebés que: A) No quería. B) No estaba lista para tener. C) Jamás vería crecer era horrible. Pero al menos lo hacían solo cada nueve meses, lo hacían personas que generalmente no conocía o no sentía aprecio por ellos, en cambio Liam era todo el tiempo, todos los días, con su propio padre. También estaba el hecho de que sus abusos comenzaron a los doce años y medio, cuando tuvo la menstruación por primera vez, los abusos de Liam seguro comenzaron desde que era un bebé. Él no tuvo tiempo de ser inocente, se lo arrancaron de raíz a penas nacer.
Intento mantenerse fuerte, si Liam pudo soportar toda una vida llena de abusos ella podría hacerlo. Ahora que Ariam interpretaba el papel de una víctima más veía todo de manera distinta. Liam sonreía siempre, no una sonrisa de alegría, esa clase de sonrisas jamás las había visto en Liam, eran sonrisas melancólicas, tristes y pensativas, la clase de sonrisa que le dedicas al pariente más cercano del protagonista de un funeral, mientras le das palmaditas en la espalda y le dices "Era una persona maravillosa" aunque en realidad fuera el mayor bastardo de la humanidad. Ariam solía envidiar la triste belleza de Liam, lo veía sentado frente a una ventana, con el cielo reflejándose en sus ojos y las lágrimas a penas formadas en su mirada. Ahora sabía el motivo de esa tristeza y lo odiaba.
Su adoración, su adoración, su adoración, él era su máxima adoración.
Eran pocos los momentos en los que Liam parecía...no feliz, pero si tranquilo, eran esos momentos en los que la angustia dejaba el rostro de Liam los más preciados para Ariam, antes le daba rabia verlo así, hacía todo lo posible por hacerlo llorar, lo odiaba por ser "el hijo de oro" sin saber que ser el "hijo de oro" en su familia significaba ser el más violado. Él estaba tranquilo cuando veía sus catálogos de viaje, cuando cuidaba a su flor de Narciso, cuando cocinaba o miraba por la ventana. Alfileres en la cama, cuchillas lanzadas a su cara o hacerlo comer su propio vomitó, eran algunos métodos con los que Ariam castigaba a Liam por ser el favorito.
En ocasiones era más creativa, a Liam le gustaba cocinar, pasaba horas en la cocina, ayudando al personal o mirando fijamente al cocinero, en esas ocasiones Ariam prendía la estufa y empujaba el rostro de su hermano al fuego, dejaba que llorará y se le quemaran las pestañas, luego lo dejaba solo, llorando.
Era irónico, a Liam le fascinaba cocinar, pero odiaba comer. Ariam podía apostar con total seguridad la vida de sus hijos a que el asco de Liam por la comida comenzó cuando Edgar empezó a incluirla en sus sesiones de "amor", su padre parecía ser un hombre muy aburrido pero solían darle atacazos artísticos y creativos cuando de darse placer con el cuerpo de su hijo se trataba.
Ariam estaba segura de tener razón, no sólo porque ella siempre tiene razón, también por el hecho de haberlo visto, uno de los momentos más importantes en su despertar sexual forzoso fue cuando dejó de ver a Liam como hermano y lo empezó a ver cómo hombre, una de esas ocasiones fue cuando lo vio salir de la oficina de su padre, llevaba puesta una de las camisetas del hombre que le quedaban como pijamas y la crema batida se deslizaba entre sus piernas, y podía ver restos de chocolate en los pezones de su hermano, a lo mejor y la anorexia del chico era debido a su propio asco, a decir verdad era una escena cruel, incluso si no sabes lo qué pasó cualquiera sabría que algo malo le sucedió: labios hinchados, ojos irritados por las lágrimas, moretones y chupetones por todo el cuerpo, las piernas temblando y su rostro de angustia lo delataba; incluso en ese estado era hermoso, muy hermoso para Ariam. Supuso que tenía razón, nunca más volvió a ver a Liam mirando los catálogos de viaje con una taza de helado de chocolate y crema batida. Sabía que era crema batida, el semen podrá oler y saber a piña pero no a vainilla.
Quizás Ariam si era parecida a Edgar, al menos en algo: Liam era demasiado hermoso, al menos para ellos y debía ser sometido. Eso no le disgustaba a la chica, en lo absoluto.
Era como si hiciera todo para provocarla. Liam, tan seguro y confiado de sus encantos, era imposible que no supiera los sentimientos y deseos que despertaba en su fiel castaña, era como si no solo estuviera consiente de sí mismo, de su gracia y encanto, sino también como si supiera lo que podía conseguir con ellos. Cada caricia accidental, cada sonrisa de dientes torcidos, cada mirada, cada presencia...era como si todo estuviera meticulosamente preparado para provocarla. Ariam lo veía, lo veía con total claridad: lo veía en esos ojos bicolor; "¡Sálvame!" Decían acompañados de una sonrisa tímida. A veces Ariam pensaba que Liam era como una sirena, que usaba su voz para enamorar a un inocente pescador (ella) para acabar con el pirata bárbaro que lo mantiene cautivo (su padre).
Ariam quería que Liam fuera de la misma forma en la lo era con su padre y eso la asustaba, no podía evitarlo, quería verlo se rodillas, besando sus piernas, preparándose para darle placer, quería ver esas sonrisas (una mezcla entre tímida y pervertida) que solo él sabía dar. Lo imaginaba con una sonrisa de boca abierta, dejando ver sus dientes frontales un poco torcidos, con esa mirada tan singular que solo él podía hacer, todo mientras se desvestía, casi podía ver su ropa interior deslizándose entre sus piernas, bajandola con anormal lentitud cuando llegaban a sus gruesos y besables muslos, para luego colocarse de rodillas frente a ella, lo imaginaba recostando su cabeza entre las piernas de ella y con su mejor mirada inocente pedirle que lo folle hasta que Ally pueda tener un nuevo hermanito.
— Necesito un castigo — decía Liam, recostando su cabeza sobre el muslo de su hermana —, uno carnal porque me he portado muy, muuuuuy mal — su voz de volvía un susurro en las "u" y retomaba fuerza en el "ui".
Pese a ser un pensamiento peligroso y no menos enfermizo ese escenario pertenecía a un posible futuro, ambos compartían dos hijos, casarse era el paso obvio a seguir. Se imaginaba un futuro de familia tradicional junto a su hermano: él cuidaba a los niños y pasaba sus días cocinando, y limpiando, esperando a que llegara su esposa del trabajo; le pediría sexo justo antes de la cena y después de que los niños se durmieran, y él aceptaría con gusto, porque amaría la forma en la que ella lo hacía sentir. Ariam no podía evitarlo, amaba a su pequeño niño, demasiado. Sólo necesitaba rescatarlo y él solito se entregaría a ella.
Siempre y cuando jamás se enterará sobre lo sucedido con la primera Allyra.
Era egoísta por ocultar algo que le provocó tanto dolor a la persona que amaba, pero no tenía opción, decirlo era perder a Liam para siempre y una niña muerta no valía la pena. Pero Liam si lo valía, valía cada lágrima, cada súplica, cada embarazo no deseado. Él lo valía todo.
El recuerdo de aquél día, del día en día se enamoró irremediable e incontrolablemente de Liam, el día en que su corazón se unió al del joven de ojos distintos, el día en el que ella le ofreció su corazón y él lo aceptó le resultaba entre amargo como el vinagre, y dulce como la miel, pero antes de aceptar su corazón él ofreció algo primero: su cuerpo.
Nariz rota, mandíbula desencajada y tres dientes en el suelo, rostro morado, ojos hinchados, moretón por aquí, moretón por allá. Así estaba ella, tras otro aborto exitosamente provocado. Esta vez Edgar si iba a matarla.
— Papá — la voz de él se hace presente, Ariam se lo imagina arrodillado en el suelo, semi desnudo, con a penas una camiseta cubriendo su cuerpo, tomando la mano de su padre impidiéndole golpearla más —, sigamos papá, sé que aún tienes ganas, anda papá, déjala— ella escucho unos sonidos y lo imagino caminando nuevamente a la cama matrimonial en la habitación secreta, colocándose en cuatro y dejando a la vista su cuerpo desnudo, para que Edgar sé introduzca en él, así Ariam podrá irse.
Edgar está mirando hacia la cama, hacia él, como un depredador al asecho de una presa. Él está acostado en la cama, con sus brillantes ojos azules y verdes entrecerrados, por el falso deseo, su cabello negro cae alrededor de su cuerpo, está lleno de marcas de cadenas, besos y mordidas, tiene chupetones por montones, tiene las mejillas ruborizada, sus pezones brillan y él introduce un dedo en su boca, llenándolo de saliva para después acariciar su pezón izquierdo y pellizcarlo levemente, tiene las piernas separadas y masajea con suavidad su entrada, provocando una imagen muy excitante. Ariam sabe que él no lo disfruta, pequeñas lágrimas se asoman por sus ojos. Edgar la ignora por completo y se coloca sobre él, Ariam aprovecha esa distracción para desaparecer de la escena antes de que la maten, le dirije una mirada de: "Lo siento, gracias" que va dirigido al bello muchacho desnudo en la cama. Él le mira levemente y asiente, "De nada" dice él, a veces se debe hacer un sacrificio para salvar a alguien. En este caso para salvar a Ariam de una paliza brutal él debe provocar sexualmente (cosa que según Edgar siempre ha hecho) para que lo viole y no maté a su hermana a golpes.
Su padre acaricia sus labios y él abre la boca dejando que introduzca sus dedos en ella, lamiendolos de forma seductora, claro que él podría estar mirando al techo y para Edgar ya sería lo suficientemente seductor como para follarlo.
—No aguanto más—dice él para engañar más a su padre —, te necesito dentro de mí, porfavor, hazme el amor.
El padre no lo piensa dos veces y aparta los dedos de la entrada de él, metiendo su pene de una sola estocada, siguiendo con más estocadas brutalmente fuertes. Él casi grita pero apreta sus labios impidiendo que todo su dolor salga, en vez de eso deja salir varios quejidos que fácilmente se confundirian como gemidos.
—Si...—varias lágrimas se deslizan por su cara, pero él ya sabe cómo disimular— ¡Más, padre, más!
<<¡Más, padre, más! ¡Más fuerte! Rompe mi cabeza, rompe mi cuello, destroza mis caderas, arráncame el corazón de un mordisco. Destroza mi cuerpo, destroza mi mente. No te detengas por favor, lo merezco, merezco ser destrozado, necesito ser destrozado, quiero ser asesinado. Mátame, te lo ruego, porque gracias a ti ya no quiero seguir viviendo>> fue lo que realmente quiso decir él.
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