1. Los Pies
Los pies.
Liam podía quedarse completamente quieto, no movía ni las manos, sus brazos, sus piernas o incluso su pecho, Liam poseía la singular habilidad de quedarse completamente quieto, inmóvil, como una piedra...o un cadáver. Incluso podía moderar de tal manera su respiración que ni siquiera su pecho se movía con cada exhalación. A veces, Liam permanecía tanto tiempo quieto que sus músculos se atrofiaban, era casi como si se petrificará. Liam podía incluso dejar de pensar cuando era necesario, simplemente su mente se apagaba, en un instante podía pasar una hora, un día, un año o toda una vida y él apenas lo notaría. Liam poseía la singular habilidad de quedarse completamente quieto, inmóvil, como una piedra...o un cadáver...al menos hasta hace poco pudo perfeccionar dicha habilidad, ahora si podía parecer un cadáver, quieto, inmóvil, sin respirar, solo un recipiente vacío que podía brindar placer, pero hasta hace poco Liam no tenía control de una parte de su cuerpo, una que siempre terminaba por tener espasmos involuntarios y por provocar leves movimientos los cuales eran suficientes para enojar a su amo.
Su amo quería que se moviera, que gimiera, que gritará y suplicará, que implorará piedad, quería oírlo hablar, quería verlo moverse. Su amo quería verlo sufrir.
Con el tiempo Liam aprendió que si no se movía su amo perdería el interés en él y todo sería más rápido, pero sus pies siempre lo delataban, siempre fríos, siempre vivos...era como si no fueran parte de su cuerpo, sus dedos se doblaban de dolor y temblaban con cada golpe. Los pies de Liam siempre lo delataban, pero con el tiempo aprendió que si los ataba de los tobillos con duras y ásperas cadenas de hierro podía reducir tanto la circulación que ni siquiera podía sentirlos, mucho menos moverlos.
Y así Liam pudo ser el cadáver que por tanto tiempo quiso ser.
Era devastadoramente desalentador que sus pies fueran capaz de provocarle tantos problemas, pero aún peor era que no pudiera usarlos para caminar, para irse de allí, asi fuera saltando, gateando o corriendo, sus pies nunca lo ayudaban a escapar de allí y vivir. Porque Liam no podía vivir, no mientras sus pies no lo ayudarán a irse de allí.
Ese día en especificó Liam se despertó con el glorioso aroma de huevos revueltos con ajo recién hechos, con el aroma del tibio desayuno y los gritos de su hermana mayor, Ariam, por supuesto.
— ¡La puta que te pario, Lauren! ¡La puta que te pario! — Liam supuso que Lauren, su otra hermana mayor, había entrado de nuevo a la habitación de Ariam sin permiso, de no ser así no comprendía el motivo de tales blasfemias por parte de la primogénita a la segundogénita — ¡En la vida hay gente malparida y luego estás tú, perra!
— ¡Si tanto te molesta entonces...! — Liam salió de su habitación para contemplar a sus dos hermanas mayores a punto de tener una pelea a muerte con cuchillos...o con patines de hielo más bien.
Ariam, la mayor, la primogénita y la amante del hockey, las guitarras eléctricas, heavy metal y molestar a sus hermanos pequeños diciendo que son adoptados, cuando en realidad, todos lo son, sujetaba sus patines de hielo con rabia, sus ojos azules desorbitados de la rabia, sus dedos con sus largas uñas se clavaron en las cuchillas de los patines, derramando sangre en la blanca alfombra.
— ¿Qué son esos gritos? — Marianne, la madre adoptiva de todos los menores de 21 en esa casa ahogó un grito cuando Ariam le lanzó los patines a su hermana.
Lauren se dio la vuelta, haciendo que los patines impactaron su espalda en un sonido sordo, pero al menos lo que golpeó a Lauren fue en cuero sintético y no las cuchillas. Marianne corrió y de un solo jalón levantó la blusa de Lauren para revisar la espalda de su hija, claramente tendría moretones por un tiempo en las costillas, pero no había sangre ni derramada ni que comer.
— Cariño, ¿Estás bien? — Lauren comenzó a llorar y como una niña pequeña abrazó a su madre.
— Yo no quería enojarla, solo quería usar sus patines para un proyecto de mecánica.
— ¡Y ahora no tienen filo, maldita! Es más, ¡Están inservibles! — Ariam levantó los patines del suelo y los sacudió en la cara de su madre — ¿Sabes lo que es competir con patines nuevos? — Ariam se acercó amenazante a su hermana — si perdemos, inmunda de mierda, te arranco las orejas y se las dio de comer a Heaven — Lauren lloró más fuerte, Marianne tomó del mentón a su hija mayor y la empujó hacía atrás.
— ¡No más, Ariam! ¡No más! — Marianne jaló de la mano de largas uñas de su hija, llevándosela por las escaleras — ¿Cómo puedes decir algo tan espantoso? ¡Es tu hermana!
— ¿Y? ¡Eso no impidió que Caín matará a Abel! Y siendo sincera...— Ariam intentó lanzarse sobre Lauren, pero Marianne se interpuso entre ambas chicas — ¡Empiezo a comprender a Caín!
— ¡Vamos! — Marianne jalo con fuerza del brazo a su hija —. Espera a que tu padre se enteré cómo actúas, ¡Estarás castigada por mucho tiempo, jovencita!
Antes de irse Ariam le saco el dedo del medio a Lauren, quien seguía llorando. Liam se acercó a Lauren y colocó su mano en la espalda de su hermana, mientras ella sollozaba.
— Tranquila — susurro.
— ¿Ya se fueron? — preguntó Lauren aún con el rostro cubierto con sus manos, pero con las lágrimas deslizándose entre sus dedos.
— Sí — Lauren se quitó las manos de la cara y se limpio las lagrimas.
— La próxima me cago en la almohada de esa perra — murmuró frotando sus mejillas enrojecidas, sonriendo.
No era raro que las chicas Al Bhatt usarán las lágrimas para obtener lo que querían, incluso Allyra, la más pequeña ya hacía actuaciones dignas de un premio Oscar, por eso a Liam no le sorprendió la actitud de su hermana.
Liam siguió en silencio a Lauren a la cocina, pero antes de llegar a la cocina vieron a Ariam ser regañada por Edgar, el padre de todos los adolescentes y niños de la casa. Edgar parecía molesto, su muy bien conservado rostro estaba marcado por la rabia.
— ¡Y si lo vuelves a hacer tendré que sacarte de tus clases de hockey!
— ¡Pero papá...!
— ¡Ni un "pero", jovencita! ¡Vuelve a amenazar a tu hermana y te juro que te castigo por un mes, y te ganas un pase libre a un internado femenino!
— Para ella será un paraíso — susurro Lauren, con sus ojos verdes aguamarina mirando muy feliz la escena —, tiene cara de lesbiana, la malparida esa.
— Vamos, si papá nos ve se va a enojar — Liam tiró de la camiseta de Lauren de la banda Muse y ambos siguieron su camino a la cocina.
Al llegar allí Marianne ya estaba sentada, devorando un trozo de tostada con mermelada. Pese a poder pagar una cocinera, el padre de Liam insistía en que Marianne cocinara para todos en la familia, la cual consistía en un adulto, dos adolescentes demasiado enojadas como para tolerarse, un adolescente demasiado antisocial como para salir de la comodidad de su hogar y dos niños pequeños que destronaban al propio anticristo, mismos niños que llegaron corriendo por el pasillo, bueno, una corriendo y el otro gateando.
Liam sujeto en sus brazos a Heaven y lo colocó en su silla de bebé, con una servilleta limpio el río de saliva de la boca del niño y con una cucharita de plástico del hombre araña revolvió la papilla de manzana con avena para alimentar al niño. Ariam llegó poco después, con cara de pocos amigos y de desear nunca haber sido adoptada. Sus dedos de largas uñas sujetaron el brazo de Allyra, la pequeña de la mano y la sentaron en una silla a su lado, y al igual que Liam comenzó a alimentarla.
— ¡No quiero huevos! ¡Quiero panqueques! — insistió Allyra dando saltos en su asiento.
Ariam la ignoro y cuando abrió la boca para llorar embutió la cuchara con huevo en la boca de la pequeña, la cual sin posibilidad empezó a masticar. Ariam repitió la misma acción cada vez que la niña abría la boca para protestar y en menos de lo que la niña pudo anticipar su plato ya estaba vacío.
— Te daré panqueques mañana si te portas bien hoy, comer es muy importante para niñas en crecimiento.
— Lo dice la chica que no ha comido nada en tres días — murmuró Lauren con un vaso de jugo de naranja en los labios.
Ariam dejó caer la cuchara en la mesa y tomó dos platos vacíos, el de Allyra y el suyo que estaba limpio, ni siquiera había tenido comida en ese plato. De niños solían llamarla "La espantapájaros", ya que Ariam era tan delgada y alta que podría hacerse pasar por uno de ellos, todo lo opuesto a Lauren, quien gozaba de unos muslos y caderas dignos de una chica anime.
— Sí he comido...— Ariam lavaba los platos con la vista fija en el bosque a los alrededores la mansión — solo no me has visto.
Liam terminó de alimentar al bebé y sin tocar ni una sola migaja de lo que tenía en su plato lo alzó, y lo llevó a su habitación. Con manos llenas de experiencia, Liam cambió el pañal de Heaven, que no dejaba de mover sus regordetas piernas y producir burbujas de saliva de su pequeña boquita. Cuando Heaven llegó Liam pensó que su mundo se había arruinado, un bebé lo cambiaba todo, lo arruinaba todo. La llegada de un bebé hacía que Liam tuviera que dejar de vivir, porque ese bebé sería su vida.
— ¿Siguiendo el ejemplo de Ariam? — Liam terminó de abrochar el pañal de Heaven y lo colocó con cuidado en la cuna y se giró para abrazar a su padre.
— Me pediste que perdiera un poco de peso, lo hago por ti.
El padre de Liam asintió no muy convencido, abrazando por la cintura a su hijo.
— Pero no así, ya estás muy delgado para tu edad, eres atlético — Liam supo que su padre diría otra cosa al respecto, por ello lo interrumpió mirando a Heaven que buscaba la posición correcta para dormir.
— ¿Yo era así de bebé?
— No, siempre fuiste un bebé pequeño, no regordete, hubo un tiempo en el que eras tan pequeño que tenía miedo de tocarte porque pensé que te rompería, lo único medianamente regordete que tenías de bebé eran tus mejillas — el padre de Liam acaricio su mejilla —. Pero también me gusta que tengas tan marcada la mandíbula.
El aliento cálido de su padre golpeó sus mejillas y aquello lo dejó sin aliento.
— ¡Pero mamá...!
Los gritos de sus hermanas hicieron que Heaven comenzará a llorar.
— Esas dos...¿Acaso nunca se llevaran bien? — se lamentó Liam.
— Dales tiempo — insistió su padre —, ellas se aman, sé que en el fondo se aman.
Padre e hijo bajaron las escaleras, para encontrar a ambas chicas Al Bhatt asesinándose con la mirada y con Marianne en medio de ambas evitando que ocurriera un homicidio.
— Sí y punto final — insistió Marianne.
— ¿Qué está pasando aquí?
— ¡Mamá quiere que vaya a practicar con nuevos patines con esta pirómana! — Lauren hizo un gesto de asco cuando Ariam la señaló con sus dedos enrojecidos.
— ¿Acaso no vas parar de morderte las uñas! ¡Por todos los cielos! ¡Casi puedo ver el hueso de tus dedos! — Liam imagino a Ariam tomando la silla de madera a su lado y partiéndola en la espalda de Lauren, para luego arrastrarla del cabello hasta el pozo seco que adornaba el jardín trasero. Lamentablemente nada de eso sucedió.
— ¡Eres una...! — Ariam estaba roja por la rabia, el hecho de que Lauren le recordará esa época en la que se comía las uñas provocó una sensación de asco colectivo en los presentes, menos mal sus uñas ahora eran largas, no era agradable ver los huesos sobresaliendo entre la carne mordida, gracias a la tutela de Edgar su hija comenzaba a volver a verse como una adolescente normal y no un espantapájaros sin uñas.
— ¡Basta! — la gruesa voz de Edgar hicieron a ambas niñas callar y bajar la mirada —. Van a ir a practicar patinaje juntas, es más, Liam irá con ustedes.
— ¿Los microbios también pueden venir? — preguntó Lauren esperanzada.
— No, los niños no irán, solo los tres en un momento de integración familiar y no quiero oír nada más del asunto — el padre de Liam le dio un fugaz beso en la mejilla al chico y se alejó rumbo a su despacho — ¡Ya me duele la cabeza de tantos gritos! ¡Mujeres! ¿A quién carajos se le ocurrió crear semejante estupidez inservible? — se quejó Edgar alejándose por el pasillo.
Marianne apretó sus dedos antes de salir corriendo tras su marido.
— ¡Mi amor! ¡Espera!
Los tres dieron miradas intermitentes de un lado a otro.
De Ariam a Liam, de Liam a Lauren, de Lauren a Ariam y de Ariam a Liam otra vez.
— Iremos en mi auto — anuncio Ariam caminando rectamente hasta las afueras de la mansión.
Lauren chasqueo la lengua y con aburrimiento se colocó sus audífonos personalizados con orejas de gato, calaveras negras y luces de neón sobre su negro, y lacio cabello.
— Genial, moriremos — dijo cortante y aburrida.
Liam decidió ir en la parte trasera del auto, dejando que Lauren se sentará al lado de Ariam, ella no dijo nada, pero se notaba a leguas que no quería tener a su lado a su hermana.
Era aquella época en el año en que a las personas se les congelan hasta las ideas, la temporada perfecta para que Ariam patinara a diestra y siniestra, y la época que Lauren más detestaba, en el fondo Liam también lo odiaba, porque la nieve significaba vacaciones y las vacaciones significaban estar en casa, y cualquiera en su posición odiaría estar en casa. Aún así le encantaba en frío y la nieve, porque en cualquier día — no pronto porque Heaven aún necesitaba cuidados — podría enterrarse bajo la nieve, saltar sobre el lago congelado hasta romperlo...o sencillamente vagar sin destino en la nieve sin abrigo esperando a que el frío hiciera lo suyo y así seria declarado muerto por hipotermia. Era una linda y cálida fantasía.
— Lo mío, caramelo cara de camello — Liam salió de sus pensamientos al ver a Lauren extendiendo su mano con uñas acrílicas (pintadas de negro, azul, naranja y púrpura) en dirección de Ariam.
— Aquí tienes, bomboncito asquerosito — Ariam le extendió una chaqueta llena de cadenas y unas mallas.
— ¿Qué...qué hacen? — era como si en esa mañana no hubieran intentado matarse, ahora ambas sonreían como si fueran amigas de toda la vida.
— Negocios — respondió Lauren, contando unos billetes que le largaba Ariam — ¡Ey! ¡Faltan 50!
— Ahorita te doy mi tarjeta para que hagas lo que quieras.
Liam abrió la boca en comprensión y asombro.
— Esperen...¿Hicieron todo ese teatro esta mañana solo para poder ir a la pista de hielo sin los niños?
— Obvio — respondió Lauren quitándose el maquillaje rojo de la espalda que simulaba ser un golpe con una toalla húmeda.
— Están locas — dijo Liam asombrado.
— Liam, bebé, ¿Cuándo fue la última vez que salimos sin los fetos de la familia? ¡NUNCA! Una vez al año no hace daño. Además — Ariam miró hacía adelante, luego hacía Liam, hacía adelante y finalmente sus ojos buscaron el reflejo de Liam en el retrovisor — quería pasar un tiempo a solas contigo.
Minutos más tarde dejaron a Lauren en el centro comercial del pueblo, con Ariam dándole su tarjeta de debitó para que se divirtiera en el Spa y en cualquier cosa que a la señorita "Si no es marca, no es nada" de Lauren pudiera pensar o desear.
— Creí que amabas esa chaqueta vintage —dijo Liam, viendo a Lauren colocarse la chaqueta de su hermana, Ariam golpeó sus dedos contra el volante.
— Sí, me gustaba — los ojos brillantes de Ariam miraron a Liam por el espejo retrovisor —, pero tu me gustas más.
Liam sintió una ráfaga de viento golpear su estómago, apretó la silla con sus dedos. Los recuerdos de años anteriores golpearon su mente y de repente el aire era demasiado frío como para respirarlo.
— Tranquilo — esta vez Ariam no lo miraba —, no voy a comerte. No esta vez.
Ariam giro el volante en dirección contraria al centro del pueblo, Liam observó aún sin poder respirar como la pista de hielo se alejaba más, más y más, y ellos empezaban a salir del pueblo, más, más y más lejos del pueblo.
— ¿A dónde vamos?
— A patinar.
— Pero la pista de hielo está por allá.
Los huesudos dedos de Ariam apretaron el volante con seguridad, Liam ya no se sentía tan seguro allí atrás.
— Vamos al lago.
El frío paisaje golpeó las rojas mejillas de Liam como un látigo, sus ojos se volvieron llorosos y sus piernas eran fideos. Ariam se inclinó frente a él y le ajusto los patines con cuidado, con cada cordón finamente atado, pero la mano de Ariam pareció cobrar vida propia, porque se deslizó hasta subir al muslo de Liam y como si aquél trozo de carne fuera la joya más invaluable del mundo deposito un largo, y delicado beso en el muslo de su hermano. Liam no respiro. Podía sentir los fríos labios de Ariam a través de la tela de su pantalón. Su hermana mayor se puso de pie de un salto y con una radiante sonrisa le extendió la mano.
— ¿Vamos?
Dicen que cuando el agua de la superficie se congela crea varias capas de hielo, la mayoría tan frágil como el viento o tan duras como el concreto. Liam se imaginó girando en el hielo, con el sol muriendo de fondo, dando sus últimos respiros naranjas, rojos, rosas y violetas en el cielo, se imaginaba girando, girando y girando. solo girando, con sus brazos subiendo y bajando, a veces danzando con la gracia de un cisne, otras aleteando con la torpeza de un ganso, girando y girando, incapaz de detenerse, sin nadie que lo ayudará a detenerse, girando y girando, atrapado, solo atrapado en un bucle sin fin, girando y girando, sometido a una vida que no pidió y a un sufrimiento que él mismo suplico con tal de proteger a los más inocentes que él. Girando y girando. Girando tanto que su estómago terminaría por licuar y volver papilla sus órganos internos, sus pulmones colapsando y cayendo en su caja torácica, su cerebro desprendiéndose de su cabeza y derramándose por sus orejas, cayendo en la blanca e inmaculada nieve y bajando por su garganta, girando y girando hasta que sus ojos y dientes salían disparados, y ni aún así dejaría de girar, no hasta que sus brazos se dislocarán y sus piernas se rompieran, y al fin, con el cuerpo y la mente destruidos cayó en el hielo duro como el concreto, partiéndose la cabeza en el proceso, la sangre se filtraría en el hielo alrededor de su cuerpo muerto.
— ¡Me voy a caer! — gritó Liam deslizándose por el hielo, ya casi podía sentir el duro golpe contra el agua congelada.
Pero Ariam lo sujeto de su cintura, atrayéndolo hacia ella.
— Nunca te dejaré caer, Liam, nunca.
El agarre fuerte y seguro de Ariam le robo el aliento a Liam.
— ¿Nunca? — pregunto Liam.
— Nunca — respondió Ariam.
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