| 11. CALUMNIA ✧ pt.2

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ARIELA LES DEDICÓ una sonrisa a Christian y Carla cuando se fueron de su casa, pero antes de perderlos de vista la rubia le guiño el ojo a la castaña y ésta sonrió. Cerró la puerta a sus espaldas y lo vió a Nano, bebiendo la cerveza que ella le había dado con su mirada ida. Como si pensara en algo.

    —¿Te duele algo?—interrogó ella.

   Nano negó y ella sólo asintió.
Estaban más callados de lo normal, pero era claro. Ya casi nadie tenía una buena razón para hablarle a Nano, y ella pertenecía a ese grupo de personas.

    —Iré a buscar a mi madre—agregó Ariela—. Puedes pasar la noche aquí si quieres.

    Pensó que tal vez él no quería volver a su casa, si acaso se cruzaba con su hermano más mal se sentiría consigo mismo.

   —¿Y tú no puedes quedarte aquí?—preguntó—. ¿Quedarte conmigo?

    Ariela bajó su vista y cabizbaja le contestó—: ¿Para qué, Nano?

   Él en respuesta suspiró, y jugando con la boca de la botella la vió irse hacía la cocina.

   Ariela cerró sus ojos y apoyó sus manos sobre la isla de la cocina, hasta que finalmente se le cayo una lágrima.

No quería una mano que la cogiera, quería aprender a sostenerse sola, quería olvidarse de Nano y de todos sus sentimientos por él.
Pero simplemente no podía.

  Una voz conocida interrumpió sus pensamientos desde la sala.

« —Nano escúchame, cuando quieras nos marchamos juntos, ¿vale? »

   Ariela frunció su ceño y se giró en seco al escuchar pasos llegar a ella. La voz había venido del celular de Nano, era un mensaje de voz de Marina.

—Ari...

  La castaña cubrió su rostro con sus manos temblando, las lágrimas se apoderaban de todas su facciones. Y Nano se rompió de tan sólo verla así.

—No, no llores—le pidió entre lágrimas mientras la rodeaba con sus brazos.

    Su cuerpo temblaba y sus sollozos resonaban contra la remera de Nano, la cual se estaba mojando. Él acariciaba su cabeza y la besaba, llorando también.

—Ari, no llores por un idiota como yo—le susurró—. Yo no te merezco, tú mereces a alguien que te dé el amor que tú me das a mí —continuó—. Debes llorar de la felicidad y no por estar sufriendo, debes estar de la mano de alguien que sí esté para ti y que no haga más que protegerte. Que haga las cosas bien.

Ariela tragó saliva y se secó las lágrimas, separándose ligeramente de él.
Luego caminó lejos, hasta dar un portazo que le indicaba a Nano que ya no volvería.
Ya no pensaba hacerlo.

Ambos jóvenes ardían por dentro, ardían de un vacío que los destruía. Se volvían parte de un pozo en el que estaban hundidos. Muy hundidos.

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    Ariela les explicó brevemente a las adultas el porqué del estado de Samuel, quien estaba encerrado en su habitación luego que Nuria pudiera ayudarlo con su ataque de ira. A partir de allí la mujer supo que él no era el único afectado por la situación, a su hija la veía como los últimos días en los que permaneció en la casa antes de escaparse.

   Sin hablar, ni escuchar, ni mover un músculo de la cara más que para pestañear.

    —Me ha salido una emperatriz en la tirada—cortó el silencio que había en el auto Nuria—. ¿Sabes qué significa su aparición?

   Ariela negó por lo bajo sin despegar la vista de la ventana empapada de lluvia.

    —Se relaciona con la concepción, literalmente—se rió—. Pero claro, puede incluir a alguien cercano.

     —¿Estás diciéndome que estarás embarazada porque una carta te lo dice, mamá? ¿Realmente crees en eso?

     —Estoy advirtiéndote que puede ser que ya no seas hija única, bueno, depende de cómo se den las cosas.

    —Bien—se cruzó de brazos la castaña, y cerró sus ojos tratando de descansar .

    —¿Ha pasado algo con Nano?

    —Ha pasado de todo—suspiró—. Déjame descansar, mamá.

    Pasados dos días, Ariela volvió a la casa que había heredado de su abuela. Lo primero que había hecho fue revisar que Nano no siguiera allí, y sorpresivamente él no estaba. Algo que la hizo preocupar ¿Acaso ya se había marchado?

   Todo estaba ordenado, como ella solía dejarlo, las botellas de cerveza no estaban por ninguna parte por lo que creyó que él las tiró. No había rastro de él.

   Ariela fue en busca de su ropa, pero en el transcurso se topó con unas fotos que adornaban su pared. En todas ellas estaba Nano. Nano y ella en una fiesta. Nano y ella en el cumpleaños de él. Nano y ella en una fiesta en la piscina. Nano y ella junto a Samuel. Nano y ella junto al árbol de navidad.
Nano, Nano, Nano.

   Cerró sus ojos y tomó aire, mientras arrancaba cada foto que estaba pegada a la pared con celo. Cuando estuvo por tirarlas a la basura leyó su revés.

   Cinco fotos, y las palabras en cada una de ellas eran "mi", "de", "imán", "el", "mano". Ariela las ordenó y formó: "El imán de mi mano" y aguantó sus ganas de llorar.
Estaban en orden cronológico, la foto que estaban junto a Samuel fue tomada entre los días que vivió junto a ellos, la siguiente era de una fiesta en la piscina, la otra–en la que estaba sobre las piernas de él y había un pastel sobre la mesa–era la tercera, la cuarta era en la navidad pasada y la última fue tomada en la fiesta que él se fue con Marina.

   Aún sentada en el suelo y con las fotos ubicadas sobre su mesita de café, tocaron la puerta principal. Fue rápido hasta ella y una media sonrisa se le formó cuando la abrió.
Era Nano.

   Él abrió su boca para decir algo, pero calló completamente cuando los brazos de ella rodearon su cuello para formar un abrazo.

     —El imán de mi mano—habló ella con su cabeza apoyada sobre su  cuello.

    —El único imán—agregó él antes de buscar las palabras exactas—. Ari, ¿Podemos hablar dentro?

   Entraron a la casa y él pudo verla mejor, se veía un tanto más flaca y más pálida. Con ojeras que nunca antes había tenido debajo de sus ojos, pero se veían casi imperceptibles.

   —Traeré algo—se levantó del sofá antes que él pudiera empezar a hablar, pero él la detuvo haciéndola sentar de nuevo.

   —Tengo que decirte algo, ya.

   Ariela lo miró expectante.

—Me ha tomado tiempo pensar en todo, Ari—empezó—, quise seguir mis impulsos como de costumbre pero tal vez eso hubiera hecho que cometiera un grave error—tomó sus manos—. Los días que no te vi fueron...Raros, sabía muy bien que me faltaba algo importante. Me sentía incompleto sin ti, sin mi mejor amiga, sin esa sonrisa que con tanta violencia me hacía pensar que debía ser una mejor versión de mí—suspiró—. ¿Tienes idea de todo lo que has hecho por mí? ¿Todos los momentos que hemos pasado? Las fotos lo comprueban, Ariela, cuando estoy contigo mi sonrisa es imposible de desaparecer.

  Nano bajó su cabeza y Ariela acarició su cabello, él soltó su mano para posar una de sus manos sobre el muslo descubierto de ella. Como siempre lo hacía cuando viajaban en su auto.

  —Iluminas a todos, les das la mano y nunca se las sueltas—siguió—. No sólo tienes mi mano, siempre has tenido mi corazón.

Ella pensó en sus palabras por un momento, antes de encontrar las fuerzas para asimilarlas.

—¿Pero...?

—No hay un pero, Ari—aseguró—. Te amo y no quiero que haya ningún pero de por medio.

Ariela lo miró a sus ojos, no había rastro de mentira en ellos. No dudó, y él tampoco lo hizo. Tal vez así debían estar, destinados. Decididos a amarse.

Nano colocó un mechón que estorbaba en su rostro detrás de su oreja, y con una mano en su nuca atrapó sus labios. Aliviado por haber sido correspondido y por haber dejado atrás ese sentimiento que lo hacía extrañarla.

Fue como si volviera a sentir cuando rozó esos malditos labios que no salían de su cabeza, fue como si se sintiera vivo de nuevo. Sintió que con ese beso podía disculparse por todo lo que le había hecho y podía prometerle que él podría sanar las heridas que él mismo había provocado en su corazón.

Nadie lograba hacer que él pudiera sentir todo, pero esa era la habilidad de ella.

El beso cambio de tono cuando Ariela estuvo con la espalda pegada a su sofá mientras Nano seguía besándola, de a ratos sonreía. Y es que su felicidad no podía ser interrumpida, o eso creyó por un momento.

—No—murmuró Ariela contra sus labios y cuando pudo sentarse de nuevo.

Nano frunció su ceño con sus manos aún acunando su rostro.

—¿No?—repitió atónito—. ¿Qué dices?

Ariela agachó su cabeza y cerró sus ojos frustrada. Quizás al final de todo, él no la hacía sentir tan segura como para entregarle todo su amor.

—No puedo—admitió con su voz temblorosa.

—¿Por qué no?

La desilusión estaba grabada en el rostro de él y Ariela supo que era la culpable de aquello.

—Porque haces que esto sea imposible—musitó entre lágrimas—, un día vienes con que no, me haces llorar como una idiota y luego vienes con que sí—enumeró—, un día pasamos la tarde más linda, y por la noche...Por la noche tengo que ir a curarte las heridas porque te han dado coñazos—negó con su cabeza—. Yo no soy tu madre Nano y tú no eres un niño. todo este tiempo creí que los problemas te seguían, pero tú mismo te metes en ellos—objetó—. No puede haber un nosotros si ni tú sabes si al otro día querrás ir por otro lado, en esto debemos ir juntos, porque el amor es todo menos duda.

No quería ser la indecisión de nadie.

—Ari, no estaría por tirar todo mi plan con Marina por la borda si no fuera porque realmente quiero estar contigo.

Tenía razón, pero eso no le aseguraba nada.

—No es lo que me demuestres hoy, es cómo será esto mañana—respondió—, si seguirá igual o si vivirás lamentándote por no haber elegido la otra opción—suspiró—. Lo mejor es que te vayas de aquí Nano, no me importa si es con Marina o no, sé que irte de aquí te hará feliz y no hay nada que quiera más que tu felicidad.

Nano la miró sin comprender ¿Realmente quería dejarlo así? ¿Tan fácil le iba a resultar evadir lo que pudieron ser? Porque para él era todo lo contrario.

Negó ligeramente cuando ella soltó su mano y se acercó a la puerta. No quería irse hasta otro pueblo apartado si no era con ella, prefería quedarse aquí porque ella era el único motivo por el que seguía en el barrio.

Nunca había sentido ese todo, que sentía con Ariela, con Marina y de alguna forma sabía que ni besándola podría hacérselo sentir. Y ni imaginándose a la castaña podría sentirlo.

—Tú no quieres que me vaya.

Ariela recostó su cabeza contra la pared que estaba cerca de la puerta y miró el techo con la cara empapada de lágrimas.

—Solo hazlo, Nano. Verás que estarás bien en un lugar que te haga sentir cómodo.

—No puedo creer lo que me dices.

No esperaba la mejor película de romance, pero tampoco esperaba que esta se acabara sin previo aviso y tan trágicamente.

Tomó su chaqueta y se levanto del sofá sin decir palabra alguna. Sacudió su cabeza una vez tenía entre sus manos al pomo.

—Vine a luchar por ti y mira cómo me has dejado ir, ¿Acaso no era lo que querías?

   Ariela soltó un sollozo y él supo que no obtendría respuesta alguna. Por eso salió de la casa y miró la luna como si le pudiera desear que ella fuera quien que lo buscara, por lo menos hasta que no fuera demasiado tarde.

  No pensó en Assilah, no pensó en su hijo, ni en Marina. Y mucho menos en la pasta que podría ganar gracias al reloj ¿De qué le servía aquello si no la tenía a ella?

  Siguió mirando la noche estrellada sentado en la escalera que conducía a la casa de ella, con el dorso de su mano secando cada lágrima que se le escapaba.

   ¿Por qué tenía todo en su contra? ¿Porque ella lo había besado? Con esa acción sólo le había roto más su corazón.

   Ariela estaba igual, se había deslizado contra la pared y estaba sentada en el suelo con su labio temblando de tanto llanto; se intentaba convencer de que en un tiempo estaría conforme con su decisión. Se intentaba convencer de que sus manos no eran imanes y que no había una fuerza que las uniera.

  Intentaba todo, pero no podía.
  Nada borraría a Nano.

  Levantó la vista cuando la brisa entró desde la puerta, y se levantó del suelo cuando lo vió de pie frente a ella.

    —¿Qué...?

    —Ari, no te creo una puta mierda.

   Nano cogió sus mejillas y la aproximó a él sin tardar un minuto más en unirla a sus labios, no quiso más palabras. Quería decirlo todo con ese beso. Quería hacer todo y que ella también quisiera lo mismo.

Ariela siguió el beso sin pensar en arrepentirse y así, sin separarse, lo guió hasta la habitación mientras le sacaba la chaqueta. Se separaron y sus respiraciones chocaron extasiadas, ella siguió con la remera que llevaba puesta y él hizo lo mismo con la suya.

  Nano miró el miel de sus ojos con admiración, y se agachó haciendo un recorrido de besos desde su sujetador hasta su falda. Disfrutó cada gota del perfume a coco de Ariela mientras le sacaba la prenda y volvía a repartir besos por su cuerpo, mientras ella acariciaba su cabello.

  Una vez que volvió a sus labios, cayeron a la cama y fue ella quien se deshizo de su pantalón. Y ya en ropa interior, Nano se colocó sobre ella uniendo sus labios contra su cuello; mientras la pierna de ella acariciaba la de él. Luego que ella se sentara, él desabrochó su sujetador y volvió a besarla mientras se encargaba de sus bragas. Cuando estuvieron desnudos y separaron sus labios, Nano entró dentro de ella procurando no hacer un movimiento demasiado brusco.

  A la vez que el tiempo avanzaba, la espalda de ella se arqueaba mientras que él la tomaba de la cintura y se movía más rápido.

  Ariela maldecía contra sus labios y gritaba con los ojos cerrados, Nano susurraba su nombre y miraba lo bella que era bajo la luz de luna. Ella no podía tenerlo más loco.

   Y cuando por fin cayeron rendidos, soltaron toda su respiración al aire; iluminados sólo por la luz de la noche siguieron tumbados y envueltos en un abrazo.

Ariela levantó su cabeza del pecho de él y le dió un beso corto, sonriendo por inercia.

—Quisiera quedarme así siempre—murmuró Nano con sus dedos delineando los tatuajes que Ariela escondía, y que a él tanto le gustaban.

Cerraron sus ojos hasta olvidarse por completo de todo, por fin dejaban atrás la angustia y estaban junto al otro. Disfrutándose entre sí, dejando a la imaginación de lado para empezar a vivir en carne propia su historia.

Ya no era fuerte la indecisión, le habían cerrado la puerta a ese "pero" para quedarse con un "Te amo".

Una hora más tarde, los ojos de Nano se abrieron al distinguir el ruido que su celular emitía cuando le llegaba una notificación. No fue nada importante comparado con la hora que aparecía en el aparato.

Mordió su labio y pensó en su plan con Marina, debía cortarlo de raíz.

Marcó el número de Marina y cuando ella le dijo que se encontraba en la piscina, comenzó a pensar en las palabras adecuadas que le diría para acabar con la fuga. Al terminar de vestirse comenzó a sentir los nervios sobre la situación, y con las llaves de su auto en mano se acercó hasta Ariela–que aún dormía– para plantarle un beso en su frente.

  Deseaba que todo saliera bien.

presente ・゚

    Ariela se enderezó sobre la silla que estaba frente a la inspectora y tomó una bocanada de aire. Desde que había entrado allí su estómago no podía dejar de dar vueltas, y ya se estaba hartando del olor a café amargo que la mujer frente a ella tomaba.

Estaba deseosa de irse, necesitaba alejarse de ese ambiente callado y descansar en su casa junto a Nano. Sentir sus caricias sobre su cabello hasta quedarse dormida.

Pero a la vez pensaba en la gravedad del asunto, y poco podía hacerle entender a su cabeza que Marina ya no estaba en este mundo. Aún no lo creía. Sólo el llanto de Nano debido a la tragedia se lo hacía recordar.

—¿Te sientes mal?

Ariela sobó su cien y asintió.

—No he dormido casi nada, realmente me ha hecho mal.

—Bien, terminaremos en cuanto me respondas algo—indicó y al ver las cejas elevadas de Ariela prosiguió—. ¿Por qué estabas presente en Las Encinas, el día de la muerte de Marina Nunier?

Antes que respondiera, la interrogada recordó el acuerdo que había hecho con Nano horas antes de que fueran interrogados.

—Debes prometerme algo—rogó él, luego de separarse lentamente de sus labios.

Estaban metidos en el auto rojo, en el que tantas veces habían viajado, mirando el sol entrar desde las ventanas en busca de valor para entrar al lugar.

—¿Sí?—preguntó ella con su frente pegada a la suya.

—No les cuentes sobre nosotros.

La castaña frunció su ceño confundida.

—¿Por qué?

—Ari, ¿Tú te piensas que sospecharán de los pijitos?—cuestionó—. Voy a estar bajo la mira de todos junto mi hermano, por involucrarnos con Marina.

—Pero, ¿Lo nuestro qué tiene qué ver?

—Mucho—chistó—. Yo amaba a Marina, y si se enteran que a la vez te amaba a ti, eso no me hará lucir como ningún santo. Y es lo que más necesito en este momento, considerando mis antecedentes.

Ella guardó silencio pensando en su pedido.

—Deben saber que la amaba, que nunca le podría haber hecho daño. Y tú sabes que es cierto lo que digo.

Finalmente asintió ligeramente.

—Está bien, no se los diré.

—¿Ariela?—interrumpió sus pensamientos la voz de la inspectora.

—Eh, sí—musitó—. Nano me había llamado muy preocupado, decía que no veía a Marina y que habían policías, por eso es que fui a buscarlo.

Estaba mintiendo, eso no la ayudaría en nada. Pero no podía decirle que él la había llamado llorando luego de haberla visto morir.

—¿Notaste algo extraño en él?

—No.

Sólo había alguien comportándose como si estuviera aturdida. Y esa era su amiga Katja, la fotógrafa del evento.

—Hemos terminado, Ariela.

Estuvo a nada de suspirar aliviada frente a la inspectora, creyéndose que ella no había sospechado nada de su relato. Pero la realidad es que sí había sospechado.

Todos los interrogados esperaron el veredicto de la mujer en la sala. Todos menos el culpable de la tragedia esperaban tranquilos, algunos ni siquiera pensaban en la posibilidad de ser arrestados; porque estaban con la conciencia limpia de que no habían hecho nada malo. Pero otra vez, el culpable sabía muy bien lo que había hecho.

Ariela siguió envuelta en los brazos de Nano, disfrutaba lo bien que se sentía el perfume de él. Y él disfrutaba la calma de ella aunque estuviera impaciente por irse.

—Nena...—la llamó, y sorprendida por la forma en la que se refirió a ella lo miró—. ¿Y si algo sale mal?

—Si algo sale mal siempre voy a estar contigo—juró—, siempre, siempre.

Nano bajó su cabeza y besó la punta de su nariz, haciéndola sonreír.

—Te quiero, Ari.

—Y yo te quiero a ti.

Como un acto fugaz e interrumpiendo el choque de sus labios, la puerta se abrió y desde ella caminó firmemente la inspectora junto a dos oficiales. Ambos miraron sus pasos confundidos, hasta por fin tenerla frente a frente.

—Es este—lo señaló con la cabeza al chico—. Quedas detenido por el asesinato de Marina Nunier.

Los ojos de Ariela se abrieron de par en par y juró que estuvo por caerse al escuchar esas palabras tan crueles. No soltó el agarre que tenía del brazo de Nano, no iba a permitir que se lo llevaran y dejarán suceder esta calumnia.

   Comenzó a poner resistencia mientras negaba con la cabeza y lloraba.

—¡No, no por favor!—sollozó—. ¡Él no ha sido, por favor! ¡Creedme!

La inspectora la cogió del brazo hasta apartarla totalmente de Nano, y allí pudo sentir que sus rodillas tocaban el suelo mientras se lo llevaban lejos de ella. Al compás que sus ojos se conectaban por última vez.

—¡No!—chilló—¡Joder! ¡No!

Se levantó del suelo sin escuchar las palabras de la inspectora para calmarla, y mientras corría para alcanzarlos recordaba todo. La primera vez que sus manos se tocaron, su primer abrazo, su primer "te quiero" en plan amigos, su primer beso, la primera vez en la que se acostaron, la primer caricia. Recordó cómo se veía su rostro por la mañana cuando despertaba junto a ella, y cómo aquello le daba un vuelco en su corazón.

Sostuvieron sus brazos aunque seguía haciendo esfuerzos por soltarse, gritaba y lloraba. Gritaba y lloraba. Y no pensaba detenerse hasta que no lo dejaran libre.

Todo había terminado en una calumnia.

CONTINUARÁ...

CALUMNIA; acusación o imputación falsa.

les agradezco mucho por leer hasta el final, fue un placer escribir esta historia y leer sus comentarios. habrá una segunda parte
ni bien se estrene la segunda
temporada así que estén atentos!

el anuncio de la nueva historia será
publicado en este libro.

GRACIAS DE NUEVO❤️
nos leemos!

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