| 10. CALUMNIA ✧ pt.1
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—TU celular está sonando, cariño—anunció Nuria cuando vió a su hija volver a la cocina.
Ariela frunció su ceño intrigada, y al ver en la pantalla el nombre de "Nano" suspiró. No paró de llamarla en toda la mañana y la noche anterior, había mandado más de diez mensajes y aunque su amiga los había leído a todos decidió bloquearlo.
—¿Pasa algo?—preguntó su nana desde la ventana del jardín, que justamente daba a la cocina-comedor.
La joven tomó la botella de zumo de la nevera y notó que su madre había dejado de leer su revista para verla.
—No es importante—se encogió de hombros.
Nuria bajó sus gafas y siguió leyendo.
—Parece que ese "Nano" necesita hablar contigo en serio.
Ariela dejó de servirse la bebida y la miró con una ceja elevada.
—¿Has estado mirando mi celular?
—No fue necesario, él vino hasta aquí—dijo—. Estaba muy preocupado, pero le dije que volviera cuando tú estuvieras en casa—hizo una mueca—. Y como no ha vuelto tal vez creyó que le mentí.
—Esto ya es el colmo—masculló Ariela—. No le he contestado ni una llamada, ni un mensaje ¿Y ahora viene hasta aquí?
—Sólo alguien a quien sí le importas sería capaz de venir hasta aquí a solucionar las cosas contigo—respondió Nuria—. No seas tan dura con el pobre chico, Ari.
—Ese es el problema, mamá, que es imposible no ser dura con ese tío.
El sonido de llamada sonó justamente cuando Ariela dejó de hablar. Rodó sus ojos mientras su madre la miraba divertida y leyó el nombre de Pilar en la pantalla.
Ariela colocó el altavoz y se ocupó de cortar el budín de chocolate que su nana había preparado.
—Hola, Pilar—saludó—. ¿Cómo va todo?
—Todo bien aquí, Ari—hizo un poco de silencio, que a la castaña le hizo pensar que estaba fumando—. ¿Pero qué ha pasado con Nano? Me pidió mi celular para llamarte.
Ariela tomó aire y escuchó la risa baja de su madre y su nana, que había dejado de regar las plantas, detrás suyo.
—Estamos peleados...Sin intención de ofender Pilar pero tu hijo es un idiota.
—No me ofende querida, pienso en ello todos los días—se rió desde la otra línea—. ¿Pero ustedes dos peleados? Ha de ser algo serio, si nunca pelean.
—Es algo serio, ¿Puedo contártelo más tarde? ¿Pasar por tu casa cuando Nano no esté?—sugirió.
Del otro lado de la línea hubo un silencio repentino que hizo que las tres mujeres se mirarán expectantes.
—Aquí voy a estar esperándote— habló Nano—. No puedes evitarme toda la vida Ari, debemos hablar.
Aunque la chica se había sorprendido de que la haya escuchado, negó con la cabeza como si pudiera verla.
—No tengo nada que hablar contigo.
—A mí aún me quedan muchas cosas que decirte, no pienses que voy a dejarte ir muy fácil—dijo con un tono apagado—. Te quiero Ari, nos vemos luego.
Ariela tragó saliva con un nudo presente en su garganta, antes que la voz de Pilar la despabilara.
—¿Ari? Siento que te haya hablado, me arrebató el celular de las manos.
—No importa—sobó su frente y pensó en otro tema—. ¿Cómo vas con las cartas?
Pilar resopló y soltó un ruido como si le disgustara el tema.
—No consigo clientes—se quejó—. ¿No tienes algún conocido que quiera una tiradita?
—¿Os gustaría una tirada de cartas?—le preguntó Ariela a su madre y su nana.
Ambas mujeres se miraron con una sonrisa incrédula y Nuria fue la primera en hablar.
—Es justo lo que estaba buscando—contestó con felicidad—. Que cuente conmigo.
Su hija le agradeció con una sonrisa y volvió a charlar por el teléfono.
—A mi madre le encantaría—aseguró—. ¿Puedes hoy por la tarde?
—A la tarde será, gracias Ari y dale las gracias a ella.
—Se las daré, te vemos luego.
Ariela cortó la llamada y les dedicó una sonrisa a las dos mujeres que seguían en la mesa. Luego de sentarse junto a ellas y de colocar su desayuno, su nana se rió.
—¿De qué te ríes tú?—preguntó con una sonrisa en su rostro la más joven.
—Ese Nano está muerto de amor por ti.
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Por la tarde, innumerables nubes adornaron el cielo, evitando así que el sol saliera a dar su máximo esplendor.
Ariela caminaba por el barrio junto a su madre con total seguridad, mientras que la otra observaba todo con atención. Nunca antes había pisado el lugar, y era cierto que al principio daba miedo por la inseguridad, pero Ariela estaba tan relacionada con Nano que ningún bravucón de allí atacaría a la chica.
Al subir las tan conocidas escaleras de piedra, Ariela abrió la puerta de la casa con la llave que aún tenía.
Su hija cerró la puerta al entrar y lo primero que vió fue a Nano, sentado en el sofá con una sonrisa burlona.
—¿Tu madre?—preguntó secamente Ariela.
—Buenas tardes—saludó el chico a Nuria con un beso en su mejilla, ignorando completamente la pregunta de la joven.
—Buenas tardes, Nano—recordó su nombre.
Antes de que él saludara a Ariela, que lo miraba con cara de pocos amigos, Pilar entró a la sala con una sonrisa, y luego de una presentarse con Nuria y saludar a Ariela; se encargó de atender a su clienta.
—Nano sírvenos un poco de agua—lo mandó su madre—. Esto de leer las cartas lleva tiempo, no vaya a ser que nos deshidratemos.
—Necesitaré ayuda—miró a su amiga.
—Ari, échale una mano—la mandó su madre.
La chica susurró un "vale" con pocos ánimos, y esquivó a Nano para entrar a la cocina. Lo que menos quería era estar cerca suyo, pero sabía que Nano no se rendiría.
Una vez en la cocina, intentó abrir la nevera pero Nano la cerró instantáneamente; colocando su mano sobre esta y mirándola fijamente.
—Fui a tu trabajo para hablarte pero no estabas, fui a tu casa y tampoco estabas, te mandé miles de mensajes y llamé incontables veces—enumeró con la voz baja—. Así que ahora que nada te detiene, ¿Podrías escucharme?
—Podría, pero no me da la gana.
Ariela intentó alejarse, pero él la tomó sin ser demasiado brusco para colocarla contra la nevera y así acorralarla.
En la mesa del comedor, sus madres miraron hacía la dirección por la que se fueron al no verlos acercarse.
—Deben de estar matándose a besos—bromeó Nuria.
—Eso espero—sonrió Pilar mientras buscaba sus cartas del tarot—. Ari es una buena chica, debes de estar orgullosa.
—Nunca dejé de estarlo.
Nano miraba los ojos de Ariela aunque ciertas veces bajaba a ver sus labios, de igual forma no conseguía que ella lo mirara; sólo lo consiguió al levantarle su mentón.
—¿Vas a dejarlo así?—le preguntó con un vacío en su pecho—. ¿Luego de todo lo que pasamos?
—Dejó de haber algo entre nosotros el día que me confesaste lo de Marina.
—¿Y sólo porque tendré un hijo con ella no puedes ser mi amiga?
—No pude ser más tu amiga el día que nos besamos—negó con la cabeza repitiéndose que era una tonta—, desde allí no quise ser sólo eso. Quise ser algo más.
Ariela se separó de él y fue por los vasos, Nano sirvió el agua en ellos y volvieron en silencio. Un silencio que los consumía, como todas las esperanzas de estar con el otro.
Pilar y Nuria los miraron entusiasmadas, pero al notar sus rostros serios decidieron seguir con lo suyo. Y Ariela fue al sofá del hogar sin esperar que Nano se sentara a su lado.
—Qué recuerdos trae éste sofá.
La castaña lo miró con el semblante serio y le pisó el pie para que se callara.
—Hablaba de la veces en las que nos la pasábamos riéndonos—se rió un poco por lo que había pensado—, junto a Samu.
Como por arte magia el susodicho salió del pasillo que dirigía a las habitaciones, tomando a Nano de la chaqueta para que se levantara. La amiga de ambos observó todo aquello intrigada y los siguió hasta la habitación, sin arriesgarse a que la vieran.
—Saben que Marina tiene algo que ver con el reloj—le repitió el hermano menor—, en cualquier momento llegarán aquí.
—Samu, ya te lo he dicho—resopló—, cavaran su propia tumba si nos hacen algo, porque saben que si vamos a la policia estarán muertos. Cederán, ya cálmate y vístete.
Al escuchar pasos acercarse a la puerta, Ariela esperó de brazos cruzados hasta que su mejor amigo salió de allí y se percató de su presencia.
—¿En qué cojones estáis metidos ahora?—preguntó, con una mirada tan fulminante que podía hacerlo caer.
Él tragó saliva y miró sus zapatos.
—Estoy hablándote, Nano.
—No te metas, Ari—le pidió—. Todo está saliendo bien y no quiero que si la cosa se pone jodida te pase algo.
—Tampoco quiero que os pase algo a ustedes—contestó—, por favor detengan esto.
—No hay vuelta atrás—contradijo—. Saldrá bien Ari, no te preocupes.
Nano se acercó a ella con cuidado, y le plantó un beso en la frente mientras acariciaba su espalda.
—Te lo prometo—juró.
Ella sonrió con tristeza y le besó la mejilla, antes de irse al sofá del que tanto recordaban. Pensaba en lo culpable que se sentiría si algo le pasaba a ellos dos, ¿Pero qué podía hacer? Lo que tenían en común esos hermanos era la terquedad, la cual no podría ni vencerse con la conciencia de Ariela ante los problemas.
Lo que más la indignó, o bien sorprendió, fue que Samuel estuviera metido ¿Cómo había llegado a ser parte de las cagadas de su hermano? Siempre era el que apoyaba la negatividad de Ariela ante esas circunstancias ¿Qué había cambiado?
—Iremos a una reunión en el pueblo—le dijo Nano al volver junto a Samuel—. ¿Vienes?
—Quiero estar con mi madre—se negó sin mirarlo a la cara ya que se estaba excusando.
—No hay problema, cariño—habló Nuria—. Ve a divertirte un rato.
—Pero...
—Además—interrumpió Pilar para hacer que fuera junto a Nano—, en el Tarot lo mejor es que no escuche nadie más que a quien se le tira las cartas.
Ambas se habían aliado para que sus hijos salieran juntos, y aunque Ariela no lo sabía lo predecía por sus sonrisas cómplices. Y porque Pilar no era tan buena mintiendo y en ese instante ocultó una risa.
—Bien—suspiró la joven una vez de pie—, pero sólo iré un rato.
Nuria y Pilar sonrieron al ver a los tres encaminarse a esa reunión, pero poco sabían todos ellos que no sería tan linda.
・ ✩ ・
Lo que los ojos de Ariela no pudieron creer fue la presencia de Carla allí, se veía muy interesada en toda la gente que había en el lugar cuando no estaba repartiéndose besos con Christian. Y para que no se sintiera tan apartada, como Ariela se sintió los primeros días en el pueblo, decidió presentarla a su pequeño grupo de amigas.
Nunca había tenido una mala relación con la rubia, pero como era amiga de Lucrecia poco se acercaba a ella.
Al separarse de su grupo, Ariela se acercó a Christian, Samuel y Nano luego que el primero la llamara.
—¡Eres un amor, enana!—la abrazó con cuidado de que no se quemaran entre sí por sus cigarrillos—. ¿A qué no es preciosa la marquesita?
—Me agrada—admitió mientras los cuatro miraban a la rubia—, les ha caído a todos de maravilla.
—Lo ha logrado gracias a ti, pequeñaja—la felicito mientras ella se colocaba contra un árbol, en el cual Nano apoyaba su brazo y la miraba de cerca—. ¿Ustedes que creéis?—miró preocupado a Nano y Samuel—. Que os juro que es buena tía.
—Carla está aquí por algo—respondió el menor—. Si no, no haría tantas preguntas. No se fia ni de mí, ni de mi hermano.
—Le mola Christian pero no sabe lo tonto qué es—se mofó Ariela, haciendo que Christian se tocara el pecho como si su comentario le hubiera dolido.
Nano se quedó mirándola tras reírse, y ya que estaba fumando el humo impactó contra el rostro de ella; haciendo que lo inhalara con gusto y que pronto imitara su acción.
Pero al hacerlo, él se colocó frente a ella y la tomo de los brazos para que estos rodearan su cuello. Y la siguió mirando como siempre lo hizo, con todo el amor que podía transmitirle.
—Cabrón—lo insultó ella luego de empujarlo cuidadosamente.
—Veo que Carla no es la única a la que le van los pata negra—se burló Christian al pillarlos—. Más les vale que yo sea el padrino de la boda.
—Vas a querer ser el padrino de otra cosa—se rió amargamente la castaña, sin percatarse que Samuel estaba allí y que ese comentario lo hizo confundir.
Christian le señaló su abdomen como si le preguntara si estaba embarazada de él y ella sólo se dedicó a blanquear sus ojos. Hasta que una voz hizo que abandonaran esa incómoda charla.
—¡Hijo de puta!—gritó Guzmán con su bate en mano y sus dos amigos a su lado—. A tú hermano lo puedes engañar pero a mí no—Nano se acercó con Christian a su lado y bajo la atenta mirada de todos—. Primero me robas y después embarazas a mi hermana.
Ariela miró inmediatamente a Samuel, que a pesar de estar sorprendido irradiaba furia. Pero lo que dijo Guzmán no fue tan impresionante como el primer golpe que dió contra las costillas de Nano, justo donde los matones lo habían lastimado.
Los gritos comenzaron a hacerse presentes, como los puños impactándose contra el rostro del oponente.
Los que no tuvieron que ver con la pelea se fueron corriendo y a pesar que las amigas de Ariela la jalaron, ella se quedó y empujó a un chico que sostenía a Christian para que Polo lo golpeara. Cuando fue por Nano, observó que Samuel lo había golpeado en la nuca haciendo que caiga al suelo.
—¡Samuel!—lo empujó, antes de mirar la cara de Nano llena de sangre—. Joder.
En cuanto comenzaron a escucharse latigazos de un cinturón Guzmán y sus amigos salieron disparados. Dejándolos solos a Christian, Nano, Carla y Ariela.
—Seguidme a mi casa—ordenó la última mientras ayudaba a Nano a caminar—. ¿Puedes con él?
Carla asintió al tomar a Christian, si bien no tenía tanta sangre un golpe en su cabeza lo había hecho marear por completo.
—¿Lo has visto?—le preguntó Nano a su amiga cuando estaban caminado—. La he cagado Ari, me odia. Samu me odia.
El orgullo de su amiga se quebró al compadecerse por las lágrimas que mojaban su rostro, quiso abrazarlo pero decidió seguir caminando con su corazón estrujándose. Le dolía ver como el amor de dos hermanos desaparecía sin más.
La casa de ella no quedaba lejos, una vez que subieron las escaleras siendo registrados por las miradas de todos los vecinos, entraron rápidamente. Ariela corrió a por el botiquín y lo abrió con las manos temblando. La adrenalina que tenía la estaba consumiendo como para hacer todo tranquila.
—Polo es un idiota, Christian yo...—tartamudeó Carla, al tener en mano un algodón con alcohol que iría directo al párpado de él. Pero antes de disculparse él se acercó a ella y le dió un beso corto en los labios. No la culpaba, sabía cuán loco estaba quien lo golpeó.
—Pijo de mierda—insultó Nano con toda la rabia, siendo sus heridas limpiadas por Ariela.
—Tronco...—lo llamó Christian—. ¿Es cierto lo de Marina?
La expresión de Carla era evidente como para pensar en que estaba interesada en aquello también. Si acaso él estaba involucrado con ella, eso significaba que él era el responsable de las llamadas en las que extorsionaban a su padre.
—Sí.
Ariela se levantó en silencio y fue por más gasa al baño, sabiendo que también quería alejarse de esa charla que no aguantaba. Nano sacudió su cabeza y chistó, pidiendo a ambos que por favor no hablaran del tema.
Cuando su amiga terminó de limpiar la sangre, revisó su abdomen para asegurarse que las heridas viejas no se habían reabierto. Ante su tacto la piel de Nano se erizó, y pudo jurar que allí mismo era capaz de hacer con ella algo que a Marina no le agradaría.
—No ha pasado nada—se levantó del suelo y fue a mirar por la ventana que daba a la calle del barrio—, les traeré algo para tomar.
Los tres la vieron irse por el pasillo con preocupación, si había algo notable en la casa era su disgusto.
—Iré a hablar con ella—dijo Carla, y fueron cuestión de segundos para que se encontrara nuevamente en la misma habitación que ella. Haciéndola sobresaltar cuando la vió a sus espaldas—. Quería ver si necesitabas ayuda.
Ariela sonrió ligeramente y dejó en la encimera cuatro botellas de cerveza.
—Vaya lío en el que se meten nuestros chicos—siguió hablando la rubia.
—Nano no es mi chico.
—¿Y eso se lo has dicho a él?—preguntó—. ¿Has visto cómo te mira? Se muere por ti.
La castaña abrió dos botellas y mordió su mejilla interna.
—Está bastante bien con Marina como para fijarse en mí.
—Así que...—murmuró—. ¿Él está con ella?
Carla estaba dispuesta a todo con tal de ayudar a su padre, no sabía porqué lo hacía. Quizás siempre quiso complacer a todos.
—No sé si están juntos, y sinceramente no me importa.
La indiferencia que Ariela fingía era mucho como para que la rubia le sacara información, al fin y al cabo no sabía nada de los relojes.
—¿De verdad no te importa?—cuestionó—. Porque se nota que tú también te mueres por él.
—¿Tú qué sabes de mí?
—No mucho—se encogió de hombros—. Pero entiendo que ninguna mujer debe dejarse pisotear por otra.
—Marina no me está pisoteando—río amargamente—. Nano es libre de decidir y ella no tiene la culpa, al fin y al cabo las dos nos enamoramos del mismo tío ¿No?
Carla frunció su celo y negó ligeramente.
—Lucrecia una vez me dijo que debía poner los ovarios sobre la mesa, y me parece que eso es lo que tú no estás haciendo.
—Y a ver...—pensó en sus palabras la castaña—. ¿Qué debería hacer según tú?
La rubia pensó en su pregunta una y otra vez hasta por fin encontrarle respuesta.
—Ariela, cualquier mujer en el planeta es más madura que Marina—comenzó—. ¿Tú de verdad crees que él se merezca estar con una chica así?—preguntó—. Sé que lo quieres y que sabes que es un desastre al igual que Marina; sabes que no deben estar juntos—dijo—. Y aún estando cabreada con él, lo invitaste a tu casa y lo curaste ¿Acaso eso no es digno de alguien madura?
La castaña tomó de su cerveza mientras pensaba en su respuesta. Tal vez coincidía.
—Es lo que haría cualquier amiga.
—Y de ese personaje no saldrás si sigues como hasta ahora—contestó—. Si de verdad amas a Nano debes luchar por él. Demostrarle que eres mejor que Marina.
El mejor amigo de Ariela se acercó lentamente a escuchar su conversación.
—Esa es la diferencia entre tu gente y yo, Carla. No todo me parece una competencia—logró hacer sonreír a Nano—. Yo no obligo a que Nano me amé, dejo que él decida qué es lo mejor para él—sonrió tristemente—. Y si de verdad me amara ya sabría que soy mejor.
—Es mejor no mirar todo de lejos.
—Ahí es cuando Nano debe apurarse—sonrió de lado—. Yo no lo esperaré toda la vida.
—Bien dicho—chocaron sus botellas.
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