| 08. AUGURIO

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EL RUIDO DE LA TOSTADORA hizo que los adormilados ojos de Ariela se abrieran de golpe y que en consecuencia, fueran frotados hasta acostumbrarse a la luz; la cual no era tanta, ya que los rayos de luz iluminaban el hogar. Pero para la resaca de ella apenas podían ser tolerados.

—Venga, Ari, despabila—se rió Pilar, la madre de Samuel y Nano—. Se ve que el vodka es tu peor enemigo.

La castaña sonrió de lado y soltó un bostezo inconscientemente, que le hizo reír un poco más a Pilar; antes que fuera a abrazar a la joven que seguía sentada.

—Debería ser una justificación faltar por al trabajo por tener resaca.

—Oh, en eso concuerdo—le besó la mejilla la adulta, antes de separarse del abrazo que le estaba dando a sus hombros—. Pero mira que sé algo qué te alegrará.

En respuesta volvió a recargar su rostro en su mano hasta ver a Pilar prender el reproductor de música que tenían en la cocina. En segundos "Malamente", de la cantante favorita de Ariela, comenzó a sonar por toda la sala; algo que hizo que se olvidara de su cansancio y comenzara a dar las palmas del inicio con una felicidad que hizo que Nano sonriera mientras la veía desde la sala.

         —Dime que no esté pasando lo que yo creo, Nano.

El mencionado miró a su hermano menor con el ceño fruncido.

—¿Qué dices?

Samuel despegó la vista de su celular y lo miró con obviedad.

—Que te estás enamorando de Ari.

Nano tiró su cabeza hacia atrás y suspiró, justamente eso era lo que provocó que tuviera una pesadilla. Y no por negarse a hacerlo, sino porque la noche anterior–pasado ya el día en el que estuvo con Ariela– se había acostado con Marina. Quien por estar tan muerta de amor llegó hasta el punto de ayudarle a robar una colección de relojes caros para así pagar su deuda con los matones.

La pesadilla de Nano había sido corta, pero fue suficiente como para hacerlo despertar en un baño de sudor frío.
Todo era oscuro, él se encontraba en una piscina enorme que lo cubría de agua; de ella salió una persona para quedar frente a él. Era Ariela. Que instantáneamente hizo sonreír a Nano; sus manos estaban frías como de costumbre y acariciaban el cabello de él mientras estaba sumisa de deseo por besarlo. Él la había besado sin dudarlo, pero cuando notó que ella se movió bruscamente observó una mano salir del agua. Era Marina y ahogaba a Ariela mientras aprisionaba a Nano, el cual se mantenía estático. Todo esa escena concurrió igual durante un minuto y medio, ya después el pobre Nano despertó.

Y allí estaba, mirando a su amiga cantar junto a su madre. No entendía cómo podía verse tan jodidamente hermosa, incluso luego de haber ido a una fiesta en la que se había excedido con el alcohol. Esa chica era irreal para él. De otro mundo. U otro universo.

—Sabes que siempre me pareció la mujer mas bella que se cruzó en mi vida, Samu—recordó habérselo dico antes—, pero enamorarse ya es mucho.

—Parecías bastante enamorado la vez que los vi en el sofá luego que dejé a Marina en su casa.

Samuel tenía razón, al llegar a su casa los vió dormidos y cubiertos por una vieja manta. Esa imagen le había alegrado, desde hace tiempo creía que ella era la indicada para su hermano mayor.

Nano, en respuesta del recuerdo, suspiró y se mordió el labio mientras miraba el techo de su casa. Poco podía olvidar de esa noche, pero era cierto que tampoco podía sacarse de la cabeza a Marina. Y eso le hacía sentirse triste por Ariela, no quería amarla si a la vez pensaba en alguien más. Ella no se merecía aquello.

—Ya lo he encontrado—anunció Samuel, mientras se dirigía hacía las dos mujeres de la cocina—. ¿Queréis que lo lea?

—Ven aquí—le respondió Ariela de pie, mientras palmeaba la silla en la que antes estaba sentada—. Cuéntalo todo.

Pilar se colocó en el umbral del arco de la cocina, dispuesta a ser todo oídos para enterarse sobre lo que había pasado con los Nunier. Hasta ayer sólo se supo que Ventura, el padre de Marina y Guzmán, había sido arrestado.

Ariela se concentró en buscar una taza en el estante más alto de la alacena, pero como no alcanzaba a cogerla Nano fue a ayudarla. Lo que primero hizo fue abrazarla por detrás mientras reía, algo que puso a Ariela nerviosa debido al rose de sus cuerpos, luego estiró su brazo y dejó la taza sobre la mesada. Para al final apartar su cabello e inclinarse hasta plantarle un beso corto en su cuello.

—¿Qué haces?—preguntó ella con una sonrisa incómoda y en susurro, para no distraer a Samuel.

—Te ves bien hoy, enana.

Una sonrisa se le formó en el rostro a Ariela, solo él le hacia sonreír como una tonta y olvidarse todo, por ejemplo que tenía que haber escuchado a Samuel.

—Joder, pobres—habló Pilar luego que su hijo dejara de leer.

Nano, quien fue a la sala luego de haber buscado su encendedor en la cocina, guardó todos los relojes robados en su mochila.

—Eso nosotros—contradijo a su madre—, bueno Ari no tanto—se rió un poco al ver que ella le mostraba su dedo del medio mientras comía una tostada—. Yo por lo menos robé para comer y no como los ricachones estos.

—Pobres los familiares, quería decir—corrigió Pilar—. Pero claro...Tú eso cómo lo vas a entender, ¿No?

Ariela se mordió el labio incómoda, si bien los había escuchado pelear varias veces, poco lo hacían frente a ella. Y lo entendía. Obviamente la madre de su amigo estaría muy enfadada con él luego de todos los problemas en los que se había metido. Hasta ella misma se enojaba con él por eso y porque había vuelto a robar ¿Pero qué tan malo era robarle a gente tan corrupta? ¿A gente que antes que le robaran ya había robado para llenar su vida de riqueza?

—Siempre con la pullita—se le acercó Nano antes de ignorar esa misma pelea de siempre, y sin sentido, para mirar a Ariela—. Te espero abajo.

Ella en respuesta asintió, lo mejor era que no pensar tanto en la mala relación que llevaban. Ya era imposible de resolverse.

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En la habitación gris del interrogatorio, Ariela tomó aire. Cada vez faltaba menos para irse, o de eso intentaba convencerse.

—¿Sabías que Marina estaba embarazada?

          —Sí.

           —Nano aseguró ser el padre, ¿Eso mismo te dijo cuando se enteró que ella estaba embarazada?

       Ariela cerró sus ojos y suspiró.

          —Sí.

          —¿Le creíste?

           —Pues claro...—jugó con el brazalete que llevaba puesto—. Sabía que se habían acostado y cuando Nano me lo contó ella estaba de cuatro semanas, las fechas eran exactas.

           —Bien—le creyó—. ¿Y tú cómo reaccionaste?

        Una lágrima se le escapó rápidamente mientras mordía su mejilla interna.

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El día siguiente al que Nano entregó los relojes resultó ser una catástrofe. La noticia de que Marina estaba embarazada les cayó como un balde de agua fría a Nano, Samuel y a ella misma. Pero aún quedaba alguien por enterarse. Ariela.

Ella a penas había pensado en Nano, obviamente recordaba mucho la noche en la que se acostaron, pero estaba más concentrada en la casa de sus padres buscando alguna manera de tener pruebas para acusar a su tío. Y unos minutos antes de ir a la cabaña para que Nano le contara sobre el embarazo, su padre se ofreció a llevarla.

      —Estás muy pálida, Arie—se detuvo a mirarla cuando estacionó el auto en el restaurante—. ¿Te encuentras bien?

      —Siempre pasa cuando sé que me darán una mala noticia—contestó despreocupada—. Éste amigo del que te conté siempre tiene una mala noticia por dar.

       —¿Y quién nunca tiene una?

     Ariela asintió dándole la razón, y antes de abrir la puerta del copiloto su padre pronunció su nombre para decirle algo más.

       —Me alegra que volvieras a casa—admitió con una sonrisa melancólica—, puedes quedarte el tiempo que quieras ¿Lo sabes no?

         Ella volvió a asentir, aún no se despegaba de la manija porque quería irse para no llorar frente a él. No podía sonreír si su padre creía que había vuelto para que solucionaran sus problemas. Se sentía cruel por no haber intentado aquello y sólo haber vuelto por algo distinto.

—Lo sé.

—Eres nuestra felicidad, hija—siguió hablando mientras le pellizcaba la mejilla suavemente—. Y no podemos estar todo el tiempo para ti, cada día creces más y te vuelves una chica más madura y fuerte; tenemos que soltar tu mano y dejarte ser tú misma. Ahora lo entiendo—dijo, al tiempo que las lágrimas se hacían presentes en los ojos de ella—. Cuando seas madre, si es que eso quieres alguna vez, entenderás que soltar la mano de tu pequeño o pequeña no es fácil. Si se lastima sentirás que fue tu culpa, por eso es que quieres aferrarte, para que no le hagan daño—apretó sus labios—. Yo lo entendí Ari, entendí que dejarte enfrentar la realidad sola te ayudaría, y me alegra que tengas gente a tu lado como este amigo del que tanto hablas. Pero tu madre no lo ha entendido.

      Ariela secó sus lágrimas y tragó saliva.

     —Para tu madre eres su pequeña, cuando estas en casa lo aprovecha al máximo—siguió—. Porque cada día que nos vamos a dormir me dice "siento que no le he dado todo el amor que tengo para darle"—relató—. No te pido que lo hagas, porque sé que algo entre ustedes cambió, pero te pido que intentes devolverle el amor que ella te da.

    Si su padre hubiera sabido la razón de su mala relación no le hubiera dicho aquello. Pero a pesar de pensarlo, Ariela asintió y lo abrazó con todo el amor que sí sentía por él.

         —Te quiero, papá.

          —Y yo a ti, hija.

       —Qué sentimental nos pusimos, eh—se rió mientras secaba sus lágrimas y abría la puerta—. Te veo en la noche, chao.

Ariela se acercó a la puerta trasera del restaurante y se despidió con la mano, antes que su papá arrancara el auto y se fuera. La conversación que tuvieron se había metido tanto en su cabeza que dejó de pensar en su tío y en que Nano tenía nuevos problemas.

Tocó el timbre y su amigo le abrió al instante, no dijeron nada, sólo se miraron. Hasta que Nano dejó de hacerlo y le dió espacio para que entrara.

—No me digas que has perdido los relojes—suspiró cansada mientras lo señalaba—, porque eres capaz.

—No...El marrón con los matones ha pasado. Ya les he pagado.

—¿Y qué haces con esa cara larga?—se rió mientras lo abrazaba—. Joder yo parezco más feliz que tú.

        —Ha pasado otra cosa, Ari—murmuró.

      Allí fue cuando ella no quiso saber qué sucedía, al verlo sólo quiso cogerlo de las mejillas y besarlo; decirle que estaba allí y que no iba a dejar que nada malo se interpusiera. Odiaba que él tuviera tantos demonios persiguiéndolo, sólo quería darle todo su amor hasta que esos malditos desaparecieran. Lo amaba mucho pero siempre había algo. Siempre había una traba.

Con la tarde encima de ambos observaron el fluir del agua del río, Ariela miraba atentamente a las hojas flotando sobre él; mientras que Nano guardaba un recuerdo de su precioso perfil. Pensando en que no había arte más bello que ella.

—Ari...—murmuró—. ¿Recuerdas lo que me dijiste cuando fui a la trena?

Ella frunció su ceño intentando recordarlo, mas no pudo y tuvo que esperar a que se lo recordara.

—Dijiste...—colocó una mano en su mejilla y la acarició, al tiempo que su mano restante tomaba su cintura—. Que nunca te irías, porque tu mano era como un imán para la mía. Nunca se iban a separar, porque así estaban destinadas a estar...Unidas.

La castaña sonrió con esperanza ¿Acaso él estaba por decirle lo que tanto esperó luego de besarlo? ¿Esa era la razón de sus nervios?

—Lo recuerdo.

Nano apretó su mandíbula, ahí comprendió que el trago más amargo que tuvo que tragarse fue el nudo que tenía en su garganta en tal momento.

—Tú eres mi imán—confesó—, y puede sorprenderme hasta a mí la cursilería que te diré—sonrió de lado—, pero hace poco escuché una frase de una canción que me hizo pensar en ti al instante.

—¿Y...¿c-cuál era esa frase?

—Nací para amarte—recitó.

Ariela sonrió sintiendo su corazón apunto de estallar de tanta felicidad. Esas palabras, su voz, él. Tan sólo él. Por quien se dejó llevar para besarlo de una vez por todas, sólo que en el transcurso Nano se removió. Provocando que el beso fuera en la comisura de sus labios. Y su expresión, su expresión fue un vuelco al corazón de él. Si así se veía destrozada, no quería saber lo que sería cuando le dijera la verdad que quiso ignorar.

—Pero hay un pero—susurró con la voz apunto de quebrarse.

Nano cerró sus ojos y con la respiración por desaparecer, dejó caer una lágrima.

—Q-quise hacerlo, Ari—habló a pesar de que su voz se estaba quebrando—. Te besé aún sabiendo que tal vez no teníamos ningún futuro—sorbió su nariz—, y estuve dispuesto a todo desde que toque tus labios esa noche. Estuve dispuesto a todo por ti.

—¿Y ya no lo estás?

—Es lo que intento, pero siempre vuelvo a ti. Siempre vuelves a mi cabeza.

Ariela se separó y miró el río ya sin su característica tranquilidad, ahora con furia.

—Me tienes hasta los cojones con esa puta mierda—masculló, haciendo que él abriera sus ojos sorprendido—, no merezco esperarte hasta que tengas los huevos necesarios para de una vez por todas amarme de verdad. No merezco eso.

—Joder, pero sí te amo.

—No parece—negó con la cabeza—. El que ama de verdad hace todo por el que se lo merece. Uno lucha por amor. No se retira sin haberlo intentado.

Nano siguió llorando, se sentía un niño, mientras que Ariela se mantenía firme y de a ratos se secaba las pocas lágrimas que se le escapaban.

—Si tanto me amas...—se giró a verlo—. ¿Qué es lo que te detiene?

Él mordió su labio y sacando fuerza de otro mundo, logró sonar claro.

—Marina—dijo antes de hacer una larga pausa—. Vamos a ser padres.

Las facciones de Ariela se relajaron, su vista cayó al suelo y sintió que sus lágrimas podían llegar a mojarlo por completo. Podían hacerla ahogarse en un mar de estas. Negó con la cabeza, como si así pudiera revertirse la situación, su estómago se revolvió y tapó su boca para ahogar un sollozo.
Nano la abrazó con su rostro lleno de lágrimas, y se sintió vulnerable. Como la peor persona del mundo al hacerla sufrir tanto.

Ariela sólo se preguntó ¿Cómo alguien que amaba tanto a la vez la hacía llorar como nadie nunca lo había logrado?

—Lo siento, Ari—sollozó él sobre su hombro—. Lo siento tanto.

El peor sonido que pudieron haber escuchado era el sollozo del otro.

Las nubes y el río salado eran testigos de esta tragedia. En la que dos amores se veían obligados a alejarse. Nano se odio por completo, no podía olvidarse de ninguna. Ni de Ariela, ni de Marina. Y ese era el problema.

—Ari, te amo—tomó su rostro—. Mírame por favor—le pidió, obteniendo resultado—, eres una mujer increíble, estás para todos aún así no te lo pidan y desde que te conocí has hecho que la puta vida que llevo sea más tolerable. Te amo por eso y más cosas que encuentro día tras día.

—Pero la amas a ella también—sollozó mientras golpeaba su pecho—. ¡Siempre tienes un puto pero!

Nano en ningún momento dejó de soltar sus lágrimas, con sus pocas fuerzas consiguió que ella dejará de empujarlo. Y otra vez se miraron. Sus rostros húmedos y llenos de un vacío que ya no se llenaba con el amor que sentían por el otro. Estaban en una situación de la que querían escapar.

Ella no quería sus besos aunque momentos antes de la noticia eran lo que más necesitaba, no quería las caricias que la transportaban a un mundo de paz, no quería quedarse viendo como una idiota sus labios moverse mientras él hablaba, no quería quedarse allí para sufrir.

Por eso es que huyó de la cabaña, sin mirar que detrás estaba su mejor amigo tirado en el suelo mientras soltaba una lágrima tras otra.

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#narielaisdead (?
lloremos

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