| 06. SABOR A MENTIRA

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          CUANDO LOS OJOS de Ariela conectaron con su reflejo en el espejo de luces blancas, una mano ladeó su rostro de manera abrupta para aplicarle iluminador a sus delicadas mejillas. Le costaba concentrarse en otra cosa que no fuera la extraña persona que aparentaba ser detrás de todo ese maquillaje. Poco recordaba lo que era el fino entrecejo de sus maquilladoras al centrarse en darle cada capa de producto cosmético que gritará fiesta, tampoco recordaba lo incómodo que era eso.

        —Mei, eso es suficiente—cortó el silencio Nuria, que lucía un hermoso vestido marfil—. ¿Puedes esperarme abajo?

     La reservada chica con rasgos asiáticos asintió y guardó todos los cosméticos antes de dejar a la madre y a su única hija a solas.

       Ariela se miró mucho mejor en el espejo de pie, su vestido era más oscuro que el de su madre. Le cubría ambos brazos por completo, era un tono entre verde y azulado y remarcaba su joven cuerpo.

—¿Qué pasa?—preguntó su madre—. ¿Te parece mucho para un cóctel?

         —No, para nada—negó mirando el tono rojo vivo que cubría sus labios—. Es lindo, sólo que hace mucho no usaba tanto maquillaje.

     —Y no te hace falta, eres hermosa cariño—la abrazó por los hombros y se miró junto a ella en el espejo—. Espero que hayas extrañado los canapés y la champaña horrible que sirven en esas fiestas.

     —No sabes cuánto—se rió por la ironía.

Nuria le besó la mejilla antes de ir por su bolso de mano lleno de cristales.

—Te esperamos abajo—anunció ella dedicándole una sonrisa.

Ariela miró el reflejo de su espalda y suspiró, esa imagen tan sofisticada le hacía pensar en lo mal vista que sería por Nano. Quizás para él no sería difícil alejarse de ese entorno, y en parte para ella no era tan complicado; pero al final de todo no quería perder a sus padres. Eran su familia real aunque del otro lado estuvieran los García.

Odiaba las mentiras y utilizar una careta para ocultarlas, pero eso debía hacer. Por lo menos hasta conseguir la justicia que tanto se había evitado hasta el momento.

Llegada la oscuridad de la noche, una gran limusina negra llegó al recinto donde se realizaría el cóctel benéfico. Aunque las ventanas del carro se vieran tan oscuras, Ariela pudo distinguir a algunos de sus ex-compañeros. Y lo que más le resultó gracioso fue ver a su amigo Christian entre ellos.

Vendido—pensó—. Ustedes primero—dijo la hija por fin—, prefiero que no me vean ciertas personas. No llamar tanto la atención.

—Ari, no estas obligada a entrar si es que te sientes incómoda—habló su padre con preocupación—. ¿Lo sabes, verdad?

—Lo sé.

Christopher, su padre, asintió y tomando la mano de su esposa bajó del vehículo. Ambos esposos estaban angustiados por la inseguridad de su hija, pero también sabían los crueles que podían llegar a ser las personas que se encontraban en el lugar.

Una vez que las personas que Ariela menos quería ver entraron a la celebración, y que notó que su amigo Samuel se acercaba a la entrada; salió del auto oscuro a seguirlo.

—¡Samu!—lo llamó.

—Ari—sonrió algo tímido—. ¿Qué haces aquí?

—Larga historia—rodó sus ojos—. Y tú ni me cuentes, te invitó tu novia ¿A qué no?

—No es mi novia—río junto a Ariela mientras sus mejillas ardían y ambos caminaban dentro—. Y sí, me ha invitado ella.

—Que ya sabía—sonrió—. Y ya se dará cuenta lo que vales Samu, y si no lo hace será muy tonta.

Samuel y ella bajaron las escaleras bajo la atenta mirada de los estudiantes de Las Encinas. La primera en dar su nombre fue Ariela; consiguiendo entrar con solo pronunciar su apellido. En cambio el nombre de Samuel ni siquiera figuraba en la lista.

—¿Cómo qué no?—cuestionó Ariela con la mirada dirigida a Marina—. Lo han invitado, no puede ser que no esté.

—Lo siento, pero no esta inscrito aquí.

—¿Qué pasa?—interfirió la pelirroja.

—No está en la lista—explicó Ariela con la expresión seria.

—¿Y tú sí?—preguntó de forma borde, causándole gracia a Lucrecia y rechazo a Ariela. Luego de su comentario fuera de lugar se dirigió al chico con la lista en mano—. Pero ¿Usted no sabe quién soy yo?

          Ariela soltó una risa amarga, esas actitudes de Marina no las recordaba para nada y tampoco le agradaban. Lo único que le pareció correcto de su parte fue que intentara meter a Samuel sin importarle la opinión de su madre, pero en cuanto su amigo puso un pie dentro; Guzmán rasgó su esmoquin y dejó al descubierto la etiqueta aún colgada dentro.

—Ay, lo iba a devolver—se burló Lucrecia—. Trata de no ensuciarlo mucho.

Ariela observó de mala forma a la mexicana y luego a Guzmán, pero más notable fue la tristeza con la que miró a su amigo Samuel; que no pudo con tanta vergüenza que tuvo que retirarse.

—¿Eso querías?—le preguntó con rabia a Marina—. ¿Humillarlo?—la pelirroja se retiró con la misma rabia y Ariela se giró a Guzmán—. Eres un gilipollas.

El resto de la noche pasó rápido, Ariela pensaba en lo aburrido que resultaba todo cuando había de por medio tanto lujo. Prefería mil veces las fiestas casuales junto a sus amigos, y no sus amigos vestidos con traje y con tanta elegancia como Christian estaba en esa fiesta.

En un momento, Ariela estuvo junto a sus padres y otros amigos cercanos, todo estaba bien; hasta que un hombre de cabello oscuro y cuerpo esbelto junto a numerosos tatuajes llegó a ellos.

—Ariela—bajó sus gafas oscuras para mirarla mejor—, cómo has crecido, linda.

Por respeto a su tío ella se acercó a besarle la mejilla, no supo que hacía el hombre allí; pero su temor al verlo fue casi imposible de ocultar.

—Él es mi hermano—presentó Nuria a sus amigos—, Adam Coppola.

Aunque se creía capaz de resistir la presencia de su tío, Ariela no aguantó un segundo más a su lado; el recuerdo que le traía él la angustiaba por completo y la hacía sentirse impotente. Con su simple presencia sus manos no podían parar de temblar y su cuerpo no dejaba de sudar.
No lo controlaba, solo el aire era su escapatoria.

   Curiosamente eso mismo que sintió Ariela, lo sintió Guzmán Nunier al ver a su padre aspirar frente a su cara una línea de cocaína. Quizás una parte de él creyó que Nadia estaba equivocada al decir que era una mala persona y que podría demostrarlo al colaborar en el cóctel benéfico. Pero al ver a su padre entendió que estaba en su sangre. Que él era el único tonto que no reconocía lo sucio de maldad que estaba.

     —¿Quieres...?—le ofreció un cigarrillo Ariela al notar su inestabilidad.

     —Te pilla la policía y te manda a prisión por ofrecerle un cigarrillo a un menor de edad.

    —Tienes razón—se encogió de hombros dando una calada—. Es que haces tantas estupideces que ya pareces adulto.

    —¿Y quién dijo que los menores no las hagan?

    —Es parte de los adultos que no las hagan—murmuró—, y aún así dan el mal ejemplo en frente de nuestras caras ¿A qué no?

          Guzmán miró su perfil por un segundo y sorbió su nariz mientras le caía una lágrima.

   —Lo que le dijiste a Marina en la fiesta de Samuel era verdad—negó cabizbajo—, mi padre, mi madre...Todos nosotros somos una mierda—hizo su mano un puño y golpeó la pared reiteradas veces—. ¡Joder!

    Sus nudillos estaban rojos, uno que otro sangraba, Ariela examinó su mano aún hecha un puño y le dió un corto beso a ésta mientras Guzmán quebraba en llanto.

    —Eres un gilipollas—le contestó mientras deslizaba su pulgar para secar sus mejillas—, pero cuando el gilipollas se da cuenta de ello depende de él empezar a cambiar.

    El más joven la miró fijamente a sus ojos cafés y como si fuera controlado rodeó a la castaña en un gran abrazo, uno que realmente necesitó.

      —La última vez que estuviste así me robaste un beso—recordó—, que no se repita eh.

      Ariela lo hizo reír por lo bajo y eso la hizo alegrarse, aunque lo odiara bastante.

Muy cerca de las once de la noche del día siguiente, los trabajadores del bar "Venecia" realizaron una celebración por tener un gran mes de ganancias. Ariela y Katia eran parte del staff y traían todos los ánimos para celebrar.

—¿Recuerdas que conseguí ser fotógrafa en la gala benéfica?—gritó Katia debido al volumen tan alto de la música—. Estaba la directora del instituto ese al que ibas y...

—¿¡Y qué!?—la interrumpió Ariela, con una risa que delató su estado despreocupado luego de algunos vasos de cerveza.

  —Joder qué borracha estás—sonrió Katia—. Y me ha contratado para fotografiar la celebración que harán por el fin de curso.

Su mejor amiga soltó un gritito ahogado y feliz por su logro la abrazó con todas sus fuerzas.

   —¡Tía que eso es buenísimo!—gritó con todas sus ganas y sin soltarla—. ¡Felicidades!

    —¡Lo sé!—se separó extrañada—. Está vibrando tu móvil.

    —¿Nano qué pasó?—le contestó la llamada—. ¿Marina? ¿Qué coño? Espera...¡Marina!

         Cuando la pelirroja le cortó la llamada, Ariela no entendió porqué había llamado desde el teléfono de su amigo. Pero lo que más le había preocupado era que él estaba herido y necesitaba su ayuda.

          —¡Tengo que irme!—le anunció Ariela a su amiga,  que estaba igual de confundida—. ¡Nano se ha metido en un lío gordo, como siempre!

         —Te llevo—propuso Katia—. Esta fiesta ya se ha puesto cutre.

         Las piernas de la joven Ariela se mantenían inquietas ante cada semáforo que detenía el camino, estaba tan preocupada que apenas recordaba cómo respirar tranquilamente o cómo mantener su corazón a un ritmo normal.

Al llegar a la casa ella ni siquiera alcanzó a despedirse de Katia, tan sólo susurró un «gracias» y corrió a abrir la puerta con la llave que le habían dado hace ya unas semanas.

—Nano...—murmuró temerosa tras cerrar la puerta a sus espaldas y correr al chico tumbado en el sillón—. ¿Qué has hecho?

—Ari—sonrió algo adolorido—, que nunca me dejas salvarte a ti coño, siempre me salvas tú.

—Y obvio—respondió a los gritos mientras rebuscaba en el botiquín que estaba en el baño—, si te metes en cada mierda tonto.

La remera de él estaba tan manchada de sangre que ella decidió sacársela, para así examinar la herida cortante.

—Venga, que ya me has curado de cosas peores—la alentó torpemente—. Tú puedes.

—Ojalá fuera lo último que tendría que curar—masculló con una mueca al llenarse la mano de sangre debido al paño húmedo—. Parece que dejará de sangrar—dicho eso y junto a los quejidos de Nano ella deslizó otro paño limpio y sin desinfectante—. Ya deja de asustarme Nano ¿Qué coño ha pasado?

—Los matones—musitó—, me dijeron que se olvidarían del dinero si le disparaba un camello de por aquí—suspiró mirando el miedo del rostro de su amiga—. Le dije que se escapara y lo encontraron.

—Qué hijos de puta—soltó devastada—. ¿Y él está...?

—¿Muerto?—preguntó—. Ni puta idea, pero a los matones no les hizo gracia que intentará fugarse.

Ariela negó cabizbaja y aún en silencio remojó otra gasa con alcohol.

—¿Andas pintada?

  Ella lo miró confundida antes de recordar el maquillaje que llevaba puesto.

—Estaba en una fiesta con los colegas del trabajo—murmuró mientras la herida se volvía a mojar de líquido desinfectante.

  —Eres hermosa Ari.

     —¿Qué dices?—se rió incómoda al tiempo que ponía una venda limpia sobre la herida—. Él tequila se me bajó a mí y se te pegó a ti por completo.

   —Y claro—respondió con una seriedad que carcomió a Ariela—. ¿Los niños y los borrachos dicen siempre la verdad? ¿No?—se acercó lentamente a su rostro—. Eres tan jodidamente hermosa que duele pensar en que yo sólo hago que vengas aquí para que arregles un desastre que tú no has hecho—tomó su mejilla suavemente—, y soy esto Ari...Soy un crío que se mete en las mil y un mierdas y tú siempre, siempre, vienes a darme una mano. Dejas todo joder, eres...perfecta.

       Nano miraba a la pequeña Ariela con una sonrisa plasmada, era hermosa, era una maravilla, era el paraíso o la belleza misma. Él la miraba con todo lo que sus ojos cafés le permitían, y no se cansaban, él estaba sinceramente embobado por ella y ella...Ella amaba que él hiciera eso, porque nunca creyó que alguien pudiera verla de la misma forma en la que ella miraba a ese alguien.

       Mientras su pecho subía y bajaba, sus ojos se encargaron de guardar una última imagen de él; antes de bajar a sus labios y hacer lo mismo. Nano aún con la mano en su mejilla la aproximó lentamente, y con un movimiento controlado atrapó sus labios rojos. Ambos fueron con suavidad, casi como si tuvieran miedo de romper al otro, luego sus cabezas se menearon cual manecillas del reloj; más rápido y con más deseo.

    Lejos de la ternura con la que empezaron y acoplándose al mismo ritmo que el otro, eso fue hasta que Nano se separó al recordar a una pelirroja prepotente; dejando a su actual compañera con sus ojos cerrados ligeramente y sus labios aún pendientes.

      Ariela y Nano respiraban a medias luego de la falta de aire, él se sintió torpe por detenerse; pero a ella no le importó. Ella quería más y no se iba a guardar las ganas, por lo que relamió sus labios y lo tomó de la nuca para seguir como lo anterior.

      La imagen de Marina se había esfumado cuando Ariela bajó a su cuello insatisfecha, allí mismo besó y besó; hasta que sus manos se apoderaron del momento y manosearon la masculinidad del chico aún cubierta por el pantalón oscuro. Y aún con sus manos realizando lo mismo ella siguió bajando hasta su pecho descubierto y que comenzaba a emanar una imperceptible capa de sudor.

        —Me vas a matar, Ari—jadeó él mirando el techo con la respiración incontrolable.

    Ariela alzó su vista hasta mirar sus ojos y con la manos aún en su pantalón mordió su labio. No se cansaba de verlo en ese estado.

      —Pero si aún no he hecho nada—le susurró al oído—. ¿O quieres que pare?

Nano negó al instante y ella sonrió de lado, desabrochando su cinturón y luego los botones de su pantalón mientras un bulto en la zona se hacía más notable. En minutos, ambos estuvieron bajo el poder del otro; Ariela por su parte tenía más prendas encima y eso mismo lo tomó como ventaja.

El chico aún sentado, mirándola perdidamente, tuvo en primer lugar el show de su mejor amiga despojándose de su remera y dejando al descubierto su sujetador. Ariela se rió de su suma concentración y le arrojó la prenda para que pestañeara. Luego de esa ropa, siguió por su pantalón de tiro alto negro y una vez en ropa interior se acercó más a él; notando la excitación que debía continuar.

Al tenerla frente, él tomó su cintura y la sentó en su regazo con cuidado. Y moviéndose un poco logró que sus partes se rozaran y provocara jadeos más notables de parte de ella, quería hacer su parte aunque estuviera herido. Durante ese balanceo besó su cuello, mientras ella gemía en su oído.

Pronto y sin esfuerzo, se deshizo del sujetador azul celeste y en respuesta, ella se encargo de sacarle el bóxer y luego; con la impaciencia de él se libraron de sus bragas.

  No tardaron tanto en que Nano se impulsara dentro de ella al tenerla sobre su regazo, siguieron besándose como si fuera su último día y ambos tuvieron una voz en sus cabezas que exigía más y más movimiento. Y sus propias voces, a la vez, susurraban el nombre del otro sumidos por el momento.

     Y es que era mejor vivirlo todo allí, porque no sabían cuándo llegaría el día en el que se tuvieran que imaginar cómo habría sido.

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      La inspectora había leído más de diez veces la información que tenía sobre Ariela, y no era mucho, tanto así que podía detener allí el interrogatorio. Pero aún le quedaban un par de preguntas.

       —¿Cómo conociste a Fernando García?—preguntó—. O bueno...como le dicen ustedes ¿Nano?

      La interrogada sonrió de lado, claro que lo recordaba, pero era una historia que la inspectora no podía saber por completo.

        —Un amigo me lo presentó.

        —¿Y ya?—volvió a preguntar—. ¿Así nomás se convirtieron en mejores amigos?

        —No, no fue todo tan rápido—aclaró—. Fui su única amiga y era notable la diferencia entre sus amigos y yo, pero cuando estuve en la calle sin paradero el me acogió en su casa.

       Quizás esa fue una de la veces en las que Nano fue su héroe, a pesar de que ella era quien más hacía por él.

    —¿Tuvieron algún encuentro amoroso?

    —Sí.

    —¿Y cuando él conoció a Marina?

    Aquella pregunta resonó en su mente, o era arriesgarse a sonar dudosa y convertirse en sospechosa o era ir con la verdad misma.

    —No—mintió.

    Y la pregunta era una, ¿Ariela o Nano prefería ocultar esos encuentros que tanto habían disfrutado?

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