| 03. LA NIÑA EN CASA

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ARIELA ESTABA FRENTE a esa puerta caoba que conocía perfectamente. Recordaba haber entrado millones de veces con una sonrisa enorme, siendo cargada por los hombros de su padre y sosteniendo la mano de su madre.
Pero todo ese bello recuerdo se esfumó el día en el que salió de allí entre lágrimas.

Las flores amarillas, el arco de flores multicolores y la gran escalera de piedra que ya había subido era lo que aún conservaba la casa. Pero la falta de los columpios y el arenero la hizo preguntarse si sus progenitores habían dejado atrás todo lo que tuviera que ver con ella.

Tomando una gran bocanada de aire, metió la llave en el cerrojo y dió sus primeros pasos dentro.

Estaba totalmente equivocada, ya que su retrato aún seguía en ese enorme cuadro de oro rosado que su abuelo le había regalado especialmente para ella. Su primer dibujo, hecho a la edad de los siete, colgaba aún debajo del portallaves junto a un pequeño papel en el que ella escribió «para los mejores padres».

Las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos, y no supo si fue por todo lo que Nano había dicho o por los recuerdos que le traía la casa.

      Pero sin más decidió seguir su camino hasta la sala de estar de la mansión, encontrándose con un hombre de cabello canoso, alto y delgado y una mujer un tanto más baja con un zapato en una mano y mirándola directamente.

—¿Arie?—preguntó el hombre luego de dejar el portátil que descansaba en su regazo.

Ariela pasó su vista de su padre a la empleada doméstica o mejor conocida por ella como "nana". Ambos mayores miraron a la joven con la misma sonrisa incrédula, estaban felices. Ella siempre había llenado cada espacio de la enorme casa con su sola presencia.

     Padre e hija estaban envueltos en un abrazo que la hizo recordar cuando era menor de edad y creía que los brazos de su padre eran los únicos que la mantendrían siempre a salvo de todo mal.

        —Me alegra tanto verte de vuelta—afirmó su nana después de abrazarla—, espera a que se entere tu madre, te ha hechado de menos.

        —Ya lo creo—sonrió cabizbaja—. ¿Nana, puedo hablar con mi padre un momento?

         —Pues claro—asintió, dándole un beso en la mejilla antes de dirigirse a las escaleras—. Buenas noches.

       Ariela se fijó que haya subido hasta la cima con cuidado, odiaba que la casa tuviera unas escaleras tan extensas que pudieran ser un peligro para ella.

       Al fijar la mirada en su padre notó que sus ojos azules estaban algo cansados y tristes.

          —¿Dónde has estado?

       Pocas veces veía a su padre tan serio, y le costaba admitir que los últimos dos años fueron en los que más se había llevado sus peores gritos y disgustos. Le molestaba pensar en las veces en las que lo había decepcionado.

         —En mi casa...—susurró—. En la casa de la abuela—se corrigió—. Hay un apagón en todo el vecindario y pensé en venir.

       —¿Segura?

       —¿Por qué te menti...?

       —Porque no sería la primera vez, Ariela—la interrumpió en voz alta antes de tallar sus ojos y suspirar—. Dime la verdad, ¿Necesitas dinero?

       —Estoy trabajando—respondió ofendida antes de girarse—, pero gracias.

     La última vez que había estado en la casa fue porque necesitaba dinero, tal vez ese fue el momento en el que se dió cuenta que en el mundo real no es tan sencillo huir de casa tan joven.

        —Ariela—la llamó su padre para que volvieran a charlar—. Lo siento, habían pasado seis meses, ni siquiera nos llamabas. Nos tenías tan preocupados.

         —Lo sé y perdón—murmuró, quedando frente a frente como hace unos segundos—. ¿Podemos hablar de esto mañana? He tenido un día largo.

     —Claro—se agachó para besar su cabeza—. Ve a descansar.

       Segundos después de que su padre se volteó y que ella quedo frente a la escalera, se percató de quién la miraba desde el escalón más alto.
Aquella mujer de unos centímetros más alta, bajó con una sonrisa y a pasos rápidos para atrapar a su pequeña con el abrazo más fuerte que se podía permitir. Estaba tan feliz que apenas notó la incomodidad de Ariela, quien ni siquiera deseaba interactuar con ella.

—Cariño—tomó su rostro entre sus manos, lo que le permitió a su hija ver la lágrima que se le había escapado—, no sabes cuánto te he extrañado.

—Yo...también, también lo he hecho—murmuró Ariela al volver a ser abrazada.

—Estás tan preciosa—acarició su cabello—. Te pinta bien ese cambio de look.

—Gracias—apretó sus labios para simular una sonrisa—. Debería ir...

—Cuéntame, ¿Cómo has estado?

—Bien, muy bien—contestó—. Pero estoy muy cansada mamá, mañana debo trabajar.

—Sí, claro—balbuceó algo triste—. ¿Hablamos mañana?

Ariela asintió ligeramente y subió la escalera sin dejar de ser observada por su madre con duda, pero sobretodo con impotencia.

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La inspectora seguía mirando cómo la interrogada tomaba su vaso de agua en silencio, más de una vez había pensado en terminar con esa inútil entrevista pero a la vez quería saber sobre los conflictos que ella tenía en su antiguo instituto.

Cuéntame sobre Las Encinas.

¿La parte en la que digo que todos son unos idiotas o en la que digo que todos son unos idiotas?

Ariela—hizo una pausa—. Cuéntame todo lo que viviste allí, todo.

Un escalofrío le recorrió por toda la espalda al recordar lo que vió en el vestuario de chicas, pero lo disimuló con un carraspeo un tanto inseguro.

Al principio fui como todas las estudiantes de allí, luciendo mis relojes caros, mi bolso de marca, los...Insignificantes zapatos de diseñador—soltó una risa cínica—. Ya sabes, pretendiendo ser mejor que cualquier otro y esperando el paso en falso de cualquiera, fingiendo...Nada más.

—¿Y luego?

Conocí a Nano—sonrió con sus ojos empañados de lágrimas—. Y me di cuenta que nunca había sido yo en ese lugar, que todo eso era una mierda que se pegaba en ti al poner un pie en ese instituto. O al juntarte con esa gentuza.

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     El humo de la cocina ya no resultaba un problema para Ariela cada vez que entraba a ella para recoger los pedidos. Todo el ambiente de allí era tenso, si eras cocinero todo era una lucha contra el reloj y si eras mesera todo era una lucha contra la impaciencia y amargura de los clientes.

       —Puta madre—insultó Katia cuando la bandeja se tambaleó entre las manos.

       Su compañera río por lo bajo debido a la poca experiencia que tenía, pero comprendió en absoluto el malhumor de ella al tener que aprender tan rápido y solo porque su padre se negaba a prestarle dinero antes de conseguir a alguien para fotografiar.

Ariela deslizó su mano hasta su espalda, lo cual le erizó la piel a su compañera, y con otra mano la apoyó sobre su abdomen y la ayudó a enderezarse.

—Ponte derecha tía—aconsejó—. Con esa postura es obvio que se te caerá todo.

—Qué buenas palabras de aliento.

Katia rodó sus ojos cuando la otra le guiñó el ojo, pero igualmente terminaron riendo mientras salían a entregar los pedidos.

El restaurante no era de llenarse por las mañanas, pero ese día había sido una excepción, niños lloriqueando, padres cansados y ancianos golpeando el suelo con sus zapatos en signo de espera; transformaban a todo el lugar en densidad.

       Un hombre de unos cuarenta y tantos, miró a Katia mientras servía el café en su taza.

      —Nueva ¿No?

      —¿Lo estoy tan haciendo mal?—rieron—. Sí, por lo menos hasta que consiga a alguien que necesite fotógrafa.

       —Me encantaría ayudarte—insistió con la charla aún cuando ella estaba por retirarse—. Podrías dejarme tu número y con suerte te encuentre algún trabajito, tengo varios contactos.

       Katia lo miró confundida, pero aceptó su propuesta y le entregó su tarjeta; mientras Ariela miraba todo de reojo.

      —Gracias—sonrió un poco y giró sobre sus talones para ir a otra mesa.

       —Espera—la llamó otra vez—. Tengo una pregunta más.

        —¿Si?

        —¿Por qué tu compañera tiene ese uniforme bonito y tú no?—miró las piernas de Ariela con lujuria—. Te quedaría igual de precioso.

       Katia pudo ver cómo los ojos del hombre recorrían pícaramente la figura de su compañera en esos pequeños shorts y eso mismo la hizo hervir de furia. Primero apoyó la cafetera en la mesa, causando un estruendoso ruido que llamó la atención de todos; luego lo miró fijamente, deseando herirlo con la mirada.

        —¿Y tú de qué coño vas?

        —Venga, no te rayes—se rió ante su forma de intimidarlo—. ¿Así de mala eres en la cama?

      La camarera lanzó su puño directo a su nariz, lo que hizo que todo el mundo soltara un grito de sorpresa y que la sangre del hombre comenzara a brotar de sus fosas nasales mientras chillaba.

     Ariela abrió sus ojos como platos, y aunque hubiera victoreado a su compañera en otra ocasión, se acercó a ella para que no volviera a hacerlo.

     Todos murmuraban y opinaban, estuvieron tan atentos a la nueva camarera que apenas notaron cuando el señor tomó su taza y la lanzó por los aires hasta golpear a su rival; que estaba de espaldas y cayó inconsciente a un lado de Ariela.

     Horas después el lugar no volvió a ser abierto, había tanto escándalo que los empleados se fugaron; a excepción de Ariela que ayudaba a su amiga con la herida en su hombro.

       —Mierda...—gimió al sentir el alcohol en la zona—. Maldito sea ese pervertido.

      —Hiciste lo correcto Kat, cualquiera hubiera reaccionado igual.

      —¿Tú dices?—río amargamente—. A mi padre no le hizo gracia alguna.

      —Ya se le pasará—aseguró, guardando la botella en un armario pequeño—. El hombre no hará denuncia porque lo hemos comprado con cheques de todo un mes en comida gratis.

     —Mejor aún—sonrió—. Es que...Tan sólo quiero hacer esto bien, ganar la pasta y mudarme; vivir de lo quiero y no de lo que no me hace feliz.

     —Ya vas a encontrar algo tía.

—Eso espero—suspiró—. Ya es tarde Ari, vete de una vez.

Ariela sonrió de lado y un tanto insegura volvió a mirar el lugar donde golpearon a la otra, pero debido a la mala cara que recibió se despidió entre risas.

Y al ver la noche cuando cruzó la puerta supo que había prometido una charla a la que no podría escapar. Pensó en volverse a su casa (donde realmente no había un apagón) pero le daba lástima dejar a sus padres tirados luego del tiempo que  esperaron por ella.

Cuando inició su caminata se tensó un poco al ver que un chico la observaba desde la penumbra; pero en cuanto estuvo a escasos metros pudo verlo a Nano acabando su cigarrillo.

—Hola...—saludó ella con timidez.

—Ari...—respondió él—. ¿Te llevo?

Ella miró el auto de su amigo y asintió sin pensárselo. Poco antes de estar junto a él, encerrados y con una pequeña luz iluminándonos.

—¿Se le pasó el enfado al Samu?—cortó el silencio ni bien pensó sobre qué hablar.

—Sí, la pijita fue a buscarlo.

Ariela supo de quién hablaba debido a su tono amargado, sabía que a Nano no le agradaba mucho el enamoramiento de su hermano por Marina.

—Que bueno...—susurró—. ¿Guzmán lo delató con la directora?

Nano rodó sus ojos.

—Así que conoces a ese imbécil.

Ella se encogió de hombros.

—¿Y cuál es el problema?

—Que por tu amiguito casi echan a mi hermano del instituto—respondió casi a los gritos—. Ese es el problema, Ariela.

—Que no es mi amigo Nano, apenas hablábamos cuando iba a Las Encinas—explicó—, si soy mayor que él.

—¿Y qué tanto conoces a esa gente?

—Lo suficiente como para mantenerme alejada de su mundo.

Nano asintió, le era imposible no arraigarse a la idea de que la vida de su amiga le estaba resultando una completa locura.

—Que eso lo sé—musitó—. Tú no eres igual que ellos, eres mejor.

Y aunque Ariela se mantenía molesta, una sonrisita se le escapó de sus labios.

—La casa que viste ayer es la de mis padres—explicó—. No les veía desde mi cumpleaños.

—¿Y eso por qué?

—Mi madre no está tan alejada de la mierda que ocultan los otros—admitió—. La casa que tú conoces es la de su madre, mi abuela, que antes de casarse con un ricachón dejó la propiedad abandonada. Y bueno...Se la robé cuando palmó.

—Vaya nieta—rieron.

—Supongo que eso es todo lo que puedo explicarte.

—Y no hizo falta—tomó su mano aún manejando el auto—. Sé muy bien quién eres.

Para Nano, ella siempre había sido igual de perfecta; y si en algún momento lo había dudado habría de estar loco.

・   ✩   ・

disculpen por
la tardanza!

el colegio me estresó toda la semana, pero
por fin termino el capitulo y el próximo
va a ser mi fav. la fiesssta❣️

PREGUNTA: ¿cuáles son sus
parejas favs de élite?

A mí me encantan Guzmán y Nadia idk♥️

pd; si alguna vez vieron
teen wolf, diganme que
se dieron cuenta que el
sr.argent es el papá de Ariela🙏🏼

nos leeemos!
-lou

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