4-II

—¡Alto o disparo! —Amenazó Junior, llevó su rifle a la altura del pecho y apuntó, los demás soldados le secundaron.

Los muertos seguían su andar hacia ellos. Ahora estaban enfocados en un nuevo objetivo, aquellos hombres vestidos de negro con boinas rojas eran su nueva presa, una que tenían a su alcance.

—¡No me obliguen a disparar! —Amenazó nuevamente.

Ahora que se acercaban pudo observar que el primero de la masa llevaba un uniforme verde olivo, estaba manchado y hecho jirones en la región del abdomen. Bajo de este, aunque no era perceptible por el líder del escuadrón, una fea herida dejaba ver el contenido visceral del zombi.

Los ojos de ambos hicieron contacto, Junior presenció el rostro de la muerte en los nacarados ojos del zombi. No expresaban sentimientos, solo un vacío que era cada vez más hondo en ellos.

Accionó el gatillo y el disparo se hizo sentir por encima de los alaridos infernales de los muertos. Impactó en el pecho del zombi haciéndolo caer al suelo. Los soldados del escuadrón quedaron sorprendidos al ver que los que le secundaban siguieron avanzando como si nada, a pesar de que habían logrado abatir al primero. La mayor sorpresa fue cuando el que hasta hacía unos segundos había caído, se levantó y siguió su avance hacia ellos como si nada hubiera pasado.

—¿Qué mierda es eso? —Preguntó Junior más confundido que sorprendido.

—¡Ni siquiera se asustaron! —Recalcó Tobías.

—¡Se acaba de levantar, el hijo de su puta madre está vivo! —Informó Jesús, todos quedaron aterrorizados por lo que estaba sucediendo enfrente de ellos.

—¡Fuego a discreción! —Ordenó Junior recordando a la perfección las órdenes de su superior.

Todos los soldados comenzaron a disparar, el Teniente fue el único que no hizo. Él, tomó su boquitoqui para informar de la situación.

—¡Coronel Alfonso! ¡Coronel Alfonso! —Su voz denotaba, por primera vez en su vida, un hilo de miedo ante la situación.

—¿Qué sucede Teniente Junior? ¿Por qué disparan? ¿Cuál es la situación del pueblo? —Inquirió el coronel al otro lado de la radio.

—La situación no sabría explicarla. —Miraba como cada persona que era impactada por un proyectil era sacudida pero no lograba detenerse—. Los disparos a las personas no las matan.

—¿Cómo así? —Cuestionó confuso Alfonso.

—Necesitamos refuerzos, nos están acorralando mi Capitán. —Fueron las últimas palabras que tuvieron lugar entre ambos, tuvo que soltar el boquitoqui para ponerse a disparar.

Los disparos sonaban como tambores en el medio de la calle, estaban haciendo un buen barullo en el pueblo. Con esto, empezaban a llamar la atención de los muertos de los alrededores. Por más que disparaban a partes vitales como el corazón, el hígado o los pulmones, no lograban frenar su avance.

Muchos caían, pero se volvían a levantar sin problemas. Otros, sin embargo, eran alcanzados por proyectiles que destruían parte de su columna vertebral dejándolos imposibilitados de caminar, a pesar de lo cual, se arrastraban hacia su objetivo envueltos en un cólera de sangre.

—¡Retrocedan, retrocedan! —Ordenó desesperado Junior, estaban aterrorizados, no entendían cómo aquellas personas seguían vivas después de recibir múltiples impactos de bala—. Formación en dos filas, rápido.

Todos sabían que hacer, tardaron menos de cinco segundos en adoptar la posición. Los de la primera hilera hincaron una rodilla al suelo dándole margen a los de la segunda a poder disparar. Uno de los soldados disparó a la cabeza casi que por casualidad.

El muerto se sacudió en la aire y cayó inerte en el suelo, sin más que aportar a la batalla. Pero ya era demasiado tarde para su descubrimiento, los tenían casi encima, por más puntería que tuviesen serían superados en un abrir y cerrar de ojos.

—¡Disparad a la cabeza! —Ordenó Junior entre gritos, los disparos no cesaban, a pesar de ello, cada vez aparecían más de aquellas personas inmunes a las balas y los empezaban a rodear-. Separémonos en bloque de dos, tratemos de dispersarlos.

Siguieron las órdenes de su capitán, pero fue demasiado tarde, estaban apenas a unos escasos diez metros de distancia. Uno de los soldados tuvo que disparar a bocajarro a uno de los zombis, la materia gris del muerto salió desperdigada por todos lados y el cráneo quedó con un orificio de tamaño considerable. Dio varios pasos hacia atrás, recuperó la compostura y siguió al resto.

Los hombres dirigidos por Junior avanzaron hacia la derecha, eran un grupo de cinco soldados contándolo a él. Los cuatro restantes, corrieron en sentido contrario. Tobías era quien se encargaría de dirigir al nuevo grupo.

Ante cualquier eventualidad que sucediera con Junior, sería Tobías el que guiaría al resto. Una especie de estrategia que habían diseñado para no perder la cadena de mando y que los soldados no actuaran por su cuenta nunca.

De las calles laterales que recién habían rebasado empezaron a emerger zombis. Aquellos a los que habían pasado por alto, repararon en los soldados apenas sonó el primer disparo. La pequeña escuadrilla de boinas rojas estaba siendo acorralada en el medio de la calle por el ejército de muertos.

Los militares no habían caído en cuenta de la aparición de los zombis a sus espaldas. Sin querer, cayeron en una trampa mortal diseñada por las garras de aquel nuevo virus liberado por el Dr. Méndez al cual llamaba: Macrófago vitae.

Cuando se percataron de lo que sucedía fue demasiado tarde. El soldado más retrasado del grupo que lideraba Tobías, fue alcanzado por uno de los zombis que se le abalanzó encima y le mordió en el brazo que usaba para disparar.

Lo tomó de sorpresa y su dedo índice quedó aferrado al gatillo, su fusil, describió un arco y escupió una ráfaga de proyectiles. Pegó un grito estridente que fue ahogado por los sonidos de los fusiles resonando a su alrededor y los alaridos de los zombis.

Dos de sus tres compañeros de escuadrón fueron alcanzados por la ráfaga, cayeron al suelo envueltos en sangre y dolor. Los proyectiles penetraron sus espaldas sin encontrar resistencia. Uno de ellos murió al instante, fue alcanzado por dos disparos que le destrozaron el corazón. El otro cayó agonizante al suelo, ahogándose en su propia sangre.

El soldado que fue alcanzado de primero por los zombis no pudo tan siquiera defenderse. Para cuando se dio cuenta de lo sucedido, tenía a tres muertos encima dándole mordidas por todos lados.

Tobías miró desesperado a sus alrededores, vio caer a sus hombres. Siguió disparando con una precisión digna de admiración. Por cada disparo, era un zombi menos. Al ver que su retaguardia estaba bloqueada por aquellos seres que parecían sacados de una película de terror, se lanzó a la carrera a una de las casas del lugar. Trataría de formar alguna barricada y contener el ataque.

Entró a una pequeña casa cuya puerta estaba entreabierta. Nunca se pudo imaginar que dentro habían más de aquellos seres. Al entrar fue recibido por los secuaces de Macrófago vitae con suma violencia. Estaba totalmente aterrado, nunca se había visto en una situación similar y la desesperación comenzó a tomar las riendas de su actuar.

Se vio sumergido en un sinfín de manos que lo querían destripar. Sin embargo, haciendo acopio de todas sus fuerzas y de su ardua tarea en los entrenamientos, logró librarse de aquellas manos infernales. En un intento desesperado se lanzó hacia una ventana de cristal, salió al exterior de la vivienda al romper el vidrio de la misma con su cuerpo. En la desesperación, lanzó una granada de mano al interior de la casa y corrió tan rápido como pudo.

La explosión retumbó en el lugar aniquilando a todos los que estaban dentro. La onda expansiva lo sacudió haciéndolo caer momentáneamente al suelo. El fuego se expandió rápido por las paredes de la casa, sabía que su acción había sido desesperada y que luego sería juzgado por usar una de las granadas.

Por otra parte, ahora estaba solo contra aquellas personas de ojos blancos y heridas atroces. Quedó paralizado al ver como aquellos seres pasaban por el fuego como si nada. Algunos, incluso, tenían en llamas alguna parte de su cuerpo y actuaban como si no les importara, como si su único objetivo fuera acabar con él sin importar las consecuencias.

—¡Mierda! —Gritó mientras volvía a disparar desenfrenadamente.

Su cargador se vació al cuarto disparo, no tardó ni dos segundos en hacer el cambio. Parecía un robot diseñado para disparar, la puntería era infalible, mas no podía con todos, llegaban de todas partes y eran cada vez más. Pronto se sintió acorralado y no tuvo otra opción más que correr por su vida. En su mente ahora solo había un objetivo, sobrevivir y volver a la base a informar para que enviaran refuerzos.

Por otra parte, los hombres liderados por Junior estaban mejor parados que el grupo de Tobías. La mayor parte de los zombis se habían enfocado en el otro grupo, por lo que ellos habían corrido con un poco más de suerte.

Cuando el grito del soldado que fue mordido tuvo lugar, Junior se percató de la situación y pudo ver cómo estaban siendo acorralados. Dudó varios segundos en tomar una decisión, mas se dejó llevar por sus instintos y ordenó avanzar hacia los zombis que les cerraban la retaguardia. Una sabía elección que les salvó la vida de momento. No les costó trabajo eliminar a la mayoría de los muertos que venían en esa dirección, al tiempo que corrían hacia ellos.

Por cómo estaban tornándose las cosas, tuvieron que escapar por la entrecalle de la que habían aparecido los muertos segundos atrás. La explosión de la granada lanzada por Tobías los paralizó en el lugar. Estaban confundidos, y miles de preguntas asaltaban la cabeza de los soldados. El miedo estaba bien fundido a sus almas y a pesar de no estar en una situación tan desfavorable como la del otro grupo, la desesperación y el desasosiego los empezaron a visitar.

Ahora los soldados liderados por Junior corrían desesperados por salvar sus vidas. Pese a que él les había ordenado permanecer juntos, cuando la explosión de la granada se hizo sentir, los nervios les jugaron una mala pasada y el instinto de supervivencia hizo que se dispersaran en todas direcciones. Solo Junior y Jesús permanecieron juntos. Resistieron unos instantes, pero al fin y al cabo tuvieron que huir también. Corrieron en dirección al cementerio.

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