Introducción

Intentar enumerar la diversidad de reinos existentes en el mundo de Ooo, sería contar y contar infinitamente. Todos con su propia característica y cultura, volviéndolos únicos; además de su respectiva realeza, encargados de llevar el destino del reino como mejor les pareciera.

Algunos reinos eran agradables, coloridos y pacíficos, con un gentilicio divertido y amistoso, dispuestos a hacer sentir en casa a cualquier peregrino, o bien, a todo aquel que no tuviera un hogar. Otros permanecían ocultos, pues eran lo suficientemente pequeños como para ser vistos, o quizás, preferían estar de esa forma. Nunca faltaban los orgulloso y conservadores. Era usual que existiese una rivalidad entre algunos de ellos, la cual, la mayoría de las veces, se sobrellevaba para toda la vida. Las guerras no eran muy comunes ni alcanzaban grandes dimensiones. Pero, por supuesto, también existían los reinos oscuros de seres aterradores, criaturas que disfrutaban molestar al resto. Reyes llenos de ambiciones, egoístas y hasta mal de la cabeza.

Sin embargo, estar <<mal de la cabeza>> era muy común en dicha tierra. ¿O podría llamarse también, ser demasiado excéntrico?

Fuera como fuera, había un lugar para todo tipo de personajes. Desde el Dulce Reino y La Ciudad de las Hadas, hasta Nocheósfera y la Tierra de los Trolls, sólo por mencionar los más conocidos.

Y, para Jooheon, era mil veces mejor tratar con seres amables, ¿a quién le gustaría hablar con un Troll y que te escupa en la cara al rugir?. Amaba a quienes fueran divertidos en todo momento. También les ayudaba en cuanto podía, era muy trabajador, y ahí estaba Hyungwon para apoyarle. Nunca había vuelto a valerse de sí mismo desde que le conoció hace ya tanto tiempo.

Jooheon no era un héroe. Claro que no. Cada que alguien decía lo contrario, él intervenía y explicaba la situación.

Las aventuras, no obstante, a veces se iban de sus manos.

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