Etapa 1: Home
No importaba cuanta luz hubiese, hasta los colores más intensos y fuertes perdían su significado como un triste y opaco gris. Desde lo que ocurrió esa fatídica noche tormentosa lo que contemplaba Howard era un mundo donde los sentimientos, los valores y el bien solo eran cenizas de un fuego muerto que no brinda nada.
Sin duda lo que más le pesaba era escuchar aquella voz. Aún así no tenía nada más que hacer en esa soledad.
—Vamos, que harás al respecto —dijo la sombra a sus espaldas—. Ellos ya no están aquí. No te quedes ahí sentado a flojear.
—Lo que haré es continuar hacia adelante. —respondió seriamente.
Sentía como aquel ser sonreía de oreja a oreja mostrando aquellos horribles dientes afilados.
El muchacho observó su muñeca izquierda para contemplar nuevamente aquel símbolo. Una marca invisible que se veía mediante el dolor que provocaba su ardor constante en su piel. Era un aro conformado por triángulos.
—Sabemos que no se quitaran nunca —comentó en ente.
—Así es. —Volvió a cubrirla con la manga de su chompa.
Al voltear la mirada hacia el otro extremo de su cuarto donde reposaba su cama y un velador de noche se percató como la caja reposaba en dicho lugar. Era inevitable ignorar todos los recuerdos asfixiantes que se hacían tan nítidos con solo ver aquella figura de madera con bordes de bronce.
Fue aquella noche, en la habitación de alado que su alma se pudrió poco a poco y, una vez vacía de cualquier rastro de humanidad, el monstruo ganó al hombre. Desde entonces, supo que el final de sus andanzas no estaba lejos. Ahora respiraba la desesperanza. Todo por culpa de lo que estaba dentro de aquella maldita caja, sin olvidar el contrato.
El ser sombrío se manifestó desde el techo de la habitación deslizándose suavemente para estar frente suyo. El Howard de carne y hueso miraba a este demonio secundario con incomodidad y desprecio. Era una copia translúcida y sombría de si mismo con rasposos ojos carcomidos y dedos puntiagudos.
Este se aproximó y sostuvo la caja con tal de palpitar su textura tallada.
—Concéntrate «pequeño H».
No hubo respuesta.
—Si, si "la maldad dentro de mi" y toda aquella reflexión moralista —burló sarcásticamente—, pero ahora es momento de ir a darle su merecido.
Se sintió arrastrado al presente en el cual existía.
—Está bien... vamos de una vez por todas. —se puso de pie y se colocó un abrigo.
La compañía de estas siluetas ya no era insólita. Mayormente este invertido «yo» lo seguía desde el sigilo del ambiente o, de vez en cuando, tan cerca que podía percibir su frío aliento en la nuca y sus ojos clavados en su corteza craneal.
Esa cabeza era un nido vivo infectado de demonios, ninguno como el anfitrión que uso lo que estaba dentro de la caja.
Saliendo del apartamento la criatura le hizo recuerdo del plan con intenciones motivacionales.
—Redención.
Afuera veía aquel mundo gris. Igual como lo es ahí dentro.
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