Capítulo XI: Los nuevos villanos / Una lección de paz (parte I)

Una hora después de lo último que vimos que sucedió con Natasha Romanoff y Los Vengadores, estos, aún no conseguían llegar a la grande tierra fina de Inglaterra. El viaje, tardaría unas 4 horas con 20 minutos en ser concluido, así que habría muchísimo tiempo de sobra para relajarse, preparar comida, jugar videojuegos en modo offline, en línea de equipo o solitario en el teléfono, planear unas tres o cuatro estrategias alternativas a las que ya habían, tomar una siesta, café simple o solo un vaso con agua, conversar con alguien del equipo o ver las noticias de la televisión local que estaban pasando por el momento. Muchas opciones en tan basto tiempo, pero cuidado.. El reloj no siempre marcará la hora que crees que va a marcar. Describiendo lo que cada vengador estaba haciendo en una parte precisa y específica del gris oscuro Quinjet, el poderoso Steve Rogers, estaría sentado en el asiento de copiloto, analizando en su mente la situación que se estaría enfrentando en unas horas, con detalles y determinación; Thor, el hijo de Odín, observando el exterior por una de las ventanas del lado izquierdo del gran Quinjet, distraído, de vez en cuando, de una revista de moda y cómics que cargaba en sus piernas protegidas con una armadura grisácea, al igual que otras partes de su cuerpo; Anthony Edward Stark, el invencible Iron-Man, con la ayuda de su asistente virtual personal, siguiendo reproduciendo música de Spotify Premium, mientras chateaba por medio de la red social de subimiento de fotografías Instagram con una influencer muy bella de nombre Belle Delphine; Bruce Banner, el segundo cerebro más experimental e intelectual del grupo, casi superior al de Stark, aún en la habitación de trabajo que se mencionó en el minicapítulo número 3, y la preciosura de Black Widow, con una mano en la mejilla, observando a la nada, mientras su cuerpo descansaba sentado sobre uno de los asientos que la nave de ataque-navegación tenía disponibles para ser usados.

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Nat, seguramente estaría preparándose para lo que se venía con la misión en Inglaterra. La venta de armas pesadas y mutágenos complejos, eran cosa seria y un error sería garrafal para toda la población que toma un té a las 6:00 en punto de la tarde, todos los fines de semana, en una taza blanca sobre una vajilla pequeña de porcelana y con el meñique levantado. Por supuesto, había más información sobre lo ocurrido con estas cosas. Esta describiría con no tanto lujo de detalles a un peculiar grupo de hombres complejos, que absolutamente nadie conocía, que se dedicaba a lo dicho, a coleccionar objetos raros que iban encontrando en su camino a la victoria hipotética y a reclutar más personal para ir escarbando en la política y las autoridades para expandir su imperio y así ganar muchos más aliados que enemigos. El nombre de esta secta, o mejor dicho, hermandad, sería la de La Órden, y su líder sería alguien que habría sido visto por la gente en contables ocasiones, hasta las grandes asociaciones como S. H. I. E. L. D. y la espacial S. W. O. R. D. no lo conocerían en persona, y que la mayoría del tiempo, o todo de este mismo, usaría un traje hecho armadura que parecería lujosamente exagerado y muy antiguo que poseería colores que rozaban los limites de las paletas del rojo, negro, plateado y una pizca bastante diminuta de amarillo en partes precisas.

Al menos, esto habrían dicho las descripciones de las seis personas que habrían logrado ver a este ser. Las fotos de este líder, no estarían disponibles, lamentablemente. El expediente, también declararía que habría otro del mismo rango para esta asociación, y que, aparentemente, cual ejército militar, habrían distintas posiciones de trabajo para cada miembro. No habían muchos detalles de estos, en los archivos, pero si una teoría que indicaba que la ambientación o regulación de estos serían más o menos parecidos a los que se usan comúnmente en el deporte del ajedrez en las bancas con los abuelos o en torneos mundiales internacionales o a los que la leyenda llamada el Rey Arturo y sus fieles, Los Caballeros de la Mesa Redonda, ejercían hace muchos, pero muchos años, en el reino incomprobable de Camelot. Esta, sería reforzada por el aspecto físico que el mismo jefe de este grupo tiene, pero nada es seguro.

Natasha Romanoff: ... *ver de reojo a Thor*

Thor: ... *ver de reojo a Natasha* *ver revista* *carraspear* *poner mano en la barbilla* *reír fuerte*

Pocas veces se ha visto que S. H. I. E. L. D. no sepa algo en concreto sobre una persona o muchas, a lo largo de su basta trayectoria. Esto significaría que habría que actualizar seriamente la capacidad de investigación, el software, los algoritmos y que no tendría que subestimarse mucho al resto del mundo, ya que este puede ofrecer demasiadas sorpresas por muchos años. Incidentalmente, ya todo se sabrá en unas cuantas horas, minutos y segundos. Y ahora, solo nos queda prestarle atención a la acción que la mujer del equipo de Los Vengadores está ejecutando, cerca a Thor, Iron-Man y el Capitán América, o más bien detrás de ellos, que la llevaría a la habitación de trabajo en la que estaba haciendo ocupaciones el doctor Banner. Volviendo al Quinjet, Natasha Romanoff, quien estaba vestida con un pantalón especial negro que cargaba pistolas en ambas piernas, cuchillas en un tobillo, un cinturón especial en la zona de la cintura que traía el símbolo de la araña Viuda Negra en el centro, especies de disparadores eléctricos dorados y de distintos tipos de dardos en las muñecas, una chamarra medio gris con líneas de costuras verticales que se veían bastante bien, y que se podía abrir por medio de un cierre que estaba ubicado en el medio, y un comunicador oculto en el oído izquierdo, iría con rumbo y propósito desconocido al paradero del castaño con 10 doctorados, frotando sus brazos en el proceso.

Natasha Romanoff: *ver la puerta de la habitación de trabajo* Si, por supuesto.

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