Capítulo 1ro

Disclaimer: los personajes de esta historia pertenecen a Masashi Kishimoto. Obra inspirada a fin de entretener y sin fines lucrativos.

"....." pensamientos
-.....- diálogos
●●●● cambio de escena

Eso de barrer estiércol y cuidar una propiedad que no le pertenecía era sumamente fastidioso, pero no le quedaba de otra para sobrevivir. El señor Kakashi, dueño de la herrería encargada de los caballos del rey, había sido muy amable con él cuando todos lo habían despreciado. Le otorgó asilo, un techo sobre su cabeza y comida sobre su mesa, además de enseñarle su oficio. Aunque se quejaba de la suciedad y su precaria situación, no era mal agradecido, así que aún contra su voluntad le ayudaba a cubrir los quehaceres del lugar.

Terminó sus tareas y se sentó a admirar el cielo, que poseía un tono grisáceo atrayente, indicando que pronto el agua caería. Esos días de tormenta y lluvias constantes le hacían recordar a su familia, aquella que había perdido hace ya mucho tiempo.

Sasuke solía vivir con sus padres y su hermano mayor al norte del país, no eran una familia acaudalada, pero tenía más recursos que los que ahora poseía. Itachi, su amoroso hermano, solía contarles cuentos y leyendas cada noche antes de dormir. Le hablaba sobre espíritus capaces de cumplir deseos, hechiceros que estaban ligados a la realeza, entre muchas otras cosas. Él solía creer en todas ellas, hasta que aquella terrible tragedia ocurrió, dejándolo sin nada, con tan sólo ocho años dejándolo vacío y a la deriva, sin un lugar al cual pertenecer. 

Había vagado por las tierras del reino hasta que Rin, la esposa del herrero, lo encontró en el mercado tratando de robar manzanas y tomates para comer. Ellos le dieron lo más parecido al calor de un hogar, y a pesar de su actitud amargada, los estimaba. Con el pasar del tiempo lo hicieron sentir en casa, aunque nunca olvidó a los suyos, a quienes había jurado vengar, encargándose del bastardo causante de su desazón.

Deberías entrar y tomar un baño, Sasu — le dijo Rin al verle tirado entre aquella mezcla de lodo y paja.

En un momento voy

Recuerda no quedarte muy tarde afuera... los espíritus andan — 

Rumores corrían por el pueblo sobre aquel bosque presuntamente embrujado. Niebla salía directa desde el lago cada noche, cubriendo toda la tierra en los alrededores. Según los ancianos, si eras atrapado por ella, la niebla se encargaría de desaparecerte del mundo de los vivos. Para Sasuke eran sólo puras patrañas, no creía nada de eso, pero para darle tranquilidad a la pareja obedecía las reglas, en especial a la mujer, quien se encontraba en el sexto mes de su tan esperado embarazo. 

Luego de soltar un largo suspiro, decidió levantarse por fin, tomaría un baño y luego iría a ayudar a Kakashi para poner la mesa.

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Mañana iremos a dejar el encargo del rey — estaban compartiendo la cena, su esposa había hecho un rico guiso con tomates y arvejas — Shikamaru nos recibirá al llegar

¿Cuánto tiempo estaremos fuera? — le preguntó sin alzar la mirada de su plato.

No vendrás Sasuke, recuerda lo que sucedió la última vez, casi nos metemos en problemas con la gente del reino — regañó Kakashi — Obito me acompañará en tu lugar 

Y tenía razón en no querer llevarlo. La última vez que Sasuke le acompañó, tuvo un altercado con algunos caballeros que intentaron humillarlo. Los hombres del rey eran conocidos por ser toscos y abusivos a la hora de hacer valer su autoridad, por tanto no era bueno desafiarlos. 

Ese día regresaron a casa sin las ganancias prometidas más un chico con un ojo morado, una costilla rota y la cara llena de moretones. Kakashi sólo trataba de que algo así no ocurriera de nuevo, no quería que su familia estuviera bajo el punto de mira, pues los que se atrevieron a meterse con la familia real en repetidas ocasiones, terminaban muertos sin compasión alguna.

Acabaron de comer en silencio, nadie contradecía al señor Hatake, ni siquiera su esposa a quien respetaba tanto. Sasuke por su parte no se molestó en comentar nada, cuidaría bien de su familia hasta que el patriarca del hogar estuviera de vuelta, se los debía después de todo.

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En el castillo Uzumaki, un rubio hiperactivo celebraba la futura llegada de su primer hijo. Su esposa, Uzumaki Sakura estaba en cinta, un niño aseguraría su linaje y el bienestar del reino.

¿Mi esposa está bien? — preguntó a su madre.

Tranquilo Naruto, está bien — le dijo con cariño — Quizá el bebé nazca pronto, y tú deberías ir a atender los asuntos del reino ¿No lo crees?

Sora está haciéndose cargo de todo, recuerda que padre lo dejó como una guía para mí — rascó su nuca de manera nerviosa — Además está siendo asesorado por las hechiceras, considera que soy muy joven aún para tomar el mando —

Luego de la muerte prematura de su padre, Sora, su gran amigo y consejero, había ocupado su lugar. Naruto tenía apenas quince años cuando todo ocurrió y Kushina estaba tan destrozada que ni siquiera tenía fuerzas para gobernar sin el amor de su vida a su lado.

Pero Nakai Sora tenía malas intenciones, su objetivo era adueñarse de todo cuanto su amigo poseía, incluida su esposa. Para eso había recurrido a la ayuda de Shion, la gran sacerdotisa, quien se unió a las hechiceras del rey poco después de la muerte del monarca. Aquel hombre había convertido la vasta tierra del reino, en un pueblo precario y sin vida, donde pocos conseguían lo necesario para subsistir. El reino era la antítesis de lo que fue en el reinado del antiguo Namikaze.

Uzumaki Minato, quien se unió a la familia real mediante matrimonio pues antes de casarse con la hermosa Kushina era un chico de pueblo, cambió para bien todas las barbaries que los reyes habían hecho años atrás, mejorando así la calidad de vida de sus ciudadanos. Como había vivido en carne propia las injusticias que la corona era capaz de ejercer, se convirtió en un rey justo y firme sin perder su amabilidad. 

Pero todo se descontroló después de su muerte, hecho que pasaba desapercibido por la familia real, quienes creían que todo el reino marchaba como correspondía, tal y como el patriarca lo había dejado.

¿Ya pudiste contactar con ellos? — le preguntó a la rubia de ojos violáceos, quien se encontraba delante de velas que despedían diferentes fragancias — No puedo permitir que rebeldes se levanten contra mí y echen a perder todo por lo que he trabajado  

Aún no es tu reino como tal — le respondió sin interrumpir su concentración — Para que lo sea debes desposar a la señora y matar a su hijo, sin contar a los nuevos integrantes de la familia 

¿Estás segura que no hay otra forma? — a pesar de ser un monstruo, asesinar al hijo de su mejor amigo no le parecía la mejor de las ideas.

Es eso... o probar que no son los legítimos gobernantes de este lugar — le dedicó una mirada audaz,  dándole a entender que había encontrado algo.

Shion, ¿Acaso tu...?

En efecto eminencia — le regaló una ladina sonrisa — En efecto...

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