28 | hermanos de...

:. CHAPTER TWENTY-EIGHT .:.
( THE BROTHER OF...)

LYRA NO RECORDABA HABER VISTO NUNCA A HOGSMEADE TAN TÉTRICO y todo empeoró aún más cuando un gritó se escucho.

-Este es el momento en donde Jack el destripador sale a matarnos.

La puerta de Las Tres Escobas se abrió de golpe y una docena de mortífagos con capa y capucha salían a la calle a toda prisa enarbolando sus varitas.

Accio capa! -rugió un mortífago.

La capa no dio señales de abandonarlos.

-Así que no estás debajo del envoltorio ese, ¿eh, Potter? -gritó el mortífago, y

dijo a sus compinches- ¡Dispersense está aquí!

Seis mortífagos corrieron hacia ellos: Lyra, Harry, Ron y Hermione retrocedieron tan aprisa como pudieron por el callejón más cercano, y sus perseguidores no chocaron contra ellos de milagro. Los chicos esperaron en la oscuridad; oyeron las carreras de aquí para allá y vieron los haces que salían de las varitas e iluminaban la calle.

-¡Vámonos! -susurró Hermione-¡Desaparezcámonos ya!

-Buena idea -corroboró Ron.

-¡Sabemos que estás aquí, Potter, y no tienes escapatoria! ¡Te encontraremos!

-Nos estaban esperando -susurró Harry- Habían puesto ese hechizo para que les avisara de nuestra llegada. Supongo que habrán hecho algo para retenernos aquí y
atraparnos...

-¿Y los dementores? -gritó otro mortífago- ¡Soltémoslos! ¡Ellos lo encontrarán enseguida!

-El Señor Tenebroso no quiere a Potter muerto. Quiere matarlo...

-¡Pero los dementores no lo matarán! El Señor Tenebroso quiere la vida de
Potter, no su alma. ¡Le será más fácil matarlo si antes lo han besado los dementores!

-¡Tendremos que desaparecernos! -susurró Hermione.

Lyra quiso patear algo cuando sintió aquel frío conocido.

-¡Me cagó en los dementores! -se quejo Lyra en un susurro.

Los cuatro retrocedieron un poco más
por el callejón, andando a tientas y procurando no hacer ruido. Entonces vieron llegar una decena de dementores por la esquina; se deslizaban en silencio, ataviados con sus negras capas y dejando ver las manos podridas y cubiertas de costras; las siluetas sólo eran visibles gracias a que su oscuridad era más densa que la del entorno.

Harry alzó su varita y susurró:

Expecto patronum!

El ciervo plateado salió de su varita y embistió a los dementores, que se
dispersaron, y alguien soltó un grito triunfal:

-¡Es él! ¡Allí abajo, allí abajo! ¡He visto su patronus, era un ciervo!

Los dementores se habían retirado y volvieron a salir las estrellas, pero los pasos de los mortífagos cada vez se oían más cerca; sin embargo, escucharon un chirrido de cerrojos cerca de donde se hallaban. Se abrió una puerta en el lado izquierdo del estrecho callejón y una áspera voz dijo:

-¡Por aquí, Potter! ¡Deprisa!

El muchacho obedeció sin vacilar y los cuatro amigos cruzaron como un rayo el umbral.

-¡Vayan arriba sin quitarse la capa! ¡Y no hagan ruido! -murmuró una figura de elevada estatura.

Lyra distinguió que estaban en Cabeza de Puerco y mientras corrían por detrás de la barra, a la rubia le dieron unas ganas tremendas de robarle una botella de hidromiel.

Los cuatro pasaron por otra puerta que conducía a una desvencijada escalera de madera y subieron tan aprisa como pudieron.

Desde allí se oían gritos en la calle. Sin quitarse la capa invisible, los chicos se
acercaron con sigilo a la sucia ventana y miraron hacia fuera. Su salvador no llevaba capucha.

-¡Pues sí! -le gritaba a una de las figuras encapuchadas- ¿Pasa algo? ¡Si ustedes envian a los dementores a mi calle, yo les enviaré un patronus! ¡Ya les he dicho que no quiero verlos cerca de mi pub! ¡No pienso tolerarlo!

-¡Ése no era tu patronus! -exclamó un mortífago- ¡Era un ciervo! ¡Era el patronus de Potter!

-¿Un ciervo? -rugió el camarero, y sacó una varita mágica- ¡Un ciervo! ¡Idiota! ¡Expecto patronum!

Una cosa enorme y con cuernos salió de la varita del camarero, agachó la cabeza como si fuera a embestir y enfiló la calle principal hasta perderse de vista.

-Wow -susurro Lyra mirando maravillada el patronus- El camarero se gano mis respetos.

-Ése no es el patronus que he visto -protestó el mortífago.

-Han violado el toque de queda, ya has oído el ruido -le dijo otro mortífago al camarero- Había alguien en la calle, contraviniendo las normas...

-¡Si quiero sacar a mi gato, lo saco, y al cuerno con su toque de queda!

-¿Has sido tú quien ha disparado el encantamiento maullido?

-¿Y qué si he sido yo? ¿Van a llevarme a Azkaban, o a matarme porque he asomado la nariz por la puerta de mi propia casa? ¡Adelante, pueden hacerlo! Pero espero por su bien que no hayan tocado la Marca Tenebrosa y lo hayan hecho venir, porque le va a encantar que mi gato y yo hayamos sido los causantes de la llamada.

-¡No te preocupes por nosotros -dijo otro mortífago- preocúpate de ti mismo y de no violar el toque de queda!

-¿Y dónde van a traficar con pociones y venenos cuando me hayan cerrado el bar? ¿Qué va a pasar entonces con sus ingresos suplementarios?

Lyra solto una risita mientras se acomodaba para mirar mejor.

-Me retractó, este tipo se gano mi amor. Lo siento, Harry.

Unos minituos después el camarero entró en la habitación mientras Lyra se dejaba cer en el piso sin importale lo sucio que estaba.

-¿Se han vuelto locos? -dijo con brusquedad- ¿Cómo se les ocurre venir aquí?

-Gracias -dijo Harry- Muchas gracias. Nos ha salvado la vida.

El hombre soltó un gruñido.

-Era a usted a quien vi en el espejo. Usted nos envió a Dobby.

El hombre asintió y miró alrededor buscando al elfo.

-Creía que vendría con ustedes. ¿Dónde lo han dejado?

-Está muerto.

-Cortesía de la tía Bella -siguió Lyra.

-Lo siento. Ese elfo me caía bien.

Entonces se dedicó a encender lámparas.

-Usted es Aberforth -dijo Harry- ¿De dónde ha sacado esto? -preguntó acercándose a la repisa de la chimenea para coger el espejo de Sirius.

-Se lo compré a Dung hará cosa de un año -respondió Aberforth- Albus me dijo qué era, y me ha servido para no perderos de vista.

Ron dio un gritito de asombro.

-¡La cierva plateada! -exclamó- ¿Eso también lo hizo usted?

-Harry prestale tus lentes -le pidió Lyra sentandose de repente-Evidentemente Ron no vio como el patronus de este señor era una cabra.

-¡Ah! -exclamó Ron- Sí, ya... ¡Bueno, tengo hambre! -añadió.

-Les traeré algo de comida -dijo Aberforth, y salió de la habitación para reaparecer al poco rato con una hogaza de pan, un trozo de queso y una jarra de peltre llena de hidromiel que dejó en una mesita delante de la chimenea.

Los chicos, hambrientos, comieron y bebieron.

-¡No creo en Dios pero que te bendiga! -exclamó Lyra con la boca llena.

-Bueno -dijo Aberforth- hemos de encontrar la mejor forma de sacarlos de aquí. Pero no podemos hacerlo por la noche; ya han oído lo que pasa si alguien sale de su casa después del anochecer: se dispararía el encantamiento maullido y se les echarían encima como bowtruckles sobre huevos de doxy -Lyra solto una risa por la referencia- Y como no creo que logre hacer pasar un ciervo por una cabra otra vez, esperaremos al amanecer, que es cuando levantan el toque de queda; entonces podran ponerse la capa invisible y marcharse a pie. Salgan cuanto antes de Hogsmeade y suban a las montañas; allí podran desaparecer. Quizá vean a Hagrid, que está escondido en una cueva con Grawp desde que intentaron detenerlo.

-No pensamos irnos -dijo Harry- Tenemos que entrar en Hogwarts.

-No seas estúpido, chico -repuso Aberforth.

-Debemos ir -insistió Harry.

-Lo que tienen que hacer es alejarse de aquí en cuanto puedan.

-No es por ser descortes -comento Lyra volviendose a sentar- Pero... ¿Usted se limpia las orejas?

-Usted no lo entiende. No disponemos de mucho tiempo. Tenemos que entrar en el castillo. Dumbledore, es decir, su hermano, quería que nosotros...

-Mi hermano Albus quería muchas cosas, pero resulta que la gente tendía a salir perjudicada cuando él llevaba a la práctica sus grandiosos planes. Aléjate del colegio, Potter, y si puedes sal del país. Olvídate de mi hermano y sus astutos planes. Él se ha ido a donde ya nada de esto puede hacerle daño, y tú no le debes nada.

-Usted no lo entiende.

-¿Ah, no? -dijo Aberforth- ¿Crees que no comprendía a mi hermano? ¿Crees que conocías a Albus mejor que yo?

-No he querido decir eso. Es que... me encargó que hiciera un trabajo.

-¡No me digas! -se burló Aberforth- Un trabajo agradable, supongo, bonito y fácil. El tipo de trabajo que un joven mago no cualificado realizaría sin demasiado esfuerzo, ¿verdad?

Lyra se apoyo en las piernas de Hermione que estaba sentanda en una silla.

-No, no es un trabajo fácil. Pero tengo que...

-¿«Tengo que»? ¿Por qué «tengo que»? El está muerto, ¿no? -gruñó Aberforth- Déjalo ya, chico, si no quieres correr la misma suerte que él. ¡Sálvate!

-No puedo.

-¿Por qué?

-Yo... Usted también lucha, ¿verdad? Usted pertenece a la Orden del Fénix...

-Pertenecía -puntualizó Aberforth- La Orden del Fénix ha pasado a la historia. Quien-tú-sabes ha vencido, todo ha terminado, y aquel que piense lo contrario se engaña a sí mismo. Aquí nunca estarás a salvo, Potter; él está decidido a acabar contigo. Así que vete al extranjero, escóndete, sálvate. Y será mejor que te lleves a estos tres contigo. Ahora que se sabe que han estado trabajando contigo, correrán peligro toda su vida.

-No puedo irme -insistió Harry- Tengo que hacer una cosa...

-¡Que la haga otro!

Lyra solto una risa y rápidamente se tapo la boca. Merlín, ese tipo si le agradaba.

-No. Tengo que hacerlo yo. Dumbledore me explicó todo lo que...

-¡Ah, vaya! ¡No me digas! ¿Y te lo contó todo? ¿Fue sincero contigo? Yo conocía muy bien a mi hermano, Potter. Aprendió de mi madre el arte de guardar secretos. Nosotros crecimos rodeados de secretos y mentiras, y Albus tenía un talento innato para eso.

Los ojos del hombre se posaron en el cuadro de la niña encima de la repisa de la chimenea.

-Señor Dumbledore -dijo Hermione con timidez- ¿Es ésa su hermana Ariana?

-Sí -contestó Aberforth- Veo que has leído a Rita Skeeter.

-Elphias Doge nos la mencionó -aclaró Harry.

-Ese imbécil idolatraba a mi hermano -masculló Aberforth- Bueno, lo idolatraba mucha gente, incluidos ustedes cuatro, por lo que veo.

De repente Lyra sintió vergüenza al recordar todas las veces que había dicho ¡Por Dumbledore!, pero realmente ella lo queria mucho, después de todo había salvado a su abuelo.

-El profesor Dumbledore quería mucho a Harry -aseguró Hermione.

-¿Ah, sí? -repuso Aberforth- Pues mira, es curioso, pero muchas personas a quienes mi hermano quería acabaron peor que si él las hubiera dejado en paz.

-¿Qué quiere decir? -preguntó Hermione con aprensión.

-¡Bah, no importa!

-Pues es una acusación muy grave -insistió Hermione- ¿Se refiere... a su
hermana?

-Cuando mi hermana tenía seis años, la atacaron tres chicos muggles. Se
dedicaban a espiarla a través del seto del jardín trasero y la vieron hacer magia. Ella era muy pequeña y no sabía controlarse; ningún mago ni ninguna bruja es capaz de dominarse a esa edad. Supongo que esos chicos se asustaron de lo que vieron, de modo que se colaron por el seto, y como mi hermana no logró enseñarles a hacer el truco, se pusieron furiosos y se les fue un poco la mano intentando detener a aquel bicho raro.

-Yo creo que a esas personas hay que matarlas antes de que se reproduzcan -dijo Lyra con dureza. Estaba hablando en serio.

-Lo que le hicieron esos chicos la dejó destrozada y nunca volvió a ser la
misma. Ariana no quería emplear la magia, pero tampoco podía librarse de ella, y la magia se le quedó dentro y la enloqueció; explotaba cuando ella no conseguía controlarla, y a veces hacía cosas extrañas y peligrosas. Pero en general era una niña cariñosa e inofensiva, y estaba muy asustada.

»Mi padre salió en busca de esos canallas -continuó Aberforth- y los atacó. En consecuencia, lo encerraron en Azkaban. Él nunca dijo por qué lo había hecho, pues si el ministerio hubiera sabido en qué se había convertido Ariana, la habrían encerrado para siempre en San Mungo. La habrían considerado una grave amenaza para el Estatuto Internacional del Secreto, porque era una desequilibrada y la magia se le escapaba cuando ella ya no lograba contenerla.

»Así pues, teníamos que ponerla a salvo y lograr que pasara inadvertida. Nos mudamos de casa, dijimos a todo el mundo que Ariana estaba enferma, y mi madre la cuidaba e intentaba que estuviera tranquila y feliz.

»Yo era su favorito -firmó- Nunca prefirió a Albus, porque éste, cuando estaba en casa, no salía de su dormitorio, donde leía sus libros, contaba sus premios y escribía cartas a "los magos más destacados de la época" -dijo con tono burlón- él no quería que lo molestáramos con los asuntos de Ariana. Mi hermana me quería más a mí, y yo conseguía que comiera cuando mi madre desistía; sabía tranquilizarla cuando le daba uno de sus ataques, y si estaba tranquila me ayudaba a dar de comer a las cabras.

Lyra recordo todo lo que su abuela le había contando de Credence y de pronto sintió mucha lastima por Ariana.

»Cuando ella cumplió catorce años... Bueno, yo no estaba allí, pero de haberlo estado la habría calmado. Le dio uno de sus ataques y como mi madre ya no era tan joven... Fue un accidente. Ariana no logró controlarse y mi madre murió.

-Eso fue lo que impidió a Albus emprender la vuelta al mundo con el pequeño Doge. Ambos fueron a casa para el funeral de mi madre, pero luego Elphias se marchó solo y Albus asumió el papel de cabeza de familia. ¡Ja! -aberforth escupió en el fuego- Yo la habría cuidado. Se lo dije a mi hermano; como no me importaba el colegio, me habría quedado en casa y ocupado de Ariana. Pero Albus me dijo que yo debía terminar mis estudios y que él reemplazaría a mi madre. Fue una pequeña humillación para Don Brillante. Porque no te dan premios por cuidar de una hermana medio loca, ni por tratar de impedir que vuele la casa cada dos por tres. Lo hizo más o menos bien unas semanas... hasta que llegó él.

El rostro de Aberforth adoptó una expresión francamente peligrosa.

-Sí, hasta que llegó Grindelwald. Por fin mi hermano tenía a alguien de su talla con quien hablar, alguien tan inteligente y con tanto talento como él. Y la obligación de atender a Ariana pasó a segundo plano, mientras ellos dos tramaban sus planes para instaurar un nuevo orden mágico, y buscaban las «reliquias» y todo eso que tanto les interesaba. Grandes planes que beneficiarían a todos los magos, y si eso conllevaba descuidar a una pobre muchacha, ¿qué más daba? Al fin y al cabo, Albus estaba trabajando «por el bien de todos», ¿no?

»Pero al cabo de unas semanas me cansé. No podía más. Se acercaba el día en que yo tendría que volver a Hogwarts, así que se lo dije, a los dos, cara a cara, como estamos tú y yo ahora -Aberforth miró a Harry a los ojos- Le dije: "Déjalo ya. No puedes llevártela porque no está en
condiciones; es imposible que te acompañe allá donde pienses ir a pronunciar discursos inteligentes para despertar el entusiasmo de sus seguidores." Eso no le gustó -añadió- A Grindelwald tampoco le gustó nada, se puso furioso. Me dijo que yo era un crío estúpido, que intentaba ponerles trabas a él y a mi brillante hermano. ¿Acaso yo no lo entendía? Mi pobre hermana ya no tendría que esconderse cuando ellos hubieran cambiado el mundo, ayudado a los magos a salir de su escondite y mostrado a los muggles cuál era su sitio.

»Empezamos a discutir... Al fin yo saqué mi varita y él sacó la suya, y el mejor amigo de mi hermano me hizo la maldición cruciatus... Albus intentó impedírselo y los tres nos batimos en duelo; los destellos de luz y las explosiones pusieron muy nerviosa a mi hermana, que no podía soportarlo...

-Creo que ella sólo quería ayudar, pero en realidad no sabía qué estaba haciendo... Ignoro quién de nosotros fue; pudo ser cualquiera de los tres. Pero el caso es que... Ariana estaba muerta.

-Lo... lo siento... mu... mucho -susurró Hermione.

-Se fue -dijo Aberforth con voz ronca- Se fue para siempre.

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