32 | la verdad
.:. CHAPTER THIRTY-TWO .:.
( THE TRUTH )
-ESTÁN USTEDES LOCOS.
-¡Absurdo! -dijo Hermione.
-¡Peter Pettigrew está muerto! ¡Lo mató hace doce años!
-Tal fue mi intención -explicó Sirius, enseñando los dientes amarillos- pero el pequeño Peter me venció. ¡Pero esta vez me vengaré!
Se abalanzarse sobre Scabbers;
Ron gritó de dolor cuando Black cayó sobre su pierna rota.
-¡Sirius, NO! -gritó Lupin separando a Black de Ron- ¡ESPERA! ¡No puedes hacerlo así! ¡Tienen que comprender! ¡Tenemos que explicárselos!
-Podemos explicarlo después -gruñó Black.
-¡Tienen derecho... a saberlo... todo! -jadeó Lupin- ¡Es la mascota de Ron! ¡Hay cosas que ni siquiera yo comprendo! ¡Y Harry...! ¡Tienes que explicarle la verdad a Harry, Sirius! ¡A tu propia hija!
Black dejó de forcejear; aunque mantuvo los hundidos ojos fijos en
Scabbers.
-De acuerdo -dijo Black- Explícales lo que quieras, pero date prisa, Remus. Quiero cometer el asesinato por el que fui encarcelado y no pude ver a mi cachorrita crecer...
-Hubo testigos que vieron morir a Pettigrew -dijo Harry.
-¡No vieron, creyeron ver! -respondió Black.
-Todo el mundo creyó que Sirius mató a Peter -confirmó Lupin- Yo mismo lo creía hasta que he visto el mapa esta noche. Porque el mapa del merodeador nunca miente... Peter está vivo. Ron lo tiene entre las manos, Harry.
-Pero profesor Lupin: Scabbers no puede ser Pettigrew... -dijo Hermione- Sencillamente es imposible, usted lo sabe.
-¿Por qué no puede serlo? -preguntó Lupin tranquilamente.
-Porque si Peter Pettigrew hubiera sido un animago, la gente lo habría
sabido. Estudiamos a los animagos con la profesora McGonagall. Y yo los estudié en la enciclopedia cuando preparaba el trabajo. El Ministerio vigila a los magos que pueden convertirse en animales. Hay un registro que indica en qué animal se convierten y las señales que tienen. Yo busqué «Profesora McGonagall» en el registro, y vi que en este siglo sólo ha habido siete animagos. El nombre de Peter Pettigrew no figuraba en la lista.
-Por favor, Hermione, piensa un poco -dijo Lyra- Estoy segura que tampoco viste el de mi padre, pero lo viste en su forma animaga.
-Lyra tiene razón...
Lupin se detuvo en seco. Había oído un crujido tras él. La puerta de la
habitación acababa de abrirse. Los cinco se volvieron hacia ella. Lupin se
acercó y observó el rellano.
-No hay nadie.
-¡Este lugar está encantado! -dijo Ron.
-No lo está -dijo Lupin- La Casa de los Gritos nunca ha estado embrujada. Los gritos y aullidos que oían los del pueblo los producía yo. Con eso empezó todo... cuando me convertí en hombre lobo. Nada de esto habría sucedido si no me hubieran mordido... y si no hubiera sido yo tan temerario.
-Era muy pequeño cuando me mordieron -prosiguió Lupin- Mis padres lo intentaron todo, pero en aquellos días no había cura. La poción que me ha estado dando el profesor Snape es un descubrimiento muy reciente. Me vuelve inofensivo. Si la tomo la semana anterior a la luna llena, conservo mi personalidad al transformarme... Me encojo en mi despacho, convertido en un lobo inofensivo, y aguardo a que la luna vuelva a menguar. Sin embargo, antes de que se descubriera la poción de matalobos, me convertía una vez al mes en un peligroso lobo adulto. Parecía imposible que pudiera venir a Hogwarts. No era probable que los padres quisieran que sus hijos estuvieran a mi merced. Pero entonces Dumbledore llegó a director y se hizo cargo de mi problema. Dijo que mientras tomáramos ciertas precauciones, no había motivo para que yo no acudiera a clase -Lupin suspiró y miró Harry y a Lyra- Les dije hace meses que el sauce boxeador lo plantaron el año que llegué a Hogwarts. La verdad es que lo plantaron porque vine a Hogwarts. Esta casa, el túnel que conduce a ella... se construyeron para que los usara yo. Una vez al mes me sacaban del castillo furtivamente y me traían a este lugar para que me transformara. El árbol se puso en la boca del túnel para que nadie se encontrara conmigo mientras yo fuera peligroso.
-En aquella época mis transformaciones eran... eran terribles. Es muy doloroso convertirse en licántropo. Se me aislaba de los humanos para que no los mordiera, de forma que me arañaba y mordía a mí mismo. En el pueblo oían los ruidos y los gritos, y creían que se trataba de espíritus especialmente
violentos. Dumbledore alentó los rumores... Ni siquiera ahora que la casa lleva años en silencio se atreven los del pueblo a acercarse. Pero aparte de eso, yo era más feliz que nunca. Por primera vez tenía amigos, cuatro estupendos amigos: Sirius Black, Peter Pettigrew y tu padre, Harry, James Potter y Venus Scamander. Mis cuatro amigos no podían dejar de darse cuenta de mis desapariciones mensuales. Yo inventaba historias de todo tipo. Les dije que mi madre estaba enferma y que tenía que ir a casa a verla... Me aterrorizaba que pudieran abandonarme cuando descubrieran lo que yo era. Pero averiguaron la verdad. Y no me abandonaron. Por el contrario, convirtieron mis metamorfosis no sólo en soportables, sino en los mejores momentos de mi vida. Venus los ayudo a convertirse en animagos.
-Venus y Sirius averiguaron cómo
hacerlo. Tu padre y Sirius eran los alumnos más inteligentes del colegio y tuvieron suerte porque la transformación en animago puede salir fatal. Es la razón por la que el Ministerio vigila estrechamente a los que lo intentan. Peter necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener de James y Sirius. Finalmente, en quinto, lo lograron. Cada cual tuvo la posibilidad de convertirse a voluntad
en un animal diferente.
-Pero ¿en qué le benefició a usted eso? -preguntó Hermione con perplejidad.
-Un licántropo sólo es peligroso para
las personas. Cada mes abandonaban a hurtadillas el castillo, bajo la capa
invisible de James. Peter, como era el más pequeño, podía deslizarse bajo las ramas del sauce y tocar el nudo que las deja inmóviles. Entonces pasaban por el túnel y se reunían conmigo. Bajo su influencia yo me volvía menos peligroso. Mi cuerpo seguía siendo de lobo, pero mi mente parecía más humana mientras estaba con ellos.
-Date prisa, Remus -gritó Black.
-Ya llego, Sirius, ya llego... Al transformarnos se nos abrían posibilidades emocionantes. Abandonábamos la Casa de los Gritos y vagábamos de noche por los terrenos del colegio y por el pueblo. Sirius y James se transformaban en animales tan grandes que eran capaces de tener a raya a un licántropo. Dudo que ningún alumno de Hogwarts haya descubierto nunca tantas cosas sobre el colegio como nosotros. Y de esa manera llegamos a trazar el mapa del merodeador y lo firmamos con nuestros apodos: Sirius era Canuto -Lyra se rio internamente recordando que ella queria llamar asi a su perro- Peter Colagusano y James Cornamenta. De alguna manera, Snape tenía razón en lo que decía de mí.
-¿Snape? -dijo Black bruscamente- ¿Qué pinta Snape?
-Está aquí, Sirius -dijo Lupin con disgusto- También da clases en Hogwarts. El profesor Snape era
compañero nuestro. Ha intentado por todos los medios impedir que me dieran el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Le ha estado diciendo a Dumbledore durante todo el curso que no soy de fiar. Tiene motivos... Sirius le gastó una broma que casi lo mató, una
broma en la que me vi envuelto.
-Le estuvo bien empleado -Black se rió con una mueca- Siempre husmeando, siempre queriendo saber lo que tramábamos... para ver si nos
expulsaban.
-Severus estaba muy interesado por averiguar adónde iba yo cada mes
-explicó Lupin- Estábamos en el mismo curso, ¿sabén? Y no nos caíamos bien. En especial, le tenía inquina a James. Creo que era envidia por lo bien que se le daba el quidditch... De todas formas, Snape me había visto atravesar los terrenos del colegio con la señora Pomfrey cierta tarde que me llevaba hacia el sauce boxeador para mi transformación. Sirius pensó que sería divertido contarle a Snape que para entrar detrás de mí bastaba con
apretar el nudo del árbol con un palo largo. Bueno, Snape, como es lógico, lo hizo. Si hubiera llegado hasta aquí, se habría encontrado con un licántropo completamente transformado. Pero tu padre, que había oído a Sirius, fue tras Snape y lo obligó a volver, arriesgando su propia vida, aunque Snape me entrevió al final del túnel. Dumbledore le prohibió contárselo a nadie, pero desde aquel momento supo lo que yo era...
-Lo hubiesen dejado morir -dijo Lyra ganandose una risa por parte de su padre, quien la miraba orgulloso.
-Entonces, por eso lo odia Snape -dijo Harry- ¿Pensó que estaba usted metido en la broma?
-Exactamente -admitió una voz fría y burlona que provenía de la pared,
a espaldas de Lupin.
Severus Snape se desprendió de la capa invisible y apuntó a Lupin con la
varita.
-Lo que faltaba -se quejo Lyra.
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