29 | ejecución
.:. CHAPTER TWENTY-NINE .:.
( EXECUTION )
BAJARON A LA CENA CON LOS DEMÁS, pero no regresaron luego a la torre de Gryffindor. Harry llevaba escondida la capa en la parte delantera de la túnica. Tenía que llevar los brazos cruzados para que no se viera el bulto. Esperaron en una habitación contigua al vestíbulo hasta asegurarse de que éste estuviese completamente vacío. Oyeron a los dos últimos que pasaban aprisa y cerraban dando un portazo. Hermione asomó la cabeza por la puerta.
-Bien -susurró- No hay nadie. Podemos taparnos con la capa.
Caminando muy juntos, de puntillas y bajo la capa, para que nadie los viera, bajaron la escalera y salieron. El sol se hundía ya en el bosque prohibido, dorando las ramas más altas de los árboles.
Llegaron a la cabaña y llamaron a la puerta. Hagrid tardó en contestar;
cuando por fin lo hizo, miró a su alrededor; pálido y tembloroso, en busca de la persona que había llamado.
-Somos nosotros -susurró Harry- Llevamos la capa invisible. Si nos
dejas pasar; nos la quitaremos.
-No deberían haber venido -dijo Hagrid, también susurrando.
Pero se hizo a un lado, y ellos entraron. Hagrid cerró la puerta rápidamente y Harry se desprendió de la capa. Hagrid no lloró ni se arrojó al cuello de sus amigos. No parecía saber dónde se encontraba ni qué hacer. Resultaba más trágico verlo así que llorando.
-¿Queren un té? -invitó. Sus manos enormes temblaban al coger la tetera.
-¿Dónde está Buckbeak, Hagrid? -preguntó Ron, vacilante.
-Lo... lo tengo en el exterior -dijo Hagrid, derramando la leche por la
mesa al llenar la jarra- Está atado en el huerto, junto a las calabazas. Pensé que debía ver los árboles y oler el aire fresco antes de...
A Hagrid le temblaba tanto la mano que la jarra se le cayó y se hizo añicos.
-Yo lo haré, Hagrid -dijo Hermione inmediatamente, apresurándose a
limpiar el suelo.
-Hay otra en el aparador -dijo Hagrid sentándose y limpiándose la frente
con la manga. Harry miró a Ron, que le devolvió una mirada de desesperanza.
-¿No hay nada que hacer; Hagrid? -preguntó Harry sentándose a su
lado- Dumbledore...
-Lo ha intentado -respondió Hagrid- No puede hacer nada contra una
sentencia de la Comisión. Les ha dicho que Buckbeak es inofensivo, pero tienen miedo. Ya saben cómo es Lucius Malfoy... Me imagino que los ha amenazado... Y el verdugo, Macnair, es un viejo amigo suyo. Pero será rápido y limpio, y yo estaré a su lado.
Hagrid tragó saliva. Sus ojos recorrían la cabaña buscando algún retazo de
esperanza.
Los ojos de Lyra se llenaron de lagrimas.
-Dumbledore estará presente. Me ha escrito esta mañana. Dice que quiere estar conmigo. Un gran hombre, Dumbledore...
Hermione, que había estado rebuscando en el aparador de Hagrid, dejó escapar un leve sollozo, que reprimió rápidamente. Se incorporó con la jarra en las manos y esforzándose por contener las lágrimas.
-Nosotros también estaremos contigo, Hagrid -comenzó, pero Hagrid negó con la despeinada cabeza.
-Tenen que volver al castillo. Les he dicho que no quería que lo vieran. Y
tampoco deberían estar aquí. Si Fudge y Dumbledore los pillan fueran sin permiso...
Por el rostro de Hermione corrían lágrimas silenciosas, pero disimuló ante Hagrid preparando el té. Al coger la botella de leche para verter parte de ella en la jarra, dio un grito.
-¡Ron! No... no puedo creerlo. ¡Es Scabbers!
Ron la miró boquiabierto.
-¿Qué dices?
Hermione acercó la jarra a la mesa y la volcó. Con un gritito asustado y
desesperado por volver a meterse en el recipiente, Scabbers apareció
correteando por la mesa.
-¡Scabbers! -exclamó Ron desconcertado- Scabbers, ¿qué haces aquí?
Cogió a la rata, que forcejeaba por escapar; y la levantó para verla a la luz.
Tenía un aspecto horrible. Estaba más delgada que nunca. Se le había caído
mucho pelo, dejándole amplias lagunas, y se retorcía en las manos de Ron, desesperada por escapar.
-No te preocupes, Scabbers -dijo Ron- No hay gatos. No hay nada que temer.
De pronto, Hagrid se puso en pie, mirando la ventana fijamente. Su cara, habitualmente rubicunda, se había puesto del color del pergamino.
-Ya vienen...
Harry, Lyra, Ron y Hermione se dieron rápidamente la vuelta. Un grupo de hombres bajaba por los lejanos escalones de la puerta principal del castillo.
Delante iba Albus Dumbledore. Su barba plateada brillaba al sol del ocaso. A su lado iba Cornelius Fudge. Tras ellos marchaban el viejo y débil miembro de la Comisión y el verdugo Macnair.
-Tenen que irse -dijo Hagrid. Le temblaba todo el cuerpo- No deben
verlos aquí... Marchanse ya.
Ron se metió a Scabbers en el bolsillo y Hermione cogió la capa.
-Salgan por detrás.
Lo siguieron hacia la puerta trasera que daba al huerto.
-Se valiente Hagrid -dijo Lyra- Te queremos.
-Hagrid, no podemos... Les diremos lo que de verdad sucedió.
-No pueden matarlo...
-¡Marchanse! -ordenó Hagrid con firmeza- Ya es bastante horrible y
sólo faltaría que además se metieran en un lío.
No tenían opción. Mientras Hermione echaba la capa sobre los otros tres,
oyeron hablar al otro lado de la cabaña. Hagrid miró hacia el punto por el que acababan de desaparecer.
-Marchanse, rápido -dijo con acritud- No escuchen.
Y volvió a entrar en la cabaña al mismo tiempo que alguien llamaba a la puerta de delante.
Lentamente, como en trance, Harry, Lyra, Ron y Hermione rodearon
silenciosamente la casa. Al llegar al otro lado, la puerta se cerró con un golpe seco.
-Vámonos aprisa, por favor -susurró Hermione- No puedo seguir aquí, no lo puedo soportar...
Empezaron a subir hacia el castillo. El sol se apresuraba a ocultarse; el cielo se había vuelto de un gris claro teñido de púrpura, pero en el oeste había destellos de rojo rubí.
Ron se detuvo en seco.
-Por favor; Ron -comenzó Hermione.
-Se trata de Scabbers..., quiere salir.
Ron se inclinaba intentando impedir que Scabbers se escapara, pero la
rata estaba fuera de sí; chillando como loca, se debatía y trataba de morder a Ron en la mano.
-Scabbers, tonta, soy yo -susurró Ron.
Oyeron abrirse una puerta detrás de ellos y luego voces masculinas.
-¡Por favor; Ron, vámonos, están a punto de hacerlo! -insistió Hermione.
-¡Merlin, no quiero ver esto! -dijo Lyra escondiendose detras de Harry.
-Vale, ¡quédate quieta, Scabbers!
Siguieron caminando, Harry guiaba a Lyra de la mano.
Ron volvió a detenerse.
-No la puedo sujetar... Calla, Scabbers, o nos oirá todo el mundo.
La rata chillaba como loca, pero no lo bastante fuerte para eclipsar los
sonidos que llegaban del jardín de Hagrid. Las voces de hombre se mezclaban y se confundían. Hubo un silencio y luego, sin previo aviso, el inconfundible silbido del hacha rasgando el aire. Hermione se tambaleó y Lyra empezó a llorar.
-¡Ya está! -susurró a Harry- ¡No me lo puedo creer; lo han hecho!
Los cuatro se habían quedado paralizados bajo la capa invisible. Los últimos rayos del sol arrojaron una luz sanguinolenta sobre los terrenos, en los que las sombras se dibujaban muy alargadas. Detrás de ellos oyeron un aullido salvaje.
-¡Hagrid! -susurró Harry. Sin pensar en lo que hacia, fue a darse la vuelta, pero Lyra que todavía lo tenia de la mano lo detuvo.
-No podemos -dijo Ron, blanco como una pared- Se verá en un problema más serio si se descubre que lo hemos ido a visitar...
Hermione respiraba floja e irregularmente.
-¿Cómo... han podido...? -preguntó jadeando, como si se ahogase-
¿Cómo han podido?
-Vamos -dijo Ron, tiritando.
Reemprendieron el camino hacia el castillo, andando muy despacio para
no descubrirse. La luz se apagaba. Cuando llegaron a campo abierto, la
oscuridad se cernía sobre ellos como un embrujo.
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