20 | apolo

.:. CHAPTER TWENTY .:.
( APOLO )

-¡HERMS, MIRA! -chilló feliz la rubia sacando al perrito de la caja.

-¿Tus abuelos por fin te lo regalaron? -preguntó Hermione acercandose para acariciar al perro.

-No me lo regalaron los abuelos.

Hermione la miro dudosa pero refirió cambiar de tema.

-Es un San Bernardo -informó- Crecen mucho, aunque no creo que a la profesora McGonagall le guste mucho la idea de que tengas un perro.

-Ya me las voy a arreglar.

-¿Como se va a llamar?

-Habia pensado en Canuto pero tiene cara de Apolo -la rubia miro al perro- ¿Que te parece amigo?

-Nix... yo ¿No te molesta si voy a saludar a los chicos?

-Para nada, creo que voy a sacar afuera a Apolo.

Hermione de despidió y Lyra se levantó para cambiarse.

Ya afuera la rubia se sorprendio cuando Dumbledore llego a su lado sonriendo.

-Es un lindo perro, señorita Scamander -dijo mirando a Apolo quien corria de un lado a otro.

-Black -corrigió ella sin despegar la vista de su perro.

-¿Black? -preguntó Dumbledore sin entender.

-Mi apellido es Black y me gustaria que me empezarán a llamar por el.

-Una sabía decisión -comentó Dumbledore.

-Profesor, ¿el perro se puede quedar? Le prometo que lo voy a cuidar con mi vida y no va a molestar a nadie.

-Bueno, si usted me lo promete señorita Black, creo que se puede quedar, le podria hacer compañía a Fang.

-Por supuesto que si, profesor.






CUANDO LYRA LLEGO A LA SALA COMÚN con Apolo en brazos, pudo ver como todos parecian estar enojados con todos.

Harry fue el primero en levantar la vista al escuchar el retrato abrirse, fue grande la sorpresa que se llevo cuando vio a Lyra entrar con un perro, habia escuchado a Hermione en la mañana hablar sobre un perro que le podia haber regalado Sirius Black, pero no habia prestado atención.

Lyra tenia una hermosa sonrisa en la cara que hizo a Harry querer sonreir también, pero no lo hizo acordandose de la pelea que habían tenído hace poco.

El chico Potter podia decir que la extrañaba, de sobre manera.

A la hora del almuerzo bajaron al Gran Comedor, Hermione y Lyra por un lado, mientras que Ron y Harry iban detrás de ellas.

En el Gran Comedor solo una mesa con trece cubiertos. Se encontraban allí los profesores Dumbledore, McGonagall, Snape, Sprout y Flitwick, junto con Filch, el conserje, que se había quitado la habitual chaqueta marrón y llevaba puesto un frac viejo y mohoso. Sólo había otros tres
alumnos: dos del primer curso, muy nerviosos, y uno de quinto de Slytherin, de rostro huraño.

-¡Felices Pascuas! -dijo Dumbledore cuando Harry, Ron, Lyra y Hermione se acercaron a la mesa- Como somos tan pocos, me pareció absurdo utilizar las mesas de los colegios. ¡Sientense!

A Lyra y a Harry no les quedo de otra que sentarse uno al lado del otro.

-¡Cohetes sorpresa! -dijo Dumbledore entusiasmado, alargando a Snape el extremo de uno grande de color de plata. Snape lo cogió a regañadientes y tiró. Sonó un estampido, el cohete salió disparado y dejó tras de sí un sombrero de bruja grande y puntiagudo, con un buitre disecado en la punta.

-¡A comer! -aconsejó a todo el mundo, sonriendo.

Las puertas del Gran Comedor
volvieron a abrirse. Era la profesora Trelawney, que se deslizaba hacia ellos como si fuera sobre ruedas.

-¡Sybill, qué sorpresa tan agradable! -dijo Dumbledore, poniéndose de pie.

-He estado consultando la bola de cristal, señor director -dijo la
profesora Trelawney- Y ante mi sorpresa, me he visto abandonando mi almuerzo solitario y reuniéndome con ustedes. ¿Quién soy yo para negar los designios del destino? Dejé la torre y vine a toda prisa, pero les ruego que me perdonen por la tardanza.

-Por supuesto -dijo Dumbledore- Permíteme que te acerque una silla...

E hizo, con la varita, que por el aire se acercara una silla que dio unas
vueltas antes de caer ruidosamente entre los profesores Snape y McGonagall.

La profesora Trelawney, sin embargo, no se sentó. Sus enormes ojos habían vagado por toda la mesa y de pronto dio un leve grito.

-¡No me atrevo, señor director! ¡Si me siento, seremos catorce! ¡Nada da
peor suerte! ¡No olviden nunca que cuando catorce comen juntos, el primero en levantarse es el primero en morir!

-Nos arriesgaremos, Sybill -dijo impaciente la profesora McGonagall, Lyra solto una risita pensando que Hermione tenia razon en odiar a esa profesora- Por favor, siéntate. El pavo se enfría.

La profesora Trelawney dudó. Luego se sentó en la silla vacía con los ojos
cerrados y la boca muy apretada, como esperando que un rayo cayera en la mesa.

-¿Quieres callos, Sybill?

La profesora Trelawney no le hizo caso. Volvió a abrir los ojos, echó un
vistazo a su alrededor y dijo:

-Pero ¿dónde está mi querido profesor Lupin?

-Me temo que ha sufrido una recaída -dijo Dumbledore, mirando especialmente a Lyra- Es una pena que haya ocurrido el día de Navidad.

-Pero seguro que ya lo sabías, Sybill.

-Por supuesto que lo sabía, Minerva -dijo en voz baja- Pero no quiero
alardear de saberlo todo. A menudo obro como si no estuviera en posesión del ojo interior, para no poner nerviosos a los demás.

-Eso explica muchas cosas -respondió la profesora McGonagall.

La profesora Trelawney elevó la voz:

-Si te interesa saberlo, he visto que el profesor Lupin nos dejará pronto. Él mismo parece comprender que le queda poco tiempo. Cuando me ofrecí a ver su destino en la bola de cristal, huyó.

-¿Podemos dejar de hablar de mi padrino? -preguntó Lyra llamando la atención de todos- ¿No saben que es de mala educación hablar de alguien cuando no esta presenté?

McGonagall la miro sorprendida, no estaba enterada de que Lupin le habia contado que era su padrino.

-La señorita Black tienera razon -dijo Dumbledore haciendo que la profesora McGonagall empezara a tocer desperadamente.

Harry miro a Lyra sin poder creer lo que habia escuchado, la rubia estaba sonriendo.

La comida dio por finalizada y Harry, Ron y Lyra se habian levantado al mismo tiempo.

-¡Queridos míos! ¿Quién de los tres se ha levantado primero? ¿Quién?

-No sé -dijo Ron.

-Espero que Potter -dijo Lyra regalandole una sonrisa fingida al chico para después salir del Gran Comedor rumbo a la sala común.

Lyra subio a su cuarto para buscar a Apolo y cuando bajo Harry y Ron ya estaban allí.

Harry tenia una escoba nueva y parecia estar enamorado de ella.

El agujero del retrato se abrió y Hermione apareció acompañada por la profesora McGonagall.

-Con que es eso -dijo la profesora McGonagall con los ojos muy
abiertos, acercándose a la chimenea y examinando la Saeta de Fuego- La
señorita Granger me acaba de decir que te han enviado una escoba, Potter. Y a ti Scamander un perro ¿no?

-Preferiría que me digas Black, Minnie.

-¿Y no venía con ninguna nota,
Potter? ¿Ninguna tarjeta? ¿Ningún mensaje de ningún tipo?

-Nada -respondió Harry, como si no comprendiera.

-¿Lo mismo paso contigo, Black? -Lyra sintio, no le iba a contar la verdad- Me temo que me la tendré que llevar; Potter.

-¿Qué?, ¿qué? -dijo Harry, poniéndose de pie de pronto- ¿Por qué?

-Tendremos que examinarla para comprobar que no tiene ningún hechizo -explicó la profesora McGonagall- Por supuesto, no soy una experta, pero seguro que la señora Hooch y el profesor Flitwick la desmontarán.

-¿Desmontarla? -repitió Ron.

-Tardaremos sólo unas semanas. Te la devolveremos cuando estemos seguros de que no está embrujada.

-¿Y a ella? -preguntó Harry mirando a Lyra quien sostenia a su perro mientras le hacia caricias en la cabeza.

-No creo que Minnie se lleve a Apolo -dijo la rubia burlándose del chico.

Lyra se dio media vuelta antes que la profesora McGonagall pudiera decir algo y subio las escalera de dos en dos.

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