11 | recuerdos
.:. CHAPTER ELEVEN .:.
( MEMORIES )
-¡LYRA! -la llamo Merope.
-¿Si? -preguntó la rubia mientras se terminaba de acomodar en el sillón, Apolo estaba a su lado y Harry se habia ido hace unos instantes a su reunión con Dumbledore- Si vienes por consejos para volver con mi primo solo voy a decir una palabra: tinte rubio.
-¿No fueron dos? -preguntó la morocha acercandose a la rubia, después nego- De todas formas no era sobre Draco. Dumbledore me pidió que te dijera que te espera en su despacho.
Lyra se quejo mientras se levantaba del sillón. ¿Por que Dumbledore no lo habia escrito en la carta a Harry?
-¿Piensas que tendría que cambiarme? -preguntó la rubia.
Merope analizó la remera vieja de Regulus que Lyra tenia puesta.
-¿Tienes algo abajo de eso? -preguntó.
-No.
-Entonces si creo que tienes que cambiarte.
-Eso en mi mente significa que no me cambie -dijo mientras se acercaba al retrato de la dama gorda- ¡Cuida de mi hijo o llevalo a mi cuarto!
Lyra salio de la sala comun y se encamino al despacho del profesor Dumbledore pensando que la remera larga que traia puesta podria considerarse como un vestido asi que no estaba siendo maleducada o algo asi.
Fue una suerte que Harry la estuviera esperando al lado de la gargola porque ella no tenia la contraseña.
-¿Que es lo que quiere el santísimo Dumbledore?
Harry se rio por lo bajo.
-Dice que el recuerdo que me va a mostar hoy podria interesarte -dijo Harry mientras subian las escaleras.
-¿Y si me interesaba dormir?
Harry puso los ojos en blanco mientras abria la puerta del despacho del director.
-Hola Dumbly -saludo la rubia.
Dumbledore le regalo una sonrisa mientras se acercaba al pensadero.
-Maleducada -dijo una voz detrás de ella.
Cuando Lyra se dio vuelta descubrió que la voz que habia hablado venia del retarto de Phineas Black.
-Oh, hola a ti también pariente muy lejano.
Lyra y Harry también se acercaron al pensadero.
-Señor, ¿Por que me llamo?
-Creo que el joven Harry ya te lo ha contado -dijo Dumbledore- Hoy entraremos en mi memoria y creo que especialmente tu la encontrarás rica en detalles con un poco de información de Aurora. Tú primero, Harry, después tu Lyra.
Harry se inclinó sobre el pensadero.
Lyra lo siguio, su cara atravesó la fría superficie de recuerdos y empezó a caer, rodeada de oscuridad. Segundos más tarde, sus pies tocaron tierra; abrió los ojos y vio que se hallaban en una ajetreada calle de Londres, varios años atrás.
-Miren, ahí estoy -dijo Dumbledore señalando a una figura de elevada estatura que cruzaba la calle.
-Oh, no tenía arrugas -observó Lyra.
-Bonito traje, señor -observó Harry, pero el anciano director de Hogwarts se limitó a sonreír al tiempo que los tres seguían de cerca al otro Dumbledore.
Por fin atravesaron unas verjas de hierro y entraron en un patio absolutamente vacío que había frente a un edificio cuadrado y sombrío, cercado por una alta reja. El joven Dumbledore subió los escalones de la puerta principal y llamó una vez.
Pasados unos instantes, una desaliñada muchacha con delantal abrió la puerta.
-Buenas tardes. Tengo una cita con la señora Cole, que, si no me equivoco, es la directora de esta institución.
-¡Oh! -dijo la chica- Hum... un momento... ¡Señora Cole!
Se oyóque alguien respondía desde dentro. La muchacha miró a Dumbledore.
-Pase, ahora viene.
Dumbledore entró en un vestíbulo de baldosas blancas y negras; era un lugar viejo y desgastado pero impecablemente limpio.
Una mujer flacucha y de aspecto nervioso se apresuró hacia el vestíbulo por un pasillo.
-...y súbele el yodo a Martha; Billy Stubbs ha estado arrancándose las costras y Eric Whalley ha manchado mucho las sábanas. Sólo nos faltaba la varicela -dijo a nadie en particular, pero entonces se fijó en Dumbledore y se detuvo en seco.
-Buenas tardes -saludó él- Me llamo Albus Dumbledore. Le envié una carta solicitándole una visita y usted tuvo
la amabilidad de invitarme a venir hoy.
La señora Cole parpadeó.
-¡Ah, sí! Ya... Bueno, entonces... será mejor que vayamos a mi habitación.
Lo guió hasta un pequeño cuarto. Invitó a Dumbledore a sentarse en una desvencijada silla, y ella tomó asiento detrás de un escritorio cubierto de carpetas y papeles.
-Como ya le explicaba en mi carta, he venido para hablar de Aurora Rossey y Tom Ryddle de los planes para el futuro del chico -expuso Dumbledore.
-¿Es usted familiar de alguno de los dos?
-No, yo soy profesor. He venido a ofrecerles una plaza en mi colegio.
-¿Y qué colegio es ése?
-Se llama Hogwarts.
-¿Y por qué se interesa justo en ellos?
-Creemos que tienen las cualidades que nosotros buscamos.
-¿Quiere decir que les han concedido una beca? ¿Cómo es posible?
-Verá, los dos están inscritos en nuestro colegio desde que nacieron.
La mirada de la mujer se desvió hacia una botella de ginebra y dos vasos que no estaban allí unos segundos antes.
-Hum... ¿le apetece un vasito de ginebra? -preguntó con tono afectado.
-Gracias -aceptó Dumbledore.
Pronto quedó claro que no era la primera vez que la señora Cole bebía esa clase de licor. Llenó ambos vasos con generosidad y vació el suyo de un trago.
-¿Podría contarme algo acerca de la historia de Tom Ryddle? Creo que nació aquí, en el orfanato.
-Así es -confirmó la mujer, y se sirvió más ginebra- Lo recuerdo perfectamente porque yo también acababa de llegar a este lugar. Era Nochevieja; nevaba y hacía un frío tremendo. Una noche muy desapacible... Una muchacha no mucho mayor que yo subió los escalones tambaleándose (bueno, no era la primera). La acogimos y tuvo el bebé al cabo de una hora. Y al cabo de otra, la pobre murió.
-¿Dijo algo antes de morir? ¿Hizo algún comentario acerca del padre del niño, por ejemplo?
-Pues sí, resulta que sí -contestó la mujer- Recuerdo que me dijo: «Espero que se parezca a su papá», y no le miento. Bueno, era comprensible que albergara esa esperanza, porque ella no era ninguna belleza. Luego añadió que quería que se llamara Tom, como su padre, y Sorvolo, como el padre de ella. Sí, ya sé que es un nombre muy raro, ¿verdad? Pensamos que quizá la chica provenía de algún circo. Y dijo también que el apellido del niño era
Ryddle. Poco después murió sin haber pronunciado ni una palabra más.
»Así pues, llamamos al niño como su madre había pedido porque eso parecía importarle mucho a la pobre muchacha, pero ningún Tom, Sorvolo ni Ryddle vino nunca a buscarlo, ni ninguna otra familia, de modo que se quedó en el orfanato y no se ha movido de aquí desde entonces -casi sin darse cuenta, se sirvió otra ración de ginebra- Es un chico extraño, la verdad -añadió.
-Sí -dijo Dumbledore- Ya me imaginaba que lo sería.
-Ya era extraño de pequeño. Por ejemplo, casi nunca lloraba. Y más adelante, cuando creció un poco, hacía cosas... raras, aunque Aurora también las hacía pero no tanto como él... creo que Tom le lava el cerebro o algo asi, comparten habitación desde siempre... si eso puede ser.
-¿Raras en qué sentido?
-Verá, él... ¿Seguro que Tom dispone de una plaza en ese colegio? -preguntó.
-Segurísimo.
-¿Y Aurora también? -Dumbledore asintió- Bueno, no me sorprende ella es muy buena.
La señora Cole lo miro en silencio un rato para después volver a hablar.
-Tom... los otros niños le tienen miedo.
-¿Quiere decir que los maltrata? ¿También a Aurora?
-Sospecho que sí pero supongo que con Aurora no, creo que se toleran un poco -contestó la señora Cole frunciendo la frente- Pero es muy difícil pillarlo in fraganti . Ha habido incidentes... han sucedido cosas desagradables...
Ella bebió otro sorbo de ginebra.
-Billy Stubbs tenía un conejo... Bueno, Tom juró que no había sido él y yo no me explico cómo pudo hacerlo, pero, aun así, no creo que se ahorcara él sólito de una viga, ¿no?
-Oh esto ya es personal -se quejo Lyra.
-No, no parece posible -coincidió Dumbledore.
-Pues ya me dirá cómo subió Tom allí arriba para colgar al pobre animal. Lo
único que sé es que Billy y él habían discutido el día anterior -bebió otro sorbo y esta vez se le derramó un poco por la barbilla- Y entonces... el día de la excursión de verano (una vez al año los llevamos a pasear, ya sabe, al campo o la playa), pues bien, Amy Benson y Dennis Bishop nunca volvieron a ser los mismos, y lo único que pudimos sonsacarles fue que habían entrado en una cueva con Tom Ryddle. Él dijo que sólo habían ido a explorar, pero sé que allí dentro pasó algo. Y han sucedido muchas cosas más, cosas extrañas... Creo que nadie lamentará no volver a verlo.
-Ha de saber que no vamos a quedárnoslo para siempre -aclaró él- Los dos tendrán que regresar aquí, como mínimo, todos los veranos.
-Ah, bueno, mejor eso que un porrazo en la nariz con un atizador oxidado -repuso ella. Se levantó- Imagino que querrá verlos.
-Sí, desde luego -afirmó Dumbledore, y también se puso en pie.
Una vez hubieron salido del despacho, la señora Cole lo guió.
-Es aquí -anunció la mujer cuando llegaron al segundo rellano y se pararon delante de la primera puerta de un largo pasillo. Llamó dos veces con los nudillos y entró.
-¿Tom? ¿Rory? Tienen visita. Les presento al señor Dumberton... Perdón, Dunderbore. Ha venido a decirles... Bueno, será mejor que se los explique él.
Dumbledore entró, y la señora Cole salió y cerró la puerta.
Era una habitación pequeña y con escaso mobiliario: un viejo armario, dos camas de hierro.
Lyra no tardo en posar los ojos en Aurora y si no supiera quienes eran sus padres habria jurado que Aurora Rossey podria ser tranquilamente su madre. Eran bastante parecidas y Harry pareció notarlo también por que se giro para ver a su novia varias veces.
Aurora estaba sentada en su cama mirando a Dumbledore con atención, quien se sento junto a la muchacha que le sonrió.
Defintivame ella tenia sangre Scamander, esa sonrisa la habia visto muchas veces en la cara de su abuelo.
Lyra se preguntó si su parte nayade quizas venia de ella. Tendría que preguntárselo a su abuelo.
-Soy el profesor Dumbledore.
-¿Profesor? -repitió Tom con desconfianza- ¿No será un médico? ¿A qué ha venido? ¿Lo ha llamado ella para que me examine? ¿También a Aurora?
-No, por supuesto que no.
-No le creo. Ella quiere que me examinen, ¿no es eso? ¡Diga la verdad! ¿Quién es usted?
-Ya te lo he dicho. Soy el profesor
Dumbledore y trabajo en un colegio llamado Hogwarts. He venido a ofrecerles una plaza en mi colegio, en tu nuevo colegio, si es que quieren ir.
-¿Hogwarts? -preguntó con curiosidad Aurora mierando a Dumbledore.
-Si Aurora, Hogwarts es un colegio
para gente con habilidades especiales. Es un colegio de magia.
-¿De magia? -repitió en un susurro Aurora.
-Exacto.
-¿Es...magia lo que yo sé hacer? -preguntó Tom.
-¿Qué sabes hacer?
-Muchas cosas. Puedo hacer que los objetos se muevan sin tocarlos;
puedo hacer que los animales hagan lo que yo les pido, sin adiestrarlos; puedo hacer que les pasen cosas desagradables a los que me molestan; puedo hacerles daño si quiero...Sabía que soy especial. Siempre supe que pasaba algo.
-Pues tenías razón -dijo Dumbledore- Eres un mago y Aurora es una bruja.
-¿Usted también es mago?
-Así es.
-Demuéstremelo -exigió.
Dumbledore arqueó las cejas.
-Si aceptas tu plaza en Hogwarts, como creo que...
-¡Claro que la acepto!
-En ese caso, cuando te dirijas a mí me llamarás «profesor» o «señor».
-Lo siento. Profesor, ¿podría demostrarme...?
Dumbledore saco su varita mágica de la chaqueta y apunto al destartalado armario que había en un rincón.
El armario estalló en llamas.
Tom se levantó de un brinco y se puso a gritar de rabia y espanto: sus objetos personales debían de estar dentro. Pero en cuanto el chico se volvió hacia Dumbledore, las llamas se extinguieron y el armario quedó completamente intacto. Tom miró varias veces a Dumbledore y al armario; entonces, con gesto de avidez, señaló la varita mágica.
-¿Dónde puedo conseguir una cosa de ésas?
-Todo a su debido tiempo. Mira, yo diría que hay algo que intenta salir de tu armario. Ábrelo.
El chico vaciló, pero cruzó la habitación y lo abrió de par en par. En el estante superior, encima de una barra de la que colgaban algunas prendas raídas, había una pequeña caja de cartón que se agitaba y vibraba, como si contuviese varios ratones frenéticos.
-Sácala, Tom. -Ryddle cogió la temblorosa caja con gesto contrariado- ¿Hay algo en esa caja que no deberías tener?
-Sí, supongo que sí, señor.
-Ábrela.
Lo hizo y vació su contenido en la cama, sin mirarlo. Los objetos dejaron de temblar y se quedaron quietos encima de las delgadas mantas.
-Se los devolverás a sus propietarios y te disculparás -dijo Dumbledore- Sabré si lo has hecho o no. Y te lo advierto: en Hogwarts no se toleran los robos.
-Sí, señor.
-En Hogwarts no sólo les enseñaremos a utilizar la magia, sino también a
controlarla. Has estado empleando tus poderes (involuntariamente, claro) de un modo que en nuestro colegio no se enseña ni se consiente. No eres el primero, ni serás el último, que no sabe controlar su magia. Pero te comunico que el colegio puede expulsar a los alumnos no gratos, y el Ministerio de Magia (sí, existe un ministerio) impone castigos aún más severos a los infractores de la ley. Todos los nuevos magos, al entrar en nuestro mundo, deben comprometerse a respetar nuestras leyes.
-Sí, señor -repitió Tom.
Devolvió el pequeño alijo de objetos robados a la caja de cartón y, cuando hubo terminado, se volvió hacia Dumbledore y dijo sin rodeos:
-No tengo dinero. No temos dinero -dijo ahora mirando a Aurora.
-Eso tiene fácil remedio -sacó una bolsita de monedas- En Hogwarts hay un fondo destinado a quienes necesitan ayuda para comprar los libros y las túnicas. Algunos libros de hechizos quizá tengas que adquirirlos de segunda mano, pero...
-¿Dónde se compran los libros de hechizos? -lo interrumpió el chico, que había cogido la pesada bolsita sin darle las gracias y examinaba un grueso galeón de oro.
-En el callejón Diagon. He traído la lista de libros y materiales que necesitarán. Puedo ayudarlos a encontrarlo todo...
-¿Quiere decir que nos acompañará? -inquirió Tom.
-Sí, si ustedes...
-No es necesario. Estoy acostumbrado a hacer las cosas por mí mismo y Aurora puede ir conmigo. Siempre voy solo a Londres. ¿Cómo se va al callejón Diagon... señor?
Después de explicarles cómo se llegaba al Caldero Chorreante, le dijo:
-Ustedes lo veran, aunque los muggles que haya por allí (es decir, la gente no mágica) no lo vean. Pregunta por Tom, el dueño; no te costará recordar su nombre, puesto que se llama como tú -el chico hizo un gesto de irritación, como si quisiera ahuyentar una mosca molesta- ¿Qué ocurre? ¿No te gusta tu nombre?
-Hay muchos Toms -masculló- ¿Mi padre era mago? Me han dicho que él también se llamaba Tom Ryddle.
-Me temo que no lo sé.
-Mi madre no podía ser bruja, porque en ese caso no habría muerto -razonó
Tom como para sí- El mago debió de ser él. Bueno, y una vez que tenga todo lo que necesito, ¿cuándo debo presentarme en ese colegio Hogwarts?
-Encontrarás todos los detalles en la segunda hoja de pergamino que hay en el sobre. Saldrán de la estación de King's Cross el uno de septiembre. En el sobre también encontrarán dos billetes de tren.
Él asintió y Dumbledore se puso en pie y volvió a tenderle la mano. Entonces Tom dijo:
-Sé hablar con las serpientes. Lo descubrí en las excursiones al campo. Ellas me buscan y me susurran cosas. ¿Les pasa eso a todos los magos?
-No es habitual -respondió Dumbledore tras una leve vacilación- Pero tampoco es insólito. Adios Tom, Aurora, nos veremos en Hogwarts.
-Creo que ya es suficiente -dijo el Dumbledore de cabello blanco que Lyra tenía a su lado, y segundos más tarde los tres volvían a elevarse en la oscuridad, como si fueran ingrávidos, para aterrizar de pie en el despacho del director.
-Eso fue algo loco -dijo Lyra llevandose una mano a la cabeza- ¿Pero como la termino adoptando?
Harry miro a su novia con confusión.
-Todo a su tiempo, Lyra.
-Eso no va conmigo... pero si me da un caramelo de limón quizás...
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