Capítulo 9
Era jueves de noviembre, y Embry acababa de volver de hacer las compras matutinas. Después de colocar cada cosa en su lugar en la alacena, decidió que era hora de tomarse una ducha rápida antes del entrenamiento con los jóvenes de la manada, previsto para la tarde. Al subir a su habitación, esperaba una mañana tranquila, pero lo que encontró lo tomó por sorpresa.
Ahí, en su cama, estaba Lynxin, profundamente dormida. La loba salvaje había hecho del colchón su lugar de descanso, estirada de tal forma que apenas dejaba espacio para algo más. Embry soltó un suspiro y sonrió, claramente su madre la había dejado entrar cuando él aún no había vuelto. Parecía tan cómoda que no quiso interrumpirla.
«Jueves, y esto es lo que me encuentro...»pensó mientras cerraba la puerta con cuidado para no despertarla. Caminó en silencio hacia su armario, tratando de hacer el menor ruido posible. Lynxin respiraba de manera profunda y regular, su figura lobuna contrastaba con las sábanas limpias que ahora olían a bosque. Embry no pudo evitar pensar en lo irónico de la situación: mientras él se preparaba para bañarse, su compañera salvaje dormía sin preocupación alguna.
Mientras sacaba su ropa limpia, su mente vagó hacia algo que había pasado por alto hasta ese momento. «Lynxin es una lobo salvaje...» reflexionó, y con ello vinieron las inevitables preguntas: ¿cuántos bichos y polvo traería consigo después de estar todo el tiempo en el bosque? ¿Qué tanto iba a oler su cama ahora?
Embry se detuvo y frunció el ceño, más confundido que molesto. «¿Podría bañarla como a un perro doméstico?» La idea le arrancó una sonrisa nerviosa. Se imaginaba a sí mismo intentando llevarla a la bañera, lo cual podría ser más complicado de lo que parecía. Pero, después de todo, Lynxin no era un animal común. Había una inteligencia en sus ojos y, además, siempre lograban comunicarse a su manera, incluso telepáticamente.
«¿Se dejaría bañar si se lo explicara?» Era una idea que no podía sacarse de la cabeza mientras dejaba la ropa sobre la cama. Aun así, sabía que, si ella no quería, se lo haría saber sin problemas. Aunque... la verdad es que sería práctico bañarla, pensó, sobre todo si iba a estar durmiendo en su cama con regularidad.
Se dirigió al baño, todo esto dándole vueltas en la cabeza. El agua caliente lo ayudó a relajarse, pero no lo sacó de la duda. Después de todo, Lynxin vivía en un mundo completamente diferente al suyo, y aunque estaba acostumbrada a la vida salvaje, ¿podría ella adaptarse un poco más a su mundo? ¿Y qué tan cómodo estaba él con la posibilidad de hacer más "normales" estos momentos compartidos?
Al terminar de ducharse y vestirse, volvió a su habitación. Lynxin seguía profundamente dormida, como si la cama de Embry hubiera sido hecha específicamente para ella. La idea del baño seguía allí, rondando en su mente, y aunque no había encontrado una respuesta clara, estaba seguro de una cosa: Lynxin lo sorprendería de una manera u otra, como siempre lo hacía.
Era jueves, y el día aún tenía mucho por delante. El entrenamiento con los chicos, más preguntas de Lynxin cuando despertara, y, quizás, solo quizás, un intento de baño... si la loba se dejaba.
Mientras Embry terminaba de vestirse, la habitación seguía envuelta en un suave silencio. Lynxin seguía durmiendo plácidamente en su cama, lo que le daba un toque especial a la mañana. Sin embargo, cuando el reloj marcó la hora de irse al entrenamiento, decidió que era hora de despertarla.
—Hey, Lynxin, es hora de levantarse —dijo en voz alta, esperando que su impronta respondiera a su llamado.
Con un pequeño estiramiento y un bostezo, Lynxin abrió los ojos. Su mirada salvaje se encontró con la de Embry, y un destello de energía pareció cruzar entre ellos. Sin embargo, antes de que él pudiera preguntar si quería acompañarlo al entrenamiento, ella se levantó y sacudió su pelaje.
«No puedo ir contigo hoy»respondió telepáticamente, su tono de voz lleno de seriedad«Mi madre me pidió que volviera temprano. Dijo que hay algo importante de lo que hablar...»
Embry frunció el ceño, sintiendo un ligero nudo en el estómago. Había algo en la manera en que Lynxin lo dijo que le hizo sentir que la situación no era tan sencilla como ella quería que pareciera.
—¿Sabes qué es? —preguntó, intentando disimular su preocupación.
«No lo sé... solo que parece estar preocupada por algo»respondió Lynxin, su expresión ahora más seria«Algo en su mirada me hizo sentirlo. Como si estuviera pensando en muchas cosas a la vez».
Embry asintió lentamente, sintiendo que algo en el aire había cambiado. Aunque él no podía entender del todo el vínculo entre Lynxin y su madre, sabía que para ella debía ser importante.
—Está bien —dijo finalmente—. Ve a ver qué sucede. Yo iré al entrenamiento.
«Volveré lo más pronto posible»prometió, mientras se acercaba a la ventana, lista para salir.
Con un último vistazo a su impronta, Embry sintió un leve tirón en su pecho. No era solo la preocupación por Lynxin y su madre, sino también por lo que eso significaba para ellos como pareja. Una parte de él deseaba estar allí para apoyarla, pero sabía que había momentos que debían ser enfrentados por separado.
—Te veré después —dijo mientras ella se deslizaba por la ventana, su forma lobuna perdiéndose en el bosque.
Embry respiró hondo, sintiendo el peso de la rutina diaria. Después de un rápido desayuno, salió de casa y se dirigió directo al campo de entrenamiento. En el camino, no pudo evitar pensar en lo que Lynxin podría estar enfrentando. Pero también tenía su propia responsabilidad: entrenar a los jóvenes lobos.
Los chicos estaban ansiosos, hablando entre ellos y preparándose para la sesión de entrenamiento. Sin embargo, no pudo dejar de sentir que algo en su interior estaba inquieto, como si la conexión con Lynxin todavía estuviera presente, incluso a distancia.
—¡Hey, Embry! —saludó Liam, uno de los chicos más jóvenes—. ¿Listo para enseñarnos hoy?
—Sí, claro —respondió, aunque su mente seguía divagando entre la preocupación por Lynxin y lo que podía estar ocurriendo en su hogar.
A medida que comenzaban la sesión, Embry se esforzó por concentrarse en las técnicas de caza y defensa que había aprendido. Pero, en el fondo, sabía que su corazón estaba con Lynxin, esperando que todo estuviera bien para ella y su madre.
El grupo se reunió y comenzaron a calentar. Embry se esforzó por guiar a los chicos en las técnicas de caza y defensa, recordando lo que había aprendido en sus propias lecciones. Habló sobre cómo utilizar su agilidad y fuerza, y les mostró cómo atacar en equipo.
—Recuerden, la coordinación es clave —les decía mientras ellos lo miraban con admiración—. La lucha es como una danza; cada uno debe conocer su papel.
Mientras los jóvenes practicaban, Embry notó que algunos de ellos intercambiaban miradas y susurros. Era evidente que estaban interesados en la ausencia de Lynxin y su relación con él. Sentía que la atención de ellos lo seguía, pero se concentró en sus tareas, intentando no dejar que su mente divagara hacia su impronta.
A medida que el entrenamiento avanzaba, el ambiente se tornó más animado, pero una parte de él seguía inquieta. Sabía que el momento de enfrentarse a la realidad de su conexión con Lynxin se acercaba, y el hecho de que no estuviera allí para apoyarla lo preocupaba más de lo que quería admitir.
Finalmente, el entrenamiento llegó a su fin, y todos los chicos parecían cansados pero felices. Mientras se dispersaban, Embry sintió una mezcla de alivio y ansiedad. Se preguntaba qué podría haber estado ocurriendo en casa. Con un último vistazo al bosque, se dirigió de regreso a casa, deseando que todo estuviera bien para Lynxin y su madre.
[...]
Lynxin se encontraba en el corazón del bosque Quileute, cerca de la playa La Push, sintiendo el crujir de las hojas bajo sus patas. El aire estaba impregnado de olores familiares, pero hoy había algo diferente en el ambiente, una tensión palpable que la hizo sentir inquieta. Se reunió con su madre, Amore, la loba silvestre de pelaje rojizo pardo y blanco con esos enigmáticos ojos bicolores: dorado y azul celeste, y sus hermanos, quienes estaban sentados en círculo, con expresiones serias.
Amore la miró con una mezcla de amor y preocupación. «Hoy debemos hablar de algo importante», comenzó, su voz resonando en la mente de Lynxin, quien sintió un nudo en el estómago. «Tratarlo con la suma delicadeza que nuestro instinto nos ofrece, su padre es explosivo al temperamento y sé que ustedes tienen algo de él en sus genes», expresó con fundamento claro. La alusión a su padre, Paul, y su temperamento explosivo hizo que los otros cachorros se miraran entre sí, nerviosos.
Lynxin se acercó, sus ojos oscuros fijos en su madre. «¿De qué se trata, mamá?» preguntó telepáticamente, ansiosa por saber qué había en la mente de la manada. La respuesta de Amore fue un golpe en el pecho: «Te quedarás aquí con Embry por dos semanas más. Después, te reunirás con nosotros en el bosque, nuestro hogar.»
La emoción de sus hermanos fue palpable, ladrando y saltando de alegría, pero Lynxin sintió cómo su corazón se hundía. «¿Por qué tan pronto? ¿Y si Embry no está listo para alejarse de su vida humana?», gimió, sintiendo que su conexión con el humano era frágil.
Paul, siempre protector, le dijo con voz firme: «Es necesario que Embry acepte su conexión contigo. Debe decidir si quiere ser parte de tu mundo.» La firmeza de su tono no dejaba lugar a la discusión, y aunque comprendía la lógica detrás de la decisión, la tristeza la envolvió.
Sus hermanos Opal y Orión gruñeron inconformes, Tauro negó rotundamente, mientras que Nylion... Nylion se encontraba más pacífico que todos. «No entiendo por qué se quejan. Lyn será parte de nuestra manada siempre. Esto es su destino», intervino Nylion. Su apoyo hizo que Lynxin sonriera, agradecida por tener al menos a un hermano que la entendía.
Sin embargo, las palabras de Tauro y Opal la hirieron. «Es un humano raro y torpe», murmuraron, y Lynxin sintió un agudo dolor por sus críticas. Era cierto que su compañero humano era diferente, pero era su compañero, y quería demostrarles que podía ser parte de su mundo.
«¿Por qué debemos partir tan pronto, mamá? ¿Y si nos quedamos una temporada?» imploró, su voz llena de desesperación.
Amore la miró con ternura, pero su decisión era inquebrantable. «Tu futuro está con nosotros, Lynxin. Debes aprender a ser lo que realmente eres.»
«En su momento, la pasé mal para aceptar la conexión con tu madre, pero luego supe que no podría vivir sin ella», dijo Paul, mirándola. «Cachorrita, tú no estás hecha para el mundo humano, eso es obvio. Es él quien debe adaptarse a nuestro mundo.»
Esa noche, mientras el sol se ponía y la luz dorada se filtraba a través de los árboles, Lynxin se prometió a sí misma que haría todo lo posible para mantener su conexión con Embry. Durante las próximas dos semanas, se concentraría en ayudarlo a comprender su mundo, a enseñarle que su amor por ella podía superar cualquier obstáculo.
Mientras la manada se dispersaba, Lynxin sintió un renovado sentido de propósito. Sabía que debía ser paciente y darle tiempo a Embry para que decidiera quedarse con ella por encima de su vida humana. El amor que compartían era poderoso, y estaba lista para enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino. Su corazón latía con determinación; ella no regresaría a su manada sin él.
Esa noche, Embry se sentó en su cama, sintiéndose abrumado por todo lo que había sucedido. La luz de la lámpara proyectaba sombras en las paredes, y el silencio de la casa lo envolvía. Había estado esperando a Lynxin, pero nunca imaginó que la noche sería tan intensa. Cuando finalmente entró, su presencia iluminó la habitación.
Ella había hecho un esfuerzo por adaptarse, bañándose y cubriendo su aroma natural con el de los humanos. Se notaba que quería estar cerca de él, y eso lo hizo sentir especial. Su pelaje aún conservaba un rastro de su esencia, pero el olor a shampoo y a su hogar humano le daba un aire diferente, casi tierno.
Se acomodaron en la cama, y Lynxin se acurrucó junto a él. A pesar de las incomodidades de su mundo, de lo que significaba tenerla tan cerca, Embry sintió que todo valía la pena. La calidez de su cuerpo lo reconfortó, y se sintió más en casa que nunca.
—Lyn, ¿qué tal estuvo esa charla? —preguntó, acariciando suavemente su pelaje.
«Fue... diferente«respondió ella, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de emociones.«Mamá y los chicos estaban serios. Me dijeron que me quedaría aquí contigo por dos semanas, pero el domingo se irán al bosque.»
Embry sintió un nudo en el estómago. Dos semanas. Eso parecía un tiempo corto, pero a la vez, era un tiempo que podría definir su futuro. La idea de que Lynxin regresara a su hogar lo llenó de ansiedad.
—¿Y qué pasará después? —preguntó, su voz un susurro.
«Después...»Lynxin dudó, su mirada perdida en el vacío.«Después, yo volveré y tú tendrás que decidir.»
Las palabras de Lynxin resonaron en su mente. Sabía que su vida humana, con su familia y amigos, había sido su mundo. Pero ahora, con Lynxin a su lado, todo se complicaba. La conexión que sentía con ella era intensa, casi mágica, y no quería perderla.
—No quiero que te vayas —dijo finalmente, sintiendo cómo su corazón se apretaba.
«Lo sé»respondió Lynxin, acercándose más a él.«Pero tú eres el que debe decidir si quieres ser parte de mi mundo.»
Las palabras de Lynxin lo hicieron reflexionar. Era un momento crucial, un tiempo limitado para que él comprendiera lo que implicaba su conexión. Pero la idea de renunciar a su vida humana lo asustaba.
—No sé si estoy listo —admitió, sintiendo la vulnerabilidad aflorar en su pecho.
Lynxin lo miró con determinación. «Tómate tu tiempo, pero no olvides que el amor que compartimos puede superar cualquier cosa.»
En ese instante, Embry se dio cuenta de que debía encontrar el valor para enfrentar su decisión. Mientras el suave sonido de su respiración lo envolvía, entendió que no estaba solo. Lynxin estaba a su lado, dispuesta a ayudarlo a encontrar su camino.
Juntos, se quedaron en silencio, compartiendo la calidez de su conexión, sabiendo que el tiempo era escaso, pero también que cada momento contaba. La noche avanzaba, y con cada latido de su corazón, Embry se sentía más seguro de que, sin importar lo que decidiera, su amor por Lynxin lo guiaría.
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