Capítulo 4

Embry bajó las escaleras, aún somnoliento, rascándose la nuca mientras trataba de despejarse. Lo primero que notó fue la presencia de Billy Black, sentado en su silla de ruedas frente a su madre. Ambos parecían envueltos en una conversación seria, lo que le hizo detenerse por un momento en la entrada de la sala. Su madre lo vio primero, una sonrisa cálida y tranquilizadora asomando en su rostro a pesar de la gravedad de la situación.

—Qué bueno que despiertas, muchacho —dijo Billy con su voz firme pero amable, dirigiendo su mirada hacia Embry—. Estaba hablando con tu madre acerca de lo sucedido anoche. Ella es consciente desde hace mucho de que eres un protector de la tribu, por eso ha sido comprensiva durante todo este tiempo. Sin embargo, me he tomado las cartas en el asunto muy en serio. Ella necesita saber que tu vida cambiará, y no será fácil.

Embry parpadeó, aún tratando de despertar por completo. El eco de las palabras de Billy comenzó a asentarse lentamente en su mente, mientras intentaba asimilar lo que significaba "cambio" en este contexto.

—Me imagino que habrás trasnochado un poco pensando en todo lo que sucedió, ¿no? —Billy dejó caer la pregunta con una leve sonrisa en su rostro, como si supiera exactamente lo que había estado pasando por la mente de Embry.

Embry asintió con una media sonrisa somnolienta, pero en el fondo, una sensación de inquietud empezó a asentarse. Lo que había vivido la noche anterior con Lynxin, esa conexión, esa certeza de que algo había cambiado para siempre, no dejaba de rondar en su cabeza.

—Desayuna un poco, mi niño —sugirió su madre con dulzura—. Y cuando estés listo, únete a nosotros para hablar.

Embry asintió de nuevo, murmurando un "sí" apenas audible, y se dirigió hacia la cocina. Mientras preparaba su desayuno, su mente seguía dando vueltas. Sabía que algo grande se avecinaba, y aunque había aprendido a convivir con el mundo sobrenatural de los lobos Quileute, esto era diferente. Esta vez, era personal.

Una vez con el plato en la mano, regresó a la sala y se sentó junto a su madre en el sofá, sintiendo el peso de sus miradas sobre él mientras comenzaba a desayunar.

Billy, siempre directo y sin rodeos, no tardó en ir al grano.

—Como te decía antes, Embry —empezó Billy, con una pausa que parecía deliberada—. Anoche no fue solo un encuentro fortuito con un lobo salvaje. Te has imprimado, y no de cualquier manera. Lynxin es una de las crías de Amore, la loba mística. Tú has sido elegido, y eso tiene implicaciones importantes para ti y para la tribu.

Embry dejó de masticar, sus ojos se abrieron un poco más mientras trataba de procesar lo que Billy estaba diciendo. El término "elegido" siempre le había parecido algo que le correspondía a otros, no a él.

—La leyenda Kattüpraimar —continuó Billy, notando el desconcierto en el rostro de Embry—. Es cuando un lobo Quileute se imprime en descendientes de la Madre Luna, como Lynxin. Estos lobos salvajes tienen la capacidad de comunicarse telepáticamente con Alfas de manadas como la tuya, y con los lobos de nuestra tribu que portan el gen. Es una conexión más allá de lo que podríamos entender con nuestra mente humana, casi como lo que Jacob tiene con los Cullen. Esta es una responsabilidad importante, pero también es un honor. Tú eres parte de esa leyenda ahora, Embry.

Embry tragó con dificultad. Todo aquello parecía demasiado grande, demasiado rápido. Apenas conocía a Lynxin, y ya sentía que su vida estaba tomando un rumbo que no había previsto. De repente, todo lo que conocía parecía tambalearse, y una sensación de pérdida y cambio comenzó a invadirlo.

Miró a su madre, esperando alguna señal de cómo debería sentirse, pero ella lo observaba con una expresión de comprensión profunda. Sabía que para ella tampoco era fácil.

—No tienes que preocuparte por mí, hijo —dijo su madre, tomando la iniciativa de hablar antes de que Embry pudiera decir algo—. Sabía que algo así podía pasar, aunque no esperaba que fuera tan pronto. Siempre he sabido que tu destino sería diferente. Siempre he estado orgullosa de ti, y seguiré estándolo, no importa lo que el futuro traiga.

Embry sintió una punzada de culpa. Sabía que su madre siempre había sido fuerte por él, pero la idea de tener que dejarla algún día, de que su vida estuviera a punto de dar un giro tan grande, le dolía profundamente.

—Mamá, yo... —empezó, pero las palabras se le atoraron en la garganta—. No sé si estoy listo para esto. No quiero dejarte sola. No sé qué va a pasar, y no quiero que te preocupes por mí.

Su madre le sonrió con ternura, y le acarició el brazo con suavidad.

—Embry, mi niño, nunca me fallarás, pase lo que pase. Tienes un destino importante, y aunque puede que nuestras vidas cambien, lo más importante es que seas feliz y que sigas tu camino. Siempre estaré aquí para ti. Lo único que quiero es que estés bien.

«Estaba agradecido de que mi madre fuera así», pensó Embry, sintiendo una mezcla de alivio y angustia al mismo tiempo. Sabía que no sería fácil, pero sus palabras le daban algo de consuelo.

—No será algo inmediato —interrumpió Billy, viendo la tensión en los ojos de Embry—. Este cambio será gradual. No tendrás que dejar todo atrás de un día para otro. Aprenderás a equilibrar tus responsabilidades, tanto con tu manada como con la tribu, y con el tiempo, entenderás mejor lo que esto significa. No te apresures, muchacho. Tienes tiempo para adaptarte.

Embry asintió, sintiendo que un peso enorme aún colgaba sobre él, pero también una pequeña chispa de esperanza de que, tal vez, no tendría que renunciar a todo lo que conocía de inmediato.

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