Capítulo 13
Desde el martes, los días habían caído en una rutina constante para Embry. Las horas pasaban y aunque intentaba hacer todo lo posible para mantenerse enfocado en sus deberes, su mente estaba en otra parte. Cada vez que miraba a Lynxin, notaba ese brillo en sus ojos que insinuaba que quería más. No solo más de su tiempo, sino más de lo que él estaba dispuesto a ofrecer en ese momento. El bosque la llamaba, y él lo sabía, pero Embry no estaba listo para tomar la decisión de dejar su vida en la Reserva Quileute. La idea lo inquietaba, lo hacía sentir atrapado entre dos mundos, sin saber cuál elegir.
Por las noches, para despejar su mente y reconectar con Lynxin, salían juntos a merodear por los límites del bosque. Él siempre había encontrado consuelo en la naturaleza, y estar con ella le proporcionaba una sensación de paz, pero últimamente ni siquiera eso lo ayudaba. Mientras corría junto a su impronta, podía sentir su emoción contenida. Lynxin ansiaba más; quería ir más allá de los límites, explorar el vasto mundo que se extendía ante ellos. La naturaleza salvaje que tanto amaba la estaba llamando, y ella quería vivir aventuras con él a su lado.
«¿Qué voy a hacer?» pensaba constantemente.»No puedo seguir fingiendo que todo está bien. Pero, ¿cómo dejo todo esto? ¿Cómo dejo a mi madre, a mis amigos, al taller?»
Sus pensamientos eran un remolino constante de preguntas sin respuestas, y ese martes por la noche no fue diferente. Mientras corrían juntos bajo la luz tenue de la luna, Embry estaba distraído, perdido en sus dudas. No prestaba atención al camino frente a él, y de repente, su cuerpo chocó de lleno contra un tronco caído de un pino que no había visto. El impacto fue brutal, el aire se le escapó de los pulmones y cayó al suelo aturdido.
Lynxin, en su forma de loba rojiza parda y blanca, se detuvo de inmediato, sus ojos oscuros llenos de preocupación y miedo. Corrió hacia él, su respiración agitada mientras lo olfateaba, buscando cualquier señal de que algo estuviera mal. Embry sintió cómo la preocupación de su compañera lo envolvía, podía percibir su ansiedad telepáticamente.
«Embry, ¿estás bien? ¿Qué pasó?»la voz de Lynxin resonó en su mente, llena de urgencia.
Embry intentó recuperar el aliento, levantándose lentamente mientras sacudía la cabeza.
«Estoy bien, solo… distraído, eso es todo.»contestó, intentando sonar despreocupado, pero sabía que Lynxin no estaba convencida.
La loba lo rodeó, asegurándose de que no hubiera ningún daño grave, pero sus ojos seguían llenos de miedo y preocupación. Sabía que algo más estaba mal. Embry, por su parte, se sentía aún más culpable. No solo por haberla asustado, sino porque era consciente de que su distracción no tenía que ver solo con el tronco que no había visto. Era un reflejo de algo más profundo: de la indecisión que lo consumía, del miedo de tomar el paso definitivo que cambiaría su vida para siempre.
[...]
El miércoles no fue diferente. Aunque físicamente se había recuperado del golpe, su mente seguía enredada en el mismo ciclo de dudas. Intentaba enfocarse en el trabajo en el taller, en las rondas con los chicos de la manada, pero todo lo hacía de manera automática. Sentía la presencia de Lynxin a su lado, siempre ahí, esperándolo, y eso lo angustiaba aún más. Su amor por ella no estaba en duda, pero el sacrificio que implicaba dejar su vida en la Reserva lo mantenía paralizado.
Por las noches, seguían corriendo juntos, pero el deseo de Lynxin de ir más allá de los límites se hacía cada vez más evidente. Sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y anhelo, y aunque intentaba disfrutar de esos momentos, la presión que sentía por no poder darle lo que ella deseaba lo asfixiaba.
[...]
El jueves, mientras la luz del atardecer se filtraba a través de los árboles, Embry intentaba no pensar en las noches previas. Caminaban en silencio, Lynxin trotando junto a él en su forma humana. La atmósfera entre ellos estaba cargada de una tensión que no se podía ignorar.
Finalmente, Lynxin rompió el silencio, su voz resonando telepáticamente en su mente.«Embry… sé que algo te preocupa. No tienes que ocultármelo.»
Embry detuvo sus pasos y miró a su impronta. No podía seguir fingiendo. No podía seguir evitándolo.«Lo sé, Lynxin… Solo… No sé qué hacer. Quiero estar contigo, pero… no estoy listo para dejar todo lo que tengo aquí. Este es mi hogar.»
Lynxin lo observó con sus ojos profundos, llenos de comprensión y tristeza.«Lo entiendo. Pero también quiero que sepas que yo estaré contigo, sea donde sea. Pero no puedo evitar sentir que aquí no pertenezco.»
Esas palabras resonaron en Embry como un eco interminable. Sabía que Lynxin tenía razón. Sabía que, tarde o temprano, tendría que elegir. Pero el miedo lo mantenía en ese ciclo interminable de dudas.
[...]
Mientras la semana avanzaba hacia el viernes, Embry sabía que el tiempo estaba corriendo. Lynxin necesitaba más, y él también lo sabía, aunque le costara admitirlo. La vida en la Reserva Quileute ya no le satisfacía como antes, pero el temor de dejarlo todo aún pesaba demasiado sobre él. Sin embargo, cada día que pasaba con Lynxin a su lado, se daba cuenta de que no podía seguir postergando lo inevitable. La decisión debía tomarse, y pronto.
Embry se levantó, sacudiendo su cabeza para despejarse, tratando de recuperar el equilibrio. Al lado de él, Lynxin, siempre en su forma de loba, se mantenía a su lado, vigilante, con esos ojos oscuros llenos de preocupación. Nunca había visto a Lynxin así, tan inquieta y asustada, y su incapacidad para comunicarse con ella de la manera que lo hacían los humanos lo frustraba más.
«Embry, ¿estás bien?»escuchó la voz de su impronta en su mente, comunicándose a través de la conexión telepática que solo compartían entre ellos.
Embry intentó calmarla, frotando suavemente su mano sobre el pelaje suave de la loba rojiza y parda. «Estoy bien,» pensó para sí mismo, pero la realidad era más complicada que eso. Su distracción no había sido un simple accidente; su mente estaba lejos, enredada en preocupaciones y dudas que no podía resolver.
[...]
Cada día era una rutina agotadora, y aunque por las noches trataban de disfrutar de sus paseos por el bosque, la tensión entre ellos se volvía cada vez más palpable. Lynxin, siempre a su lado, anhelaba más que esas corridas limitadas por los confines de la Reserva Quileute. Embry podía sentir su deseo de ir más allá, de explorar lo desconocido, de ser libre en el vasto bosque que los rodeaba.
Pero él no estaba listo. O al menos, eso se decía a sí mismo una y otra vez.
El miércoles por la noche, mientras corrían juntos, Lynxin comenzó a correr más rápido, alejándose un poco de Embry. Él podía sentir su frustración. Estaba inquieta, y aunque no lo decía abiertamente, Embry sabía que estaba decepcionada. Su impronta lo miraba con esos ojos profundos que le pedían una respuesta, un compromiso, algo más que la incertidumbre que él le ofrecía.
En un momento, cuando se detuvieron cerca de un claro, Embry se sentó en una roca, jadeando ligeramente. Lynxin se acercó a él, sus grandes ojos fijos en los suyos.
«Embry…»pensó Lynxin resonando en su mente, suave pero cargada de emociones«Sé que algo te preocupa. Sé que no estás bien. No me lo vuelvas a ocultar, por favor, te hace mal.»
Embry bajó la cabeza, incapaz de mantener la mirada. Sabía que Lynxin merecía la verdad, pero decirla en voz alta hacía que todo fuera más real.
«No sé qué hacer, Lyn…»respondió finalmente, sintiendo que su pecho se apretaba«Quiero estar contigo, pero no sé si puedo dejar mi vida aquí. Mi hogar está aquí, con mi madre, mis amigos, el taller… no sé si puedo dejar todo eso.»
Lynxin lo miró con una mezcla de tristeza y comprensión. Se acercó más a él, presionando su cálido cuerpo de loba contra su pierna, buscando consuelo en su cercanía.
«Entiendo. Pero yo también necesito algo más, Embry. Este no es mi mundo. No pertenezco aquí. El bosque es mi hogar, mi naturaleza. Y te quiero a mi lado, pero siento que cada día que pasa, nos alejamos más.»comprensiva ella, le confesó.
Esas palabras golpearon a Embry con fuerza. Sabía que tenía razón. Cada día que postergaba su decisión, estaba haciendo que las cosas fueran más difíciles para ambos. No era justo para Lynxin, quien estaba sacrificando su naturaleza por él.
[...]
Ya era el segundo jueves, la segunda semana ya estaba llegando a su limite; mientras el sol se ocultaba detrás de los árboles, Embry caminaba junto a Lynxin en silencio. Sentía la presión acumulada en su pecho, y el peso de su indecisión lo aplastaba. Lynxin, por su parte, seguía inquieta, con su mente claramente puesta en el bosque más allá de los límites de la Reserva. Cada vez que Embry intentaba concentrarse en algo más, podía sentir el tirón de la conexión entre ellos, el deseo silencioso de Lynxin de vivir su vida libre, sin las ataduras que él le imponía.
Esa noche, mientras corrían por el bosque, la distracción de Embry le jugó otra vez una mala pasada. Estaba tan perdido en sus pensamientos que no vio el tronco de un pino y chocó de lleno contra él. El golpe fue tan fuerte que cayó al suelo, aturdido.
Lynxin, al escuchar el impacto, giró de inmediato y corrió hacia él, con sus ojos oscuros llenos de pánico.
«¡Embry!»Su voz resonó en su mente, llena de miedo«¿Estás bien? Esta es la segunda vez que te pasa, ¿Qué pasó?»
Embry, adolorido y desorientado, levantó la cabeza y trató de tranquilizarla.«Estoy bien, solo… distraído de nuevo...»
Pero en el fondo sabía que no estaba bien. Sabía que ese golpe no era solo un accidente. Era un reflejo de todo lo que estaba pasando en su mente y en su corazón. Estaba atrapado entre dos mundos, sin saber cómo avanzar.
Lynxin se acurrucó a su lado, su cuerpo cálido contra el suyo, y Embry sintió una oleada de emociones que no podía ignorar. No podía seguir postergando la decisión. Sabía que Lynxin necesitaba más, que él mismo necesitaba más. Y tarde o temprano, tendría que enfrentar esa realidad.
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