Capítulo 7: Un mundo oscuro
El mundo de los sueños... Ese misterioso otro universo que se destaca por ser tan alargado como las mismas hojas de la lycoris, la flor de la muerte que conecta a ambos planos, la cual da una razón del estar entre dimensiones. Si bien, la gente posee esa luz que despierta en algunos, en otros yace la más infinita oscuridad, que ciega sus corazones y almas, negándoles así la posibilidad de trascender. Sin embargo, aquello no significa, que las sombras, terminen por ocultar el verdadero ser que llevas dentro, puesto que Lena, esta muchacha, había pasado por las más graves pruebas, y no era la primera vez que se internaba en esta clase de lugares, pues ella ya había logrado traspasar su propia bruma junto a su caballero, así que hoy nos daría una muestra de su progreso.
En la caminata de Kadmiel junto a su compañera, detectaron que el sitio empezaba a oscurecerse, haciendo que el ambiente se tornara algo espeluznante.
—Parece que esto está cambiando —dijo el morocho, poniéndose en estado de alerta mientras miraba a sus alrededores en busca de alguna amenaza.
—Nunca antes había pasado algo como esto tan repentinamente —comentó Lena manteniéndose tranquila gracias a la presencia de su ángel.
—Te equivocas. Quizás no lo recuerdes, pero cuando pasa esto... ¡Ah! —apenas y llegaron a parpadear, puesto que unos orbes amarillos cruzaron con los de ellos, e inmediatamente después, sus cuerpos cayeron sobre las flores que se estaban ahora marchitando—. Lena... —aquel samurái, frustrado, soltó un gruñido, y perdió la consciencia junto a su allegada.
Las penumbras, que no duraron más que un suspiro, expuso otro escenario mucho más interesante para aquella aventurera, quien se sentó sobre unos periódicos bastante nuevos. Fue así, que ella en su curiosidad, examinó lo que tenía a mano, dando por hecho que se encontraba dentro de una jaula extravagante apenas vio los barrotes.
Al ser un mundo casi de fantasía, podía ver cómo por afuera de su mazmorra, peces de colores claros y transparentes, pasaban flotando como si fueran parte de la decoración, además, un rojo vivo abundaba tanto en las paredes al igual que en sus alfombras. Aquella temática, no dejaba de ser sorprendente, ya que también, dentro de la misma prisión, aunque había una cama simple, las estanterías desordenadas albergaban papeles y libros con muy buenos diseños en sus tapas.
—¿Dónde se supone que estoy? —expresó desconcertada, dirigiéndose así a un hombre que cuidaba de su celda, el cual le llamó la atención, y entonces le respondió con un tono poco amigable.
—No te preocupes, no necesitas saber dónde es que estás, ya que pronto serás sacrificada para mantener la belleza de nuestra reina —avisó el carcelero.
—¡Sacrificada! —respondió con pesar, pero inmediatamente se preocupó por su otra mitad—. ¿Dónde está mi amigo? ¡Exijo saber qué pasó con él! —ella tironeó de las rejas, haciendo temblar éstas y logrando que resonaran en su preocupación.
—¿Amigo? —preguntó desconcertado el hombre—. Tú estabas sola al momento en que caíste con el somnífero de las flores.
Ante esa noticia, Lena soltó apenas un "ah", y se dejó caer arrodillada sobre los diarios sorprendida. Ahí entendió que quizás Kadmiel no fue atrapado, pero... si no fue encerrado, ¿entonces dónde se supone que estaba? Después de todo, ella vio cuando también se desmayaba junto a su persona, cosa que le causó una gran confusión.
***
Desde un gran pasillo, tirado justo en el suelo, había aparecido aquel atractivo muchacho de ojos dorados, quien apenas empezaba a recobrar el conocimiento que le fue arrebatado.
—¿Qué...? —en cuanto levantó la cabeza, observó que no había nadie a su alrededor, no obstante, antes de preguntarse su paradero, en lo primero que pensó fue en su compañera, por lo que se levantó apresurado y salió picando atravesando cada pasillo que se encontraba gritando su nombre. Lo que no sabía este chico intrépido, era que su descuidado accionar terminaría alertando a las fuerzas enemigas del lugar, las cuales no tardaron en encontrarlo.
—¡Quieto ahí intruso! —un guardia señaló al pelinegro con la alabarda que cargaba, a lo que Kadmiel entre cerró los ojos deteniéndose en seco.
—¡Dónde está Lena! —interrogó firmemente.
—Ahora lo entiendo... ¡Tú eres el otro sacrificio que logró escaparse misteriosamente! —comentó el guardia—. Pero no te preocupes, pronto estarás con esa chica.
—¿Sacrificio? —respondió sin entender e inconscientemente empezó a sudar frío.
Lena estaba en peligro, y debía ir a rescatarla, por lo que otra no le quedaba que luchar contra esos extraños caballeros de armadura, así que sacó su espada de su cintura como lo haría un verdadero samurái, e inmediatamente empezó a chocar su arma contra la de ellos, ya que estos hombres, no le permitieron si quiera contestarles.
Su katana apartaba las alabardas y con gran habilidad, esquivaba a los soldados, para así luego rebasarlos. En ese momento no buscaba perder el tiempo con aquellos, sino que se centraba en localizar a su adorada Lena, así que, entre rápidos movimientos, dejó atrás a sus perseguidores, de ahí, siguió para entonces, sin saber el cómo, terminar en la sala en donde estaba encerrada la chica.
—¡Lena! —la llamó apenas entró y, allí la vio, sentada en medio de esa jaula.
—¡Kadmiel! ¡Qué bueno que estás bien! —dijo la castaña dando un salto de alegría para directamente levantarse, y en medio de ese reencuentro, su amigo fue atacado por el custodio de su compañera. No obstante, de un golpe de puño derribó al guardia, quitándole después las llaves.
—Te dije que esto era peligroso —le reclamó mientras se acercaba a abrir la puerta, y apenas lo hizo, ambos se abrazaron con entusiasmo; la confianza que se tenían, era descomunal.
—¡Lo sé, lo sé! Pero esto es mejor que quedarse con la duda, ¿no? —comentó con una gran sonrisa, y el otro suspiró para luego regresarle el mismo gesto.
—¿Qué voy a hacer contigo? —negó suavemente con su cabeza—. De todas maneras, hay que salir de aquí antes de que vengan más de esos sujetos por nosotros —a lo cual ella asintió, así que pronto volvieron a recorrer con apuro los pasillos, aunque esta vez en conjunto, llegando así a una biblioteca que parecía muy cara y con miles de documentos que no tenían ni idea de su contenido.
—Esta tampoco parece ser la salida —comentó Lena entrando agitada junto a su compañero de vida.
—Estamos atrapados —declaró en respuesta.
—Que mal por ustedes —al escuchar esta nueva voz, ambos se giraron y notaron a una mujer que tenía una apariencia muy lasciva, pues cargaba con un traje de dos piezas que casi se traslucía, cosa que le había dado bastante repelús al muchacho que acompañaba a la castaña. No obstante, había que admitir que su largo cabello negro, junto a sus ojos carmesí, con ese maquillaje perfectamente distribuido, la hacían toda una belleza.
—No queremos problemas, sólo queremos salir de aquí —avisó Kadmiel con varias gotas de sudor bajando por su rostro, pues estaba ya cansado de tanto correr.
—Me temo que ustedes son mis preciados sacrificios, y no puedo permitir que se deslinden tan fácilmente —aseveró la mujer, quien tenía detrás de ella a algunos subordinados suyos, a los cuales, les ordenó bloquear todas las salidas de la biblioteca—. Ahora yo seré quien se encargará de ustedes.
—¡No entiendo quién eres y mucho menos porqué quieres sacrificarnos! ¡Pero no voy a dejar que le pongas ni un dedo encima a mi protegida! —aseguró Kadmiel poniéndose delante de Lena.
—Kadmiel... —murmuró la de muchacha conmovida.
—Iluso... ¡sólo eres una pulga ante mí! —después de reprocharle, la mujer convocó una fuerte ráfaga de viento que lanzó contra el chico samurái, quien inesperadamente, decidió usar magia elemental, así que creó al momento en el que estiró su mano un escudo de fuego que se extendió aún más al chocar contra el otro elemento, creando así llamaradas que cayeron a su alrededor sobre las estanterías, las cuales empezaron a arder—. ¡Mi biblioteca! —gruñó su enemiga, y en su ira, aumentó la cantidad de viento, logrando golpear a Lena desde un lado, permitiéndole así hacer que ésta entonces saliera despedida y chocara contra algunos libreros.
—¡Lena! —volteó aquel ángel hacia la castaña.
—¡Deja de ignorarme inmunda rata! —le gruñó la reina al chico, quien por obligación esquivó una espada de viento que esta mujer empezó a maniobrar—. ¡Ja! Veo que eres bueno escapando...
—¡Qué pesada! —se quejó Kadmiel mirándola desde la altura de un librero, al cual había saltado para escapar de esa tipa, luego buscó a Lena con la mirada y al dar con su compañera semiconsciente, hizo el ademan de querer ir por ella, pero esa lasciva mujer, no se lo permitió, pues ascendió a su altura sorprendiendo al novato, el cual apenas logró hacerse hacia atrás para esquivar la hoja de su arma, la cual rasgó sus vestiduras dejando a la vista su esculpido pecho.
—¡Wow! Qué buen cuerpo tienes... —dijo la reina agachada con una mirada perversa, para luego levantarse y pasar su lengua por su arma, la cual apenas tenía algo de sangre.
Las miradas de ambos combatientes se encontraron, y por la misma incomodidad que sentía Kadmiel, éste no dijo nada, pero le dedicó una expresión seria, la cual entusiasmó a esa adulta.
—Me gustan tus ojos; será una lástima comerlos, aunque te aseguro que los saborearé bien. ¡Así que prepárate a morir! —aseguró aquella inescrupulosa dama posicionándose, y haciendo que el viento se arremolinara alrededor suyo, atrayendo así a las llamas que encendían los alrededores de ellos.
Esa mujer era peligrosa, y ambos estaban acorralados, lo cual no le permitía al protector de Lena bajar la guardia para ir a buscarla, de modo que... ¿no tenían escapatoria? Lo cierto es que, si no encontraba la respuesta en una fracción de segundo, ¡estarían acabados! Lo que los dejaba con dos opciones, o era despertarse o morir en el intento.
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