Capítulo 35: "Suspicacia"
El tiempo puede pasar tan rápidamente, que ni siquiera se toma la molestia de avisarnos cuando está a punto de llegar algún acontecimiento a nuestras vidas, cosa que pasó con Talía, quien se había ido a estudiar al extranjero, para luego darles una sorpresa con su regreso a nuestros protagonistas, aunque ésta fue en la situación menos agraciada posible, para colmo, el hecho que había señalado Yamil, no pasó desapercibido, así que... tenían un cierto cosquilleo en la sien que les indicaba que no podía estar del todo bien esto.
—¿Y cuándo llegaste Talía? —le preguntó Abel, quien tenía apenas fruncido el ceño por el dato.
—Hace algunos días, y como es natural, también estaba al tanto de la situación de Misa, así que vine a verla en cuanto pude —indicó.
—¿Es así? —preguntó Alan levantando una ceja.
—Sí, ella hace algunos días que viene a verla —testificó Yamil a su favor, el cual al poco, captó las expresiones serias de sus allegados—. ¿Qué les pasa a ustedes dos? ¿Acaso no están contentos por ver a Talía de nuevo? ¡Hace mucho que no tenemos una reunión así!
Apenas el doctor dio a entender esto, los chicos se avisparon, e instintivamente comprendieron que estaban siendo incoherentes, pues... no tenían motivos para sospechar de su amiga, por lo que se relajaron un poco, no obstante, aún permanecía la duda sobre sus cabezas.
—Lo siento... creo que se lo debemos al exceso de trabajo. ¿No es así Alan? —comentó Abel a su compañero.
—¡Sí! Abel ha tenido muchos clientes en su local al punto de hacerlo reventar y yo... pues me he encargado de muchos borradores nuevos, y es un poco tedioso eso porque no todos tienen talento —dijo entre risas el editor mientras se acariciaba su nuca con una mano.
—Y hablando de trabajo, tengo que ir a acomodar el negocio. Tú también tenías cosas que hacer, ¿cierto, Alan?
—¡Ah! ¡Tienes razón!
El desconcierto enseguida se plantó en la faz de Yamil, quien creía que esta vez permanecerían en la habitación a hablar sobre su hermana, pero más con respecto a la llegada de Talía, puesto que hacía mucho tiempo que no la veían, y lo irónico de eso es que lo primero que se les ocurrió hacer a sus antiguos amigos, era querer escaparse.
—¿Enserio se irán? Ustedes están actuando realmente raro últimamente... —les hizo saber su compañero.
—No sé de qué hablas —informó Abel en lo que le daba la espalda—. Sabes que dirigir tu propio negocio no es nada fácil, sin mencionar el cierre de caja —aseguró el experimentado rubio.
—Cierto, y como médico deberías saber las responsabilidades que acarrean un trabajo al estar haciendo guardias tan largas —anunció Alan levantando una mano para despedirse de sus amigos.
—Bueno... tienen razón —comunicó avergonzado el doctor.
—Aun así, es una lástima —habló por fin la castaña, provocando que los chicos se detuvieran un instante para mirarla—. Sin embargo, se entiende. A veces el trabajo puede consumirnos más de la cuenta, por lo que... traten de no esforzarse mucho —dijo con una amable sonrisa, la cual le dio paso a la acción de que se observaran entre ellos y así le asintieran a su amiga.
—Tienes razón; descansaremos cuando sea el momento —reparó Abel para luego salir de la habitación.
—Esperemos volvernos a ver en una situación menos penosa —Alan inclinó un poco la cabeza para despedirse otra vez, y se retiró con un trote rápido para alcanzar así a su allegado.
En cuanto estuvieron fuera y lo bastante lejos de la sala, ambos le entraron a la charla, en donde cuyo tema principal era su conocida.
—Aún no me inspira confianza Talía; lentillas... ¿tú crees eso? —Alan preguntó por aquella escusa.
—No lo sé... pero es evidente que ella está bien, así que tampoco podemos decir que tenga algo que ver con el otro plano —se rascó la cabeza Abel.
—En eso tienes razón —suspiró el pelinegro.
—¿Qué tal si vamos ahora a mi cafetería y seguimos hablando ahí un rato? Hay que aprovechar un poco el tiempo libre —aconsejó el rubio.
—Claro, me parece buena idea —aseguró su compañero.
Terminando con ese encuentro poco esperado, ambos se dirigieron al negocio de Abel, y en lo que se daba esta situación, en el otro lado, sucedía otra. Seitán, tal y como había prometido, fue a hacerse cargo del reino de Diente de León, por lo que, para ello, necesitaba hablar con las entidades que dividían las regiones espaciales, pues éstas tenían reyes diferentes en donde poseía habilidades asignadas que les permitían mantener tales dimensiones, pero ahora que no estaba Lidciel, debería Seitán hacerse con el territorio y adquirir (de manera temporal) la responsabilidad hasta que el príncipe terminara con su castigo.
—Es impresionante todas las labores que desea llevar a cabo —comentó su mano derecha: CN—. ¿En verdad cree que estará bien? La última vez se sintió muy mareada por el exceso de responsabilidades.
—Estaré bien CN, no es como si fuera la primera vez que debo llevar a cabo algo de este estilo —le mencionó—. Por cierto, ya que estás acompañándome a hacer este papeleo, quiero preguntarte algo —se detuvo en medio de su caminar.
—¿De qué se trata, mi reina? —le consultó mientras se frenaba a su par.
—Uriel... Acepté a ese chico en el grupo sólo por recomendación tuya, pero me he enterado de que está causando más tropiezos que otra cosa en el grupo —ante las palabras de la extraterrestre, ese chico no se inmutó—. ¿De dónde lo sacaste?
—¿De dónde...? —repitió—. Él es descendiente de un famoso oráculo que ya no se encuentra hoy en la tierra, mi líder, y se trata del impecable Nostradamus. Pensé que alguien con sus genes, aportaría algo de valor en la tan importante misión que les ha asignado a esos chicos, y que también, les serviría al menos de guía —la explicación de CN fue racional para Seitán, además, eso explicaría porqué ese muchacho no había usado la fuerza bruta hasta ahora en sus anteriores desencuentros con sus compañeros de equipo, pero... no explicaba el hecho de que no usara alguna de las tan famosas habilidades que tan bien se le daban a su antepasado, así que le resultaba extraño.
—Aun así... parece no poseer ninguna habilidad extraordinaria —replicó ella.
—Dele tiempo, mi reina, y ya verá que la sorprenderá —pidió con gentileza.
—Aún tengo mis dudas... —entre cerró los ojos la albina.
—En ese caso, ¿qué tal si me ofrezco para guiar un poco a los elegidos? Con mi presencia, no tendrá de qué preocuparse ya que soy su fiel mano derecha —aseguró CN al hacer una reverencia.
—Es una buena idea, entonces, te dejaré con ellos para la siguiente batalla que les espere —sonrió por primera vez la chica.
—Gracias su alteza, no la decepcionaré —aseguró volviendo a reverenciarse, y entonces retomaron la caminata.
Si había algo que tener en cuenta acerca de la relación de estos dos, es que CN fue el primer amor de Seitán, pues él ha sido su guardián desde su nacimiento, y aunque las cosas sonaran obvias, su amor era algo inconcluso, puesto que en realidad la líder de la luz, estaba comprometida con el heredero de oscuridad para así traer paz a ambas dimensiones, a quien se vio obligada a amar. Sin embargo... por culpa de ese hombre, es que fue consumida la primera vez por la oscuridad, motivo que es completamente desconocido para Abel y Alan, pues ellos dieron con ella después de eso. En cualquier caso, cuando el rubio la salvó, decidió no volver a acercarse al heredero, ya que se dio cuenta de que su unión no serviría para traer paz, así que llegó a la conclusión, de que hallaría por su cuenta y con la ayuda de sus elegidos, una forma de terminar con todas estas sombras que deseaban engullir ambos mundos.
Los deseos de esa albina eran puros, así como la valentía que corría por las venas de aquellos que querían salvar su mundo, y con ello, me refiero al editor junto al dueño del café, quienes se encontraban ahora disfrutando de un bocadillo nocturno, mientras escuchaban las noticias.
—"Las apariciones de estos seres espectrales, han disminuido significativamente en los últimos días, e incluso, algunos pacientes que se encontraban en estado de coma, han podido volver a despertar de su letargo luego de pasados unos días, además, los científicos y expertos en lo paranormal, sostienen la misma opinión: estas criaturas sólo pueden aparecer los días de lluvia." —señaló la reportera del televisor.
—Parece que la situación está un poco más controlada ahora —comentó Alan.
—Sí. Creo que nuestro trabajo está dando frutos más pronto de lo esperado —dio a entender Abel mientras le echaba un sorbo a su café.
—Aun así... —expresó su amigo apoyándose sobre una mano—. Creo que todo está saliendo demasiado bien hasta ahora, lo cual me da mala espina.
—No seas tan mala leche; sabes que no nos ha sido fácil llegar hasta este punto —le advirtió.
—Lo sé, lo sé, sólo que me da miedo de que todo se desarrolle como la última vez. Tú sabes... como cuando tuve que experimentar la muerte... —explicó Alan con un dejo de terror en los ojos, en lo que sus manos se apoyaban ahora en sus mejillas de tan solo imaginar aquel escenario.
Abel no supo exactamente qué decirle al escuchar su punto, puesto que le hizo sentir mal el hecho de no poder haber evitado aquel suceso, lo que le había dejado un trauma a su aliado. Sin embargo, la tensión en el ambiente se rompió apenas el noticiero dio con el reporte del clima, el cual anunciaba lluvias para dentro de dos días, fecha en donde seguramente Misa ya estaría fuera del hospital.
—Creo que nuestro descanso será más corto de lo que esperábamos —insinuó el dueño de ese café.
—Sí, así se ve —respondió con decepción el otro.
La cantidad de rosas que faltaban, no eran muchas, aun así, no debían bajar la guardia, y hablando de rosas, en ese mismo momento, entró un cliente con un ramo de Lycoris, lo que llamó la atención de Abel, pues éste no había dejado de lado ese detalle. A todo esto... ¿qué pintaban aquí esas flores?
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