Capítulo 24: "¿Hay amor?"
Como personas, tendemos a hundirnos en un mar de pensamientos coloridos, en los cuales, nosotros, al ser individuos profundos, los acariciamos con una delicadeza magistral que, a su vez, nos motiva a preguntar, y esto, era lo que sucedería más adelante, pues... estar dentro de una habitación que estaba herméticamente cerrada, y envuelta en un ambiente tecnológico en donde éste intentaba enmascararse con normalidad, alimentaba un poco la soledad de ambos chicos, quienes después de liberarse de sus propias preocupaciones gracias al aburrimiento que los invadió, notaron que había un florero con unas cuantas lycoris que se mecían gracias al aire fresco que entraba por los ductos de ventilación.
—Mira eso Alan; es esa flor de nuevo —comentó Abel observando anonadado aquel espécimen.
—Sí, también la estoy viendo —en realidad, esa planta no le llamó tanto la atención debido a los peces que nadaban detrás de una pared de cristal, justo a unos pocos pasos del jarrón que su amigo le señalaba—. Creo que ya la hemos visto otras veces —declaró dejando a un lado con su vista a aquellos alargados pétalos rojos que, se asemejaban (sin duda alguna) a las preciosas pestañas de una albina que ambos conocían.
—Sí. Aparecieron en la casa de Lena; incluso vimos esos pétalos en el otro plano —expresó inclinándose hacia delante, mientras sus brazos se apoyaban sobre los muslos de sus piernas; su rostro reflejaba una profunda reflexión, dando a entender que buscaba una razón de sus reiteradas apariciones, cosa que Alan decidió interrumpir, puesto que no lo veía realmente de vital importancia.
—Entiendo que te intrigue esta flor, más que nada por su significado aterrador —declaró, a lo que el pelinegro se enderezó dejando caer su espalda en el sofá—. Pero ¿no crees que hay cosas mejores en las cuales pensar? —este comentario hizo que los esmeralda del rubio, se volvieran hacia él—. Como por ejemplo... —levantó un dedo y cerrando los ojos, indagó—. ¿No te gusta Seitán acaso?
Un silencio incómodo se posó en el aire de repente. ¿Cómo no iba a pasar semejante escenario si a este chico se le cruzaba esa idea ilógica por la cabeza a estas alturas? ¿No habían vivido acaso esto ya? Abel no estaba del todo seguro si Alan ya se lo había preguntado porque pasaron tres años desde el incidente de la guerra biológica, aunque bien... había que responder semejante cosa que se le lanzaba.
—¿Por qué se te ha ocurrido preguntarme eso ahora? —le dijo entre cerrando los ojos. Había que ser sinceros, a este rubio, le daba algo de molestia aquella interrogante, ya que no creía que fuera el caso, pero... ahí andaba la cosa.
—Bueno, estoy aburrido, y sé que ya te lo había preguntado antes, sin embargo... ¿estás seguro que no te gusta? Admito que Seitán es bonita, aunque no tenga la facilidad de comunicarse mucho, o de manejarse a un ritmo adecuado para que la conozcamos mejor; quizás eso no ha cambiado nada en ella en todos estos años —comunicó ladeando la cabeza en lo que volvía a cerrar los ojos un instante.
Escuchar la leve explicación de Alan, despejó el corazón del muchacho, y entonces, procedió a meditar más adecuadamente lo que le decía. Ahora tenía un poco más de experiencia, y claro, Seitán no se había relacionado lo suficiente con ellos, de hecho, todo desde el comienzo era... abrupto con ella. No se podría decir que le tenía un cariño en especial, aunque tampoco sentía que le desagradaba, porque a simple vista, y a diferencia de antes, Seitán se mostraba más humana, lo cual agradecía Abel.
—Para serte sincero, debo conocer a más profundidad a una persona antes de sentirme atraído a ella —le explicó enderezándose, lo cual despertó el interés de Alan, quien volvió a sentarse correctamente—. Al principio con Lena y Kadmiel, pensé que no llegaríamos a ser amigos, pero fue todo lo contrario. De alguna forma se volvieron parte de nuestro mundo, y digo nuestro, porque tú también te ofreciste a ayudarlos —le planteó.
—Ah... —expresó sin terminar de entenderlo, no obstante, Abel tenía aún cosas para agregar.
—Con Seitán, las cosas se están dando de a poco. Obviamente que no siento amor por ella, pero detecto muchas cosas de su parte que son admirables, y creo, que no hay nada mejor que tener a alguien que te incite respeto; eso es lo que ella me está provocando ahora —explicó.
—Ah... de modo que no has dejado de admirarla como tu salvadora desde aquel entonces —informó con una sonrisa que se le extendió por toda la cara a Alan, para luego, darle un pequeño codazo en el hombro a su amigo.
—Bueno, admito que tuve mis dudas al comienzo —expresó, cosa que sorprendió a Alan.
—¿Qué quieres decir? —preguntó.
—Me refiero a cuando pasó el hecho de que ella se mostró ante mí como un ser oscuro; fue aterrador, pero... —bajó la vista un poco—. Reconozco que en realidad no quería abandonarla; no quería que todo terminara así de trágico para ella; tenía que, de alguna forma, muchas esperanzas de que todo se resolviera, así que, en mi testarudez, me acerqué, y simplemente el milagro sucedió.
Conmovido por esa revelación, Alan llevó su mano al hombro de su compañero, y orgulloso, le dijo lo siguiente.
—Siempre has sido igual de admirable. Quizás ella tuvo que cargar con algo horrible, pero tú tampoco la has tenido fácil. Eres valiente e inteligente; un modelo a seguir para ser sincero, y también... un gran amigo —aquel comentario, probablemente estrechó más el vínculo de los dos chicos, quienes chocaron sus puños en señal de amistad.
—Gracias por decir esas cosas Alan; ojalá que nuestro vínculo nos lleve lejos —señaló el rubio.
—Sí, también espero eso.
Terminando con el valioso momento, ambos escucharon la puerta abrirse, lo que los motivó a levantarse de sus asientos, y allí, vieron al extraterrestre que les prometió avisarles momentos antes sobre la llegada de la albina.
—Nuestra líder de la luz ha llegado —avisó—. Si quieren verla, por favor acompáñenme.
Movilizados por un solo objetivo, los tres fueron hacia el reencuentro con su compañera, la cual los estaba esperando ya con los collares listos sobre su escritorio, mientras que ella, observaba a través de una "ventana" que daba directamente a las profundidades de ese océano, por lo tanto, les daba la espalda a sus elegidos.
—Seitán, nos alegra verte —comentó Abel.
—Mis amados elegidos —expresó con simpleza apenas y bajando un poco la cabeza, para luego, girarse hacia ellos—. Puedo decir lo mismo de ustedes. Me alegra volver a encontrarnos. ¿Han esperado mucho por mi regreso?
—A decir verdad, no —negó con su cabeza el rubio—. Por cierto, hemos venido casi todos, pero Uriel fue el único excluido debido a que nos apresuramos por Lena. ¿Has ido a buscarlo mientras nosotros nos trasladábamos?
—Lo sé, y para serte sincera, no ha sido necesario que él viniera —declaró.
Aquel dato le hizo levantar una ceja tanto a Alan como a Abel, sin embargo, la charla no se vio interrumpida por ese curioso dato.
—Pensé que deberíamos estar presentes sí o sí aquí —le manifestó.
—Bueno, en su caso también fue una emergencia —explicó.
—¿Le sucedió algo también? —preguntó Alan.
—Sí —ella se llevó una mano a la cabeza y, con aquello, se notó que la expresión de Seitán era de cansancio—. Quisiera entrar en más detalles con ustedes, pero él mismo me pidió que no les dijera nada para no preocuparlos —finalmente, ella abandonó la posición de malestar que estuvo abordando sus facciones unos leves instantes, y actuó como si no hubiera pasado nada, cosa que inquietó a los chicos, pues entendían que no podían subestimar esa clase de señales.
—¿Estás bien Seitán? No te habrás metido en algún predicamento de nuevo, ¿verdad? —interrogó el rubio.
—Qué falta de respeto —intervino el extraterrestre que los acompañaba, no obstante, Seitán le puso un alto cuando levantó la mano hacia él—. Mis disculpas —alegó enseguida con sorpresa.
—Es natural que Abel esté preocupado después de lo que pasó la última vez —dijo ella a ojos cerrados, para luego retomar su monologo—. Estoy bien. Quizás se deba a que he tenido mucho trabajo. Mantener los escudos del planeta para que no se salga de control el clima, es difícil, sin mencionar las prisiones de otros seres de oscuridad que debo igualmente sostener, eso, y entregar energía a mis soldados, para ayudarlos a mantenerse en pie, ya que ellos están manteniendo al margen las catástrofes que ocurren en el mundo; es agotador debido a toda la tensión que se manifiesta gracias a esos monstruos que están sueltos.
—Así que es por eso que estás en ese estado... —susurró Abel decepcionado por no poder hacer más.
—¿No podemos ayudar de alguna otra forma? —indagó Alan.
—No se preocupen. Si logran lidiar con el problema que les he encomendado, entonces será más que suficiente para mí —ella se acercó a la mesa y tomó los collares para luego ir a entregárselos a los muchachos—. Tomen esto, y en cuanto Lena esté recuperada, denle el suyo, así podrán ir a cumplir con su siguiente recado que se dará esta misma noche.
—¿Qué? ¿Está misma noche? —respondió alarmado el pelinegro.
—Sí, aunque no se note aquí dentro, el océano está enfurecido, por lo tanto, hay tormenta —comunicó.
—Al final tenía razón... —informó de mala gana Alan.
—Entonces no podremos tomarnos un descanso de todo lo que pasó hoy —Abel se vio contagiado de los ánimos de su amigo.
—Lo siento mucho por eso, así también me temo que no podremos llevarlos a tierra esta noche, de modo que, deberán dormir por hoy en la base; espero no les moleste —después de dar a conocer este dato, los muchachos no se vieron afectados por ello, ya que mañana era feriado, así que podrían estar tranquilos de momento.
—Haremos todo lo que esté en nuestras manos —aseguró el rubio.
La líder de la luz, los había atrapado con una no tan abrupta, pero sí nueva misión que, a su vez, los comprometía a quedarse debido al cambio climático tan inesperado. Por otro lado, el cansancio que mostraba la joven extraterrestre era algo para tener en cuenta, ya que podría existir la posibilidad de que, no fuera la última vez que la vieran en ese estado; esa idea, los motivaba a apresurarse, pues no querían caer en la misma historia que, se manifestó hace tres años.
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