CAPITULO 19
Desperté y me di cuenta que papá estaba sentado en una silla cerca de la cama. Su mirada clavada en mí, con los codos reposando sobre sus rodillas y con las manos sujetando su mentón.
-Buenos días. -Me saludó.
-Buenos días. -Le respondí cabizbaja.
-¿Qué ocurre? -Indagó.
-¿Por qué tiene que ocurrir algo? _Respondí evasiva.
-Porque eres mi hija y te conozco lo suficiente para saber que me ocultas algo.
-Odio que tengas un sexto sentido. _Me tapo con la colcha.
-Tenemos todo el día, pero prefiero ver a mi hija a la cara cuando le hablo. -Retira la colcha tumbándola al suelo.
Lo fulmino con la mirada pero me doy cuenta que me ve con preocupación y dejo caer mis defensas.
-Tuve otro sueño.
-La cuarta llave. -Me afirma.
-La cuarta llave. -Repito.
-¿Dónde está?
-En Perú, no me preguntes como lo sé, solo lo sé.
-El Supremo pidió no buscarlas más.
-Lo sé, pero ¿Y si estamos equivocados? ¿Y si lo conveniente fuera encontrarlas y destruirlas? ¿No sería mejor para todos eliminar la amenaza?
-Por qué presiento que esas no son tus palabras.
-¿A qué te refieres?
-Te dejas influenciar por ese demonio.
-Él no es un demonio. -Alzo la voz.
-Tampoco es un ángel. En ese caso ¿En qué lo convierte?
Es entonces cuando comprendí a Owen, su frustración. No era ni demonio, ni ángel, por eso su obsesión de convertirse en lo que tanto anhelaba.
-Jade. -Papá me llama al verme meditativa.
-¿No has considerado que los sueños nos son mostrados por algo? ¿Qué quizás es nuestro deber encontrar las llaves?
Vi a papá analizando lo dicho y sentí esperanzas.
-No podemos ir en contra de las órdenes del Señor. -Sostiene.
-Deja de pensar como un ángel, ya no lo eres.
Me arrepentí de haberlo dicho, de inmediato las facciones de papá se entristecieron.
-Lo lamento papá, no quise decirlo.
-Sí quisiste. -Me encuentro con sus oscuros ojos llenos de dolor.
Me levanté de la cama, abracé sus piernas, comenzando a llorar arrepentida de mi proceder. Papá siempre me ha apoyado en todo, incluso ha discutido con mamá por defenderme, no tenía derecho a hablarle de esa manera.
Sentí su mano acariciando mi cabello.
-Jade, ese muchacho no es para ti, lo que creen sentir no es verdadero. La atracción que tienen inició cuando se presentaron los sueños, es por estar conectados de alguna manera. ¿No lo has pensado?
Claro que lo había pensado, cientos de veces, pero el corazón era más fuerte que mi razón.
-No puedo ir en busca de la cuarta llave sin Owen, lo necesito. Por favor, él me ha prometido que desea destruir las llaves y le creo.
-Lo lamento hija, ángel o no, no iré en contra de los designios de Dios.
-Entonces quiero hablar con el Supremo. -Mis ojos se inundan de lágrimas.
-Eso no es posible.
-¿Por qué? Tú lo has hecho ¿Por qué no puedo hablar con él? ¿Qué me hace diferente?
-Sólo puedes hacerlo si es su voluntad, de lo contrario me temo que no será posible.
-No es justo. -Me levanto y camino de un lado al otro en la habitación. -Sé que si él me escucha, lo convencería. Él puede ver en el corazón del hombre ¿No? Quizás podrá decirme si Owen miente o no.
-Hablaré con Anael, pero no te prometo nada.
-Gracias.
Me dejó sola, tome una ducha y bajé encontrándome con Mara y Sebastián, junto con Aaron, que apenas me vio, corrió a abrazarme.
-Hola mi niño. -Le toqué los cabellos con cariño. Cada vez que lo veía me recordaba a Cely. "Cely" desde que Owen apareció en mi vida, no volví a pensar en él. ¿Dónde quedaba el amor que le profesaba? Papá tenía razón, lo mío con Owen no es sano, pero por desgracia, nuestra unión es tan fuerte que su ausencia se marcaba en mi interior, como si un órgano vital me faltara.
-¿Estás bien Jade? _Sus azules ojos se clavaron en mí.
-Sí. _Le sonreí.
Mara y Sebastián me saludaron, pero se mantuvieron al margen conmigo. Dolió su actitud fría, pero me lo merecía. Es obvio que saben todo el rollo con Owen, me dio vergüenza verlos a la cara, sentí que manchaba la memoria de su hijo.
Decidí ir a caminar, requería con urgencia despejar mis pensamientos. Aaron insistió en acompañarme, no podía decirle que no, haciendo pucheros, y me prometía que no me molestaría.
Nos introducimos al frondoso bosque, hasta llegar a un arroyo. ¿Qué quietud se sentía? La brisa movía mis cabellos, se respiraba paz, ahora entendía porque mamá amaba el Limbo.
-¿Puedo ir por allá? -Aaron me señala una ardilla que lo miraba curiosa.
-Sí, pero no te alejes.
Me sonrió y se dirigió al animal que fue sociable con él, dejó que lo tocara e incluso subió a sus hombros. Sí, en el Limbo había animales y además, eran dóciles, en la Tierra, posiblemente, esa ardilla hubiera escapado.
-Jade. -Una voz de niño me hizo voltear. -Me buscabas.
Me quedé perpleja, jamás lo había visto pero supe que era él, estaba en frente de mí y mi corazón comenzó a latir con fuerza.
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