CAPITULO 11
Les dejo foto de Yeialel.
-¿Qué has hecho Adriel? -Le grité sin poderlo evitar.
-¿Cómo iba a saber que continuaba ahí? -Se defendió el aludido.
-Lo dejaste ir. -Lo regaño.
-Claro, cúlpame a mí, no fui yo el que se durmió.
-Basta los dos. -La voz de Anael resonó como un eco en las paredes huecas del templo. -¿Cómo sabías que seguía aquí Jade? Ni Adriel ni yo lo percibimos.
-Quizás fue la energía de los cristales lo que impidió que ustedes lo detectaran.
-Pero tú si pudiste sentirlo ¿No?
Asiento con la cabeza, avergonzada de haberme quedado dormida.
-Pero sé a dónde se dirige. -Los miro a ambos.
-¿Cómo es eso? -Captó el interés de Anael.
-Tuve otro sueño, conozco la ubicación de la segunda llave.
Ambos abren los ojos como platos.
-Entonces que estamos esperando. -Adriel se acerca a nosotros.
-¿Dónde Jade? -Me consulta Anael.
-El Desierto de Arabia. -Contesto y ellos intercambian una mirada.
-Será mejor apresurarnos.
-Aconseja Anael, me extiende su mano. -Enfócate en el lugar y llegaremos a este.
Obedezco y cuando abro los ojos, nos encontramos fuera de aquellas extrañas ruinas.
-Mira. -Le señala Adriel a Anael y él asiente. Observo algo que antes no, la puerta de la entrada estaba cubierta de runas.
-La llave que se encuentra aquí, le pertenece a Gabriel. -Me aclara.
El calor se hizo sentir y mi garganta quemó seca, volví a ver al penetrante sol, no sería mi mejor opción para vacacionar. Ingresamos y de inmediato sentí la presencia de Owen.
-Está aquí, pero no ha encontrado la llave. -Afirmo
-¿Cómo lo sabes?
-Sólo lo sé, no me cuestiones.
-Qué carácter, igualita a Agatha.
-Adriel se cruza de brazos.
Lo fulmino con la mirada pero él parece no importarle.
-Debemos separarnos, pero es mejor pedir refuerzos.
Anael cierra los ojos elevando una oración, al momento una suave brisa nos envuelve moviendo mi cabello, una luz me encandila momentáneamente. Hay una hermosa mujer en frente de nosotros, nunca le he visto, es otro ángel.
- Yeialel bienvenida. -La saluda Anael. Tiene cabellos castaños al igual que el color de sus ojos, que contrastan con su blanca piel.
-Hola Jade. -Me sonríe de forma amable.
-Hola. -Contesto sin dejar de verla. Todos los ángeles son realmente bellos.
-Bien, Jade y yo iremos por aquí. Ustedes por allá, de ser necesario elimínenlo si lo encuentran. _Instruye Anael.
Estas últimas palabras hicieron que el corazón se me desbordara de la angustia, no podían matar a Owen, yo no iba a permitirlo.
-Jade ¿Sientes su presencia?
-Quiere saber.
Traté de concentrarme, cerré los ojos y fue cuando lo escuché en mi cabeza.
-¿Me entregarás? -Abrí los ojos de golpe, sólo esto faltaba que pudiéramos comunicarnos mentalmente.
-¿Jade? -Anael arquea una ceja.
-Estoy bien, creí sentirlo pero me equivoqué.
-¿Y qué hay de la llave? ¿La percibes?
-Yo... -Di un paso y un ladrillo del piso se hundió, una pared me separó de Anael y el piso a mis pies se abrió, cayendo por un tobogán hasta caer bruscamente a una estancia más pequeña.
Me enderecé sacudiendo mi ropa y ahí estaba él, Owen me daba la espalda.
-Owen. -Lo llamé.
Se giró despacio, mis ojos se abrieron como platos al ver la segunda llave en sus manos.
-No. -Le indiqué
-Nunca lo comprenderás. -Me miró con tristeza.
-Por favor. -Intenté razonar con él.
-Cuando tenía cinco años, unos demonios se introdujeron dónde nos escondíamos. Como era de saberse, traicionaron a mamá y una vez que mataron a papá, comenzaron a darnos caza como animales. "Sacrilegio" así llamaban a la unión de mis padres. Ella murió protegiéndome y yo estuve a punto de correr con la misma suerte si no fuera por él.
-El Oscuro. _Pronuncio su nombre con cierto desprecio.
-Sí, él envió a otro demonio a ayudarme, Asmodeo.
Me paralicé, escuché sobre él, como cazadora mientras que los niños normales aprendían matemáticas, yo estudiaba demonios.
-No dejó que me lastimaran, y desde entonces es mi protector. Me prometió que me convertiría en un demonio poderoso, que destruiría de mí toda debilidad y que gobernaría a su lado, si lo ayudaba a liberarlo.
-¿Cómo puedes confiar en quién traiciono a Dios Padre?
-Ustedes se creen superiores, santos y perfectos, ¿Pero qué diferencia hay entre nosotros? Son asesinos, matan en el nombre de un Dios que nadie ha visto. Por eso odio mi mitad ángel, porque me hace tener sentimientos, remordimientos, emociones humanas que te destruyen.
-No puedo creer que en verdad pienses así. -Las lágrimas surcaron mis mejillas.
-Adiós Jade.
-No dejaré que te lleves la llave.
-No puedes matarme. -Me restregó en el rostro.
-Atrás. -Escuché la voz de Anael y una potente bola de fuego celestial se dirigió a Owen. Todo ocurrió como en las películas, en cámara lenta. La bola iba a una velocidad increíble, lo iba a matar y entonces reaccioné.
-Owen. -corrí hacia él, empujándolo. Ambos caímos pero logramos esquivar el ataque de Anael, que me miraba atónito, incrédulo de lo que acababa de presenciar.
Owen aprovechó este descuido y desaparecimos de esas viejas ruinas, volvimos a transportanos a la casa flotante.
-Me salvaste, gracias. -Me agradece dándome la mano, poniéndonos de pie.
-¿Qué he hecho? -Sostengo mi cabeza con ambas manos, me muevo de un extremo a otro.
-Jade. -Trató de acercarse.
-No des ni un paso más. -Le advierto.
-Jade yo me siento igual que tú, te amo.
Sus palabras me atropellaron e hicieron que algo en mi interior se activara. ¡Qué maldita locura! me abalancé sobre él y lo rodeé por el cuello buscando sus labios. Owen correspondió, me levantó, abriendo la puerta que llevaba a su habitación. Me colocó con cuidado sin dejarnos de besar.
Sabía lo que iba a suceder, pero ya no era dueña de mí, pero no me importaba, no si tenía a mi demonio conmigo.
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