Capítulo 4
"El conocimiento de uno mismo viene de conocer a otros"
- Goethe.
Regresé a casa en coche. Justo antes de llegar, le pedí al cochero que se detuviera a unas calles más atrás. Me bajé del carro, le pagué y volví a casa andando. Aún quedaba una hora antes del almuerzo, así que tenía tiempo de sobra para asearme y cambiarme de ropa.
Llegando a su casa, observé las huellas de un carro grande, el carro que usa Mycroft para desplazarse.
"Mierda. ¿Cómo es posible que haya llegado tan temprano? A menos. Será hijo de. . ."
Entré a la casa sin hacer ningún ruido, desgraciadamente, Mycroft ya me estaba esperando en la entrada con los brazos cruzados y completamente serio.
- ¿Dónde estabas? - preguntó enfadado.
- Dando un paseo.
- Deduzco que en Baker Street.
- ¿Por qué crees que he estado allí? - pregunté con un tono tranquilo.
- Salta la vista. Por el barro de tus botas y tu vestimenta informal para no destacar y, ¿se puede saber porque vas tan desaliñada? Dime que no te has metido en ninguna pelea, (T/N). - Mantenía la compostura, pero es obvio que está molesto por mi escapada.
- No me he peleado con nadie, sólo he defendido a un muchacho que estaba siendo acusado de robar, cuando yo mismo le di el dinero. -Llamé la atención del mayor.
- Ese muchacho, deduzco que es uno de los que vagabundea por las calles de Londres y que, en ocasiones ayuda a mi hermano.
- Exacto.
- Ya veo, le sobornaste para que no dijese nada, pero al defenderlo. Finalmente, llamaste la atención de mi hermano.
- Así es, no sabe quien soy, pero lo descubrirá tarde o temprano.
Ambos nos quedamos callados un buen rato, mirándonos mutuamente de forma seria. Hasta que Mycroft rompió aquel silencio.
- ¿Y qué te ha parecido? - preguntó de repente.
- ¿Cómo dice? - le pregunté sin entenderlo.
- Mi hermano. ¿Qué opinas de él?
- Evidentemente, es distinto del resto de hombres que he conocido. Un poco parecido a ti, salvo que no es tan. . . tú. Aunque, me ha parecido que estaba un poco molesto. Seguro que lleva un tiempo sin resolver un caso interesante. - Continué hablando de lo que opinaba de su hermano, sin percatarme que la mirada seria de Mycroft se había relajado. - Además, su compañero de piso, el Dr. Watson parece una buena persona y me agrada la Sra. Hudson. Está claro que él vive en un buen lugar con un buen ambiente. Y lo que más me agradó de su hermano fue que me aceptó tal y como soy, es decir, que se sorprendió para bien que yo supiese luchar. Eso de alguna forma me. . . alegró. - Sonreí al recordar ese momento.
Entonces, escuché el estruendo de algo caerse y fijé mi vista a la dirección del sonido. Era Jane, que había tirado la bandeja, pero me sorprendí al verla empezar a llorar y eso me preocupó.
- Jane, ¿estas bien? - la pregunté preocupada.
- Señorita (T/N). ¿Acaba de sonreír? - Se acercó llorando hacia mí, sin saber que hacer. - ¿Cómo es posible? ¿Quién es el responsable de este milagro? - preguntó emocionada, mientras me abrazaba.
- Mi hermano. - Respondió Mycroft con una mirada y una sonrisa, que emanaban dulzura, algo muy poco común en él. - Y creo que es menester de que la señorita Smith se prepare antes de que se marche a Durham.
Jane se separó de mi e hizo una reverencia. - Cierto, señor. - Cogió la bandeja y se marchó al interior, dirección a la cocina.
- Será mejor que me prepare. Mycroft. - Hice una reverencia al mayor, antes de marcharme al baño para prepararme.
- Me alegra que vuelvas a sonreír. - Dijo Mycroft mientras se dirigía al salón de su casa.
Escuché, perfectamente, su comentario y no pude evitar sonrojarme. Subía por las escaleras, mientras reflexionaba qué fue lo que hizo para que volviera a sonreír.
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Había terminado de comer, ya vestida y peinada para la ocasión. Aún faltaba para las dos, pero es mejor marcharse ya y que no haya ningún problema por el camino. Me despedí de Mycroft y Jane, y entré en el carro, que estaba esperándome para llevarme a la estación. No pasó mucho tiempo cuando llegué a la estación.
Compré mi billete en primera clase y me fui a mi correspondiente compartimento. Cómo iba a ser un viaje de tres horas, me llevé consigo una novela del autor Goethe, Fausto. Para que me fuese más leve el viaje.
Durante las tres horas de viaje, no hubo ningún problema y pude llegar a leer la mitad del libro. Cuando el tren se detuvo en una de sus paradas, miré por la ventana para darme cuenta que ya había llegado a mi destino, Durham. Bajé de inmediato del tren y salí de la estación. Según el telegrama de Lord Moriarty, un coche me esperaría para llevarme hasta su mansión. Busqué a la persona, quien se encargaría de llevarme. Encontré a un joven, de más o menos, de mi edad, de pelo oscuro con una bufanda de color celeste envuelto en su cuello. Él también tenía la mirada fija en mí, así que debe ser la persona enviada por Lord Moriarty.
Me acerqué a él y lo saludé. - Buenas tardes. ¿Usted debe de ser la persona que ha enviado Lord Moriarty a recogerme? - Él asintió con la cabeza. - Soy (T/N) Smith, mucho gusto.
- Fred Porlock, a su servicio. - Me abrió la puerta del carro, dándole las gracias en el acto. Me metí dentro del carro. Fred se sentó en el asiento del cochero y arreó a los caballos.
Durante el trayecto, observaba a través de la ventana los campos de Durham y la vida pacífica de los lugareños, quienes saludaban a Fred. Lo cual, significaría la buena relación que tiene los habitantes de Durham con la familia Moriarty, aun así no debo bajar la guardia con ellos.
Poco a poco, se divisaba más de cerca la mansión de los Moriarty hasta llegar al lugar, donde me estaba esperando un hombre joven trajeado, de cabellos rubios con ojos rojos como los rubíes, quien vestía unas lentes y parte de su rostro era cubierto por su cabello. Abrió la puerta del coche, ofreció su mano para ayudarme a bajar, que acepté encantada y me bajé del coche.
- Bienvenida a Durham, señorita Smith. Espero que su viaje en tren le haya sido leve. Permítame que me presente. Mi nombre es Louis James Moriarty, hermano menor de la familia Moriarty. Mucho gusto. Mis hermanos Albert y William la esperan.
- El gusto es mío. - Sonreí cordialmente al menor de los Moriarty, quien me señaló la entrada para que entrase.
Entré a la mansión, Louis me guio hasta un jardín, donde me esperaban sus hermanos, Albert, quien ya lo conocía, y su hermano, el profesor William James Moriarty, quien también tenía el cabello rubio y ojos rojos.
"¿Qué extraño? Según tengo entendido, Louis es el hermano adoptado, mientras que William es su hermano de sangre, pero por alguna extraña razón, William y Louis se parecen muchísimo, mientras que Lord Moriarty no tiene ningún rasgo parecido a su hermano William. ¿Por qué?"
- Cuanto me alegro de volver a verla señorita Smith. - Saludó de manera cortés el mayor de los Moriarty.
- Igualmente, Lord Moriarty.
- Oh, deja la cortesía a un lado. Puedes llamarme Albert, al igual que mis hermanos. - Me invitó a que me sentara a la silla, donde habían preparado todo para el té.
- Es un placer conocer por fin a la señorita (T/N) Smith, soy William James Moriarty. Encantado. - Sostuvo mi mano y la besó, sorprendiéndome en el acto.
- El gusto es mío. He oído hablar mucho de usted. - Volvió su mirada hacia mí. - Es asombroso que siendo tan joven publicase una tesis tan revolucionaria sobre el teorema del binomio e imparta clases en la Universidad de Durham desde los 21 años. Es extraordinario. - Elogié a William.
- No es para tanto, simplemente, me gusta mi trabajo. - Dijo con una sonrisa amable.
Nos sentamos en nuestros respectivos asientos, mientras tanto, Louis iba en busca del acompañamiento para el té, que nos acababa de servir antes de marcharse. Tenía un toque cítrico al té negro que nos estábamos tomando.
- Señorita Smith, me he percatado que hoy está más feliz que de costumbre. ¿Ha ocurrido algo para que esté tan contenta? - preguntó curioso Albert.
- Oh, la verdad es que esta mañana me fui a pasear y he conocido a un hombre bastante interesante.
Ambos le llamaron la atención por mi motivo de alegría. Sobre todo, William.
- ¿Puedo preguntaros quien es ese hombre, si no es ninguna molestia? - preguntó con curiosidad William.
- Es alguien que conocí en Baker Street. - Al nombrar el lugar, sus ojos se agrandaron pues sabía quien es el hombre al que acabo de conocer. - Sherlock Holmes. - Ambos dijimos su nombre a la vez, lo cual no me sorprendió pues aquel hombre se está volviendo bastante famoso por toda Inglaterra, incluso por distintos países del mundo. - Veo que ya lo conoce, William.
- La verdad es que sí. Tuve la suerte de conocerle en mi viaje en el Noahtic.
- ¿No es ese crucero, donde el conde Blitz Enders asesinó a un hombre de clase obrera, delante de todos los espectadores que estaban esperando el segundo acto de la obra, que estaban presentando únicamente en el crucero? - pregunté de manera precisa.
- Así es. Veo que se ha informado usted bien del caso. - Me elogió William con su mirada penetrante.
- Debió de ser horrible para ustedes, presenciar aquella escena. - Dije con un tono preocupado, obviamente actuado.
- La verdad es que fue bastante impresionable, pero nada perturbador para nosotros. - Dijo Albert.
- Cuando leí la noticia, lo primero que pensé, para seros sinceros es que el conde Enders merecía morir. - Opiné con franqueza frente a ellos, quienes se impresionaron ante mi opinión.
- Eso es una opinión bastante, reveladora. - Dijo impresionado William. - ¿Acaso no estará en contra de las diferencias de clases sociales, señorita Smith?
- Puede llamarme (T/N) y sí, no estoy de acuerdo la diferencia de clases sociales, es más, me parece inaceptable el trato que tienen algunos nobles frente a las personas, que son de clases inferiores a ellos.
- Eso quiere decir. ¿Qué está de acuerdo con los métodos que está recurriendo el Señor del Crimen, quien está en boca de todos? - preguntó con gran interés el profesor.
- No. - Acababa de llegar Louis con los aperitivos, justo en el momento de responder ante mi negativa sobre los métodos que usa el Señor del Crimen para castigar a esos nobles. Se asombraron ante mi respuesta, provocando que William sonriera.
- No me esperaba esa respuesta y más viniendo de un ex-agente del MI5.
"Lo sabía"
- Por tú mirada, deduzco que sientes curiosidad ante mi negativa. - Me puse seria, pues la situación había cambiado por completo.
- Ilústrame pues, (T/N). - Ambos nos miramos serios, salvo por la sonrisa que seguía dibujada en el rostro de William, o mejor dicho, Señor del Crimen.
- Muy bien, reconozco que cuando trabajaba para el MI5 tuve que asesinar algunas personas, que amenazaban por la paz de nuestro país e incluso del mundo entero. Desde pequeña he visto cómo los nobles tratan a las personas, quienes lo consideraban inferiores a ellos, pero eso no quiere decir que todos los nobles sean totalmente malvados, al igual que todas las personas de clase humilde sean totalmente buenas. "Lo blanco no es completamente blanco, ni lo negro es completamente negro." A lo largo de mi vida, he conocido a un montón de personas tanto buenas como malas, pero si algo tenemos en común es que o somos codiciosos o, simplemente, somos idiotas. - Esto último, dejaron a los Moriarty desconcertados.
- ¿A qué quieres llegar (T/N)? - dijo serio William.
- A que no sobreestimes a la humanidad.
La atmósfera de pronto se volvió muy densa, pues ambos nos habíamos expuestos nuestros verdaderos rostros. Sin ni siquiera haberlo confirmado.
- Por eso. William, ¿de verdad te sacrificarías por proteger este mundo? Arriesgándote de que siga existiendo gente tan estúpida, que serían capaces de provocar o prolongar una guerra, simplemente, por el mero hecho de obtener ganancias o, incluso, algo peor.
- Sí.
Miré a William sorprendida. ¿De verdad que quiere sacrificarse por el bien de la humanidad? Convirtiéndose en el malo de esta macabra obra, sin pensar en las consecuencias.
- Entonces, ¿vais en serio? - Los tres asintieron con la cabeza. Di un largo suspiro y me crucé de brazos. - Bueno, ahora que sé que "sois" el Señor del Crimen, ¿qué me vais hacer al respecto? No os vais a arriesgar que me marche así sin más, conociendo vuestra verdadera identidad, sabiendo que trabajo para el Sr. Holmes.
- No vamos a hacerte nada. - Dijo tranquilo Albert, alarmando a Louis.
- ¡Hermano! - objetó el menor de los Moriarty.
- Louis, tranquilo. Confiamos que ella no dirá nada, ¿cierto? - me preguntó William.
- Así es. De todas formas, tarde o temprano os descubrirá. Aunque, ya tiene sus sospechas. - Dije tranquilamente, mientras cogía mi taza de té.
- Entonces, es sólo cuestión de tiempo. Simplemente, tenemos que esperar a que suceda algo para aprovecharnos de dicha situación y revelarnos ante Sir Holmes. - Planeó William.
- Una situación, que requerirá al MI6. - Dijo confiado Albert.
Hicimos una pequeña pausa, tomando unas pastas acompañadas con el té, que nos sirvió Louis.
- Por cierto, ¿por qué le pusiste a prueba al hermano del Sr. Holmes? - pregunté curiosa a William.
- Oh, supuse que él sería perfecto para mi plan, convirtiéndolo en el héroe de mi obra.
- Y, ¿crees que él no se desviará de "tú guion"?
- ¿A qué te refieres? ¿Crees que el plan de mi hermano no funcionará? - preguntó molesto Louis.
- No, solo digo que posiblemente no termine cómo esperabas. Al igual que nunca hubieses pensado que conocerías a un hombre como Holmes. "Las casualidades no existen, solo lo inevitable".
- ¿Quieres decir qué estaba destinado a encontrarme con el Sr. Holmes? - preguntó interesado William.
- ¿Quién sabe? A lo mejor un día te lo vuelvas a encontrarlo en, no sé, un tren. ¿Quizás?
- Eso es suponer demasiado.
- Es posible, pero si algún día sucediese. - Le sonreí con socarronería. - Piensa en mí.
Aquel acto provocó que William se riera, sorprendiendo a sus hermanos, pues no era muy común que William se riera de ese modo.
- Debo reconocer que eres la primera persona que me hace reír de este modo. - Dijo mientras intentaba tranquilizarse.
- La verdad es que a mí también me ha sorprendido mucho. Normalmente, yo no hago reír a la gente. - Dije sorprendida.
- Siempre hay una primera vez para todo. - Dijo William. Es extraño, a pesar de que nos hemos autoproclamados como enemigos, no parece que lo seamos. Es más, siento que me estoy divirtiendo con ellos, en especial, con William. - Es una lástima que no quieras unirte a nosotros.
- Entonces, cuando Albert me estudió, principalmente era para unirme a vuestros planes como "Señor del Crimen".
- Así es. - Afirmó Albert.
- Pues si que es una lástima. Dejé de ser quien era hace muchísimo tiempo.
- Lo sé. Lamento la muerte de su prometido. - Eso me sentó como una jarra de agua fría. - Pero tranquila, el responsable de la muerte del agente Arthur Challenger, fue ejecutado junto con el objetivo de la misión que le encomendasteis al MI6.
- ¿Qué? - dije anonadada.
- ¿Crees que no descubriríamos que la persona, quien recopiló la mayor parte de la información, fuera usted? Es la mejor en su campo, respecto a la recopilación de información y espionaje. Por eso te estudiamos, porque eres perfecta para que nos ayudases a cumplir con nuestro principal objetivo, es por ese motivo por la cual te hemos invitado a nuestra casa. Para dialogar por si estabas interesada en unirte a nosotros.
- Como dije antes, no estoy interesada en unirme a vosotros. No solo he terminado mi vida como agente, sino que tampoco quiero involucrarme en la muerte de los nobles, que tenéis objetivo. Mis manos ya están lo suficientemente manchadas de sangre, además del peso que llevo conmigo tras haber asesinado a incontables personas, quienes iban a peligrar nuestro mundo. Por eso, William sólo te diré esto una sola vez: "El camino que has escogido sólo te llevará a tu propia destrucción, siempre y cuando no vayas solo. Porque si decides ir sólo, será tu fin y nadie podrá ayudarte". - Tras advertirle a William, miré a Albert y luego a Louis a modo de advertencia. - Así que más os vale que cuidéis de vuestro hermano, si no queréis arrepentiros.
- Descuida. - Prometió Albert.
- Nunca dejaré de lado a mi hermano. - Dijo seguro de sí mismo. - Eso tenlo por seguro.
- Tienes suerte de tener a unos hermanos que te quieran y se preocupen por ti. - Dije con una sonrisa cálida.
- Cierto. Si no fuese por ellos, no estaría hoy aquí y siempre les estaré eternamente agradecidos. - Dijo con una mirada cálida y llena de gentileza, lo cual me provoca una enorme confusión hacia este hombre, pues a pesar de ser el Señor del Crimen, un hombre frío y calculador, también puede llegar a ser amable y una gran persona. - Como se ha negado a nuestra invitación, imagino que se quedará al margen de la situación, ¿me equivoco?
- Así es, me quedaré al margen de todos vuestros asuntos, siempre y cuando no se vaya de las manos. - Ambos nos miramos desafiantes.
- Entonces, es muy posible que en esta obra se haya unido un nuevo personaje. - Dijo interesado.
- ¡Vaya! ¿Eso quiere decir que me vas a incluir en tu obra junto con Holmes? Eso es muy halagador de tu parte. - Dije con falsa complacencia.
- Por supuesto que voy a incluirte, teniendo en cuenta que estas interesada en mudarte a su casa y, por ende, ayudar al Sr. Holmes a atraparme. - Dedujo William sobre mis futuros planes.
No dije nada al respecto pero, al mismo tiempo, lo confirmaba al no responderle.
- Sí que estas realmente interesada en él. - Me dijo con una sonrisa ladina. - ¿Acaso te gusta?
Aquella pregunta me vino desprevenida y casi me atraganto al comerme una de las pastas, que había traído Louis, lo cual tuve que darle un buen trago al té para aclararme. - ¡Por supuesto que no! - Aquella reacción, provocó una leve risa entre los tres. Esto hizo que me sonrojara de tan vergonzosa situación. - Sólo me pareció fascinante.
- ¿Fascinante? - Preguntó con falsa curiosidad.
- Diferente del resto.
- Te entiendo perfectamente. - Me llamó la atención al saber que el sintió la misma fascinación hacia Holmes, en términos de interés y no en sentido de atracción. - Yo sentí la misma fascinación por él cuando me analizó al conocernos. Una deducción precisa, pero muy forzadas.
- Deduzco que usted le hizo lo mismo, ¿cierto?
- Sí y debo reconocer que aquel momento me divertí bastante.
Después de un momento tenso con los Moriarty, continuamos con una grata charla como si no hubiese ocurrido nada, aquellas charlas se prolongaron en el interior de su mansión después de terminar el té hasta que Louis nos avisó que ya era hora de marcharme, pues ya eran las siete de la tarde y me esperaba un largo viaje de tres horas en tren. Louis llamó a Fred para que me llevase a la estación de tren, donde cogería el último tren del día. Cuando entré en el coche, me despedí de ellos.
- A pesar de nuestras diferencias, me he divertido mucho conversando con ustedes. Espero volver a veros pronto o, quien sabe, a lo mejor os hago una visita sorpresa. - Dije con una leve sonrisa dibujada en mis labios.
- Eso estaría bien. Conmigo no hay ningún problema, pues normalmente estoy en Londres. Siempre y cuando esté disponible, aunque siempre nos queda el trabajo. - Dijo Albert con un rostro relajado y afable.
- A diferencia de nosotros que, por motivos de mi trabajo, debo permanecer en Durham y Louis debe estar al cuidado de la casa. - Asintió Louis. - Pero será un placer el verla en la Universidad.
- Espero no llamar la atención, si llegase a visitarle en horas de trabajo. No me gustaría que se difundiera algún rumor. - Bromeé.
- Bueno, conociéndola. ¿Quién sabe, a lo mejor no visita como (T/N) Smith, sino con otra identidad? - Dedujo divertido.
- Me conoces muy bien. ¡Buenas noches a todos! - me despedí cuando Fred puso el carro en marcha. Pudiendo escuchar perfectamente la despedida de los tres, sin duda no me equivocaba al respecto de que son el Señor del Crimen, sólo espero que su bondad no se desvanezca al escoger el camino oscuro, por el cual está caminando. Temo que William caiga a la desesperación, esa misma desesperación a la que estuve yo, si no fuera por Mycroft, quien llegó en el momento en el que pensaba que sería mi fin. Yo no estaría hoy aquí. Pues en aquel momento, Mycroft fue la luz que necesitaba para volver a seguir caminando hacia la senda oscura que sigo permaneciendo hasta llegar al camino, donde volvería a ver la luz que perdí hace tiempo atrás.
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