Capítulo 3

Aquel que tiene un por qué para vivir, se puede enfrentar a todos los cómos.

- Nietzsche

Me levanté temprano como de costumbre, salvo que hoy sería un día distinto, pues hoy por la tarde estoy invitada por Lord Moriarty a tomar el té en su mansión en Durham junto a sus hermanos. Ya he ido a eventos parecidos, salvo que en aquellas ocasiones eran misiones que me encomendaron por el MI5, pero este es diferente. Este es una simple y cordial invitación para tomar el té.

Como la cita no es hasta las 5 de la tarde y debo estar en la estación a las tres menos cuarto, pues de Londres hasta Durham son tres horas de viaje. Aún tengo tiempo para hacer otras cosas. Me levanté de la cama, me cambié de ropa, me lavé la cara, me cepillé el pelo, hice la cama y bajé al comedor a desayunar. Al llegar allí, Mycroft no se encontraba en el comedor, lo cual me extrañó un poco. Jane entró al comedor con un carrito, donde llevaba mi taza de té con leche y scones con mantequilla y mermelada.

- Jane, ¿sabes dónde se encuentra el Sr Mycroft? - la pregunté mientras la ayudaba a ponerlo todo en la mesa. - Se marchó temprano sin dar ninguna explicación, pero dejó esta carta para usted. - Sacó la carta del bolsillo de su delantal y me la entregó, me senté en mi asiento habitual, que era en el otro extremo de la mesa y abrí de inmediato la carta:

"Me ha surgido algo importante, así que no llegaré hasta muy cercana la noche. Espero que disfrutes de tu velada en Durham con los Moriarty, ten cuidado y compórtate como una dama". 

Mycroft Holmes

Solté un profundo suspiro, llamando la atención de Jane. - ¿Ocurre algo, señorita Smith?

- Nada, salvo los mensajes escuetos y triviales que puede llegar a escribir el Sr Mycroft. - Dije al soltar la carta para tomar mi taza de té con leche.

- Es algo muy común en él. 

- A menos que me oculte algo. - Dirigí mi mirada hacia Jane, quien se puso nerviosa pues ella conocía perfectamente esa mirada mía. - ¿Seguro que no te dijo nada más?

- No, segurísima que no. - Dijo nerviosa, mientras intentaba taparse la cara con el delantal.

- ¿Seguro? - dije sin dejar de mirarla seriamente.

- Le aseguro que no me dijo nada, así que haz el favor de dejar de interrogarme. ¿Ya sabes que cuando el Sr Holmes esconde algo, no lo va contar nadie, sobre todo a mí?

Seguía observándola, pero al ver que no mentía. Volví mi mirada hacia la taza de té y cogí un panecillo para acto seguido untarlo de mantequilla y mermelada y llevármelo a la boca.

- Espero que no haga esa barbaridad delante de Lord Moriarty. - Me reprendió Jane al ver como le daba un enorme mordisco al panecillo.

- Descuida que no lo haré, esto solo lo hago cuando estoy sola. - Dije despreocupada, mientras me lamía los dedos manchados de mantequilla y mermelada.

- ¡Señorita Smith! - me volvió a reprender Jane. - No he puesto las servilletas como mera decoración.

- Déjame en paz, por una vez que puedo desayunar tranquila y sin ningún miramiento por parte de Mycroft. - Dije molesta.

- Pero bueno, ¿qué confianzas son esas para llamarle al Sr Holmes por su nombre? - Dijo sorprendida al escucharme.

- Simplemente, no me gusta llamarles por su apellido pero, para guardar las apariencias los llamo por sus apellidos. Además, a él no le molesta cuando le llamo por su nombre, siempre y cuando no lo haga mientras trabajamos.- Terminé de desayunar y me levanté del asiento.

- ¿Ya ha terminado? Si aún le queda dos bollos. - Dijo preocupada.

- Ya sabes que a penas como en el desayuno. - Respondí a Jane. - Me vuelvo a mi habitación. Llámame a la una para el almuerzo, para luego prepararme a mi visita a Durham.

- Cierto. Descuida, señorita Smith. - Dijo mientras hacía una reverencia al verme marchar hacia mi habitación.

- Una cosa más. - Me detuve y volví mi vista hacia Jane, quien se detuvo de recoger los utensilios de la mesa. - Prefiero que me llames por mi nombre y no por mi apellido. ¿De acuerdo?

- Entendido. - Dijo dudosa. - Señorita (T/N).

Al escucharla decir mi nombre, me reconfortó. Pero, a pesar de aquello, no mostré sonrisa alguna. Aún así, Jane me sonrió feliz porque pudo notar mi felicidad a través de mis ojos.

Me marché de mi habitación, donde me esperaba el segundo volumen de las aventuras de Sherlock Holmes, escrito por el Dr Watson, o mejor dicho, por Arthur Conan Doyle. Este segundo volumen abarca una recopilación de los distintos casos que ha resuelto. Sin duda, sus novelas se están volviendo más populares y, por ende, más casos para el hermano de Mycroft. En algunos momentos, al leer el periódico, pude fijarme de algunos avisos, cuyo destino es en la dirección donde vive su hermano.

¿Un momento?

Aún falta cuatro horas para el almuerzo, tengo el suficiente tiempo para echar un vistazo por el barrio, donde viven ellos. Además, la ropa que llevo no destaca como los otros, pues es una blusa de manga larga blanca con un lazo atado en el cuello y una falda de color rojo tierra. Lo único que tengo que hacer es recogerme el cabello.

Decidida, salí de mi habitación con un abrigo distinto y con mi monedero, con cautela y me marché de la casa sin que Jane se diera cuenta. Llamé a un cochero y le pedí que me llevase a Baker Street. Mientras me dirigía allí, me deshice del moño habitual por un medio recogido trenzado, dejándome el pelo suelto. Acto seguido, me puse el sombrero.

Como cabía esperar, no tardé en llegar a la zona. Le pagué al cochero y comencé a andar por las calles de Baker Street. Siendo por la mañana, la calle ya estaba transitada de gente, quienes algunos se iban al trabajo y otros a hacer la compra. Observaba con atención el número de las casas y la gente, que andaba por la calle. Un chico de pelo castaño sonriente con camisa y chaleco andrajosos, se detuvo delante de mi con periódico en mano.

- Señorita, ¿le gustaría comprar el periódico del día? Hoy hay noticias altamente interesantes.

- Lo de interesante es completamente erróneo. - El chico se sorprendió al escucharme. - Pero igualmente te compro el periódico. - Dije al entregarle una moneda y cogía el periódico.

- ¡Oh! Gracias. - Dijo sonriente. - Por cierto, es la primera vez que la veo en esta zona. ¿Qué le trae por aquí?

- Sólo tenía ganas de pasear. - Respondí escueta.

- ¿En serio? Después de haber venido en un coche desde otra zona, quiere pasear precisamente aquí, en Baker Street. - Dijo con una sonrisa ladina.

- Eres muy perspicaz, chaval. Tú debes de ser Wiggins, el líder de los irregulares de Baker Street. Más conocido por los ojos y oídos de Sherlock Holmes. - Dije seria.

Wiggins sonrió nervioso, pues ya tenía puesta sus sospechas en mí, pero no se imaginó que fuese más listo que él. - ¿Cómo lo...

Le interrumpí. - ¿Qué cómo lo sé? Fácil, apareces en la novela de "Estudio en escarlata", sólo con verte pude identificarte al momento. Tendrá sus diferencias con la realidad, pero con un simple detalle se puede distinguir quienes son los personajes del libro en la realidad, además me he percatado que desde hace un buen rato, tus amigos no han parado de observarme y no puedo evitar el pensar que me vais a "delatar" a Sherlock Holmes.

- Entonces, si has venido por él. -Dijo serio y con los brazos cruzados.

- Sí, pero no porque quiera una consulta. - Llamé la atención del chaval. - Antes de que digas nada, hagamos un trato.

- Un trato. - Dijo desconcertado.

Me acerqué a él, quien empezó a ponerse nervioso y le susurré al oído. - Te doy una libra si no le dices nada a Sherlock Holmes sobre mí.

- ¡¿Qué?! - gritó sorprendido, llamando la atención a los transeúntes. Éste miró nervioso varias veces, para luego llevarme hacia un callejón para que nadie nos viese. - ¿Es una broma?

Saqué una libra y se lo enseñé. - No, no lo es. - Tanto él como sus amigos se sorprendieron de ver aquella libra. - ¿Hay trato? - Alcé la mano, a modo de trato.

- Trato hecho. - Aceptó, sin ninguna duda y estrechó mi mano. Le entregué la libra y volví a la calle. - Espera. - Me detuve al escucharlo. - ¿No harás nada malo a Sherlock Holmes? - preguntó nervioso.

- Descuida, sólo soy una fan de él que ha venido de incognito. - Acto seguido, le guiñé un ojo y continué con mi camino, mientras el grupo me observaban sorprendidos, sin saber si lo que habían hecho ha sido una buena idea o no.

- Wiggins, ¿crees que ella es de fiar? - preguntó el chico con gafas.

- No lo sé, pero con ella no hay que bajar la guardia, eso está claro. - Dijo serio, mientras guardaba la libra en el interior de su zapato.

- ¿Por qué lo dices? - preguntó el chico con la tirita en la mejilla.

- Porque esa señorita es muy lista, puede que incluso igual de lista que Holmes.

- ¡¿Qué?! - dijeron sorprendidos sus amigos, mientras me seguían observando. Me volví hacia ellos, quienes se escondieron de inmediato en la callejuela, y continué con mi camino.

Mientras caminaba, seguía observando todo lo que había a mi alrededor. La gente, los carros tirados por caballos y los números de los edificios. Me paré en seco al encontrar el 221B  señalado encima de la puerta que se encuentra a mi izquierda. Pude notar como mi pulsó se aceleró, pero sólo vine para estudiar la zona, no conocerle. Menudo lío me metería si me presentase a su hermano de buenas a primeras, además no puedo quedarme mucho tiempo, pues tengo que prepararme antes del almuerzo para irme a Durham.

Decidí continuar con mi camino, como si no fuese la cosa. Pero, noté que alguien me vigilaba y no pude evitar dirigir mi vista hacia la ventana del edificio, donde vive su hermano. Puse mi vista hacia su ventana y pude divisar claramente la figura de un hombre esbelto con el pelo recogido con una cola, quien tenía puesta su mirada en mí. Ambos cruzamos nuestras miradas, analizándonos mutuamente. Desconozco lo que ve él en mí, a diferencia que yo pude notar un pequeño atisbo de molestia en él, cómo si no hubiese encontrado un caso interesante de su agrado y estuviera molesto por ello, razón por la cual estará fumando. Entonces, una persona lo interrumpe, seguramente el Dr Watson. Aproveché para marcharme del lugar, cuando llegué a un punto fuera de su vista, pude distinguir su regreso al mirar por la calle y al ver que ya no me encontraba allí, su silueta se marchó hacia el interior del hogar. Si diera el caso de darnos a conocernos, muy probablemente me reconocería.

Cogí el reloj de bolsillo que tenía guardado en mi abrigo, marcaba las 11. Es menester de que regrese a casa de Mycroft. Iba a pillar un coche cuando escuché el grito del chico que había conocido antes. Volví hacia mis pasos, encontrándome a Wiggins siendo atrapado por un hombre de complexión robusta. La gente que pasaba por allí, algunas se detuvieron y otras siguieron adelante a paso ligero.

- ¡Maldito mocoso! ¡Dame el dinero que me has robado!  - gritó aquel hombre hacia Wiggins.

- ¡Ya te he dicho que no he robado nada! - se defendió el chico.

No sé que habrá pasado para llegar a esa situación, pero es obvio que ese hombre está mintiendo. Está claro que ese hombre me habrá visto darle el dinero a Wiggins y quiere robarlo, aprovechándose de su diferencia de estatus, pues aquel hombre es un simple obrero, pero Wiggins vive en la calle, un perro callejero. Aceleré mis pasos, pasando de largo la puerta 221B, la cual se estaba abriendo en ese preciso momento. Ya no me importaba si me descubriese, ahora lo importante es salvar a Wiggins. Cuando llegué a donde estaban ellos, sin pensármelo dos veces, le arremetí una patada alta al hombre robusto en su cara, tirándolo sin ningún problema al suelo, liberando a Wiggins de su agarre. Rápidamente, lo levante del suelo y lo puse detrás de mí, dejando a mas de un transeúnte boquiabierto.

- ¡Wow! Sabía que no eras normal. - Dijo el chico impresionado de mis habilidades.

- ¿Estas herido? - le pregunté sin quitar la vista a aquel hombre, quien se estaba levantando con dificultad.

- No, estoy bien. - Contestó el zagal. - Ese hombre me vio guardando el dinero que me diste y quiere robármelo, diciendo que yo se lo robé. ¡Maldito imbécil!

- Escúchame atentamente, yo me encargo de él. Tú vete con Holmes. - Le dije seriamente.

- Pero, ¿no querías evitarlo?

- Demasiado tarde. ¡Vamos, vete! - dije sin alzar la voz, empujándolo a la dirección donde se encontraba el detective, quien se estaba acercándose hacia donde me encontraba ahora.

- ¿Quién demonios me ha golpeado? - preguntó enfadado el hombre.

- Yo y más te vale que no te vuelvas a acercarte a ese zagal, si no quieres vértelas conmigo. - Dije completamente enojada.

- Tú, si sólo eres una mocosa. - Dijo carcajeando al no creerse mi advertencia. - Y si así fuera te equivocas de persona, yo soy la víctima no el mocoso.

- Debo objetar, pues fui yo quien le dio ese dinero a ese chaval. Así que es obvio que la víctima es él y no tú. Tú solo te estas aprovechando de él por ser superior a él. - Le recriminé.

- Maldita insolente, me las vas a pagar. - Gruñó el hombre, quien se abalanzó sobre mí. La gente de la zona gritó de espanto por la escena que estaban contemplando. En el griterío, pude distinguir las voces de un hombre y una mujer diciéndome que tuviera cuidado. En el momento en el que me iba a golpear, esquivé su golpe, me giré sobre mí misma, mientras mis brazos dirigían la trayectoria del brazo de aquel hombre para luego agarrarlo, con mi pie golpeé su pierna, que usaba como punto de apoyo, y lo levanté hasta tirarlo completamente del suelo. Dejándolo aturdido por la caída. Mi sombrero se cayó, a consecuencia de la llave. En el momento que iba a cogerlo, una persona se me adelantó. Levanté mi mirada, encontrándome con una mirada penetrante del mismo color de ojos de Mycroft, de azul oscuro como la noche.

Me entregó mi sombrero con una mirada llena de curiosidad y con una sonrisa dibujada en la comisura de sus labios. - ¿Dónde aprendiste a luchar de esa forma?

Nos levantamos a la vez del suelo y me puse mi sombrero. - De por ahí. - Respondí de manera vaga, sin duda esta era la situación que quería evitar a toda costa.

- Ya veo, has preferido evitar mi pregunta. Lo que deduce que no querías entrar en contacto conmigo, pero si observarme. - Dijo con una sonrisa ladina, mientras yo seguía impasible.

- Tú tampoco has dejado de observarme, es más ni siquiera te has dignado en ayudar a una pobre dama de un bruto como éste. - Le ataqué sin ningún reparo, alzando la voz en la última frase. Llamando la atención a dos personas que se encontraban detrás del detective, quienes cuidaban a Wiggins.

- ¡Sherlock! - alzó la voz, la mujer vestida de rosa. Sherlock se estremeció al escuchar la voz de la que juraría es su casera. Desviando su atención hacia ella. - ¿Por qué diantres no la has ayudado? - dijo molesta su casera.

- Sra Hudson, pero no ha visto la llave que le acaba de hacer. Esta joven no necesitaba la ayuda de nadie. - Justificó el detective.

- Me da igual. Una dama no deja de ser una dama y punto. - Le reprendió de nuevo, para luego poner su mirada en mí. - Lamento que este patán no la haya ayudado - se disculpó la Sra Hudson -, aunque debo reconocer que fue bastante impresionante su forma de defenderse.

- No fue nada con tal de proteger al muchacho. - Dirigí mi mirada a Wiggins, quien me observaba con gran admiración.

Al no mostrar ningún atisbo de emoción en mi rostro, hizo que llamase la atención de ambos hombres, pero su compañero se le adelantó.

- No quiero ser irrespetuoso, pero me gustaría saber el por qué esa seriedad en su rostro.

No quería responder aquella pregunta, pero el detective lo hizo por mí.

- Simplemente no puede John. - Llamó la atención de su compañero.

- ¿Por qué? - preguntó preocupado.

- Porque... - Antes de que siguiera hablando, lo interrumpí.

- ¡Basta! - Esto llamó la atención tanto del trío como de los transeúntes de la zona.

- Sherlock no sigas. - Reprendió con una mirada seria la señora Hudson al detective. - No estamos en un buen lugar para esto.

El Doctor Watson miró a su alrededor con una mirada preocupada. - La señora Hudson tiene razón, mejor vamos adentro a continuar. ¿Le apetece una taza de té? - me preguntó de manera cordial.

- Lo siento, pero debo negar su invitación.

- ¡Oh, vaya! Es una pena. - Dijo apenado el doctor.

- John es obvio que tiene prisa. - Dijo despreocupado el detective sin dejar de analizarme.

- Que tengáis un buen día. - Me despedí de ellos para huir de las deducciones del hermano de Mycroft hacia mí.

- Adiós. - Se despidieron ambos, mientras el detective seguía observándome.

- ¡Espera! - me detuve al escuchar la voz del zagal y me volví hacia él. - ¿Volverás a Baker Street? - su pregunta me desconcertó.

- ¿Por qué lo preguntas? - pregunté curiosa.

- Porque me gustaría que me enseñases a luchar de ese modo, por favor. - Me pidió agachado. - Eres más asombrosa que el propio Holmes.

- ¡Oye! - se indignó el detective.

Yo, no sabía que contestarle. Era la primera vez que alguien me pedía que le enseñase a luchar, sin importar el género. Tampoco sabía si después de esto regresaría pero, por alguna extraña razón, quisiera vivir aquí. En Baker Street. Así que, sin dudarlo le respondí:

- Sí.

- Lo comprendo. - Dijo apenado, para luego percatarse de mi afirmación. - Espera, ¿qué? ¿En serio? - preguntó sin creerlo.

- En serio, pero de momento no podré hacerlo. Antes tengo que resolver unos asuntos. - Se decepcionó al ver que no iba a ser inminente.  - Pero, no te preocupes. Cuando vuelva a Baker Street, ese mismo día empezarás a entrenar conmigo. Lo prometo.

- Entonces, te estaré esperando. - Dijo sonriente.

Finalizado nuestra conversación, me volví por donde había venido sin antes decirle una última cosa al detective. - See you later, Mr Holmes!

Dirigí por última vez mi mirada hacia él e inconscientemente le sonreí, sorprendiendo al detective de aquel gesto, que había estado oculto en mi corazón durante mucho tiempo. Sin llegar a creérmelo, volví mi vista hacia la dirección de dónde vine y me marché de Baker Street sin dejar de sonreír de dicha.


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