Capítulo 19
El camino del infierno está asfaltado de buenas intenciones.
Nietzsche.
Tras ver la partida de Sherlock, quien iba directo a Scotland Yard para interrogarlo. Me sequé las lágrimas, usando la manga de mi chaqueta y me separé de John. Miré seriamente a John y le contesté:
- John. Ve a Scotland Yard, yo tengo que ir a informar a Mycroft de lo sucedido. Es posible que con su ayuda podamos sacar a Sherlock de este embrollo.
- ¿Embrollo? - respondió atónito su amigo. - (T/N). Ha matado a una persona. Si por un casual, se liberase de ir a prisión. Eso no evitará el hecho de que haya arrebatado la vida de una persona. Se suponía que lo íbamos a arreglarlo juntos, pero por desgracia, el muy idiota ha preferido sacrificarse y mancharse las manos de sangre. Y lo peor de todo es que todo ese peso solo lo cargará él, cuando debería de ser los tres. - Dijo con la mirada dolida.
- Eso no es verdad, John. Yo también cargo ese peso sobre mis hombros. - Me llevé mi mano sobre mi pecho, pero John me respondió moviendo su cabeza, negando sobre lo que había dicho.
- No, (T/N). Estas muy equivocada. Lo dices porque estabas con él, pero tú misma lo dijiste. Tú ibas a dispararlo, pero Sherlock te detuvo y fue él quien lo hizo en tu lugar. Quien se manchó las manos de sangre fue Sherlock, no tú. El peso que tú sientes no es el mismo que siente él. - Bajé mi mirada. Me sentía impotente ante esta situación, pero sabía que no podía rendirme y menos ahora por lo que va a suceder en estos próximos días. - Desconozco lo que ha sucedido dentro de la mansión mientras iba a por los agentes, pero sea lo que sea que haya sucedido, seguro que lo hizo para protegernos. Regresemos a Londres juntos y cuando me baje a Scotland Yard, tú iras en busca de Mycroft.
- No. - Rechacé la propuesta de John. - Como dije antes, es mejor que vayas tú solo a Scotland Yard. Yo, de ahora en adelante iré por libre.
- ¿(T/N)? - exclamó sorprendido. - Esta bien, pero prométeme que nos veremos en Scotland Yard junto con el hermano de Sherlock.
- Lo haré.
Ambos regresamos a pie al pueblo más cercano, la única diferencia es que yo adelanté su paso de manera que yo llegué antes y cogí el primer carro hacia Londres, donde iría directo a la casa de Mycroft. Pero antes de aquello, me fui a un puesto de policía, donde tenían un telégrafo para así poder contactar de manera urgente con Mycroft, explicándome todo lo que había sucedido.
Tardé unas cuantas horas, a pesar de pedirle al cochero que fuese lo más rápido posible con una buena propina de compensación. Cuando llegué a Londres, ya se podía ver con claridad los primeros rayos de sol. Al llegar a la casa del hermano de Sherlock, Mycroft ya estaba saliendo de su vivienda con una mirada seria, entró en el coche que él había llamado. Yo, en cambio, me bajé del coche, le entregué el dinero al cochero y entré en el carro de Mycroft en seguida.
- A Scotland Yard. - Ordenó Mycroft. - Y que sea rápido. - Me dirigió una mirada fría hacia mi dirección y con un tono serio me preguntó: - ¿Lo que me has enviado es eso cierto?
- Estoy completamente segura que Moriarty, es decir, el profesor William James Moriarty entrará en acción, tras el anuncio de su identidad como el Señor del Crimen en todos los periódicos que el propio Milverton ha designado.
- En otras palabras, si mi hermano Sherlock no sale impune de esta. Todo Londres caerá en llamas y será un completo caos.
- Además de que todos verán a William como un enemigo público y...
- La única persona que puede derrotarlo es mi hermano como él lo tenía planeado.
- Así es.
- (T/N), no tienes de qué preocuparte. Lo tengo todo solucionado. He estado al corriente de la investigación y todo concluye en... - me sorprendí enormemente al oír las palabras de Mycroft sobre la conclusión de la investigación del caso del asesinato de Milverton a manos de Sherlock. Y estoy muy segura que cuando Sherlock lo escuche también se sorprenderá, lo único que, es muy probable que a John no le anime a la conclusión que han llegado.
Finalmente, ambos llegamos a Scotland Yard. Entramos al edificio y nos dirigimos directamente hacia la sala de interrogatorios, donde nos encontramos por el pasillo a John, quien se veía completamente nervioso y sudado. Lo que me hace suponer que no hace poco acababa de llegar.
- John. - Me fui a donde se encontraba él, quien se giró al escuchar mi voz.
- (T/N) has llegado.
- Buenos días, Doctor Watson. - Lo saludó sin dejar su seriedad a un lado. John se veía nervioso al ver al hermano mayor de Sherlock, pues no es de extrañar por todo lo que ha sucedido hace unas cuantas horas.
- ¡Sr. Mycroft!
- (T/N) me lo ha explicado todo. Lamento que el tonto de mi hermano le haya causado serios problemas.
- ¡No, no es lo que parece! Todo es tan confuso que de alguna forma ha terminado involucrándose en un asesinato. Antes de que terminase de aquel modo, escuchamos disparos en el interior de la casa y yo me tuve que marchar a llamar a la policía de la zona. En ningún momento pensé que terminaría de ese modo. ¿Por qué? ¡¿Por qué tiene que ser tan egoísta?! - John seguía frustrado por la decisión de Sherlock de que él no se involucrase en el caso. Yo, en cambio, permanecí al lado de Mycroft sin poder hacer nada, pues no tenía ni idea de cómo calmarlo.
- Lo primero que debe hacer ahora es calmarse, Dr Watson. Debo suponer que (T/N) le comentaría algo sobre el por qué estoy aquí.
- Así es.
- Entonces, venga conmigo si quiere mientras hablo con mi hermano. - John se unió a nosotros en nuestro camino a la sala de interrogatorios. Al llegar a la sala, nos encontramos al Inspector Lestrade y a Patterson, al fondo de la sala se encontraba Sherlock sentado en una silla con las muñecas todavía esposadas.
- ¡Sr. Holmes! - exclamó sorprendido Patterson.
- He escuchado que este no es un caso que deba saber cualquier oficial de Yard, pero sí el propio Inspector jefe. - Dijo Mycroft.
- Así es. - Le respondió. Escuché un quejido de molestia, quien solo podía ser de Sherlock. Es obvio que no le agrada la presencia de su hermano y menos en su situación actual.
- No recuerdo el haberte pedido tu ayuda. Se puede saber, ¿por qué te has molestado tanto en venir hasta aquí? - Con paso firme, su hermano mayor se acercó a él. Posó su mano sobre la mesa con brusquedad y con una mirada totalmente molesta, le respondió:
- ¿Entonces esta es la actitud de un asesino? Nunca pensé que harías algo tan estúpido, Sherlock Holmes. - Sherlock no dijo nada al respecto. - Con toda la inteligencia que tienes y lo único que haces es joderlo todo. - Se cruzó los brazos molesto, mientras lo regañaba con seriedad.
- ¿Acaso siquiera conoces a tu propio hermano? Ese tipo no podía ser arrestado, era intocable y sólo había una opción. Se podría decir que lo hice por el bien de una persona, al final yo tomé la decisión. ¿Me estás diciendo que sienta pena por matarlo y me disculpe por ello? - Sherlock. Comprendo que no te arrepientas por haberlo matado. Pero, aun así. Observaba la situación sin interrumpir en ningún momento la conversación que tenían ambos hermanos.
- ¿Quieres decir que lo mataste porque sentías la gran responsabilidad de hacerlo aun cuando eso te pondría muchas limitaciones, ¿cierto?
- Si de limitaciones, te refieres a que no podré cumplir con mi cometido de capturar al Señor del Crimen. Eso es un hecho. - Dijo mostrando sus ataduras. - Aunque, claro. Siempre puedes atraparlo tú.
- Lamento decirte que capturar al Señor del Crimen es tu papel, no el mío. Pero, no es por esta razón por la que estoy aquí. Escúchame con atención, Sherly. Afortunada o desafortunadamente, tu asesinato se ha convertido en la escena de un crimen perfecto.
- ¿Qué? - exclamó sorprendido su hermano. Al igual que los inspectores. - Me pregunto si eso es porque no han encontrado el cuerpo aún.
- Así es. Esta es la explicación de la situación actual. - Comenzó a explicar todo lo que me contó durante nuestro trayecto. - Primero, no había testigos en la escena. Salvo la de la Srta. Smith. Segundo, no hay ninguna evidencia como manchas de sangre que demuestren lo que ha ocurrido y tercero, no se ha encontrado ningún cadáver. Hay suficientes detalles para creer la posibilidad que contaste de él cayendo al mar después de recibir un disparo. Sin embargo, a pesar de haberlo buscado de manera exhaustiva durante toda la noche, aún no lo han encontrado. Es decir, sin la presencia del cuerpo. Tanto tu confesión como la de la Srta. Smith, quedan inválidas y no te pueden hacerte responsable de un homicidio. Además, la villa de Milverton se quemó trágicamente y su destino queda envuelto en un gran misterio imposible de entender. En otras palabras, tú solo estás diciendo que lo mataste.
- ¿Lo dices en serio? - preguntó su hermano incrédulo.
- (T/N) me avisó por telegrama todo lo que había ocurrido, así que antes de que ella llegase me fui a Yard a mirar los informes y confirmar ese hecho. Mientras no se encuentre el cadáver, no se te podrá declarar culpable en el juicio. - ¡Espera! ¿Se marchó a Yard antes de mi llegada? ¿Por qué no me avisó de antemano y quedar en el propio Yard? ¡Argh! Esto pasa por no tener un medio de comunicación eficiente.
- No podemos confirmar que usted haya asesinado a esa persona si no hemos encontrado ningún rastro de sangre en la escena y, muchísimo menos, podemos culparle de dicho cargo sin haber encontrado el cadáver. Es muy posible que siga vivo en primer lugar. - Oh, believe me! Ese hombre está muy bien muerto. - Tal como está la situación, dudo que vayan a procesar el caso.
- Así parece. - Mycroft se sentó en frente de su hermano. - Tu detención será aquí durante la investigación. Así que, mientras tanto, te estaré observando.
- ¡Un momento! ¿¡Eso quiere decir que!? Ante esta situación, John podrá casarse sin ningún problema con Mary y yo podré capturar al Señor del Crimen. ¡¡Esta es la mejor de las suertes!! - exclamó completamente emocionado, mientras que yo me quedaba estupefacta. Cosa que mi expresión no pasó desapercibido. - Tengo que perseguirlo. ¡Él es realmente un genio criminal! - La puerta se abre de golpe, mostrando a un John completamente molesto. - ¿John?
- ¡¡Sabía que dirías eso!! - entró molesto. - ¡Pero nada de esto está bien en absoluto! ¿Acaso no eres capaz de comprender lo que acabas de decir?
- ¿Eh? ¿Pero, no te alegra por cómo ha terminado?
- ¡¡Escucha lo que estás diciendo!! ¿De verdad crees que está bien matar a la gente siempre que sea un crimen perfecto? ¡¡Si puedes decir algo así, no eres diferente del Señor del Crimen!!
- ¡Vamos, John! El crimen perfecto se acaba de producir. Milverton está muerto y ya no puede amenazaros a ti ni a Mary. Así que, ¿no veo el por qué no debamos alegrarnos por ello? - Yo intentaba manejar mi enfado, apretando mis puños, en cambio, John no pudo contenerse más y tiró la mesa al suelo.
- ¡Maldita sea, Sherlock! ¡No sé por qué no pareces entenderlo! Me dijiste que era tú amigo. - Sherlock no comprendía muy bien el modo por el que se estaba comportando su amigo. - ¡¡Bueno, pues es lo mismo para mí!! ¡Yo también te considero tu amigo y es exactamente por eso que no podía permitir el que cometieras un error así, Sherlock! - Agarró el cuello de su chaqueta y lo levantó de la silla. - ¡Nada de esto está bien! ¡Si lo piensas bien, aunque sea un poco, sé que puedes entenderlo! ¡¡Ahora eres un asesino!! ¡¡No sólo te sacrificaste por mí, sino también a (T/N)!! ¿¡Acaso pensaste por un maldito momento cómo nos sentiríamos que hicieras algo así!? ¿¡Has pensado cómo se sentiría ella en el momento en que apretaste el gatillo!?
- John... - Sherlock se fijó en nuestros rostros llenos de dolor y frustración, debido a sus acciones.
- En este caso, nunca fuimos socios. ¿Por qué lo hiciste todo por tu cuenta? - Se deshizo de su agarre y se dio la vuelta para no mirar más a su amigo. - Te dije que "cuando entras a la cárcel, estás en la cárcel". ¿Por qué no recibí una consulta al respecto? - Sherlock no respondió a su pregunta. - Incluso si quedas en libertad sin un juicio, eso no significa que el pecado se vaya a desvanecer. ¡Tienes un compromiso moral de por vida! ¿Cómo te castigarás a ti mismo? ¿Cómo lidiarás con todo ese peso sobre tu espalda? - John se vuelve hacia él para volver a regañarlo. - ¿Qué demonios se supone que haga ahora para ayudarte? ¡Maldita sea, Sherlock! ¡¡Nunca estuviste solo!! - Sin más dilación se marchó de la habitación. Entonces, todo lo que me estaba guardando, ya no lo pude contenerlo más.
- John, yo solo... - Sherlock se sorprendió al ver cómo me acercaba a pasos sigilosos. Entonces, levanté la mano, completamente cerrada. Sorprendiendo a todos los presentes, incluido Sherlock, quien por un momento alzó las manos a modo de protección, pero nunca recibió el guantazo. Bajé mi puño resentido, pues era incapaz de hacerle daño a la persona que amaba. Alcé mi mirada hasta quedarnos cara a cara y al notar como la mirada de Sherlock cambiaba, supe que al fin había comprendido lo que había hecho. - (T/N), yo... - Su tono de voz sonaba arrepentido, pero ya era demasiado tarde.
- Ni se te ocurra decir que lo sientes, Sherlock. Ya es demasiado tarde para lamentarte. Cuando me detuviste, cuando apretaste el gatillo y disparaste a bocajarro a Milverton. Nunca pensaste en ni un solo segundo cómo me sentiría al respecto. ¿Nunca pensaste en la posibilidad de que quería evitar por todos los medios que te manchases las manos de sangre? Nadie gana matando a una persona, Sherlock. Al final, entraste de lleno en su juego y perdiste.
- ¿Qué? - exclamó inaudito.
- Good bye, Sherlock Holmes. - Me despedí de Sherlock y del resto. Salí de la sala de interrogatorios y me marché junto con John, dirección a Baker Street. Mientras caminábamos por los pasillos del Yard, nos cruzamos con un agente de policía apurado que llevaba consigo el periódico matutino. Por su reacción, deduzco que será la noticia donde anuncian la verdadera identidad del Señor del Crimen. El acto final de esta obra ha comenzado y conociendo a William, ya habrá comenzado a actuar.
Al salir a la calle, nos percatamos del revuelto que había, debido a la sorprendente noticia que anunciaban en las portadas de todos los periódicos matutinos de todo Londres.
- ¡¡Extra, extra!! ¡¡Finalmente la identidad del Señor del Crimen ha sido revelada!! - anunciaban los vendedores de periódicos en voz alta para atraer a los transeúntes de la zona.
Todos los que pasaban por allí fueron atraídos por la sorprendente noticia, consiguiendo que vendieran al instante todos los periódicos.
- ¿Qué es todo ese revuelto? - preguntó sorprendido John al ver cómo la gente se amontonaba por conseguir un ejemplar del periódico.
- Parece ser que Milverton cumplió con su cometido.
- ¿A qué te refieres con su cometido?
- Al de anunciar la identidad del Señor del Crimen en todos los periódicos si se diera el caso de que el falleciese o desapareciese en extrañas circunstancias.
- ¡¿Qué?! - exclamó atónito. - ¿Eso quiere decir...?
- El agente que vimos pasar apresurado con periódico en mano minutos atrás, se dirigía a la sala de interrogatorios para avisar de la noticia al Inspector jefe Patterson, a Lestrade y de paso a Sherlock. Pero, algo me dice que había algo más que un simple anuncio de su identidad.
- Explícate. - Preguntó confuso.
- Creo que él ha comenzado a actuar y cuando me refiero a actuar, me refiero a eliminar a la gente que tiene en su lista negra. A la aristocracia.
- ¡No puede ser! Pero, eso provocará un enorme caos en la ciudad.
- Esa es la idea.
- ¿Qué?
- Si quiere lograr su objetivo, tiene que convertirse en el villano de esta obra y la única forma de detenerlo es eliminándolo.
- (T/N). Tú y Sherlock lo visteis, ¿verdad? Es más, tú sabías quien era desde el principio. Por favor. Dime quien es. - John me suplicó que le dijera de quien se trataba y como el mundo ya conocía su identidad, ya no tenía la necesidad de ocultarlo más.
- La persona quien se esconde detrás de la máscara del Señor del Crimen es el Profesor William James Moriarty.
Cuando llegamos a Baker Street, la Sra. Hudson abrió la puerta nerviosa con periódico en mano. - Sherlock, John, (T/N). ¿Os habéis enterado? ¿Eh? - La Sra. Hudson se percató de la ausencia de Sherlock. - ¿Dónde está Sherlock?
- En Scotland Yard. - Respondimos ambos.
- ¡¿Qué?! ¿Por qué? - preguntó preocupada. Ambos entramos en la vivienda y nos reunimos en el salón de abajo para hablar con mayor comodidad todo lo que había sucedido en la vivienda.
- En un principio, Sherlock se entregó a la policía por haber asesinado a Milverton. - Le respondí con sinceridad.
- ¡¿Qué?! ¡Sherlock ha matado a Milverton! ¿Por qué no lo detuviste, John? - preguntó molesta.
- No pude. Cuando llegamos a la villa, oímos unos disparos en el interior de la vivienda, así que yo tuve que marcharme a ir en busca de la policía. Donde sólo Sherlock y (T/N) estuvieron cara a cara con él.
- ¿Entonces si es así, por qué no lo detuviste? - ahora su mirada se enfocaba hacia mi dirección. Podía ver claramente su mirada llena de sorpresa al saber que era la única persona capaz de detenerlo y no lo hice.
- Porque Sherlock me detuvo.
- ¿Cómo que te detuvo? - preguntó perpleja.
- Yo iba a disparar a Milverton, pero Sherlock me detuvo y en el momento que Milverton se iba a escapar, Sherlock lo disparó varias veces antes de que su cuerpo callera del balcón.
- ¿No puede ser? - me miró perpleja al escuchar lo sucedido.
- Lo siento. - Ambos se sorprendieron al escuchar mi disculpa. - Por mi culpa, Sherlock se ha tenido que mancharse las manos de sangre y ahora tiene que asumir el peso de toda esa culpa él solo.
- (T/N), no es culpa tuya. - La Sra. Hudson me abrazó a modo de consuelo.
- Pero lo es y, lo peor de todo es que hay una persona que acaba de caer en el hoyo de la desesperación.
- ¿Qué quieres decir (T/N)? - preguntó preocupada la Sra. Hudson.
- Eso, explícate.
- Lo único que puedo deciros es que no conocéis las verdaderas intenciones de William, más conocido como el Señor del Crimen. Pero eso os lo contaré todo a su debido tiempo.
- ¿(T/N)? - exclamaron preocupados ambos.
- Yo me iré a cambiarme. John, es mejor que te cambies y vayas con Mary para contarle que todo se ha solucionado. Yo necesito descansar. Que nadie me moleste, quiero estar sola. - Salí del salón y subí por las escaleras, donde me marché directo a mi habitación. Donde estuve la mayor parte del tiempo durmiendo hasta que llegó la noche. Durante todo ese periodo de tiempo, nadie me molestó, pero podía escuchar los pasos de la Sra. Hudson cerca de mi puerta. En una de las ocasiones, noté el sonido de una bandeja. Cuando abrí la puerta de mi habitación, ví una bandeja de plata con dos bocadillos y una taza de té con leche. Aquel tentempié recobró un poco mis fuerzas, pues esta noche no sería una noche tranquila, ya que él ya había llegado a Londres.
¿Cómo lo sé? Muy simple. Escuché nuestro reclamo de cuando fuimos compañeros en aquella misión, de cuando me enviaron a los EEUU.
Tuve que esperar hasta la medianoche para salir y reunirme con Billy. Me volví a ponerme la ropa de antes y salí a la calle desde la escotilla de la casa. Di la señal para reunirnos en el callejón que había cerca de aquí y con ayuda de una cuerda con un garfio, bajé del tejado. Lo recogí y lo guardé en la bolsa que llevaba conmigo.
- Sigues tan bella y cauta como siempre, Autumn. - Escuché la voz jovial de mi compañero.
- Y tú sigues siendo tan zalamero como siempre, Billy. - Me giré para ver al joven de pelo rubio-castaño.
- Te echaba de menos y lamento lo de Arthur. - Me abrazó con cariño, cosa que lo agradecí por todo lo que estaba sucediendo y le devolví el abrazo.
- Gracias Billy, lo necesitaba y, con respecto a Arthur, ya lo superé hace un tiempo. Pero eso no quiere decir que lo haya olvidado. - Me separé de su abrazo y posé mi mano sobre mi pecho. - Porque él siempre estará aquí.
- Autumn. - Ambos permanecimos un momento en silencio hasta que Billy lo rompió. - Vayamos a dar un paseo.
- ¿A estas horas? - Enarqué una de mis cejas a modo de ironía. - ¡Qué romántico!
- Ya me conoces. Aunque, lamento que no sea tan romántico como Romeo. ¿Nos marchamos? - me mostró su mano y con gustó lo agarré. Me coloqué la capucha y nos marchamos por las callejuelas de Londres hasta llegar a una caseta vacía que se encontraba cerca del Támesis. Ya estando dentro de la caseta, comenzamos a hablar seriamente.
- Lo que decía en tu carta, ¿es cierto? ¿Quieren reclutar a Sherlock?
- Así es, aunque por lo que he notado al llegar a Londres. Parece ser que anda bastante ocupado con el asunto del Señor del Crimen y más al revelar su identidad en los periódicos. ¿Quieres un trozo? - Me ofreció un trozo de manzana que había cortado con su navaja.
- Gracias. - Cogí el trozo y le di un pequeño mordisco. - Además, al ser revelado su identidad. Ha comenzado a actuar de manera más despiadada que antes y va eliminando a todos los aristócratas de la ciudad, muchos de ellos lores de la cámara.
- Autumn, ¿puedo hacerte una pregunta?
- Sí, eres libre de hacerlo.
- ¿Has estado en contacto con el Señor del Crimen? - me preguntó serio.
- Sí y no solo eso. Cuando lo conocí por primera vez, me invitó a que me uniera a su grupo. - Los ojos de mi compañero se abrieron como platos ante la sorpresa de aquel dato importante.
- Eso quiere decir que desde un principio sabías de su identidad y no hiciste nada para detenerlo. - Me miró serio.
- Por aquel entonces, seguía trabajando para el gobierno. Para ser más exactos, era la mano derecha del hermano de Sherlock, Mycroft Holmes; y hubo cierto incidente que nos obligaron a mí y al Sr. Holmes mantener oculto la identidad del Señor del Crimen.
- ¿Qué clase de incidente era para obligaros a mantener la boca cerrada? - preguntó curioso.
- Uno bastante grave. - Lo miré con seriedad y con aire amenazante.
- Lo pillo. Información clasificada. - Alzó sus manos a modo de rendición para no continuar con aquella conversación. - Bueno, volviendo con el Señor del Crimen, debo suponer que conocerás sus verdaderas intenciones.
- Supones bien y es por eso que necesito tu ayuda.
- ¿Qué quieres que haga?
- De momento nada, ya que no tengo ni idea de cómo finalizará todo este asunto, pero llegado el momento. Por favor haz todo lo que te pida.
- Autumn, ¿de qué tienes miedo? - me preguntó preocupado.
- Tengo miedo de perder a la persona, que es importante para mí, y a la persona, que lo veo como a un igual.
- No me digas... - murmuró preocupado mi compañero para luego mostrar una sonrisa llena de confianza. - De acuerdo, llegado el momento te ayudaré en todo lo que esté en mi mano, mientras deambularé por las calles de Londres para mantenerme informado sobre el asunto del Señor del Crimen.
- Gracias por aceptar mi ayuda.
- No tienes por qué darlas, al fin y al cabo, eres como la hermana pequeña que nunca tuve.
Tras nuestra pequeña reunión nos volvimos a separar, yo regresé a Baker Street, donde me mantuve en espera y me mantenía informada de la serie de asesinatos producidos por William en estos últimos dos días, quien había asesinada a por lo menos veinte personas, de entre ellos, el duque de Gloucester, quien iba a ser uno de los herederos del trono. Debía salir a la calle, de manera discreta, debido al amontonamiento de personas que se reunían en la puerta de la casa, y así reunirme con él en un pub, vestida de hombre, para que nadie me reconociera. Gracias a la información de los periódicos y las que recababa Billy, supe que William se estaba hundiendo poco a poco en la más profunda desesperación, además del enorme caos que se estaba formando en la cuidad.
- Gracias por mantenerme informada, Billy. - Volví a agradecer a mi compañero, por todo lo que estaba haciendo.
- No tienes por qué darlas, además algo me dice que quieres visitar a Sherlock, ¿no es así? - Me guiñó un ojo. - Por eso te he traído esto. - Me entregó una enorme caja.
- Billy, ¿qué es esto? - pregunté sorprendida.
- Sólo es un bonito vestido para que te la pongas en ocasiones especiales.
- ¡¿Qué?! - exclamé atónita. - Billy, no hacía falta que me hicieras ese regalo.
- Créeme, me lo agradecerás algún día. Bueno, ¿vas a probarte el vestido? - dijo sonriente.
- No, este vestido me lo reservaré.
- Deberías ponértelo ahora. - Me extrañaron sus palabras, pero su sonrisa me decía que confiase en él. - Confía en mí y no te preocupes, cerca de aquí hay un hotel que me he acabado de alojarme para que puedas cambiarte con tranquilidad.
- ¿Qué? - Billy me agarró de la mano y me arrastró hasta el hotel, donde varias personas fijaron sus miradas en nosotros, ya que Billy se había olvidado por completo que seguía vestido de hombre.
No tuvimos ningún problema, al respecto, al ir en la habitación del hotel donde se hospedaba, salvo las miradas discriminatorias de las personas. Por suerte, solo era eso. Miradas. Aun así, me resultó bastante incómoda que nos miraran de aquella forma.
Ya estando dentro de la habitación, me coloqué detrás de un biombo y comencé a desvestirme y quitarme el vendaje que ocultaba el tamaño de mis senos. Como ya llevaba puesto mi ropa interior, lo único que tenía que hacer es ponerme el corsé, que había en la caja junto con el vestido y los zapatos que me había comprado. El vestido tenía tonos azulados con rosas azules bordadas en las telas de la falda y la chaqueta. Me arreglé el cabello con un doble moño trenzado bajo y me pinté un poco los labios. Ya vestida por completo, salí del biombo y le mostré el vestido a Billy.
- ¿Qué tal me queda? - pregunté avergonzada.
- Estás preciosa. Y ahora debes marcharte, tu carro te espera. - Dijo inclinándose como si de un caballero se tratase.
- Billy, ¿hay algo que no me has dicho?
- Es posible que haya oído algo sobre que la Reina pide la ayuda del detective Sherlock Holmes para resolver todo este revuelto, así que para una ocasión tan especial como esta, te he comprado este vestido para tu reencuentro con él en Buckingham Palace.
- ¡¿Qué?! ¡¿Y me lo dices ahora?! - exclamé nerviosa.
- Rápidamente, bajamos al piso de abajo. Esta vez con las miradas llenas de sorpresa de la gente al verme. Inmediatamente entré al coche que Billy había pedido mientras me estaba cambiando de ropa y le pedí que me llevase a Buckingham Palace. Cuando llegué allí, John ya estaba esperando cerca de la entrada del palacio y se sorprendió al verme allí tan arreglada.
- (T/N), ¿dónde has estado y de dónde has sacado ese vestido? - preguntó sorprendido.
- Es largo de explicar, ya te lo explicaré más tarde, ¿y Sherlock? - pregunté nerviosa.
- Aún no ha llegado. ¿Nerviosa?
- Un poco. - Respondí sonrojada.
- Tranquila, estoy seguro que todo se va a solucionar.
- Gracias John por el consuelo. Lo necesitaba. - Le sonreí con dulzura.
- ¿Os hice esperar? - Ambos escuchamos la voz de Sherlock, quien se encontraba a unos pasos enfrente de nosotros. Antes de volver a hablar, Sherlock se fijó un momento en mí, quedándose embelesado por mi presencia. Sin llegar a oír lo que había murmurado, entonces comenzó a hablar. - Antes que nada, hay una cosa que debo deciros a los dos. - De pronto, se inclinó y con una mirada arrepentida se disculpó. - (T/N), John. Lo siento. Debido a mi forma de ser, pensé primero en vosotros y luego actué de tal forma que al final terminó lastimando a ambos. Debí haberlo pensado un poco mejor. ¡No! Debí haberlo pensado con mayor profundidad. Hasta ahora, no he cuidado bien de mí mismo y nunca me importó hacerlo. Nunca me importó lo que me ocurriese y con lo de Milverton, lo único que pensaba era en vuestra felicidad sin pensar en mi bienestar, pero ambos me abristeis los ojos. Descubrí que la verdadera amistad no tiene solo un camino y estoy seguro de que yo os necesito a los dos a mi lado, al igual que vosotros me necesitáis a mí y es por eso que mientras existan personas en este mundo que valoren tanto de ese modo a alguien como yo, que debo cuidar más de mí mismo. Así que, a partir de ahora me cuidaré mejor por vosotros. ¡Os lo prometo!
- Sherlock. - Murmuré conmovida por sus sinceras palabras.
- Me alegro que al fin te hayas dado cuenta. - Dijo feliz su amigo. - Levanta la cabeza, Sherlock. También tengo algo que decirte. - John se quitó su sombrero, donde lo colocó sobre su pecho. - Mary y yo te damos las gracias por salvarnos de Milverton, Sherlock y me gustaría seguir hablando con calma sobre esto, pero no tenemos mucho tiempo y estoy seguro que (T/N) querrá decirte algo. - Sherlock fijó su mirada en mí, lo cual me sentía completamente nerviosa. Me acerqué un par de pasos hacia él hasta quedar por completo a su lado y le deshice el nudo de su corbata, que claramente estaba mal hecho. - Sigues siendo un completo desastre a la hora de hacerte el nudo.
- (T/N). - Exclamó avergonzado.
- Yo... Lo siento. - Aquella disculpa lo sorprendió enormemente.
- ¿Por qué te disculpas? Fui yo quien os hizo daño. Quien te hizo daño. - Al terminar de hacerle el nudo de la corbata de manera impecable, Sherlock agarró ambos manos sobre las mías con delicadeza, haciendo que levantase mi mirada para fijarme en la suya. - (T/N)... Te prometo que... tu y yo tendremos esa cita.
- ¿Eh? ¿Qué? - Sentí como el calor invadía por mis mejillas y escuchaba con claridad una pequeña risa por parte de John.
- Bueno, será mejor que entremos ya al palacio. No hagamos esperar más a su majestad.
Ambos no separamos y antes de entrar le di un último consejo a Sherlock. - Creo que estarías mejor con el pelo completamente recogido, no olvidemos que vamos a estar delante de la reina.
- Cierto. Gracias, (T/N). - Me sonrió con dulzura y comenzó a recogerse mejor el pelo con un recogido bajo que despejaba totalmente su rostro. Ahora Sherlock se veía imponente. Perfecto para la ocasión.
Los tres nos adentramos en los pasillos del palacio hasta llegar a la cámara, donde en la entrada se encontraba el hermano de Sherlock, custodiándolo. Mycroft simplemente nos hizo un gesto, invitando a que entrásemos a la cámara, donde se encontraba varios nobles, de entre ellos, lores del Parlamento y en el centro se encontraba la Reina Victoria, sentada en su trono.
En este momento de crisis nacional. Sherlock Holmes, John H. Watson y (T/N) Smith han venido. - Anunció la Reina.
- Es un honor conocerla, su majestad. - Dijo complacido Sherlock.
Lo que ocurrió dentro de la cámara fue, en resumen, aceptar la petición su majestad de capturar al Señor del Crimen, con una condición que Sherlock presentó ante la sorpresa de todas las personas que había allí. Al terminar la reunión, salimos de la cámara.
- Sherlock, me parece que es una buena idea el haberte comprometido con la petición de su majestad. Pero, ¿por qué presentaste una condición como esa? - preguntó sorprendido su compañero. - ¿Hay algo que no me hayas dicho aún?
- Sobre eso John... - Iba a responderle, pero fuimos interrumpidos por un Inspector Lestrade preocupado, que acababa de llegar al palacio.
- ¡Holmes! ¡Dr. Watson! ¡Srta. Smith! ¿Cómo ha ido la reunión? He podido ver que había una gran cantidad de carruajes con escudos de armas ahí afuera, lo que parece ser los miembros del Parlamento han estado presentes en la reunión. - Preguntó nervioso.
- Le pido disculpa, Lestrade. - Se acercó Mycroft hacia nosotros. - No es posible hablar del contenido de la reunión debido a que está clasificada como secreto de Estado. - Lestrade sintió impotencia al no poder saber nada al respecto, así que lo animé contándole el propósito inicial de la reunión.
- Pero, podemos decirte que la Reina le ha ordenado a Sherlock a que capture al Señor del Crimen.
- Gracias, Srta. Smith.
- Se les enviará a Yard una notificación de seguimiento. Me gustaría que ayudaseis a mi hermano en todo lo posible en caso de que hubiese una emergencia. - Dijo Mycroft. - Sin embargo, Sherly. Parece que te has involucrado en algo grande.
- Tal y como está la situación actual, se me ha dado la oportunidad de salvar a Liam, otra oportunidad como esta no volverá a ocurrir. Si no puedo cambiar nada aquí, significa que es el fin de este país. - Respondió Sherlock a su hermano.
- Je... Así que ahora también comprendes sus verdaderas intenciones. Aunque, deduzco que en parte ha sido gracias a ella, quien te ha alumbrado por ese camino. - Me miró de reojo sin borrar aquella sonrisa suya. - Si algo es cierto, es que tanto nobles como miembros de la cámara de los comunes fueron tomados por sorpresa. Yo me encargaré de la coordinación de ambos. Ellos están en una posición en la que solo ven la eliminación del Señor del Crimen. Pero, creo que puedo manejarlos incluso con las condiciones que has presentado. - Sacó un cigarrillo y lo encendió con una cerilla. - Como resuelvas esto es tu elección. Yo no puedo detener lo que ya has decidido hacer, así que puede hacer lo que quieras. Sin embargo, si estás pensando en renunciar a tu propia vida para unirte a la de él... - Sherlock desvió su mirada hacia mi dirección, quien me mostraba preocupada por las palabras que había dicho su hermano. Volvió a despeinarse como suele tenerlo y se quitó la corbata, para luego responderle con tono decidido.
- No necesitas preocuparte por eso, yo soy diferente a él. - Sherlock reanudó su camino, dejándonos atrás, pero en seguida le seguí su paso.
- Si es así, entonces no debo preocuparme. Simplemente, no mueras. Sherlock. - Fue lo último que escuchamos de Mycroft antes de salir del palacio.
Antes de que Lestrade y John nos alcanzase. Agarré la mano de Sherlock con firmeza y con voz clara, pero sin que ellos lo oyeran. Le supliqué: - Sherlock, sálvalo. Salva a William.
- No tienes por qué pedírmelo, sabes que lo haré. - Respondió con determinación.
- Y no hagas ninguna estupidez.
- Sabes que no lo haré. - Bufó molesto.
- Prométemelo. - Me puse delante de él, cortándole el paso. Estaba muy preocupada por lo que iba a pasar entre Sherlock y William, y lo que no quería es que aquel sueño se hiciese realidad.
- Te lo prometo. - Sherlock me miró serio, pero aquel gesto para mí no era suficiente. Así que opté por algo más significativo. Me quité el colgante, donde tenía mi anillo de compromiso. Agarré la mano de Sherlock y le entregué en mano mi anillo.
- Si de verdad vas a cumplir mi promesa, guarda hasta entonces mi anillo y me lo devolverás cuando todo esto haya acabado. - Sherlock abre con cuidado su mano y observa sorprendido el anillo que tan cuidadosamente lo había guardado.
- (T/N), yo no... - No le salían las palabras para expresar lo que había hecho.
- Por favor, Sherlock. Es lo único que te pido.
- Lo haré. Te lo devolveré cuando haya resuelto el problema de Liam. - Me enseño el anillo por última vez y se lo guardó en el bolsillo interno de su chaqueta.
Al salir del palacio, nos despedimos del Inspector Lestrade antes de subir a un carro de vuelta a Baker Street.
- Como su majestad te ha dado un decreto, las restricciones que tenías serán removidas de inmediato por medidas extrajudiciales. Lo que significa que puedes volver a Baker Street.
- Comprendo. Estaría bien si pudieras limpiar la sala de interrogatorios. - Dijo Sherlock por última vez a Lestrade, para luego dirigirse a nosotros. - ¿Volvemos a casa? - Ambos asentimos y nos montamos en el carro, que nos estaba esperando. Escuchando por última vez la voz de Lestrade, deseándole buena suerte a Sherlock.
Ya de regreso a casa, me fui directa a cambiarme de ropa. No sin antes escuchar a la Sra. Hudson decirme que un conocido mío me había traído una bolsa con la ropa que llevaba puesta antes sin hacer ninguna pregunta al respecto. Aunque era obvio que ella sabía que estaba haciendo mis propias investigaciones a espaldas de ellos dos. Cuando me había cambiado ya de ropa bajé a la sala de estar, donde me encontré a Sherlock hablando con John.
- ...No parecía que el Sr. Moriarty fuera una mala persona, así que si tu historia es cierta. ¿Entonces realmente salvó tanto a Whiteley como a la Srta. Adler?
- Así es.
Me senté en el sofá junto con John y yo me preguntó sobre él. - ¿Tú lo sabías verdad? ¿Qué el Sr. Moriarty es el Señor del Crimen?
- Así es. Pero no podía decir nada, al igual que Mycroft porque hicimos un trato con él tras lo ocurrido con Irene.
- Ya veo. Puedo comprender la idea de cambiar a mejor la estructura de este país haciéndolo desde la raíz, pero usar medios tan drásticos como el asesinato para lograr con su objetivo me parece algo intolerable. Sin embargo, si alguien me preguntase cómo ayudaría a las personas haciendo algo que no sea mal juzgado por la ley. Sinceramente, no sabría qué hacer. Ni siquiera sé que es lo correcto ahora mismo, impidiendo darte una respuesta adecuada.
- Entiendo lo que quieres decir, John y estoy seguro que si estuviera en la misma posición que la tuya, me sentiría igual. Salvo que hay una gran diferencia entre tú y yo. - Sherlock sonrió con sinceridad y nos respondió: - Que él es mi amigo. Tal como ambos fuisteis los adecuado para entender tantas cosas. Yo soy el adecuado para salvarlo. Esto es algo que solo yo puedo hacer y esta vez, tengo que ser yo quien se asegure de que él se dé cuenta de ello. Después de todo, es lo que hacen los amigos, ¿verdad?
- Escuchar eso me hace sentir aliviado. - Comentó John, emocionado por las sinceras palabras de Sherlock. - Para ser honesto, no estoy seguro si esta sea la respuesta adecuada, pero con esa gran mente que tienes. Estoy muy seguro que cualquier elección que hagas, sea la correcta.
- En ese caso, no estoy seguro de si mi mejor esfuerzo será lo suficientemente bueno. Así que pase lo que pase, quiero que confiéis en mí. Sobre todo, tú. John. ¿Puedes prometérmelo? - preguntó seriamente a su amigo.
- No hace falta ni que me lo preguntes. Yo siempre creeré en ti. - Respondió serio.
- Hay una cosa más que quiero pedirte.
- Lo sé. ¿Cómo quieres que escriba este caso en mi siguiente novela?
- Confío en tu buen juicio, John. Sé que harás un excelente trabajo.
- ¡Déjamelo a mí! Si arrestas al Señor del Crimen, lo escribiré como el malo, tanto en apariencia como en personalidad. De ese modo, todo el país conocerá al profesor Moriarty.
- Estoy deseando que eso llegue.
- Yo también. Espero con ansias cómo lo plasmarás. - Dije emocionada.
- Este caso tiene unas circunstancias bastantes particulares, lo que dificulta predecir el final. Pero, puedo decir en absoluta certeza es que Liam estará aquí al final del día.
- ¡¿Qué?! - Tanto yo como John nos sorprendimos ante aquella conjetura. A pesar de ser bastante predecible, debido a cómo se está dirigiendo la situación. Al haber concluido con la conversación, John se levantó del sofá. - Bueno, yo tengo que marcharme ya. He quedado con Mary. Os dejo a solas. Nos vemos. - Cogió su chaqueta y se marchó de Baker Street, dejándonos a Sherlock y a mí a solas. Por alguna extraña razón me sentía bastante nerviosa e incómoda.
- (T/N). - Me llamó de repente, Sherlock.
- ¡Sí! - contesté nerviosa.
- Acércate un momento. - Dijo con una mirada serena. Me acerqué lentamente a él avergonzada. Cuando me quedé frente a él, quien estaba sentado en su sillón, me cogió de improvisto y me obligó a sentarme encima de él.
- ¡Sher... Sherlock! ¿Qué... qué haces? - pregunté completamente nerviosa.
- Sólo quiero estar un rato contigo.
- Pero, podrías haberte acercado al sofá. Es mucho más cómodo que permanecer sentada sobre tus piernas.
- No me importa.
Ambos permanecimos en silencio sin decirnos nada. A pesar del silencio, no se sentía para nada incómodo. Yo por mi parte, posé mi cabeza sobre su hombro, mientras que Sherlock agarró mi mano con delicadeza sin dejar de acariciarme suavemente con su dedo pulgar.
- Sherlock, ¿te acuerdas de la promesa que nos hicimos? - pregunté sin previo aviso a Sherlock, sin dejar de acariciarme la mano.
- Sí.
- ¿Puedes sacar un momento el anillo?
- Claro. - Quitó su mano de mi espalda y sacó del interior de su chaqueta el anillo. - Aquí está, ¿quieres qué te lo devuelva? - preguntó extrañado.
- No, no es eso. Es solo que... - cogí el anillo, desabroché el colgante y se lo coloqué sobre su cuello. - Prefiero que lo lleves en un lugar mucho más seguro que en el bolsillo de tu chaqueta.
- Ya veo. - Noté como su mano soltaba la mía y lo acercaba poco a poco a mi mejilla, pero lo interrumpí.
- Sherlock. Por favor, no hagas ninguna locura. - Le volví a suplicar, pero esta vez con lágrimas en los ojos.
- Sabes que no lo haré. (T/N), ¿de qué tienes miedo? - me preguntó preocupado, secando una de mis lágrimas con sus largos y finos dedos.
- Yo... Tengo miedo de... perderte. - Sherlock se quedó sorprendido ante mi confesión hacia él, cosa que el primer gesto que hizo fue agarrar el anillo que le había entregado. Iba a decirme algo, pero la Sra. Hudson nos interrumpió e inmediatamente me bajé del regazo de Sherlock y me sequé las lágrimas.
- Siento interrumpiros, pero tienes un telegrama, Sherlock. - Sherlock se levantó de su asiento y cogió el papel. - No tiene remitente y su mensaje no tiene sentido.
- Probablemente sea un mensaje cifrado. - Dijo antes de abrirlo. - No me imaginé que llegase más temprano de lo esperado. Al menos si no se trata de un reemplazo... ¡Oh! Ya veo. - Rompió el papel en mil pedazos. - Voy a salir un rato. (T/N), tú...
- Voy contigo Sherlock. - Le interrumpí.
- ¿Pero? - se quejó Sherlock.
- Por favor. - Mi mirada lo decía todo, pues tenía una idea de quien era el remitente de aquel misterioso telegrama.
- Está bien. - Acompañé a Sherlock al lugar de la reunión, dejando atrás a una Sra. Hudson preocupada, quien nos pedía que tuviéramos cuidado por el camino. Tuvimos que ir a la esquina del camino de Melbourne, donde había un carruaje de cuatro ruedas esperando en la esquina. - Supongo que es ese. - Dijo Sherlock. Nos acercamos con precaución el carro y Sherlock se puso delante de la puerta. - Soy yo, Sherlock Holmes. - La puerta se abrió, revelando a las personas que había en su interior. - Vosotros sois...
- Suban al carro por favor. - Ambos entramos al carro y en el momento que tomamos asiento, cerraron la puerta del carruaje de inmediato. Aquellas personas eran Louis, el hermano de William, y Fred. - Debo suponer que la presencia de ella era inevitable, ¿cierto?
- Así es. En esta ocasión, no podía discutir con ella. - Se sinceró Sherlock. - Usted debe de ser el tercer hijo del conde Moriarty, Louis y tú - posó su mirada en el segundo - eres el tipo que se disfrazó de anciana durante el caso de Hope. Tu nombre es...
- Fred Porlock.
- Ha pasado un tiempo.
- El motivo por el que le llamamos de esta manera es porque nosotros...
- Su historia es bastante predecible. - Le interrumpió Sherlock, pues ambos teníamos una ligera idea de su llamada. - Al observar el momento y que han entrado en contacto sin la presencia de Liam solo puedo pensar en un motivo y es en salvar a Liam. - Ambos se sorprendieron de lo rápido que había deducido Sherlock la situación. - ¿Estoy en lo cierto? - Ninguno de los dos respondieron. - Según he deducido, la condición más acertada sobre la finalidad del plan de Liam es que el Señor del Crimen sea arrestado o asesinado. Entre ambas opciones, la que produciría más efecto a la sociedad y que Liam elegiría sin atisbo de duda es la opción de la muerte. Para esa opción, solo puede haber dos soluciones: la de la muerte falsa y la auténtica muerte. La razón por la que ustedes dos están aquí, significa que la opción de la muerte falsa no se va a realizar. En otras palabras, Liam realmente quiere morir.
- ¡Ya he tenido suficiente con tu pretenciosa charla! ¡¡Solo eres un maldito...
- Voy a salvar a Liam. - Respondió Sherlock decidido, evitando que Louis terminase su frase y se sorprendiera ante su respuesta. - Como su amigo. - Acto seguido, él me miró para confirmar si lo que decía Sherlock era cierto.
- Louis. Sherlock no te está mintiendo. Lo dice muy en serio. Es más, yo también le he pedido que lo salve. - Louis se quedó conmocionado ante mis palabras. Era inaudito lo que estaba sucediendo. El hombre a quien debía capturar a su hermano y la joven que negó su colaboración, les estaban contando que querían salvar a su hermano.
- Aunque, claro. Yo me considero su amigo, pero no estoy del todo seguro si su hermano piensa lo mismo. Esto es todo lo que tengo que decir. ¿Están satisfechos?
Sin nada más que decir. Louis solo respondió con un simple: - Sí, es suficiente.
- Entonces, hemos terminado. - Finalizó la pequeña reunión con Louis. - Para seros sinceros, me siento aliviado que vuestra organización sea real con sentimientos reales. - Antes de bajarnos del carro, Louis nos detuvo.
- Sr. Holmes, Srta. Smith. Nosotros estamos preparados para recibir cualquier castigo. Por eso, os pido que ayudéis a mi hermano. No importa cómo lo hagan, pero salvadlo. - A pesar de mostrarse serio, podría percibir claramente su profunda preocupación por lo que le pueda ocurrir a su hermano, al finalizar su plan.
- Déjamelo a mí. - Respondió confiado Sherlock.
- Sabía que al final no te quedarías de brazos cruzados. - Dije en voz baja a Louis.
- ¿Qué? - exclamó sorprendido.
- Eso solo muestra lo mucho que quieres a tu hermano y, en tu caso, - volví mi mirada hacia Fred - lo mucho que quieres a tu jefe. Ambos sois unas personas de gran corazón, sin importar los pecados que hayáis cometido en el pasado. - Mis palabras sorprendieron a ambos, a quienes los dejé atrás y me marché de nuevo a Baker Street junto con Sherlock, quien sería recibido antes de sonar las campanadas de media noche por el Señor del Crimen. Claro está que esta vez, decidí no estar a su lado y permanecer en mi habitación. Pero lo que ambos no sabían es que en el momento de su reunión. Yo me estaría preparando, junto con Billy por lo que fuera a suceder esta noche. Ahora sería yo quien me toca mover los hilos y reescribir el final de la obra de William.
Salí de la casa desde el tejado, sin hacer el mínimo ruido posible. Corrí sobre los tejados hasta alejarme un poco de Baker Street hasta llegar a una callejuela, donde pude bajar y ocultarme. Allí esperé hasta que William saliera del edificio. Tras sonar las campanadas de media noche, no pasaron ni cinco minutos cuando salió William de allí y se marchó del lugar andando.
Yo, por mi parte, me dirigí a dirección contraria. Fui corriendo hasta llegar a la caseta, donde nos reuníamos Billy y yo y al ver que no estaba. Tuve que hacer el reclamo. Escuché su respuesta cerca de la zona. Me fui a la dirección donde escuché el sonido. Billy se encontraba escondido entre las sombras, justo debajo de uno de los puentes que comunicaba con el río Támesis, cerca de Covent Garden.
- Billy, no hay tiempo que perder. William va a actuar esta noche y este será el desenlace de su obra, así que tenemos que actuar con rapidez.
- ¿Tienes alguna idea de lo que planeas hacer para contrarrestar su plan?
- Sí, prepararemos un escondite mejor y más oculto de los agentes del Yard con todo lo necesario.
- Es decir, un botiquín y algunos enseres como mantas y ropa.
- Exacto.
- Bueno, da la casualidad que ya lo tenía todo previsto. Así que ven conmigo. No está cerca de aquí, ya que tuve que buscar un lugar lejos de Scotland Yard y que se ubicase cerca de la zona, donde es muy posible que sea donde actúe a vista de todos.
- ¿Un lugar a vista de todos? - Pensé un poco, sobre el lugar al que se refería hasta dar con la respuesta. - La Tower Bridge.
- Bingo.
- ¿Acaso has estado vigilando de cerca a los Moriarty? - pregunté a Billy mientras nos dirigíamos a la zona en una barca que había preparado, previamente.
- La verdad es que sí y ha sido bastante fácil, debido a la cantidad de personas que se amotinan cada día en la entrada de su mansión. Gracias a ello, he estado controlando todos sus movimientos. Sin olvidar que las acciones de William no han sido tan precavidas, ya que su objetivo es llamar la atención de todo Londres a excepción de cuando allana en las casas de sus objetivos, ahí es mucho más precavido para así asesinarlos sin previo aviso.
- Eso te ha facilitado a la hora de buscar información sobre los movimientos de William, ya que él no se escondía por las calles después de haber matado a una persona.
- Exacto y las personas que se cruzaban en su camino son los que me han dado la información. Así de fácil ha sido.
- Le advertí que su plan de salvar la sociedad de todo el Imperio Británico le iba a destrozar por dentro y así ha sido. - Me lamenté de no haberlo insistido más en que dejara el plan.
- Autumn no te lamentes. Sabes perfectamente que no es culpa tuya, fue decisión suya y a consecuencia de su plan, ha acabado en querer quitarse la vida como el malo de esta grotesca obra.
- Una obra que tendrá un final feliz para todo el mundo, excepto para los personajes principales.
Gracias a la nítida niebla que había en el Támesis, pasamos desapercibidos con la barca hasta llegar al escondite, que no era más que una simple caseta de madera destartalada oculta de la vista de las personas. Dentro tenía todo lo necesario.
- Lo único que me falta son los billetes para volver a Nueva York. No pude comprarlos previamente porque desconocía cuando iba a actuar, así que intentaré conseguir los billetes mañana por la mañana. Hasta entonces, tendré que esconderlos aquí.
- Espero que... - Me quedé horrorizada al ver a lo lejos la Torre de Londres en llama. - ¡No puede ser!
- ¡¿Qué ocurre Autumn?! - Salió de la caseta preocupado al escuchar mi reacción. Entonces, su vista se posó en la misma dirección que la mía y comprendió el porqué de mi estado de shock. - Oh, shit!
- Si se propaga el incendio, afectará los barrios ubicados alrededor de la Torre, tanto la zona burguesa como los barrios bajos. - Dije alarmada.
- Y no solo eso, la zona del Este. Si no recuerdo mal, está llena de tiendas textiles. Convirtiéndolo en una bomba de relojería, que incendiará todo Londres.
- ¿Un momento? ¡Billy, subamos a un sitio alto! Necesito confirmar una cosa.
- De acuerdo.
Ambos nos fuimos corriendo, evitando que la gente nos viera. Había demasiada gente por la calle para un único incendio. Cogimos un gran impulso y subimos entre las paredes de dos edificios hasta llegar al tejado. El tejado era lo bastante alto para tener una decente vista panorámica de un Londres que se estaba consumiendo entre las llamas. No solo ardía la Torre de Londres, había otros cuatro focos más en las zonas Norte, Sur, Este y Oeste.
- Si no actúan rápido, todo Londres quedará reducido a cenizas.
- Y la única manera de que actúen rápido y con eficacia es que todas las personas trabajen unidas. Sin importar su estatus en la sociedad. - Dijo Billy.
- Así es. William, ¿acaso esto forma parte de tu plan de destruir los muros que separan a esta sociedad? - me hice a mí misma la pregunta, mientras contemplaba en silencio la ciudad, donde nací, siendo víctima de las llamas originadas por el grupo del Señor del Crimen.
- ¿Vas a hacer algo al respecto? - me preguntó Billy.
- No. No debemos llamar la atención y muchísimo menos yo. Debo evitar por todos los medios que todo lo que estoy haciendo no llegue a los oídos de Mycroft.
- ¿Te refieres al Sr. Holmes, el hermano mayor de Sherlock Holmes?
- Así es.
- Entonces, ¿no vas a hacer al respecto? - Me miró con seriedad. Yo, sin embargo, observaba a la gente salir de sus casas, dirigiéndose a las zonas alejadas de los incendios. Pude percibir que había una persona guiándolas y me fijé que se trataba de Irene o, mejor dicho, de Bond. Según había escuchado. Cerré los ojos para pensar qué debía hacer al respecto. Pero, estaba claro que ante esta situación no podía quedarme de brazos cruzados.
- Vamos a ayudar. Tú encárgate de que todo el mundo esté a salvo y yo me encargo de que nadie se desvíe de los caminos establecidos desde el tejado.
Ambos no encargamos de guiar a las personas que parecían perdidas y los llevábamos con el resto. Billy se encargaba de impartir el orden entre ellos, mientras yo lo guiaba desde los tejados, observando los puntos seguros de la zona con ayuda de mi catalejo hasta llegar al Támesis. En uno de los momentos, observé a una niña perdida y asustada. Se tropezó, cayendo su muñeca de trapo. Una niña bien vestida fue a recoger la muñeca. Me percaté que uno de los edificios que se encontraban cerca de las niñas estaba a punto de explotar. Fui rápidamente a proteger aquellas niñas de la explosión; saqué la cuerda con el garfio y lo enganché en un punto donde al lanzarme hacia las niñas fuera en un punto seguro. Rescaté a las niñas justo a tiempo de la explosión, quedándome en frente de Bond.
- ¿(T/N)? - Explanó Bond sorprendido.
- Bond, pon a estas niñas a salvo. - Dejé a las niñas a su cuidado y me marché de inmediato del lugar sin hacer ninguna pregunta.
Tanto Billy como yo nos mantuvimos ocupados hasta pasada la madrugada. Entre los nobles y los ciudadanos del East End lograron extinguir el fuego de la Torre de Londres. Entonces, un haz de luz apareció en la inacaba Tower Bridge y pudimos percibir que allí se encontraban William y Sherlock, cara a cara.
- Sherlock. - Observé preocupada desde en una zona alejada de las personas cerca del Támesis.
- Autumn, tenemos que marcharnos a donde están ellos. - Avisó mi compañero.
- De acuerdo. - Ambos nos alejamos del lugar desde las sombras sin quitar la vista encima de la Tower Bridge. - Sherlock, por favor no hagas ni una locura.
En mi vida había corrido tanto en mi vida, pero tenía que hacerlo. Teníamos que llegar a tiempo al puente. Pero, justo cuando llegamos al puente. Escuché un ruido fuerte proveniente de donde se encontraban ambos. - No, no, no... - Mi corazón comenzó a acelerarse más y más. Cumpliendo mis mayores temores. - Sherlock, William... - Me estaba quedando sin aire de tanto correr sin pausarme en ningún momento. Varios escombros cayeron al Támesis y cuando, por fin llegamos a donde dejamos la barca. Mis ojos abrieron como platos al contemplar horrorizada como ambos caían de cabeza al río Támesis. - ¡Nooo!
- Mierda. (T/N), no lo hagas.
Sin pensármelo dos veces, me quité la chaqueta y me tiré al río Támesis a por ellos. Me sumergí en las sucias aguas del Támesis y nadé con todas mis fuerzas hacia donde estaban ellos. Pude vislumbrar a lo lejos, la silueta de ambos, quienes se estaban hundiendo poco a poco. Notaba como mi cuerpo me pedía con urgencia aire, pero no podía. Los tenía tan cerca. Di un último impulso y, al fin, logré agarrarles con mi mano. Inmediatamente, intenté salir al exterior, pero mis fuerzas escaseaban y el peso extra de ambos no ayudaban en absoluto. Sin poder aguantarlo más, tosí debajo del agua, sintiendo como el agua llegaba a mis pulmones. Estaba a punto de ahogarme con ellos, cuando noté como unos brazos fuertes me sacaban del agua de inmediato. Expulsé fuertemente toda el agua que me había entrado. Intentaba por todos los medios recobrar el aliento, pero no paraba de toser.
- Maldita sea, (T/N). ¡Te has vuelto loca! Casi te ahogas con ellos. - Me regañó Billy, mientras me daba golpes secos en mi espalda. Ayudándome a sacar toda el agua que me había tragado. Cuando por fin recobré el aliento, le contesté:
- Me has llamado... por mi nombre.
- ¿En serio? ¿Es lo primero que vas a decirme después de haberte salvado la vida?
- ¿Dónde estamos? - pregunté al darme cuenta que nos encontrábamos en una de las bocas del alcantarillado conectado al Támesis.
- Lejos de Tower Bridge. La corriente os arrastró fuertemente, llevándoos lejos de donde cayeron. Por suerte, no te perdí de milagro. ¿Eres consciente que si no te llegase a encontrarte habrías muerto junto con ellos? Lo que has hecho es una insensatez. - Me volvió a regañarme.
- Lo sé y gracias.
- No hay de que. Para eso están los amigos. - Me mostró una sonrisa risueña, lo que evocó a que yo le devolviese con otra sonrisa. Por desgracia, mi sonrisa se desvaneció en un instante al acordarme de Sherlock y William.
- ¿Y Sherlock y William? - pregunté preocupada.
- Están aquí. - Me mostró los cuerpos inconscientes de ambos y me alarmé al ver un rastro de sangre.
- ¡Oh, no! William. - Me fijé que la sangre procedía de su ojo izquierdo y no solo eso, ambos mostraban varios hematomas por distintas zonas de su cuerpo. - ¡Billy! - llamé su atención e inmediatamente comenzó a tratarlo con el kit de primeros auxilios que había traído, mientras yo me encargué de tratar a Sherlock, pero algo me llamó la atención. Su pecho no se movía. - ¿Sherlock? - reaccioné asustada, acerqué mi oído a su pecho para confirmar que, efectivamente, su corazón había dejado de latir. - ¡Sherlock! - rápidamente retiré mi oído de su pecho, junté mis manos, los coloqué sobre su pecho y comencé a hacerle la reanimación RCP, llamando la atención de mi compañero.
- (T/N), ¿qué...? - lo interrumpí de inmediato.
- ¡Billy! Tú continúa tratando a William y examínalo si no le ocurre nada. - Le contesté alterada con lágrimas en los ojos, mientras seguía haciéndole la reanimación. - Vamos... No me hagas esto Sherlock. - Seguía sin reaccionar, así que tuve que hacerle la respiración boca a boca. Dejé de reanimarle, levanté su mentón con una mano y la otra mano lo presioné en la frente. Con la mano que tenía colocado en su mentón, abrí un poco su boca y empecé a proporcionarle aire a través de mi boca, vigilaba si su pecho se elevaba al darle aire en sus pulmones. Al ver que no funcionaba, volví a hacerle la reanimación. - Vamos. - Mis lágrimas caían sobre su pecho empapado donde percibí mi anillo, que seguía colgado en su cuello. Volví a juntar mis labios con los suyos y regresé a la reanimación. Estuve por lo menos un minuto y medio hasta que por fin dio indicios de volver a respirar. Comenzó a toser fuertemente y giré su cuerpo hacia mi lado. Pero, a pesar de haberlo reanimado, no se despertó.
Olvidé por completo a los que estaban a mí alrededor. Ahora solo tenía puesto mi atención en Sherlock. Al notar que ya respiraba con normalidad y dejó de toser. Lo volví a recostarlo normal. Aparté varios mechones de su pelo que se habían pegado en su cara, fijándome en el golpe que tenía en su frente. Cogí la venda y lo envolví en su cabeza. Luego, hice el mismo trabajo en sus costados, donde presentaban varias fracturas en sus costillas otra vez y parece ser que se rompió el brazo derecho. Así que, tuve que inmovilizarle el brazo con trozos de madera que había por ahí e hice un cabestrillo improvisado, además del brazo izquierdo. Posé mi mano sobre su mejilla magullada y acerqué mi rostro del suyo. - Me prometiste que no harías ninguna locura, maldito idiota. - Murmuré mientras sollozaba. - Pero, me alivia ver que seguís con vida. - Volví a posar mis labios sobre los suyos, salvo que esta vez lo estaba besando. - La próxima vez que nos volvamos a ver, me devolverás mi anillo. Es una promesa. - Me separé de él, me sequé las lágrimas y me volví a donde se encontraba William, donde me encontré a Billy terminando de hacerle la reanimación cardio-pulmonar.
(Lo que yo no sabía es que William cobró consciencia por solo un momento y observó como besaba a Sherlock, antes de que perdiera la consciencia por completo).
- Menos mal que somos dos personas, porque si me hubiese quedado solo con dos hombres con paradas cardio pulmonares. Lo hubiese pasado fatal. - Se rascó la cabeza, mientras mostraba una sonrisa nerviosa.
- Gracias, Billy.
- Como dije antes, no tienes por qué darlas.
- Bueno, ahora la pregunta es cómo lo desplazamos sin que nadie nos vea y con los primeros rayos de sol al descubierto.
- Muy fácil, nos subiremos a la barca y os ocultareis bajo estas sábanas. - Explicó al sacar unas sábanas de la barca. - Pero hay que hacerlo rápido si queremos llegar al primer barco dirección a Nueva York.
- De acuerdo. - Ayudé a Billy a colocar a Sherlock y William dentro de la barca, luego me coloqué de manera que la sábana tapara a nosotros tres, dejando solo a Billy al descubierto.
Estuve un buen rato debajo de aquellas sábanas hasta que noté como la barca se detuvo y Billy dio varios toques en la madera de la barca. - Vía libre.
Salí de la barca con cuidado. Nos encontrábamos cerca del puerto de Londres, un lugar idóneo para escapar. Para desplazar a ambos necesitábamos un carro, así que mientras Billy iba a por los billetes. Yo me iba a por el carro, que había uno justo cerca del almacén que había al lado. Fui rápida hacia allí y como, apenas había gente en el puerto, fue mucho más fácil de cogerlo "prestado". Las únicas personas que había en el puerto eran los marineros que desconocían lo sucedido de anoche, lo que conlleva la facilidad de sacar a Sherlock y William de Londres, ya que ellos desconocen que William es el Señor del Crimen. Cuando volví al lugar, los coloqué con cuidado. Primero coloqué las mantas, a modo de cama, y cuando ya estaban acostados en el carro, los tapé con las sábanas. Comencé a tirar del carro hasta encontrarme con Billy, quien ondeaba con éxito los billetes para el desembarque.
- Los conseguí y lo mejor de todo es que he preguntado si podíamos subir ya al barco y dijeron que sí. - Dijo alegre.
- ¿En serio? Solo espero que no lo hayan hecho por asustarse al ver tus revólveres. - Crucé los brazos al contemplar que se había colocado sus dos armas reglamentarias justo después de subirse a la barca.
- ¡Oh, vamos! No te pongas así. Si me los hubiese colocado antes, ahora mis armas quedarían inservibles si se hubiesen mojado. - Se quejó. - Bueno. ¿Los metemos ya dentro, antes de que comiencen a sospechar?
- Sí, pero no podré entrar a dentro. - Contesté entristecida.
- ¿Qué?
- Billy, sabes que no puedo marcharme y salí de casa sin previo aviso. Mis amigos estarán preocupadísimos por mi ausencia.
- Lo entiendo. ¿Entonces, esto es un adiós?
- No, es un hasta luego. Cuando se haya relajado un poco la situación, iré de inmediato a Nueva York. Ya te avisaré por carta.
- De acuerdo. Pues, nos vemos. - Billy me abrazó y yo se lo devolví con gusto. Tras separarnos, él se metió dentro del transatlántico y yo regresé a pie hasta Baker Street.
Debido al cansancio, no llegué a casa hasta más de las nueve y media. Durante el trayecto, estuve recordando todo lo sucedido, emergiendo todos los sentimientos que había estado guardando en el momento que Sherlock se tiró al vacío para salvar a William. Un acto que casi les costó la vida y casi pierdo al amor de mi vida. Fue cuando me percaté que le había dado mi primer beso. Aquello provocó que mi pecho se contrajera y se me hiciese un nudo en la garganta sin llegar a romper a llorar. Pero, al llegar a Baker Street y la Sra. Hudson abrió la puerta alarmada por haber estado desaparecida toda la noche, pude aguantar las ganas de llorar. Sin embargo, al ver a John bajar por las escaleras preocupado, no lo pude soportarlo más y en la misma puerta me derrumbé por completo.
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