Capítulo 18
El cobarde solo amenaza cuando está a salvo.
- Goethe.
- ¡Un momento, Sherlock! Milverton es un hombre de negocios que dirige varias sucursales de periódicos importantes. ¿Por qué alguien querría chantajear a Mary... ? - preguntó sorprendido de quien es el chantajista.
- John, Milverton es... - iba a contárselo, pero Sherlock me detuvo, ya que él quería contárselo.
- John, ese hombre tiene un lado oscuro que nadie conoce. Primero obtiene el material de chantaje de su objetivo para luego, exigirle una cantidad exorbitante de dinero, pero como sabrás, él ya tiene dinero más que suficiente, lo que significa que no lo hace para obtener ganancias financieras, es decir, lo hace por el mero placer de ver a alguien sufrir y caer en la ruina en los momentos más importantes de sus vidas; y el chantaje es la mejor manera de lograrlo. - Explicó Sherlock.
- Será desgraciado. - Se repugnó al conocer como es en realidad Milverton. - Pero, ¿cómo estas tan seguro que no es por el dinero?
- Para serte sincero, no es la primera vez que me topo con un caso similar al de Mary. Antes de que tú y (T/N) llegaseis, me ocupé de varios casos que lo involucraban y, para seros sinceros, era un quebradero de cabeza en resolverlos. - Se sentó en su asiento y continuó hablando sobre Milverton.
- ¿Has tratado con Milverton antes? - preguntó sorprendido su amigo.
- Sí.
- Sherlock, ¿por qué no me lo contaste antes? - estaba sorprendida de que Sherlock haya estado involucrado con Milverton antes. Mi pregunta no pasó desapercibida entre el resto, que se encontraban en el salón. Por suerte, Sherlock continuó con su historia para dejar mi pregunta para más tarde.
- En mi último caso que lo involucraba, mi clienta era una joven debutante que estaba a punto de comprometerse con el conde de Dovercourt. Sin embargo, Milverton consiguió una carta de amor, que ella había escrito a un pobre joven de campo de hace mucho tiempo, sus cartas no transmitían nada explícito, pero era suficiente como para romper su compromiso con el conde. Ella me pidió que me reuniera con él para llegar algún acuerdo, pues Milverton le dijo que iba a exponer su carta al conde. Entonces, descubrí algo extraño en su método.
- ¿Extraño? - exclamamos ambos.
- Él conoce de antemano las conexiones y cantidad de dinero de su víctima, él siempre exigirá una cantidad de dinero del que no podrás pagar. No importa cuánto lo intentes, nunca habrá forma de conseguir el dinero que él te pide. Todos los casos a los que me he involucrado han terminado en fracaso.
- ¡¿Cómo?!
- Y, aunque se llegue a un acuerdo. Al final, Milverton nunca recibe ni una sola libra en sus intentos de chantaje.
- Porque lo que quiere él es ver cómo cae en la ruina su víctima, ver como cae en la desesperación. - Todos me miran sorprendidos, como si sospechasen que yo tuve algún encontronazo con él.
- (T/N), ¿tú sabes algo al respecto? - John preguntó sorprendido.
- Mejor en otro momento. - Respondí, forzando una sonrisa llena de tristeza.
- Lo que está claro que Milverton se enteraría en algún lado sobre el tesoro de Agra y te chantajeó justo en el momento más feliz de tu vida, que es el de casarte.
- Sí, es correcto. - Afirmó con tristeza.
- Pero, no creo que el tesoro de agra sea la fuente original de tu chantaje, sino alguna debilidad tuya del que nos estas escondiendo. Así que, ¿podrías decirnos de qué se trata?
- Yo... Como viví en un internado muy conservador, quería ver el mundo. Por eso, decidí ir a la universidad en Paris. Había tanta libertad en aquel país que nunca pensé que...
- No hace falta que continúes. Puedo ver con claridad lo que te sucedió. - Dijo Sherlock tras detener su explicación. - Eras una persona que no ha aprendido a diferenciar el bien y el mal, se une al movimiento estudiantil de lo que queda de la comuna de Paris, aunque solo repartías folletos, que en mi opinión no es un delito, pero a pesar de ello, el Gobierno de Paris no puede pasarlo por alto si se les da las evidencias de tus actividades.
- Ahora que lo sabes todo, tal vez ya no... - Comenzó a decir apenada, pero John, con una voz tranquila y llena de gentileza, calma a su prometida, Mary.
- Mary, eso no me importa y, aunque saliese a la luz, jamás me divorciaría de ti.
- Lamentablemente, eso no detendrá al Gobierno francés. - Dije con tristeza.
- ¿Por qué? - preguntó sobresaltado John.
- Porque la organización matriz del movimiento estudiantil al que se unió Mary es una organización rebelde histórica, no podrán vivir su vida de casados, ya que serán separados a la fuerza. He aquí la debilidad de Mary. - Se encendió un cigarrillo tras terminar su explicación.
- Sherlock, ¿alguien ha intentado de acusar a Milverton de chantajearlos? - preguntó la Sra. Hudson por si había alguna luz de esperanza sobre este asunto.
- Ese es el problema, no ha habido ni uno solo. O, mejor dicho, de otro modo, dado que la debilidad del cliente es el chantaje, llevarlo a los tribunales lo expondría al mundo y lo que desea el cliente es que no se exponga su debilidad ante el mundo.
- Eso es verdad. - Murmuró frustrada.
- Es por eso que ellos no pueden defenderse, pues él, al tener sus debilidades o, mejor dicho, sus vidas en sus manos. Milverton siempre lo usará a su favor y tener una posición muy superior al de su oponente. Por eso, llegué a una conclusión que Milverton es el tipo de persona que usa las debilidades de sus objetivos como chantaje y, en cierto modo, comportarse como un falso salvador es mucho peor que cometer un asesinato.
- Es increíble que exista una persona tan malvada en Londres. - Dijo con molestia, John.
- Pero, ¿no está pidiendo específicamente el tesoro? ¡No hay forma de dárselo! - Dijo preocupada la Sra. Hudson.
- Y aunque lo tuviésemos, eso no resolvería el problema. Además, tengo mis sospechas que el objetivo de Milverton no es Mary. - Dije preocupada.
- Así es, su objetivo es dirigirse a otra parte y creo que ya lo ha logrado.
- ¡Un momento! - John lo interrumpió. - Aunque tu razonamiento sea plausible. ¿No crees que deberíamos estar buscando una manera de obtener parte del tesoro, en efectivo o de otra manera? Que todos los casos que hayas tratado han terminado en la ruina, no significa que el futuro de este sea el mismo. Es posible que él realmente quiera el dinero, lo único que podemos hacer es reunirnos con él y negociarlo para así poder neutralizar sus amenazas. Lo que está claro es que no me pienso quedarme de brazos cruzados.
- ¡Es cierto! Deberíamos reunirnos con él para negociarlo y así encontrar algún modo de salir de esta. - La Sra. Hudson también estaba de acuerdo con la idea de John.
- ¿Creéis que negociar con él va a ser tarea fácil? - todos me miraron sorprendidos. - Milverton es de la clase de persona que disfruta de joder a la gente, sobre todo a los que él cree que son inferiores a él. Aunque tengamos una prueba de sus fechorías, él siempre estará a un paso por delante de nosotros y, al final, se librará. - A menos que alguien lo calle para siempre. Mientras hablaba, no me di cuenta que me estaba clavando las uñas en mis brazos hasta que Sherlock intervino.
- Es posible, pero no es mala idea negociar con él para encontrar alguna pista para neutralizar su propio chantaje. - Apagó su cigarrillo en su cenicero y se levantó de su asiento.
- ¡Sherlock! ¿Eso quiere decir? - dijo ilusionado su amigo.
- Seguiré adelante y enviaré una carta para solicitar una cita con él. Mary, déjanos todo este asunto en nuestras manos, tú regresa a la casa de la Sra. Forrester. Estate tranquila.
- Lamento todas las molestias que os he causado y, de nuevo, gracias por todo.
Tras aquello, John la acompañó hasta la residencia de la Sra. Forrester. Cuando John y Mary abandonaron el salón, Sherlock me llevó a rastras a mi habitación.
- ¡Sherlock! ¿Qué haces? - pregunté sorprendida por el inusual y repentino comportamiento de Sherlock.
- ¡Tenemos que hablar! ¡Sra. Hudson no nos interrumpa mientras estemos arriba! - dijo serio con un tono molesto.
- Mientras no sea algo indecente, aunque viniendo de ti. Lo dudo. - Aquello último lo dijo en voz baja.
Me llevó a rastras hasta mi cuarto y cuando llegamos, Sherlock cerró la puerta y con un tono serio, me ordenó:
- (T/N), quítate la blusa.
Aquello me descolocó por completo. ¿Sherlock me acaba de pedir que me quite la blusa? No entendía a qué venía eso, así que no tuve más remedio que responderle:
- ¿Perdona?
- Quítate la blusa.
- Eso ya lo he escuchado. - Dije enfadada. - Mi pregunta es, ¿por qué?
- ¿Vas a quitártela sí o no? - Se empezó a rascarse la nuca y empezó a perder los nervios.
- Obviamente, no. Sherlock, ¿en qué demonios estabas pensando para pedirme de este modo que me quite, ni más ni menos que la blusa? Nunca me imaginé que fuese un pervertido. - Estaba molesta por haberme pedido tal vergonzosa petición.
- Si no te lo vas a quitar, te lo quitaré yo.
- ¡¿Qué?!
Rápidamente, Sherlock me agarró, pero ágilmente me quité de su agarre, Entonces, Sherlock me agarró fuertemente del brazo y sentí una pequeña quemazón, que no provenía del agarre de Sherlock. - ¿Vas a quitártelo y dejar que te cure?
- ¿Qué? - no entendía a qué se refería con curar.
- ¿Acaso no te has dado cuenta de lo que te has hecho? - seguía sin ubicarme de lo que estaba hablando Sherlock hasta que noté pequeñas manchas de sangre en las mangas de mi blusa. - ¿Dónde tienes tu botiquín?
- En mi armario. - Dije sin saber cómo me hice las heridas.
- Vete quitando la blusa, mientras cojo lo necesario para curar tus heridas. - Mientras se dirigía a mi armario y cogía lo necesario, yo me deshice del lazo de mi cuello y me desabroché los botones de mi blusa, al quitarme la blusa, pude ver que tenía varias marcas ensangrentadas en mis brazos como si me hubiesen clavado algo.
- ¿Cómo?
- Te clavaste las uñas cuando les hablaste de lo inútil que es lidiar con Milverton. - Ambos nos sentamos en mi cama, Sherlock cogió una gasa y lo mojó en alcohol para, a continuación, desinfectarme las pequeñas marcas de mis brazos.
- ¿Por qué no me contaste que ya habías lidiado con Milverton antes?
- Porque no quería que te preocuparas, más de lo que estabas ya antes. - Me sonrojé cuando dijo aquellas dulces palabras, sin embargo, no pude evitar sentirme culpable por lo que le ha sucedido a Mary y John.
- Aun así, me siento culpable por lo que les ha sucedido. - Sherlock me miró desconcertado. - Si no me hubiese quedado en casa cuidándote o si no te hubiese pasado nada, seguramente el objetivo de Milverton hubiese sido yo y no Mary.
- ¡(T/N)! No puedes culpabilizarte de lo que les han sucedido. Tarde o temprano, Milverton lo habría hecho. Sólo era cuestión de tiempo a que esto sucediera.
- Pero, yo soy quien tiene más relación con...
- ¿Con el Señor del Crimen? - continuó mi frase. - Lo sé.
- Sherlock, tengo un mal presentimiento sobre cómo va a terminar todo esto. - Sherlock me miró preocupado, terminó de limpiar mis heridas y me abrazó con gentileza. Su abrazo se sentía cálido, protector y reconfortante. Espero que mi intuición me falle, pero si llegase a un punto donde Milverton se vuelva imparable. No tendré más remedio que arrebatarle su vida, si quiero que Sherlock, John y Mary estén a salvo de esa maldita y ponzoñosa serpiente.
Han pasado varios días desde que Sherlock envió aquella solicitud a Milverton para reunirse en Baker Street. Los tres nos encontrábamos en el salón a la espera de nuestro "invitado". Después de que John acompañase a Mary a la residencia Forrester y volviese a Baker Street, le contamos sobre lo que me sucedió con Milverton. Esto solo hizo que se enfureciese más John, aunque más que enfadarse lo que sintió fue impotencia.
Estaba claro que se le veía nervioso ante la llegada de Milverton, ya que quería que todo saliese bien. Lamentablemente, eso no va a suceder. Cuando nos llegaron la confirmación de su visita, Sherlock y yo nos preparamos para la tormenta que se avecinaba y "ordenamos" el salón para su llegada y, cuando me refiero con ordenar, me refiero a guardar las cosas importantes en un buen lugar y poner a la vista de todos, lo que nos parece algo innecesario o simple. Milverton es capaz de adueñarse de nuestro salón como si él fuese el dueño de todo.
- ¿Estas bien, John? - preguntó Sherlock a su nervioso amigo.
- Solo estoy nervioso, nada más.
- No te preocupes John, seguro que todo saldrá bien. O eso creo. - Intenté tranquilizarlo, aunque es obvio que yo también me sentía ansiosa.
- ¿De verdad que quieres participar en esto, (T/N)? - preguntó preocupado.
- Sí, debo hacerlo. Solo tengo que mantener la calma y no arrojarle un cuchillo en el intento.
- Eso no me tranquiliza para nada. - Dijo asustado John.
- No os preocupéis, yo me encargaré de la charla. Vosotros os quedareis sentados ahí. - Sherlock nos tranquilizó, fue cuando escuchamos la llegada del carro de nuestro "invitado". - Parece que ya ha llegado. - No tuvimos que esperar mucho, cuando antes de que él entrara, Sherlock le abrió la puerta. - Bienvenido a mi oficina, Sr. Milverton.
- Ha pasado mucho tiempo, Sr Holmes. La última vez que nos vimos fue en el caso de la Srta Eva, ¿cierto? - Podía percibir claramente la frialdad en sus palabras. Debo permanecer serena en todo momento y no dejar caer en su cruel juego.
- Leí la carta que me envió. Solo para confirmar, está de acuerdo que actúe como agente de Mary Morstan, ¿correcto? - Se mostró serio y directo como si fuese un "cliente" más en su oficina.
- Sí, está bien para mí. ¿Y este caballero es... ? - preguntó al fijarse en John.
- Soy John H Watson. Es un placer en conocerle. - Se presentó ante él.
- Ahh... Usted debe de ser el prometido de la Srta Morstan, para usted debe de resultarle un gran problema. - Su rostro no mostraba ninguna emoción, como si aquello le resultase insignificante para él. Entonces, fue cuando al fin me vio y mostró cierto brillo siniestro en sus ojos, lo que me provocó un enorme escalofrío a lo largo de mi columna. - Veo que también se encuentra la Srta. Smith. Hacía mucho que no la veía. Por lo que veo, ya no trabaja para el Sr. Holmes.
- Yo también me alegro de volver a verle, Sr. Milverton. - Lo saludé sin mostrar ni una pizca de emoción, como si estuviese hablando con un ser inerte. - Así es, dejé de trabajar con el Sr. Holmes desde hace largo tiempo y ahora vivo de forma pacífica aquí con su hermano.
- ¿Con que pacífica, eh? - Me observaba como si de un juguete se tratase. Era obvio que mi vida no es del todo pacífica y él lo sabe.
- Cómo sabrá, el tesoro de Agra que le está pidiendo a mi cliente no está disponible, debido a que el Jonathan Small lo arrojó al Támesis y es un hecho que no se puede cambiar. - Comenzó a explicar Sherlock a Milverton.
- Ya veo.
- Como es imposible que pueda recibir el tesoro, nos gustaría pagarle una cantidad razonable en efectivo o algo más a cambio. Me gustaría comenzar con las negociaciones.
- ¿Negociaciones? - Ahí viene. Milverton sacó su pipa alargada de su chaqueta. - En otras palabras, me estás suplicando mi ayuda, ¿cierto? - Rellenó su pipa de tabaco y lo encendió con una cerilla. - No es difícil comprender en esta situación, las circunstancias. Pero si lo cambiaré o no, eso dependerá de su sinceridad. - La serpiente apareció. Los tres nos apartamos cuando Milverton entró a la habitación con pasos seguros y con aire de superioridad. - Lo primero, hagamos de este sitio "mi oficina" por ahora.
- ¿Su oficina? - John no entendía de lo que estaba hablando Milverton, por desgracia, yo sí. Ahora nos hemos adentrado en el juego de Milverton.
Milverton fumaba tranquilamente su pipa, mientras se dirigía a la mesa con la bandeja de té preparada. Entonces, Milverton destapó la tetera y echó las cenizas de su pipa en ella. Luego, sirvió una taza de té, previamente filtrado, para colar las hojas de té y se lo entregó a John, mostrando una mirada y sonrisa macabra y llena de frialdad, como si estuviese gozando del momento. John se quedó estupefacto por lo que acababa de hacer. - ¿Hay algo raro en el té que le estoy ofreciendo?
- ¿Qué diablos? - John rompió su compostura frente a Milverton, cosa que eso es lo que quería conseguir. Por suerte, Sherlock intervino para calmarlo.
- Cálmate, John. - Yo permanecía impasible sobre esta molesta situación.
- Pero mi nueva oficina parece estar llena de basura. - Dijo al ver aquel cúmulo de libros, bolsa de basura y el violín de Sherlock a un lado. - Ruskin. - Ordenó a su secretario a que se deshiciese de ello o, mejor dicho, se meó encima de ellos. John se quedó horrorizado al ver como uno de los hombres de Milverton se meó en el montón de cosas que habían dejado de lado, de entre de ellos, el violín de Sherlock. Lo que ellos no saben es que ese violín es solo una copia, el original está bien guardado. Una de las desventajas de Milverton es que no tiene una vista tan aguda y observadora como la de Sherlock o, incluso la de Moriarty.
- Eso... eso es... la preciada posesión de Sherlock.
- Oh, ¿en serio? Pensé que solo era basura. Ya que estamos. ¿Por qué no nos toca algo para nosotros? - Pidió o, más bien, ordenó que le tocase algo con ese violín mojado y apestado por la orina de Ruskin.
- Bastardo. Desde el inicio no has hecho... - se volvió a quejar John.
- ¿Bastardo? ¿Acaso no sabe en qué posición estáis ahora mismo? ¿No sois los que me estáis pidiendo que continue con las negociaciones? Se supone que me debéis mostrar vuestra sinceridad, ¿cierto? ¿Por qué me estáis renegando tanto a pesar de que os he ofrecido muchas oportunidades para que lo haga? ¿O es esta tu forma de mostrar tu sinceridad? - John al captar la situación, no pudo más que tragar sus propias palabras.
- ¿Ahora entiendes tu posición? - Milverton estaba disfrutando de la situación, al sentirse superior frente a nosotros, pues en estos momentos o podíamos hacer nada. - Parece que de tanto hablar me ha dado hambre.
- Comprendo. Le pediré a la Sra. Hudson que prepare algo. - Sherlock acató la orden de Milverton con tranquilidad. Sin duda, los únicos que mantienen la mente fría somos yo y Sherlock.
Mientras tanto, Sherlock le pidió a la Sra. Hudson que preparase algo. Se podía notar que ella no estaba de acuerdo tampoco por cómo estaban lidiando la situación, ya que básicamente, estábamos jugando dentro del juego de Milverton, quien él se encargaba de mover los hilos. Cuando la Sra. Hudson llegó con un par de sándwiches, Milverton comenzó a meterse también con ella.
- Sra. Hudson. ¿Cómo es que le ha tomado tanto tiempo llegar a mi oficina?
- ¿Tu oficina? - preguntó molesta. Se dirigió rápidamente a la mesa y dejó la bandeja con brusquedad. - Lo siento muchísimo, pero hay un límite para mi paciencia. ¡No me importa si es tu oficina o la de Sherlock! ¡En mi primer lugar, este es mi edificio! ¡¿En qué posición te coloca eso?! ¡¿Dónde pone que puedas actuar de manera egoísta aquí?!
- ¿Actuar egoístamente? ¿Acaso no... - Rápidamente aparté a la Sra. Hudson de la mesa, que Milverton acababa de tirarla de una patada, tirándolo todo por el suelo. - ...sería hacer algo como esto, Srta. Hudson?
- ¿Cómo... cómo puedes hacer algo así? - La Sra. Hudson comenzó a llorar por lo cruel que ha sido Milverton.
- Sra. Hudson, cálmese. - Intenté calmarla, pero no funcionó.
- ¡¡¿Cómo quieres que me calme?!! ¡¡Estos bocadillos estaban destinadas a satisfacer el hambre de alguien!! ¡¡No se supone que satisfaga la autoestima de quien la coma!!
- Ya veo, si lo pones de ese modo. Entonces debería poder hacer esto. - Milverton pisotea cruelmente uno de los sándwiches que estaba tirado por el suelo. - Porque mi autoestima no estaba satisfecha. - Maldito desgraciado. Calmaba a la Sra. Hudson, quien no paraba de llorar, debido a las crueles acciones de Milverton. Entonces, Sherlock recoge el bocadillo pisoteado.
- Vaya y yo que se lo había pedido, porque dijo que tenía hambre. Menudo desperdicio. - Dijo antes de probar un bocado del sándwich pisoteado.
- ¡Sherlock! - tanto John como yo nos quedamos impresionados ante la actitud serena de Sherlock. Mira que yo estoy permaneciéndome tranquila, pero Sherlock se lleva la palma.
Milverton se rió de la situación. - Que hombre más divertido. ¿Es este tu intento de contraataque?
- ¿Contraataque? ¿De qué está hablando? Solo pensé que esto era un desperdicio, nada más. - Sherlock se bebió la taza que previamente, Milverton se lo había ofrecido a John.
- Este tipo de trucos no funcionarán en mí porque tu poder es más débil que el mío. - Miró a Sherlock con superioridad.
- ¿Qué quieres decir con eso? - preguntó serio, Sherlock.
- El poder, Sherlock Holmes. Tu razonamiento deductivo no es nada comparado frente a mi poder. Yo lo sé todo sobre la gente que vive en Londres. Sé dónde viven, qué hacen, a quiénes aman, con quiénes coquetean, si han pecado en el pasado, cuántas deudas tienen. Es fácil ver quién odia a quién, quién le guarda rencor a otro y quién está tratando de matar a alguien. En lo que a mí respecta, un caso se puede resolver en el momento en que sucede, el poder del razonamiento deductivo es completamente inútil frente a mí. - Dijo con completa seguridad y frialdad.
- Si está tan seguro de eso, ¿no crees que deberías usar ese poder para disuadir a los criminales? - Se levantó del suelo, para luego dibujar una gran sonrisa en su cara. - ¡Ja! Aunque está claro que eso nunca va a suceder. Teniendo en cuenta que ese poder, el que mencionas, le pertenece a un puto imbécil. - Aquello provocó que Milverton comenzase a reír de manera siniestra y burlona.
- Esto fue un espectáculo secundario interesante. Viajar hasta aquí ha merecido la pena y ahora, volvamos a negociar. - Se colocó mejor su chaqueta y con aires de grandeza, respondió: - No tengo ninguna intención de cambiar mis términos. El plazo seguirá siendo el mismo hasta el mediodía del sábado. Haz vuestros mejores esfuerzos en recuperar ese tesoro que ésta desperdigado por el fonde del Támesis.
- Lo tengo, luego intentaremos recoger el tesoro, pero me gustaría saber si la evidencia de Mary existe. - Respondió con seriedad.
- Por supuesto, lo tengo guardado en la caja fuerte de mi casa, como todo lo demás. - Milverton estaba a punto de retirarse, cuando le formulé una pregunta que sorprendió a todos los que se encontraban en la habitación.
- Sr. Milverton, ¿por casualidad no habrá tenido el impulso de chantajear al Señor del Crimen? - Él se volteó para mirarme con frialdad, para luego mostrarme su sonrisa pícara y macabra.
- ¿Por qué lo pregunta? ¿Acaso estas afirmando que trabajas o conoces la identidad del Señor del Crimen?
- No, solo le advierto de que está cometiendo un error que le puede costear su vida. - Me enfrenté a Milverton con serenidad.
- ¡(T/N)! - Sherlock me amonestó para que me detuviera, pero no lo hice.
- ¿Acaso sabes a quien te estas enfrentando? ¿Acaso sabes lo que puedo hacerte si te enfrentas a mí? - Milverton me amenazó, pero eso no me detuvo para continuar.
- Así es, pero si hay algo que el Señor del Crimen y yo tenemos en común es que ambos no nos importan lo que la gente piense de nosotros. Eso no nos detendrá, con tal de cumplir con nuestros objetivos. - Aquellas palabras provocaron que Milverton no pudiera contraatacar y, por lo tanto, quedarse sin palabras. Me miró por última vez, pero esta vez atemorizado ante mi mirada y se dirigió a la puerta del salón, donde se despidió de nosotros.
- Me retiro. - Dijo con cierta molestia en su voz.
Tras su retirada, John no pudo aguantarlo más y estalló toda su rabia hacia fuera. - Este Milverton. ¿Cómo puede existir un hombre tan horrible en Londres o, mejor dicho, en nuestro mundo? Y tú, (T/N). - Se dirigió a mí asombrado. - ¿Cómo has podido enfrentarte con él? Es más, ¿cómo has logrado para que se quede sin palabras?
- Simplemente, le dije la verdad. - Él me miró con incredulidad. Entonces, solté todo mi aliento hacia afuera, me senté en el sofá cansada y me sinceré con ellos. - Bueno, en realidad, solo le conté lo que pensaba. Nunca se me pasó por la cabeza que le dejaría sin palabras a una serpiente tan ponzoñosa como lo es Milverton.
- Realmente me has sorprendido que te enfrentaras a él. - Dijo sorprendido Sherlock. - ¿Estas bien? - me preguntó preocupado, mientras ayudaba a la Sra. Hudson a limpiar el estropicio.
- Sí. Solo necesito calmarme y estar tranquila. Aunque, debo reconocer que yo también me he sorprendido por cómo lo has lidiado, Sherlock.
- Bueno, me ha golpeado varias veces, pero eso no me ha importado en absoluto con tal de obtener lo que quería. - Le entregó el recogedor a la Sra. Hudson y se dirigió a su escritorio.
- Aun así, la vajilla y tu violín. - Se quejó John con tristeza, al recordar cómo quedó el violín de Sherlock.
- Siempre se puede comprar una vajilla nueva y mi Stradivarius... - Sherlock abre, de repente, el cajón de su escritorio y saca su violín Stradivarius intacto. Ya que, antes de que llegase Milverton. Yo guardé su violín y lo sustituí por otro, pues ambos sabíamos que él no sabría encontrar la diferencia de ambas.
John se quedó asombrado cuando sacó su violín. Fue cuando noté la mirada de Sherlock en mí y comenzó a tocar una suave melodía relajante con su violín, mientras explicaba el cambiazo.
- El otro lo colocó (T/N) a propósito. Era un prototipo que hice hace mucho tiempo cuando trabajé a tiempo parcial en un taller. Ambos sabíamos que Milverton no notaría la diferencia. Aunque me fastidia que haya quedado inservible de esa forma mi cenicero favorito. Siguiendo con el tema. Sra. Hudson, le debo una disculpa por haberla involucrado en esto.
- ¿En serio? ¡¿Y me lo dices ahora?! Si sabías que iba a suceder todo esto, ¡¿por qué no me lo contaste de antemano?! ¡¡Perdí los estribos porque te tomé en serio!! - claramente, la Sra. Hudson estaba completamente enfadada debido al horrendo trato que había recibido por parte de Milverton. Sherlock tuvo que parar de tocar el violín por culpa de sus riñas y se volvió hacia nosotros.
- Ahora hay que decidir qué hacer desde este punto. En mi opinión, es bastante ridículo si realmente recuperásemos todo el tesoro del fondo del Támesis. ¿No sería mejor robar la misma cantidad de joyas del Museo Británico y engañarlo?
- ¡¿Qué?! ¡¿Robar?! - exclamó sorprendido su amigo.
- Definitivamente no, Sherlock. - Negué en rotundo con seriedad, descartando por completo aquella alocada idea.
- Estoy de acuerdo con (T/N). No quiero obligarte a hacer eso con tal de salvar mi matrimonio. Debe de haber otra opción que no implique la recuperación del tesoro.
- Sabía que dirías eso, por eso lo mejor sería colarnos en la mansión de Milverton y robar los documentos con los que está chantajeando a Mary.
- Esa idea no me parece tan descabellada. Me apunto. - Aprobé la idea de Sherlock.
- Infiltrarse y robar la evidencia. - Dijo la Sra. Hudson pensativa.
- Tú decides, John.
- Si nos deshacemos de la evidencia, ciertamente, Milverton no podrá chantajearla y menos tener las pruebas para culparla. Pero no deja el hecho de que lo que vayamos a hacer sea un delito. Obviamente, la única razón por lo que vayamos a hacer sea moralmente correcto es por el hecho de que esas evidencias lo están utilizando para fines ilegales.
- Como las negociaciones se quedaron en tablas, mientras el tesoro que él exige no se puede recuperar, el trato no se puede completar. Entonces, no hay forma alguna de que pueda esperar tranquilamente. Como John está de acuerdo con el plan del robo, yo mismo robaré los documentos. - Dijo mientras se sentaba tranquilamente en su sillón. Yo, en cambio, me levanté del sofá ofuscada.
- What?! ¡Ni hablar! Ni se te ocurra hacerlo solo, Sherlock. - Me quedé frente a él con los brazos cruzados. En cambio, John se acercó a Sherlock serio y le agarró el cuello de la camisa.
- ¡No seas estúpido, Sherlock! Originalmente, este era un problema entre Mary y yo. Déjame manejar esto. Hagámoslo juntos, sabes que estoy preparado. - Sherlock no tuvo más remedio que aceptarlo y dejar que John se involucrase con el plan.
- Está bien, vayamos juntos. - Dijo resignado.
- ¡Sí, claro! No puedo creer que estuvieras pensando en ir solo. Además, esto te convertiría en un criminal. Sabes muy bien que somos socios, tanto si resolvemos misterios como si nos fuéramos a prisión. - Dijo John serio.
Sherlock se levantó de su asiento y se rió por lo bajo. - ¿Con que seremos compañeros de celda? Eso es ciertamente interesante. Pero no creo que sea lo que esperas porque también tengo un talento para el crimen.
- ¿Qué quieres decir con un talento para el crimen, Sherlock? - pregunté con cierta sorpresa en mi mirada.
- Cuando estoy resolviendo algunos casos, siempre se me viene a la cabeza cómo podría haberlo hecho y mejorado su crimen, es decir, haberlo hecho mejor que ellos. Y parece que la hora de demostrarlo al fin ha llegado y no estaré solo. Por supuesto, debo estar presente en tu boda, así que todavía no me pueden atrapar.
- ¡Así es! - exclamó John, lleno de felicidad.
- Sherlock. - Él se volvió hacia mí. - ¿Eso quiere decir que yo... - Antes de terminar de formular mi pregunta, fui interrumpida por la Sra. Hudson.
- ¿Planificando un crimen a la luz del día? - preguntó molesta con los brazos cruzados.
- No es lo que parece Sra. Hudson, es solo que es una emergencia. - Comenzó a decir nervioso.
- Hagan lo que os dictaminan vuestros corazones. - Nos sorprendimos al escuchar sus palabras. - Si eres el mejor detective, entonces también serás el mejor criminal, en eso no me cabe la menor duda. No hay problema que ustedes no puedan resolver, por eso, expongan la cabeza de esa serpiente. ¡Vayan a atacarlo tanto como quieran!
- Solo nos vamos a infiltrarnos para que no nos atrapen. - Intervino Sherlock para que no tuvieran una idea equivocada del plan.
- ¡Estoy seguro que lo recuperaremos! - dijo John con plena confianza.
- Espera. ¿John está de acuerdo? - exclamó sorprendido.
Madre mía, esto se está saliendo de control.
- ¡Ese es el espíritu! - Ambos se animaron, mientras Sherlock y yo lo veíamos incrédulos. Eso me recordó que tenía que preguntarle a Sherlock sobre el plan.
- Sherlock, - él se volvió hacia mí - continuando con mi pregunta. Tú no quieres que me involucre en este plan, ¿verdad?
- No. - Mis sospechas eran ciertos y no pude evitar el sentir una punzada en mi techo. - Pero, no te precipites. En un principio sabía que John no me dejaría hacerlo solo, por eso para este plan solo nos basta a nosotros dos. No quiero que te involucres demasiado estando Milverton de por medio y más después de haberle derrotado de aquella forma. Sin embargo, si ocurriera algo. Entonces, te pediré tu ayuda.
- O sea, que soy tu comodín. - Dije molesta.
- Algo así. Yo solo quiero que no te ocurra nada malo.
- Yo tampoco quiero que te pase nada y, mucho menos, que hagas una locura.
Ambos nos miramos, la mirada de Sherlock imbuía sorpresa y temor, mientras que la mía mostraba preocupación y tristeza. Entonces, él me sonrió con dulzura, a pesar de que podía percibir que me estaba ocultando algo.
- Te prometo que no haré ninguna locura. - Yo, simplemente, le respondí con una sonrisa llena de tristeza, pues noté que aquella promesa, era una mentira.
Después de nuestro momento "a solas", Sherlock intervino y explicó su plan a su amigo con la Sra. Hudson y yo delante. Al día siguiente, ambos salieron temprano con todo lo necesario para que su plan funcionase a la perfección. Según Sherlock, el plan consiste en hacerse pasar por los dueños de unos fontaneros para así poder infiltrarse en la mansión de Milverton. Ellos tendrían que "engañar" a los dueños de la fontanería Robertson con unas invitaciones al circo para que estuvieran a fuera, mientras ellos se hacen pasar por otra fontanería. Ellos provocarán un pequeño fallo en las tuberías de la mansión Milverton con ayuda de Los Irregulares y así poder infiltrarse sin problemas en la mansión.
En otras palabras, lo único que tengo que hacer es avisar a los muchachos a poner en marcha, parte del plan de Sherlock. Según tengo entendido, las entradas que compró Sherlock ayer eran para el horario de la tarde, sobre las cinco. Eso quiere decir que tendría que avisar a los chicos no más de las cuatro, ya que la mansión de Milverton se encuentra lejos de Baker Street.
Bajé al piso de abajo para ver si podía ayudar a la Sra. Hudson en algo, cuando vino ella con un telegrama en mano. - (T/N), tienes un telegrama de un... ¿pariente lejano? - dijo dubitativa.
- ¿Un pariente lejano? - exclamé extrañada. Me entregó el telegrama y lo abrí de inmediato, pues yo era huérfana, así que es imposible que tuviera un pariente lejano, a no ser. Cuando abrí el telegrama, mis ojos abrieron de par en par al ver de quién procedía el mensaje.
Hola (T/N).
Hacía mucho tiempo que no nos hablábamos desde aquella misión en Washington D.C. No estoy seguro de cuándo llegará este mensaje, así que solo puedo decirte que dentro de unas semanas visitaré Londres. La razón. Me han solicitado que reclute al detective Sherlock Holmes para que nos ayuden en nuestros asuntos en los EEUU y he pensado que tal vez, a ti también te interese trabajar con nosotros, conmigo. Como en los viejos tiempos.
Tu amigo y compañero de armas,
Billy the Kid.
¿Billy va a ir a Londres? ¿Y quiere reclutar a Sherlock para que trabaje en los EEUU?
Estaba completamente en shock, no me esperaba para nada esta noticia. Un momento, Billy va a estar aquí. Eso quiere decir, que si hubiese una mínima posibilidad de que algo ocurriese. Podría pedir su ayuda.
- ¿Ocurre algo, (T/N)? - me preguntó preocupada por la cara que había puesto al leer el telegrama.
- Oh, nada. Sólo me he sorprendido que haya recibido una carta de un primo lejano que hacía muchísimos años que no sabía nada de él.
- Oh, ya veo. Entonces estarás feliz de que lo hayas recibido.
- La verdad es que sí. - Me alegré al haber recibido su mensaje, con su repentina llegada a Londres, podría cambiar el rumbo que les deparará a Sherlock y William, si es que les ocurriera algo malo a los dos.
Subí de nuevo a mi habitación y guardé el telegrama en una caja, que se encontraba oculto en una caja, donde guardo el vestido de gala que me puse en aquella fiesta. Abrí la caja y lo coloqué debajo del vestido junto con el revolver que he estado ocultando durante todo este tiempo. Espero no llegar a recurrir a ella, pero si llegase al punto donde Milverton se volviese demasiado peligroso. No me quedará más remedio que arrebatarle su vida con tal de proteger a las personas que más me importan en este mundo.
A lo largo del día, las horas pasaron. Cuando llegó la hora, salí de Baker Street y busqué a los Irregulares. Ya localizados, les conté el plan de Sherlock. Inmediatamente, se marcharon a la mansión de Milverton para sabotear el sistema de tuberías de la mansión y así poder acceder al lugar, haciéndose pasar por fontaneros. No llegaron hasta la entrada de noche. Sherlock fue el primero en llegar al salón, al verle me fui directa hacia a él:
- Sherlock, ¿encontrasteis los documentos? - pregunté nerviosa. Por su expresión, parece ser que no.
- Lamentablemente no se encontraban en su mansión, pero descubrimos que podrían estar en su otra mansión que se encuentra en Brighton.
- ¿En Brighton? Eso está a 80 km de Londres.
- Así es. También sabemos que Milverton no estará allí hasta pasado mañana.
- En otras palabras. No actuareis hasta pasado mañana.
- Exacto y por eso, necesito tu ayuda. - Se rascó la cabeza, avergonzado.
- ¿Con qué ahora si necesitas de la ayuda del "comodín"? - exclamé un poco molesta con los brazos cruzados.
- ¡Oh, vamos! Si hubieses estado con nosotros, habrías llamado la... - Sherlock no terminó su frase al fulminarle con mi mirada.
- ¿Qué? ¿Qué habría llamado la atención? Te recuerdo que me vestí de hombre, la vez que visitamos a William en la Universidad de Durham.
- Lo sé, pero esto es distinto.
- ¿Distinto, porque no quieres que me enfrente a Milverton?
- No, simplemente no quiero que ese imbécil te haga daño.
- ¿Qué? - Ambos nos sonrojamos por aquella "pequeña" confesión. - Entonces, ¿por qué quieres que vaya contigo esta vez si no quieres que me pase nada? - pregunté molesta.
- Porque tú tienes más experiencia a la hora de infiltrarse en una casa, además Milverton no estará. No creo que haya ningún problema.
- Está bien. - Suspiré de forma pesada. - Pero, si en algún momento se sale de control. Entonces, seré yo quien se ponga al mando de tu plan, ¿de acuerdo? - Dije completamente seria.
- De acuerdo. - Dijo a regañadientes. Estaba claro que no me iba a obedecer. Al final, no tendré más remedio que llevarme consigo el revolver, aunque me prometí que no la usaría nunca más.
Al día siguiente, John estuvo ocupado buscando herramientas que le sirvieran para entrar a la mansión de Milverton, mientras tanto, yo me encerré en mi cuarto para hacer el mantenimiento de mi revolver para estar totalmente preparada para mañana. Aproveché hacerlo ahora mientras Sherlock se encontrase fuera del hogar, no quiero que me pillen con un arma que él desconozca. Cuando ya había terminado de revisarla y limpiarla, escuché por el piso de abajo la llegada de Sherlock. Inmediatamente, guardé el arma en un cajón de mi armario, retiré con cuidado los guantes, que tenían rastro de pólvora y salí de mi habitación para reunirme con ellos.
- Sherlock, ¿lo has encontrado? - Esta mañana me contó que iba a la biblioteca a buscar un plano que nos condujera a la localización de la villa de Milverton.
- Sí, aquí lo tengo. - Nos mostró a John, la Sra. Hudson y a mí el mapa. - Según he leído, la villa se encuentra al este de Brighton. Está en un acantilado a lo largo de la famosa costa de las siete hermanas.
- Es un lugar con buenas vistas. - Dijo John.
- Sí y debido a ello, será obvio si alguien viene a la villa.
- Eso dificultará más las cosas, pero por lo menos ya sabremos cómo actuar. - Dije confiada.
- Cierto. Ahora soy capaz de comprender mejor la situación y prepararme mejor. - Dijo John, sosteniendo lo que parece ser un antifaz.
- Bueno, en eso no te preocupes. - Dijo Sherlock, mientras sacaba algo de una bolsa de papel. - Mientras volvía he comprado el almuerzo para todos vosotros.
- Oh, gracias. Aunque yo he almorzado hace poco, así que me lo comeré más tarde. - Agradeció la Sra. Hudson en el momento que Sherlock le entregó un par de bocadillos.
- Comámoslo juntos. - Sherlock señaló hacia atrás, dando a entender que quería comerlos en el tejado.
Los tres subimos al tejado y nos entregó a cada uno un bocadillo.
- Gracias, Sherlock. - Sonreí a modo de agradecimiento. Sherlock le entregó el otro bocadillo a su amigo, quien también le dio las gracias y comenzamos a comer el bocadillo tranquilamente, mientras contemplábamos el paisaje urbanito de Londres.
Entonces, al cabo de un rato. En el momento en el que John iba por su segundo bocadillo y Sherlock iba a encender su cigarrillo le preguntó a su amigo una pregunta que no le había hecho hasta ahora.
- John, ¿por qué te quieres casar tan de repente? - Aquella pregunta le vino por sorpresa a John, aunque la verdad, yo también me hacía esa pregunta.
- ¿Qué diablos? Pues, porque ella cumplió con todos los requisitos que tenía para una esposa, supongo.
- Requisitos, ¿eh? - exhaló el humo de su cigarrillo, pensativo.
- John, ¿no crees que lo que acabas de decir no es un poco ambiguo? - alcé una de mis cejas.
- ¿Ambiguo? Para nada. Es decir, lo que quiero decir es... - intentó explicarse, pero Sherlock se le adelantó.
- Cuando trajiste a Mary, yo lo primero que pensé fue qué secretos ocultaba, pero por lo que he visto, Mary es una mujer muy inteligente y sabe lo que hace. Honestamente, creo que hasta estoy agradecido que ella nos ayudase a resolver el caso. Si crees que ella es la adecuada, no tengo ninguna objeción. No obstante, no existe ninguna ley en el que exponga que cuando encuentres a la persona idónea, tengas que casarte en seguida, ¿cierto? - Aquellas palabras me sorprendieron. Supongo que no soy la única que piensa de forma más flexible en las relaciones.
- En eso tienes razón, pero...
- Entonces, ¿por qué lo haces? - preguntó Sherlock.
- El tiempo que pasé contigo y luego, tras la unión de (T/N) fue ciertamente divertido. Yo estoy muy feliz. Pero estoy seguro de que esto solo es un resultado.
- ¿Un resultado? - nos preguntamos a la vez. Sherlock se giró al verme y me vio como le daba otro mordisco a mi bocadillo.
- ¿Gué? - hablé con la boca llena como si estuviera viendo algo raro.
- Nada. - Se volvió de nuevo hacia John y continuó a lo que iba a hablar. - En otras palabras, solo querías estar con Mary y ser una pareja casada.
- Es un poco más complejo a eso. - Dijo John. - Yo no soy un genio como tú y como (T/N). - Ladeé la cabeza. - Para mí es imposible resolver casos tan difíciles si no estoy con vosotros, todos los casos que hemos resueltos hasta ahora son el resultado de tus logros e, incluso, algunas de ellas resueltas gracias al apoyo de (T/N). En cambio, yo no he logrado nada en mi vida. Tal vez solo estaba buscando a alguien que me reconociera y el matrimonio se trata de reconocer a tu pareja y de conseguir su aceptación. - John se sinceró con nosotros.
- John. - Dije apenada.
- ¿De qué estás hablando? Yo siempre te he aceptado. - Dijo Sherlock con sinceridad.
- ¿En serio? - preguntó sorprendido.
- Por supuesto que hablo en serio.
- John, ¿por qué dudaste sobre ello? Sabes que Sherlock siempre te ha aceptado, es más, cuando yo llegué a Baker Street tú me aceptaste con los brazos abiertos.
- Bueno, es que cuando estoy inspeccionando cadáveres en la escena del crimen, a veces Sherlock muestra ya tener conocimientos forenses y pensé que yo solo le servía para hablar, mientras él ordena sus pensamientos.
- Por supuesto que no. - Se negó mientras mostraba una sonrisa. - Yo estuve solo durante un largo tiempo, pero desde que llegaste a mí y comenzamos a resolver casos juntos, yo no me había divertido tanto en mi vida y me alegro de tener a alguien que pueda compartir la alegría de resolver misterios desde la misma perspectiva que yo. Por eso, me sentiré un poco solo cuando no estés aquí. - Tosí fuertemente para recordarle que no estaba completamente solo. - Quiero decir, tú seguirás a mi lado (T/N), pero...
- No será lo mismo si no es con John, ¿cierto? - sonreí con tristeza.
- Exacto. Yo también me lo paso bien contigo, pero fue con John donde empezó todo.
- Lo entiendo.
- Por eso, no te estoy pidiendo que te quedaras aquí para siempre. Es posible que la razón por la que quiera seguir estando a mi lado, sea por mi dependencia a ti. Cuando conocí a Mary, creo que inconscientemente estaba tratando de estudiarla e incluso de imitarla, pero al final la decisión es tuya, no mía. Yo lo único que quiero es que seas feliz. Nada más. Supongo, que esto es a lo que llaman amistad.
- Vaya Sherlock, sabía que en el fondo eras una persona dulce. - Dije con un tono burlón.
- ¡¿Qué?! No digas tonterías, (T/N). - Se sonrojó Sherlock ante mi comentario.
- No me lo creo. ¿La palabra amistad acaba de salir de tu boca? - John estaba también sorprendido por lo que acababa de decir Sherlock. - ¡No sabía que pensaras eso de mí! ¡Sherlock, soy tan feliz! - Se abalanzó sobre Sherlock para abrazarlo, quien se sintió un poco incómodo por aquel repentino abrazo.
- ¡¡No me abraces así de repente!! - Se quejó Sherlock.
- ¿Qué dices? Ahora es un buen momento. Vamos, (T/N). Únete también al abrazo. - John se acercó también a mí y nos quedamos abrazados los tres juntos. Permaneciéndome al lado de Sherlock. Ambos cruzamos nuestras miradas y nos sonrojamos al instante. Un gesto que no fue desapercibido por John.
John se deshizo del abrazo y nos miró a ambos con plena confianza y, al mismo tiempo, con dulzura. - Lo sabía. - Sherlock y yo lo miramos desconcertados ante su comentario. - Sabía que vosotros hacíais muy buena pareja.
- ¡¿Qué?! - exclamó avergonzado.
- Venga, no me vais a negar que vosotros dos no sentís lo mismo mutuamente. Si se puede ver claramente lo bien sincronizados que sois a la hora de resolver casos. Sobre todo, el de la última vez. Ambos os compenetrasteis a la perfección cuando os enfrentasteis al grandullón.
- John, ¿tú nos vistes? - pregunté sorprendida.
- A duras penas, pero sí. Os ví. Mirad, no sé cuál es vuestra relación ahora, pero creo que en algún momento tenéis que dar ese gran paso. Como yo lo he hecho con Mary. Quiero decir, no estoy diciendo que os caséis. Simplemente, como ahora estaréis más tiempo los dos solos, creo que podríais aprovechar la oportunidad de sinceraros mutuamente. - Ambos nos miramos y desvié mi mirada sin ocultar la sonrisa que había formado en la comisura de mis labios.
- Eso, solo dependerá de lo que ocurra esta noche. - Se sinceró, Sherlock. Lo que provocó que me pusiera completamente colorada. - Eso sí, si crees plenamente en nuestra amistad. Prométeme que, de ahora en adelante y pase lo que pase, pongas tu felicidad como tu principal prioridad. Yo seré feliz, siempre que tu estés bien.
- ¡Lo prometo!
- Entonces, tenemos que asegurarnos que el plan de mañana sea un completo éxito. - Dije con plena confianza.
- Exacto. - Afirmó Sherlock.
Ya era de noche y había pasado unas horas tras nuestra bajada de la estación de tren. Optamos por ir a la villa de Milverton a pie, cogiendo una ruta por el bosque para que nadie nos viera. Tanto Sherlock como John llevaban unos largos abrigos de colores oscuros. Yo también llevaba un abrigo de color oscuro y, obviamente, debajo del abrigo llevaba puesto mi ropa para misiones especiales. No obstante, la diferencia de los anteriores casos que usé este traje es, que debajo de la chaqueta, guardaba el revolver preparado por si ocurría algo.
Era una noche tempestuosa, la luna no se podía ver, debido a las nubes que la ocultaban y el viento sólo hacía que se sintiese más gélida la noche.
- El tiempo está empeorando por momentos, parece que se acerca una gran tormenta. - Dijo preocupado, John.
- Sí, pero es conveniente para cometer un delito. - Dijo Sherlock.
- En cierto modo, el tiempo está a nuestro favor. - Dije.
- Eso es cierto, pero ya ha pasado un tiempo desde que pasamos el carruaje de Milverton en la ciudad. Si el tren deja de funcionar debido al mal tiempo, me preocupa que no podamos regresar.
- Incluso si eso sucede, nuestra prioridad es terminar nuestro trabajo antes de que regresen. Una vez que salgamos del bosque, llegaremos a la costa. - Continuamos andando hasta llegar finalmente a la villa de Milverton. - Mirad.
- No parece haber una manera de acercarse desde el lado este, es posible que haya que dar la vuelta desde el oeste. - Informaba mientras analizaba la zona hasta que noté una ligera luz, emerger en una de las ventanas para luego escuchar un disparo. - ¡¿Qué demonios?!
- ¡Eso fue un disparo! - exclamó sorprendido John.
No es posible. ¿No me digas que ellos están aquí? - De nuevo se escuchó un disparo y podía verse perfectamente luz en el piso de abajo.
- Alguien además de nosotros está atacando la villa. ¿Qué hacemos Sherlock? - Volteé para ver que Sherlock estaba analizando la situación, pero era obvio que él estaba igual de sorprendido al igual que nosotros. Juntó las yemas de sus dedos y con una mirada seria y pensativa, por fin lo comprendió todo.
- Con que de eso se trataba. Lo leí todo mal.
- ¿Qué quieres decir, Sherlock? - preguntó preocupado.
- John, deja todas las herramientas aquí y dirígete de inmediato a contactar a Yard.
- ¿A Yard? Es verdad, tenemos que detener quien está provocando estos disparos. ¿Vosotros qué haréis?
- Nosotros aprovecharemos la situación y robaremos las pruebas, si no la encontramos, siempre podemos pedir apoyo a Yard y destruir las pruebas mientras ellos investigan y ahora, ¡vete!
- ¡De acuerdo! Pero no hagas nada precipitado, ¿entendido? - alzó la voz mientras corría de vuelta a dónde venimos.
Sherlock y yo nos dirigimos a la villa inmediatamente, cuando llegamos a la puerta trasera, nos dimos cuenta de que estaba abierta y podíamos escuchar los disparos provenientes de su interior. Lo que significaba que teníamos que descartar la idea de entrar por aquella entrada y entrar por el piso de arriba. Por suerte, llevábamos una cuerda con gancho consigo. Buscábamos un lugar donde poder anclar el gancho y deprisa, pues se podía notar la tensión que había en su interior. Mientras cruzábamos cerca de las ventanas, una de ellas se rompió a causa de uno de los disparos. Tuve que acelerar mi paso y empujar a Sherlock para que no le diera aquel disparo. Ambos caímos al suelo por inercia, cuando de pronto, noté que la mano de Sherlock se encontraba justo donde guardaba mi arma. Por impulso, me levanté bruscamente del suelo y ayudé a Sherlock a levantarse. Sherlock me miró desconcertado por lo que acababa de suceder, pero siguió adelante. Entonces, llegamos a un enorme balcón, donde pudimos lanzar el gancho hacia la barandilla y así, poder subir al balcón. Sherlock cogió una cuchilla y cortó el cristal para poder introducir su mano y abrir la puerta. Entramos en lo que parecía ser un despacho. Entonces, nos percatamos que la puerta estaba entreabierta y escuchamos la voz de Milverton.
- Suelta el arma, eso es todo lo que pido. - Sherlock se acercó poco a poco a la puerta y sacó su arma, mientras observaba desde detrás de la puerta, yo mientras tanto, también saqué mi arma y lo escondí en mi abrigo de manera discreta. Ambos seguimos escuchando la conversación de Milverton con el hombre desconocido, al que tenía una ligera idea de quien era. Al final, mi intuición era acertada. Él está aquí. - ¿Hay algo mal? ¿Puedes escuchar lo que tengo que decir? Tengo algo muy importante que decirte. - Sherlock se acercó más a la puerta y se sorprendió al ver la identidad del tercer intruso. Fue en ese momento que Milverton notó su presencia. - Al fin has llegado. Has llegado justo a tiempo y parece que no has venido solo. Si hubierais venido tarde, ahora mismo tendría una bala entre ceja y ceja, Sherlock Holmes y (T/N) Smith o, ¿cuál prefieres que la llame: Autumn o Silent Maiden? Por supuesto, no es ningún error que hayaís venido aquí. Los cuatro estamos finalmente juntos, tal como lo había planeado. - ¿Qué? - Para aquellos que no entienden la situación, se lo explicaré desde el principio. - Milverton se encontraba con las manos alzadas, debido a que el hombre misterioso lo estaba apuntando con una pistola. Entonces, Sherlock le apunta con su arma también. Ahora eran dos personas quienes le estaban apuntando con un arma y dentro de poco se les sumarán una tercera persona.
- Ya lo sé todo. No necesito ninguna explicación. ¿No fue este un método un poco indirecto, Milverton? - preguntó serio. - Primero chantajeaste a Mary, la prometida de mi compañero. Luego, amenazaste a (T/N), aunque sin éxito y luego me arrastraste a esta situación. Debió haber existido alguna otra forma de hacer que me moviera. Te enteraste de la debilidad de Mary mientras buscabas las debilidades de otras personas y la aprovechaste debido a su próximo matrimonio. Debido a su naturaleza, trató de ocultar el hecho de que la estabas chantajeando. Así fue como puse mi mirada en su caso y todas las pistas apuntaban a la propia Mary y hasta que no obtuvimos todas las pruebas que tienes sobre ella, llevándome a esta situación. Pude obtener la información de tu sirvienta para llegar hasta aquí, pero no me esperaba que me quisieras aquí. Quizás a él le hiciste algo parecido para obligarlo a venir aquí, así que lo que dijo (T/N) en aquel momento no fue tan descabellado como yo me lo imaginaba.
- Debo reconocer que la Srta. Smith fue bastante avispada a la hora de deducir que tenía mis ojos sobre él, por eso, como detective que eres, debes desempeñar tu papel y arrestar a la persona que tienes enfrente de ti, al pecador más grande de todo el Imperio Británico El Señor del Crimen. - La luna apareció de entre las nubes que la estaban ocultando y con su tenue luz, iluminó la habitación revelando la identidad del Señor del Crimen, William James Moriarty. Finalmente, llegó el día que los enfrentaron cara a cara. - El profesor William James Moriarty, aunque supongo que eso ya lo sabías. ¿No es cierto, Srta. Smith? - Yo no me inmuté, pues no me preocupaba por ello. Sherlock ya lo sabía desde hace tiempo. Milverton se movió de su posición y se acercó a la puerta del balcón. Él no paraba de reírse como si ya hubiese ganado. Dios, ¡qué equivocado estaba! - Es una pena que esta comedia no tenga público. Aquellos que simbolizan la luz y la oscuridad de Londres. ¡Ahora se encuentran aquí! Ahora bien, Holmes. Respondiendo a tu pregunta de por qué utilicé un método tan redondo para llegar a este punto fue porque era importante atraerlos hasta aquí sin que se supieran que estarían en conflicto. Es cierto que la Srta. Smith dedujo de mi interés hacia el Señor del Crimen, pero no dejaba de ser una mera especulación. Así que era imposible que pudieras llegar a la conclusión de que él estuviese aquí y, por lo tanto, llegar aquí mejor preparado y viceversa. No quería que pudieras jugar conmigo para aumentar tu cantidad de opciones disponibles. Sólo existe una opción y la deben de tomar ahora: El Señor del Crimen debe de ser arrestado por el detective. ¿Y por qué es la única opción? Fácil. - Poco a poco sacaba mi revolver para tenerlo a punto, mientras Milverton estaba centrado en ellos. - En primer lugar, Moriarty. Si muero, tengo periódicos por todo el país que informarán a todo el mundo que tú eres el Señor del Crimen. Si, a pesar de ello, eliges dispararme, tú no tendrías futuro porque Holmes estaría obligado a arrestarte por asesinato. Da igual que camino escojas, en todas ellas terminarás siendo arrestado por Holmes. Pero, si estás dispuesto a ser arrestado en silencio, siempre podemos entregarte al gobierno manteniendo tu identidad a salvo y qué mejor forma que lo haga la Srta. Smith, quien tiene contactos con el gobierno. Además, me aseguraría de hacer los arreglos para que vivas una vida de arresto domiciliario sin obstáculos en una isla remota. Es una buena elección, ¿no crees? - Con eso no lo vas a detener, Milverton. - Y ahora, Holmes. Ahora mismo, estoy en problemas porque el Señor del Crimen ha interrumpido mi trabajo varias veces, así que su arresto es lo que quiero. Si quieres que la vida de tu amigo y de su prometida, la Srta. Mary Morstan, no se vuelvan en un infierno. Es preferible que hagas lo que te pida en silencio. Además, ¿qué razón tendría un gran detective como usted que deje escapar al mismísimo Señor del Crimen a quien lo tiene delante de sus propias narices? Si haces lo que te pido, te prometo que no tendré más motivos para chantajearla y te devolveré todas las pruebas, además de las que tengo guardadas sobre la Srta. Smith. - ¿Qué? - ¡Vamos, Holmes! Esta es la única opción que te podría beneficiar. ¡Ahora, arresta al Señor del Crimen!
Mientras Milverton se reía en silencio como si ya hubiese ganado la partida, Sherlock y William no hicieron nada en absoluto hasta que Sherlock rompió su silencio y movió su ficha.
Jaque.
- ¿Es este el final? - Milverton dejó de reírse y se sorprendió al ver que Sherlock seguía apuntándole con el arma, mientras seguía observándolos detrás de Sherlock, ocultando mi revolver.
- ¿Qué? - Exclamó inaudito.
- ¿De verdad ese es el final de tu historia? Sinceramente, me ha parecido muy aburrido. Si realmente esto fuese una comedia, tú no serías el rey, sino más bien el bufón. Supongo que te he sobreestimado, Milverton.
- ¿Qué acabas de decir? - Estaba en completo shock por cómo se estaban girando las tornas en su pequeña obra de teatro macabra.
- Lo primero, yo no soy el detective que tú crees que soy. A lo largo de los casos que he resuelto, he visto y observado a muchos criminales en mi trabajo y sólo hay un tipo de criminal a los que nunca podré perdonar. A los que deja que otros cumplan sus órdenes mientras se ríe en la seguridad de su propia casa, es decir, tú. Liam, ¿de verdad que esto es real? - Desvió su mirada hacia William, quien seguía apuntando su arma a Milverton y, por un momento, desvió su mirada hacia Sherlock. Entonces, por un momento noté su mirada en mí y vio que yo también tenía un arma. - Si esto es real. - Sherlock comenzó a reír de felicidad y lleno de emoción al descubrir al fin la identidad del Señor del Crimen. - ¡Me alegro de que hayas sido tú! Para serte sincero, siempre deseé que fueses realmente tú, es más, necesitaba que fueras tú y nadie más que tú. - La cara de Milverton era todo un poema y lo estaba disfrutando con ganas. Él intentaba por todos los medios que la ficha del rey estuviera a salvo de aquel infame peón, pero siempre llegaba a la misma conclusión.
Jaque.
- Así que estoy muy feliz de que estes aquí mismo y ahora. - Dijo emocionado Sherlock. Milverton se sentía completamente acorralado, incluso se chocó contra la puerta del balcón de la habitación, convirtiéndola en su única vía de escape, aunque lo dudo mucho.
- ¡¿De qué estáis hablando?! ¡Respondedme! - preguntó completamente desesperado.
- Liam, estoy tratando de proteger a mi compañero que está a punto de casarse. No me importa lo que me haga. ¿Y a ti? ¿Estás de acuerdo con exponer tu nombre al mundo? - preguntó a William con seriedad.
- Sí. - Finalmente, William habló y respondió a su pregunta. Sabía que ibas a escoger ese camino, a pesar de haberte advertido varias veces. - Ese fue mi plan desde el principio.
- Entonces he llegado a una conclusión.
- ¡¡Un momento, Holmes!! ¡¿Me vas a disparar?! ¡Si me matas! Todas las evidencias serán reveladas.
- Mientes. - Milverton se sorprendió al escucharme. - Puedo ver con claridad lo desesperado que estás. Te lo advertí Milverton, pero no me escuchaste. - Quité el seguro de mi arma. Llamando la atención de Sherlock. - Muevo a la reina a A6, jaque mate. Por cierto, me resulta bastante molesto cuando rechinas los dientes. - Entonces saqué mi revolver, sorprendiéndolos. Milverton desesperado, abrió la puerta y se escapó al balcón. Justo en el momento que iba a disparar, Sherlock rápidamente me agarró de la muñeca y desvió mi tiro, dándole a uno de los cristales de la ventana. Entonces, antes de que saltase al vacío. Sherlock le atinó seis disparos a Milverton, una de ellos directa al corazón.
Yo caí de rodillas al suelo, sin poder creer lo que acababa de ocurrir. Solté mi revólver y fijé mi mirada desconcertada en Sherlock.
- ¿Por qué? ¡¡¿Por qué lo has hecho?!! - le grité enfurecida. Noté cómo las lágrimas comenzaban a caer sobre mis mejillas. - ¡¡¿Por qué te has manchado las manos Sherlock?!! ¡¡Ahora eres un asesino!!
- ¡¡Sí!! ¡Al igual que tú! Además, te prometí que te protegería de tu anterior vida. Ha sido un fallo mío el no haber deducido que llevabas un revolver guardado en mi propia casa. - Sherlock se alejó de mí para acercarse al balcón para poder comprobar que Milverton estaba completamente muerto. Yo, en cambio, estaba completamente destrozada. Por mi culpa, Sherlock ha matado una persona. Por mi culpa, ahora tiene las manos manchadas de sangre y lo peor de todo, lo mató a sangre fría.
Tras confirmarlo, Sherlock regresó al interior de la habitación, donde William le seguía apuntando con el arma en silencio. - Con esto se le informará a todo el país que eres el Señor del Crimen. - Dijo Sherlock, dirigiéndose a William. - Ya que estamos hablando de ti, tal vez Milverton no tenía una prueba sólida de eso y yo no puedo probar que tu seas el Señor del Crimen con el simple hecho de que tu estés aquí. - Sherlock encendió su cigarrillo y tiró la cerilla a una de las cortinas del balcón, prendiéndolo fuego al instante. Al ver lo que había hecho, me recompuse y me levanté para prepararnos de nuestra inminente salida de esta mansión. - Solo es una suposición descabellada, pero es obvio que lo eres, Liam. Tú me convertiste en el mejor detective de Londres, para convertirme en el héroe que expondrá todas las fechorías de los nobles y no solo eso, detrás de cada caso, había claramente un rastro de tu involucración en ellas. En otras palabras, yo siempre he estado bailando en la palma de tu mano. Sin embargo, nunca pensaste en la idea de que yo mataría a Milverton, ¿cierto? - Pude notar en una pequeña fracción, como William desvió su mirada hacia mí y volvía de nuevo hacia Sherlock. - No todo va de acuerdo al camino que trazaste. ¡No voy a permitir que lo hagas! Liam, ¡es aquí cuando el juego se pone serio! - Sherlock, finalmente, aceptó el desafío de William. - Yo soy la única persona que te atrapará y lo haré a mi manera.
- Mi respuesta a tus palabras no ha cambiado. Catch me if you can, Sherlock! - William le respondió con un tono desafiante. Ambos se miraban de una forma desafiante e intensa, pues finalmente llegó el tan esperado día de que se conociesen cara a cara.
- Sin duda. - William, sin dejar de apuntarle con la pistola, se marchó de la habitación dejándonos a solas.
- (T/N), busquemos las pruebas y destruyámoslo antes de que se extienda más el fuego. - Dijo Sherlock.
- De acuerdo. - Le respondí sin dejar de lado mi pesadumbre. Inspeccionamos la habitación lo más rápido que pudimos hasta que lo encontré en el fondo del armario. - Sherlock, lo he encontrado. - Era una caja de madera. Sherlock se acercó a mí y abrió la caja, en ella se encontraban los documentos, que chantajeaban a Mary. No pude ver con claridad los documentos, pues Sherlock inmediatamente los tiró al fuego, pero noté que él le había llamado la atención en uno de los documentos. Me acerqué para preguntarle qué es lo que contenía en aquellos documentos, pero los tiró al fuego sin darme ninguna respuesta.
- ¡Vámonos!
- Vale. - Noté que algo no andaba bien, pues se notaba un poco extraño. ¿Qué es lo que mostraba en aquellos documentos? Ambos salimos intactos de la mansión que estaba ardiendo por completo. Mientras salíamos de la mansión, Sherlock se quitó el abrigo y me lo puso sobre mí. Entonces, avistamos a John, quien estaba acompañado por los agentes de Yard.
- ¡¡Sherlock!! ¡¡(T/N)!! ¡¿Estáis bien?!
- Sí, estamos bien. - Sherlock se acercó a John y en voz baja le contó sobre el final de su plan. - Puedes estar tranquilo, la evidencia de Mary ha sido destruido. - Luego, se dirigió hacia los agentes. - ¿Oficiales de Brighton?
- ¿Qué demonios? ¿Por qué se está incendiando la villa del Sr. Milverton?
- Es una larga historia, así que comencemos por la conclusión.
- Sherlock, no. - Intenté detenerlo, pero fue en vano.
- Yo disparé y maté a Milverton con esta pistola. Arréstenme de inmediato.
- ¡¡¿Qué?!! - exclamó sorprendido. - (T/N), ¿es eso cierto? - me preguntó incrédulo.
Yo no pude responderle, debido a que por mi culpa. Sherlock mató a Milverton. Mi silencio solo confirmó sus sospechas.
- Pero su cadáver cayó al mar.
- ¿Por qué lo mataste? - preguntó el agente.
- Eso lo hablaré cuando estemos en la estación.
- Sherlock. - Dijo John. Sherlock con una mirada triste le respondió:
- Lo siento, pero creo que no va a ser posible el que pueda asistir a tu boda. - Sherlock se disculpó e inmediatamente fue arrestado por los agentes.
John y yo vimos cómo le ponían los grilletes y se lo llevaban. Fue en ese momento cuando me derrumbé por completo. - Es por mi culpa.
John se sorprendió al verme derrumbada. - ¿Cómo que es por tu culpa? ¿A qué te refieres?
- Yo iba a dispararle, pero Sherlock me detuvo y antes de que se escapase. Él lo disparó. - Me sentía culpable de lo que había sucedido. - John, Sherlock lo hizo para protegerme. Lo siento. - No podía contener mis lágrimas y lo único que podía hacer John era consolarme. Mientras observaba cómo metían a Sherlock en el coche del policía.
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