Capítulo 16

El mal está solo en tu mente y no en lo externo. La mente pura siempre ve solamente lo bueno de cada cosa, pero la mala se encarga de inventar el mal.

- Goethe.

Ha pasado un mes y medio desde la fiesta de té en la mansión Moriarty y desde aquel último gran caso. Durante en ese período de tiempo, mi relación con Sherlock, digamos que teníamos nuestros más y nuestros menos, es decir, había momentos en que nos sentíamos muy cercanos y momentos en el que Sherlock se alejaba de mí y no entiendo la razón ante su extraño comportamiento. Una de las razones por la que nuestra relación aumentó es debido a que John comenzó a salir más a menudo y es que días más tarde de la cena con nuestra última clienta, que ni yo ni Sherlock pudimos asistir, John me contó que aquel día conoció a una mujer maravillosa que trabaja en aquella mansión como tutora residente, llamada Mary Morstan. Obviamente, me alegré mucho por él, pero no entendía porque no nos lo había dicho antes y la razón es que apenas estaba saliendo con ella, además de no tener mucha experiencia a la hora de presentar sus anteriores novias a su amigo Sherlock, quien terminaba ahuyentándolas. Así que me contó que nos la presentaría cuando llegase el momento. En otras palabras, tenía que ser paciente cuando la conozca.

Por otro lado, Sherlock se había recuperado más o menos de sus lesiones. Aunque, ya estaba paseando por la casa después de haber estado solamente un mes en cama, lo que no nos hizo mucha gracia a los tres. Pero, en fin.

¡Qué remedio!

Aun así, no quitaba el hecho de vigilarle constantemente, aunque a él no le gustase.

Una mañana, John iba a salir para hacer unos recados y visitar a su novia, cuando Sherlock le pidió que le comprase una revista.

- Yo voy a salir un rato, ¿os compro algo? - preguntó John, mientras cogía su chaqueta del perchero y se lo ponía.

- Yo no, gracias. - Respondí sin desviar mi vista del periódico de hoy.

- Yo quiero el número de la guía Bradshaw de este mes. Lo necesito para una de mis investigaciones. - Dijo Sherlock mientras fumaba su cigarrillo.

- Muy bien. Llegaré por la tarde, nos vemos. - Se colocó su sombrero y se marchó de la habitación, dejándome a solas con Sherlock, que ya era muy normal.

Sherlock permaneció en silencio con su cigarrillo, mientras yo leía el periódico. Pues, últimamente la situación en el Parlamento me estaba resultando bastante interesante por la propuesta del joven miembro del parlamento, el Sr. Whiteley, quien está luchando fervientemente por la propuesta de Ley de Enmienda de la Ley Electoral, cuyo objetivo o finalidad es que los ciudadanos de la clase trabajadora puedan votar. Una propuesta bastante acertada si queremos romper esa brecha, creada por la diferencia en las clases sociales. Pues, todo el mundo tiene el derecho a votar.

¿Me pregunto qué pensará William al respecto?

Sería buena idea acercarme algún día a algún meeting de este hombre y juzgarlo con mis propios ojos, es más, no me sorprendería si me cruzase con William o su hermano, Lord Albert.

- (T/N) - escuché a Sherlock llamarme. Desvié mi vista del periódico para fijarme en él, quien estaba sentado en su sillón en su forma habitual y fumando, cosa que no me gustó.

- Sherlock, aun no te has recuperado del todo para que vuelvas a fumar. - Le reprendí con un tono severo.

- Por una vez, podrías dejarlo pasar que llevo un mes sin fumar y ya estaba desesperado. - Respondió echándose una pequeña calada a su cigarrillo.

- No es por mí, es por ti. Que me preocupé bastante cuando te levantaste de la cama, cuando no te miraba y te desplomaste en el suelo. ¡Me diste un buen susto, Sherlock!

- ¡Ya te dije que lo siento! - respondió avergonzado. - Además, a causa de ello, estuviste toda la noche con una fiebre alta, a causa del cansancio por haberme cuidado.

- ¡Ya te dije que no debías culparte por ello! - ambos desviamos nuestras miradas avergonzadas por aquella situación. De modo que decidí cambiar el asunto de la conversación. - Bueno, ¿qué querías preguntarme?

- Quería preguntarte si querías pasear un rato y comer algo fuera conmigo. - Volví mi mirada hacia él sorprendida.

- ¿Eh?

- Obviamente, esto no cuenta como la cena que te debo. Esa prefiero reservármela para otra ocasión, ¿de acuerdo?

- De acuerdo. Y dime, ¿dónde habías pensado llevarme?

- En cualquier lugar, aunque reconozco que debo pasar en algunos lugares para...

- Has aceptado un caso y necesitas investigar la zona. - Respondí resignada al conocer sus intenciones.

- ¿Eeh? ¿No te importa? - preguntó con un tono nervioso.

- Para nada. De todas formas, ya lo sabía. Leí el otro día uno de los telegramas que habías recibido, ya que le pediste a uno de los zagales que publicaran en uno de los periódicos un aviso para los que deseaban alguna consulta, enviarte un telegrama para que no nos diésemos cuenta.

- Está claro que no puedo engañarte. - Dijo resignado Sherlock.

- Por supuesto que no. Puede que lleve poco tiempo viviendo con vosotros, pero te conozco lo suficiente como para saber cómo actuarías en estos casos. Venga, vayámonos a investigar antes de que la Sra. Hudson se entere.

Y eso hicimos, cogí mi chaqueta del perchero, me la puse y salimos a la calle sin que la Sra. Hudson se enterase. Sherlock dio una gran exhalación para luego expulsar el aire poco a poco.

- Aire fresco. - Dijo alegre y aliviado.

- Ya veo que echabas de menos salir a la calle. - Me hizo gracia la cara de satisfacción que había puesto Sherlock, después de estar más de un mes encerrado en casa. Aunque, en cierto modo me alegraba que ya estuviese recuperado. - Bueno, ¿por dónde tenemos que ir?

- Por la zona de Hyde Park.

- ¿En Hyde Park? - pregunté extrañada.

- Sí, el cliente en cuestión, perdió un reloj de bolsillo muy preciado para él mientras paseaba por el parque. Así que, acepté su caso como excusa para salir de casa.

- La verdad es que no es el tipo de casos que tú accederías. Menos mal que John no está con nosotros.

- Sí, la verdad es que hoy justamente no me apetecía estar con John. - Murmuró, intentando que no le escuchase.

- ¿Cómo? ¿No querías que John viniese con nosotros? - pregunté sorprendida.

- Ya sabes cómo se pone John, sobre todo si supiese que he salido a la calle sin que ellos lo sepan. - Sacó un cigarrillo y se lo encendió con una cerilla, que sacó del bolsillo de su chaqueta.

- Sherlock, te dije que no debes fumar. - Me molesté. - Y menos si aún no te has recuperado del todo.

- Tsch. No eres mi niñera. - Dijo molesto.

- No, pero soy tu amiga. - Ambos nos miramos molestos, pero por alguna razón, sentí un enorme calor en las mejillas.

- ¿Por qué te has puesto colorada, (T/N)? - preguntó intentando contener la risa, ya que no solo estaba colorada, sino que encima tenía la típica mueca que pongo, al ponerme extremadamente nerviosa.

- Por nada. Haz lo que te dé la gana. - Solté rápidamente antes de acelerar mi paso.

- ¡Eh! Espérame. - Suspiró con desgana. - Mira que son rara las mujeres. - Masculló el detective, mientras seguía los pasos acelerados de su compañera.

Al llegar al parque, no pasó mucho tiempo cuando Sherlock localizó el reloj perdido. Eso sí que fue rapidez.

- ¿Supongo que ahora tenemos que ir a avisar al cliente por telegrama de que has encontrado su reloj? - pregunté a Sherlock, quien sostenía el reloj en mano.

- Sí, pero ya que estamos aquí. Podemos pasear por la zona. Vamos. - Dijo mientras seguía adelante.

- ¿Eh? - Aquel acto me sorprendió. ¿Qué estará tramando?

Ambos paseábamos por Hyde Park, uno al lado del otro. Mis manos se apegaban la una con la otra, mientras que Sherlock las tenía metidas en sus bolsillos del pantalón. Nuestro paseo estaba en completo silencio y en un silencio nada cómodo, la verdad. Tenía la intención de romper el hielo, pero escuché la conversación de entre dos caballeros que me llamó la atención.

- ¿Te has enterado de lo que ha ocurrido esta mañana a la salida del Parlamento?

- Sí, hubo un atentado contra el miembro del parlamento, el Sr Whiteley. Según he escuchado, le colocaron un explosivo debajo de su carro. - Dijo sorprendido.

- Así es y no solo eso. Parece ser que el Sr Whiteley, no solo se percató de la bomba, sino que, además pudo identificar al culpable sin ninguna dificultad.

- Eso es muy extraño. ¿Es posible que ese atentado fuese planeado por el propio Whiteley?

- Es muy posible, de todas formas. Mañana habrá un meeting suyo en la inauguración del nuevo parque, en la zona de North Cross. ¿Vas a ir?

- Sinceramente, tengo curiosidad por cómo habrá quedado el parque, después de haberlo aplazado tanto y de lo que hablará mañana. Puede que diga algo al respecto sobre lo que ha ocurrido hoy.

- Muy cierto.

Sinceramente, desde que empezó el mes. Los periódicos se han centrado en la supuesta nueva reforma de la Ley de enmienda de la reforma electoral y del miembro del parlamento, que está provocando todo este revuelo, el Sr Whiteley. Tengo entendido que ese hombre ha ganado muchos enemigos, debido a su idea de que los ciudadanos de clase trabajadora puedan votar, dejando atrás ese derecho exclusivo a los ciudadanos de clase alta y/o a los lores del parlamento. Si quiero conocer cuáles son las verdaderas intenciones de ese hombre, no voy a dejar que pase esta oportunidad. Tengo que ir a la inauguración del nuevo parque, mañana por la mañana.

- Se está hablando mucho sobre ese Whiteley. - Dijo Sherlock, quien también ha estado escuchando la conversación.

- La verdad es que sí. Lo que está planeando ese hombre es digno de admirar, a pesar de la cantidad de enemigos que está ganando por ello.

- Sí, pero eso es algo que no me interesa en absoluto.

- Está claro que no eres muy amigo de la política.

- No es que sea amigo de la política, simplemente, no me interesa en absoluto. Cambiando de tema, ¿quieres tomar algo antes de volver a Baker Street?

- Eehm. Sí, ¿por qué no? - Acepté su inesperada invitación.

Salimos de Hyde Park y estuvimos andando por las calles londinenses hasta llegar a una cafetería. Sherlock me dejó pasar primero al local y nos sentamos en la mesa más cercana. Un camarero nos atendió amablemente y Sherlock pidió dos tés y dos trozos de apples pies.

- Tú ya conocías este local, ¿verdad? - Pregunté con perspicacia.

- Ja, ja. No se te escapa ni una. Así es, tenía pensado llevarte a este local cuando me lo recomendó John, un día.

- Ah, ¿sí? - exclamé sorprendida.

- Si, aunque este no es al sitio al que me gustaría invitarte. - Murmuró en voz baja.

- ¿Has dicho algo? - pregunté extrañada.

- No, nada.

- Aquí tienen su pedido. - El camarero nos entregó los platillos con las tartaletas y las tazas de té. - ¡Qué lo disfruten!

- ¡Gracias! - agradecimos los dos a la vez.

Tomé un sorbo del té negro y luego, partí un pequeño trozo de la tartaleta con el tenedor. El sabor de la tarta era dulce, fragante y se apreciaba el sabor de la canela, que armoniza muy bien con el sabor ácido de la manzana.

- Yo... - volví mi mirada a Sherlock, quien se sentía un poco nervioso, a su manera - Quería agradecerte por todo lo que has hecho en este último mes.

- ¡Qué... qué va! No ha sido nada. - Le respondí con humildad.

- No, sí que lo ha sido. - Sherlock levantó un poco su voz, pero sin que llegase a llamar la atención del resto de comensales. Ante aquel comportamiento, me sorprendió. - (T/N), en esa misma noche que te diste cuenta de mis lesiones y que yo, de forma insistente y cabezón, dije que no eran nada. Me di cuenta que tú, no paraste de vigilarme en ningún momento, que siempre estuviste alerta por si hiciese algún movimiento que estuviese fuera de lugar y, cuando ya no pude soportarlo más, fuiste la primera en auxiliarme.

- Sherlock. - No sabía qué decir. Sherlock me estaba agradeciendo por mis cuidados y de la forma más dulce y amable, que jamás pensé que escucharía bajo los labios de él.

- Y no solo eso, en más de una noche. Te quedaste en vela, cuidándome. Yo, aún recuerdo el tacto frío de tus manos cuando me ayudabas a respirar.

- ¿Las... Las tenía frías? - pregunté avergonzada.

- Sí, pero a pesar de ello. Se sentían cálidas. Una calidez que solo lo siento, si estoy a tu lado. - Su mano se posó encima de la mía, quedándome paralizada. Aun así, no podía quedarme petrificada. Por eso, decidí mover mi mano, que está debajo de la suya y entrelacé mis dedos con los suyos, quien aceptó con timidez el agarre. - (T/N), yo.

- Sí, Sherlock. - Mi corazón iba a mil por hora y no podía dejar de mirar en sus ojos nocturnos, llenos de ternura y que no paraban de brillar.

- ¡¡SHERLOCK!! - Ambos nos sobresaltó la conocida voz enfadada de la Sra. Hudson.

- ¡¿Sra. Hudson?! - dijimos sorprendidos al unísono.

- ¿Se puede saber qué demonios haces tú aquí? - preguntó molesto, Sherlock al estropear nuestro momento.

- Eso debería preguntarte, yo a ti. - Dijo enfadada. - Se supone, que no debes salir de casa hasta que te hayas curado del todo y qué me encuentro. Sola en la casa. Ya te vale, (T/N). Se supone que tú eres más estricta que yo, a la hora de cuidarlo. - Ahora era a mí, quien atacaba.

- Bueno, al ver que está bastante bien. Pensé que un pequeño paseo no le iba hacer daño, además un poco de aire fresco no le vendría mal. - Intenté darle alguna explicación por el motivo de su salida. Aunque, parece ser que no ha funcionado.

- Aire fresco. ¿En Londres? - Ciertamente, tiene razón. Londres no es que tenga un aire limpio que digamos.

- Es un decir, Sra. Hudson.

- Bueno. Terminad lo que estáis haciendo y regresad de inmediato a Baker Street. ¿Está claro? - nos ordenó la Sra. Hudson, como si fuésemos unos críos.

- Sí, Sra. Hudson. - Contesté molesta.

- Espera Sra. Hudson. Si vas a salir antes que nosotros. ¿Podría hacerme el favor de enviar un telegrama a esta dirección que ponga que ya he localizado el reloj perdido?

- Sabía que la razón por la que hayas salido era por un caso. Sherlock, tú no cambies. Si me disculpan. Nos vemos en Baker Street y lamento haberos interrumpido en vuestro dulce momento. - Dijo con una sonrisa traviesa, provocando que nos sonrojase al habernos pillado en nuestro momento.

Al salir la Sra. Hudson, la gente que antes nos miraba, volvieron a lo que estaban haciendo. Destrozando el ambiente que ambos habíamos creado, volviendo una situación incómoda.

- Ehm. Será mejor que terminemos de comer la tarta y el té, y regresemos a casa. - Dije con tristeza, mientras tomaba un poco de té.

- Sí. Será lo mejor. - Dijo con tristeza. Alzó la mano y llamó al camarero. - Camarero, la cuenta por favor.

Ambos nos tomamos la tartaleta y la taza de té en silencio, Sherlock pagó la cuenta y nos marchamos del local, directos a Baker Street. Sherlock llamó un coche para que nos llevara hasta allí. Durante todo el trayecto, no nos hablamos en ningún momento. Sin duda, la llegada de la Sra. Hudson en el momento en que nos íbamos a confesar, se fue al garete o, mejor dicho, se fue a la mierda. Pero yo quería mostrarle a Sherlock, mis sentimientos hacia él. Así que, no dudé en ningún momento a la hora de entrelazar mi mano con la suya. Sherlock, quien estaba inmerso en sus pensamientos, se percató de mi agarre y con una mirada más relajada y llena de gentileza, me devolvió su agarre, incluso me acerqué, disimuladamente, hacia él. Permaneciendo los dos juntos, sintiendo su calor, al igual que él sentía la mía. Aunque no nos confesásemos de manera verbal, eso no quiere decir que sea el único método para confesarse, pues hay otras maneras de hacerlo. En otras palabras, al final no terminó siendo un mal día para ambos, ya que ambos supimos lo que sentíamos en realidad, aunque no lo expresásemos con palabras.



A la mañana siguiente, después del desayuno. Me preparé para salir. Puse la excusa que necesitaba con urgencia, hablar con Mycroft. Aquello le llamó muchísimo la atención a Sherlock, pero no le importó, ya que quería centrarse en el experimento, gracias a la revista que le mandó a que lo comprase John.

Tras despedirme de ellos, salí a la calle y llamé un coche para que me llevase a North Cross Park.

Al llegar al nuevo parque, ya había un grupo de personas esperando para el meeting del miembro del Parlamento Whiteley. Mientras paseaba por los caminos amplios de aquel vigoroso y hermoso parque, me encontré con Lord Albert y a William.

- Menuda sorpresa, encontraros a los dos aquí. - Fingí mi sorpresa.

- ¡Vaya! Nosotros sí que estamos sorprendidos de verte, (T/N). - Dijo sorprendido William. - ¿Qué te trae por aquí?

- Solo tenía curiosidad por saber qué clase de persona es Whiteley en realidad. Me figuro que vosotros vais por el mismo objetivo.

- Ju. Supones bien. - Dijo Albert. - Aunque, debo insinuar que otra de tus razones de que estes aquí es porque dedujiste que nosotros estaríamos aquí, ¿cierto?

- Touché. Por cierto, ¿habéis venido solos o habéis traído acompañante? - seguíamos hablando, mientras paseábamos por el parque.

- Moran ha venido con nosotros para poner a prueba al Sr. Whiteley. - Dijo William.

- Ya veo. Espero que sea un hombre de fiar, aunque intuyo que ese hombre ha ganado muchos enemigos. ¿No es así? - Pregunté seria a Albert.

- No puedo darte toda la información, ya que no perteneces al MI6, pero si puedo confirmarte de la existencia de enemigos. Todas ellas, miembros del Parlamento. - Dijo Albert bajando su voz.

Los tres llegamos justo a tiempo del comienzo de la ceremonia, quien lo estaba presentando el alcalde. - Muy buenas tardes a todos. Soy el alcalde Dempster. Estoy muy feliz de anunciaros que la reforma del parque ha sido finalizada. No fue fácil reconstruirlo, debido a diversos cambios que hubo a lo largo de la reforma y todas ellas por culpa del miembro del Parlamento Whiteley. Él descartó el diseño de los planos del parque, ya aprobados, y presentó unos nuevos, quien él mismo había diseñado. - Es evidente que tiene muuuuchos enemigos y seguramente no pararan de atacarlo hasta que finalice la ceremonia. - A consecuencia de ello. El presupuesto nuevo superó a la original y la construcción de este nuevo parque estuvo a punto de ser abandonada.

La gente mascullaba sobre lo que estaba contando el alcalde, quien estaba poniendo en evidencia a Whiteley. Entonces, de entre público, una persona preguntó: - ¿Está bien comportarse como quiera solo por ser popular entre los ciudadanos? - la persona que hizo aquella pregunta era Moran.

El alcalde siguió malmetiendo al Sr Whiteley. Cuando terminó de hablar, pasó su puesto a uno de los invitados, quienes seguramente sean enemigos de él. - Como dijo el alcalde, lamento amargaros este hermoso día para contaros que el miembro de Parlamento Whiteley fue como un dictador durante el proyecto de este hermoso parque y lo mismo hizo con la Ley Electoral. La casa de los comunes teníamos revisado la nueva Ley, pero Whiteley presentó uno nuevo sin consultarlo a ninguno de los miembros del Parlamento, provocando una enorme confusión entre nosotros y deteniendo por completo la aprobación de la nueva Ley Electoral y todo por culpa del propio Whiteley. Todos deben escuchar la verdad y no solo de buenas historias, quienes realmente están trabajando duro y protegiendo este país, somos nosotros. Gracias por vuestra atención. - Tras su discurso, volvió a sentarse en su asiento. Ahora era el turno de Whiteley. ¿Cómo se defenderá?

- Todo lo que acaban de decir, es cierto. - ¿Qué? - Es cierto que por culpa de mi ego haya interferido con los planes. Además, tenía conocimiento de que los miembros de las cámaras se reunían en secreto para revisar la Ley Electoral y, a pesar de ello, envié mi propuesto de todos modos. Finalmente, lamento que haya tardado tanto en construir el parque debido a mis acciones. Eso es todo lo que tengo que decir. - Tras terminar de hablar, se bajó del podio, dejando a la mayoría de los visitantes desconcertados, incluidos nosotros. Está claro que este hombre no trama nada oscuro. Miré por un momento a William, quien observaba a Whiteley de manera seria y con una mirada fría y penetrante.

- ¿William, estás bien? - pregunté por su mirada desconcertante.

- Sí, estoy bien. Esta es la prueba que buscaba de él. - Cambió su rostro sombrío por una dulce al voltearse para dirigirse hacia mí. Luego, se volvió hacia su hermano. - Hermano, creo que es la hora de comenzar con la segunda fase de nuestro plan.

- Cierto. Aquí nos separamos, Srta. Smith. Que tenga una buena tarde. - Se despidió de manera cordial y se marchó a la dirección, donde se marchó Whiteley. Dejando a William y a mí a solas.

- ¿Qué planeas William? - pregunté seria.

- ¿A qué te refieres? - me respondió con una falsa sonrisa.

- William, no te hagas el tonto conmigo. Sabes muy bien de lo que te estoy hablando. - Crucé mis brazos.

- Solo quería poner a prueba la humanidad de Whiteley y dependiendo de cómo circule la trama, tendría que cambiar el final o no de mi plan.

- ¿William? - exclamé preocupada. - Prométeme que no harás ninguna locura.

- Sabes que no puedo prometértelo. - Me sonrió con tristeza.

- Lo sé, pero tenía que intentarlo. - Alcé mis hombros con resignación. - Debo marcharme ya. Nos vemos William. - Me despedía de William.

- Good bye, Ms. Smith.

- Good bye, Mr. Moriarty.

Mientras nos despedíamos, noté una extraña sensación como si este fuese la última vez que lo vería como el gentil William James Moriarty y la próxima vez que lo viera sería como el Lord del crimen.

Varios días más tarde, todo Londres quedó conmocionada tras salir el periódico, donde se publicó la noticia que más temía.

"El miembro del Parlamento Whiteley ha sido asesinado por el Lord del Crimen"

No puede ser, esto no puede estar sucediendo. William, ¿qué ha sucedido? - Pensaba estupefacta tras leer la noticia que acababa de comprar. Volvía a pasos lentos hasta llegar a la puerta del 221B, cuando entré la Sra. Hudson me recibió al llegar y se preocupó al verme en aquel terrible estado.

- (T/N), ¿qué te ocurre? - Se acercó a mí preocupada. - Estás pálida. ¿Te encuentras bien?

- Sra. Hudson, él ha... - No me salía ni una sola palabra de mi boca, así que opté por entregarle el periódico a la Sra. Hudson para que lo leyese y comprendiera la situación.

Cogió el periódico y leyó la noticia, que se encontraba en primera plana. Al terminar de leerlo, lo primero que hizo fue ir rápidamente a dárselo a Sherlock, quien ha estado días encerrado en el salón haciendo experimentos con mi ayuda. Yo seguí a Hudson hasta el piso de arriba, cuando llegué ya le había entregado el periódico a Sherlock. - (T/N) no es por nada, pero el salón lleva días sin limpiarse, podrías ayudarme al menos, ya que John lleva días saliendo.

- Lo haré. - Dije desanimada. Hudson quería decirme algo, pero al final no pudo y se marchó, de vuelta al piso de abajo. Entré al salón, donde estaba cubierto de los gases de los experimentos de Sherlock y al observarlo de forma más detenida, sí que estaba hecho una pocilga el salón. Ya veo que su relación con ella va en serio. Sherlock, en cambio, cogió su chaqueta con intención de marcharse a algún sitio. - Sherlock, ¿adónde vas?

- Hoy tengo reunión con mi maldito hermano. - Al observarme y ver que no estaba bien, en vez de preguntarme qué me pasaba, cogió mi chaqueta y me la dio, sorprendiéndome. - Te vienes conmigo.

- Pero a estas horas está en el club. - Me quejé.

- ¿Y? ¿Me estás diciendo que nunca te has colado en su club? - Ahí me ha pillado. - Ven conmigo. Está claro que la conversación que voy a tener con mi hermano, debes estar presente.

Finalmente, acompañé a Sherlock hasta el Club Diógenes, donde nuestros caminos se separaron, ya que yo conocía otra ruta para entrar al edificio, sin que nadie se percatara de ello. Fui a la zona trasera del edificio, donde había una puerta secreta bien oculta que solo yo conozco. Desde allí pude adentrarme sin problemas en el interior del edificio hasta llegar a la habitación de Mycroft. Minutos más tarde llegó Sherlock.

- Menuda grata sorpresa el volver a verla, Srta. Smith y, al final, decidiste aparecer Sherly. - Me saludó cortésmente, mientras que con su hermano lo hizo con tono burlón.

- No tenía intención de ir, pero Sherlock insistió. - Respondí directa.

- ¡Vaya! Eso me ofende. - Dijo dolido. - Por cierto, Sherly. ¿Qué te ha parecido el Club Diógenes?

- Sorprendentemente, no pensé que realmente no se pudiese hablar en este club.

- Si quieres te puedo recomendarte. - Volvió a meterse con su hermano.

- Ni lo sueñes. ¿Quién querría estar en un club, donde la gente se comporta como nobles?

- Está claro que yo no, aunque claro, eso no me difiere ya que la entrada de mujeres está prohibida. - Dije molesta.

- Sois muy crueles. - Se quejó con falsedad, Mycroft. - Y pensar que lo hice para las personas como tú, que no saben hacer amigos.

- Reconozco que me es difícil el hacer amigos, pero me gusta poder hablar. - respondió Sherlock.

- Eso es cierto. - Se levantó de su asiento y se dirigió a la ventana. - Venid aquí y echad un vistazo al exterior. - Ambos nos acercamos a la ventana, donde se podían ver claramente dos caballeros, uno de ellos con un libro infantil entre sus manos. - ¿Qué pensáis de ellos?

- El de la derecha es un jugador de billar. - Dijo Sherlock.

- Correcto. El bolsillo derecho de su chaleco está cubierto con tiza. ¿Y el que está a su lado? - Preguntó Mycroft.

- Es un soldado oficial no comisionado.

- ¿Por qué piensas eso? - preguntó su hermano de nuevo.

- Tiene la piel quemada por el sol. Además de su rostro y actitud dignos.

- Correcto. El hecho de que esté fuera de servicio, se puede ver en las botas anti-munición que lleva. Sus pasos no se parecen a los de un jinete, pero su sombrero está inclinado de una manera que nos permite ver que parte de su frente es más oscura que la otra. Un peso alto no lo permitirían servir en la división de defensa, así que debe de ser de la infantería. - Recalcó su hermano, molestando a su hermano. Estos dos no paran.

- Lleva ropa de luto, así que una persona muy querida para él acaba de morir. Está comprando juguetes para niños, así que debo deducir que su difunta esposa murió durante las labores del parto. ¿Es esta observación lo suficientemente buena? - No, te has olvidado de algo crucial.

- Casi Sherly, te perdiste una cosa. - Sherlock se molestó debido al comentario de su hermano y que sería de nuevo, corregido su observación. Pero antes de que Mycroft comenzase a hablar, yo me adelanté.

- Tiene dos niños. - Ambos me miraron sorprendidos. - Ese caballero sostiene un libro de cuentos ilustrados y, es obvio que para un niño recién nacido no podría leerlo, en cambio para un niño con una edad más avanzada, sí podría hacerlo. - Volví mi vista hacia ellos y con seriedad les dije: - Podemos dejar de perder el tiempo e ir directo al grano.

- No se te escapa alguna Srta. Smith. Es cierto, la razón por la que llamé a mi hermano Sherly es para escuchar su análisis sobre el Lord del Crimen y que te haya implicado es porque aún se encuentra en estado de shock debido a la noticia de este misterioso justiciero. ¿No es así? - Ambos nos miró con agudeza. - El Lord del Crimen, quien se dice que está detrás de la mitad de los misterios sin resolver de Londres, su identidad es aun desconocida hasta el día de hoy. Pero de repente, asesina a Whiteley en público y en pleno día, quien es considerado un caballero de igualdad. Con toda esta información, es obvio que ya has creado un perfil de este misterioso caballero.

Encendió su cigarro y comenzó a dar el perfil del Lord del Crimen. - El Lord del Crimen es, sin lugar a dudas, un criminal noble. Es un hecho que no va a cambiar. Esto se puede ver claramente en el caso de Jack el destripador y en el caso de Scotland Yard. Pero esta vez ha matado a un miembro del Parlamento, que además es inocente. Es como si estuviera protegiendo su posición de Defensor de la Justicia. A consecuencia de ello, muchas de las personas que lo consideraban como un héroe, ahora se volvieron en contra de él. - Su hermano continuaba escuchando el perfil que tiene del Lord del Crimen, incluida yo. - Asumiendo que el objetivo principal del Lord del Crimen es defender la justicia, no tiene sentido el haberlo asesinado. Pero, tengo una teoría que podría explicarlo, aunque parezca un poco descabellado.

- Dilo. Una vez que eliminas las suposiciones de que ciertas cosas son imposibles, incluso si suena como una tontería. Lo que queda probablemente sea la verdad. - Aconsejó su hermano.

- Muy bien. Si la persona que mató no era inocente, significa que Whiteley cometió un crimen y el delito fue un asesinato provocado por un tercero.

- ¿Qué es lo que te llevó en pensarlo?

- Según los periódicos, Whiteley acababa de perder a toda su familia. De entre ellas, su hermano menor, la sirvienta, su asistente y los oficiales que los custodiaban. Pero Whiteley no es la clase de persona que pudiese matar a su propia familia. Así que lo más probable es que uno de los oficiales matase a su familia y lo estuviesen chantajeando. Tras el trágico final de su familia, Whiteley no pudo soportarlo y mató al asesino. Luego, el Lord del Crimen mató a Whitely y proclamó que todos los asesinatos eran suyos.

- ¿Por qué tomaría los crímenes como propios? - preguntó con tono curioso.

- Porque si se hubiera difundido la noticia de que Whiteley había matado a alguien, nunca se produciría la creación de una sociedad igualitaria. No hay forma de que su corazón permita que eso suceda. Este es mi análisis. - Sherlock concluyó su análisis, donde estuve todo el tiempo escuchando y callada. Algo que no pasó desapercibido en Sherlock y Mycroft.

- Ya veo. - Rió de manera discreta, provocando el enfado de su hermano.

- ¿Se puede saber qué te hace tanta gracia? He venido hasta aquí para contar mi análisis y eso es lo único que harás. Reírte de mí. - Te equivocas Sherlock.

- No, la verdad es que no vas mal encaminado. - Sherlock no etendió a qué se refería su hermano. - Voy a añadir un par de cosas a tú análisis si no te importa. - Dijo al levantarse de su asiento. - Ya no le importa su objetivo, el Lord del crimen ya no será apoyado por la gente. Al matar a Whiteley, se ha convertido en el enemigo número uno de toda Londres, no solo por parte del pueblo, también por parte de los nobles, ya que ellos fueron su objetivo inicial y principal.

- ¿Qué estás tratando de decirme? - preguntó Sherlock.

- Estoy diciendo que queda muy poco para atrapar al Lord del Crimen. Después de este incidente, el Parlamento creará un grupo de trabajo especial, cuyo objetivo es dar caza al Lord del Crimen, en vez de dejárselo a Scotland Yard. Sin embargo, incluso si llegan a identificar al Lord del crimen, no tiene pruebas que lo involucren en los asesinatos, así que irán a por él tras su siguiente asesinato. No es descabellado pensar que el Gobierno decidiera matarlo entre bastidores sin temer las repercusiones. Si quieres atraparlo personalmente, debes apresurarte. Quién será más rápido: ¿el Gobierno o tú?

- ¿De qué estás hablando? Definitivamente seré yo quien lo atrape.

- Eso quiere decir que ya conoces la identidad del Lord del Crimen. - Mis latidos comenzaron a acelerarse poco a poco.

- Solo puedo pensar en una persona capaz de usar este método de chantaje y no es solo que, William James Moriarty. - Mi sangre se heló al escucharlo.

- ¿El hermano menor del conde Moriarty? - dijo con falsa sorpresa su hermano. - Sherly. No me importa si atrapas al Lord del crimen o no, simplemente no cometas errores.

- Tranquilo. No lo haré, de todas formas. (T/N) me lo acaba de confirmar. - Sherlock observó mi reacción al escuchar la persona que cree ser el Lord del Crimen. Esta vez, no pude ocultarlo más.

- ¿Qué? - exclamó con sorpresa su hermano. Se giró al verme y en seguida lo comprendió. Mi expresión reflejaba completamente mi tristeza y dolor por el camino que al final ha decidido recorrer William. Sabía que tarde o temprano lo haría, pero no me imaginé que sucedería tan rápido.

- De todas formas, creo que es hora de que nos marchemos. Adiós Mycroft. - Salió por la puerta Sherlock, mientras que yo me dirigí por el pasillo secreto y me despedí en silencio.

- (T/N). No me digas que has estado en contacto previamente con él. - Farfulló Mycroft tras la salida de su hermano y mía.

Al salir del edificio, nos marchamos a Baker Street andando a paso ligero y en silencio hasta que Sherlock rompió aquel incómodo silencio. - (T/N) el día que saliste a hacer unos recados, no eran unos simples recados, ¿cierto? - Yo no le contesté, simplemente asentí en silencio. - Ibas formal, pero más arreglada de lo normal, es más, tenías hasta el pelo completamente recogido. Aquel día era la inauguración del nuevo parque y en la ceremonia de apertura estuvo el miembro del parlamento Whiteley. Fuiste allí para satisfacer tu curiosidad sobre el hombre que cambiaría la sociedad londinense y, de paso, te reunirías de forma casual con Liam, ya que tú sabías que él iba a estar allí. ¿Cierto? - De nuevo, asentí en silencio. - No voy a preguntarte si tú y mi hermano sabíais la identidad del Lord del Crimen, aunque es obvio que tú ya lo conocías. Lo que me gustaría saber es: ¿qué ocurrió en el meeting?

Ambos nos detuvimos, levanté mi mirada para ver su rostro serio y le respondí: - Whiteley tenía muchos enemigos, es más, podría decirse que la mayoría por no decir todos los miembros del Parlamento estuviesen en contra de él, así que no es descabellado que buscasen a alguien que les aconsejaran cómo derrotar y desacreditar a Whiteley. Conociendo la finalidad por las noticias del periódico de esta tarde, está claro que han logrado su objetivo. Whiteley desesperado contactaría con el Lord del Crimen para ayudarlo, asesinándolo. Siempre y cuando aceptase los términos del Lord del Crimen.

- Eso explicaría el por qué el Lord del Crimen proclamó que aquellos asesinatos eran suyos.

- Y sí. - Sherlock me miró confundido. - William es el auténtico Lord del crimen. - Finalmente se lo conté a Sherlock. - ¿Qué vas a hacer al respecto? - Sherlock cerró sus ojos, pensando de forma exhaustiva, se rascó la cabeza para luego soltar un enorme suspiro.

- No lo sé.

Retomamos nuestro camino con las emociones de capa caída y al llegar a casa, lo primero que sufrimos fue una enorme bronca de la Sra. Hudson por no haber limpiado el salón.

- Una cosa es que lo haga Sherlock, pero tú. Esto no me lo esperaba de ti, (T/N). - Gruñó la Sra. Hudson.

- Pensé que John llegaría temprano y estuviera limpiando toda la habitación, cuando hubiésemos llegado. - Se defendió Sherlock.

- ¡Eso! Échale la culpa a John. Es por estas razones por las que nunca te casarás.

- Yo creo que hay otras razones por las que nunca me casaré. - Dijo Sherlock.

- ¡A sí! ¡Déjame enumerarlas! Te encierras en un cuarto oscuro todo el día, disparas a la pared al azar, haces explotar la habitación cada semana – Hombre, cada semana no. Pero sí que recuerdo que la última vez fue cuando nos salió rana, aquel experimento después de salir de la cama por primera vez. - ¡¿Crees qué habrá alguna mujer soltera en este mundo que te soporte?! - reprendió la Sra. Hudson, enfurecida.

- ¡¿Por supuesto que la hay?! - solté inmediatamente.

La Sra. Hudson se sorprendió al escucharme, además de Sherlock y de mí misma, pues no me creo que lo haya dicho de sopetón.

- ¿Qué acabas de decir (T/N)? - preguntó sorprendida Hudson.

- Nada. - Respondí completamente colorada.

- No, repite lo que acabas de decir. - Insistió Hudson.

- He dicho que no es nada. - Me sentía acalorada y nerviosa, iba a marcharme de la habitación, pero una persona me retuvo. - Sra. Hudson por favor. - Al volver mi mirada, me encontré que a quien me estaba reteniendo era Sherlock no la Sra. Hudson. - ¿Sherlock? - Él se le veía un poco sonrojado, a pesar de estar serio.

- ¿Sabes Sherlock? - empezó a insinuar la Sra. Hudson. - Si encontrases a alguien así, ¿no crees que deberías casarte con esa persona en ese mismo instante? - Mi sonrojez fue en aumento al meterse la Sra. Hudson.

- Sí, lo haré. - Respondió con seriedad mientras me miraba a los ojos.

Espera, ¿qué? Sherlock acaba de... ¿Eh? ¡Eh! - Mi corazón latía con tanta intensidad, que con todo lo que estaba sintiendo en esos momentos perdí las fuerzas de todo mi cuerpo y estuve al punto de desmayarme, pero Sherlock no lo permitió. Me sujetó con fuerza, me levantó y me sentó en su sillón.

- (T/N), ¿estás bien? - preguntó con una leve preocupación en su tono.

- Sí, estoy bien. - Aún estaba conmocionada por lo que acababa de suceder, entonces Sherlock volvió con la Sra. Hudson y siguieron discutiendo.

- Entonces le pediré a John que me ayude más tarde.

- Y dale. John no se quedará aquí para siempre, algún día él se marchará porque se cansará de ti o porque se casará con alguien. - Eso último provocó que saltasen en risas, incluida yo, aunque no por el mismo motivo. Si ellos supieran.

- ¿Cómo que se va a casar? - dijo entre risas, Sherlock.

- Sí, lo siento. No sé en qué estaría pensando. - En ese instante, John regresa y no venía solo.

- Ya he vuelto. - Saludó John.

- ¡Justo a tiempo John! - dijo Sherlock. Entonces, John dejó pasar a una encantadora joven que lo acompañaba.

- Por favor, entra. - Sherlock y la Sra. Hudson se extrañaron al ver una mujer al lado de John, seguro que estarán pensando que es una nueva cliente. ¿Qué equivocados están?

- Sí, discúlpenme. - Dijo la misteriosa dama.

- John, ¿quién...?

- ¿Es alguna cliente nueva? - preguntó Hudson.

Me levanté del sillón para estar al lado de Sherlock, para ver sus reacciones. Esto va a ser divertido.

- Perdón por la presentación tardía, ella es la señorita Mary Morstan y nos vamos a casar. - Dijo finalmente John con un tono tímido, pero alegre.

- ¿Eh? ¡¿Qué?! - dijeron ambos al unísono, sorprendidos ante la repentina noticia de John. 

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