Capítulo 15
El amor y el odio no son ciegos, sino que están cegados por el fuego que llevan dentro.
- Nietzsche.
No sé cuánto tiempo dormí, pero cuando me desperté ya había anochecido. Me sentía muy cómoda en mi...
¡Un momento!
¡Este no es mi habitación!
Me acordé que al despertarme de aquella terrible pesadilla, me fui a la habitación de Sherlock y estuve un buen rato con él, escuchando su primer caso que tuvo en su época como estudiante. Después de aquello me quedé dormida en su cama.
- ¿Has dormido bien? - me preguntó Sherlock sonriendo de lado sin dejar su vista en el libro que estaba leyendo.
- Yo... ¡Lo siento! - me disculpé y me incorporé de golpe en su cama. - No, no sé qué me ha pasado. No era mi intención quedarme dormida en tu cama. - Me sentía completamente abochornada, al igual que nerviosa por haber estado todo este tiempo al lado de Sherlock.
- No tienes por qué disculparte, además no me has molestado en absoluto. - Cerró su libro y fijó su mirada en mí.
- Pero, aun así, he sido muy descortés de mi parte.
- (T/N) no tienes que darle tantas vueltas sobre el asunto. Lo hecho, hecho está. Además, tu mera presencia me reconforta.
Ambos se nos dibujaron una sonrisa nerviosa y desviamos nuestras miradas por pura vergüenza. Cuando, de pronto, me comenzó a rugir las tripas y ahora esa vergüenza aumentó tras el inoportuno sonido de mis tripas, sumados por la risa desternillante de Sherlock.
- Parece que alguien tiene hambre. ¡Ja, ja, ja! - exclamó sin dejar de reír.
- Normal, sólo he desayunado unas gachas junto con una taza de té. El resto del día he estado durmiendo la mona. - Me tapé la cara con la almohada, provocando que su risa se volviese más estridente y contagiosa, pues yo también empecé a reírme. - ¡Para ya! ¡Qué te vas a hacer daño! - le advertí sin dejar de reírme.
- No me voy a hacerme daño. - Respondió riéndose, pero mi advertencia fue en vano. - ¡Agh! - se retorció de dolor.
- ¡Sherlock! - me incorporé de inmediato y le ayudé a tumbarse en la cama, posando una de mis manos en su pecho. Ya estando tumbado, lo ayudé a que se relajase. - Respira hondo y deja echar el aire poco a poco. - El dolor le dificultaba al respirar, sin embargo, él seguía mis instrucciones. Aquel dolor provocaba que cerrase los ojos, mostrando un gesto dolorido. Por aquella tonta situación, Sherlock se estaba quejándose del dolor, de nuevo y todo por mi culpa. Iba a retirar mi mano de su pecho, pero Sherlock me lo impidió, sujetando mi mano con la suya. Abrió uno de sus ojos con dificultad y me habló con una voz ronca y débil:
- No...te...marches. - Me quedé inmóvil ante su súplica. - Por favor. - Sin responderle, permanecí a su lado y coloqué mi otra mano sobre la suya, que estaba siendo agarrada por la mía.
- Sigue respirando profundamente y echa todo el aire poco a poco. - Seguí dándole las instrucciones con un tono amable y tranquilizadora.
Siguió los mismos pasos, una y otra vez hasta que el dolor se atenuó. Nuestras miradas no se despegaban de la una y de la otra. Mi corazón latía con intensidad y tenía el deseo de acercarme a él y besarle, pero me mantuve firme y no lo hice por temor a que me rechazase. Me pareció que Sherlock sintió lo que pretendía a hacer, pero antes de que hablase fuimos interrumpidos por la Sra. Hudson, quien traía la cena para ambos.
Me recompuse y separé mis manos de la suya. Salí de su cama y me senté en la silla, que se encontraba cerca de su cama.
- Con permiso. - Entró con la cena de Sherlock y la mía. - Aquí os traigo la cena, sobre todo a ti (T/N), que llevas sin comer todo el día. - Me dijo con tono molesto, ya que no le gusta que me salte las comidas. - Por cierto, acaba de llegar este telegrama para ti, (T/N). - Me entregó la Sra. Hudson un sobre.
- ¿Un telegrama? - no esperaba ningún telegrama, así que me sorprendió mucho. Abrí el sobre y leí su contenido:
Srta. (T/N) Smith,
Está usted invitada a la fiesta del té, que se celebrará mañana a las cinco, en la mansión de Lord Moriarty ubicada aquí, en la ciudad de Londres.
Le rogamos que sea puntual.
PSD:
Ayuda a mi hermano, William James Moriarty, a mantenerse alejado de las invitadas más "apegadas" a él.
Atentamente:
Albert James Moriarty.
Al leer aquel inesperado telegrama, no pude contener mi risa. Algo que llamó la atención los que tenía delante.
- ¿(T/N), qué sucede? - preguntó llena de curiosidad la Sra. Hudson.
- Eso, ¿quién es el responsable de que hayas estallado en risa? - preguntó con interés Sherlock.
Intenté relajarme, con éxito y les conté el motivo de mis risas. - No es nada, - dije sin importancia, aunque para Sherlock no va a serlo – es sólo que he sido invitada mañana por la tarde a la fiesta del té en la mansión de los Moriarty y no precisamente como "invitada".
- ¡¿Qué?! - exclamaron ambos al unísono, sorprendidos.
- ¡Maldición! - se quejó Sherlock. - Eso no es justo. Yo también quiero ir.
- ¿Eh? ¡¿Cómo vas a ir en tu estado? Además, esa fiesta es sólo para damiselas como yo y como (T/N).
- Ya, claro. - Murmuró Sherlock.
- ¿Has dicho algo? - preguntó molesta Hudson.
- No, nada. - Respondió haciéndose el sueco.
- Pero, es un problema para mañana.
- ¿Por qué lo dices, Sra. Hudson? - pregunté extrañada ante su repentina preocupación.
- Porque esta tarde ha recibido John una invitación de parte de la clienta que ayudasteis hace unos días para recompensaros por lo que hicisteis por ella. Obviamente, Sherlock no podrá ir y John no es de los que rechazan una invitación y tú vas a estar toda la tarde, y yo tengo que hacer unos recados mañana, así que...
Ambas miramos con seriedad a Sherlock, quien estaba postrado en su cama. Evidentemente, Sherlock se molestó ante nuestras miradas severas. - ¡No fastidies! ¡Qué no soy un crío!
- Lo sé y, a pesar de eso, no me fío ni un pelo de ti, Sherlock. - Dijo con severidad la Sra. Hudson.
- En eso estoy de acuerdo con ella. - Dije seriamente.
- ¡Tú también, (T/N)! - Dijo sorprendido al escuchar que estaba de acuerdo con ella.
Suspiró con desgana. - No me queda más remedio que pedirle a uno de los Irregulares que vigile a Sherlock, mientras yo no esté aquí.
- Sí, será lo mejor. - Estuve de acuerdo en su idea de llamar a uno de los zagales de Baker Street.
- ¡Pero bueno! - exclamó molesto el detective.
Ambos acabábamos de terminar de cenar y llevé las bandejas con los platos sucios a la cocina, donde ayudé a la Sra. Hudson a lavarlos. Tras darle las buenas noches, me volví a la habitación de Sherlock para vigilarle. Aunque aparente estar bien, sigue en estado febril y le sigue doliendo los costados, a menos que permanezca tranquilo y sin hacer movimientos bruscos en su cama.
Al llegar a su habitación, me lo encontré leyendo un libro con una mirada que reflejaba su gran desinterés en él a la perfección. Me acerqué a él en silencio y me senté en la silla, donde permanezco sentada junto a él durante toda la noche de vigilia. Sentía curiosidad por el libro que estaba leyendo, pero al momento que iba a preguntarle, tiró el libro contra la pared. Con esa acción lo decía todo sobre su interés y opinión sobre aquel libro, aun así, me sobresalté ante su comportamiento.
- ¡Menuda estupidez! - refunfuñó Sherlock al estampar el libro contra la pared.
- Ya veo que no te estaba gustando el libro. - Dije para calmar el ambiente.
- ¡Ah, no! El libro me estaba resultando interesante, pero no podía disfrutarlo porque no me quitaba de la cabeza que tú y la Sra. Hudson vayáis a pedir ayuda a Wiggins para que me haga de niñera.
- Más que Wiggins, sería a alguno de sus amigos o, ¿acaso te has olvidado que tiene un brazo en cabestrillo? - alcé una de mis cejas al recordarle el estado del líder de los Irregulares.
- ¡Me trae sin cuidado el cómo esté Wiggins! - aquella frialdad por parte de Sherlock me molestó y no ignoré ante aquel horrible comentario.
- ¡¡Sherlock!! - le reproché, llamándole su atención. - Me parece increíble que no te preocupas por ellos. ¿Acaso no eres consciente de que Wiggins está en ese estado porque tú le pediste su colaboración para ayudarte a resolver el caso, aun sabiendo los riesgos, a cambio de unos peniques? - Me levanté de la silla y apoyé mis manos bruscamente sobre su cama para quedarme cara a cara a él, quien seguía con el ceño fruncido, pero ahora mostraba un pequeño atisbo de sorpresa y de temor en su rostro, al notar mi enfado. - Tú, por lo menos tienes un techo, una cama cómoda y comida, pero ellos no tienen NADA.
En ese momento, la puerta se abrió y se asomó John preocupado por el alboroto que estábamos formando. - ¿Me podéis explicarme que es todo este alboroto?
- ¡Tú no te metas John! - le respondí cabreada.
Acto seguido, John se marchó despavorido a dónde él estaba en aquel momento, antes de asomarse a la habitación, dejándonos de nuevo a solas. Volví a dirigir mi mirada hacia él, ahora su mirada reflejaba arrepentimiento y aquella culpabilidad hizo que bajase su mirada. Yo, en cambio, sentía un gran nudo en la garganta y surgió un sabor salino en mi boca, pero no quería sacar toda esa agonía afuera y preferí guardar todos esos sentimientos adentro. Me separé de él y recogí el libro que había tirado. Abrí el libro para saber qué libro estaba leyendo y era Fausto. Volví a mi asiento y empecé a leer el libro en silencio, ignorando a Sherlock por completo, pero era incapaz de concentrarme en la lectura con todos los nervios que tenía dentro. Desvié un momento mi mirada del libro para saber qué estaba haciendo Sherlock y observé que se había acostado, pero aún permanecía con los ojos abiertos, como si estuviera reflexionando sobre algo, mientras contemplaba el techo de su habitación. Regresé mi mirada hacia el libro, pero un fuerte quejido me interrumpió y tuve que volver mi mirada para encontrarme a Sherlock quejándose de dolor al acostarse de lado. Solté el libro de inmediato y me acerqué a él para ayudarle a acostarse de manera correcta sin hacerle más daño de lo que se estaba aquejando.
- ¿Pero se puede saber en qué demonios estabas pensando?
- ¿Ahora te preocupas por mí? - preguntó molesto.
- ¿Y qué si me preocupo? Lo que no puedes hacer es acostarte de lado con las costillas echa una mierda.
- ¡Vaya! Estoy muy sorprendido de que fueses muy malhablada. - Dijo mostrando una sonrisa pícara.
- Eso es porque tú me provocas.
- ¿Qué yo te provoco? - preguntó con tono inocente.
- Sí, tú me provocas. - Respondí molesta. Cuando terminé de ayudar a acostarse de manera correcta a Sherlock en su cama, sentí el tacto y el sonido de algo metálico en una de mis muñecas al fijar mi mirada en él, supe que me había puesto unas esposas, donde el otro extremo lo tenía colocado en su muñeca. En otras palabras, Sherlock nos había esposado para que no me marchase de su cama. - ¿Qué demonios?
- Así no tendrás que quedarte en la silla toda la noche y tampoco escaparte de mí. - Dijo de modo que le resultaba divertido su plan de esposarnos.
- Sherlock, no tiene gracia. -Dije en un tono serio y enfadado.
- Tranquila. Aquí tengo las llaves. - Me mostró la llave, que lo dejó encima de su mesilla de noche. - Si es lo que te preocupa.
Eso no es lo que realmente me preocupaba, lo que verdaderamente me preocupaba es que, si le volvía a subirle la fiebre, yo no podría salir de la cama y coger la jarra de agua, que está en la mesa de su escritorio para poder secarle el sudor de su cuerpo y refrescarle. - Eso no es lo que me preocupa.
Me detuve al hablar al notar que su rostro se tornó serio y con una mirada de arrepentimiento se disculpó con la cabeza gacha. - Lo siento.
- ¿Qué? - Aquella disculpa me vino desprevenida, sin duda, él puede llegar a ser muy impredecible.
- No debería haber sido muy insensible hablando de los chicos, sobre todo si ellos hacen mejor el trabajo que Scotland Yard. Además de que ellos no tienen un lugar a donde vivir, aunque conociéndolos, seguro que se las apañan.
- (Suspiré con desgana) Está claro que las disculpas, sigue sin ser tu punto fuerte. - Sherlock me miró preocupado, pero, a pesar de su nefasta disculpa, sabía que se estaba disculpando de corazón. Así que, relajé mi ceño y le contesté: - Pero, a pesar de todo. Te perdono.
Él suspiró de alivio, acto seguido, cogió la llave y nos liberó de las esposas. - No entiendo cómo puedes soportarme (T/N) y perdonarme así sin más después de lo borde que he sido.
- Porque estás desquiciado de estar todo el día en la cama y más, sabiendo los planes que tengo para mañana. Además, te conozco lo suficiente para saber que no lo dices con maldad y que, en realidad, eres una persona amable. - La habitación permaneció en silencio, pero aquel silencio no era para nada incómodo y nuestras miradas permanecieron quietas una frente a la otra. No despegaba mi vista frente aquellos ojos azules oscuros como la noche que brillaban a la luz de la lámpara de gas.
- (T/N), ¿te gustaría dormir conmigo? - Volví de mi ensoñación al escuchar la voz de Sherlock.
- ¿Eh? - Me sonrojé ante aquella proposición.
- Quiero decir. No quiero que estés toda la noche postrada en esa silla incómoda para luego estar toda la tarde en esa fiesta. A eso me refiero.
- Ah, claro. Bueno, yo no quiero ser una molestia. - Balbuceé debido a mi nerviosismo.
- No es ninguna molestia, solo quiero estar contigo. - Aquello provocó que notase un enorme calor en mis mejillas, al igual que Sherlock. Pero, él se tapó rápidamente la cara con su mano para no mostrar su rojez y con voz nerviosa corrigió las palabras que había dicho antes. - Quiero decir que, quiero que duermas cómoda en mi cama a mi lado, nada más.
- De acuerdo. - Sonreí nerviosa y me acosté a su lado, arropándome bajo sus sábanas de algodón. Él apagó la lámpara de gas y nos acostamos.
Me acosté de lado a espaldas de él, ya que mi corazón estaba a mil por hora y no podía conciliar el sueño debido a mi nerviosismo. De repente, una mano posarse sobre mi hombro, al girarme bruscamente vi que era Sherlock quien me estaba llamando. - Puedes acercarte más que no muerdo. - Su voz sonaba nerviosa como si le diese corte al invitarme al acercarme más a él. Yo, tímidamente, me acerqué más a él hasta quedarme a solo unos milímetros. Entonces, Sherlock me agarró con su brazo para cortar esa pequeña brecha que nos separaba de ambos, dejándome justo en su pecho de modo que no le hiciese daño. Podía escuchar claramente sus latidos y su respiración relajada, alcé mi mirada para encontrarme a Sherlock profundamente dormido. ¿Cuándo diantre se ha dormido? Lo cierto es que sus latidos eran bastantes relajadores y no pasó mucho tiempo hasta quedarme completamente dormida, a los brazos de Sherlock.
----------------------------------------------------
La noche fue bastante tranquila y no hubo ningún problema ni sobresaltos, a excepción de los gritos de la Sra. Hudson al despertarme. Os puedo asegurar que estuvimos toda la mañana escuchando el sermón de la Sra. Hudson al habernos pillado durmiendo juntos y de una forma bastante apegados, la verdad es que, al despertarme abrazada de él, me ruborizó bastante. Aunque eso no fue lo peor, lo peor es que la Sra. Hudson se pensó otra cosa y, sinceramente, ni siquiera nos habíamos declarado de manera oficial todavía.
La cuestión es que la Sra. Hudson, por un lado, estaba feliz de la escena que había visto, pero por otro lado estaba enfadada porque se cree que habíamos hecho "manitas", cuando no es verdad.
Bueno, en cualquier caso, después de aquella eterna charla sobre que en esta casa está prohibido los actos indecentes y extramatrimoniales. Comimos, me bañé y me preparé para la fiesta y, cuando ya estábamos todos listos para salir, llegaron los Irregulares para cuidar/vigilar a Sherlock para que no hiciese nada raro mientras nosotros estábamos todos afuera. La Sra. Hudson le dijeron todo lo necesario para lo que tenían que hacer al estar al cargo de él, mientras John y yo nos marchamos cada uno en un coche diferente en direcciones distintas, uno a la casa de la clienta y la otra hacia la mansión Moriarty de aquí en Londres.
Acababa de llegar a la mansión, cuya entrada estaba repleta de mujeres, tanto jóvenes como mayores, quienes se encontraban embelesadas por la mansión y por los hombres que las recibían. Ahora comprendo el por qué me invitó Lord Albert. Todas las mujeres se apelotonaron para decir sus nombres en la recepción, mientras agradecían al haber sido invitadas a Lord Albert y William. Cuando llegó el momento de decir mi nombre, me alegré al encontrarme con Moneypenny junto con un hombre mayor de pelo largo canoso y de porte elegante, que no había visto antes. Ella también se alegró de verme, lástima que solo podíamos comunicarnos con nuestras miradas. Tras registrar mi nombre en la recepción, me dirigí al jardín donde estaban colocadas las mesas y sillas, y donde esperaban Lord Albert y William. Todas las invitadas seguían alborotadas de excitación al estar en los dominios de los Moriarty. Madre mía, estas mujeres están muy necesitadas.
- Cómo marca el programa. - Comenzó a hablar Lord Albert. - Si hay una persona al agradecer de que ustedes sean bienvenidas a nuestro hogar, es al Conde Rockwell. - En otras palabras, que esta vez no te has podido escaquear. - Como verán, en esta familia somos bastantes tímidos, en respecto a invitar a la gente a nuestro hogar, así que no debéis desaprovechar la oportunidad de visitar nuestro jardín de rosas que nuestro jardinero ha cultivado con tanto esmero, solo para vosotras. Por último, os hemos preparado unos aperitivos para vuestro deleite. Adelante, disfrutad de esta divertida y agradable charla. - Las mujeres se estaban preparando para dejar sus tazas de té, en el momento en que Lord Albert brindara, como si de unas fieras se tratasen y ellos fuesen sus presas. - Salud. - En el momento que Lord Albert brindó, todas las mujeres dejaron sus tazas en la mesa y fueron directas hacia Lord Albert y William. No sé si sorprenderme o reírme de ello, aunque la verdad es que me estaba resultando bastante divertido la escena. Más mujeres se sumaban al grupo y yo tuve que esquivarlas para que no me manchase el vestido con la taza llena de té, que estaba sujetando entre mis dedos. Contemplaba en silencio cómo lidiaba Lord Albert a las invitadas, mientras tomaba mi taza de té. Parece ser que lo lleva bastante bien, aunque no es de extrañar si las engatusa con su voz llena de amabilidad y seductora. Bueno, creo que ya va siendo hora de calmarlas un poco llamándolas su atención.
- ¡Vaya! Estas rosas son preciosas. - Algunas mujeres les llamaron la atención y se acercaron a donde me encontraba en ese momento.
- Es cierto, sí que son preciosas. - Dijo una de ellas.
- Preguntemos dónde se encuentra el jardín. - Dijo otra, provocando que un grupo de mujeres fuese en busca de uno de los hombres de William a preguntar. Entonces, desvié mi mirada hacia la dirección de William, cuya mirada mostraba agradecimiento.
Al cabo del rato, los grupos de dividieron y yo me marché al grupo, donde estaba William haciendo varias consultas de las invitadas. Al terminar de resolver el problema de una de las damiselas, una mujer de mediana edad y de constitución fuerte se levantó para pedir una consulta, que William aceptó amablemente.
- La verdad es que tengo un serio problema. - Comenzó diciendo la mujer, acercándose poco a poco a él.
- ¿De qué se trata? - respondió con amabilidad.
- Estoy enamorada completamente de un hombre, pero no sé qué debo hacer para acercarme a él. - Se quedó al lado de William. Sí, tú y las otras 25 mujeres que hay aquí, sin incluirme a mí.
- Comprendo. ¿Sería tan amable de describirme las características de esa persona?
- Es el segundo hijo de un conde y es un brillante matemático. - ¡Wow! ¡Qué discreta! - Es una persona tan amable que se podría decir que no ha matado ni una mosca. Siento un gran dolor en mi pecho al pensar en él y ya me han examinado varios médicos que inútilmente han podido curarme. Sólo usted, Lord William puede curarme de esta enfermedad. - Aquella mujer va directa al grano, ni siquiera yo sé cómo salvar a William de esta situación. La mujer se acercaba más y más a William, caldeando el ambiente.
- A...Así es. - Intentó responder William, al no saber cómo escapar de la situación. La situación era crítica, las mujeres se estaban cabreando y la mujer se acercaba más a él, así que no tuve más remedio que hacerlo.
- ¡Ohhh! - Dije justo antes de fingir que me desmayaba contra el suelo de manera dramática, pero no tan teatral. Al permanecer los ojos cerrados, no sabía lo que estaba sucediendo, pero podía escuchar con claridad a las mujeres preocupadas y asustadas por lo que me había ocurrido. Cuando de pronto, noté como unos largos, finos y fuertes dedos examinaban mi pulso.
- Tiene el pulso débil, debo llevarla inmediatamente al interior de la mansión. - Entonces, siento que me levanta y me llevan a cuestas. - No se preocupen señoritas, cuando recupere la consciencia, volveré con vosotras. Mientras tanto, el Sr. Moran os atenderán. - Comenzó a caminar con pasos apresurados alejando poco a poco las voces de las mujeres preocupadas y molestas, porque su querido William ya no estaba con ellas. - Muchas gracias (T//N), ya no sabía cómo salir de aquella situación sin parecer un borde. - Me agradeció en voz baja. - Aunque, me sorprende que hayas actuado de esa manera. Un poco más y habría estallado de la risa ante tu nefasta actuación.
- Uno, no ha sido nefasta y dos, me debes una y bien gorda, además. - Le respondí en voz baja y con un ojo entreabierto. Habíamos entrado ya al interior de la mansión y me dejó en el sofá del salón que, por suerte, tenía las cortinas cerradas para que no nos viese nadie. - Eso sí, debo reconocer que nunca me había divertido tanto en una fiesta de té de este tipo. Incluso Sherlock quería colarse en la fiesta, pero en su estado le es imposible.
- ¿Qué quieres decir? - preguntó lleno de curiosidad al momento de sentarse en el sofá, a mi lado.
- Bueno, Fred te habrá contado algo sobre la situación de los otros días.
- Así es. Me contó que le pediste su ayuda a que llevase a un hombre a Baker Street para que estuviese a salvo, mientras tú rescatabas al Sr. Holmes y a su compañero. ¿Qué ocurrió al final?
- Sherlock y yo terminamos ahuyentando a ese matón enorme, pero él terminó con la mayor parte de las costillas rotas, además de algún moretón en la cara y ahora está en cama, sin poder moverse. Aquella noche no fue muy buena que digamos.
- ¡Oh, cielos! Espero que se recupere pronto. - Dijo preocupado.
- ¿En serio estás preocupado por él? - pregunté con una ceja alzada a modo de sorpresa.
- Por supuesto que estoy preocupado, que sea el Señor del Crimen no me convierte en un monstruo, además el Sr Holmes lo considero como un amigo.
- Amigo o no, ¿sabes que terminareis enfrentándoos entre vosotros? - respondí con total seriedad.
- Así es, pero eso es algo que no se puede cambiar. - Dijo serio.
- Que tú pienses que no se pueda cambiar, no significa que ese sea el único camino. William, sabes que hay otras formas de terminar con todo esto. Aunque, dudo mucho que cambies de opinión. Así que, de momento te diré que tengas cuidado con Charles Augustus Milverton.
- ¿Milverton? - preguntó sorprendido.
- En el incidente de Whitechapel, parece ser que él nos vio. Tanto a mí como a ti, al parecer. Así que mantenlo vigilado, ese hombre es muy peligroso. - Avisé a William sin elevar mucho mi voz.
- Ya veo. Gracias por el aviso. Aunque ya estoy al tanto de la situación.
- ¿En serio? - respondí sorprendida.
- Sí, digamos que ese hombre ha estado indagando en mi pasado, pero de momento no hay nada que deba preocuparme.
- ¿Qué clase de información ha encontrado Milverton para querer indagar en tu pasado? - William no me respondió, pero sus ojos reflejaban cierta frialdad. - No me lo digas, que tú no eres el auténtico William James Moriarty y, en realidad eres el hermano mayor de Louis James Moriarty e hijo adoptivo de la familia Moriarty, resultando que aquel incendio no fue un accidente, sino que fue provocado por tú, tu hermano y Lord Albert, y usurpaste la identidad del verdadero hermano de Lord Albert, el auténtico William James Moriarty. - Si las miradas matasen, ahora mismo estaría muerta a manos de William.
- ¿Qué te hace pensar eso? - me preguntó con extrema seriedad, como si me estuviera analizando a la vez de pensar en distintas formas de mantener mi boca cerrada.
- Tú y tu hermano Louis sois como dos gotas de agua. - La mirada de William se relajó un poco al escuchar mi respuesta. - ¡¿Qué?! Que la gente no se haya dado cuenta aún, no significa que yo no lo haya percibido. ¡En serio, qué poca observación y percepción tiene la gente de hoy en día!
William comenzó a reírse para sí mismo. - ¿De verdad me parezco a mi hermano?
- ¿De verdad me estás haciendo esa pregunta? Vamos, ambos tenéis los ojos de color carmesí y el cabello rubio de tono claro.
- Cabe la posibilidad de que sea casualidad.
- William, las casualidades no existen y menos en este caso. Pero, antes de que digas nada. Tranquilo, su secreto está a salvo. - Dije posando mi dedo frente a mis labios a modo de pactar mi silencio.
- ¿Por qué nos ayudas? - preguntó sorprendido.
- Porque es obvio que fue Albert quien quiso librarse de su familia y no por mera maldad. Lo poco que conozco de él, te puedo decirte con certeza que no es la clase de persona que asesinaría a su propia familia, a menos que tuviese un enorme motivo hasta tal punto de estar tan desesperado para pedirte tú ayuda y adoptaros a ti y a tu hermano en su familia.
- ¡Vaya! (T/N), te había subestimado, eres más inteligente y audaz de lo que me había imaginado. Es una lástima que no estés en mi banda.
- ¿Sigues queriendo que entre en tú equipo, a pesar de que tienes a unos buenos hombres a tu lado?
- ¿Quizás?
- ¡Ja! Lamento decirte que yo pertenezco al equipo del Gran detective, Sherlock Holmes.
- Eso ya lo veo.
Volví a ponerme seria, pero esta vez llena de preocupación. - William, no te olvides que no estás solo. Tienes a tu familia y a tus hombres. No te lo guardes todo dentro, porque si lo haces te autodestruirás.
- En eso - comenzó a decirme cabizbajo – no puedo prometértelo.
Aquella respuesta no me gustó para nada, es más, no sólo me entristeció, sino que además me enfadó enormemente con él. Le agarré de los brazos y le respondí con seriedad: - Ni se te ocurra hacerlo y mucho menos pensarlo. ¿Sabes lo triste que se pondrán tus hermanos si lo hicieses? Es más, no sólo tus hermanos, también tus hombres, tus compañeros, amigos. Incluso Sherlock se pondría triste... Y yo, no podría soportarlo.... - no pude continuar, pues mis lágrimas comenzaron a brotar y mi voz se quebró al pensar en su fatídico final. Pero no pude romper en llanto, al sorprenderme del repentino abrazo por parte de William. Podía notar como sus brazos temblaban al temer por el final de su plan y las consecuencias que conllevarían, al mismo tiempo, sentí su soledad al lidiar con todo aquel peso que estaba soportando, un peso que no lo estaba compartiendo con sus hermanos. Yo, lo único que pude hacer fue aceptar su abrazo, que tanto necesitaba. Su abrazo se sentía distinto al de Sherlock.
El de Sherlock se sentía cálido y protector, pero el de William se sentía desesperado, solitario y perdido. Quería proteger a ambos, pero mis sentimientos hacia ellos eran muy distintos. Con Sherlock es porque siento algo por él, aunque no sé si es amor o por mera atracción, en el sentido de que es una persona interesante; en cambio, William es porque es a alguien al que necesito proteger, darle mi calor y mi amor para que no caiga en la más profunda desesperación, ya que él me recuerda a mí.
William abrió los ojos sorprendidos al sentir mi dulce y tierno beso, al rozar mis labios en su frente despejada. Permaneció estático durante un pequeño lapso de tiempo y tuve que despertarlo de la realidad para que reaccionase. - William, creo que deberíamos volver a la fiesta. - Le devolví a la realidad posando mi mano en su mejilla de forma delicada.
William reaccionó y confundido, me respondió: - ¿Eh? ¡Ah! Cierto. Debemos volver, posiblemente las invitadas estarán muy preocupadas al permanecer demasiado tiempo en la mansión. Regresemos. - Se levantó del sofá y ofreció su mano para ayudarme a levantarme. Acepté su ayuda, su agarre fue fuerte y al mismo tiempo delicada, sin dejar de sostenerme la mano. Salimos del salón y continuamos por todo el recorrido de la mansión hasta llegar al jardín sin soltarnos de la mano.
Su agarre se sentía firme y al mismo tiempo, necesitado, como si de un niño se sintiese. La mano de un niño asustado y perdido que sólo quiere estar al lado de alguien que la proteja.
Al llegar al jardín, su agarre se soltó y nos separamos. Él volvió al grupo de mujeres, quienes estaban preocupadas por su tardanza, y sonreía como si no hubiese sucedido nada minutos antes; y yo permanecí sola, a la entrada de la mansión hasta que alguien se acercó a mí.
- Nunca había visto así a William antes. - Me giré para ver de quien procedía aquella voz y me encontré que se trataba de Moran, quien sostenía una bandeja llena de copas de champán.
- ¿Así cómo? - pregunté curiosa.
- Aliviado y liberado. ¿Puedo preguntarte cómo lo has hecho? Todos nosotros hemos intentado, de algún modo, que William se desprenda parte de ese peso que está sometido, pero no ha habido manera. Luego llegas tú y lo consigues. Por eso te pregunto. ¿Cómo lo has hecho? - Me miró expectante y serio.
- No sabría cómo decírtelo, simplemente, sucedió. - Le respondí mientras observaba mi mano, que segundos antes estaba siendo sujetada por él.
- Tsch. ¿Por qué tuviste que escoger al detective? - Noté su mirada llena de frialdad justo antes de marcharse, dejándome helada ante aquella amenazadora actitud.
- ¿Eh? - ¿Qué mosca le habrá picado? ¿Por qué se ha puesto de ese modo? ¿De verdad he ayudado a William a desahogarse?
Observaba a William con una mirada afligida en la distancia, mientras él continuaba resolviendo los problemas de las damiselas, quienes pedían su ayuda.
Era extraño. Desde que tuvimos aquella charla y luego ese abrazo momentáneo. Me siento rara al estar con William. Los últimos momentos que estuve escuchando los problemas de las invitadas y las soluciones de William, estuve absorta en mis pensamientos y no estuve, en absoluto, concentrada y, por lo tanto, salí de la mansión sin enterarme de los últimos chismes. Cuando ya habían salido todas las invitadas, en el momento en el que iba a salir, William me detiene.
- Espera, (T/N). - Me detuve para volverme hacia él. - Te agradecemos a que hayas aceptado nuestra invitación y, espero que hayas disfrutado de la tarde.
- ¡Oh! La verdad es que lo he disfrutado bastante. Es la primera fiesta que no me aburro. Lástima que esta clase de fiestas no sean de vuestro agrado.
Soltó una pequeña risa el mediano de los Moriarty. - Cierto. Aunque, eso no quiere decir que no tengamos las puertas abiertas para ti. - Me sonrió con gentileza.
- Eso es muy amable de tu parte.
- Espero volver a verla.
- Yo también.
De pronto, William cogió mi mano con gentileza y la besó, dejándome consternada a mí y al resto, quienes de entre ellos, Mora era el único que se mostraba serio. Aquel acto me vino con la guardia completamente baja y comencé a abochornarme, cosa que lo notó William, quien se rió de manera discreta.
- ¿Eeeh? Bueeeno, yo me marcho ya. Good night! - Entré en el coche y me despedí por última vez de ellos, dejándome completamente agitada después de sentir sus labios en mi mano, que previamente me sujetó al acompañarme de vuelta al jardín horas antes.
¿Qué demonios acaba de pasar?
---------------------------------------
Todavía me sentía sofocada cuando llegué a casa. La Sra. Hudson lo primero que hizo tras recibirme fue preguntarme por mi estado. - (T/N), ¿estas bien? Estas muy colorada.
- Sí, estoy bien. No se preocupe por mí, no es nada.
- ¿Segura? - dudó de mi respuesta y con pasos sigilosos, bajó su tono de voz y me preguntó discretamente. - ¿Ha ocurrido algo en la fiesta?
- No ha ocurrido nada, salvo que William, es decir, el Sr William ha estado más gentil que de costumbre conmigo.
- ¿Cómo de gentil? - preguntó llena de curiosidad.
- Me besó la mano cuando nos despedimos, pero eso es algo muy normal en la alta sociedad. - Dije sin importancia.
- ¿Y algo más? - arqueó una ceja, pues sabía que le estaba omitiendo la parte esencial e importante de la tarde.
- Puede que hayamos tenido una charla privada y termináramos abrazados y, puede que inconscientemente le haya dado un beso cariñoso en la frente.
- ¡¿QUÉ?! - Subió su tono al sorprenderse de lo que había dicho.
- Shhhhhhh... No grites. No quiero que se entere medio Londres. - Mandé a bajar su tono de voz.
- Y dime. ¿A ti te gusta?
- ¿Qué? No. Es solo que - escuchó atentamente la Sra. Hudson – con Sherlock me siento a gusto, protegida, como si el fuese la luz que me guía y me protege, mientras que, con William siento que debo protegerle - me miró con cara de sorpresa al no entender a qué me refería - que él es la luz que está siendo engullido por la oscuridad y la maldad del mundo y, siento que sólo yo puedo protegerle. Pero...
- Pero lo que sientes por él no es amor.
- No, creo que es un amor distinto al que siento por Sherlock. Por cierto, ¿qué tal está? - cambié de tema, como acostumbro hacer.
- ¿Qué, qué tal está? Pues, muy bien. Salvo que cuando regresé, me lo encontré maniatado en su cama. - Mis ojos se abrieron como platos.
- Vale. Por un lado, los chicos han cumplido con que no permitirían que Sherlock se levantase de la cama, pero atarlo.
- Si, cuando me lo encontré en ese estado, sinceramente, no pude contenerme de la risa. Hasta creo que he rejuvenecido de tanto reírme.
Ambos nos echamos a reír por lo sucedido con Sherlock.
- ¿Y John ha regresado de la cena? - pregunté por mi otro compañero.
- Aún no y me sorprende que esté tardando mucho. Ya son más de las nueve.
- Lo cierto es que sí que está tardando. - Me preguntaba por qué estará tardando tanto John en la cena. ¿Le habrá pasado algo? Bueno, sea lo que le haya pasado, seguro que no será nada. - Voy a ver cómo está Sherlock.
- Conociéndole, seguro que estará enfrascado en algún libro. - Dijo la Sra. Hudson mientras subía por las escaleras.
Al llegar al piso, me dirigí a su cuarto y llamé antes de entrar. - Adelante. - Escuché la voz de Sherlock, dándome su permiso. Al entrar, efectivamente, estaba enfrascado en uno de sus libros de su biblioteca personal. Sonrió al ver que ya había regresado de la fiesta de los Moriarty. - Por fin has subido, te escuché llegar hace un buen rato. ¿De qué habéis hablado tú y la Sra. Hudson? - dejó el libro que estaba leyendo a un lado.
- De nada importante, excepto que me he perdido a ti maniatado en tu cama.
- Ya, esos mocosos me las pagarán cuando me haya recuperado.
- Sherlock, ni se te ocurra. - Me acerqué, me senté a su lado y me deshice del recogido, dejando mi pelo suelto y alborotado.
- ¿Bueeno? ¿Qué tal la fiesta? - preguntó para romper el hielo.
- Ha estado bastante divertido, es más, nunca me había divertido tanto en una fiesta y eso es raro en mí. No te puedes ni imaginar la cantidad de mujeres que se apelotonaban para estar cerca de William y de sus hermanos.
- Ya veo, que esas mujeres estaban deseando que este día llegase.
- La verdad es que sí, es más, una de ellas se declaró sin ningún pudor y William no supo cómo escapar de la situación.
- Eso me habría gustado verlo.
- Pero eso no es todo.
- ¿Ah no?
- Para salvarle de aquella situación, adivina lo que tuve que hacer. - Sherlock me miró de arriba abajo, analizando sobre todo mi vestido para encontrar alguna pista de lo sucedido.
- Has tenido que fingir un desmayo.
- He tenido que fingir un desmayo. - Ambos nos echamos a reír.
- Y luego, Liam te habrá llevado a alguna habitación de su mansión para seguirte el rollo y escapar de esas fieras damiselas.
- Exacto.
- ¿Y luego? - preguntó expectante.
- Luego, estuvimos hablando. - Bajé mi tono de voz, llamando más la atención del detective.
- ¿Hablando de qué?
- De cosas sin importancia. - No quería hablar de lo sucedido con William, más que nada para que no hubiese malentendidos, pero parece que no estaba resultando.
- ¿Sin importancia? - No le pareció convencer.
- Sí. Sherlock, tengo que dejarte hoy ha sido un día muy largo y necesito descansar. - Me excusé de él, dejando un ambiente tenso entre los dos.
- Sí, descuida. Good night, (T/N). - Me dio las buenas noches con un tono seco y desanimado. Quise darle las buenas noches de forma normal, pero no pude. Me quedé inmóvil por un momento, pensando sí lo que iba hacer sería lo correcto. - ¿(T/N), te ocurre algo? - Al escuchar la voz, tomé mi decisión. Me volteé, volví con Sherlock y le besé en la mejilla, poniéndolo colorado.
- Good night, Sherlock. - Eso fue lo último que le dije antes de salir corriendo de su habitación y subir a la mía, sin llegar a escuchar alguna respuesta por parte de él.
Finally,
al fin he terminado de escribir el nuevo capítulo. Lamento la tardanza. Espero que no os hayáis desesperados por esperar al leer este capitulo. He estado liada un poco, pero al fin he terminado de escribirlo.
Ahora, a por el siguiente, donde ya entramos al arco del Caballero blanco.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top