Capítulo 12
Siento la tardanza, la semana pasada no escribí nada porque regresé de mis vacaciones y hasta esta semana no he escrito el nuevo capítulo. Espero que os guste este nuevo capítulo, que no fue animado en el anime. Y lamento el retraso.
El genio es una reunión de las fuerzas de la naturaleza.
- Goethe.
El sol no había salido aun, cuando me levanté para prepararme. La Universidad se encuentra en Durham, lo que nos obligaba a levantarnos más temprano si queríamos entrar en la primera clase de William. Aunque, más que por obligación, sería más bien porque Sherlock lo quiere.
Uno de los inconvenientes de haber nacido mujer es que llamas la atención, sobre todo si vas a visitar una Universidad lleno de hombres y entrar como oyente en una clase. Así que no me queda otra que camuflarme en el entorno, vistiéndome de hombre o, en mi caso, de un hombre joven. Con unas vendas, escondí mi pecho, me puse un traje que me pongo, normalmente, para estas situaciones y me coloqué una peluca para que William no me reconozca.
Et voilà.
Ya estoy vestido para la ocasión. Salí de mi habitación sin hacer ningún ruido y bajé del piso, donde me estaría esperando Sherlock. Cuando me vio, tuvo que contener su risa para no despertar el resto.
- ¿Qué te hace tanta gracia? - pregunté molesto, simulando con voz de chico.
- Nada. - Seguía conteniendo su risa, lo que me hizo que me molestase más. Ambos salimos a la calle y nos metimos en el carro, que acababa de llegar. Supuse que Sherlock lo había llamado con antelación y, de ese modo, llegáramos a tiempo de coger el primer tren que pasa a Durham.
Sería un viaje de varias horas y tuvimos la suerte de que el vagón restaurante ya estuviese abierto para tomar el desayuno, pues ambos no habíamos comido nada al salir de casa. Nos pedimos el típico desayuno inglés y dos tazas de té. Sherlock se sorprendió de que pidiese un desayuno contundente, en vez de uno ligero al que siempre tomo.
- ¿Tan metido estas en el papel como para pedirte un desayuno normal?
- No, simplemente he amanecido con hambre. - Le respondí mientras hojeaba un libro de matemáticas que me había traído conmigo. Algo me decía que lo iba a echar en falta.
- ¿Qué estas ojeando? - preguntó curioso.
- Varias fórmulas matemáticas y sus elaboraciones.
- ¿En serio me estás diciendo que estas estudiando? - dijo sorprendido. - (T/N), vamos a visitar a Liam. No a hacer un examen. - Al sacar el tema de examen, dejé mi mirada en el libro, fijándome en Sherlock. Arqueé una ceja y con una sonrisa pícara, le respondí:
- ¿Nos apostamos algo? - Ante mi propuesta, llamé la atención del detective, mostrando su sonrisa y su mirada llena de emoción.
- ¿Qué propones? - preguntó emocionado.
- Lo primero, si hay un examen. Cosa que lo habrá. Me invitarás a un té con un trozo de tarta de la cafetería nueva que han abierto en la zona. - Levanté mi dedo índice, señalando como el número uno.
- ¡Hecho! En caso contrario, harás todas las labores de limpieza sin la ayuda de John.
- ¡Hecho! Y segundo, en el caso de que haya un examen y yo saque más nota que tú. Tú y yo tendremos una cita. - Aquella propuesta, le vino desprevenido a Sherlock, dejándolo completamente confundido.
- ¡¿Qué?! ¡¿Una cita?! ¿Tú y yo, a solas? - posó sus manos en la mesa y se levantó de golpe, cuando de pronto vino el camarero con nuestros desayunos y Sherlock tuvo que volver a sentarse para no llamar la atención. - ¿Qué mosca te ha picado?
- Ninguna, solo tengo curiosidad de cómo sería tener una cita con el gran detective Sherlock Holmes.
- ¡Ja! Pues lamento decirte que no vas a lograr sacar más nota que yo, así que vete olvidando lo de "esa cita", porque si gano yo tú harás todo lo que yo te diga durante una semana completa.
- Lamentarás haber accedido la apuesta, Sherlock. - Sonreí con malicia.
- Tu eres la que lo va a lamentar. - Sonrió con la misma malicia.
Al fin llegamos a Durham y fuimos directamente a la Universidad. Al ser una zona rural, no había carros. Así que nos fuimos andando, por suerte teníamos suficiente tiempo para llegar a la primera clase. Cuando llegamos a la Universidad, ambos observamos quienes son los estudiantes de William para llegar a su clase. Al detectarlos, los seguimos y llegamos a su clase sin problemas, nos sentamos en la última fila. Uno al lado del otro.
Cuando llegaron todos los estudiantes y se sentaron en su sitio, entró en la clase un profesor distinto con un montón de folios. Ambos nos miramos extrañados al no ver a William, pero le sonreí con socarronería al acertar la parte del examen.
(T/N) 1 – Sherlock 0
- Muy buenas a todos. Soy el Profesor Lambeau y hoy os supervisaré, mientras hacéis el examen que teníais programado por vuestro profesor de matemáticas, el Profesor William James Moriarty. Pasaos entre vosotros los exámenes, a y cuarto empieza. Tenéis hasta las diez y media.
En el momento que cogimos los últimos tests, le dimos la vuelta y comenzamos a leer las preguntas.
Reconozco que las preguntas no eran sencillas, pero son fáciles para mí. Me concentré de lleno en el examen, que sin darme cuenta ya llegué a la última pregunta, donde me detuve de lleno al leer la formulación. ¿Se puede saber qué clase de bestia es esta? William, ¿cómo se te ocurre poner esto en un examen?
Se trata con total claridad de una nueva fórmula que William habrá estado estudiándolo durante mucho tiempo y que, aún no ha llegado a formularlo por completo.
Lo único que pude hacer es poner mi pseudónimo, ya que se me olvidó por completo ponerlo.
(John Smith)
Y volver a aquella endemoniada fórmula.
Cuando se terminó el tiempo, mi mente se encontraba entumecido de la cantidad de veces que he estado formulando la última pregunta, sin duda la idea de que Sherlock me invitase a una tarta, no era tan mala idea. Volví mi mirada hacia mi compañero, quien me observaba con socarronería. ¡Ja! ¿Si piensas que me has vencido lo llevas claro?
Entonces, ambos escuchamos la voz de William al llegar a la clase y decidimos esperar a que todo el mundo saliese. Cuando ya no hubo nadie de sus alumnos en clase, ambos nos levantamos y nos acercamos a él. Quien el primero en adelantarse fue Sherlock.
Profesor. Did I pass your test?
William, sorprendido al vernos. Cogió nuestros exámenes y los colocó junto el de sus alumnos. - Sr. Holmes y, ¿Srta. Smith?
- Sr. Smith, si no es mucha molestia.
- ¡Hola, Liam! Entonces, es cierto de que habías llegado a ser profesor de Universidad a tu edad.
- Me dejáis ambos perplejos. ¿Os habéis mezclado entre los alumnos para hacer el examen?
- Así es. - Dije con total normalidad.
- Vamos, Liam. No tenga eso en cuenta y corrija nuestros exámenes.
- ¿Qué estáis haciendo los dos aquí? - preguntó curioso.
- Quería probar a asistir una de tus clases, así que investigamos los dos hasta llegar al aula, pero resultó que había un examen. - Dijo con un deje de molestia, sacándome una sonrisa de victoria. Lo que llamó la atención del profesor. - De todas formas, ¿no te prometí que nos volveríamos a ver después del caso del tren? - John me habló sobre aquel caso que lo incriminaron de un asesinato que no cometió y que gracias a Sherlock y William resolvieron el caso sin problemas.
- Y usted, Sr. Smith. ¿Qué le ha llevado su visita? - preguntó con una mirada curiosa, mostrando una sonrisa.
- Lo mismo. Le prometí que le visitaría a la Universidad y eso he hecho.
- Usted siempre será bien recibida aquí, así que no veo el motivo de su disfraz de hombre. - Rió levemente.
- Eso mismo pensé yo. - Dijo Sherlock, volviendo a contener su risa.
- Simplemente no quería llamar la atención. - Ambos seguían conteniendo su risa. - ¡¿Se puede saber qué es lo que os hace tanta gracia?!
- A que pareces un crio o a un enano. - Aquel comentario de Sherlock me molestó y le di un fuerte pisotón en el pie. - ¿A quién llamas tú enano, idiota?
- ¿A quién estas llamando idiota? - preguntó molesto.
- Al que tengo delante.
Nuestras miradas lanzaban chispas por nuestro enojo, pero ese enojo desapareció al oír la risa de William y nos fijamos en él.
- Por lo que veo, os lleváis muy bien.
- Sí, siempre y cuando él no me saque de quicio.
- Mira quien fue a hablar.
- Bueno, si os vais a quedar aquí peleando. Yo me marcho a corregir los exámenes. - Dijo William al salir del aula.
- ¡Espera, Liam! Encima que he llegado hasta Durham, me gustaría hablar contigo de un montón de cosas. - Salió Sherlock tras William, dejándome solo. Olvidándose de mí. ¿Por qué siento esta molestia en mi pecho? Me toqué el pecho en un instante, pero hice desvanecer aquella idea y fui tras ellos. Está claro que Sherlock tiene un gran apego a William. Espero que ese apego no se desvanezca cuando descubra la verdad sobre él.
Cuando los alcancé, William le hizo una pregunta bastante curiosa a Sherlock, lo cual me hizo bastante gracia. - ¿Por cierto Sr Holmes, entre usted y el Sr Smith habéis hecho alguna especie de apuesta?
- ¿Por qué lo preguntas? - pregunté con curiosidad al profesor.
- Porque me pareció notar cierta molestia en la voz del Sr Holmes al mencionar el examen, además de que usted sonrió de manera victoriosa.
- Lo confieso. Sí, hicimos una apuesta y de momento voy ganando.
- No por mucho tiempo. Está claro que Liam le encantará la forma que he resuelto sus problemas. - Dijo con una sonrisa triunfante.
- ¿Con que era eso? - posó sus manos en el mentón de manera pensativa hasta escuchar su respuesta o, mejor dicho, deducción. - ¿Debo suponer que hay una cita en juego?
- ¿Cómo lo has...? - no terminé mi frase al ver aquella mirada inquisitiva de William, pero no iba a permitir perder en aquella conversación. Puse cara de sorpresa y solté: - ¿No me digas, William, acaso estas celoso de que vaya a tener una cita con Sherlock?
- ¿Qué? - dijeron los dos hombres al unísono.
- Cielos, si querías salir conmigo. Habérmelo dicho antes y me habría vestido mejor. - Lo miré de forma coqueta a William.
- Esta vez has ganado la partida, pero la próxima vez no seré tan benevolente. - Sonrió divertido.
- Lo estaré esperando con ansias. - Estar con Sherlock me divierte, pero William no se queda atrás.
Ambos nos separamos de William, pues tenía que recoger los apuntes en la copistería, mientras Sherlock y yo nos dirigimos a la siguiente clase.
- (T/N), ¿a qué ha venido eso? - me preguntó en voz baja, mientras seguíamos andando por los pasillos del campus.
- ¿Acaso estas celosos?
- No, para nada. - Giró su cabeza, mostrando un leve rubor en sus orejas.
- Entonces, ¿no te molesta si algún día saliese con William? - observé su reacción, quien seguía serio.
- Para nada. Eres libre de salir con quien quieras. - Al terminar aquella conversación, por un momento me sentí sorprendida ante su comentario.
Llegamos al aula y estuvimos escuchando a William impartir su clase durante la última hora antes de la pausa del almuerzo. Explicaba de manera magistral y de forma que se podía entender a la perfección. En ocasiones, observaba a Sherlock, quien parecía estar en sus pensamientos cómo si estuviese indagando la relación entre el Señor del crimen y William, pero eso es imposible, pues quien estuvo aquella noche en la Iglesia fue su hermano Albert y no él.
Tras acabar la clase, ambos acompañamos a William hacia un patio con varias mesas. Yo me senté al lado de Sherlock, quien se sentó en frente de William. Mientras charlábamos, William corregía los exámenes que hicimos esta mañana.
- ¿Le ha parecido aburrida mi clase Sr Holmes? - preguntó con curiosidad William.
- No haré ningún comentario.
- ¿Y usted, Sr Smith?
- Me ha parecido interesante su clase, aparte de que su explicación es sublime y muy fácil de entender.
- ¡Oh! Me agrada de que le haya gustado. - Agradeció ante mi cumplido.
- Por cierto, Sr Holmes. ¿Puedo preguntarle de qué asuntos le han traído hasta Durham y que me han concedido el honor de estar con el mayor detective de todo Londres, aun estando tan ocupado?
- Por supuesto, es sobre el Señor del crimen. - Mi atención fue a parar en las palabras de Sherlock y en la reacción de William.
- ¿Ha habido algún progreso al respecto? - preguntó mientras corregía el primer examen en mano.
- La verdad es que – dijo al encender el cigarrillo – me había hecho un perfil claro de este hombre.
- ¿Y de qué se trata? - preguntó estando atento a las palabras del detective.
- Para el pueblo, el Señor del crimen es aclamado como un criminal justiciero, pero eso solo son rumores que alimentan los deseos de los ciudadanos. ¿Realmente existe esa persona? No hay nadie que crea que sea un criminal justiciero. Pero, solo yo difiero. Para mí, no me cabe la menor duda de que el Señor del crimen no sólo existe, sino que además es un criminal justiciero.
- ¿Un criminal justiciero? - miró con atención al detective.
- Sí, no me cabe la menor duda de ello.
- Entonces, Sr Holmes. Si afirma que el Señor del crimen es un criminal justiciero. ¿Qué va hacer al respecto? Si es un criminal justiciero, en cierto modo se le puede ser considerado como alguien útil para la sociedad y, por ende, le obliga a mirar hacia otro lado. Por otro lado, también tiene la decisión de condenar al Señor del crimen siempre y cuando esté cometiendo un crimen, sin importar su objetivo. ¿Por qué opción se inclina, Sr Holmes? - Le está poniendo a prueba. I know it!
- Por muchas buenas razones que tuviese el Señor del crimen de matar aquellas personas, suponiendo que las tuviera. Eso no le da ningún derecho de matarlos. - Sherlock. Observaba cómo exhalaba el humo de su cigarrillo por su boca tras sacar su primera conclusión. - La conclusión lógica nace de eso. En otras palabras, el objetivo de ese tipo es mucho más complejo que el cometer crímenes sin ningún reparo. - ¿Conque esa es tu decisión final, Sherlock? - Capturaré a ese tipo y lo juzgaré. Haré que cargue con toda la responsabilidad de sus actos. - Dijo con total seriedad.
William escuchó detenidamente a Sherlock, sin dejar la vista en los exámenes. - Aquellos que cometen un pecado, estos son obligados a cargar todo el peso de la culpa acorde a lo que han hecho. Sin importar si es un justiciero o no. - Dijo William con calma y con convicción.
William tiene razón. Da igual si eres un justiciero o no. Toda persona debe ser responsable de sus actos y cargar esa culpa hasta el final de sus días. Yo lo sé muy bien, no soy una excepción.
- Así es. - Respondió Sherlock. - La verdad, tenía mis dudas antes de venir aquí, pero Liam. Me alegro de haber hablado contigo.
- Eso es lo más importante. - Contestó complacido.
- Bueno, si sacara a la luz el misterioso tipo y pudiera capturarlo en ese caso no me importaría morir en absoluto. - Aquellas palabras me dejaron sin aliento, debía mantener la calma y no perder los estribos.
- Sí - sonrió con dulzura el profesor a Sherlock – con esa determinación seguro que lo logra. - Sherlock le devolvió el gesto complacido.
Debo mantener la calma, pero me resultaba difícil el hacerlo después de escuchar a Sherlock. A William. Ambos están dispuestos sacrificar sus vidas con tal de lograr sus objetivos. Por un lado, apruebo sus convicciones. Por otro lado, me duele que quieran sacrificar sus vidas sin pensar en cómo se sentirán las personas de sus alrededores. Me duele, me entristece. Espero que no lleguen jamás a ese punto.
La campana sonó, anunciando el final del descanso. Cuando de pronto, el rostro de William se quedó estupefacto y comenzó a murmurar para sí mismo. - ¿También podía abordarse y resolverse así, de esta forma?
- ¿Qué ocurre William? - pregunté curiosa.
- ¿Qué has visto para que te hayas vuelto muy serio? - preguntó Sherlock.
- Más bien, ¿debería decir que ha ocurrido lo imposible? - Se preguntó con gran interés en el contenido del último examen.
- William, sabes que nada es imposible. - Solté con un tono despreocupado.
- Cierto, pero aun así es raro verte hablando de esa forma. ¿Qué es lo que te ha llamado la atención, Liam?
- Nada, salvo que ha habido alguien que ha sacado un diez en mi examen.
- ¿Eh? - exclamó Sherlock.
- ¡¿Qué?! - exclamé sorprendida. - Pero si la última pregunta era imposible de resolverlo. - Me sobresalté de mi asiento, llamando la atención de ambos. Cosa que me sonrojó al momento.
- ¿Veo que te diste cuenta de la fórmula de la última pregunta? - dijo sonriente el profesor. - La última pregunta en cuestión se trataba de un problema para determinar cómo serían capaces de abordar un problema de semejante dificultad. Toda una paradoja. - Explicó el profesor. - Pero esta persona lo ha demostrado a la perfección. - Dijo con asombro.
- En otras palabras, estamos hablando de un genio en las matemáticas como usted. - Solté con asombro.
- Así es.
- Y dime Liam, ¿de quién se trata? - preguntó curioso Sherlock.
- De hecho, no ha rellenado su nombre. - Ambos nos quedamos asombrados. Obviamente, no somos nosotros eso está claro, así que solo queda la opción de que hay un genio escondido en el campus y, lo más probable es que no sea un estudiante.
- Tampoco reconozco su letra, - dijo William – Sr Holmes, Sr Smith, ¿es posible que hubiese otro intruso, además de ustedes?
- La verdad es que no noté a ningún estudiante sospechoso en el aula. - Respondí con certeza.
- ¿Un estudiante misterioso que ha sacado una puntuación perfecta que se suponía imposible? Interesante. - Está claro que antes de marcharnos, tenemos que descubrir el genio detrás de este examen.
- Por cierto, Sr Holmes. Usted ha sacado un cero. - Tuve que reprimir la carcajada que iba a soltar ante tal batacazo que ha cometido Sherlock. - En cuanto usted, Sr Smith. Enhorabuena, usted solo ha fallado en la última pregunta y, por ende, ha ganado la apuesta.
Sherlock se quedó mirando su examen, mientras que yo lo celebraba en mis adentros. Fue cuando William se levantó de su asiento, recogió los exámenes corregidos y nos dio una petición:
- Yo no puedo ir a investigar quien ha hecho este examen perfecto, debido a que ahora tengo clases, así que me gustaría que vosotros dos buscarais al genio que ha resuelto el problema.
- ¿Me estás pidiendo que te ayude, Liam? Así estamos en paz por la consulta que he venido a hacerte. - Dijo Sherlock.
- Sería de gran ayuda. En ese caso, iré a hablar con el encargado para que podáis investigar sin ningún problema tanto como os sea posible.
Tras hablar con el encargado, Sherlock y yo nos dividimos para buscar pistas sobre la identidad del misterioso alumno. Me paseé por todo el campus y nada, no encontré nada que pudiera saber la identidad del genio. Piensa (T/N). En el aula no vino nadie "sospechoso" a excepción mía y Sherlock. Entonces, ¿cómo pudo haber hecho y entregado el examen sin haber estado en el aula? Una luz se encendió en la cabeza, aclarándome este misterio. ¡Claro! ¡La copistería! Tras descubrir la pista, fui rauda hacia donde se encuentra Sherlock para contárselo. Cuando llegué a su ubicación, él se estaba marchando de su posición y tuve que alcanzarlo, acelerando mi paso y agarrarlo de su muñeca. Sherlock giró su cabeza para fijar su mirada al responsable del agarre. Se sorprendió al ver que era yo.
- La imprenta. - Dije fatigada.
- ¿Eh? - No comprendió lo que le estaba diciendo.
- La persona que se encarga de traer los apuntes y exámenes, ese debe ser el genio al que estamos buscando. - Solté mi agarre de su muñeca y me puse derecha.
- Ahora mismo iba a buscar información sobre esa persona, parece que hemos pensado en lo mismo. - Dijo con una media sonrisa.
- Eso parece, aunque si es quien creemos. Tengo una idea de por qué lo hizo. - Dije con una mirada triste.
Sherlock no me respondió, pero pude ver claramente su mirada seria, pues sabíamos a lo que estaba ocurriendo. Cuando llegamos a la sala y Sherlock habló con el encargado, le contó que la persona que traía todos los apuntes y exámenes de la imprenta, es ni más ni menos que el hijo del dueño de la imprenta.
¡Bingo!
Sherlock y yo nos dirigimos a la dirección donde estaría el muchacho, y así fue. Nos encontramos a un muchacho de ropas modestas, empujando un carro lleno de apuntes.
- ¡Oye! - Llamó Sherlock al muchacho. - Bill Hunting de la imprenta de Durham. ¿Tú eres el que ha sacado la puntuación perfecta en el examen de Liam, cierto?
El muchacho desvió su mirada hacia nosotros y nos respondió desinteresado. - ¿Puntuación perfecta? Señor, ¿no sé de qué me estás hablando? Lo siento, pero ahora mismo estoy trabajando.
- ¿En serio? Si eres increíble. Al parecer el último problema que resolviste era imposible de resolver. - Sherlock continuó con su juego con el muchacho.
- Estoy seguro de que se está confundiendo de persona. - Seguía negándose, entonces Sherlock sonrió y cambió las tornas de la conversación.
- Ah, ¿en serio? Me habré confundido, pero la verdad es que la última pregunta. A pesar de haberse resuelto a la perfección, tuviste un descuido en la primera pregunta y ese error te privó de la puntuación perfecta. Una lástima. - Mintió Sherlock para que el muchacho se revelase.
- ¡Eso es imposible! - giró con brusquedad y exclamó sorprendido. - ¡Lo comprobé varias veces! ¡Ese era la única respuesta posible! - Tras haberse revelado ante nosotros, comprendió lo que acababa de decir, exclamando su metedura de pata, mientras que ambos nos miramos triunfantes.
- Bingo.
- Aprovechaste el momento justo para entremezclar tu examen con el resto. Imprimiste una copia extra y lo resolviste por adelantado. Luego, escondiste tu hoja con el resto en el sobre de Liam, cuando él te lo entregó antes de que comenzase su segunda clase. - Explicó su deducción al chico. - Te pillé, Bill. Eres increíble, has sacado una puntuación perfecta en el examen de Liam. Así que, dime. ¿Por qué no admitiste que fuiste tú quien resolvió el problema, escribiendo tu nombre en el examen? - preguntó para saber las razones del muchacho.
- Yo... No podría hacer una cosa así. Yo... - Contestó entristecido, confirmando mis sospechas.
- Bill, ¿no me digas...? - exclamó Sherlock.
- Lo sabía. - Musité.
- ¡Ven conmigo un momento! - dijo Sherlock, agarrándole sobre el hombro y arrastrándolo hacia el despacho de William. Cogí el gorro del muchacho, que se le cayó al ser arrastrado por Sherlock, y los seguí detrás de ellos.
- ¡Espera! - exclamó Bill. - ¡¿Qué se supone que está haciendo?!
Al llegar al despacho de William, Sherlock se lo explicó todo, aclarando todas las dudas de William.
- Ya veo, así que fuiste tú. Bill de la imprenta de Durham.
- Ha sido fácil de encontrarlo. El problema es averiguar el por qué lo ha hecho, si no es un estudiante de esta Universidad. - Dijo Sherlock.
- Lo siento. - Se disculpó el muchacho.
- Bill, su solución ha sido elegante. - Expresó William ante la brillantez de la resolución del problema que ha resuelto el muchacho. - Dime, ¿ha aprendido matemáticas usted solo? - preguntó con curiosidad.
- Así es. Entre envío y envío, estudiaba en la biblioteca leyendo por mi cuenta sus libros y artículos, Profesor Moriarty. - Admitió el muchacho.
- Asombroso. En sus horas libres, ha estudiado matemáticas por sí solo sin que nadie le enseñase y ha logrado responder las preguntas sin ningún problema. Sin duda, es un genio.
- Especialmente su tesis sobre el Teorema del binomio, Profesor. Me pareció muy interesante y lo explica de una forma tan dinámica que lo he leído a conciencia varias veces. - Continuó.
- ¡Qué sorpresa! - dijo con asombro en sus ojos, William. Nunca lo había visto tan asombrado y no es de extrañar por lo que está contando. Ese muchacho tiene un gran futuro por delante en el campo de las matemáticas y en las ciencias mismas.
- Está claro que Bill tiene talento para las matemáticas. No me importa lo que diga la gente, hay que apostar a los jóvenes con talento. - Dijo Sherlock. - Además, tengo entendido que esta Universidad tiene un sistema de admisión, ¿verdad, Liam? - El chico se sorprendió al oír el sistema de admisión y supe con certeza el cómo reaccionaría.
- ¡Esperen un momento! - Todos nos fijamos en él por su reacción. Lo que me hizo entristecer. - Está bien así. No tienen por qué hacerlo, en serio. Les pido disculpas por el asunto de la hoja del examen. Siento mucho haberme comportado de forma tan descarada. Por eso, no se preocupen por mí y dejen que me marche, por favor. - Dijo entristecido, mientras agarraba con impotencia su gorro, que momentos antes se lo había devuelto. - Yo no soy hijo de ningún aristócrata, ni siquiera de la burguesía como los estudiantes de aquí. Yo no soy más que un chico de clase obrera. - Me molestaron sus palabras. Sólo porque es de clase baja, piensa que no tiene ningún derecho a una buena educación y en eso está muy equivocado. - Sé muy bien cuál es mi lugar, como hijo del dueño de la imprenta que soy, algún día heredaré la imprenta. Así que, no me importa mis sentimientos, pues aunque me gusten las matemáticas, nunca lograré mis sueños.
Sherlock le iba a decirle algo, pero yo me adelanté poniéndome en frente del muchacho y le abofeteé. Dejando atónito a todos los de la habitación.
- ¿Me estás diciendo que por ser de clase baja, prefieres renunciar a tus sueños? Sólo por ese estúpido sistema de clases. - El chico se quedó atónito por mis palabras, aunque también podría ser por salir de mi papel de hombre. Entonces me giré hacia William enfadada y le recriminé. - ¡William! ¿Es que acaso no le vas a decir nada?
- Bill, la solución al último problema que usted resolvió es en lo que estoy trabajando ahora, la "Dinámica de los asteroides". En dicho artículo, propongo la aplicación del álgebra en la Física. Ha dicho que sólo ha estudiado los libros y artículos de la biblioteca, pero solo con eso no basta para haber logrado resolver el problema, a menos que estes a mi nivel. - William se levantó de su asiento para acercarse al muchacho. - Solo aquellos que pueden pensar en este difícil problema desde un punto de vista igual o semejante al mío, también conocerán el deleite que se siente al resolverlo y, solo existen dos personas en el mundo. Usted y yo. Por eso me gustaría que se liberase de esa barrera que tiene en su mente e imaginase ahora mismo esa libertad, que ha estado encerrando durante todo este tiempo.
- Bill, tus ideas y pensamientos no son algo que puedan ser atrapados. ¡Son libres! - dijo Sherlock. - ¡Ese sentimiento tuyo de querer aprender no es algo que se pueda doblegar! Además, tú ya has dado tu primer paso hacia adelante, ¿verdad? Porque metiste tu examen a escondidas, si lo único que querías era hacer el examen, no era necesario que hicieses eso. Tú lo que querías es que Liam notase de tu existencia. ¿Eh? ¡Venga confiésalo! - El muchacho de la imprenta se sonrojó y no pudo fijar sus ojos en William, quien sonreía por la escena. - Ahora que sabemos que tus sentimientos de querer estudiar son genuinos. Es hora del turno de los adultos para que tus sueños se hagan realidad.
- ¿Realmente está bien así? - preguntó con timidez.
- ¿Acaso lo dudas? - El muchacho se giró al verme y le sonreí confiada. - Nosotros no vamos a permitir que un joven tan talentoso como usted se pierda en este mundo. ¡Imagínese los logros que conseguirá en el futuro!
- De eso no me cabrá ninguna duda. ¡¿Verdad, Liam?!
- Por supuesto, vayamos ahora a hablar con el director. Yo le recomendaré. - Se dirigió al muchacho.
- ¡¿Lo ves?! ¡Qué bien, ¿no?! - animó Sherlock al muchacho.
El muchacho bajó su mirada y comenzó a sollozar de dicha. - ¡Muchísimas gracias! - El joven no paraba de darnos las gracias, cosa que nos alegramos por él. Pues gracias a nosotros, le hemos dado un futuro prometedor a este joven brillante.
Tras negociar encarecidamente sobre la admisión del joven en la Universidad, gracias a la presión que ejercíamos entre los tres al director. No solo conseguimos que admitieran al joven, sino que, además le concediesen una beca. Tras aquello, William nos acompañó a la estación para regresar de vuelta a Londres.
- Me alegro, Liam. Gracias a su poderosa sonrisa, lograste presionar al director sin dejar que dijera ni una sola palabra, admitiendo a Bill.
- Bueno, usted también ayudó con sus sucias técnicas de negociación para conseguir una beca.
- ¡Serás! - masculló Sherlock.
- Aunque, lo que más me sorprendió fueron las pruebas que sacó la Srta. Smith sobre el escándalo que hubo en la Universidad en el pasado, con uno de los trabajadores del campus que trabajaba en el tráfico del opio y ofreciéndoselo a los estudiantes. ¿De dónde los sacaste? - preguntó con interés.
- ¡Oh! Tengo mis fuentes. Aunque, debo reconocer que nunca me imaginé que los iba a usar. - Confesé.
- ¿Me estás diciendo que has llevado encima todo este tiempo, todas esas pruebas incriminatorias sin saber si los ibas a llegar a usarlos? - preguntó sorprendido Sherlock.
- Si. - Asentí sin ningún reparo.
- (T/N), a veces das miedo.
- No doy miedo. Solo soy una persona de temer, si me hacen enojar. - Sonreí de manera siniestra, provocando que ambos sonrieran nerviosos.
- Bueno, volviendo a lo que estábamos hablando. - Cambió de tema William. - Es normal que Bill pensase de esa forma. La realidad es que hay más jóvenes como Bill escondidos por el mundo, sin llegar a mostrar sus talentos al mundo.
- Es cierto. ¿Cuántas tumbas de Mozart, de jóvenes talentosos que murieron sin lograr que sus talentos llegasen a florecer? - Dijo Sherlock con seriedad. Entonces, escuchamos el silbato del tren anunciando la partida del tren con dirección a Londres, provocando que nos apresurásemos a coger el vagón y acortando nuestra conversación con William. - Lamento haberte hecho venir a despedirme, Liam. - Se disculpó Sherlock, mientras yo me adentraba al vagón y esperaba a Sherlock.
- Gracias a ustedes por encontrarme un futuro colaborador en mi investigación. - Sonrió William agradecido. Cuando Sherlock se estaba adentrando al vagón, William lo llamó de nuevo. - Sr. Holmes. Sobre este asunto, siento una gran empatía de su idea de que, si se tiene un talento, tiene que ser puesto en práctica. Es una forma de pensar necesaria para el futuro de Gran Bretaña. Y, una cosa más. - Sherlock se giró a verle, mientras fumaba su cigarrillo en boca. - Antes, usted dijo que no le importara morir con tal de atrapar al Señor del crimen, pero yo espero que usted pueda atrapar al Señor del crimen sin que pierda la vida, - aquellas palabras me dieron un vuelco al corazón. No sabía si mentía o decía la verdad, pero sus palabras sonaban tan sinceras que me calaron en lo más fondo de mi corazón. Provocando que me marchase de mi posición y me fuese directamente a nuestros asientos. Alejándome de Sherlock y sin llegar a despedirme de William. Conozco las convicciones de William, pero hay momentos que William me confunde, sin saber lo que realmente está pensando. Acaso Sherlock sería capaz de cambiar la obra que ya tiene escrito William para su final. Yo lo único que quiero es que ninguno de los dos muera.
Llegué al vagón, donde están nuestros asientos y me senté al lado de la ventanilla como suelo hacer. Siempre me gusta ver el paisaje avanzar, mientras pasa el tiempo. Cuando el tren comenzó a moverse, no pasaron ni tres minutos cuando llegó Sherlock a los asientos y se sentó a mi lado.
- (T/N), ¿por qué no te has despedido de Liam? - me preguntó Sherlock, pero yo como estaba absorta en mis pensamientos, no lo escuché. Aunque, más que estar absorta en mis pensamientos, estaba concentrada en mirar el paisaje sin pensar en nada. - ¿(T/N)? - volvió a llamarme con la diferencia de que puso su mano en mi hombro, devolviéndome a la realidad.
- ¿Qué? - me giré para verle y el rostro de Sherlock se tornó preocupado, sin entender el por qué.
- ¿(T/N), por qué estas llorando? - me sorprendió su pregunta. ¿Yo, llorando? Llevé mis dedos a mi mejilla derecha y noté que estaban húmedas. Es cierto, estoy llorando sin darme cuenta. Rápidamente me sequé mis lágrimas con mis manos, que fueron detenidas por Sherlock. - No hagas eso, ten. Usa mi pañuelo. - Me ofreció su pañuelo para limpiarme las lágrimas, cosa que hice. Cuando me terminé de secármelas, le devolví su pañuelo. El cogió su pañuelo, rozando la yema de sus dedos con la palma de mi mano, sintiendo una descarga recorrer por toda la médula espinal en el acto. Fijé mi mirada afligida en sus ojos azules como la noche y sin pensarlo, le dije las palabras que tanto he estado guardando desde la conversación en el patio con William.
- Don't die. Please! Promise me!
Mis ojos volvieron a humedecerse, pero esta vez fue Sherlock quien me secó las lágrimas con su pañuelo. Al terminar de secar mis lágrimas, me estrechó entre sus brazos y con un tono tranquilizador me dijo: - Te lo prometo.
Yo, aliviada, correspondí su abrazo. Olvidándome que sigo vestida de hombre y obviamente, Sherlock arruinó el momento.
- ¿Sabes que la gente si nos ve, van a pensar en otra cosa? - yo me reí débilmente y le contesté entre risas.
- Eso se puede resolver fácilmente, retirando mi peluca. - Entonces, ahora es Sherlock quien se está riendo.
- Menudas elocuencias que tienes a veces, (T/N).
- ¿Entonces no vas a quitarme la peluca?
- Pero la gente se extrañará de que vayas vestida con ropa de hombre.
- No me importa lo que diga la gente.
- Muy bien, si es lo que quieres. - Él retiró mi peluca, liberando mi larga melena. Y siguió abrazándome.
Estuve abrazada a él hasta quedarme profundamente dormida. No me desperté hasta que el tren llegó a la estación de Londres y Sherlock me despertó con suavidad.
- (T/N), ya hemos llegado. Despierta. - Me dijo mientras me zarandeaba con suavidad mi hombro.
Al despertarme, seguía adormilada y desorientada. - ¿Eh? ¿Cuándo hemos llegado?
Sherlock se rió al verme tan despistada. - Ahora mismo, lo acabo de decir. Venga. - Tomó de mi mano para ayudarme a levantarme y llevarme a la salida. - Aún tenemos tiempo para invitarte a esa taza de té con un trozo de tarta que habías apostado.
Al recordar la primera parte de la apuesta, me mente se espabiló y me desperté del todo. - ¡Tienes razón! Me debes una tarta. - Sonreí alegre.
- ¡Vaya! Al fin te has despertado Bella Durmiente. Creo que en vez de llamarte Silent Maiden, deberían llamarte Sleeping Maiden.
- Te recuerdo que has sacado un rosco perfecto en el examen y me debes una cita. - Le recalqué su nefasto resultado, molestando al detective.
- Lo sé, no me lo recuerdes. ¡Ah! Y lo de la cita, tendrás que esperar.
- ¿Por qué, estás ocupado? - pregunté con una sonrisa socarrona.
- Aparte de eso.
Seguimos andando hasta que Sherlock se detuvo en frente de una cafetería. - Este es el lugar. - La cafetería no era ostentosa, pero tampoco demasiado normal. Digamos que está en el término medio. Ambos entramos al interior de la cafetería, donde la dueña de la cafetería nos recibió con una sonrisa.
- ¿Qué desean la pareja? - me sorprendió la pregunta de la dueña, entonces me fijé en mi mano derecha, que estaba siendo sostenida por la mano de Sherlock. Durante todo el trayecto, hemos estado cogidos de la mano sin que nos diésemos cuenta. Inmediatamente, sentí un enorme bochorno por mi cara. Lo que supuse que mi cara estaría completamente enrojecida de la vergüenza. Entonces levanté mi mirada y Sherlock hizo mí mismo gesto, lo que significa que no se dio cuenta hasta ahora de que estábamos cogidos de la mano. Así que, rápidamente nos soltamos el agarre e ignoramos lo que dijo la dueña.
- Una mesa para dos, por favor. - Pidió Sherlock metiendo la mano en su bolsillo.
- Muy bien, podéis sentaros en la mesa del fondo. En seguida os traeré la carta.
Nos fuimos a la mesa que nos indicó y nos sentamos, uno del frente del otro. Mientras esperábamos, no nos hablamos por la vergonzosa escena que acabamos de hacer. Yo no sabía de qué hablarle y parece que él tampoco. Mi mano aún se siente cálida de haber estado tanto tiempo en contacto con la suya.
¿Es posible que él...?
No, no, no. Imposible.
Sherlock no es ese tipo de hombre pero, ¿y si es verdad?
¿Y si él...?
- La señorita tomará un té darjeeling, acompañado de una porción de vuestra tarta más popular. - Escuché decir Sherlock al salir de mi ensoñación.
- Muy bien. Enseguida os lo traigo. - La dueña se marchó y se adentró a una habitación, donde supuse que sería la cocina.
- ¿Qué?
- He pedido por ti, espero que no te moleste.
- No pero, ¿cómo sabías que el té darjeeling es mi favorito?
- Elemental. Reconocí el olor de ese té en el momento en que nos conocimos.
- ¿Qué? ¿Me estás diciendo que...? - me empecé a ponerme nerviosa.
- ¿Qué tu aliento apestaba a té darjeeling? Así es. - Al decirlo, de manera automática me tapé la boca, provocando una pequeña risa en él. - ¡Oh, vamos! No tienes de qué preocuparte. Además, tu aliento no apesta.
- Lo sé. - Respondí nerviosa. - Pero después de contarme que me has olido el aliento. Ahora me da vergüenza.
- ¡Ja, ja! Eso te pasa por provocarme.
- Entonces, se puede decir que estamos en paz.
- Exacto.
- Por cierto, ¿qué clase de tarta me has pedido? - pregunté curiosa.
- Te he pedido la especialidad de esta cafetería. Ya lo verás. - Me guiñó el ojo, a modo de confianza.
No pasó mucho tiempo cuando la dueña vino con nuestros tés y el trozo de tarta. Me sorprendí al ver que era una Victoria sponge cake.
- Esta es la tarta favorita de la Reina, pero, ¿cómo? - dije sorprendida.
- Esta cafetería es popular por sus pasteles, sobre todo por este en concreto que usan su propia mermelada de frambuesas. Espero que te guste la tarta que te he elegido.
- En eso no me cabe ninguna duda. - Cogí el tenedor y con ayuda de un cuchillo, me ayudé para cortar un trozo y llevármelo a la boca. El bizcocho era suave y con el punto exacto del dulzor, además contrastaba muy bien con la acidez de la mermelada de frambuesas. Teniendo un sabor armonioso entre el bizcocho y la mermelada, lo que combinaban muy bien con el té darjeeling. Disfrutaba tanto del sabor que inconscientemente sonreí.
- Sabía que te gustaría. - Me observaba con gentileza, mientras sostenía entre sus finos dedos, su taza de té por encima de la copa, lo cual era una forma bastante curiosa de sostener una taza.
- ¿No quieres probar un trozo? Está muy bueno. - Le ofrecí un trozo a Sherlock.
- No, gracias. A mí no me va lo dulce.
- Con qué al detective, Sherlock Holmes. No le gusta lo dulce, ¿eh? - Lo observaba, mientras seguía comiendo mi trozo de tarta. ¿Será que preferirá lo amargo como el chocolate o el café?
Después de aquello, hablamos de cosas triviales o relacionado con lo que nos ha sucedido estando con William. Tuvimos una grata charla en ese periodo de tiempo. Cuando terminamos de tomar el té. Sherlock pagó la cuenta y nos marchamos a pie hasta Baker Street. Sin saber que alguien nos estaba espiando.
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