Capítulo 10


"Lo que distingue las mentes verdaderamente originales no es que sean las primeras en ver algo nuevo, sino que son capaces de ver como nuevo lo que es viejo, conocido, visto y menospreciado por todos".

- Nietzsche.

Seguía llorando acurrucada bajo los brazos de Sherlock, quien solo me consolaba acariciándome la cabeza de forma gentil cuando, por fin, rompió su silencio.

- (T/N), no deberías hacerle caso a ese idiota. Él no sabe cómo eres en realidad. - Intentó consolarme sin éxito.

- ¡¿Y cómo soy en realidad?! ¡Tú no sabes nada de mí, no sabes cómo soy ni siquiera sabes lo que me pasó! - me separé bruscamente de él, sorprendiéndolo y exploté frente a él.

- ¡Es cierto, desconozco tu pasado porque no quieres contármelo y las únicas evidencias que tengo es el anillo de compromiso que guardas tan estrechamente y que hayas trabajado con el gobierno "en secreto"! - Soltó molesto.

- No sigas. - Dije asustada por las palabras que no quiero escuchar en boca del detective.

- Lo que me conduce a que, en tu última misión, estuviste acompañada y no con un agente cualquiera, sino con tu prometido, pero algo salió mal en aquella misión y él murió. Murió, protegiéndote. - Cuando terminó de deducir lo que me pasó. Le miré de la forma más fría posible, mientras mis lágrimas seguían saliendo y cayendo lentamente sobre mis mejillas, fue entonces cuando Sherlock se dio cuenta de lo que había hecho, arrepintiéndose de sus palabras. - (T/N). Yo, lo siento. - Se acercó lentamente a mí, pero le aparté bruscamente.

- Ni se te ocurra acercarte a mí y, mucho menos de dirigirme la palabra. - Abrí la puerta con brusquedad y entré al vagón a paso rápido manteniendo las distancias con él, pues él me seguía mi rastro. Pero cada vez que se acercaba, yo me alejaba más de él. Cuando llegué a nuestro vagón, abrí y lo cerré rápidamente, poniendo el pestillo para que él no entrase. Ante mi brusquedad, provoqué que John se despertase sobresaltado.

- ¡Uah! ¿Qué... qué pasa? ¿Eh? - Me acurruqué en mi asiento, llorando en silencio. Mientras Sherlock llamaba a la puerta.

John sin saber lo que está pasando, se levantó para abrir la puerta, pero al verme llorar se preocupó. - (T/N), ¿qué te ocurre? ¿Por qué estas llorando?

- ¡Déjame! - No quería hablar con nadie.

John se alejó de mí y puso su mirada en su compañero, quien seguía llamando a la puerta alterado. Entonces, al ver lo alterado que está su compañero y lo triste que está su nueva amiga, comprendió lo que le había pasado. Abrió con cuidado la puerta, evitando que su amigo entrase, dejándome sola.

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- John, déjame entrar. Necesito hablar con ella. - Se acercó alterado a la puerta, pero yo no se lo permití y menos en el estado que se encuentra (T/N). - ¡John! - gritó molesto.

- ¡No! - le cerré el paso. - Mira Sherlock, no sé lo que la habrás dicho. Pero sea lo que sea, la has hecho daño. - A pesar de mi enfado, mantuve la compostura con Sherlock. Ya me he acostumbrado de su complicado carácter. - Es mejor que mantengas las distancias con ella hasta que se haya calmado. - Le dije seriamente a mi amigo. Sherlock suspiró y me miró cabizbajo.

- Aunque se tranquilizase, no creo que me vaya a perdonar. - Me sorprendió verle tan desanimado que me parece hasta raro. - Sherlock, ¿estas bien?

- Sí, estoy bien. ¿Por qué lo preguntas? - Desvió su mirada desanimada. Dirigí mi mirada en dirección a dónde él está mirando. Alcé mi ceja sorprendido y sonreí a mi amigo con una mueca burlesca. Él lo notó y volvió hacia mí. - ¿Qué?

- ¿Te gusta (T/N)?

- ¿Qué? ¡No! - saltó como si lo hubiese ofendido. - ¿Por qué lo preguntas?

 - ¡Oh, vamos! - Puse mi mano sobre su hombro y lo alejé de nuestra carabina para hablar a solas con él. - No paras de mirarla y no de la misma forma que cómo miras al resto de la gente.

- Te estas confundiendo John. Si la miro de ese modo es porque me resulta interesante. No porque esté enamorado. - Dijo con una mueca. - Eso es absurdo.

- ¿Absurdo? ¿En serio, Sherlock? - crucé los brazos. - Mira, lo único que espero es que te disculpes con ella. - Sherlock me iba a responder, pero lo interrumpí, ya que supe lo que iba a decir. - Y no quiero saber lo que le dijiste, porque conociéndote seguro que está en ese estado porque dedujiste algo "bastante" personal de ella y prefiero escucharlo por sus propios labios que, por los tuyos, Sherlock. Ahora, entraré ahí, veré cómo está (T/N) y si está más tranquila te dejaré pasar si no, - encogí los hombros con resignación - pues, tendrás que buscarte otro lugar.

- Eso supuse. - Metió sus manos en los bolsillos de su pantalón y se apoyó en la pared.

Tras terminar la conversación, entré con cuidado a nuestro compartimento y encontrarme a ella tranquila con los brazos cruzados y observando el paisaje por la ventana.

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Escuché la puerta abrirse. Era John quien había vuelto tras haber estado hablando con Sherlock. Se sentó a mi lado y me habló con una voz tranquilizadora.

- (T/N), ¿estas mejor?

- Sí, pero no quiero dirigirle la palabra para un buen rato. - Le respondí sin dejar de mirar por la ventana.

- Entonces, ¿puede entrar Sherlock?

- Sí, puede pasar.

Aunque no lo veía, pude escuchar sus pasos al entrar y sentarse frente a mí. Durante el resto del trayecto, no despegué la mirada por la ventana y nos mantuvimos en silencio hasta llegar a la estación de Waterloo. Desde allí cogimos un carro de vuelta a Baker Street. Las calles londinenses se estaban animando, la gente se dirige a sus puestos de trabajo y los chavales venden los periódicos del día. En ningún momento del trayecto crucé mi mirada hacia él. No tengo ánimos para verle, además de encontrarme completamente cansada y no tener nada de hambre.

Al llegar a Baker Street, me bajé primero del carro y entré a la casa, dónde me recibió la Sra. Hudson alegre, - ¡Bienvenidos! Me alegro de que hayáis vuelto. Acabo de terminar de hacer el desayuno - pero su sonrisa se desvaneció al verme desanimada. - (T/N), ¿qué te ocurre?

- Sólo estoy cansada, Sra. Hudson. Me iré directamente a la cama. Hasta más ver. - Subí por las escaleras desanimada.

- ¿Pero y el desayuno? - me preguntó preocupada.

- No tengo hambre. - Seguí por mi camino, dejándola con John y Sherlock.

Mientras tanto...

La Sra. Hudson se quedó preocupada al ver el estado de (T/N) y cuando entraron los dos caballeros, se dirigió directamente a Sherlock molesta. - ¿Se puede saber qué le has hecho, Sherlock?

Sherlock se alejó unos pasos de ella asustado, al ver su cabreo. - Yo, es posible que dijese algo que no debía. - Dijo resignado.

- Sherlock, tienes que hablar con ella. - Se cruzó los brazos molesta.

- Lo sé, pero ahora simplemente no quiere hablar. - Se escuchó resonar un portazo desde el piso, donde se encuentra la habitación de (T/N). - Y eso es una prueba de ello. - Miró triste dirección al piso de arriba. - ¡Bueno! Sra. Hudson, estoy cansado y hambriento, así que iré arribar a esperar mi desayuno para luego echarme un rato en mi habitación y espero que nadie me despierte. - Subió rápido por las escaleras, dejando desconcertado a Hudson y John.

- John, ¿tú sabes lo que les ha pasado entre ellos dos? - preguntó preocupada al doctor.

- No, durante toda la noche estuvieron bien hasta que el desgraciado Sr. Roylott le dijo aquellas cosas tan horribles a (T/N), pero Sherlock le dio su merecido y ahora está bajo arresto. Luego, en el tren me quedé dormido y me encontré a los dos en ese estado. De verdad, Sra. Hudson. Desconozco lo que les ha pasado, pero en algún momento tienen que arreglarlo. - Comenzó a subir por las escaleras. - Le esperaré junto con Sherlock.


Cerré la puerta de mi habitación de un portazo, me quité los zapatos y me tiré a la cama, cayendo al instante a los brazos de Morfeo. Recordando por última vez, aquella mirada arrepentida en Sherlock. Sus palabras me dolieron, pero porque dijo la verdad. Una verdad que todavía no quería contárselo a nadie, ni siquiera a Sherlock. Pero este peso, este enorme peso me provoca un gran pesar en mi pecho. Oprimiéndolo más y más, faltándome la respiración.

¿Será esto a lo que llaman ansiedad?

¿O será otra cosa?

Volví a sufrir de nuevo mi pesadilla con la diferencia de que volví a reencontrarme con aquel misterioso violinista, quien me empezó a hablarme. Su voz me es claramente familiar, es más, supe de quien es esa voz.

Sherlock.

Lo siento (T/N).

Su voz sonaba arrepentido y, al mismo tiempo, lejano como si no fuese de este mundo. Entonces, salí de mis sueños. Poco a poco abrí mis ojos y lo primero que contemplé fue a Sherlock, quien se encuentra sentado en el suelo apoyando su espalda en el lado de mi cama, quedándose a mis espaldas.

- Lo siento (T/N). Mi intención no era herir tus sentimientos. - Sherlock se giró sorprendido al escuchar el roce de mis sabanas, debido al movimiento de mi cuerpo para incorporarme y quedarme sentada frente a él. - ¡(T/N)!

- Todo lo que dedujiste es cierto, – me miró sorprendido – en mi última misión no salió como nosotros esperábamos y a causa de ello, mi prometido se sacrificó para salvarme la vida. - Agarré fuertemente el anillo, cuando de pronto mis ojos comenzaron a humedecerse.

- (T/N), si no quieres contarlo. No tienes por qué hacerlo. - Me contestó preocupado.

¡No! Cuanto más pronto te lo cuente, mejor. - Le respondí tranquila, a pesar de las lágrimas que recorrían por mis mejillas. - Además, así podré liberarme de este peso, aunque sea un poco. - Respiré profundamente y le conté todo lo que estuve guardando durante todo este tiempo, siendo él la primera persona en contarle todo lo sucedido en aquella misión. - Mi prometido se llamaba Arthur Challenger, fue uno de los agentes más prometedores que trabajó en secreto para el Gobierno Británico y el hombre más gentil y caballeroso que había conocido en mi vida, quien me aceptó tal y como soy. Tras estar un tiempo juntos, decidimos alejarnos de nuestro trabajo para comenzar una nueva vida sin sangre y muerte, por eso, optamos hacer un último trabajo. Aquella misión se encontraba en la zona de la India. No puedo darte mucha información sobre ello, pues es alto secreto, pero lo que sí puedo contarte es que una de las personas más relevantes del comercio inglés, estaba traficando armas para el bando ruso, dándoles su apoyo y así continuar con los enfrentamientos de aquella zona. Arthur y yo logramos descubrir sus planes, pero nos descubrieron y tuvimos que huir. Arthur y yo tuvimos que separarnos, pues uno de nosotros tenía que enviar un mensaje urgente por telegrama. Así que, decidí ser yo quien los distraería mientras él enviaba el mensaje. Todo iba bien hasta que uno de ellos me disparó con un maldito dardo paralizante. Antes de que surtiera su efecto, comencé a correr desesperadamente a la zona del embarcadero. Fue entonces que apareció uno de los traidores que descubrimos y me disparó dos veces, uno en el hombro y otro en la pierna. No fui capaz de esquivarlos, ya que en ese momento comenzó a surtir el efecto del dardo. Cuando pensé que iba a ser mi final, vino Arthur a rescatarme. Se enfrentó el solo a todos los hombres del traidor, sin dejar alguno con vida. Él me contó que había un pequeño barco en el embarcadero preparado para llegar al barco principal para nuestra huida, así que con mis últimas fuerzas fui dirección al barco, pero cuando quedaba unas pocas yardas para llegar. El barco explotó, tirándome al suelo a causa de la explosión. Mis tímpanos pitaban y me encontraba completamente desorientada, cuando de pronto apareció de nuevo aquel hombre. Al ver que Arthur no estaba con él, temí lo peor. Me levantó con brusquedad del suelo, yo intenté con todas mis fuerzas librarme de él, pero fue inútil. Apenas tenía fuerzas para enfrentarme a él y lo único que pude hacer era protegerme de sus golpes continuos tras tirarme al suelo de una patada. Entonces me apuntó con su pistola, pensé que iba a ser mi final, si no fuese porque Arthur se interpuso entre la bala y yo. Con sus últimas fuerzas me tiró al mar, hundiéndome lentamente. Lo último que escuché antes de ser arrastrada por las corrientes marinas y luego ser rescatada por uno de los marineros del barco que nos esperaba, fue el sonido tenue de un segundo disparo. Terminando con la vida de mi amado.

Sherlock se quedó en silencio tras escuchar mi historia. - Esto sucedió hace un año y desde entonces, sigo rememorando aquel día cada noche en forma de pesadilla. A veces pienso que tenía que haber sido yo y no él. Arthur merecía vivir no yo. - Mis ojos rebosaban de lágrimas junto con mi voz quebrada, a causa de la tristeza y el arrepentimiento. El rostro de Sherlock se ensombreció al escucharme. - Yo no merezco vivir en este mundo y mucho menos ser feliz. - Me quebraba por momentos, si no fuese porque Sherlock me agarró los brazos de forma repentina y me miró con seriedad.

- Ni se te ocurra decir que no mereces vivir o ser feliz. Si estás viva es gracias a él. Él quiso que tú siguieras viviendo, a pesar de que eso significase no vivir junto a ti, pero ten por seguro que lo que él más deseaba en este mundo es que tú fueses feliz. No hagas que el sacrificio de Arthur caiga en saco roto. - Sherlock está en lo cierto. La razón por la que Arthur se sacrificó por mí es para que siguiera viviendo y fuese feliz. En otras palabras, tengo que seguir viviendo por él. Seguir mi vida hacia adelante, sin olvidarme de él. Rompí a llorar de manera desconsolada y esta vez liberando el llanto de forma estrepitosa. Sherlock me liberó de su agarre para consolarme entre sus brazos.

- Sherlock, ¿de verdad está bien? - Se sorprendió ante mi pregunta. - Yo... ¿Tú me aceptas a pesar de que mis manos están manchadas de sangre? - Le pregunté al separarme de él, para mirarle fijamente a sus ojos azules oscuros.

- Sí. - Dijo seriamente.

- ¿Por qué? - pregunté sorprendida.

- Porque tú no mataste por matar, lo hiciste para proteger Inglaterra, para proteger el mundo. Además, desde el primer momento que te conocí, supe que eres buena persona. - Dijo con una sonrisa al terminar la frase. Mis ojos se abrieron de la sorpresa ante las palabras sinceras del detective.

- ¿Por qué piensas que soy buena persona?

- Porque defendiste firmemente a uno de los Irregulares por un delito que no cometió y porque quisiste salvar a Adler, a pesar de conocer el objetivo de eliminarla.

- ¿Y si todo es una artimaña para acercarme a ti? - le insinué.

- No lo es. - Dijo firmemente.

Aquellos ojos oscuros azulados, mostraban firmeza y a la vez calidez. Una calidez que inundaba poco a poco mi corazón, quitándome parte de aquel peso que aplastaba mi corazón. - Eres muy amable. - Dije sin pensar, llamando la atención del detective.

- ¡Qué va! - exclamó al levantarse del suelo y posando su mano detrás de su nuca. - Sólo digo la verdad.

- Aun así, eres muy amable conmigo. Me agradas. - Sus ojos se tornaron como platos, sonrojándome ante mi comentario. - Quiero decir, no eres como el resto de la gente.

- ¿El resto? - preguntó curioso.

- Sí, que solo se preocupan por ellos mismos, su propio bienestar social. Es decir, que no eres egoísta.

Él me miró sorprendido para luego soltar una carcajada, provocando que arquease su espalda. Lo que me desconcertó. - ¿No me digas que Micky te ha obligado a ir a uno de esos aburridos eventos sociales?

- Sí. - Dije asqueada.

- Lamento que hayas tenido que sufrir por culpa de mi hermano. Esos eventos sociales están llenos de gente aburrida, incluso puedes llegar a encontrarte gente despreciable.

- ¡Vaya! Acaso tú, Sherlock Holmes, ¿has estado en algún evento social? - pregunté con falsa sorpresa.

- Por suerte, no. Pero he estado en lugares similares y, francamente, puedes encontrarte de todo. Desde la persona más educada hasta la más falsa. Sinceramente, pueden llegar a ser extremadamente agotadores, sobre todo si te rodean por un grupo de mujeres, que quieren apostar por si mis deducciones son correctas. - Dijo fastidiado.

- ¿En serio? ¿Has estado rodeado de mujeres? - pregunté con una sonrisa pícara.

- No te confundas. Yo no estoy interesado en el género femenino, a menos que muestren algo interesante que me llame la atención.

- ¿Cómo la Srta. Adler? - Dije con la mirada desviada.

- ¿Por qué dices eso? - preguntó sorprendido.

- Por nada. - No quise decirle la forma en cómo miraba su foto, no quería mostrar mis celos.

Sherlock me miró estupefacto, para luego sonreírme de forma burlesca. - (T/N), ¿acaso estás celosa de Adler?

- ¡¿Qué?! ¡No estoy celosa! - salté molesta, confirmando mis celos. Mostrando un rostro divertido en él.

- ¿Ya, claro? - dijo conteniendo su risa mientras se dirigía a la puerta de mi habitación.

- ¡Sherlock! - lo llamé con un leve rubor en mis mejillas.

- Por cierto, la Sra. Hudson acaba de hacer el almuerzo. Así que espero que bajes a almorzar, después de haberte saltado el desayuno. - Se giró para verme para luego abrir la puerta de mi habitación y marcharse al salón.

Al final, Sherlock y yo solucionamos nuestros problemas, disculpándose por lo que hizo y yo lo perdoné, revelándole mi historia. Tras aquello, nuestra relación se estrechó volviéndonos más cercanos. Cuando terminamos de almorzar, cogí el periódico del día, llamándome la atención la noticia de un nuevo asesinato por el asesino en serie, cuyas víctimas son las prostitutas de la zona de East End. Se hace llamar...

"Jack, el destripador".

- ¿Sherlock, has leído la noticia?

- ¿El de Jack el destripador? - dijo mientras preparaba la mesa para algún experimento. - Sí, lo he estado siguiendo desde que se anunció el primer homicidio.

- Por lo que dicen, a causa de los asesinatos. Los agentes de Scotland Yard y la gente de la zona se están enfrentando entre ellos por darle caza al asesino. Una disputa muy oportuna.

- ¿Qué quieres decir con oportuna, (T/N)? - preguntó Watson, quien se está poniendo una bata de laboratorio.

- Me refiero a que, a raíz de la aparición de Jack el destripador. La relación entre los policías y la gente del lugar ha empeorado de manera considerable. Ya de por sí tenían mala relación por ignorar los casos de la zona, dando una mala imagen los de Scotland Yard a los habitantes de la zona, y ahora, al aparecer este asesino. Ellos no aceptarán que la policía se encargue el caso, además es obvio que lo hacen para arrestar al criminal y nada más. - Me levanté del sofá, cogí unas gafas de lente negra y una bata y me las coloqué para ayudar a Sherlock su experimento. - No creo que sea casualidad. - Esta última frase lo dije con una voz tan baja que podría considerarse como un susurro. - ¡Bueno! ¿Qué clase de experimento vas a hacer, Sherlock? - le sonreí divertida al detective, quien me devolvió con el mismo gesto.

- Pues he pensado en mezclar ciertas disoluciones para estudiar las reacciones que podrían dar.

- En otras palabras, un experimento libre.

- ¡Exacto!


Doy gracias a llevar las gafas de protección, no me imaginé que Sherlock dejara toda la habitación completamente gaseada a causa de la reacción química. John se encargaba de redactar las indicaciones que le daba Sherlock, mientras que yo le calculaba las cantidades exactas para que no hubiese ningún problema nocivo en la reacción. Sherlock le iba a dar una nueva indicación a John, cuando fuimos interrumpidos por un caballero, quien entró con urgencia.

- ¡Holmes! ¡Tengo que...! - al entrar sin protección, sus ojos se enrojecieron e interrumpió lo que iba a decir. - ¡¿Pero qué están haciendo?! - Se dirigió directamente a la ventana para abrirlo de par en par para ventilar la habitación.

- ¿A ti qué te parece? Estábamos en mitad de un experimento. - Dijo Sherlock.

- ¡Maldición! Se me ha metido en los ojos. - Se quejó el caballero, quien se estaba frotando los ojos.

- No hagas eso. - Le dije tras haber cogido un paño y haberlo humedecido con agua para entregárselo al caballero. - ¿Inspector...?

- Lestrade. - Me respondió con una ceja levantada y frotaba los ojos con el paño humedecido. - ¿Y a quién tengo el honor de saludar? - Sonrió al verme.

- Soy (T/N) Smith, la nueva inquilina y compañera de Sherlock. - Estrechamos las manos a modo de saludo y presentación. El inspector miró asombrado a Sherlock, lo que deduje lo que estaba pensando y tuve que corregirlo. - No en ese sentido, Inspector.

- ¡Ah! - exclamó comprendido. - Ya me parecía yo raro que Sherlock tuviese una novia tan guapa como usted o una relación con una mujer. - Su sonrisa desapareció al vernos molestos. - ¿Eeeh? Parece algo apasionante lo de su experimento. - Cambió de tema rápidamente.

- Ha venido por lo de los asesinatos de East End, ¿cierto? - ignoró el comentario del inspector.

- ¿Cómo lo ha sabido? ¿Tanto se me nota? - dijo nervioso. - ¡No podría esperarse menos del detective más famoso de todo Londres!

- Deje de hacerme la pelota y ve al grano. - Dijo molesto el detective. ¿Por qué está tan molesto?

- Lamento que no haya traído casos más interesantes últimamente, pero hoy le traigo un caso que estoy seguro que despertará su interés. - Dijo el inspector tras sacar un informe y con completa determinación.

- Pues, sí que debe ser los asesinatos de East End. - Se quitó las lentes, Sherlock.

- Inspector, debe de tener la tensión un poco más alta de lo normal. - Observó John.

- ¡No se trata de eso! Es solo que este es el caso más cruel que lo único que quiero es resolverlo lo antes posible.

- Entonces, adelante. Hábleme de él. A ver si es algo que realmente despierte mi interés. - ¡Sherlock! Pero mira que llegas a ser un crío.

- ¡Por supuesto que sí, deja que lo prepare todo! - El inspector sacó una especie de tabla de madera y dos trapos de distinto color, los colocó sobre la mesa y se sentó en la silla. - Empecemos con la historia de este oscuro y terrible caso.

Los tres esperamos la explicación del inspector, pero lo que nunca me imaginé es que lo iba a explicar con una sesión de títeres.

¿Es en serio?

Tras explicar los sucesos del caso, lo único que me llamó la atención es que en la primera víctima lo acompañó un hombre y en la segunda víctima la acompañó otro hombre con unas características completamente diferentes al del primero. Algo no me cuadra. ¿Cómo puede haber dos sospechosos en ser Jack, el destripador? A menos, que sea más de una persona y lo que realmente quiere es provocar grandes disturbios entre la policía y la gente de la zona, repitiendo los sucesos del "Domingo sangriento del 87". De ser así, este caso es más complejo de lo que nos imaginábamos.

- ¿Lestrade, usted ha hecho todo eso para explicarme el caso? - dijo sorprendido al haber escuchado su explicación en base de usar títeres.

- Así es y bajo ningún concepto le permitiré que se burle de mí. - Dijo con total seriedad. Tranquilo, que después de haberlo visto no lo burlaría ni, aunque quisiera. Es demasiado patético y triste para burlarse de usted.

- Ignorando la forma de explicarlo, se trata de un caso de lo más grotesco, me inclino a pensar que el hecho de que extirpe los órganos internos debe de ser un tipo de mensaje. - Dio el doctor su opinión tras leer el informe. - Sherlock, esto es claramente un gran caso que debe ser resuelto de manera prioritaria. - John se volvió a su compañero.

- ¡¡Por favor, atrape al culpable antes de que haya una nueva víctima!! - suplicó el inspector.

Sherlock le miró seriamente para luego volver su mirada en el informe y desviar su mirada seria en mí, quien me mostraba seriamente sobre este caso. Supuse que ambos llegamos a la misma conclusión. Entonces, con un gesto relajado, Sherlock lo responde:

- No sé, no sé. - Obviamente, esto sorprendió al inspector y también a su compañero. - Lo de descuartizarlas podría ser también por mera afición, ya he visto un caso similar en los informes. Además, no tiene sentido perseguir a dos personas con una descripción completamente diferente y que hayan sido vistos antes del crimen, ni que fuese raro toparse con una prostituta por la calle con su cliente. Tampoco me parece buena idea movilizar a todo un barrio para que estén al acecho. - Lo miró con seriedad. - Lo que ustedes quieren es, básicamente, atrapar al culpable.

En eso, Sherlock tiene razón. Scotland Yard solo quiere capturar al culpable sin importar la cantidad de víctimas, a pesar de que la razón por lo que está aquí, el Inspector pidiendo ayuda es, más que por desesperación, es porque está en contra de los métodos y la dirección que está dirigiendo Scotland Yard en este caso.

- Lo siento, Lestrade. Yo soy un detective asesor y yo elijo mis propios casos. Lamento decirle que no estoy interesado en este.

- Lamento mucho que se haya tomado la molestia de venir hasta aquí, Inspector. - John se disculpó frente al inspector.

- Es una pena, pero no había nada más que hacer. Con permiso. - Guardó todas sus cosas y se levantó de la silla para marcharse. - Ha sido un gusto en haberla conocido, Srta. Smith. Espero volverla muy pronto.

- El gusto es mío. - Me despedí de él, antes de que cruzara por la puerta del salón y se marchase de la vivienda.

Estando los tres a solas, Sherlock se encendió su cigarrillo, mientras John contemplaba la salida del inspector. - ¿De verdad no te vas a involucrar en este caso, Sherlock? Se trata de un caso de extrema relevancia que repercute por todo Londres.

- Y lo vamos a investigar. - Dijo Sherlock tranquilo.

- ¡¿Qué?! - exclamó asombrado su compañero. - Entonces, ¿por qué te has negado?

- John - llamé la atención del doctor, quien ahora fijaba su mirada en mí - es obvio que Scotland Yard tiene como prioridad capturar al culpable sin preocuparse en la cantidad de víctimas, algo que está en contra el inspector – dije con los brazos cruzados y seria – y por esa misma razón ha venido hasta aquí para pedir nuestra ayuda.

- Claro, era por eso. Si el inspector supiera de nuestro apoyo, lloraría de alegría. - Comprendió John tras darle una explicación sencilla.

- Muy bien, esclarezcamos de inmediato este caso que nos han encargado. - Apagó su cigarrillo y cerró la ventana.

- ¡Sí! - afirmó alegremente su compañero, mientras los observaba feliz. Me acerqué a Sherlock y le pregunté de forma natural:

- ¿Quieres que vaya esta noche a vigilar la situación de Whitechapel?

- No hace falta. - Me sorprendió ante su negativa. - Con que vayas a una zona lejana de la zona, pero con buenas vistas me sirve. - Suspiré aliviada.

- Me extrañaba que dijeras eso.

- No, es solo que no quiero que estés en un lugar tan peligroso con todas esas personas armadas y con los policías de por medio, junto con un asesino en serie suelto. - Dijo serio.

- ¿Eres consciente que he estado en sitios peores? - Posé mis manos sobre mis caderas y levanté una ceja.

- Lo estoy, pero tú ya no formas parte de esa vida. - Dijo Sherlock con seriedad. - ¡Vámonos! Tenemos mucho qué hacer. - Cambió su actitud por una animada, cogió su chaqueta y se adelantó para salir de la casa.

- ¡Espérame, Sherlock! - gritó el doctor quitándose la bata para luego coger su chaqueta y marcharse tras él.

Siendo la última en salir, pues aquellas palabras me sorprendieron completamente.

¿Sherlock?

¡(T/N)! ¡¿A qué esperas?! - gritó Sherlock desde la calle.

- ¡Ya voy! - le respondí con el mismo tono de voz. Me quité la bata, me puse mi chaqueta y salí tras ellos, en busca de pistas sobre este extraño y espantoso caso. 

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